jueves, 9 de mayo de 2024

15 Estado de una cuestión: La compleja aproximación al abuso sexual de menores (11B/17)

 

Estado de una cuestión:

la compleja aproximación al abuso sexual de menores,

a su penalización estatal y a su sanción canónica.

Un acercamiento inicial e integral a este hecho individual y social

 

(11B/17)





 Iván F. Mejía Álvarez, i.c.d., th.d.


Viene de https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_9.html


Contenido


Capítulo VI
La sexualidad humana: algunas anotaciones psicológico-psiquiátricas

VI. La estimulación psíquica en el ejercicio de la sexualidad humana: incidencia del estrés y de algunas de las patologías psico-psiquiátricas y evaluación pericial forense en relación con las conductas









Capítulo VI

La sexualidad humana: algunas anotaciones psicológico-psiquiátricas



 

VI.            La estimulación psíquica en el ejercicio de la sexualidad humana: incidencia del estrés y de algunas de las patologías psico-psiquiátricas y evaluación pericial forense en relación con las conductas

 

Los neurocientíficos constatan un hecho que es a todas luces evidente y apremiante:

“Aunque se tiene mucha información refinada, hace falta plantear más interrogantes, pues la sexualidad humana posee regiones oscuras que desafían inclusive el carácter y la dimensión de las preguntas que todavía siguen sin respuesta”[155].

 

En efecto, como se ha podido observar, la estimulación sexual, su desenvolvimiento y, por fin, su éxito, o su fracaso, depende de muchos factores, entre ellos los fisicoquímicos y los biofisiológicos. Con diversos autores se puede aseverar, sin embargo, que la mayoría de estos factores, y probablemente a causa de su importante incidencia en las conductas relacionadas con la sexualidad, no son biofísicos y bioquímicos sino psicológicos[156].

 

Sin pretender agotar la materia y propedéuticamente, consideremos, pues, seis aspectos. Comenzaremos tomando el pulso a la situación actual por medio de la observación de tres situaciones: el acoso escolar, que, si bien no es de orden estrictamente sexual, sí involucra el segundo componente de nuestro estudio, el del uso de la fuerza o de la intimidación; haremos luego una referencia al exhibicionismo, y acabaremos haciendo algunas anotaciones sobre el estrés, una de las características de nuestra época contemporánea, y sus consecuencias sobre la sexualidad. Luego nos interrogaremos sobre los hábitos, sobre la presencia de las anomalías en ellos y sobre sus consecuencias en el ejercicio sexual. Proseguiremos revisando otros factores psicológicos relacionados con la sexualidad. Y concluiremos con dos aproximaciones teórico-prácticas: la una, referida a la situación actual en Colombia desde una triple perspectiva: las pericias forenses, la víctima y la violencia sexual; la otra, particular también, pero resultado de la investigación y de la práctica forense, refiriéndonos propiamente al tratamiento al que se puede o se debe someter al agresor sexual.

 

 

A.   Dos situaciones que merecen particular atención


 

1)     El acoso escolar

 

Mucho se habla hoy en día de este problema. Me refiero en especial al “acoso”, conocido también como el “bullying”. Sin entrar en todas las profundidades y en todos los detalles, podemos resaltar algunos aspectos que los especialistas señalan en el “acoso”[157].

 

Propiamente no se trata de un acoso, persecución o importunación de tipo sexual que sufre un niño o una niña, un adolescente o, incluso cualquiera durante su edad adulta, sino de cualquier intimidación que alguno ejerce sobre y contra otro compañero, o de la amenaza que uno mismo recibe por parte de otro, o, inclusive, de ser testigos de este tipo de violencia que sufre otro.

 

El fenómeno comprende bromas más o menos frecuentes, amenazas, exclusiones del grupo, asalto con violencia, destrozo de los bienes de la víctima… Ocasiona en la persona miedo o vergüenza, y en muchos casos esta no se atreve a manifestarlo ni a sus padres ni a sus maestros. Así, deja o quiere dejar de asistir al colegio o a la escuela, se la ve triste o decaída o de mal genio, y puede llegar a tener baja estima de sí misma, ansiedad y hasta a ocasionarse heridas a sí misma.

 

El fenómeno ha sido experimentado como algo “normal” por parte de muchos y ha entrado a formar parte de las propias experiencias. En algunos casos, el factor físico, además del emocional, formaron parte de dichas experiencias. De otra parte, los que lo han ocasionado, si no se corrigen, pueden desembocar en actos mayores de violencia. A estos los suele revelar el mal resultado académico. Y muchos que fueron acosados en la infancia se convierten luego en acosadores de otros, y les será más difícil obtener un trabajo o permanecer en él, así como entablar relaciones estables.

 

En el momento presente, las niñas, niños y adolescentes están más expuestos a todas las influencias que los asedian desde diferentes posiciones, p. ej. los discursos de odio, el racismo, la “orientación sexual”, las cuestiones relacionadas con el “género”, etc., y para los cuales no existen absolutos “filtros” o “barreras” que les impidan también ser acosados (inclusive también mediante el “ciberacoso”) en sus creencias o en las diferencias que percibe en sí mismo. Del mismo modo, hay que estar atentos a situaciones de acoso que se están viendo, igualmente, en muchos lados, para denunciarlas: en la política y en las demás áreas de la vida social, por parte incluso de celebridades, figuras públicas y hasta de “adultos normales”.

 

La situación debe ser confrontada de forma inmediata en cuanto se la detecte o se la conozca, no por parte de quien está siendo lesionado, sino por parte de un adulto.




Para prevenir y combatir estas y muchas otras amenazas se han ido ideando diversos instrumentos de cooperación social como las “escuelas de padres de familia”, p. ej., que proporcionan a estos tiempos y espacios para la compartir información, estimular la reflexión y, precisamente, considerar estrategias que les ayuden a cumplir lo mejor posible sus crecientes y pertinentes responsabilidades educativas mediante la creación de relaciones y de ambientes positivos y serenos, de confianza y carentes de violencia. También algunas industrias, conscientes de estos peligros, han ido inventando herramientas que implementan en sus dispositivos o aparatos electrónicos y demás tecnologías con el objeto de brindar a los padres mecanismos de “control parental” que les permitan “monitorear” lo que sus hijos, sobre todo los más pequeños, ven, oyen y hacen cuando acceden a las “redes sociales” (tales como Facebook, X, Tik Tok+18 – Douyin -, Instagram, etc.), su navegación en ellas, el tiempo que les dedican, los “programas” y las “aplicaciones” en que juegan, conversan o estudian, la observación de contenidos no aptos (en series y películas, p. ej.), e, inclusive, el “bloqueo” de usuarios y de “páginas” que pueden ser una amenaza contra ellos y contra su formación. Estos mecanismos también sirven para ejercer este mismo control sobre otros medios de comunicación como la televisión, los “sitios web”, “sistemas operativos”, y los equipos correspondientes (computadores, etc.).




2)     El caso particular del exhibicionismo

 

Las demandas de seguridad y confianza se expresan en el reclamo que hacen los niños a sus padres o tutores para que observen en ellos el avance que van logrando. Esto les sirve, a su turno, para afirmar esos nuevos conocimientos y reconocerlos como algo positivo para sus vidas. No obstante, puede ocurrir que alguna o alguno, mientras juega, prefiera llamar la atención no sobre el juego que está desarrollando sino sobre sí mismo: “mírame (a mí), no a lo que hago”. El hecho, sin embargo, afirman los expertos, no tiene su origen en ese instante, así como sus consecuencias no se limitan a ese momento.

 

El Psicoanálisis[158] observó que de niños hubo un momento en que el que alguno se encontraba desnudo ante otras personas “pero no se avergonzaba de ello”[159]. Se advierte así que ya en la infancia existen manifestaciones y deseos de tipo sexual precisamente porque somos seres sexuados. Esta teoría aprecia durante ese período al menos siete fases de desarrollo de esta dimensión hasta la preadolescencia:

 

 

Edad

Manifestaciones

Hasta los 2 años

El niño no hace diferencia entre géneros, tratan por igual a niñas y a niños.

De los 2 años en adelante

Empieza a distinguir entre niñas y niños por el vestido que usan, por el pelo u otro factor externo.

Hacia los 3 años

Comienza a ser consciente de su órgano sexual, se mira desnudo, comienza a tocarse. Observa que niñas y niños orinan de manera diferente y comienza a preguntar sobre ello.

Hacia los 4 años

Le gusta mostrarse desnudo, así como mirar y tocar a los adultos, y preguntan por cómo nacemos y sobre el embarazo.

Entre los 5 y 6 años

Disminuye el exhibicionismo, pero continúa preguntándose por las diferencias entre niñas y niños, prefiere jugar los juegos de los compañeros de su propio género, y se aísla para hacerlo, e, incluso, realiza juegos con contacto sexual, mientras aprende los nombres vulgares de su órgano y del de los otros.

Después de los 7 u 8 años

Ya tiene más claras las diferencias físicas entre mujeres y hombres, su interés se afina a pedir explicaciones más completas y genuinas sobre la procreación, y aparecen los primeros enamoramientos.

Hacia los 9 años

Sus conversaciones con otros compañeros giran sobre temas relacionados con la sexualidad, aparece el pudor y la vergüenza de que se le vea desnudo.

 

Tabla 24 Las siete fases de desarrollo de la dimensión sexual hasta la preadolescencia según la teoría del Psicoanálisis

 

  

A partir de esa edad y durante la adolescencia, esto es, en términos generales hacia los 14 años, la información sobre la procreación y los límites sociales para el ejercicio de la sexualidad ya les son bastante conocidos con alguna precisión a los muchachos, y en el caso de las mujeres, precisamente hacia esas edades se presenta su primera menstruación, lo cual puede causar en ellas cierto temor. Pero puede ocurrir que no los sepan, o los conozcan deficientemente, entonces los padres no deberían confiarse de tales conocimientos, y en un clima – de revisión íntima del ejemplo dado, y aún quizás de manifestación de disculpa por eventuales malos ejemplos que pudieran haber afectado a sus hijos en su confianza –, de escucha, de responsabilidad y comprensión, y evitando ser demasiado estrictos, deberían volver sobre estos temas y sobre otros (relaciones sexuales, enfermedades de origen venéreo, el sentimiento del amor y las heridas emocionales, la libertad ante las presiones sociales y/o personales, los valores de la amistad, la admiración y el mutuo aprecio y otros valores morales de su tradición familiar) afinando también los aspectos relacionados con la “madurez” (sexual o procreativa; psicológica: emocional, afectiva, racional deliberativa, electiva y operativa, autónoma o autonómica; social: para la vida en pareja, en familia, etc.; económica[160]; política; etc.), el control de sí y la responsabilidad personal en relación con los actos propios.



Más aún, indican los versados en esta materia que, aunque el desarrollo físico general se ha alcanzado en el período que va hasta hacia los 18 años[161], la maduración cerebral se continúa, como se dijo, hasta alrededor de los 25 años, lo cual implica que todos los procesos humanos aún son perfectibles. En efecto, se puede afirmar que ya hacia los 18 años la persona ha adquirido unas expresiones emocionales y sexuales más maduras pues los niveles de hormonas, la inserción adecuada en el medio sociocultural y las capacidades cognitivas han llegado a un estado de “suficiencia” para que el ejercicio de la sexualidad pueda darse en contextos, si bien todavía exploratorios y de experimentación, sí menos efímeros y más posiblemente vinculados con una amistad y con una intimidad expresivas de un amor consciente y capaz de comprometerse. Es durante este período de la adolescencia cuando muchos llegan a tener sus primeras experiencias sexuales con otra (s) persona (s) y logran llegar al orgasmo. Otros, quizás, no, por distintas razones. Y esas prácticas, interferidas quizás por condicionamientos sociales y culturales, pueden causarles “dificultades” en su vida posterior, sobre todo cuando no son oportuna y adecuadamente tratadas. Por el contrario, las personas que se consideran a sí mismas involucradas en un proceso cierto de maduración integral y de genuina libertad proporcionan a los afectos, al deseo, a la atracción y al enamoramiento una significación importante y particular en sus vidas.


Otra cosa es considerar el asunto desde el punto de vista de los “trastornos”[162]. A este propósito, es necesario subrayar que no es igual tener comportamientos de tipo exhibicionista (“voyeurismo”: mirar o espiar a personas desnudas, que exhiben sus genitales o realizan una actividad sexual produce en ellos la excitación; pero también, en algunos casos, se expresa como un deseo potente de hacer que los demás observen sus actos sexuales) a que una persona pueda ser diagnosticada como poseedora de dicho trastorno, y ello ocurre en la mayoría de los casos. El hecho sucede mucho menos en mujeres que en hombres, y los primeros episodios de esta conducta pueden acontecer inclusive en la preadolescencia o ya en una mediana edad. No obstante, cuando se considera que hasta un 30% de los agresores sexuales masculinos poseen tales conductas, existe más posibilidad de que sus crímenes sexuales se repitan (hasta un 40%). Y, en no pocos casos, dicho trastorno viene asociado con otros (“disfunciones sexuales” masculinas y femeninas, trastorno de personalidad, antisocial por lo común, o trastorno de la conducta).

Varios factores podrían ayudar a considerar la existencia de dicho trastorno en una persona, señalan los expertos: ante todo, que la situación expresada se haya manifestado por lo menos seis meses, y que ello ha ocurrido según sus propios deseos o según los deseos de otra persona o contra los deseos de dicha persona; si acaso esa situación genera en él o en ella una “angustia clínicamente significativa” o “deteriora su funcionamiento”.

 

Con todo, muchas personas que tienen comportamientos voyeristas no buscan ayuda. Cuando se trata de personas encarceladas deberían ser tratadas con psicoterapia, pero es posible que llegue a ser necesario, previo consentimiento informado, el empleo de medicamentos antiandrógenos (de supresión hormonal que previene o inhibe los efectos biológicos de las hormonas sexuales masculinas).  

