jueves, 2 de mayo de 2024

1 Estado de una cuestión: La compleja aproximación al abuso sexual de menores Primera Parte (1/17)

 

Estado de una cuestión:

la compleja aproximación al abuso sexual de menores,

a su penalización estatal y a su sanción canónica.

Un acercamiento inicial e integral a este hecho individual y social

 

(1/17)

 

 

 

Iván F. Mejía Álvarez, i.c.d., th.d.

 

 

 

 

Índice general

Introducción

 

Primera Parte

 

Capítulo I

Asuntos relacionados con problemas metodológicos

I.      Problemas metodológicos de la investigación. 

II.    La necesidad de tratar en las estadísticas no sólo con números sino con rostros de personas: implicaciones

 

Capítulo II

Algunas estadísticas recogidas de fuentes fiables cuya elaboración ayuda a conformar y contextualizar el cuadro panorámico de la situación mundial actual en materia de abuso sexual de menores

1.        Datos demográficos

2.        Datos económicos

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3.        Datos socioeconómicos

A.      Algunas estadísticas mundiales sobre educación superior

B.       Estadísticas mundiales sobre salud mental

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_3.html

4.        Datos sociales

C.       Muestra estadística del fenómeno delincuencial mundial con particular referencia a algunos delitos

D.      Adherentes religiosos y no religiosos según los países

5.        Correlaciones elaboradas sobre la incidencia del abuso sexual de menores sobre las demás variables descritas, y de estas sobre aquel

E.       Incidencia de algunas variables económico-sociales sobre el número proporcional de habitantes por casos de abuso sexual denunciados en un país (NPHCAS)

F.       Repercusión del número proporcional de habitantes por casos de abuso sexual denunciados en un país (NPHCAS) sobre otras variables económico-sociales nacionales

G.      Resumen y algunas reflexiones

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_40.html

 

Capítulo III

Algo de historia y contextos (algunos subyacentes y tácitos) en relación con la sexualidad

I.      La coexistencia de culturas y tradiciones ético-jurídico-políticas diversas en una misma nación y entre las naciones: sus antecedentes

II.    La coexistencia de culturas y tradiciones ético-jurídico-políticas diversas en una misma nación y entre las naciones: expresiones modernas y contemporáneas

 

Capítulo IV

Precisiones terminológicas y delimitaciones epistemológicas y de teoría de las ciencias

III.      De la opinión a la ciencia en relación con algunos aspectos ético-jurídico-psicológicos: las concepciones y expresiones populares y bíblicas y algunos “tipos” delictuales relacionados con τας πορνεία

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_8.html

 

Capítulo V

La sexualidad humana: algunas notas sobre la anatomía, la fisiología, la endocrinología y la patología

IV.      La sexualidad humana: descripción breve de la anatomía y de la fisiología de los aparatos reproductores masculino y femenino

A.       La descripción anatómica

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_33.html

B.       La fisiología

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_70.html

V.    La sexualidad humana: elementos de bioquímica y sobre algunas patologías vinculadas con los órganos sexuales y su ejercicio

C.       Hormonas y otros factores bioquímicos relacionados con la sexualidad humana.

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_90.html

D.       Algunas patologías de los órganos relacionados con la sexualidad humana

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_24.html

 

Capítulo VI

La sexualidad humana: algunas anotaciones psicológico-psiquiátricas

VI.      El desarrollo del “dominio de sí mismo” como componente fundamental y progresivo de la educación de la sexualidad humana

Los problemas del “control”, del “dominio de sí mismo” y del “empoderamiento” como elementos constitutivos progresivos de la libertad, de la madurez y de la responsabilidad

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_9.html

VII.    La estimulación psíquica en el ejercicio de la sexualidad humana: incidencia del estrés y de algunas de las patologías psico-psiquiátricas y evaluación pericial forense en relación con las conductas

A.       Dos situaciones que merecen particular atención

B.       El estrés y sus consecuencias

C.       Los hábitos, su adquisición y sus consecuencias: dos perspectivas a partir de los hechos

D.       Algunos otros factores psicológicos más directamente vinculados con el área del ejercicio sexual

E.       La violencia sexual en Colombia, en particular contra los menores: una aproximación desde a psicología forense. El acompañamiento y el tratamiento de las víctimas

F.        El tratamiento del agresor sexual y su resocialización

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_79.html

 

Segunda Parte

 

Capítulo VII

Los delitos en materia sexual en las legislaciones canónica y colombiana

VIII.      Comparación de las aproximaciones, ausencias o diferencias entre las dos legislaciones penales: la canónica y la colombiana. Particular referencia a los delitos sexuales in utroque iure y a algunos momentos de los procesos históricos involucrados en su establecimiento

A.       Delitos sexuales considerados en ambos ordenamientos: precisiones y comentarios generales

B.       La tipificación de los delitos de “abuso sexual” y “abuso sexual contra menores”: una historia y un proceso para tener en cuenta

IX.      El abuso sexual: ¿una conducta aislada de otras de su tipo y del resto de la existencia social? La transdisciplinariedad al tratar sobre estos asuntos. La importancia de la educación de y para el ejercicio de la sexualidad conjugada con el “libre desarrollo de la personalidad”. La tradición judeocristiana

X.    La responsabilidad moral y jurídica a la luz de la “justicia divina”

XI.      La responsabilidad y su prueba

XII.    Las responsabilidades penal y civil ante los crímenes en materia sexual

XIII.      ¿Tienen un especial deber – civil y canónico – los Obispos en relación con este tipo de delitos? Sus procedimientos, sus límites

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Conclusión

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Índice de las tablas elaboradas

Índice analítico

Bibliografía

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/ 

 

 

 





"Dios, “que te ha creado sin ti,  no te salvará sin ti” (San Agustín, Sermo 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1,8-9)" (Catecismo de la Iglesia Católica: Tercera parte: La vida en Cristo: Primera sección: La vocación del hombre: la vida en el Espíritu: Capítulo primero: La dignidad de la persona humana: Artículo 8: El pecado: I. La misericordia y el pecado, n.1847).

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Introducción

 

 

 

 

 

De acuerdo con el c. 747 § 2 del CIC, la Iglesia tiene la misión esencial de “predicar el Evangelio a todas las gentes” y “proclamar los principios morales” en especial “los referentes a los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas”[1]. Por esta razón intrínseca, nos corresponde preguntarnos, como sociedad ciertamente pero también a cada uno individualmente como miembro de ella, qué tanto, qué tan bien y de qué modo estamos respondiendo al querer de Dios, que esta razón expresa.

 

En el último siglo, los “menores de edad” han cobrado ¡por fin! merecida importancia en casi todas las partes del mundo, si bien no sin controversias aún inacabadas sobre diversas cuestiones: desde su desarrollo embrionario en células prácticamente indiferenciadas y totipotentes que pasan por las diversas etapas de cigoto, mórula, embrioblasto, blastocisto, hasta su implantación en el útero; y, a partir de esta: gástrula y embrión propiamente dicho; desde la undécima semana desde la fecundación: fetos, y neonatos a partir del parto; luego, bebés, infantes, niñas y niños, púberes y adolescentes..., todos ellos, en efecto, son, en diversos momentos de su desarrollo "menores de edad".

 

En lo que concierne a su entidad jurídica ha corrido pareja el descubrimiento y reconocimiento moral, social, eclesial y jurídico de su dignidad propia e inalienable[2], pero, todavía hoy, así mismo, se han ido constatando, pero no en todos los casos bien atendiendo, las dificultades que su condición misma de “menores” lleva consigo.

 

A manera de presentación y exordio de la temática que pretendemos exponer en este estudio sucinto e introductorio recordemos algunos logros y enumeremos algunas de las dificultades que se les presentan a los niños y adolescentes desde el punto de vista de su desarrollo biopsíquico[3] y alrededor de él:

 

Desde el primer momento de su existencia se establece y consolida la realidad, individual y original, de un nuevo ser antes nunca vivido, pero encontramos ya posibles problemas relacionados con su engendramiento y con su desarrollo prenatal. Entonces los padres, con la ayuda del obstetra, notan que sus hijos quizás no alcanzan las condiciones físicas (peso, tamaño, etc.) que, según los estándares, serían esperables a su grado o momento de evolución.

 

Pasamos luego por los estadios que se vinculan con el parto y con los primeros años de perfeccionamiento: nuevamente los padres, en especial, observan el desarrollo motor, la comunicación o el lenguaje de sus hijos, y su capacidad para resolver problemas o para responder a nuevos estímulos. Adquiere una importancia no suficientemente bien ponderada la lactancia, así como se realizan las primeras inserciones en la comunidad humana más amplia mediante los procesos de socialización en el jardín o en el preescolar. Se ven afrontados a preocupaciones y crisis que tienen que ver con el sueño y con la alimentación, con el control de esfínteres[4], con el aprendizaje, con su comportamiento, y con los conflictos que se les presentan para regular sus emociones, y, desde entonces, experiencias profundas de tristeza y de alegría comienzan a ser "memorizadas" no sólo en el ámbito del lenguaje y de las estructuras asociadas con el hipocampo (4bis).

 

Posteriormente, en la infancia y hasta la prepubertad, vienen los desafíos que impone su día a día al relacionarse con sus parientes, amigos o compañeros de su misma edad y del mismo o diferente sexo, al tener que asumir cambios o dificultades familiares como la separación de los padres o el fallecimiento de un ser querido, los exámenes o los cambios de colegio o el lugar de su residencia… La importancia que a partir de ese momento adquiere la participación y la pertenencia a diversos grupos marcará en muchos casos su vida futura. Alimentados, estimulados y motivados por lo que ellos oyen y ven en sus relaciones con su entorno y, en particular, con los adultos, en especial en torno a temas sexuales, los infantes crean imaginaciones y fantasías propias. Todo esto puede generar en ellos emociones negativas y difíciles de manejar: tristeza, nerviosismo, irritabilidad, preocupaciones recurrentes… También por entonces nacen los tics, las complicaciones relacionadas con la interacción con otras personas, el mutismo y las dificultades para dirigirse verbalmente a otro… La pobreza en la que muchos de ellos sobreviven, asociada en diversos casos con las deficiencias en la higiene del hogar o en la personal y con la malnutrición, influyen en la actual o posterior estigmatización, en la exclusión y en el transcurso de la vida en entornos frágiles o de crisis humanitaria que pueden aumentar en los niños el riesgo de que surjan nuevas complicaciones para ellos.

 

Llegando a la pubertad y a la adolescencia, mucho más conscientes, las personas se siguen encontrando frente a situaciones sociales, económicas, culturales y políticas asociadas con la pobreza, pero, además, se encuentran con nuevas situaciones provenientes de los reclamos que les formula su propio desarrollo biopsíquico pero, además, de las que les plantea, desafiante, su entorno inmediato, la sociedad en la que se encuentran y que les demanda respuestas y, aún la misma situación medioambiental actual con sus crecientes desequilibrios. Más aún, ese es el momento y el ámbito en el que debería haberse creado el clima más propicio para que los ya van a ser jóvenes se hubieran podido plantear las preguntas fundamentales y vocacionales para su vida, y comenzado a responderlas: ¿quién soy y cuál es mi lugar en el mundo?, ¿qué responsabilidades me caben y qué posibilidades reales tengo frente al estado actual de cosas?, ¿qué propósito, qué sentido tiene y le voy a dar a mi vida?, ¿estoy llamado a conformar un hogar o son de otra clase mis aspiraciones?, ¿cuáles son mis fortalezas y mis debilidades para establecer una convivencia seria y ojalá permanente con otra persona y para engendrar y educar hijos?; de acuerdo con las dotes que tengo y con los límites que poseo, ¿qué estoy llamado a ser y a hacer durante mi existencia? Por el contrario, son muchos los púberes y los adolescentes que manifiestan entonces adicción a lo nuevo, se muestran despreocupados de los peligros, y asumen actitudes arriesgadas e irreflexivas, pudiendo llegar a verse en situaciones que podrían causar en ellas y en ellos lesiones y traumatismos no intencionados derivados del matoneo, de los accidentes de tránsito y de los ahogamientos, y a verse afrontados a eventuales situaciones cercanas a la muerte, la propia (incluso como eutanasia) o la de otros (causada por ellos mismos o por otros sujetos), o de discapacidad. Particularmente en nuestra patria el fenómeno de mil caras de la inseguridad y de la violencia sea social (nacional, regional, local), sea interpersonal, asociado además con el de la corrupción en lo público y en lo privado, los circunda y muchas veces los atrae. Los problemas específicos de salud adquieren una nueva fisonomía y gravedad a partir del momento en que pueden entrar en contacto con diversas infecciones transmisibles y no transmisibles (sean causadas por el VIH, sean por otras enfermedades de transmisión sexual; pero también existen los riesgos de adquirir tuberculosis, afecciones de las vías respiratorias, enfermedades diarreicas, etc.), y es también probable que se presenten por esa época embarazos precoces y otros problemas relacionados con la “salud reproductiva”. Más aún, como el cerebro sólo termina de madurar hacia los 25 años, en el contexto educativo en el que los adolescentes suelen desenvolverse y al que muchas veces no logran adaptarse o en el que no consiguen ser acogidos debidamente, surgen muchos problemas por falta de ejercicio suficiente, de mal rendimiento y de abandono escolar, y, como capítulo cada día más preocupante, complicaciones de salud mental. Del mismo modo, en esos entornos aparecen las cada día mayores oportunidades de consumir y de abusar del tabaco, del alcohol y de las drogas psicoactivas, sustancias todas que, en el momento, causan muchas veces desinhibición (bloqueo de la vergüenza y de la timidez)[5] de la conducta respecto de las normas sociales, pero que, reiteradas, además de la adicción misma a dichas sustancias “causan alteraciones neurocognitivas, problemas conductuales, emocionales, sociales y académicos”[6]. Es también la época de las (primeras) depresiones, ansiedades y otras discapacidades, y aun de traumas y enfermedades mentales, así como de los primeros desafíos que les plantea el ingreso en el mundo de los adultos, particularmente al espacio laboral, profesional y político.