 

 

 

B.  El estrés y sus consecuencias

 

Los psicólogos señalan, por ejemplo, que las personas en su conjunto, como sociedad, pero, sobre todo, en la individualidad de cada caso, manifiestan diversas actitudes – y comportamientos, unas veces estables, otras, disruptivos –  provocadas por el “estrés”[163] al que diariamente están siendo sometidas no sólo por problemas de tipo médico, a los que antes se hizo referencia, sino también, y muchas veces, sobre todo, debido a factores de índole sociocultural y moral, medioambiental, económica, jurídica, política, etc., que permanentemente nos rodean – tales como “conflictos, catástrofes, actos violentos, abusos, pérdida de seres queridos y sensación de aislamiento” – y nos son transmitidos (y potenciados, sin olvidar las fake news[164] y demás emitentes de desinformación) por las diversas formas y medios de comunicación social, y aún por la misma escuela.

 

En efecto, a causa del estrés cuesta mucho a algunos superar debidamente, entre otras condiciones, el llamado “déficit de atención”[165], hasta alcanzar, en sentido ampliado, su homeóstasis (“salud mental”) interior y cierta “normalidad” comportamental – cuanto tiene que ver con los denominados “estilos de vida saludables y ecosostenibles” –, una problemática que se encuentra hoy con cierta frecuencia – la OMS (2022)[166] ha reportado que hasta un 8,8% de la población mundial la adolece, relacionada o no con “hiperactividad” –. Pero no sólo sucede así.

 

El estrés no sólo afecta la “concentración” que requiere cualquier relación interpersonal – el respeto debido y efectivamente concedido a cada persona – sino, inclusive, al acto sexual mismo, llegando a producir hasta “impotencia” en las personas que se ven afectadas de esa forma, lo cual, al ser repetitivo, puede crear en ellas la idea de que se trata de una experiencia, para ellas, “nada satisfactoria” – como reportan inclusive hasta el 70% de las personas entrevistadas para una muestra[167] –. Añádase a lo anterior que diversas personas expresan, además, “falta de deseo sexual” y “ansiedad sexual”, insomnio, “sensación de tristeza”, “irritabilidad” y “cansancio” debido, también, al estrés[168]

 

A su turno, el denominado “estrés social crónico” o “trastorno de ansiedad social”[169] afecta la “interacción social” (“cambios en el comportamiento”, mayores cuando se afronta el estrés en soledad, tales como la “evitación al contacto social”) y la suficiente producción de “oxitocina” (“la baja expresión de receptores serotoninérgicos 5-HT1A se relaciona con comportamientos asociados con la ansiedad” y “la expresión de autorreceptores 5-HT1A está asociada a la manifestación de comportamientos agresivos”)[170].

 

Esta vinculación con la “agresividad”[171], así no esté plenamente comprobada, bastaría para que se tomen, a nivel personal, y, por qué no, social, las debidas cautelas, sobre todo para prevenir los casos límite de “conducta antisocial”: esta probable conexión, de demostrarse, sería bastante indicativa en el campo penal o criminal, por ejemplo. Pero, aparte de ello, nos previene a todos en el sentido de que la dimensión psicosomática (en todos sus elementos, incluidos los sexuales, los agresivos y los alimenticios[172]) debe también ser “educada” (autoeducada; de ahí la importancia de la familia y de la escuela, p. ej.) por nosotros (desde la infancia hasta el último instante de la vida) – como por lo demás debería suceder en todos los campos en los que está involucrada alguna acción o reacción personal: sensitivos, intelectuales, etc. –: es decir, es necesario “aprender” a “controlar” y, mejor aún, a “autocontrolar” los diversos componentes de la dimensión psicosomática, mediante el consciente e intencional dominio de sí mismo, como ejercicio de la virtud de la “templanza” que se ejerce en relación con todos los “apetitos”[173]. En este caso no podemos dejar de mencionar que esta virtud es “virtud de centro”, porque tanto se puede abusar de ella yéndose a un extremo como yéndose al otro, por lo cual, existe un sinfín de situaciones posibles intermedias, cuya cualificación moral dependerá sustancialmente del sujeto que la produce (intención, circunstancias). También en esto se hace necesaria una suficiente y cualificada educación.

 



C.  Los hábitos, su adquisición y sus consecuencias: dos perspectivas a partir de los hechos

 

Ciertamente, y debemos precisar a este propósito, en primer término, que los “hábitos”[174], lejos de ser “mecanicismos y automatismos” de la corporeidad[175], “carentes de espíritu”, bien pueden abarcar diferentes ámbitos o dimensiones de la persona: el concepto, en efecto, se aplica tanto a los llamados “hábitos espirituales” o “racionales” (como pueden ser aquellos a los que se les atribuye una relación con la “mente”, con el “intelecto” y con las “virtudes morales”), así como a los “hábitos sensoriales o motores”, “en los que el cuerpo tiene la mayor parte”. Contrariamente a lo que algunos piensan, los hábitos no son enemigos de la libertad. Por el contrario, una vez adquiridos, con su espontaneidad le facilitan a esta la realización de muchas opciones y de numerosos actos, mientras la persona conserva su “flexibilidad” o “plasticidad”, como se dice, es decir, su capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. Y, como han nacido de decisiones conscientes e inteligentes, se conservan así, como en estado latente, animando y orientando a la persona y sus actos posteriores, al menos con la intención. Por eso se puede afirmar que los actos provenientes de los hábitos no son meros estereotipos conductuales, mientras que en ellos bien se encuentra, en una síntesis muy vivencial y personal, el resultado de la interacción de los impulsos con nuestra historia en libertad. Más aún, como tienen su origen en actos conscientes, todos los actos que efectúe la persona estarán cargados de auténtica responsabilidad por razón de la intencionalidad con la que se realizan. Esto, que es válido para cualquier tipo de hábitos, con especial razón se puede aplicar al caso de las virtudes morales (las cardinales: justicia, fortaleza, prudencia y templanza; santo Tomás de Aquino menciona más de sesenta en la Summa Theologiae), por cuanto se asume mediante ellos un dominio propio sobre la afectividad, los deseos y los sentimientos. Se trata de un “dominio” que no es “despótico”, como advertía el mismo santo Tomás, sino “político”, en el sentido de que, por cuanto esas áreas de nuestra persona mantienen una cierta “independencia” – con su dosis de agresividad y de desorden –, se requiere que nuestra razón, inteligencia  (habilidad o capacidad cognitiva) y voluntad (capacidad para decidir y operar un comportamiento), las inclinen en una dirección humanizadora[176], divina, la más alta y noble de la existencia, en dirección de la vocación espiritual de la persona (cf. GS 3b; 10b; 11a; 12b; 13c; 19a; 21g; 22ae; 25ac; 29a; 31b; 32b; 35b; 40b; 43ad; 49b; 52aeg; 57a; 63a; 75e; 76c; 91a; 92e). Obrando así, no se suprimen ni minusvaloran la afectividad y los sentimientos, pero se los incorpora de una manera personal y personalizada en el propio proyecto de vida. Los hábitos adquiridos de esta manera y actualizados permanentemente “dominan señorialmente” nuestras más profundas energías, nos hacen “dueños de nosotros mismos” (“compos sui”[177]), y hacen que la necesidad de los esfuerzos y de la vigilancia que debemos ejercer sobre nosotros mismos se transforme en una disciplina auténticamente humana (se integran entonces el hábito y la afectividad, como explica R. Simon: “la  facilitación  del  hábito  y la  energía de  la  afectividad  que  suplen  las  deficiencias  de  un  espíritu  que  no  es  pura  actividad,  sin  suprimir  con  ello  la  necesidad  del  esfuerzo”[178]). El S. P. Francisco se ha referido a todo este proceso siempre perfeccionable denominándolo “madurez afectiva”[179].

 

Los hábitos, en cambio, pueden convertirse en una trampa para nuestra libertad, cuando la conciencia quiere abandonarlos. Se transforman en acciones “sin alma”, “sin vida”. La expresión es de Ricoeur[180]. Se cae entonces en el mero automatismo, y su fuerza adquiere las características de la tiranía. Es la renuncia de la libertad, la persona “se aliena”, como bien expresaba santo Tomás de Aquino[181]. La estructura se ha petrificado, el automatismo se vuelve incontrolable y la persona se “descompromete”, renuncia a hacerse “responsable” de sus actos, de sus intenciones.

   

Lograr, mediante la educación, adquirir esta conquista personal, es decir, los buenos hábitos en materia sexual, no es cosa fácil, pero sí muy necesaria. La preadolescencia y la adolescencia suelen ser momentos críticos y definitivos en este punto, sobre todo cuando la interacción de la o del púber con sus compañeros y compañeras, vecinas y vecinos, más allá de los límites de su entorno familiar, les permite, o les obliga, el paso (a veces traumático) de la “inocencia” a la “malicia” (incluidas las groserías, que son una forma de expresar falta de atención y de respeto, y los chistes vulgares, que también, a su modo, lo son, y, últimamente, las canciones de doble sentido y aquellas que "hacen apología de la sexualización de menores"[181 bis]). Asediados por una sociedad que muchas veces destaca el “morbo” (“reacciones mentales enfermizas” a personas, cosas o situaciones desagradables) y lo promueve de diversas maneras, y sin tener, muchas veces, con quién conversar sobre ello, no es difícil para estas personas contagiarse de ese mismo clima o ambiente, a no ser que asuman una posición clara y erguida en relación con el entorno, a costa, inclusive, de verse “impopulares” (“raros”, “salidos de lo común por su comportamiento”). A propósito, el S. P. Francisco, en su alocución del 26 de febrero de 2023, comentando la lectura evangélica del primer domingo de cuaresma, afirmaba que 

“El diablo quiere separar a Jesús del Padre, quiere apartarlo de su misión de unidad para nosotros (…) El diablo trata de envenenarnos a cada uno con el apego a las cosas, la desconfianza y la sed de poder… Trata de dividirnos, que no nos sintamos más hermanos entre nosotros, para llevarnos a la soledad y a la desesperación… Pero Jesús vence las tentaciones. ¿Cómo? Evitando discutir con el diablo y respondiendo con la Palabra de Dios… Jesús no dialoga con el diablo, no negocia, no discute con él”.[182]

 

De otra parte, ha de tenerse en cuenta que los hábitos en materia sexual tienen que ver con su disfrute saludable y honesto. No son ruedas sueltas en el conjunto de la vida de una persona, porque adquirir y mantener prácticas tales como llevar una conducta sedentaria, sin espacios de recreación y entretenimiento, con una dieta descontrolada e inadecuada a la condición de cada cual, y, directamente relacionada con la función eréctil y con el orgasmo, la habituación a fumar, todo ello incide en la salud sexual. Peor aún será el ambiente si se prolongan tensiones fruto del estrés y de una o varias relaciones “tóxicas” con otra u otras personas y no se hace nada concreto y eficaz, por convicción y decisión personal, para resolverlas debidamente. 

 

 

 

D.  Algunos otros factores psicológicos más directamente vinculados con el área del ejercicio sexual

 

Como vemos, hemos estado examinando este tema de la sexualidad desde una perspectiva particular centrada en la persona. Porque bien podemos afirmar que cada persona es única e irrepetible, y que, a la vez está inmersa en relaciones familiares y de otra índole que la hacen mucho más compleja y, aún, dinámica y cambiante en su condición particular y, por ende, en su actuación. Pero se hace indispensable también que, sin perder de vista este horizonte “personalizado”, entremos a examinar, a grandes rasgos y dentro de una panorámica a la que denominan algunos “la generalidad de los casos”, aquellos factores psicológicos – al menos algunos de ellos – que más directamente están vinculados con el área del ejercicio sexual, del enamoramiento y de su concreción en un amor cualificado, deteniéndonos especialmente en sus expresiones durante las etapas juveniles, adultas y mayores de la existencia, en el proceso mediante el cual los pensamientos y las imágenes llegan a ser especialmente relevantes en dicha área, y en las eventuales pero importantes dificultades, traumas[183] y aún enfermedades, que se pueden llegar a presentar.

 

 

La libertad y la responsabilidad humana en relación con el ejercicio sexual 

No podemos olvidar, sin embargo, que un factor determinante de humanidad (o de inhumanidad) – que caracteriza o que debería, al menos, caracterizar el comportamiento inclusive y especialmente en este terreno – consiste, precisamente, en la presencia (o en la ausencia) de la libertad y de la responsabilidad (“actos humanos”[184]). Corresponde a los psicólogos dedicados a la sexualidad, a los sexólogos, con la ayuda de médicos, biólogos y sociólogos, entre otros, abordar de manera integral esta dimensión fundamental de la existencia humana y que está conectada con todas las demás, porque ella, la libertad-responsabilidad, llega a formar parte definitiva de la realización o menos de la persona, al tiempo que se efectúa (es afectada, así como afecta) en el contexto de la sociedad, de la cultura y de las culturas.


 

La indisoluble y recíproca relación de los factores biológicos y psíquicos

Insistamos y profundicemos entonces sobre la relación que existe entre los factores de orden biológico (anatómicos, fisiológicos, hormonales y bioquímicos) y las situaciones psicológicas que se producen en relación con la sexualidad humana y con su ejercicio. Refiere esta situación el médico mexicano Primitivo Hernández Guerrero a quien hemos mencionado previamente. Dicho proceso es descrito por él así: “las sensaciones se transforman en emociones y éstas, a su vez, dan estructura a los sentimientos”.