 

Súmense a lo anterior, y ello es válido en todas las edades, los conflictos y las incertidumbres relacionadas con los castigos físicos inmoderados en el propio hogar, con la separación o el divorcio de los padres, con el asesinato de menores de edad, con su incorporación a grupos armados y, por supuesto, con su abuso sexual y otras formas de maltrato, sea que se trate de mujeres o de varones.

 

Este breve bosquejo del proceso evolutivo humano en sus primeras pero decisivas etapas, configurado por factores de índole interna al que acompañan factores externos, las “luces y sombras” de la situación actual que condiciona y afecta a nuestros menores – y mayores – de edad, no se circunscribe, como veremos oportunamente, al escenario colombiano ni aún al latinoamericano. Y los cambios en la sociedad y en la cultura contemporánea nos desafían, con mayor razón, para saber atender a nuestros niños debida y suficientemente. ¿Qué será de ellos, y de las próximas generaciones, en 10, 50, 100, 200 años y al cumplirse este milenio? El problema atañe directamente, como se ve, al anuncio del Evangelio, a la Iglesia en todas sus dimensiones, a la humanidad entera…  

 

Este texto ha sido elaborado por mi propia cuenta y riesgo, teniendo presentes a esos niños y jóvenes que comienzan a vivir: su dignidad, sus dificultades, sus retos, su futuro, aun sabiendo que los lectores primeros serán los propios adultos, quienes tenemos actualmente las “riendas” de muchas situaciones que afectan negativamente, y algunas positivamente, a nuestras generaciones “de relevo”. La existencia de aquellos – su supervivencia misma – y el desarrollo pleno de todo su potencial – inclusive moral, pues está de por medio su vocación divina – pasan, definitivamente por la educación[7], sin ella es imposible hablar de pleno desarrollo, sin ella la propia existencia subjetivamente queda mediocre y objetivamente fracasada. Confiamos plenamente, pues, en la educabilidad de la persona humana, considerada en toda su comprensión – desde varias generaciones antes y a lo largo de toda su existencia terrena –. Papel supremo y máxima responsabilidad que tienen en este aspecto tanto los padres de familia como los educadores, entre otros. Las innatas capacidades y disposiciones que nos permiten absorber, analizar, asumir y aprovechar las influencias “educativas” que nos ofrecen la vida y nuestro entorno – no sólo, ciertamente, en orden a “construir conocimiento” – nos adiestran, igualmente, para la búsqueda incansable de la verdad y nos previenen en un doble sentido: en sentido positivo, para la “explotación” de los factores que contribuyen al despliegue de todas las demás capacidades que tenemos en cuanto individuos y como sociedad; y, en sentido negativo, para ser ingeniosos y agudos para anticiparnos a las depravaciones, a la comisión de delitos que lesionan, ante todo, nuestra dignidad humana, y aún para tratar de curarlas, mediante el desarrollo de los medios e instrumentos, convenientes y oportunos, de toda índole, para lograrlo. Por eso en estas páginas se considerará la educación como un elemento al mismo tiempo dinamizador, equilibrante y correctivo que acompaña a cada persona y a la sociedad en su conjunto.

 

Esta propuesta, igualmente, posee una intencionalidad y especialmente una manera de proceder “jurídica” en todo lo que ella abarca. Especialmente al tratar in utroque iure aspectos relacionados con el delito del abuso sexual contra los menores hemos querido contribuir a esa toma de conciencia[6 ter] que consiste en considerar y en ponderar de qué manera en una misma persona coexisten millones de factores que la conducen - ¡o la podrían conducir! – a tomar una tal malhadada decisión (si fue que, efectivamente la hubo): para contribuir, no a la venganza por parte de la víctima, sino al restablecimiento de la justicia, y, en lo posible, simultáneamente, a la denominada “resocialización” del delincuente. 


El S. P. Francisco, en efecto, así lo sigue planteando "hasta en los confines del mundo", para emplear una expresión que es exacta para quienes deben viajar desde latitudes antípodas. Dirigiéndose a las Autoridades, a la Sociedad Civil y al Cuerpo Diplomático acreditado ante el Gobierno de Timor Oriental (cf. https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja.html), les insistía lo que ha sido una preocupación importante en su ministerio petrino y colegial, y ahora lo quería compartir con ellas a fin de invitarlas a enfrentar este delicado y complejo problema que tanto afecta también la vida social de los Estados:

"Y no olvidemos a tantos niños y adolescentes heridos en su dignidad. Este fenómeno está aflorando en todo el mundo. Todos estamos llamados a actuar con responsabilidad para prevenir todo tipo de abuso y garantizar un crecimiento sereno a nuestros jóvenes"[6 bis].

 

En cuanto a la disciplina de la Iglesia, el problema que nos ocupa encierra unos desafíos inconmensurables y, por lo mismo, exige un tratamiento del todo singular. Sobre todo, por lo que recién hemos dicho en relación con la educación en general, pero también por cuanto se debe cuidar y vigilar esa educación especial de quienes de manera particular la representan. Esto atañe, sin duda alguna, a toda la comunidad cristiana – que de ello debería apersonarse de manera singular y personal, como una verdadera responsabilidad suya –, pero, en particular, a los Obispos mismos y a sus colaboradores inmediatos y especializados, dedicados a este campo de la vida y de la acción pastoral, es decir, a los formadores de miembros de asociaciones, movimientos y otras agrupaciones de laicas y laicos, de los religiosos y de las demás formas de vida consagrada de uno y otro sexo, de los ministros laicales y de los clérigos[8].

 

De lo anterior nace la necesidad de que, para el ámbito universal, pero, sobre todo, para el particular y local, se establezcan las prudentes, previsivas, preventivas y anticipativas[9] acciones y normas relacionadas con el trato de quienes tienen o tendrán una relación pastoral más directa, e inclusive privada[10], con las personas, mujeres y hombres, adultos, jóvenes, y, sobre todo, con adolescentes, niños e infantes. Ello debería contribuir a revisar las “barreras” o “filtros” que permitan a las personas consolidar, desarrollar, pulir, reorientar o “convertir” aquellas capacidades humanas y múltiples dones divinos conexos con su vocación, pero, al mismo tiempo, mantener a las respectivas instituciones en su verdad evangélica desde el punto de vista moral, así como para prevenir que a la dirección de estas y al ejercicio de los ministerios y de los oficios eclesiásticos lleguen personas con “déficits” insuperables que en materia sexual pueden llegar a ser nocivos para la comunidad y para personas (inocentes como niños, adolescentes, etc.) en particular que la componen.

 

El autor de estas líneas ha sido por varios años no sólo investigador y profesor universitario de Teología moral social y de Doctrina social de la Iglesia, así como de Derecho canónico. Lector no tan asiduo de B. Lonergan, habría considerado seguir los pasos "puros" del “método de la Doctrina social de la Iglesia” [11], o bien, los metodológicos “ensanchados” del celebrado maestro[12]. He tenido que hacer un poco de todo ello, por fuerza de la complejidad del asunto, de modo que no será raro que, aun tratando de frías cifras, eventualmente hagamos alguna consideración psicológica, jurídica, teológica, etc. Y que, así mismo, en capítulos primordial o característicamente filosóficos, teológicos, históricos, etc., se haga referencia a las estimaciones estadísticas previas o a otros lugares de este texto.

 

Las dos partes en las que he dividido esta pequeña obra siguen la siguiente lógica: dedicaremos la primera especialmente a los asuntos que tienen por objeto delimitar el campo sobre el que trabajaremos y describir las herramientas que emplearemos, sin omitir también el reconocimiento de los propios límites, personales, así como objetivos, que hemos podido encontrar y constatar en el proceso (Capítulo I). Abordaremos luego el problema desde el punto de vista estadístico, pero no circunscrito sólo a la descripción o cuantificación del problema delincuencial sino a la contextualización de este en el conjunto de otros indicadores de la realidad económica, socioeconómica y social que han querido compartir países de diversas partes del mundo. Con ellos estableceremos nuestras propias inferencias mediante comparaciones y correlaciones (Capítulo II). Prosiguiendo la demarcación de nuestro campo de observación revisaremos algo de la historia relacionada con la sexualidad desde sus lejanas expresiones (sección I), pasando por otras más contemporáneas (sección II) (Capítulo III) y por aspectos vinculados con reflexiones, filosóficas, éticas y bíblicas (sección III) en el Capítulo IV. La exploración de la sexualidad humana nos conducirá luego a los aportes que nos ofrece hoy la medicina en algunas de sus diversas especializaciones (Capítulo V), sea en sus componentes anatómicos y fisiológicos (sección IV) como en los bioquímicos y patológicos (sección V); y a los aportes que nos ofrece la psicología (Capítulo VI), asunto que observaremos, de entre varias posibilidades, desde dos ángulos referidos, el primero, al “desarrollo del dominio de sí mismo” (sección VI), y el segundo, a la estimulación psíquica en el ejercicio de la sexualidad (sección VII). Esta sección, como se verá, nos llevará a explorar introductoriamente también las situaciones relacionadas con el acoso escolar y con el exhibicionismo, como problemas contextuales, para pasar luego a algunos temas propiamente éticos y psicológicos vinculados con la problemática central: el estrés, los hábitos, otros factores psicológicos incluidos aquellos relacionados con la libertad y la responsabilidad, las disfunciones, el acompañamiento de las víctimas de violencia sexual, la psicología forense, el tratamiento de los agresores sexuales.

 

En la segunda parte haremos el abordaje jurídico in utroque iure en el Capítulo VII, deteniéndonos en la comparación de una y otra legislación, la estatal penal colombiana y la canónica actualmente vigente (sección VIII), el caso específico del abuso sexual (sección IX), de la responsabilidad moral y penal (sección X), la prueba judicial de la misma (sección XI) y el debate sobre la responsabilidad penal y civil a causa de estos crímenes (sección XII). El capítulo terminará con una consideración eclesial, muy respetuosa pero necesaria, sobre el deber civil y canónico de la comunidad eclesial y de sus Obispos en relación con la atención pastoral integral del conjunto de esta problemática (sección XIII).

 

Por estas razones, este texto tiene en cuenta necesaria, simultánea y característicamente diversos aspectos de la vida y misión de la Iglesia: su función de enseñar (Libro III), las obligaciones y derechos – sobre todo en orden a su propia formación – que tienen los fieles cristianos en sus diversos estados de vida (Libro II), las cuestiones generales y, en estas, las relaciones de la Iglesia con los diversos Estados (c. 3 del Libro I, entre otros) y el ejercicio de su potestad penal (Libros VI y VII), si bien necesariamente, en su debido momento, se deben tener en cuenta los demás Libros del Código.