El autor concede una gran importancia “a la primera mirada”, a sus antecedentes evolutivos y a las etapas o situaciones posteriores del enamoramiento. Ya hemos hallado muchos de estos órganos y glándulas, así como nos hemos referido a sus productos y a sus funciones; ahora, con nuestro autor, revisemos, en líneas generales, algunas de las interacciones que se puede expresar entre tales factores:

 

“Los ojos, los nervios ópticos; el lóbulo occipital, la materia gris, el tálamo, el hipotálamo, la amígdala cerebral, el cuerpo calloso, el séptum, el hipocampo: son órganos de la memoria (incluso de la memoria afectiva), la atención, los instintos sexuales, las emociones intensas (placer, miedo, agresividad), la personalidad, la conducta; la hipófisis, la neurohipófisis (vasopresina); la síntesis de neurotransmisores: dopamina, luliberina, oxitocina, serotonina, feniletilamina, el factor de crecimiento nervioso (FCN); los órganos vinculados con el placer: núcleo tegmental ventral, el núcleo accumbens, la amígdala, el núcleo septal lateral, el núcleo y el tubérculo olfatorios y el neocórtex.

El proceso que entonces se realiza es descrito así: «Los expertos aseguran que la luliberina está vinculada con el despliegue de la excitación sexual; nos prepara para estar sexualmente disponibles y aquiescentes, mientras que la oxitocina se sintetiza en las células neurosecretoras del núcleo supraóptico y en el núcleo paraventricular del hipotálamo, para tornarnos más atrayentes y más sensuales, con un solo propósito: nos ayuda a suscitar el apego y determina los procesos bioquímicos que lo aseguran. El núcleo basal también está relacionado con la sensación de apego en la excitación sexual; la actividad de este centro nervioso nos mantiene sexualmente anhelantes e inquisitivos. Bajo los efectos de la oxitocina dedicamos más tiempo al arreglo personal; nos empeñamos en lucir atractivos. Después se sintetiza, en el hipotálamo, la vasopresina, que a su vez se almacena en la neurohipófisis y, en grandes concentraciones, en el locus cöerul y en la sustancia negra.»

Se afirma de la vasopresina que de ella depende el apego amoroso. Y de la oxitocina, que ella «tiene otra función de mucha importancia: inhibe las sustancias que envían impulsos nerviosos hacia la corteza de nuestros lóbulos frontales donde se procesan nuestro juicio crítico, nuestra noción del bien y el mal, los dictados de nuestra racionalidad y la vigilancia punitiva de nuestro superyó», ya que «la oxitocina bloquea o inhibe la función crítica de nuestra razón y esto tiene un resultado preciso: no vemos los defectos de la presencia amada».

Por su parte, «la serotonina se sintetiza en las neuronas serotoninérgicas del sistema nervioso central y en las células enterocromafines (argentafines o células de Kulchitsky, que sintetizan, almacenan y secretan serotonina) del aparato gastrointestinal. En la experiencia amatoria, la serotonina produce un estado de expectación continua y de intensa ansiedad».

«La sobreproducción de dopamina, luliberina y oxitocina afecta al lóbulo temporal izquierdo, en éste se elabora el lenguaje y se procesa la información lingüística; tal sobre estimulación química y eléctrica del córtex del lóbulo temporal izquierdo explica el farfullar y la enunciación de las incoherencias y las tonterías de los que se enamoran a primera vista. Las emociones nos cortan el habla y dislocan las funciones cognitivas del lenguaje.»”

 

Todo el documento, pero dos párrafos en particular, nos ayudan para centrarnos aún más en nuestro tema medular, a partir de la descripción “natural”, y, al mismo tiempo, “científica”, que el autor hace del fenómeno (la sexualidad humana en una persona sana): se trata de la presentación de los componentes constitutivos de la sexualidad y del estudio de la puesta en acto de estos, lo cual nos posibilita, a su turno, destacar los valores éticos y eventualmente jurídicos ínsitos en el fenómeno, considerados al menos como potenciales de humanidad, y, en contraste con ello, justifica la “tipificación” de aquellas conductas que pueden llegar a ser, o son ya, dignas de ser estimadas simples “contravenciones” o “delitos”[185] en sentido estricto en materia penal sexual, tanto en el campo jurídico estatal e interestatal, como en el canónico. Se trata de sus referencias al sentido del tacto, y, por ende, a las manos y a los labios. Observemos en relación con lo primero:

 

“El sentido del tacto, el auditivo y el del gusto cumplen funciones muy específicas y refinadas en el fenómeno de la seducción, el enamoramiento y el acto sexual. El hombre siempre inicia el contacto físico; sutilmente roza con los dedos el rostro o las manos de la mujer, pero ésta decide si el roce se convierte en caricia. Cuando la atracción sexual es muy poderosa, las mujeres pueden iniciar el contacto físico; una caricia femenina implica que la seducción ha alcanzado otra etapa en la cual los estímulos ya no son sólo visuales y olfatorios; en circunstancias normales una caricia es la señal sexual a la que casi siempre responden los hombres; una caricia busca una reacción sensorial que suministra información respecto a la disponibilidad sexual del varón. La voz también produce estímulos sexuales; cuando las mujeres ovulan su voz alcanza escalas más agudas; y la voz masculina se torna más profunda en la fase de la seducción que precede a la cópula; la voz transmite estímulos sensoriales que viajan hasta el sistema límbico; esos estímulos hacen sinapsis con los núcleos cerebrales donde se alojan los recuerdos que reproducen la imagen de la presencia amada. Así se enriquece la imagen primera. Y ésta nunca se olvida, como saben todo amante y todo enamorado. La singularidad de la voz depende de la cantidad de testosterona y de estrógenos que se produjeron en la pubertad; las mujeres encuentran más seductora la voz grave de los hombres, mientras que éstos encuentran más atrayente la voz aguda de las mujeres.”

 

Y en relación con lo segundo señala:

 

“Se afirma que en los labios de la boca hay cerca de 30.000 terminales nerviosas; en el acto de besar se trasmite muchísima información; aunque el beso es un acto volitivo y consciente, su función consiste en consumar lo que nuestro deseo ha estado alentando; los estímulos que trasmite un beso siguen las vías aferentes hacia el sistema límbico, donde se producen más sinapsis para que el estado de euforia y excitación sexual se mantenga; la información que intercambian los enamorados en el beso es compleja y sensibiliza, mediante las sinapsis nerviosas, al córtex. El procesamiento de toda esa información es consciente e inconsciente: nos permite un acceso sensorial más directo para saber cómo es la persona que estamos besando. Los sexólogos aseguran que la saliva de los hombres contiene grandes cantidades de testosterona; durante el beso esta molécula se transfiere a la saliva de la mujer. En tal momento, la testosterona inmediatamente envía estímulos eléctricos al córtex del hombre; desde la materia gris y las estructuras del sistema límbico las vías eferentes envían los estímulos que ocluyen los capilares del cuerpo cavernoso del pene, se dilatan las venas de los cuerpos esponjosos, éstos se ingurgitan rápidamente de sangre y se produce la erección. La testosterona en las mujeres envía estímulos eferentes hacia la vulva, la vagina y los grupos musculares del piso pélvico; la estimulación sexual de estos tejidos incrementa la irrigación sanguínea y excita las terminales nerviosas; la luliberina se sintetiza en una cantidad determinada, la suficiente para alargar los labios de la vulva y para hacer más profunda o larga la cavidad vaginal.”[186]

 

Hemos destacado, colocando en cursiva, dos expresiones de toda importancia desde el punto de vista no sólo del proceso psicológico, sino, sobre todo, moral y jurídico: “decide” (la mujer[187] si se trata de un simple tocamiento, de un tocamiento mal intencionado, o de una caricia auténtica; el varón, por su parte, “responde”, o no); y de “un acto volitivo y consciente”, igualmente, cuando se trata de un beso. Estas expresiones insisten en el carácter humano de la descripción de los hechos atribuyéndolos al ejercicio de la libertad. En efecto, estas locuciones revelan las implicaciones éticas y jurídicas de los hechos mismos a los que se refieren – y nos remiten a las circunstancias de tiempo, lugar y modo en los que suceden –, cuya importancia destacan y precisan las disciplinas correspondientes, moral y derecho.

 

A propósito de la boca y de la “voz”, aunque no reducida a esta – estiman célebres expertos en la materia, y lo confirman, entre otros, los tribunales eclesiásticos y civiles –, más aún que la “educación”, la “raza”, la “edad” y que el “género”, la “buena comunicación”[188] – la “conexión” – entre los miembros de una pareja es seguramente la razón principal para hacer firme y satisfactoria la relación en una pareja. Más aún, según Laura Wasser, abogada dedicada a los divorcios en los tribunales norteamericanos, debería establecerse esta “buena comunicación” entre las personas “no sólo durante su matrimonio, sino previa a él, ya que hay conversaciones que podrían ayudarlos a verificar su compatibilidad en ámbitos que vayan más allá de lo sexual y emocional”[189]

 

Reiteremos una vez más en que, desde el punto de vista funcional, el cerebro, sus órganos y sus funciones (memoria, imaginación, valoración, razonamiento, discernimiento, entre otras) operan en doble vía: sea en orden a estimular y a facilitar (no siempre exitosamente) a las personas en el ejercicio de sus capacidades sexuales, sea porque toda la información que recogen los sentidos es llevada al cerebro, en donde se integra con todas las demás y se plasma en las neuronas cerebrales. Pero, por eso mismo, al cerebro se lo puede hacer errar, mediante la creación de ilusiones, de ficciones: eso hace que el cerebro sea muy manipulable también en este aspecto relacionado con la sexualidad, y demanda que nos preguntemos con seriedad si nos estamos “educando” en lo sensorial[190] e, inclusive, en la promoción de la “inteligencia emocional”, a la que corresponde, precisamente, el “manejo de las emociones”, fundamental cuando se trata de afrontar hechos que ocasionaron traumas, sobre todo de índole sexual.

 

Ahora, si consideramos el desarrollo sexual de las personas debemos continuar las observaciones que los especialistas han efectuado a partir de lo que se dijo a propósito de la adolescencia (cf. en el Capítulo IV, III). Dicho muy escuetamente, la sexualidad acompaña las diferentes etapas de la vida con sus peculiaridades[191].

 



La presencia e influencia de la sexualidad y el desempeño de la actividad sexual en las etapas posteriores a la adolescencia

La juventud abarca el lapso que comprende desde hacia los 18 años hasta hacia los 40. Como se dijo, la plena maduración cerebral se realiza precisamente durante este intervalo – excepcionalmente a edades más tiernas, y atendiendo a factores tales como la genética y el ambiente –. Ocurre en la corteza prefrontal, el área encargada de desarrollar habilitades tales como el discernimiento, la planificación, la priorización y la toma de decisiones acertadas. Para muchos, además, tanto la identidad como la “orientación sexual” han quedado definidos en este período, y, así mismo, para quienes optaron por la conformación de una pareja ese es el ámbito principal para expresarse en las diversas modalidades y niveles del amor, a los que hicimos referencia también (cf. la “erótica”, cap. IV, III). Ahora bien, es importante tener en cuenta al respecto varios factores porque, por una parte, las mujeres, sin desatender del todo el aspecto físico de la relación, tienden a valorar el amor sobre todo desde el punto de vista de la afectividad y de la sensualidad, mientras los varones, por el contrario, se enfocan más en la dimensión del contacto físico y de la expresión sexual que en los aspectos más románticos. Que la pareja heterosexual encuentre un buen acoplamiento y una sincronía en estos aspectos – atender a lo uno sin descuidar lo otro – será, pues, todo un desafío para ella. Y como cada caso es particular, también habría que sopesar el influjo que tiene sobre cada uno de ellos la experiencia previa y sus personales expectativas, maneras de ser, condiciones laborales, etc., sobre todo cuando una y otro no se encuentran dentro de similar rango de edades. De otra parte, y para añadir otro elemento al cuadro total, hay que considerar también las actitudes que cada uno ha ido asumiendo y determinando en relación con la sexualidad.

 

Llegadas ya a la adultez, que se estima entre los 45 y los 60 años, las personas comienzan un período en el que el declive hormonal caracteriza en buena proporción su existencia, sin que sea el único factor por considerar. Pero, ciertamente, se observa el impacto que ello va teniendo en el cuerpo de mujeres y hombres: en los varones, en las arrugas alrededor de los ojos, el pelo cano, la calvicie prematura, los primeros indicios de hipertensión, enfermedades cardíacas y otros trastornos crónicos, encogimiento de los músculos, menor o insatisfactorio desempeño sexual, dificultades por incontinencia urinaria, aparición de papilomas cutáneos, pérdida de audición, etc.; mientras, en las mujeres, tiene gran impacto en ellas la menopausia, cuando sus ovarios dejan de liberar óvulos, disminuye la cantidad de las hormonas estrógeno y progesterona[192], y se inhabilita su capacidad reproductora: en su pelo y en su piel, que se hace más delgada y propensa a la deshidratación, y en su peso, que tiende a incrementarse hasta los 65 años, pues, a partir de esa edad “la grasa reemplaza al tejido muscular magro”, que pesa menos que el músculo; en la sequedad de las mucosas, en particular las de la vagina, en el tono muscular, en el deterioro de los huesos de la columna, en los calores o sofocos que sienten, en la artrosis que se comienza a producir en las articulaciones, en el riesgo cardiovascular que se insinúa, en las alteraciones del sueño y la pérdida de la memoria, en la facilidad para experimentar ansiedad, depresión y bajo estado de ánimo; las relaciones sexuales pueden convertirse entonces en algo doloroso y, en muchos casos, además, poco deseable. Así, pues, en una y otro urge un replanteamiento de la interacción o de la relación interpersonal desde el punto de vista propiamente de la expresión sexual.

 

La vejez, como se estima en llamar a la parte de la vida que se sitúa alrededor de los 60 años y más, se presenta dentro de un proceso natural o normal de envejecimiento. La persona se ve afectada, sin duda, por las enfermedades que han ido apareciendo en las etapas anteriores y por el desarrollo de nuevas afecciones, cuyas indisposiciones y dolores comienzan a mostrarse en sus diversos síntomas. También la nueva condición toca a la estimulación propiamente sexual, cuya actuación disminuye, no así el placer que viene asociado con ella ni tampoco la riqueza de posibilidades que ofrece el erotismo; sin embargo, el funcionamiento sexual se ve más influenciado también por factores extrínsecos, como vivir aun con los hijos o en centros para personas mayores, la disponibilidad de parejas, las variables psicosociales o los condicionamientos personales – mitos, creencias, prejuicios, el qué dirán, etc. – o de la pareja.

 



Las disfunciones, enfermedades y trastornos mentales y su impacto sobre el ejercicio de la sexualidad

Por su parte, los especialistas[193] mencionan no menos de 250 entre las “disfunciones”, “enfermedades” y “trastornos mentales” generales que una persona puede llegar a padecer – muchos sólo se hacen conscientes gracias a la consulta con el especialista –, algunos de los cuales son leves y/o transitorios (“problemas”, “condiciones”, “dificultades”), otros, por el contrario, graves y/o permanentes (“trastornos”, “enfermedades”). Y, en el campo de la sexualidad, los psicólogos clínicos y los sexólogos atienden problemas relacionados con la “ansiedad por rendimiento sexual”, la “depresión”, “los trastornos de la conducta”, “las dificultades emocionales”, etc.

 

Por ejemplo, de acuerdo con los Redactores clínicos de Buencoco[194] existen “en la psicología de la sexualidad masculina” “trastornos que abarcan una variedad de condiciones que pueden afectar la salud sexual y el bienestar emocional de los hombres”, así como “en la psicología de la sexualidad femenina podemos hallar trastornos sexuales que pueden manifestarse como falta de deseo, dolor durante el coito o dificultad para alcanzar el orgasmo”. Más aún, hay diversos “trastornos sexuales que no distinguen entre géneros, afectando tanto a hombres como a mujeres. Estos trastornos pueden impactar significativamente en la vida sexual y emocional de las personas.”

 

Según los mencionados expertos los principales “trastornos sexuales” son[195]:

 

 

Trastornos sexuales masculinos

 

Trastornos sexuales que afectan tanto a hombres como a mujeres

 

Trastornos sexuales femeninos

 

Disfunción eréctil: este trastorno se caracteriza por la dificultad o incapacidad para lograr o mantener una erección adecuada para el coito. Hay diversos factores como el estrés, la ansiedad anticipatoria, las expectativas poco realistas o determinados problemas de salud subyacentes que pueden contribuir a su aparición.

 

Deseo sexual hipoactivo: este trastorno se caracteriza por una pérdida del deseo sexual o un bajo interés por mantener relaciones sexuales que resulta angustiante o problemático para la persona. Las causas pueden ser tanto físicas (como enfermedades crónicas o medicaciones) como psicológicas (como la depresión o ansiedad).

 

Dispareunia: se refiere al dolor experimentado durante el coito. Puede ser causado por factores físicos como infecciones, problemas ginecológicos o condiciones dermatológicas, así como por factores psicológicos, incluyendo ansiedad o experiencias previas desagradables o traumáticas.

 

Eyaculación precoz: este trastorno se refiere a la eyaculación que ocurre con una mínima estimulación sexual antes, durante, o poco tiempo después de la penetración, y antes de que la persona lo desee. Puede estar relacionada con problemas como el estrés, la ansiedad, etc.

Aversión al sexo: este problema psicológico se manifiesta como una resistencia o repulsión hacia la actividad sexual. Puede estar relacionado con experiencias sexuales negativas pasadas o problemas de índole psicológico o sexoafectivo.

Vaginismo: este trastorno se caracteriza por un espasmo involuntario de los músculos del suelo pélvico que rodean la vagina, lo que hace que la penetración sea dolorosa o incluso, en ocasiones, impracticable. Este trastorno suele estar relacionado con el miedo al dolor sexual, experiencias traumáticas o factores educativos y culturales.

Eyaculación retardada: este problema implica un retraso significativo o una ausencia de eyaculación durante el coito. A menudo está asociada con factores psicológicos como el estrés o la ansiedad, aunque también puede tener causas físicas que deben descartarse antes de consultar con un especialista en sexualidad.

 

Adicción al sexo: este trastorno, también conocido como hipersexualidad, se caracteriza por una preocupación excesiva con pensamientos, impulsos o comportamientos sexuales que resultan difíciles de controlar, afectando negativamente la vida cotidiana, el trabajo y las relaciones de pareja. Si se produce en mujeres se denomina hipersexualidad femenina o ninfomanía, y si ocurre en hombres el trastorno se conoce como satiriasis o hipersexualidad masculina.

Anorgasmia: es la dificultad persistente o recurrente para alcanzar el orgasmo tras una fase de excitación normal. Puede deberse a causas psicológicas como estrés, problemas de relación o falta de conocimiento sobre la propia sexualidad, así como a factores físicos.

 

 

Parafilias: implican patrones de excitación sexual en respuesta a objetos, situaciones o individuos que no son parte de las normas convencionales o culturales. Algunas parafilias comunes incluyen el fetichismo, el exhibicionismo, el voyerismo y el sadomasoquismo. 

 

 

Tabla 25 Principales trastornos sexuales

 

 

 

El “acompañamiento integral” en el discernimiento vocacional. Una palabra sobre la culpa[195 bis], teológicamente considerada

 

Teniendo toda esta situación en consideración y con vistas a su aprovechamiento en los procesos educativos, señalemos algunos problemas concretos.

 

Cuando se hace necesario “acompañar” (es decir, “proporcionar elementos para que una persona pueda leer su propia vida como historia de salvación”) a las personas en el “desarrollo de su personalidad” y en la búsqueda de un propósito para la existencia, y, en el caso de los cristianos, además, en el descubrimiento y el cultivo de las vocaciones específicas (al matrimonio, al celibato, a la vida religiosa, a la vida misionera, al orden sagrado, etc.), algunas personas manifiestan que en ellas coexiste una contradicción o una ambigüedad, porque, por un lado, son “particularmente sensibles” en su dimensión sexual, pero, de otro lado, su experiencia personal en diversos casos los ha afectado, en especial cuando han sido “heridos afectiva o sexualmente” en la infancia, en la adolescencia[196], en la juventud, disminuyéndoles su “autoestima”. Tal condición no siempre es para ellos (plenamente) consciente, y, más aún, dudan de que a su intervención (al parecer no suficientemente deliberada) en dichas situaciones se le pueda atribuir algún carácter de “responsabilidad”. Algunos explican, p. ej., que “en el otro se proyectan”, es decir, “ven reflejado en él (o en ella) lo que él (o ella) quisieran ser”, y atribuyen a dicha ambivalencia, y a las causas mencionadas, su actual opción o identidad de “género”, entendiéndose esta en el sentido de “homosexualidad”. Estando en esta condición, la vida “en pareja” los lleva a “practicar actos homosexuales”, los cuales, a su vez, refuerzan su “homosexualidad”, profundizan “sus heridas”, acrecientan “sus miedos, inseguridades, frustraciones, carencias afectivas”[197], como advierte una persona que ha vivido esa experiencia.

 

A la luz de lo dicho anteriormente, bien se ve la influencia que tienen los factores psicológicos sobre la compleja y paulatina organización y puesta en coherencia de los diversos componentes (cognitivos, emocionales y sensoriales, conductuales, decisionales, etc.) que conforman la “personalidad”, la “identidad” y el obrar de una persona, y, en el caso de los actos morales, el influjo que tienen sobre la libertad y sobre la responsabilidad. Pero, aún mayor sería la influencia, negativa, en el caso de que dichos factores hubieran sido activados en la forma no sólo de condicionamientos sino, sobre todo, de obstáculos, por la intervención de quien ya traía consigo una condición de trastorno sexual previa, diagnosticada o no, transitoria o permanentemente perturbada. Algo similar puede decirse en relación con las personas “heterosexuales”, que, inclusive, han recibido de sus propios padres “la iniciación” en el sexo.

 

Un problema así, con todo, no se resuelve sólo con una intervención por parte de peritos experimentados en ese campo, que, de todos modos, no sobra ofrecer y apreciar – y que, dada la experiencia previa, se puede realmente necesitar, y de calidad –, e, inclusive, por parte de educadores sabios, prudentes y afectuosos, ya que, como vemos, los factores personales a considerar son numerosos y, algunos de ellos, amplios y complejos. Profesionales hay que consideran que la “solución” (¡o la confirmación de tal condición pero sin vergüenza ni culpa!) de tales conflictos y condiciones radica, ante todo y suficientemente, en que la persona misma los pueda dilucidar y afrontar gracias a su “propio esfuerzo”, a su “fuerza de voluntad”, o gracias al “proceso” eficaz que el propio terapeuta pueda llevar a cabo. Precisamente, y quizás ese es uno de los problemas de nuestro tiempo, se confía en algunos casos de manera excesiva, a mi juicio, en el poder que tienen el brío de la persona o las técnicas del experto, y en los resultados que de ello se obtiene.

 

En otros casos, por el contrario, se considera que hay muchos y son muy venturosos los logros que se consiguen del reconocimiento de los propios límites (y pecados), y gracias a la paciencia y a la perseverancia en cada pequeño paso que se da en correspondencia al infinito e inefable amor de Dios: por eso mismo se debe apreciar y cultivar la ayuda de la gracia, dar una respuesta humilde y serena a la acción amorosa de Dios, y emplear los medios habituales que ofrece y recomienda la Iglesia.

 

Tener en cuenta que el resultado mejor es gradual y depende tanto de lo uno como de lo otro, y, practicado en un contexto, en una oportunidad y mediante un conjunto de medidas más educativas que represivas, aportará paulatinamente, con el transcurso del tiempo, al “orden” y a la “reorganización” de la personalidad y a la asunción de criterios y de valores que orienten las conductas propias hacia el auténtico bien humano, a que la persona se trate a sí misma y a los demás con mayor comprensión y paciencia, fortalezca su “autoestima”, desarrolle su “resiliencia” – como las denominan diversos expertos – y entienda y asuma en la fe, en la esperanza y en la caridad que toda nuestra vida está en las bondadosas manos de Dios, que nos conoce mejor que nosotros mismos, y cuya misericordia no tiene límites porque, con el don de su Espíritu, es el sostén primero, radical y más firme de toda nuestra frágil existencia. Más aún, que es Él, quien nos creó en Cristo “a su imagen y semejanza” y por su encarnación ha reivindicado nuestra “dignidad humana” y nuestra “condición de hijos suyos”, el que nos ha hecho merecedores, a todas y todos e independientemente de nuestra actual situación y condición, del más profundo y genuino respeto: porque todo es don de Dios. Esta perspectiva, llena de esperanza hasta el último momento de la vida y de buena voluntad, que apela al máximo y con la perseverancia necesaria a dejarse guiar por la pedagogía amorosa e “individualizada” de Dios, con todo, no debería hacernos apartar de la realidad, y, en este caso, del hecho de que siempre podrá existir quien rechace consciente y libremente la gracia divina. Y, por ello, estaremos siempre afrontados, e, inclusive, desafiados, por quienes han claudicado en dichos procesos y/o han optado por otros, cuyos resultados son gravemente ofensivos y lesivos del orden social, como estamos viendo. Entonces, cuando el arte educativo no fue “suficiente para desmantelar ese tipo de conductas”, a la sociedad no se queda otra alternativa sino apelar a los procedimientos penales, a los cuales nos referiremos en el capítulo siguiente.

 

Como hemos referido en otro lugar, se ha ido abriendo paso – y, por las razones recién mencionadas, merece, por supuesto, todo nuestro respeto[198] – un movimiento (lo denominan en diversos momentos “colectivo” anónimo) orientado a quitar  cualquier connotación moral (cristiana)[199] a los actos (gestos de afecto y de intimidad propiamente sexual-genital, no sólo erótica) que “expresan amor” – o, al menos, a no considerarlo de hecho bajo esta perspectiva –, y a establecer, en su lugar, como propias de la “igualdad de género”, y, por lo mismo, “orgullosas” poseedoras de “los mismos derechos” (humanos) que los “demás” ciudadanos y ciudadanas, las “identidades” (ya no sólo religiosas, políticas, étnicas) de aquellos y aquellas que se sienten (afectiva y sexualmente) “lesbianas, gays, transgéneros, transexuales, bisexuales, intersexuales, queer y el resto de identidades y orientaciones incluidas en el +”. A causa de ello precisamente, afirman, no se los puede “discriminar” (igualdad por la ley y ante la ley). Pero esto ya nos conduciría a otros nuevos estudios[200].



 

E.   La violencia sexual en Colombia, en particular contra los menores: una aproximación desde a psicología forense. El acompañamiento y el tratamiento de las víctimas

 

La literatura científica sobre el tema de la violencia sexual, particularmente en Colombia, teniendo en cuenta las dificultades que mencionaremos un poco más adelante, es relativamente nueva y, sobre todo, escasa: hasta 2023, unos 26 documentos pueden ser citados al respecto, como afirma el reciente y valioso trabajo de grado sustentado por Yuly Valentina Triana Guerrero y Geidy Janitza Ramos Benito[201], que citaremos en los siguientes párrafos. Por su parte, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, organismo de la Rama Judicial de la República de Colombia, adscrito a la Fiscalía General de la Nación[202], y posee una función de tipo “investigativo”[203], ha establecido, como resultado de ella, además de su publicación periódica[204], una Guía para la realización de pericias psiquiátricas o psicológicas forenses en adultos víctimas de delitos sexuales (diciembre de 2013)[205], “complementaria del “Protocolo de Evaluación Básica en Psiquiatría y Psicología Forenses”” (2009)[206].

 

Al momento de afrontar investigaciones como la que estamos efectuando se deben tener en cuenta dos factores que repercuten directamente sobre la calidad de los productos. Ante todo, y debido a que la información “privada” de las personas puede verse comprometida, las entidades públicas son muy cuidadosas al permitir a los investigadores el acceso a los datos. Entre estos, para el caso, se deben tener en cuenta los documentos contentivos de las “evaluaciones psicológicas” de las personas incriminadas. No obstante lo dicho en el párrafo anterior, de otra parte, las fuentes de información relacionadas con niñas y niños víctimas de la violencia sexual son aún más escasas, y, en lo concerniente a las mencionadas “evaluaciones”, todavía más. Esto tiene una consecuencia, y es un segundo obstáculo para el trabajo científico: que los investigadores deben acudir a fuentes de información extranjeras (europeas, estadounidenses, por lo general), en muchos puntos muy lejanas de las circunstancias de nuestro país, pero que abren panoramas no sospechados inicialmente.