 

Quiero reconocer la inestimable ayuda que me han proporcionado innumerables autores cuyas obras he consultado a lo largo de esta investigación, y, en diversos casos, extractos amplios de ellas he citado aquí. Agradezco la atención de mis abnegados lectores y reconozco la importancia tienen las actualizaciones, complementos y correcciones de un texto como este, así como las exigencias que plantea. Por eso ruego y agradecería a quienes quisieran hacérmelas llegar, en orden a hacer de este texto un documento válido, actual, útil y práctico, completo y profundamente respetuoso de los valores humanos y cristianos que decimos profesar.

 

Bogotá, en la Pascua de 2024.

ivanfedericomejiaalvarez@gmail.com  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Primera Parte


 

 

 

 

 

Capítulo I

Asuntos relacionados con problemas metodológicos

 

 

 

 

 

Produce una gran tristeza, un dolor inenarrable, conocer que una persona, especialmente cercana a ti y, además, menor, está siendo abusada sexualmente, de diferentes maneras. Consciente de lo que ocurre, se ve envuelta en esa iniquidad porque su madre, a quien quiere enormemente, pero con quien comparte la experiencia de la falta de un empleo digno y de una remuneración adecuada, entre otras razones, se ha visto prácticamente obligada a vivir con un señor que les provee, económicamente, de lo necesario. Pero el señor no quiere tener a su disposición sólo a la madre… Es un caso. Pero, como este, son miles, quizás millones en el mundo entero, y ocurren no sólo en un “país tercermundista” …   

 

El problema del abuso sexual de menores es un fenómeno que está atrayendo las miradas de muchos, que quieren reaccionar a él de forma vigorosa, inclusive justiciera y hasta vengativa. Los cauces institucionales se ven a veces desbordados ante estas situaciones que, si bien han existido en la humanidad como una constante desde sus comienzos históricos, sobre todo en nuestros tiempos ha despertado un interés ya no sólo privado y doméstico, cuya ocurrencia se trataba de ocultar en los pliegues más profundos de las historias familiares, sino ahora ya público, y, más aún, en lo posible, con todo el despliegue que puedan proporcionar los medios de comunicación. La investigación del problema se ha vuelto cada vez más objeto de múltiples disciplinas científicas que han manifestado querer ofrecer sus aportes; en lo judicial, se quiere llegar hasta las máximas consecuencias en la aplicación de los castigos, y en lo sociopolítico, prevenir hasta donde más sea posible, su ocurrencia.

 

Para bien de los niños, ante todo, pero también para el progreso de las ciencias y el mejoramiento cualitativo de la sociedad, se emprenden por doquier actividades de diverso tipo. Una observación del fenómeno – un auténtico problema social – con las ayudas que proporcionan las disciplinas que se cultivan en la academia permitirán, seguramente, su debido tratamiento, riguroso, urgente y exhaustivo.

 

En efecto, como aludíamos ya en la introducción acerca del “método científico” el problema se entrecruza con el de la “búsqueda de la verdad” y con el del “estatuto epistemológico de las ciencias”, temas todos imposibles de abordar en este lugar. Pero sí debemos hacer una necesaria constatación: en materias que han tenido un amplio recorrido a lo largo y ancho de la historia, ni existe una única teoría ni se ha dicho la última palabra. Por eso, el aporte que pretenden dar estas páginas no puede ser más que humilde, sencillo, introductorio, como hemos dicho. Una voz, que, quiera Dios, pueda ser de utilidad a algunos… 

 

Hemos mencionado el c. 747 § 2 del CIC. Con él, como veremos en distintos lugares, son muchos los textos disciplinares, pero también magisteriales, con los cuales la Iglesia Católica pretende manifestar, a la luz de la Revelación, cuáles son los comportamientos que la caracterizan en su enseñanza, pero, sobre todo, en la práctica sobre todo de quienes considera ella que son sus mejores ejemplos y “modelos”: el Señor Jesucristo y las Santas y Santos. Y, en espíritu permanente de conversión, con “espíritu contrito”, invita a todos a considerar qué tanto, qué tan bien y de qué modo estamos respondiendo al querer de Dios, sobre todo en relación con el punto delicadísimo que queremos analizar y a partir del cual queremos proponer algunas ideas que hagan concreta, actualizada y ubicada una renovación personal y comunitaria.

 

Nuestra preocupación por las niñas y los niños y por todo cuanto atañe a ellos parte no sólo del hecho de que, en alguna época – cercana, lejana – también lo fuimos nosotros, y de que nuestros recuerdos – mejores, infelices – se relacionan con ella. Más aún, en cierto sentido, seguimos siendo niños, niñas… Pero no. Recuperar la infancia en un mayor grado de conciencia significa que, a diferencia de otros tiempos – legislaciones, en especial – nosotros estamos reconociendo su importancia propia y fundamental en el presente, y no sólo por lo que ellos puedan llegar a ser en el futuro – como se suele decir, ellos “son la esperanza”, que, sin duda alguna también lo son.

 



Así como los ss. XIX y XX pueden ser caracterizados, entre otros factores, por la abundante producción de imágenes y de otras expresiones relacionadas con los disturbios, con los conflictos y con las guerras, obligando a que los “medios” (prensa, en primer momento, pero luego la radio y la televisión, hasta llegar a los más actuales) se “reconfiguraran”, algo similar ha venido pasando en relación con las situaciones relacionadas con la sexualidad: la producción, la circulación y la recepción de estas imágenes y las condiciones mismas bajo las cuales ellas se efectúan en este siglo XXI. Sea que ellas provengan de la competencia que existe entre las autoridades públicas a cuyo cargo se encuentra la seguridad, o de las autoridades políticas, o, incluso, de las militares, sea que expresen el resultado de la complementariedad que pudiera existir deliberadamente entre ellas, a muchos llegan esas imágenes a través de los medios, y son captadas y difundidas por los diversos actores sociales. Sin duda, para muchos esas imágenes forman parte de la información que están requiriendo los ciudadanos en orden a conocer y comprender mejor la presente situación, pero, para otros, la explotación de ellas son la fuente principal de su negocio, o también, si se quiere, la expresión de una lógica que de ninguna manera es neutral, así lleguen ellas a ser parte de historias reales, porque participan en los mecanismos inherentes a la propaganda y a los juegos destinados a ejercer influencia sobre la cultura, sobre las sociedades. En efecto, gran parte de la propaganda y de la publicidad se orienta a los niños y a las niñas, a cautivarlos, a tenerlos como imágenes de los productos que se inventan, promueven y venden. Las especializaciones en pediatría con sus subespecializaciones, en psicología infantil y de la adolescencia, aquellas en educación primaria y secundaria, en derecho, en nutrición, en derecho, en pastoral litúrgica y catequética, etc., bien muestran y justifican la preocupación que suscita este “moderno” espacio de la vida social del mundo y de la Iglesia.

 

Esa preocupación, ese amor, esa dedicación, inclusive, por las niñas y los niños también ha sido alimentada – al menos, presuntamente, para muchos de los lectores – por la enseñanza bíblica transmitida por la Iglesia, al mismo tiempo “madre y maestra”.

 

En efecto, si miramos a las páginas bíblicas, una de las fuentes de la Revelación cristiana, encontramos, p. ej., que, aunque con una acepción más amplia, ellas, las niñas, son mencionadas en no menos de doce ocasiones: Gn 24,14; Jdt 8,7; 12,13; 16,12; Jl 3,1; 4,3; Am 2,7; Mt 9,24s; 14,11; Mc 5,39-43; 6,22.28; He 12,13. En algunos casos, ella o ellas son el personaje central del relato.

 

Los niños (sea que el término se refiera a ellos específicamente o como conjunto de niños y niñas o, incluso, en el sentido de “hijo/s”) son nombrados igualmente en semejantes situaciones. Entre los textos del AT encontramos: Gn 21,17s; 22,12; 37,30; Ex 2,9; 1 Sm 1,24-27; 2,11.13.15.17s.21.26; 3,1.9; 4,21; 9,3.5.7-10.22.27; 10,14; 16,18; 17,33.56; 20,21s.35-41; 21,3.5s; 25,8-10.12.14.19.25.27.40; 26,22; 30,13.19; 2 Sm 1,15; 2,12-17.30; 3,22; 4,12; 9,9; 12,18s.21; 13,17.28s.32.34; 14,21; 16,1s; 18,5.12; 18,29.32; 19,18; 20,11; Tb 6,2-11; 7,10; 9,5; 10,10; 11,10; 1 Mac 1,64; Pr 20,11; 23,13; 29,15; Ecl (Qo) 4,13; Sb 8,19; 9,4; 19,6; Is 3,4.5; 7,16; 8,18; 10,19; 65,20;  Jr 1,6; 51,22; Dn 1,4; 13,45; Jl 3,3; Sal 85 (86),16; 68 (69),18; 112 (113),1; Lam 2,21.

 

Y entre los del NT tenemos: Mt 2,8.9.11.13.16.20; 8,6.8.13; 11,16; Mc 7,28; 9,35s; Lc 1,54.66.76.80; 2,43; 7,32; 11,7; 18,16.17; Jn 16,21; 1 Co 14,20; Hb 2,13. Particular importancia tiene en este contexto Mc 9,35-37:

 

“Et residens vocavit Duodecim et ait illis: «Si quis vult primus esse, erit omnium novissimus et omnium minister». Et accipiens puerum, statuit eum in medio eorum; quem ut complexus esset, ait illis: « Quisquis unum ex huiusmodi pueris receperit in Nomine meo, me recipit; et, quicumque me susceperit, non me suscipit, sed eum qui me misit»”: Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos». Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».

 

Esta gran cantidad de referencias que los textos de la Sagrada Escritura hacen de los niños y de las niñas (infantes, jóvenes, etc.) no indica otra cosa sino la importancia que ella les reconoce tanto como individuos y miembros representativos de una colectividad o de una cultura, cuanto de los cuidados que ellos merecen y de cuyos frutos tanto se espera: su existencia individual, su originalidad, su creatividad y sus “sueños”[13], su liderazgo, etc., la necesidad de su oportuna y adecuada alimentación, de su cualificada educación, sobre todo en la fe, etc. Pero, igual y juntamente con ello, los hagiógrafos enseñan el valor descollante que tenía para los judíos y para los primeros cristianos, el conjunto de ellos, es decir, la descendencia – numerosa ojalá –, que llamaremos, con el magisterio vivo de la Iglesia, “la dimensión procreativa y educativa” de la relación sexual responsable.

 

 

 

 

       I.            Problemas metodológicos de la investigación.

 

Para hacer un abordaje inicial pero integral del fenómeno enunciado del abuso sexual de menores debemos comenzar por algún lado. El magisterio social nos propone como primer paso de la “toma de signos vitales” y de la descripción del estado de la cuestión empezar por el estadio de la determinación cuantitativa de los hechos. Con todo, es conveniente tener en cuenta que este trabajo, aun cuando emplea la información estadística colocada a disposición por entidades internacionales y nacionales privadas y públicas, se realiza[14] dentro de los parámetros que proporcionan ciencias tales como la teología moral y el derecho canónico, la ética y otras disciplinas filosóficas, los estudios jurídicos sobre la legislación estatal e internacional comparada de diversos Estados en materia sobre todo penal, la psicología, materias relacionadas con la medicina como la psiquiatría, y la sociología y la demografía[14 bis].

 

Hagamos algunas anotaciones previas antes de abordar los datos estadísticos.

Pocos problemas presentes en el momento actual llaman tanto la atención de la sociedad y de la Iglesia, de los medios de prensa[15], de los organismos nacionales e internacionales, como el que estamos acometiendo. De ahí su oportunidad, su pertinencia, su necesidad. La información que ahora se expone pretende contextualizar, con rasgos universales y particulares, la diferente aproximación que suele hacerse al fenómeno del abuso sexual, con el fin de responder, de manera apenas introductoria, a la pregunta de si acaso la existencia de este fenómeno, y su solución, depende, principal y fundamentalmente, de las condiciones históricas, ambientales y culturales – circundantes y exteriores a los sujetos que incurren o participan en él – que rodean, influencian, condicionan y/u obstaculizan a todas las personas en su devenir histórico; o, si, por el contrario, dichos factores tienen una incidencia menor ante la condición misma de determinados sujetos, poseedores de factores de otros tipos. Todo ello, en búsqueda de la mejor solución o, al menos, del mejor abordamiento, para tratar este grave problema.

 

La falta de información segura y de acceso a los datos

Debemos anotar metodológicamente, sin embargo  – digo yo, que soy apenas un estudioso aficionado de estos delicados, complejos e intrincados temas – que los cuadros (o tablas) no contienen todos los datos ni siempre los más actualizados de todos los Países, en algunos casos, muy difíciles de encontrar a este servidor a través de la internet, en los buscadores usuales, y en las fuentes que tengo disposición: sea porque los Organismos internaciones o las Empresas que los recaudan dedican mayores esfuerzos e intereses a unos datos que a otros, o porque se establecen diversos métodos para recogerlos o para contarlos; sea porque los mismos Estados evitan proporcionarlos fehacientes, no subregistrados, y actualizados, incluso por miedo a quedar o ser estigmatizados en el seno de la comunidad internacional; sea porque las definiciones legales cambian de un país a otro; sea, en fin, por el establecimiento de fechas límite; en algunos casos, se observa, en fin, que tales cifras publicadas son enormes o, por el 
contrario, tan pequeñas, que, a menos que se demuestre lo contrario, quién sabe con qué (protervas) intenciones así se ha obrado; etc. Para evitar la falta de acuciosidad o de completez de la información los expertos han recomendado, por esto, “complementar los datos administrativos u oficiales con las encuestas de victimización”[16].

La consecuencia de estas situaciones es que tales datos (¿“información pública”?) no se consiguen con la necesaria honestidad, transparencia, equidad, completez y facilidad. Por cierto, nada gana una nación al ocultar o negar la existencia de tales comportamientos. Por el contrario, mientras más y mejores datos se proporcionen, mejor pueden ser atendidos con medidas no sólo punitivas sino medicinales y preventivas, y consideramos que, por lo mismo, dada su gravedad, a ello está respondiendo adecuada, mas no suficientemente, la creación, al más alto nivel internacional, de sendos Organismos de la ONU dedicados especialmente al estudio y tratamiento del fenómeno: la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y, en lo que le corresponde, la UNICEF (Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia).

 

La variabilidad, provisionalidad o inestabilidad disciplinaria: en derecho (tipificación de los “delitos”, “contravenciones” y “ofensas”) como en matemáticas, economía y sistemas (acuerdos mínimos).

Volviendo sobre el aspecto metodológico y al punto de partida estadístico, ha de hacerse una observación general e inicial: a la situación antes señalada, es decir, de que no existe un acuerdo universal en calificar como “delitos” o como meras “ofensas” las acciones contrarias a la dignidad humana desde el punto de vista de su sexualidad, debe añadirse que no existe tampoco un acuerdo universal – por parte de los mismos matemáticos, economistas, sociólogos, sus técnicos, los expertos en sistemas, etc., que son sus usuarios principales, probablemente – en la manera de proceder en la presentación de los datos obtenidos: unos lo hacen con comas (,), otros con puntos (.), otros, ni con las unas ni con los otros (separan con espacios); otros lo hacen de acuerdo con el idioma en que ellos producen la información; unos calculan en US$, otros en €, otros en la moneda propia del país; etc. De esta manera dejan al usuario en la necesidad de efectuar conversiones permanentes (de moneda, p. ej.), y con un sabor a querer hacer todo el mundo económico más complejo de lo que en mi opinión es un “derecho humano” fundamental: a recibir una información básica general y real sobre “el estado actual de la humanidad” en estas materias; o de que, a fuerza de brindar miles, millones de datos, más es lo que quieren encubrir – o que desconocen – que lo que quieren mostrar “científicamente” de esa misma realidad.

 

La importancia peculiar de este problema que “compite” con otras expresiones delictuales.


Así mismo, debo reclamar la atención sobre un punto que me ha ido quedando cada vez más claro a lo largo de los años y especialmente como consecuencia de esta investigación. Ya algunos autores de nota lo han constatado y han protestado sobre lo mismo: en relación con la justicia[17] – y ciertamente este problema y tema que nos ocupa lo es en el máximo grado – existe cierta pretensión por parte de algunos a considerar que sólo el Derecho tiene la única palabra. No. Sin duda, la suya es del todo necesaria, pero no la única. Cuando se trata de la ética en cuestiones de justicia el concepto de “humanidad” equivale al de “moralidad” y pertenece al Derecho establecer, de manera práctica, los “mínimos” bajo los cuales se expresa en una sociedad, justamente, la “inhumanidad”: en cuestiones relacionadas no sólo con los “derechos humanos”, ya reconocidos internacionalmente – y como la Constitución colombiana de 1991 instituye –, como son los derechos civiles y políticos, los derechos sociales, económicos y culturales, el derecho a la paz, el derecho a un medioambiente sano y el derecho al desarrollo, sino también con las “obligaciones humanas”, como su contraparte necesaria. Al Derecho le corresponde también, entonces, establecer los mecanismos (institucionales) y dar orientaciones a los no institucionales mediante los cuales una sociedad va a proteger el cumplimiento de dichos derechos y obligaciones, a fin de evitar caer en inhumanidad, o para restaurarla, si acaso tales límites han sido traspasados (e, inclusive, para sancionar a los transgresores).

Finalmente debo señalar que, con todo el respeto que merecen los propios autores de los textos, los amables lectores y el objeto mismo de un trabajo científico, a su debido momento, he introducido unas citas literales excepcionalmente amplias. Pero las considero no sólo oportunas, sino, incluso, necesarias en orden a un abordaje suficiente y clarificador de la situación, sobre todo ante el maremágnum de opiniones, debates, puntos de vista, y en orden a proponer para la discusión y para posteriores estudios los necesarios aspectos no sólo multidisciplinares sino inter y transdisciplinares de una cuestión que, por sí misma, es, hoy por hoy, extensa, enredada, disputada.

 

     II.            La necesidad de tratar en las estadísticas no sólo con números sino con rostros de personas: implicaciones

 

Pero también el "objeto" a considerar es mucho más complejo y, sobre todo, "más noble". En efecto, las raíces cristianas y cristológicas, y sus indicaciones antropológicas, morales y canónicas, son mucho más antiguas. En los Evangelios, en su brevedad, muy claramente encontramos las razones por las cuales los cristianos, en particular, pero todos los adultos en general, al disponerse en la perspectiva del seguimiento del Señor y de la realización de su vocación, deberían tener en cuenta a las “niñas” y a los “niños” y tratarlos con especial atención y respeto, así como cuidar todo lo concerniente a ellos, sobre todo a cuanto pertenece a sus derechos y obligaciones (cf. Mc 9,36-37; 10,16; Mt 18,2-6.10.14; 19,13-14; 21,15-16). Se trata, en efecto, de un “indicativo antropológico”[18] que, examinado “en” y “desde” el conjunto de la fe cristiana, aparece claro y definitorio, y establece o fundamenta un principio cardinal para toda la práctica cristiana, pero abierto también a todo hombre y mujer “de buena voluntad”. Y, en el orden de la acción, es esta, en efecto, una expresión de aquella “lógica de los valores inversos”[19] que se encuentra por todas partes en las palabras, gestos y acciones de Jesús.

 

Así, debo hacer unas primeras observaciones tomando en consideración los cuadros elaborados y presentados aquí, y, en particular, a partir de los datos producidos por mí. Y en primer término quiero destacar que, expresamente, he querido centrar la información destacando las personas más que los datos globalizados y generalizados. Para ello he referido los cálculos “por persona/individuo”, como se puede ver en el PIB anual por habitante (en US$) y en la Deuda pública externa por habitante (en US$). Ello quiere reflejar la importancia peculiar que cada persona posee (al menos para mí) y, simultáneamente, la responsabilidad que tiene cada cual en su propio contexto nacional. Al proceder de esta manera he concluido que es necesario replantear la seriedad (metodológica) y la validez (a partir de sus presupuestos y principios) de las razones con las cuales se suelen considerar dichos datos. Veamos algunos casos.

 

1º) Se pueden constatar las diferencias que existen al comparar el PIB anual por habitante entre las personas de los diferentes países, como lo indicarán los colores en el cuadro. Salvas las condiciones particulares de cada uno (máximos, mínimos y promedio), mientras los residentes de algunos países tienen un ingreso anual por habitante de más de US$ 50.000 (US$ 137 diarios), otros poseen, a duras penas, un ingreso anual de entre US$ 1.000 y US$ 365, es decir, de entre US$1 y US$ 2,74 diarios: invito al amable lector a preguntarse, en la moneda propia de su país, a cuánto equivalen estos valores y qué puede o podría comprar o pagar allí con estas sumas.

 

2º) Las condiciones actuales del mercado mundial, como se aprecia en la tabla, permiten concluir que, en unos países más, en otros, menos, al nacer, cada persona trae ya consigo, y, sin que la consulten previamente, una deuda económica-financiera ineludible. Mientras en algunos países el estimativo de esta deuda roza los US$ 72 mil y los US$ 109 mil, en otros la deuda se encuentra en el rango de los US$ 87 y más. Nos preguntamos entonces si existe una relación directa entre las condiciones económicas y las socioeconómicas, sociales, políticas e internacionales, y viceversa, y si todas las políticas y estrategias empleadas son igualmente válidas y eficaces. Por ejemplo, uno se pregunta si acaso los Estados que más se endeudan – o, como indicamos en el párrafo anterior, obtienen el más alto PIB por habitante – alcanzan mayores (y/o más rápidos) niveles de “calidad de vida”, y, sobre todo, si acaso, debido a la implementación de esa política, se encuentran en capacidad de crear unas condiciones (en todo sentido: de alimentación, salud, educación, trabajo, etc.) tales que, en ellos, el factor jurídico y específicamente penal relacionado con nuestro asunto (el abuso sexual de niños, ancianos, mujeres y varones) cobra la mayor relevancia, de modo que se encuentra prácticamente solucionado y controlado. O, por el contrario, si los países que menos se endeudan necesariamente se mantienen en condiciones de mayor pobreza económica y multifactorial[20] – y, por lo mismo, quedan a merced del chantaje y de la extorsión de quienes ostentan o usurpan posiciones de poder frente a sus empleados en las empresas, o bajo la inoperancia generalizada, o bajo la corrupción de las instituciones estatales y sociales, mientras “se mantiene la situación” (“status quo”) bajo el régimen de bandas criminales, de los distintos tipos de mafias, de otras organizaciones delincuenciales, y/o de individuos aislados, que ganan sembrando anarquía y desazón con sus mayores (o con sus incontroladas o incontrolables) capacidades de causar perjuicio –. Pero, como observaremos, no siempre ocurre así, ya que a veces países con menor proporción de deuda (y/o de PIB menor por habitante) logran mejores condiciones socioeconómicas (de justicia social y de paz), al tiempo que países con mayor proporción de deuda (y/o mayor PIB por habitante) no superan sus ampliamente precarias condiciones económicas y sociales…. Así, muchos países son cautos, otros extremadamente cautos, cuando se trata de adquirir deudas; otros, por el contrario, son despilfarradores de los costosos recursos a manos rotas…

 

Como se ve, cuando se analiza un problema como el del abuso sexual de niños el tema económico no debería quedar relegado, sobre todo si dicho problema se lo quiere examinar como la situación (psicológica, moral, jurídica) que se crea a una persona (sea el quebrantado, sea el verdugo) en relación consigo misma o a dos personas en su relación interpersonal. El factor económico aparece involucrado de modo trasversal a toda existencia humana y a la “infraestructura” social[21] y ocupa un lugar fundamental en una indagación de este tipo.

 

Debo advertir, sin embargo, que, con las limitadas condiciones bajo las que trabajamos, no pudimos allegarnos a él – al menos por el momento – como uno de los “Factores de riesgo para el abuso sexual infantil”, es decir, considerar la condición económica de las víctimas[22] pero también la de los victimarios. Porque el problema no se circunscribe a un asunto privativo de las partes pertenecientes a ciertas “clases sociales”, ni aún siquiera a uno de “explotación comercial del sexo”, sino que incluye, ciertamente, todo un negocio, nada insignificante. Este factor económico, en efecto, es otra faceta de un problema que simultáneamente individual e interpersonal, social y cultural y exige una búsqueda multi, inter, transdisciplinaria[23] de sus causas y la contribución, así mismo, a sus soluciones.