 

Ahora bien, observando que el tratamiento del tema no se limita a los casos de “adultos” sino también se acerca a los casos de “menores”, de acuerdo con el mencionado trabajo de grado y “el estado del arte”[207], las coordenadas o “categorías” centrales o de “primer orden” de la investigación se centran en tres componentes: 1º) “la evaluación psicológica forense”[208], 2º) la “víctima”[209] y 3º) la “violencia sexual”[210].

 

Pertenecientes a “la evaluación psicológica forense” son[211]: a) “categorías de segundo orden”: “práctica”, “instrumentos/test”, “protocolos/guías”, “práctica profesional”, “proceso de entrevista psicológica forense”, “desarrollo cognitivo del menor”; b) “categorías de tercer orden”: “estandarización: sociedad, cultura, política y religión” y los “lineamientos a nivel Colombia”, la “ética deontológica”, “la empatía, profesionalismo, habilidades, conocimientos”, “edad del menor”, “lenguaje”, “religión, tipo de sociedad y cultura de la que hace parte”.

 

Por su parte, al momento de considerar a la “víctima”, las investigadoras estiman los hallazgos previos y conceptúan la necesidad de tener en cuenta las siguientes a) “categorías de segundo orden”: “Atención integral”, “Postraumas comportamientos/ conductas”, “Revictimización”; y dentro de las b) “categorías de tercer orden”: “Plan de acción y reparación integral a las víctimas” y “Atención psicológica”, “Victimización secundaria, Protocolos y Guías, Prácticas profesionales”.

 

Por último, al referirse a la “violencia sexual”, consideraron estos aspectos: a) “categorías de segundo orden”: “Violencia en el contexto colombiano”, “Violencia sexual: problemática social”; y b) “categorías de tercer orden”: “Género, cultura, edad, religión y etnia”, “Vulnerabilidad del evaluado”, “Psicoeducación y articulación de instituciones”.

 

Las conclusiones de las autoras, abriendo caminos, son, en mi concepto, de apreciable valor, sobre todo en orden a investigaciones posteriores más puntuales y orientadas a la mejor preparación de los peritos en este delicado y difícil terreno.

 

1º) “La evaluación psicológica forense”

 

A partir de la bibliografía consultada, y, en particular investigaciones realizadas previamente sobre la situación de las pericias en esta materia[212], en relación con la primera categoría central, “la evaluación psicológica forense”, conceptúan que

 

“«generalmente los entrevistadores no siguen las indicaciones ni aplican las técnicas que se recomiendan en los protocolos de entrevista con lo que resultados de ésta no siempre son tan válidos como sería deseable, a menos que reciban una formación específica e intensiva y sean supervisados por profesionales expertos» (Pereda y Arch, 2012, p. 39)”.

 

Empleando, por el contrario, información nacional más reciente, las autoras señalan:

 

“Otra de las fallas comunes realizadas por estos profesionales es la ausencia de revisión de información complementaria al caso, la cual le permiten al entrevistador tener un conocimiento general del caso para generar hipótesis a refutar, teniendo en cuenta el objetivo y los interrogantes periciales, información que es de carácter sustancial en el informe solicitado por la Fiscalía General de la Nación. Esta falta obedece a varios factores como la ausencia del tiempo, la percepción de intrascendencia de estos archivos o la lectura descuidada de los mismos, lo que genera un gran riesgo ya que podrían ser invalidadas las conclusiones generadas por el profesional”[213].  

 

Un tercer aporte de las investigadoras consiste en señalar:

 

“A esta dificultad se le suman otras encontradas en estudios de caso en pruebas válidas en Colombia, donde se ha evidenciado que otro de los inconvenientes en la evaluación psicológica es la poca existencia de pruebas válidas, la ausencia de instrumentos desarrollados exclusivamente en la psicología forense y el tiempo limitado para el desarrollo de las pruebas, así mismo, se evidencia que las pruebas mayormente usadas tienen fines clínicos y no jurídicos en este campo (Vargas y Hermilson, 2019[214]). Lo anterior, tiene un efecto grave en la administración de justicia por parte del Estado, ya que las valoraciones y evaluaciones psicológicas que son practicadas de manera inapropiada vulneran el derecho de las víctimas a la reparación y no repetición (Pulido & Blanco, 2022[215]). Debido a este efecto y a la responsabilidad social del profesional, es importante promover una posición ética en cada una de sus funciones y tareas a realizar, teniendo presente que su trabajo contribuirá de manera efectiva a la toma de decisiones judiciales (que podrían terminar eventualmente) perjudicando a una persona”[216].

 

En lo que toca a la “prueba” misma, las autoras indican que

 

“es importante avanzar en determinar si las pruebas en este tipo de hechos son de uso forense, esto implica por determinar si fueron construidas para tal propósito y evaluar si son adecuadas para la tarea encomendada, un ejemplo de esto es que las pruebas tengan el propósito de medir la depresión, no obstante, su uso se lleve a la medición de daño psicológico, fenómenos que son equivalentes entre sí. Por lo tanto, en esta investigación se enfatiza la importancia de desarrollar pruebas, test e instrumentos para el contexto jurídico colombiano en donde se tenga en cuenta la población a partir de sus particularidades: cultura, religión, género, edad, etc. Esto debido a que estos factores permiten que se realice una entrevista con suficientes garantías de confiabilidad y validez. Esto ha sido afirmado también por algunos estudios en el país, donde se ha recalcado que los instrumentos de evaluación forense deben otorgar garantías de fiabilidad y validez demandadas por el contexto y la población víctima, esto a su vez permite consolidar el proceso de evaluación psicológica en el campo forense como existe en otros campos de la psicología (Echeburúa et al, 2011 citados por Vargas y Hermilson en 2019). En la construcción de este tipo de instrumentos, para el caso de estudio en cuestión, es importante comprender las dificultades diferenciales que suscita este tipo de pruebas en población vulnerable, como es el caso niños, niñas y adolescentes. En este caso es importante tener presente el desarrollo cognitivo en la etapa preoperacional que propone Piaget (citado por Ramos, Molina & Poveda, 2013), en donde el niño desarrolla estructuras cognitivas para generar procesos de socialización usando operaciones mentales lógicas, las cuales posibilitan que usen el pensamiento simbólico.”[217]

 

Del mismo modo, y ciñéndose al método científico, consideran que

 

“Los informes periciales deben ser construidos a la luz de las evidencias teóricas en el campo y los documentos periciales, demostrando siempre la validez y confiabilidad de los instrumentos utilizados al interior de la evaluación psicológica forense. No obstante, como afirma (Vargas y Hermilson, 2019) el informe que realiza el psicólogo debe contener una sustentación teórica que permita visualizar los datos obtenidos durante el proceso de evaluación psicológica para posteriormente se logren tomar decisiones judiciales de manera eficaz.”[218]

 

 

2º) La “víctima”

 

Partimos de la constatación de un hecho que nos revelan las estadísticas anuales sobre “denuncias” (“notitia criminis”) presentadas ante las autoridades judiciales competentes en relación con la “violencia sexual” y los “delitos sexuales en Colombia”[219]: que tales actos, repudiables por sí mismos – sean cualesquiera las personas que hayan sido deshonradas e irrespetadas de esa manera: las llamamos “víctimas” – muestran una tendencia a aumentar, con excepción del período correspondiente con la “pandemia de Covid-19”:

 

 

Año

Número de casos de

delitos sexuales

2019

26.158

2020

18.054

2021

22.601

2023

47.813

 

Tabla 26 Colombia: estadística de casos por delitos sexuales en general

 

 

Ahora bien: detrás de cada uno de estos “casos” se encuentran una o más personas que ejercieron ese tipo de violencia: estos son los “victimarios”.

 

Las investigaciones que se efectúan – hasta el momento, en Colombia, por cierto, pero probablemente ocurre así en otras partes del mundo – suelen consistir en interrogatorios formulados a las víctimas y realizados por entrevistadores o examinadores diversos que atienden o responden al propio ángulo de preparación y de interés que posean. Todos ellos, seguramente, parten de una buena intención: proporcionar “ayuda, garantías de protección y bienestar integral a la víctima”[220]. Como forman parte del “sistema judicial” del Estado, su preocupación, también general, consiste en “recoger pruebas” que contribuyan a las autoridades judiciales para que impartan justicia, esclarezcan los hechos y atribuyan las responsabilidades penales del caso a los victimarios. Para el caso colombiano, este modo de proceder ha sido reglamentado, como se dijo, por medio de “protocolos” y de “guías”. De esta manera, la víctima debe “seguir la ruta procedimental prevista y establecida legalmente”. Puede ocurrir que, como en el caso colombiano, el paso inicial, el de la denuncia, pueda darse ante diversas instituciones o “autoridades competentes”, dependiendo principalmente del lugar en el que fue atendida la víctima:  la Fiscalía General de la Nación, Salas de recepción de denuncias en las URI o fuera de ellas, Casas de Justicia, Centros de Atención a las víctimas de Agresión Sexual – CAIVAS –, la Policía Nacional y las comisarías de familia. Pero, como se puede intuir, cada una de estas instituciones posee su propio carácter, su propósito propio, que obra como una especie de “filtro” ante la víctima y su relato, de modo que, en instancias posteriores, la víctima deba relatar todo de nuevo, para satisfacer las exigencias de dicha nueva instancia e institución. La víctima es, así, sometida a un nuevo sufrimiento, y con ella, probablemente también son sometidos los testigos eventuales del caso y otras personas vinculadas con el mismo: a este problema se lo denomina “revictimización” [221].

 

Pero puede suceder también que la autoridad que inicialmente recibió la denuncia no fuera una persona “especializada” en el tema, de modo que ese contacto inicial con la víctima incurrió ya en una “revictimización” y provocó en la víctima un nuevo sufrimiento, un “nuevo evento traumático”, así, inclusive, hubiera seguido al detalle las guías y protocolos establecidos. Más aún, en principio el hecho podría limitarse notablemente en el caso de que la “persona especializada” fuera un profesional de la psicología que siguiera “un procedimiento estándar en la atención a víctimas de violencia sexual”. Le ayudaría mucho, por cuanto puede ocurrir que “en su valoración profesional no tenga suficientemente en cuenta factores internos y externos que pueden afectar la memoria y la recordación, de modo que el relato presenta recuerdos distorsionados que, a su turno, disminuyen la credibilidad de la víctima cuando se hace presente en el sistema judicial”.  Pero, por el momento, no ocurre así, puesto que los psicólogos en Colombia “tienen la potestad de practicar dicha valoración según su criterio”. Así, pues, el aporte psicológico se podría mejorar notablemente si el “profesional especializado” poseyera la experticia propia del “forense”.[222]

 

La importancia que tiene “la recordación” en este punto del proceso que comienza es definitiva: con el paso del tiempo, los recuerdos se hacen más imprecisos, la información se olvida, los detalles, las circunstancias de “tiempo, modo y lugar” ya no se evocan con exactitud. Con mayor razón ocurre esto si quien los relata es la propia víctima, pues, en su trauma, los hechos se configuran caóticos, desestructurados, en la memoria, de modo que la reminiscencia a su conciencia no es fácilmente accesible[223].

 

Caso muy particular ocurre en relación con las niñas y niños que sufrieron esta violencia cuando se encontraban entre los tres y los nueve años, señalan las investigadoras, “ya que son personas mayormente sugestionables durante la recolección del testimonio”.[224]  

 

Se ha sugerido, entonces, que, por razones éticas, una “atención integral a las víctimas de violencia sexual” se centre “en el restablecimiento de los derechos de las víctimas”, sobre todo si son menores, y, en consecuencia, “les permita relatar su testimonio por única vez”. Para lo cual se hace necesario que mejor se “articulen las instituciones responsables en la investigación judicial” al tiempo que se “construya y emplee un instrumento universal para la valoración psicológica forense de víctimas de violencia sexual”[225].    

 

 

3º) La “violencia sexual”.

 

Las estadísticas y las “variables de análisis” que se elaboran en este terreno contienen, por lo general, tópicos relacionados con las condiciones de “vulnerabilidad” de las personas víctimas de esta violencia: su género, la edad que posee, el lugar de la agresión, la raza o etnia a la que pertenece, entre otros. De acuerdo con ello, se hace ostensible que el número predominante lo constituyen en Colombia las mujeres menores de edad que fueron agredidas por personas adultas de su entorno, es decir, en donde y cuando ellas debían encontrarse “seguras”[226]: género y edad se conjugan, por lo tanto.