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Índice analítico

Bibliografía

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Notas de pie de página



[1] Cf. GS 76e. En su Catecismo el Papa san Juan Pablo II (Catecismo de la Iglesia Católica) resumió e hizo explícitas las razones que tiene la Iglesia para pronunciarse en este ámbito humano:

“1930 El respeto de la persona humana implica el de los derechos que se derivan de su dignidad de criatura. Estos derechos son anteriores a la sociedad y se imponen a ella. Fundan la legitimidad moral de toda autoridad: menospreciándolos o negándose a reconocerlos en su legislación positiva, una sociedad mina su propia legitimidad moral (cf. PT 65). Sin este respeto, una autoridad sólo puede apoyarse en la fuerza o en la violencia para obtener la obediencia de sus súbditos. Corresponde a la Iglesia recordar estos derechos a los hombres de buena voluntad y distinguirlos de reivindicaciones abusivas o falsas.”

Y luego señala: 

“1935 La igualdad entre los hombres se deriva esencialmente de su dignidad personal y de los derechos que dimanan de ella: «Hay que superar y eliminar, como contraria al plan de Dios, toda [...] forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión» (GS 29,2).”

Y agrega finalmente: 

“1944 El respeto de la persona humana considera al prójimo como “otro yo”. Supone el respeto de los derechos fundamentales que se derivan de la dignidad intrínseca de la persona”. 

“1945 La igualdad entre los hombres se vincula a la dignidad de la persona y a los derechos que de ésta se derivan.”

[2] Encontrándonos en los umbrales de este estudio, no puedo dejar de encomiar respecto del tema que nos ocupa, especialmente por su oportunidad, profundidad y pertinencia, un documento nuevo del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, del 8 de abril de 2024, que viene a actualizar y a desarrollar el magisterio eclesial: (Declaración "Dignitas infinita" sobre la dignidad humana).

[3] Nos dejamos guiar en esta visión panorámica por propias experiencias y algunas referencias, cf. p. ej. (Libertia Psicología, 2024) y por diversos autores.

De acuerdo con J. (Jean Willi Fritz, 1896-1980) Piaget, se distinguen cuatro estadios o tiempos del “desarrollo cognoscitivo” en los seres humanos:

1º) Sensoriomotor, que va del nacimiento hasta los dos años; 
2º) Preoperatorio, desde los 2 hasta los 7 años;
3º) De las operaciones concretas, desde los 8 hasta los 12 años;
y 4º) De las operaciones formales, desde los 12 hasta los 16 años. Obsérvese la importancia que tienen los siete años en este proceso.

Pero, al lado de este importante “psicólogo del desarrollo” debemos mencionar otros importantes como él que han dejado su huella en este campo de la investigación, y, entre ellos: Lev S. Vygotsky (1896-1934) y su “teoría del desarrollo histórico-cultural”; B. F. Skinner (1904-1990) y su teoría “conductista”; Noam Chomsky (1928-) y la teoría “psicolingüística” o “mentalista”; Michael A. K. Halliday (1925-2018) y su “teoría del género y el registro” o “teoría sociológica”; Erik Erikson (1902-1994) y su “Teoría del desarrollo psicosocial”; y, muy en especial, Lawrence Kohlberg (1927-1987), con su “Teoría del desarrollo moral”: 

1ª) “Etapa pre moral” o “de presión adulta” en los cinco primeros años; 
2ª) “Etapa heterónoma” o del “realismo sexual”, entre los cinco y los diez años; 
3ª) “Etapa autónoma”, a partir de los diez años, con progresivos estadios de la conciencia moral: “moral preconvencional” y, desde hacia los catorce años, “moral convencional”; 
y 4ª) Etapa y conciencia “posconvencional”.

Esta última teoría ha recibido, con todo, diversas críticas, en particular la de C. Gilligan, que la consideró demasiado “masculina”; la de R. S Peters, que destacó la falta de valoración de elementos propios de la “afectividad”, y, particularmente en lo que concierne a nuestro asunto, la apreciación que hicieron en su momento (Jurkovic, 86/4 1977), en 1976, E. B. McColgan, y en 1983, Mullis y Hanson, acerca de que en sus investigaciones prácticamente no constataban una real diferencia en el desarrollo moral entre “delincuentes” y “no delincuentes”.

Una investigación posterior, aún más amplia que las anteriores, señala, por el contrario: 

“The present study replicates Nelson et al.’s finding that the moral judgment of juvenile delinquents is substantially lower compared to that of nondelinquents, with a large overall effect size of d = .76. (…) This comprehensive meta-analysis reveals a significantly lower stage of moral judgment for juvenile delinquents compared to that of juvenile nondelinquents. By late adolescence, the superficiality and self-centeredness of immature moral judgment may become criminogenic. Furthermore, the present study has shown institutionalization and psychopathy to be associated with the outcome of studies finding the moral judgment of juvenile delinquents delayed relative to that of nondelinquents. Research into these two moderators would be a first necessary step towards greater investigation of the criminogenic processes associated with delay in moral judgment development of juvenile delinquents. Offender psychopathy and institutionalization effects may also moderate the impact of moral judgment remedial programs (e.g., Potter, Gibbs, & Goldstein, 2001), and hence should be taken into account in analyses of treatment outcome”: “Este metaanálisis exhaustivo revela un nivel de juicio moral significativamente más bajo para los delincuentes juveniles en comparación con el de los no delincuentes juveniles. Al final de la adolescencia, la superficialidad y el egocentrismo del juicio moral inmaduro pueden volverse criminógenos. Además, el presente estudio ha demostrado que la institucionalización y la psicopatía están asociadas con el resultado de estudios que encuentran que el juicio moral de los delincuentes juveniles se retrasa en relación con el de los no delincuentes. La investigación sobre estos dos moderadores sería un primer paso necesario hacia una mayor investigación de los procesos criminógenos asociados con el retraso en el desarrollo del juicio moral de los delincuentes juveniles. La psicopatía del delincuente y los efectos de la institucionalización también pueden moderar el impacto de los programas de recuperación del juicio moral (p. ej., Potter, Gibbs y Goldstein, 2001) y, por lo tanto, deben tenerse en cuenta en los análisis de los resultados del tratamiento” (The Moral Judgment of Juvenile Delinquents: A Meta-Analysis).

Por nuestra parte, optamos, por supuesto, por la catalogación que establece el Código de Derecho canónico, siguiendo una de las tradiciones canónicas más extendidas:

  • “C. 97 § 1. La persona que ha cumplido dieciocho años es mayor; antes de esa edad, es menor. § 2. El menor, antes de cumplir siete años, se llama infante, y se le considera sin uso de razón; cumplidos los siete años, se presume que tiene uso de razón.
  • C. 98 § 1. La persona mayor tiene el pleno ejercicio de sus derechos. § 2. La persona menor está sujeta a la potestad de los padres o tutores en el ejercicio de sus derechos, excepto en aquello en que, por ley divina o por el derecho canónico, los menores están exentos de aquella potestad; respecto a la designación y potestad de los tutores, obsérvense las prescripciones del derecho civil a no ser que se establezca otra cosa por el derecho canónico, o que el Obispo diocesano, con justa causa, estime que en casos determinados se ha de proveer mediante nombramiento de otro tutor.
  • C. 99   Quien carece habitualmente de uso de razón se considera que no es dueño de sí mismo y se equipara a los infantes.”

[4] Se trata de un hecho fundamental y, al mismo tiempo, progresivo en la vida de una persona. Tendremos que volver sobre el “control” (en el sentido de ejercer “dominio, mando, preponderancia”) en diversos lugares de este documento, asociado con otros dos sumamente importantes también, a saber, el “dominio de sí mismo” y el “empoderamiento”.

(4 bis) Cf. (Meilán, Juan José G. - Carro, Juan - Guerrero, Cristina - Carpi, Amparo - Gómez, Consuelo - Palmero, Francesc, 2024). En efecto, “el hipocampo es la estructura encargada de almacenar los recuerdos. Esta región, que se encuentra en el sistema límbico, asocia emociones positivas o negativas a los recuerdos, gestiona el almacenamiento de la información reciente en la memoria a largo plazo y aporta espacio y tiempo a los recuerdos” (Figueroba, 2024).

[5] (Guimón, 2024)

[6] (Organización Mundial de la Salud, 2024).

[6 bis] Francisco: Discurso a las Autoridades, en Dili, 9 de septiembre de 2024, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2024/september/documents/20240909-timor-leste-autorita.html

[6 ter] Nuevamente (cf., p. ej. la nt 12) señalemos acerca de la “conciencia” que se trata de un problema cuya discusión hoy en día es muy viva. Debemos afirmar que existen ciertas ambigüedades en el empleo del concepto, pero, más aún, posiciones contrapuestas entre los autores que han querido estudiar el asunto de acuerdo con la perspectiva epistemológica que han adoptado. Mencionemos como ejemplo de dichas posiciones las de Luc Ferry y Jean-Didier Vincent en su obra: ¿Qué es el hombre? (Ferry, Luc – Vincent, Jean-Didier. (2001). ¿Qué es el hombre? Bogotá: Taurus). Sobre lo primero, tengamos en cuenta expresiones comunes tales como “tomar conciencia” y “ejercer una conciencia crítica” en relación con algo. Ello exige que se haga necesario recordar y precisar varios aspectos adicionales sobre la conciencia. 

Un primer acercamiento a la cuestión lo ofrece Luis Alberto Hara (Hara, L. A. (2 de agosto de 2024). “Por qué la ciencia nunca podrá explicar la conciencia. Filosofía”. Obtenido de pijamasurf.com: https://pijamasurf.com/2024/08/por_que_la_ciencia_nunca_podra_explicar_la_conciencia/) (Hara, 2024). De acuerdo con él se puede advertir que el concepto se suele referir a dos realidades bien diferentes:

“Lo que los filósofos llaman "conciencia fenoménica" o "qualia" elude una explicación científica completa.

Según el modelo estándar de la física, el universo está compuesto por 61 partículas elementales. Estas partículas constituyen todo, desde estrellas y planetas hasta rocas y relojes, e incluso seres humanos, cuando estas partículas se organizan para formar objetos inanimados, como rocas o relojes, el resultado es simplemente un objeto con propiedades físicas como forma y peso. Sin embargo, como explica el filósofo de la Universidad de Oxford, Ralph Weir, cuando se organizan para formar un ser humano, el resultado es muy diferente: no solo obtenemos un organismo biológico, sino también una mente que experimenta el mundo desde una perspectiva en primera persona, llena de colores, sonidos, sensaciones y emociones. La mente no sólo es el más grande misterio del universo, toda tarea de conocer el universo depende de la mente. 

Este mundo interno de experiencia es lo que los filósofos llaman "conciencia fenoménica." Incluye la rica vida interior que experimentamos cuando disfrutamos una taza de café, observamos el brillo del sol sobre un lago o reflexionamos sobre eventos históricos. Tanto científicos como filósofos se han desconcertado sobre cómo una disposición de partículas inconscientes puede producir un mundo interno tan vívido y subjetivo.

(…) es crucial distinguir entre "conciencia funcional" y "conciencia fenoménica". La conciencia funcional se refiere a la capacidad de un organismo para comportarse de ciertas maneras, como responder a su entorno o a estados internos. Este tipo de conciencia puede entenderse en términos puramente físicos, ya que implica comportamiento observable y respuestas a estímulos. La conciencia funcional, aunque compleja, es relativamente más fácil de explicar porque puede reducirse al movimiento e interacción de partículas en respuesta a estímulos externos.

(…) no existe una conexión conceptual análoga que pueda explicar cómo los procesos físicos dan lugar a la conciencia fenoménica. Cualquier disposición de partículas podría, en principio, ocurrir sin ninguna experiencia consciente acompañante. Esto es evidente en el funcionamiento de puertas automáticas, plantas o computadoras, que responden a estímulos sin experimentar nada.

La dificultad de explicar la conciencia plantea un desafío significativo al materialismo, la visión de que todo sobre la mente puede reducirse a procesos físicos. Si la conciencia no puede explicarse completamente por la ciencia física, sugiere que nuestra comprensión actual del universo es incompleta.

En contraste, la conciencia fenoménica abarca los aspectos cualitativos de nuestras experiencias, el "cómo se siente" ser consciente. Esta dimensión cualitativa es la que plantea el verdadero desafío para la explicación científica.”

Sin que el anterior planteamiento suscite la unanimidad de los estudiosos, dados su utilidad y pragmatismo podemos profundizar algo más en relación con la descrita “conciencia funcional” e indicar que se refiere ante todo a la denominada por otros autores “conciencia psicológica”. Ciertamente, esta es el fundamento de toda la existencia propiamente “humana”, si bien esta no se reduce ni se puede reducir sólo a aquella. Porque, como se ha advertido, no coincide con la “conciencia fenoménica”, la cual, junto con las experiencias antes señaladas, que le son propias, debe incluir necesariamente la llamada “conciencia moral” y al “juicio de conciencia (moral)”. En efecto, los especialistas en el primero de los ámbitos indicados suelen señalar lo siguiente en relación con su campo de trabajo:

“La conciencia es el conocimiento que tenemos de nosotros mismos y del mundo exterior, es el rasgo distintivo de la vida mental, lo que nos permite darnos cuenta de lo que ocurre y permanecer alerta ante la realidad. Es el resultado de la acción simultanea de una amplia serie de fenómenos psíquicos. Se basa en una facultad de percepción que extrae directamente información del mundo exterior a través de los sentidos, e indirectamente a través de los recuerdos almacenados en la memoria. Cuando los elementos que componen la conciencia funcionan de modo adecuado, el individuo tiene una percepción y una valoración nítidas de sí mismo, de los demás y de las cosas que le rodean: dicho de otra forma, su conciencia está lúcida. Lucidez y claridad son sinónimos que se utilizan en psiquiatría para definir la situación normal de la conciencia.

La conciencia se mantiene alerta mientras el individuo está despierto. Con el sueño se va relajando progresivamente hasta quedar adormecida. Durante el sueño normal, los elementos psíquicos de la conciencia se mantienen en reposo o se encuentran modificados; así, al dormir el subconsciente se expresa a través de los sueños. En el estado consciente, los estímulos del exterior se integran en el sistema nervioso central. Las estructuras anatómicas que regulan este proceso son la corteza cerebral, el hipotálamo y el sistema reticular, que determinan conjuntamente el fenómeno de despertar, el mantenimiento del estado de vigilia y el sueño.

La conciencia puede afectarse e irse deteriorando progresivamente, hasta llegar a la inconsciencia. Un primer estado es la somnolencia, situación similar a la necesidad de dormir con fatigabilidad de las funciones psíquicas, sobre todo de la atención. Cuando se acentúa, aparece el sopor, en el que el sujeto solo responde a estímulos intensos. El coma es el grado máximo, en el que no hay respuesta consciente a ningún estímulo psíquico.” (Psicología Cognitiva - Jesús Bergua. (7 de enero de 2024). Qué es la Conciencia. Obtenido de psicologiacognitiva.es: https://psicologiacognitiva.es/personalidad/la-conciencia):  (Psicología Cognitiva - Jesús Bergua, 2024).

La conciencia moral, por su parte, fue descrita por el Papa san Juan Pablo II de la siguiente manera (Juan Pablo II. (10 de julio de 2023). Encíclica "Veritatis splendor" sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia, del 6 de agosto de 1993. Obtenido de Documentos de la Santa Sede: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_06081993_veritatis-splendor.html#%243K):

“54. La relación que hay entre libertad del hombre y ley de Dios tiene su base en el corazón de la persona, o sea, en su conciencia moral: «En lo profundo de su conciencia —afirma el concilio Vaticano II—, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, pero a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia está la dignidad humana y según la cual será juzgado (cf. Rm 2, 14-16)» 101.

Por esto, el modo como se conciba la relación entre libertad y ley está íntimamente vinculado con la interpretación que se da a la conciencia moral. En este sentido, las tendencias culturales recordadas más arriba, que contraponen y separan entre sí libertad y ley, y exaltan de modo idolátrico la libertad, llevan a una interpretación «creativa» de la conciencia moral, que se aleja de la posición tradicional de la Iglesia y de su Magisterio.

 (…)

57. El mismo texto de la carta a los Romanos, que nos ha presentado la esencia de la ley natural, indica también el sentido bíblico de la conciencia, especialmente en su vinculación específica con la ley: «Cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia con sus juicios contrapuestos que los acusan y también los defienden» (Rm 2, 14-15).

Según las palabras de san Pablo, la conciencia, en cierto modo, pone al hombre ante la ley, siendo ella misma «testigo» para el hombre: testigo de su fidelidad o infidelidad a la ley, o sea, de su esencial rectitud o maldad moral. La conciencia es el único testigo. Lo que sucede en la intimidad de la persona está oculto a la vista de los demás desde fuera. La conciencia dirige su testimonio solamente hacia la persona misma. Y, a su vez, sólo la persona conoce la propia respuesta a la voz de la conciencia.

58. Nunca se valorará adecuadamente la importancia de este íntimo diálogo del hombre consigo mismo. Pero, en realidad, éste es el diálogo del hombre con Dios, autor de la ley, primer modelo y fin último del hombre. «La conciencia —dice san Buenaventura— es como un heraldo de Dios y su mensajero, y lo que dice no lo manda por sí misma, sino que lo manda como venido de Dios, igual que un heraldo cuando proclama el edicto del rey. Y de ello deriva el hecho de que la conciencia tiene la fuerza de obligar» 103. Se puede decir, pues, que la conciencia da testimonio de la rectitud o maldad del hombre al hombre mismo, pero a la vez y antes aún, es testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la intimidad del hombre hasta las raíces de su alma, invitándolo «fortiter et suaviter» a la obediencia: «La conciencia moral no encierra al hombre en una soledad infranqueable e impenetrable, sino que lo abre a la llamada, a la voz de Dios. En esto, y no en otra cosa, reside todo el misterio y dignidad de la conciencia moral: en ser el lugar, el espacio santo donde Dios habla al hombre» 104. (…)”

Y en relación con el “juicio de conciencia (moral)” el Santo Padre precisó en esa misma ocasión, entre otros aspectos, la importante distinción entre una “conciencia sincera” y una “conciencia falseada”, “auto justificadora” o “farisaica” en los siguientes términos:

“71. La relación entre la libertad del hombre y la ley de Dios, que encuentra su ámbito vital y profundo en la conciencia moral, se manifiesta y realiza en los actos humanos. Es precisamente mediante sus actos como el hombre se perfecciona en cuanto tal, como persona llamada a buscar espontáneamente a su Creador y a alcanzar libremente, mediante su adhesión a él, la perfección feliz y plena 119.

Los actos humanos son actos morales, porque expresan y deciden la bondad o malicia del hombre mismo que realiza esos actos 120. Éstos no producen sólo un cambio en el estado de cosas externas al hombre, sino que, en cuanto decisiones deliberadas, califican moralmente a la persona misma que los realiza y determinan su profunda fisonomía espiritual, como pone de relieve, de modo sugestivo, san Gregorio Niseno: «Todos los seres sujetos al devenir no permanecen idénticos a sí mismos, sino que pasan continuamente de un estado a otro mediante un cambio que se traduce siempre en bien o en mal... Así pues, ser sujeto sometido a cambio es nacer continuamente... Pero aquí el nacimiento no se produce por una intervención ajena, como es el caso de los seres corpóreos... sino que es el resultado de una decisión libre y, así, nosotros somos en cierto modo nuestros mismos progenitores, creándonos como queremos y, con nuestra elección, dándonos la forma que queremos» 121. (…)

85. La obra de discernimiento de estas teorías éticas por parte de la Iglesia no se reduce a su denuncia o a su rechazo, sino que trata de guiar con gran amor a todos los fieles en la formación de una conciencia moral que juzgue y lleve a decisiones según verdad, como exhorta el apóstol Pablo: «No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto» (Rm 12, 2). Esta obra de la Iglesia encuentra su punto de apoyo – su secreto formativo – no tanto en los enunciados doctrinales y en las exhortaciones pastorales a la vigilancia, cuanto en tener la «mirada» fija en el Señor Jesús. La Iglesia cada día mira con incansable amor a Cristo, plenamente consciente de que sólo en él está la respuesta verdadera y definitiva al problema moral.

Concretamente, en Jesús crucificado la Iglesia encuentra la respuesta al interrogante que atormenta hoy a tantos hombres: cómo puede la obediencia a las normas morales universales e inmutables respetar la unicidad e irrepetibilidad de la persona y no atentar a su libertad y dignidad. La Iglesia hace suya la conciencia que el apóstol Pablo tenía de la misión recibida: «Me envió Cristo... a predicar el Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo...; nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1, 17. 23-24). Cristo crucificado revela el significado auténtico de la libertad, lo vive plenamente en el don total de sí y llama a los discípulos a tomar parte en su misma libertad. (…)

“104. En este contexto se abre el justo espacio a la misericordia de Dios por el pecador que se convierte, y a la comprensión por la debilidad humana. Esta comprensión jamás significa comprometer y falsificar la medida del bien y del mal para adaptarla a las circunstancias. Mientras es humano que el hombre, habiendo pecado, reconozca su debilidad y pida misericordia por las propias culpas, en cambio es inaceptable la actitud de quien hace de su propia debilidad el criterio de la verdad sobre el bien, de manera que se puede sentir justificado por sí mismo, incluso sin necesidad de recurrir a Dios y a su misericordia. Semejante actitud corrompe la moralidad de la sociedad entera, porque enseña a dudar de la objetividad de la ley moral en general y a rechazar las prohibiciones morales absolutas sobre determinados actos humanos, y termina por confundir todos los juicios de valor.

En cambio, debemos recoger el mensaje contenido en la parábola evangélica del fariseo y el publicano (cf. Lc 18, 9-14). El publicano quizás podía tener alguna justificación por los pecados cometidos, que disminuyera su responsabilidad. Pero su petición no se limita solamente a estas justificaciones, sino que se extiende también a su propia indignidad ante la santidad infinita de Dios: «¡Oh Dios! Ten compasión de mí, que soy pecador» (Lc 18, 13). En cambio, el fariseo se justifica él solo, encontrando quizás una excusa para cada una de sus faltas. Nos encontramos, pues, ante dos actitudes diferentes de la conciencia moral del hombre de todos los tiempos. El publicano nos presenta una conciencia penitente que es plenamente consciente de la fragilidad de la propia naturaleza y que ve en las propias faltas, cualesquiera que sean las justificaciones subjetivas, una confirmación del propio ser necesitado de redención. El fariseo nos presenta una conciencia satisfecha de sí misma, que cree que puede observar la ley sin la ayuda de la gracia y está convencida de no necesitar la misericordia.”

[7] A este punto el magisterio de la Iglesia ha dedicado – y sigue dedicando – una atención del todo particular, a sabiendas de su importancia definitiva y de que algunos, seguramente, no concuerden en diversos aspectos con su enseñanza. El Concilio Vaticano II, en nuestros tiempos próximos, dedicó a la educación – a su concepción de educación – su fundamental const. past. Gaudium et spes los nn. 7a; 20b; 21e; 26b; 29b; 31a; 48ac; 51a; 52a; 60-61; 69; 71f; 75f; 82c; 84b; 85b; 89b (Concilio Ecuménico Vaticano II, 2024). Y, para tratar en especial sobre la “educación cristiana”, aprobó la declaración Gravissimum educationis (Declaración Gravissimum educationis sobre la educación cristiana, 2024). Véase también en el Curso de Derecho canónico:  https://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/06/l.html

[8] Sobre la formación de los clérigos, inclusive en lo que toca a la disciplina del celibato, cf. c. 247 § 1, y https://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/03/l.html Esta formación prosigue – así debería serlo – la que normalmente habría de recibir y de adquirir cualquier cristiano debido al desarrollo de sus capacidades y a la asunción consciente y al ejercicio de la virtud de la castidad, y de esta, en particular, en relación con el futuro estado (vocacional) de cada persona. Pero, en aparente contradicción, incluye (y por lo mismo es, si no un presupuesto, sí al menos un correquisito) la formación para (y en) una amistad evangélica y una fraternidad apostólica, que tan excelentemente se cultiva y manifiesta en las diversas conformaciones asociativas (apostólicas) y, de manera sobresaliente, en la ministerial de la incardinación (cf. c. 265) y en la sacramental del presbiterio (cf. c. 245 § 2).

Sobre la formación de los miembros de los institutos de vida consagrada, y en especial en lo que corresponde al voto de castidad u otro ligamen aprobado por la autoridad eclesiástica, cf. https://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/02/l_6.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/03/l.html; etc.