 

Otro detalle significativo de la situación colombiana consiste en que, salvo que el hecho hubiera adquirido especial notoriedad y publicidad y la evidencia física fuera muy relevante, las denuncias por estos hechos no se denuncian, o se denuncian de forma tardía.[227]

 

¿A qué atribuir esta situación? ¿Es posible extenderla tanto a niñas como a niños? Las investigadoras consideran que en la fuente u origen de la violencia sexual contra las niñas menores en Colombia se encuentran dos factores que generan vulnerabilidad, discriminación y desigualdad: el “patriarcado” y el “adultocentrismo”,

 

“que condicionan de manera directa el período de la infancia, despojándolas de valor, y ubicando a las niñas en una condición de sujetas sin ese estatus de reconocimiento social. De esta manera, se ha concebido una predisposición de los cuerpos de las niñas como instrumentos para la obtención de placer en los hombres, lo que ha generado que las niñas, en comparación a los niños, sean más susceptibles de sufrir diversos tipos de violencia sexual. Esta vulnerabilidad se incrementa a partir de una serie de factores de riesgo, los cuales se comprenden como atributos o características de carácter individual, familiar, sociocultural y económico que aumentan la probabilidad de ocurrencia de este delito. Entre estas se destaca el padecimiento de una enfermedad física o psicológica, el fallecimiento, incapacidad o ausencia de los padres de familia, el consumo de drogas al interior de la familia, la deserción escolar, la migración y desplazamientos forzados, el conflicto armado, la pobreza, entre otros (Cristancho et al, 2022)”.[228]

 

No circunscrito al caso de las niñas, y de los niños en menor grado, según explican los autores mencionados, las víctimas deben enfrentarse al sistema judicial, es decir, a una “estructura con otras estructuras de poder” que, de entrada, duda de lo que una niña o un niño pueden decir en relación con lo que les pasó o les pudo haber pasado, pues podría tratarse, por el contrario, no de hechos reales, sino fantasiosos e imaginativos, como con frecuencia se ha creído y sostenido. Los agentes de la justicia les restan credibilidad a los relatos de las víctimas y, de esta forma, se “los deslegitima” socialmente. Añádase a lo anterior, como expresan muchos ciudadanos, que en nuestro país existe “alta impunidad”, “inoperancia del sistema” y “ausencia de una perspectiva de restablecimiento de los derechos de las víctimas”[229]. De este caldo de cultivo surge la “desestimación de la acción de denuncia”, que normalmente debería ser efectuada por quienes son más cercanos a la víctima – eventualmente el maltratador – y la cual lleva a complementar, a robustecer y a hacer más complejo el cuadro antes descrito con la “desprotección de los derechos de la niñez y la desconfianza en las instituciones encargadas de su garantía”.[230]

 

Un detalle adicional pero importante proporciona la investigación que estamos siguiendo, cuando afirma que la descripción anterior quedaría todavía incompleta si no se mencionara la incidencia que la violencia armada ha tenido sobre el conjunto de la población colombiana. En el país este fenómeno es de especial atención, ya que se ha observado que el conflicto armado ha influido

 

“en la naturalización y normalización de la violencia sexual, lo que ha dificultado su identificación y visibilización (Méndez et. al, 2011). Esta realidad lleva a que hoy en día las cifras obtenidas por el sistema judicial no coincidan efectivamente con el comportamiento de este fenómeno (Defensoría del Pueblo, 2023) e impidan dimensionar la magnitud de su ocurrencia en el país.”[231]

 

El estudio hace un llamado a una acción profunda, preventiva y concertada, de orden multidisciplinario, investigativo y educativo:

 

“Este problema social al tener un gran nivel de complejidad y múltiples aristas que impiden su atención y prevención integral requerirán no solamente de la participación de todas las disciplinas y sus profesionales involucrados en la protección de la infancia, sino de toda la sociedad (Redondo, 2002 como se cita en Cañas, 2020; Vallejo y Córdoba, 2022). De esta manera, la sociedad debe procurar efectivamente concebir espacios seguros en donde puedan crecer y desarrollarse los niños y niñas. Para este propósito, como sociedad es importante avanzar en la construcción de mecanismos que permitan sensibilizar a las familias, las instituciones educativas y el Estado sobre los derechos de la niñez y la cero tolerancia de la violencia sexual. Allí tiene un rol primordial las instituciones educativas, ya que son espacios que tienen un rol en los procesos de educación sexual de niños, niñas y adolescentes (Cepeda y Ramírez, 2016; Moreno & Santibáñez, 2021), así mismo tienen un potencial en la detección de casos y activación de rutas de protección. Por otro lado, desde el Estado se debe promover procesos de investigación centrados en el restablecimiento integral de los derechos de los menores y no exclusivamente en la judicialización de los victimarios, promoviendo instrumentos forenses que permitan la recolección del testimonio con un enfoque de derechos humanos y evitando así los procesos de revictimización.”[232]

 

Como se ha visto, la experiencia traumática del abuso sexual (no sólo de coacción física sino también visual o meramente verbal) puede mostrar sus efectos temprana o tardíamente y no se circunscribe a la que padecen los menores. En todos los casos, consideran los expertos, las secuelas pueden manifestarse tanto en el ámbito mental como en el emocional, son muy variadas y van desde el recelo que suscita en algunas personas cualquier figura de autoridad, hasta el temor a establecer algún contacto físico, pasando por desconfianza a personas específicas o por miedos a la soledad o a la intimidad, entre otras. En muchísimos casos la consecuencia consiste en la falta de sueño y hasta en la depresión.

 

En cuanto al acompañamiento de las víctimas, considerado al mismo tiempo como etapa inicial y como conducta permanente de quienes han de rodearlas y de atenderlas, y, posteriormente, en cuanto al tratamiento que ellas eventualmente habrían de o deberían recibir, se ha establecido que fundamentalmente consisten en establecer relaciones de empatía y de simpatía, mejor aún, de confianza, que lleguen a permitir a acompañantes y terapeutas poder conversar con la víctima sobre lo acontecido[233].  

 


 

F.    El tratamiento del agresor sexual y su resocialización





Algunas personas han considerado que la violencia sexual[234] debe ser reprimida y controlada sometiendo a los ofensores, o a solicitud de ellos mismos, si no a la “castración física” sí a la “castración química”.

La “castración física” de seres humanos, que se practica todavía en algunos lugares del mundo[235], consiste en la

“Extirpación quirúrgica de los ovarios en la mujer o de los testículos en el hombre. Puede conducir a una disminución del deseo sexual en adultos. La extirpación antes de la pubertad conduce al eunucoidismo en el hombre, es decir a la falta de desarrollo de los caracteres sexuales secundarios”[236].

A partir de la Declaración universal de los derechos humanos[237] (art. 5: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”), se ha entendido que ese tipo de procedimientos está incluido en la norma.


Pero, se conceptúa que, por razones estrictamente “médicas”, se podría acudir a esa actuación.

Parece que es amplio el consenso actual en relación con el manejo que se debe dar a estas prácticas por ser tan sumamente drásticas, y, muchas veces, sin posibilidad de reparación médica de los órganos suprimidos. Pero no sólo por las eventuales o reales consecuencias negativas que entrañan, cuanto porque – y es sin duda un acierto, en mi opinión, de la medicina – ubica el problema en el contexto de la argumentación ética que distingue entre las prácticas zootécnicas y aquellas que se efectúan en seres humanos.


En efecto, mientras se admiten razones serias para la castración de animales (por enfermedades tales como la criptorquidia, la prostatitis, el cáncer testicular, la epilepsia o la diabetes; o por razones comportamentales como el efecto del celo de las hembras sobre los machos, los cuales dejan de comer, aúllan continuamente e intentan escaparse a la mínima oportunidad; o el efecto que el celo tiene en las mismas hembras, como la pérdida de peso y el estrés que derivan de los ciclos de celo y hacen desaparecer el deseo sexual del animal y las conductas asociadas con este); se considera que en los seres humanos los criterios o parámetros de exigencia deben ser aún “más altos” en la escala de valores (“de bien y de humanidad”).


Así, en relación con los varones se admiten en muchos lugares, generalmente por razones de planificación familiar, aunque no solamente por este motivo, la vasectomía (corte y cierre de los conductos que transportan los espermatozoides[238]) y la vasotomía (“oclusión o cierre completo del orificio o de la luz de la estructura anatómica tubular de los conductos espermáticos”[239]). Se restringen, por el contrario, los demás procedimientos de castración física a casos realmente extremos, es decir, en los varones, cuando se “indica” (se exige) “la extirpación de un testículo con cáncer”, operación conocida como una “orquiectomía inguinal radical”[240]; y, en el caso de las mujeres, la “ooforectomía o extirpación quirúrgica de uno o de los dos ovarios”[241], sea como parte de una histerectomía o no, para la misma circunstancia (cáncer). Como se observa, los efectos que tienen este tipo de intervenciones son directos e inmediatos: en los varones, a causa de la imposibilidad en que quedan para producir espermatozoides y la hormona testosterona, la condición de infertilidad y de pérdida del apetito sexual es prácticamente total; y, algo similar ocurriría en el caso de las mujeres, con la reducción usualmente total de sus hormonas progesterona y estrógeno. Con todo, a partir de diversos estudios realizados sobre todo en el período 1929-1959, se afirma que,

“no logran confirmar que la castración quirúrgica resulte un método eficaz en la lucha contra los agresores sexuales[242],​ porque, aun en caso de extirpación de los órganos sexuales, muchas agresiones sexuales conllevan mucho más que la utilización de estos, así que dichas conductas no se verían afectadas[243], ​ además de que la libido no sufre una atenuación significativa y las recidivas son muy frecuentes. (…) Por otra parte, en recientes investigaciones sobre delincuentes sexuales castrados quirúrgicamente, se comprobó que muchos continuaban con sus prácticas y deseos sexuales, e incluso algunos violadores eran más activos tras su castración”[244].

De otra parte, como hemos visto previamente, existe una relación directa, de tipo hormonal y endocrinológico, entre la producción de hormonas y el ejercicio sexual. Por lo cual, apelando a este fenómeno, algunos estiman que las agresiones sexuales (de niñas, niños, adolescentes, jóvenes y adultos) por parte de sus acometedores, se deben, principalmente, si no totalmente, a la existencia exuberante de dichas hormonas. Por lo tanto, lo indicado en estos casos sería administrar medicamentos (“castración química”) a dichos agresores que disminuyan en ellos la libido, sus deseos y su actividad sexuales. De esta manera, muy eficaz, aseguran, por otra parte, se atacarían radicalmente problemas sociales tales como la pedofilia[245] y la pederastia[246], y la reincidencia de violadores y de otros delincuentes sexuales[247].


Es cierto que se trata de una alternativa que tiene muchas “ventajas” (“reversibilidad, incruenta, menores efectos colaterales”), comparada con la castración física. Pero también diversos estudios no consideran que este modo de intervención sea panacea eficaz para emplear con este tipo de abusadores sexuales. Se señala en efecto:

“Todos estos estudios tuvieron como consecuencia que la castración, sea quirúrgica o química, haya sido abandonada como método aceptable de tratamiento en la mayoría de los países[248]. Sin embargo, otros estudios sugieren que, si la castración química es acompañada por el tratamiento psicológico, se reduce notablemente la tasa de reincidencia. Algunos programas de castración química más terapia psicológica, juntas, prueban ser eficaces en pederastas intrafamiliares y en exhibicionistas, aunque no en violadores[249]. Es por eso por lo que los fármacos rara vez son considerados efectivos por sí solos y son administrados como complemento del tratamiento psicológico, tratamiento orientado a dotar a los agresores de las habilidades necesarias para reconducir su conducta evitando las reincidencias. La medicación suele servir para facilitar la implicación eficaz del paciente en el tratamiento psicológico​”[250].

A raíz de hechos recientes, ampliamente divulgados a través de medios de comunicación social y que han conmovido a la opinión pública, en Colombia, una vez más, se ha vuelto a poner sobre el tapete la discusión consistente en considerar si acaso el castigo más idóneo y proporcional para los violadores y abusadores de niñas y de niños, precisamente en aquellos casos en los que luego del hecho de la violación o del abuso se siguió el asesinato de las víctimas, sería o no la pena de "prisión perpetua", como hemos visto que existe en la legislación de algunos Países. La Constitución Nacional de 1991 prohibió la pena de muerte de manera absoluta. En el capítulo "De los derechos, las garantías y los deberes", en la sección "De los derechos fundamentales", estableció:

"ARTÍCULO 11. El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte".

Sucesivamente, tanto el Congreso de la República como la Corte Constitucional han reiterado este principio y su inmediata consecuencia en dicha prohibición, así como han expresado algunos límites y posibilidades derivados de ese principio, como se encuentra en la doctrina correspondiente (cf. https://www.funcionpublica.gov.co/eva/gestornormativo/norma.php?i=4125). De ahí que se estime por parte de algunos que la pena de "prisión perpetua" pudiera ser más acorde con los postulados constitucionales, pero, simultáneamente, proporcionalmente más justa como medio de "rehabilitación" y de "resocialización", pero, sobre todo, como "sanción" para ese tipo de crímenes. Por el momento, la Corte Constitucional no lo valora así [250 bis]

En otros Estados, por el contrario, se abren, o, al menos, se pretende abrir, las puertas a la aprobación de las medidas "quirúrgicas", que consisten, como se ha dicho, en "indicaciones" precisas, determinadas por las ley, para que se aplique la "castración física" a los que han sido sentenciados como violadores de niñas o niños[250 ter].


De otra parte, el problema continúa siendo estudiado desde estas y desde otras perspectivas[251], y, por supuesto, desde la educativa, a la cual aludimos anteriormente. Con todo, antes de entrar de lleno a los asuntos de índole criminal, es bueno que escuchemos, así sea brevemente, a otro psicólogo forense, que nos proporciona sus reflexiones, fruto de sus largos y reiterados encuentros con este tipo de casos, acerca del tratamiento psicológico o terapia del agresor sexual.


El autor, Álvaro Burgos M.[252], divide su trabajo en dos partes: 1ª) El Psicólogo Forense; 2ª) Psicólogo Forense y Ofensor Sexual. En la primera parte, se consideran el concepto de “Psicología Forense” y las tareas de este profesional (1.1); seguidamente, precisa la interrelación que existe entre el “perito” y su “peritaje psicológico” (1.2).


La segunda parte, más extensa, en doce secciones o Capítulos estudia en su orden: 2.1. ¿Qué es – según la normativa costarricense – la ofensa sexual?; 2.2. ¿Quién es un delincuente u ofensor sexual?; 2.3. Origen y desarrollo del delincuente sexual; 2.4. ¿Existe un perfil de ofensor sexual?; 2.5. Tipos de delitos y trastornos sexuales; 2.6. Problemática al trabajar con un ofensor sexual; 2.7. Valoración del ofensor sexual. Instrumentos; 2.8. Preguntas legales más frecuentes; 2.9. ¿Hay una cura?; 2.10. Diferencias entre un ofensor adulto y uno juvenil; 2.11. Programas de tratamiento para ofensores sexuales juveniles; 2.12. Generalidades del tratamiento.