Sobre la formación de los laicos, es fundamental la actividad del párroco, cf. c. 528 § 1. Pero, considerando oficios y misiones específicas en la Iglesia universal o diocesana, se hace necesaria la propia peculiar (c. 231 §1), así como aquella que las mismas asociaciones, movimientos y otras agrupaciones, de índole estable o transitoria, de acuerdo con sus propios reglamentos, estimen adecuada y realizan para el logro de sus propios y autorizados propósitos, tareas encomendadas y modos de proceder (cf. c. 329): https://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/07/l.html Y esto, en lo que corresponda, atañe también al ejercicio – y a las recíprocas normas disciplinares – de la virtud de la castidad (piénsese, v. gr. en el servicio que prestan los maestros y muchos otros que tienen por tarea u oficio tratar con niñas y niños).

[9] Queriendo establecer una comparación al respecto, no es esta una cualidad en la que suelan descollar muchos de los que tienen por función administrar algo, en este caso, en la sociedad, todos los asuntos relacionados con los delitos. 

Se puede traer a la memoria el relato bíblico de José, hijo de Jacob, llevado prisionero a Egipto. Allí, fue capaz de “interpretar” los sueños del Faraón, en particular aquel de “las siete vacas gordas y las siete vacas flacas” y aquel otro de “las siete espigas lozanas y las siete quemadas” (Gn 41,1-7.17-24.25-32). Pero lo más interesante del caso en el relato, en mi concepto y en la presente coyuntura, es lo que sigue en el texto: 

“Por eso, es necesario que el Faraón busque un hombre prudente y sabio, y lo ponga al frente de todo Egipto. Además, el Faraón deberá establecer inspectores en todo el país y exigir a los egipcios la quinta parte de las cosechas durante los siete años de abundancia. Ellos reunirán los víveres que se cosechen en estos próximos siete años de prosperidad, y almacenarán el grano bajo la supervisión del Faraón, para tenerlo guardado en las ciudades. Así el país tendrá una reserva de alimentos para los siete años de hambre que vendrán sobre Egipto, y no morirá de inanición” (Gn 41,33-36). 

Y el Faraón, de inmediato, designó a José para ese cargo, y este comenzó su labor con máxima eficacia, previsión y sobreabundancia (cf. vv. 37-49).

[10] Entre otras circunstancias nos referimos a dos en particular: en primer término, la propia del “ejercicio profesional”, que se hace concreta especialmente en la llamada “dirección espiritual”, “consiliatura”, “acompañamiento” espiritual, etc., a la manera de un “compañero de camino” que comparte en confianza la experiencia cristiana y humana adquirida de su seguimiento de Cristo y de su vida en el Espíritu y, en algunos casos, proporciona algún consejo a quien se lo solicita, para todo lo cual deberá estar sinceramente lleno del verdadero amor de Dios (cf. c. 239 § 2). Desde el punto de vista institucional, de acuerdo con los propios reglamentos de la asociación o institución, una función en ciertos aspectos similar desempeña el “capellán” o “asistente espiritual” (cf. c. 317 § 1).

Y, en segundo lugar, estamos aludiendo al “confesor” con quien el penitente establece una relación del todo especial y particular en el marco de la celebración del sacramento de la penitencia y de la reconciliación cristiana, a lo cual hacen referencia los cc. 959-991 (cf. https://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/11/l.html), con las respectivas sanciones canónicas para quienes violen de alguna manera dichas disposiciones (cf. https://teologocanonista2016.blogspot.com/2020/08/l_24.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2020/08/l_18.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2020/08/l_14.html.

[11] El “método de la Doctrina Social de la Iglesia” considera que el “ver” debe ser el primer paso de su modo de proceder en las cuestiones sociales, el primer paso del establecimiento de la realidad actual o, si se prefiere, del “estado de la cuestión”. Sobre el “ver” se ha escrito: 

“Ver: Es percibir con sensibilidad e inteligencia la realidad para comprenderla y apropiársela con la inteligencia, informarse y analizar los problemas y las situaciones de injusticia, sus causas, los factores que las producen, sus consecuencias, los mecanismos y las personas que las reproduce, etc. Es también analizar en equipo, organizadamente, con la ayuda de las ciencias humanas y sociales, desde distintos puntos de vista, una misma realidad social, económica, política y cultural, nacional e internacional, para interpretarla e interpelarla”.

Siguiendo el “método de la Doctrina Social de la Iglesia” se entra al segundo momento, el “juzgar”. Acerca de este se ha dicho: 

“Juzgar: Es interpretar la realidad de las personas y de los pueblos; discerniendo qué es y qué hay de humano, justo, fraterno, o lo contrario; a la luz del Proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo. Iluminando con la Palabra de Dios, del magisterio de la misma Iglesia y de las ciencias sociales, la realidad; denunciando el pecado, qué es opresión, deshumanización y dominación; mostrando los caminos y los medios para alcanzar la justicia, la liberación, el desarrollo integral y la auténtica paz. En este paso del método, presenta al creyente y no creyente, como principios de reflexión, los valores permanentes y los criterios de juicio de la Doctrina Social de la Iglesia; insiste en la necesidad de atender a “los signos de los tiempos”, concepto evangélico que abre infinidad de elementos de juicio para el obrar de los cristianos, de los miembros de otras religiones y también de los no creyentes” (Escobar Delgado Ph.D., 2024, pág. 104).

Finalmente, el tercer paso es el “actuar”. También se ha escrito sobre él: 

“Actuar: Es tomar posición y optar por decisiones coherentes con los valores del Reino de Dios. Porque la Doctrina Social de la Iglesia tiene una dimensión histórica, teórica y práctica. Esto implica comprometerse con acciones concretas, para trabajar en la eliminación de las desigualdades, el desmantelamiento las estructuras y los mecanismos de injusticia y pecado personal y estructural. Promoviendo y generando condiciones, factores, grupos, comunidades, movimientos, proyectos y procesos, transformadores de la realidad y de la sociedad en orden a consolidación de la justicia social, el desarrollo humano integral, la verdad, la libertad, la reconciliación y la paz” (La Doctrina Social de la Iglesia: Fuentes y Principios de los Derechos Humanos, pág. 104).

[12] De acuerdo con Lonergan, son cuatro los “niveles de conciencia”: 

  • el “empírico”, 
  • el “intelectual”, 
  • el “racional” y 
  • el “de responsabilidad”. 
Amplía así los dos primeros, ver y juzgar, del método de la DSI, y da un giro al tercero, ubicándolo como un “actuar” justificado. Véase en la obra misma de (El método en teología) y en (Questionnaire on Philosophy’ [1976]), en “3.11.2. Inadecuación de tal visión derivada de Aristóteles”. Cf. en mi trabajo doctoral, en: (El anuncio, acogida, estudio y seguimiento de Jesucristo en el ámbito de una universidad católica, 2017, pág. 242), y publicado, en: https://teologo-canonista2017.blogspot.com/2017/03/Capítuloiii-analisis-delos-cc.html

[14] Agradecería toda la información que permita actualizar, completar o corregir las cifras y otros aspectos de este estudio soportados sobre las investigaciones y las fuentes elaboradas de la manera más profesional y oficial. Puede enviarse a: ivanfedericomejiaalvarez@gmail.com.

[14 bis] Hago referencia y destaco en este lugar dos estudios, sobre todo el segundo de ellos, que considero importantes en relación con el problema que tratamos, frutos del trabajo que actualmente realiza el querido Seminario sobre “Cerebro, libertad y responsabilidad: Ciencias y Teología en diálogo” que, en forma permanente, se ha llevado a cabo hasta el momento con el liderazgo de los Departamentos de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana: (Vergara Hoyos, José Vicente - Jiménez Rodríguez, Luis Orlando - Mejía Naranjo, Wilson Alfonso - Sutachan, Jhon - Sánchez, Nelson Torifio, 71 may-jun 2021); (Vergara Hoyos, José Vicente - Mejía Naranjo, Wilson Alfonso - Jiménez Rodríguez, Luis Orlando - Ramírez Ambrosio, Oscar Mauricio - Cervantes Blanco, Jorge Luis - Pabón Sánchez, Omar Fredy, 74 ago 2024). Agradezco a sus autores la indispensable información suministrada, pero, ante todo, la reflexión llevada a cabo a partir de los datos científicos en su interrelación y de la tradición viva de la Iglesia, cuyas repercusiones tanto tendrán que ver como antecedentes teóricos, sustrato vital, y, al tiempo, como concreción de cuanto diremos al final de esta primera parte de este estudio así como en toda la segunda parte de este estudio.

[15] En mi opinión, también está de por medio en esta situación el asunto central de la “verdad”. No se puede negar la existencia de este fenómeno y su gravedad, hacerlo sería cometer una gravísima ofensa no sólo contra las víctimas y contra la sociedad entera, que no solamente se ven perjudicadas y ofendidas con tales acciones, sino contra la verdad, a la que ciertamente tenemos derecho. Pero de la información también se puede abusar, sea por mala, o exagerada, o inoportuna o inadecuada interpretación de los hechos y de sus contextos, como por ocultamiento de elementos necesarios para hacerla (o para que otros puedan hacerla), o, simplemente, para ceder a las propias problemáticas del redactor, o a los intereses del editor o del dueño o de los patrocinadores del medio. Desproporción que equivale a desfiguración de la realidad. Y no se trata de simple “fantaciencia”, como se suele decir a propósito de ciertas creaciones literarias y/o cinematográficas, etc. Causar una “locura” o una “histeria colectiva” no es propósito de estas líneas. Sabio equilibrio, prudencia y… fortaleza, en cada caso, para saber cuándo, dónde y cómo proceder.

En relación con la “verdad”, y de las ciencias en su relación con ella, también puede verse mi escrito (14 de agosto de 2023): “Las referencias a la fe en el CIC83: A propósito del c. 205 (5/7). Cc. que relacionan las virtudes teologales y morales y los frutos y dones del Espíritu Santo con la vida cristiana y su praxis cotidiana en la sociedad”, en: https://teologocanonista2016.blogspot.com/2023/08/las-referencias-la-fe-en-el-cic83_67.html A propósito de las relaciones de la teología con las demás ciencias y con la filosofía sabe el apreciado lector que son muchos los autores, inclusive el Magisterio, que han expresado sus razones, a favor, en contra, o sus silencios. A lo largo del presente texto y en otros previos el amable lector podrá conocer mi personal punto de vista. Pero me permito destacar, entre otras alusiones que ha hecho al respecto el S. P. Francisco, su discurso del 4 de noviembre de 2022 dirigido a los miembros de la Comisión Teológica Internacional (texto en portugués: https://www.vatican.va/content/francesco/pt/speeches/2022/november/documents/20221124-cti.html), el cual fue proseguido el 10 de mayo de 2024 en un texto entregado a los miembros de la Red Internacional de Sociedades de Teología Católica. Puede verse el texto original en italiano de este discurso en: https://www.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2024/may/documents/20240510-insect.html La noticia de prensa se encuentra en: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2024-05/papa-audiencia-sociedades-teologia-catolica-internacional-2024.html

[16] (Feminicidio.Net, 2024)

[17] Fue quizás Aristóteles el primero en establecer una relación directa entre “felicidad”, “virtud” y “justicia”.

Escribía al respecto Julio de Zan: “El genuino poder que legitima y sostiene el vigor del poder administrativo de los gobernantes y de las instituciones, es al mismo tiempo la fuente del cuestionamiento que les sustrae ese poder, las desestabiliza y, finalmente, las hace caer toda vez que estas se desconectan de su base constitutiva y distorsionan o traicionan la intención ética más profunda de la institucionalidad de la vida en común. Lo novedoso de esta apropiación del pensamiento arendtiano sobre el poder por parte de Ricoeur, es que él ha puesto en esta base profunda y anterior a las instituciones y a sus formas jurídicas la raíz del sentido de la justicia y del reclamo de justicia como una exigencia ética, antes que jurídica y política. Y por esta vía intentará proveer a las teorías de la justicia, como la de Rawls, de otro fundamento independiente, más profundo y potente que el del construccionismo racional y contractualista. “Por evasivo que sea el poder en su estructura fundamental; por débil que él sea sin la ayuda de una autoridad que lo articule en sus fundamentos más antiguos, es él, en cuanto querer obrar y vivir juntos, el que aporta a la intención ética el punto de aplicación de su tercera dimensión indispensable, la justicia” (Ricoeur, 1996, p. 230). La justicia como la primera virtud de las instituciones es la intención ética que tiende a poner la dominación política bajo la dirección y el control del poder social. Esta tarea podría caracterizar el proyecto definitorio de la democracia. Pero es sin embargo una tarea siempre inacabada, y “nada es más grave como el confundir el poder con la dominación [...] si el poder es la fuente olvidada de la dominación [...] es incontestable la ausencia de paralelismo entre la autonomía moral y lo que sería para un pueblo la autolegislación mediante la cual la dominación no haría más que arrancar del olvido el querer vivir juntos y el actuar en común de un pueblo” (Ricoeur, 1996, p. 283). Ricoeur se separa con esto de la utopía democrática en la cual la dominación se suprimiría como tal para dar lugar al puro poder inmanente a la praxis, en el sentido de H. Arendt. El propio Kant, influenciado por Rousseau, había sostenido que: “El poder legislativo sólo puede corresponderle a la voluntad unificada de todo el pueblo, de quien debe emanar todo derecho [...] Por consiguiente sólo puede ser legisladora la voluntad consensuada y unificada de todos” (Doctrina del derecho, § 46). La crítica liberal ha insistido, como se sabe, en que este concepto de la voluntad unificada del pueblo es una ficción que sólo podría realizarse suprimiendo las diferencias y la heterogeneidad de las voluntades individuales. Es claro que la posición de Ricoeur tiene en cuenta este tipo de críticas y por eso contradice la propuesta rousseauniana de H. Arendt” (La ética, los derechos y la justicia, pág. 76).