Termina el texto con las conclusiones. Todo el documento merece ser leído, por supuesto. Pero, para entrar directamente en la materia, y siendo que ya varios de los puntos anteriores han sido tratados en los temas y Capítulos precedentes, dedicaremos nuestra atención sobre todo a los puntos 2.4, 2.5, 2.6 y 2.9.


De acuerdo con el autor y con sus fuentes (2.4), “no existe un perfil único que defina a todo agresor sexual”, hasta el punto de que “personas con capacidades intactas y sin trastorno alguno pueden cometer este tipo de ofensas”, mientras que sí se pueden identificar “conductas habituales que permiten hacer un patrón característico de la persona, conservando cada una algo particular”[253].


Otros autores optan, más bien, por referirse a “factores de riesgo”, entre los cuales se mencionan los socioeconómicos, los familiares y los personales. De entre ellos se destaca el “acceso indiscriminado a la pornografía” sobre todo en la edad comprendida entre los diez y los once años, “lo cual distorsiona la sexualidad en su vínculo afectivo”; “una historia de violencia en cualquiera de sus manifestaciones”; “problemas en la relación de pareja de los progenitores”; “ausencia de figura de autoridad clara y definida”; “historia de machismo”; “rasgos de personalidad (antisocial, narcisismo, entre otros)”.[254]


Sostiene el autor que la mayor ocurrencia de delitos sexuales, por agresión y abuso, se presenta en los propios hogares de las víctimas, y son realizados por sus mismos familiares, es decir, por aquellas personas en las que las víctimas más confían y con quienes tienen vínculos más cercanos: los victimarios se prevalen de su autoridad afectiva, pero también acuden, para ello, al chantaje, a las amenazas y, por fin, a la violencia, con tal de lograr su propósito, suponiendo que el hecho quedará oculto y en la más completa impunidad[255].


Luego, la investigación desarrolla los distintos “tipos de delitos” y, correspondientemente, los “trastornos sexuales” que corresponderían con ellos.


El primero que se menciona (2.5.1.) es el de “violación”. La define como “relación sexual impuesta y consumada con violencia, en la cual la víctima es obligada a realizarla”. Distingue, entonces, entre la violación “clásica”, aquella que es “primitivamente agresiva”, de aquella otra, la “sádica”, “donde la satisfacción se obtiene más por la expresión violenta sobre el cuerpo de la víctima que por la significación genital de la conducta”. En esta segunda prima el “complacimiento” de herir, de golpear, de matar a la víctima, y suele coincidir con el orgasmo del victimario[256]. Inquiriendo por las razones profundas de esta manera de proceder, no dejan de mencionar los autores la existencia, a la base de ella, de “sentimientos de inferioridad a superar o de falta de aceptación de sus pautas de masculinidad y del acoso que sienten por el temor a exteriorizar su ineficacia sexual, (situaciones) no exentas de tendencias femeninas inconscientes”[257]. A lo anterior se deben sumar los “mitos”, es decir, aquellas “personas o cosas a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen”[258], que culpabilizan del hecho a la mujer “por ser la provocadora”, sea por el vestido que portaba, la hora en que transcurría, cómo bailaba, etc., en fin, por “incurrir en comportamientos que la sociedad considera impropios de las féminas”.[259]


Por supuesto, tratándose de niñas y de niños, un razonamiento semejante cae del todo por su peso. A sus edades, ellas y ellos, y personas con facultades mentales afectadas, no son capaces “para dar un consentimiento para que se las acaricie”; más aún, “no consideran la malicia con la que viene ese familiar o ese amigo”.[260] Quedan en poder, pues, de personas “libres, pero irresponsables”.


El sufrimiento de la víctima consiste, por su parte, en que su cuerpo ha sido forzado a algo que la persona no ha querido, y, en consecuencia, a que ha sido “lesionada la libre determinación de su conducta en materia sexual”. Para ser así forzada y caer en tal estado de postración e indefensión, la víctima ha debido padecer “amenazas, injurias, intimidaciones, golpes, privación violenta de la libertad física, asalto, lesiones más o menos graves, y aun homicidio”.[261]


Pasa luego (2.5.2.) el autor a examinar las normas del DSM-IV TR, que no vamos a tratar al haber salido ya, como se dijo, provisto de los progresos realizados en las ciencias psicológicas y psiquiátricas, el DSM-V de la APA[262].


En la sección siguiente (2.6.) expone el profesor Burgos algunos problemas a los que se enfrenta quien, como profesional y en ejercicio de su profesión, debe tratar con un ofensor[263] sexual. Y el primero de ellos es, seguramente, que el ofensor pretenda engañar al perito fingiendo su situación, es decir, simulando la existencia de una patología que lo libre de la sentencia como culpable, o bien, aparentando una normalidad que no posee en relación con su sexualidad y con sus relaciones interpersonales, buscando su propio beneficio.


Los reincidentes manifiestan una segunda situación. Estos, declaran una disponibilidad grande hacia el tratamiento, utilizada no tanto para curarse efectivamente, sino para salir de nuevo a la calle. Con su conducta manipulan, por psicopatía más que por sentimientos auténticos de culpa.


Los ofensores expresan una tercera situación cuando niegan su problema y se mantienen a la defensiva. Sus niveles de conciencia, de aceptación y de compromiso hacen mucho más difícil cualquier intervención terapéutica.


Una cuarta circunstancia se presenta en relación con los ofensores, cuando ellos son jóvenes. Las instituciones, estatales o privadas, a las que se encomiendan, por razones legales, no logran contenerlos. Además, existe una limitación de medios y de personal capacitado para atender no sólo al ofensor sino también a la familia de este mediante un tratamiento paralelo. Hay que tener en cuenta, igualmente, que el adolescente está apegado, fijado en sus programaciones mentales, afectivas y conductuales, y ello ocurre, sobre todo, en aquellos que emplearon en su acción violenta fuerza física y verbal. Por último, las terapias requieren una atención mínima, es decir, que las capacidades cognoscitivas básicas se encuentren en funcionamiento, lo cual no ocurre – y ello sucede con alguna frecuencia – cuando se trata de personas con discapacidad intelectual (diagnosticada antes de los 18 años) por debajo del promedio y con carencia de las destrezas necesarias para la vida diaria.


Finalmente (2.10), a la pregunta por si existe una “cura” para los ofensores sexuales bajo los parámetros antes acotados, el profesor Burgos propone dos tipos de respuesta: uno, que mejor que hablar de “curación” es “lograr una estabilidad de conductas por parte del sujeto, pudiéndosele dar herramientas para reconocer y controlar sus impulsos (Zeledón 2005)”. Otra estima, en cambio, que es necesario, y más sincero, exponerles a los ofensores que ellos “nunca van a poder tener una vida normal porque en ellos siempre existirá una propensión actuar con violencia sexual, como le ocurre al alcohólico, cuya inclinación es a consumir; idénticamente, se tratará, por todas las maneras, de imbuirlos de la idea y de la necesidad de prever las situaciones de riesgo y de no exponerse a ellas (Chacón 2005)”.[264]


En la conclusión, el texto, dada la complejidad del problema, afirma la necesidad de que los especialistas, psicólogos y psiquiatras, trabajen de consuno con sus colegas juristas, “ya que uno solo no podría obtener el mayor beneficio para la sociedad, la víctima y el ofensor, en virtud el principio de igualdad ante la ley y el del debido proceso en materia penal”. Señala que merecen también un reconocimiento, por eso mismo, quienes desempeñan tareas en el área forense, inclusive porque la situación misma del ofensor cierra las posibilidades para “la favorabilidad de su pronóstico”. Y, por último, si bien una fase preventiva es muy difícil de prever, atender a los ofensores cuando ya se encuentran en la adolescencia o todavía en la primera juventud obtiene mejor pronóstico que hacerlo con personas mayores, cuando “creencias irracionales y distorsiones cognitivas se encuentran ya muy arraigadas y son difícilmente modificables”.[265]


Todo lo anterior sirva, además, para colocar una serie de bemoles a los procesos así llamados de “resocialización” de los condenados cuando se trata de jóvenes, adultos y ancianos, así como de “responsabilidad penal” cuando se trata de adolescentes, e integrar en ellos cuanto se refiere a su “rehabilitación social”[266].


En relación con los primeros, determina, en efecto, el Código Penitenciario y Carcelario[267]:

“Art. 3º. Igualdad. Se prohíbe toda forma de discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica. Lo anterior no obsta para que se puedan establecer distinciones razonables por motivos de seguridad, de resocialización y para el cumplimiento de la sentencia y de la política penitenciaria y carcelaria.

“Art. 9º. Funciones y finalidad de la pena y de las medidas de seguridad. La pena tiene función protectora y preventiva, pero su fin fundamental es la resocialización. Las medidas de seguridad persiguen fines de curación, tutela y rehabilitación.

“Art. 10. Finalidad del tratamiento penitenciario. El tratamiento penitenciario tiene la finalidad de alcanzar la resocialización del infractor de la ley penal, mediante el examen de su personalidad y a través de la disciplina, el trabajo, el estudio, la formación espiritual, la cultura, el deporte y la recreación, bajo un espíritu humano y solidario.

“Art. 25. Cárceles y penitenciarias de alta seguridad. Son cárceles y penitenciarías de alta seguridad, los establecimientos señalados para los sindicados y condenados, cuya detención y tratamiento requieran mayor seguridad, sin perjuicio de la finalidad resocializadora de la pena.

“Art. 34. Medios mínimos materiales. Cada establecimiento de reclusión deberá funcionar en una planta física adecuada a sus fines, a la población de internos y personal directivo, administrativo y de vigilancia que alberga y, contar con los medios materiales mínimos para el cumplimiento eficaz de sus funciones y objetivos. Se requiere autorización del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, para toda obra de construcción o modificación estructural de los centros de reclusión y de los inmuebles que estén bajo la administración del Instituto. El Instituto elaborará un manual de construcciones con las debidas especificaciones, según su clasificación legal y niveles de seguridad, efectividad y dignidad de su cometido, detención, resocialización o rehabilitación; el clima y terreno de su ubicación, su capacidad, espacios de alojamiento, trabajo, educación, recreación, materiales indicados y cuanto se requiera para el control económico y el acierto estructural y funcional de estas edificaciones.

“Art. 44. Deberes de los guardianes. Los miembros del Cuerpo de Custodia y Vigilancia Penitenciaria Nacional tienen los siguientes deberes especiales, además de los que señalen su estatuto y los reglamentos general e interno: (…) b) Cooperar con la Dirección en todo lo que tienda a la resocialización de los reclusos, suministrando los informes que estime conveniente para esta finalidad (…)

“Art. 76. Remisión de documentos. La respectiva cartilla biográfica o prontuario completo, incluyendo el tiempo de trabajo, estudio y enseñanza, calificación de disciplina y estado de salud, deberá remitirse de inmediato a la dirección del establecimiento al que sea trasladado el interno. Igualmente deberá contener la información necesaria para asegurar el proceso de resocialización del interno.

“Art. 79. Obligatoriedad del trabajo. El trabajo en los establecimientos de reclusión es obligatorio para los condenados como medio terapéutico adecuado a los fines de la resocialización. No tendrá carácter aflictivo ni podrá ser aplicado como sanción disciplinaria. Se organizará atendiendo las aptitudes y capacidades de los internos, permitiéndoles dentro de lo posible escoger entre las diferentes opciones existentes en el centro de reclusión. Debe estar previamente reglamentado por la Dirección General del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario. Sus productos serán comercializados.

“Art. 86. Remuneración del trabajo, ambiente adecuado y organización en grupos. El trabajo de los reclusos se remunerará de una manera equitativa. Se llevará a cabo dentro de un ambiente adecuado y observando las normas de seguridad industrial. Los condenados en la fase de mediana seguridad dentro del sistema progresivo podrán trabajar organizados en grupos de labores agrícolas o industriales con empresas o personas de reconocida honorabilidad, siempre que colaboren con la seguridad de los internos y con el espíritu de su resocialización. (…)

“Art. 90. Sociedad de economía mixta "Renacimiento". Autorízase al Gobierno Nacional para constituir una sociedad de economía mixta que adoptará la denominación "Renacimiento", cuyo objeto será la producción y comercialización de bienes y servicios fabricados en los centros de reclusión. El Gobierno Nacional mantendrá más del cincuenta por ciento (50%) del capital accionario. La empresa dedicará parte de sus utilidades a los programas de resocialización y rehabilitación de internos. En los estatutos de la sociedad se determinará la parte de las utilidades que deben invertirse en estos programas.

“Art. 94. Educación. La educación al igual que el trabajo constituye la base fundamental de la resocialización. En las penitenciarías y cárceles de Distrito Judicial habrá centros educativos para el desarrollo de programas de educación permanente, como medio de instrucción o de tratamiento penitenciario, que podrán ir desde la alfabetización hasta programas de instrucción superior. La educación impartida deberá tener en cuenta los métodos pedagógicos propios del sistema penitenciario, el cual enseñará y afirmará en el interno, el conocimiento y respeto de los valores humanos, de las instituciones públicas y sociales, de las leyes y normas de convivencia ciudadana y el desarrollo de su sentido moral. En los demás establecimientos de reclusión, se organizarán actividades educativas y de instrucción, según las capacidades de la planta física y de personal, obteniendo de todos modos, el concurso de las entidades culturales y educativas. Las instituciones de educación superior de carácter oficial prestarán un apoyo especial y celebrarán convenios con las penitenciarías y cárceles de distrito judicial, para que los centros educativos se conviertan en centros regionales de educación superior abierta y a distancia (CREAD), con el fin de ofrecer programas previa autorización del ICFES. Estos programas conducirán al otorgamiento de títulos en educación superior. Los internos analfabetos asistirán obligatoriamente a las horas de instrucción, organizadas para este fin. En las penitenciarías, colonias y cárceles de distrito judicial, se organizarán sendas bibliotecas. Igualmente, en el resto de los centros de reclusión se promoverá y estimulará entre los internos, por los medios más indicados, el ejercicio de la lectura.