También una conferencia de Adela Cortina expresó las razones de la radical y previa necesidad de la “ética” en relación con la “política” y el “derecho” – precisamente a propósito de la justicia y de la importancia que poseen las expresiones libres de solidaridad ante necesidades existentes –: “(…) Nadie se ocupa de satisfacer necesidades que nunca podrán reclamarse como derechos y ante las que nadie puede tener el deber de satisfacerlas. Las personas necesitamos sentido para nuestra vida, consuelo, cariño, esperanza, y jamás esas necesidades podrán ser protegidas con un derecho, ni corresponde satisfacerlas al poder político ni al económico, sino a ese amplio mundo del voluntariado, en el que se inscriben las familias, las escuelas, las asociaciones y comunidades, formadas por personas que no entienden su felicidad si no forma parte de ella ese otro, que es ya parte de mi vida, que nadie me obliga a atenderle, pero yo me siento obligado, porque hace mucho tiempo, que me sé ligado a él. Si no se descubre ese lazo por el que nos sintamos obligados, la humanidad podrá ser un mundo de hombres, pero no un mundo de seres humanos”: (Cortina, 2024).

[18] Cf. (El anuncio, acogida, estudio y seguimiento de Jesucristo en el ámbito de una universidad católica), cap. 1, III,1, pp. 82-85 (28-31), en: https://teologo-canonista2017.blogspot.com/2017/03/iii.html

[19] Se trata de una “lógica” que, a primera vista, desconcierta, pero en la que es necesario educarnos e, incluso, reeducarnos permanentemente. Ejemplos de ella son, p. ej.: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?»” (Mt 16,24-26); “Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mt 20.25-28); “Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?” (Mt 5,43-47); etc.

Para el caso del Derecho canónico se trata de una noción importante, pues entra en la consideración de aquello que hoy en día se denomina la “performatividad” (o “perlocución”), y se expresa mediante el empleo, precisamente, de los “verbos performativos”. ¿De qué se trata? De acuerdo con los expertos, “los verbos performativos son aquellos que, por el mero hecho de enunciarse producen un efecto en el mundo, es decir, que no se quedan en meras palabras, sino que tienen consecuencias reales. En nuestro caso, los verbos performativos contenidos en un contrato o en otro documento jurídico (como una sentencia o un auto) tendrán efectos legales sobre las partes que firman el contrato o sobre aquellos a quienes se dirige el documento. Este tipo de verbos se engloban dentro de lo que los lingüistas denominan los «actos de habla» - que tiene su origen en los trabajos de John Langshaw Austin (1911-1960) y John Rogers Searle (1933-) (Speech Acts) – esto es, afirmaciones que más que para transmitir información sirven para hacer algo o producir algún efecto”: en (consulta del 26 de abril de 2024): https://traduccionjuridica.es/que-son-los-verbos-performativos/#:~:text=Los%20verbos%20performativos%20son%20aquellos,sino%20que%20tienen%20consecuencias%20reales; cf. (Bouzas, 2024).

[20] Llamada también “multidimensional”, esta manera de “medir” la pobreza quiere recoger otros factores más que aquellos que se refieren a la sola falta de dinero o a la carencia de ingresos por parte de los miembros de una sociedad política: educación, servicios públicos, salud, etc. Para el caso colombiano, sólo se estiman: “vivienda, servicios básicos, estándar de vida, educación y empleo y protección social”. Se muestran así otros diferentes “rostros” o maneras de ser “pobre”, caracterizadas por las “desventajas” en las que algunos, muchos, se encuentran en un momento determinado en relación con otros que no lo son o no son considerados así; y esta catalogación o diferenciación puede hacerse por regiones, p. ej., o entre diversos grupos de personas (cf. Multidimensional Poverty Peer Network (MPPN) o Red de pobreza multidimensional: “¿Qué es Pobreza Multidimensional?” (consulta del 22 de abril de 2024), en: https://www.mppn.org/es/pobreza-multidimensional/que-es-el-ipm/.

Para el caso colombiano, la última información disponible (publicada el 19 de abril de 2023) corresponde a la situación en 2023, y ha sido procesada por el DANE. Revela que “la incidencia de pobreza multidimensional en el país fue del 12,1%, -0,8 puntos porcentuales menos que en 2022 (12,9%)”. Véase en: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/pobreza-y-condiciones-de-vida/pobreza-multidimensional Véase también (consulta del 22 de abril de 2024) en: https://www.larepublica.co/economia/resultados-de-la-pobreza-multidimensional-en-colombia-en-2023-3844447?utm_source=newsshowcase&utm_medium=gnews&utm_campaign=CDAQ3YChiuTg84uaARjF8-OXipHr8IcBKhAIACoHCAowvtiICzCXzocD&utm_content=rundown

A propósito de las diferentes caras que adopta la pobreza, de nuevo ha “puesto el dedo en la llaga” el S. P. Francisco al subrayar e insistir en las graves implicaciones que tiene el abuso “personal y estructural” consistente en “la búsqueda voraz de ganancias a breve plazo que llevan a cabo las industrias que contaminan y, además, desinforman”. Abuso que no contribuye a la creación y al establecimiento de un “desarrollo humano sostenible”, como están constatando hoy en día, además de muchos científicos, miles, millones de personas en todo el mundo, muchedumbres que deben soportar sus consecuencias en “cambio climático, pérdida de biodiversidad, degradación ambiental, disparidades globales, inseguridad alimentaria y una amenaza a la dignidad de las poblaciones involucradas… (en) amenazas existenciales a la humanidad, a otros seres vivos y a todos los ecosistemas… Países que enfrentan un riesgo extremadamente alto de cambio climático y devastación relacionada. (A los niños, a causa de) su edad de desarrollo los hace más susceptibles a los efectos, tanto físicos como psicológicos, del cambio climático... el espectro del cambio climático se cierne sobre todos los aspectos de la existencia, amenazando los sistemas de agua, aire, alimentos y energía. Igualmente alarmantes son las amenazas a la salud y el bienestar públicos. Estamos siendo testigos de la disolución de comunidades y el desplazamiento forzado de familias. La contaminación del aire cobra millones de vidas prematuramente cada año. Más de tres mil quinientos millones de personas viven en regiones muy sensibles a los estragos del cambio climático, y esto impulsa la migración forzada...” Más aún, en un inmediato futuro es previsible “un conflicto entre generaciones”.

A continuación, el S. P. expuso sus propuestas de acción “urgente” y “resiliente”, que planteó a absolutamente todos los actores sociales: “En primer lugar, se debe adoptar un enfoque universal y una acción rápida y decidida, capaz de producir cambios y decisiones políticas. En segundo lugar, debemos revertir la curva de calentamiento, intentando reducir a la mitad la tasa de calentamiento en el corto espacio de un cuarto de siglo. Al mismo tiempo, debemos aspirar a la descarbonización global, eliminando la dependencia de los combustibles fósiles. En tercer lugar, se deben eliminar de la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono mediante una gestión ambiental que abarque varias generaciones. Es un trabajo largo, pero también con visión de futuro, y debemos emprenderlo todos juntos. Y en este esfuerzo la naturaleza es nuestra fiel aliada, poniendo a nuestra disposición sus poderes, los poderes que tiene la naturaleza para regenerarse, poderes regenerativos. Salvaguardemos las riquezas naturales: las cuencas del Amazonas y del Congo, las turberas y los manglares, los océanos, los arrecifes de coral, las tierras agrícolas y los casquetes polares, por su contribución a la reducción de las emisiones globales de carbono. Con este enfoque holístico luchamos contra el cambio climático y también abordamos la doble crisis de la pérdida de biodiversidad y la desigualdad, cultivando los ecosistemas que sustentan la vida. La crisis climática requiere una sinfonía de cooperación y solidaridad global. La obra debe ser sinfónica, armoniosa, todos juntos. Por lo tanto, a través de la reducción de emisiones, la educación sobre estilos de vida, la financiación innovadora y el uso de soluciones comprobadas basadas en la naturaleza, fortalecemos la resiliencia, en particular la resiliencia a las sequías. Finalmente, se debe desarrollar una nueva arquitectura financiera que responda a las necesidades del Sur Global y de los estados insulares gravemente afectados por los desastres climáticos. La reestructuración y reducción de la deuda, junto con la elaboración de una nueva carta financiera mundial de aquí a 2025, que reconozca una especie de "deuda ecológica" - hay que trabajar en esta palabra: deuda ecológica - puede ser una ayuda válida para mitigar el cambio climático. Queridos amigos, os agradezco vuestro compromiso y os animo a seguir cooperando en la transición de la actual crisis climática a la resiliencia climática con equidad y justicia social. Necesitamos actuar urgentemente – ¡urgentemente! –, con compasión y determinación, porque lo que está en juego no podría ser mayor. Adelante y que Dios os bendiga. Rezo por vosotros, por favor hacedlo por mí”. Véase este discurso del 16 de mayo de 2024 en (Francisco, 2024).

[21] (Engels, 2023)

[22] (García Moreno, Jorge Iván - Villegas Serna, Mili Johanna). Bien aprecian los autores del estudio cuando afirman: “Bajos ingresos en el grupo familiar (en algunas fuentes se plantea directamente (a) la pobreza como factor de riesgo; no obstante, es necesario aclarar que esto no inhabilita el hecho de que el abuso sexual también ocurre en familias de clases económicamente más acomodadas)” (p. 21). Y añaden: “Los casos de abuso sexual no presentan un patrón de definición claro con respecto al nivel socioeconómico” (Lago y Céspedes, s.f., p. 19)” (p. 26).

El factor económico hace presencia en el problema del abuso sexual desde otra “actividad lucrativa” delictiva: “Involucramiento de las fuerzas de orden y control en actividades delictivas, o pasividad excesiva ante estas, que favorece la circulación de niños, niñas y adolescentes por circuitos locales de explotación sexual con fines comerciales (Baita y Moreno, 2015, p. 34)” (p. 22).

[23] Debemos ser conscientes de que nuestra tarea como canonistas y como simples observadores críticos de la problemática se plantea a partir de su contexto multifacético, multidimensional y multifactorial, en el cual es necesario avanzar en la comprensión de su complejidad y en la interacción de sus componentes. Mientras que el principal problema que debemos prever y evitar consiste en “una súper-especialización fragmentada e inconexa del conocimiento”, cf. (Mejía Álvarez, El anuncio, acogida, estudio y seguimiento de Jesucristo en el ámbito de una universidad católica, 2017): https://teologo-canonista2017.blogspot.com/2017/03/iii.html: “III. Mi tesis doctoral en Derecho canónico (1996) y algunas situaciones posteriores”: “2. Situaciones nuevas que me invitan a ampliar y a profundizar la propuesta”; en: https://teologo-canonista2017.blogspot.com/2017/03/viii.html: “VIII. Objeciones al problema de la relación filosofía-ciencias y algunas de sus implicaciones, retos y aportes a la teología moral” y “Conclusión”; y, sobre todo, en: https://teologo-canonista2017.blogspot.com/2017/03/Capítulo-ii-un-modelohermeneutico-para.html: “Capítulo II. Un Modelo hermenéutico para la Teología del Derecho canónico” (en particular la nt final iv).

Sobre el tema, entre otros: (Ossa Londoño, 2023); y, sobre todo, (Borrero Cabal S]., 2023).

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