“Art. 142. Objetivo. El objetivo del tratamiento penitenciario es preparar al condenado, mediante su resocialización para la vida en libertad.

Art. 143. Tratamiento penitenciario. El tratamiento penitenciario debe realizarse conforme a la dignidad humana y a las necesidades particulares de la personalidad de cada sujeto. Se verifica a través de la educación, la instrucción, el trabajo, la actividad cultural, recreativa y deportiva y las relaciones de familia. Se basará en el estudio científico de la personalidad del interno, será progresivo y programado e individualizado hasta donde sea posible.

“Art. 144. Fases del tratamiento. El sistema del tratamiento progresivo está integrado por las siguientes fases: 1. Observación, diagnóstico y clasificación del interno. 2. Alta seguridad que comprende el período cerrado. 3. Mediana seguridad que comprende el período semiabierto. 4. Mínima seguridad o período abierto. 5. De confianza, que coincidirá con la libertad condicional. Los programas de educación penitenciaria serán obligatorios en las tres primeras fases para todos los internos, sin que esto excluya el trabajo. La sección educativa del INPEC suministrará las pautas para estos programas, teniendo en cuenta que su contenido debe abarcar todas las disciplinas orientadas a la resocialización del interno. Parágrafo. La ejecución del sistema progresivo se hará gradualmente, según las disponibilidades del personal y de la infraestructura de los centros de reclusión.”

En relación con los segundos, establece el Código de la Infancia y la Adolescencia[268]:

“Artículo 140. Finalidad del sistema de responsabilidad penal para adolescentes. En materia de responsabilidad penal para adolescentes tanto el proceso como las medidas que se tomen son de carácter pedagógico, específico y diferenciado respecto del sistema de adultos, conforme a la protección integral. El proceso deberá garantizar la justicia restaurativa, la verdad y la reparación del daño. En caso de conflictos normativos entre las disposiciones de esta ley y otras leyes, así como para todo efecto hermenéutico, las autoridades judiciales deberán siempre privilegiar el interés superior del niño y orientarse por los principios de la protección integral, así como los pedagógicos, específicos y diferenciados que rigen este sistema. Parágrafo. En ningún caso, la protección integral puede servir de excusa para violar los derechos y garantías de los niños, las niñas y los adolescentes."

En relación con los niños, señala el mismo Código:

“Artículo 142. Exclusión de la responsabilidad penal para adolescentes. Sin perjuicio de la responsabilidad civil de los padres o representantes legales, así como la responsabilidad penal consagrada en el numeral 2º del artículo 25 del Código Penal, las personas menores de catorce (14) años, no serán juzgadas ni declaradas responsables penalmente, privadas de libertad, bajo denuncia o sindicación de haber cometido una conducta punible. La persona menor de catorce (14) años deberá ser entregada inmediatamente por la policía de infancia y adolescencia ante la autoridad competente para la verificación de la garantía de sus derechos de acuerdo con lo establecido en esta ley. La policía procederá a su identificación y a la recolección de los datos de la conducta punible. Tampoco serán juzgadas, declaradas penalmente responsables ni sometidas a sanciones penales las personas mayores de catorce (14) y menores de dieciocho (18) años con discapacidad psíquico o mental, pero se les aplicará la respectiva medida de seguridad. Estas situaciones deben probarse debidamente en el proceso, siempre y cuando la conducta punible guarde relación con la discapacidad.”

A pesar de todo ello, hemos señalado que este ámbito es también uno de aquellos que se confían al Obispo:
“manifestando su afán apostólico también a aquellos que, por sus circunstancias, no pueden obtener suficientemente los frutos de la cura pastoral ordinaria, así como a quienes se hayan apartado de la práctica de la religión”.

De ahí la necesidad de implementar en sus agentes, ojalá de manera suficiente y cualificada, una “pastoral carcelaria” o “penitenciaria” propia o diferenciada para adultos y para jóvenes[269]. En efecto, también en este terreno es necesario tener en cuenta que “el fin no justifica todos los medios”, principio moral que aplica también en el caso presente, ya que, como advertía en su momento la enc. Evangelium vitae – al considerar y compartir la aversión creciente de la “opinión pública” hacia medidas extremas punitivas como la pena de muerte para delitos gravísimos, aún hoy existente y aceptada legalmente en diversos países – esta no puede seguir siendo apreciada

“(…) como instrumento de «legítima defensa» social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse[270].”




Continúa en https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_16.html

Índice analítico

Bibliografía

https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_13.html









Notas de pie de página


[155] (Bioquímica del amor, pág. 120)

[156] Por su misma historia, la Psicología y la Psiquiatría moderna, sobre todo a partir de finales del s. XIX y durante el s. XX ha estado muy vinculada con la sexualidad, particularmente con las problemáticas de esta índole, y de modo especial gracias a la investigación desarrollada por Sigmund Freud y las escuelas que se crearon para proseguir sus estudios o, eventualmente, para reorientarlos o, aún, para controvertirlos.

Es así como hoy en día los psicólogos consideran que conforman un verdadero mosaico de tendencias, especialidades y subespecialidades. De una muestra aleatoria de 250 psicólogas y psicólogos pertenecientes a la organización Buencoco de Madrid (España) (cf. consulta del 10 de febrero de 2024, en: https://www.buencoco.es/psicologos?a2d36391_page=1) encontramos representadas las siguientes “autopercepciones” – y probablemente no agotan toda la gama de tendencias existentes –:


Orientación académica y profesional

Número

%

Orientación cognitivo-conductual

127

50,8

Orientación integradora/integrativa

26

10,4

Orientación sistémica-relacional

22

8,8

Orientación psicoanalítica

15

6,0

Orientación contextual o de tercera generación

10

4,0

Orientación psicodinámica

9

3,6

Orientación Gestalt

7

2,8

Orientación contextual

6

2,4

Orientación humanista integrativa/integradora

5

2,0

Orientación breve-estratégica

3

1,2

Orientación cognitivo-construccionista

3

1,2

Orientación Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR)

2

0,8

Orientación sistémica

2

0,8

Orientación psicoanálisis multifamiliar

1

0,4

Orientación Mindfulness

1

0,4

Orientación trastornos de la conducta alimentaria

1

0,4

Orientación sistémica socio-constructivista

1

0,4

Orientación constructivista contextual y psicoanalítica

1

0,4

Orientación integrativa relacional

1

0,4

Orientación holística

1

0,4

Orientación humanista

1

0,4

Orientación general sanitaria y forense

1

0,4

Orientación humanista conductual

1

0,4

Orientación apego y trauma

1

0,4

Orientación análisis transaccional

1

0,4

Orientación psicoterapia integradora

1

0,4



Tabla 23 Muestra aleatoria de 250 psicólogas y psicólogos 
pertenecientes a la organización Buencoco de Madrid (España)


En el tiempo actual muchos profesionales se inclinan por la denominada “Terapia Cognitivo-Conductual (TCC)” porque aúna resultados previos exitosos. Se escribe al respecto en ABC Color: “Albert Ellis (1913-2007) y Aaron Beck (1921-2021) son conocidos por sus contribuciones fundamentales en el desarrollo de la TCC. En el modelo de Ellis, la terapia racional emotiva conductual (REBT) pone énfasis en cómo las creencias afectan las emociones y comportamientos. Mientras que la terapia cognitiva de Beck se enfoca en identificar y cambiar pensamientos distorsionados para mejorar estados emocionales y conductuales. La TCC es actualmente una de las formas más efectivas y ampliamente utilizadas en psicoterapia, aplicable a una variedad de trastornos como la depresión, ansiedad, trastornos de la alimentación, y más. Su enfoque estructurado y basado en evidencia ha permitido su adaptación y evolución continua”: “La evolución de la psicología en las últimas décadas: de Freud a la terapia cognitivo-conductual”, 17 de mayo de 2024 (consulta del 21 de mayo de 2024) en: https://www.abc.com.py/nacionales/2024/05/17/la-evolucion-de-la-psicologia-en-las-ultimas-decadas-de-freud-a-la-terapia-cognitivo-conductual/

[157] Seguimos algunos puntos de (Blatt).

[158] Acudo, entre otros, a los textos de (Martín Cabré, 2024) y (Fundación Belén, 2024).

La consideración de tipo conductista sobre este tipo de problemas (“parafilias” y “perversiones sexuales”) difiere en varios puntos de la psicoanalítica. Así, leemos: “Inicialmente los conductistas nunca se preocuparon de distinguir entre lo normal y lo anormal, por tal razón es difícil hablar de un modelo clínico conductual. Las distinciones realizadas se debieron más bien a criterios sociales subjetivos o era la persona que se autodefinía como anormal. Desde un principio usaron la terminología psiquiátrica, pero al percatarse de la carga teórica que implicaba, terminaron oponiéndose a todo diagnóstico categórico, postulando que todo tipo de conducta podía ubicarse en un continuo. Algunos autores plantearon que la conducta neurótica consistía en hábitos desadaptativos adquiridos mediante el proceso de aprendizaje. Por condicionamiento clásico y por condicionamiento operante podrían producirse conductas anómalas o neuróticas (…) La adquisición de la conducta es por influencia del impulso sexual que, al mantenerse en el tiempo, pierde el carácter sexual y toma matiz compulsivo”. Véase este texto en: (Aguayo Mesías, Ivonne - Sepúlveda, Patricia, 2024).

[159] La notación la hizo S. Freud en La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung 1900), capítulo 5.

[160] Como se ve, aun siendo sumamente importante el componente económico, no consiste en él la “madurez” (humana), que es un concepto sumamente complejo y, por lo mismo, no sólo difícil de alcanzar a plenitud, sino que consiste en un proceso (y subprocesos) que dura toda la vida (inclusive con sus progresos y con sus involuciones). Además, los pueblos poseen sus propias “culturas” y tradiciones al respecto.

No consiste, como parecen considerar algunos, en tener una determinada edad – 25, 21 o 18 años, o 15 o 16 como proponen algunos – para hacerlo equivalente a la “mayoría de edad” que se requiere para ejercer los derechos propios de la ciudadanía civil (v. gr. poder votar y ser elegido, u obtener el permiso para manejar un carro), y entonces, como por encanto, la persona queda constituida en “madura”.

Por eso mismo, tampoco se puede hablar, en los mismos términos “absolutos”, y, como por “decreto”, de que una persona pueda ser denominada “madura” a pesar de que se ubica en uno de dos extremos: en uno, el de quien sigue siendo dependiente de sus padres en la vida diaria, en lo económico y en lo emocional; o en el otro, el de alguien que fue (prácticamente) “echado” de su casa porque llegó a una determinada edad o porque cumplió un ciclo determinado de su educación básica, como si se pudieran identificar “independencia” (o mejor, “no-dependencia económica/educativa de los padres”) y “madurez”. ¡Y las películas y series televisivas sí que nos traen ejemplos de una y otra situación!

Sobre el estado de la cuestión (y una propuesta para atenderla) puede verse (Martín Badia, 35 2021 ).

[161] Confirman este hecho diversos estudios médicos. Cf. v. gr. (Valoración de la maduración biológica: usos y aplicaciones en el ámbito escolar); y el art. de (Díaz, 2024).

[162] Cf. (Trastorno de exhibicionismo); (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. DSM-5).

[163] Se trata de la amalgama y de la interacción que se produce entre factores diversos: las preocupaciones laborales, del hogar y del momento y lugar en que habitamos; las citas y reuniones de trabajo y de la vida social; las personas con quienes tratamos (esposo/a, compañero/a (s), superiores y dependientes, etc.); los compromisos que hemos asumido y los que están por ser asumidos; etc., que expresan, y al mismo tiempo producen en las personas y grupos, un “ajetreo”, un vórtice, un afán, una velocidad, una necesidad de efectividad e inmediatez, etc.

Algunos autores e instituciones han llegado a afirmar que, a causa de las diversas formas de estrés (adolescente, femenino, masculino, laboral, conflictos de pareja, rupturas amorosas, etc.) se producen hoy en día hasta un 0,00009% de los suicidios anuales dentro del total de la población mundial, equivalente a 703.000 personas por año, un suicidio cada cuarenta segundos. Así mismo, sin que lleguen al suicidio, se estima que las personas que llegan a tener “ideas suicidas” e “intentos suicidas”, y que, por lo mismo, se encuentran en condiciones de “riesgo” de este tipo, pueden llegar a ser el 0,00174% de la población mundial, esto es, veinte veces más que los suicidios consumados. En las Américas las cifras van por el orden de los 98.000 suicidios cada año, de los cuales los de los varones ocupan el 79%, es decir, tres veces superior al de las mujeres. Para el caso colombiano se habla de 8.036 casos de suicidio por año (2017), 0,065% de la población, y de un incremento hasta de un 52,4 anual (2017) por 100.000 habitantes, de los casos de intentos de suicidio, equivalente a 27.292 personas. Las edades predominantes se encuentran entre los 15 a los 19 años, y entre los 20 a los 24 años. Cf. (Conducta suicida).

[164] Entre muchos autores que han comentado el punto, cf. (Wasserman, Creer mentiras) “La mentira es tentadora, se difunde eficientemente por redes y contactos sociales”, dice.

[165] “Condición del neurodesarrollo que implica dificultades en la atención focalizada, por lo cual, aprenden de una manera muy distinta, el lenguaje les cuesta un poquito más, hablan mucho, a veces muy rápido o se les olvidan palabras, de alguna manera tienen ciertos descuidos a causa de esto, les cuesta mucho escuchar a los demás”: (¿Qué es el TDAH y qué implica para las personas con esta condición?)

[166] (Prevención del suicidio)

[167] (Sí, el estrés también afecta a tus relaciones sexuales)

[168] (¿Cómo el estrés afecta a tu vida sexual?)

[169] Caracterizado como “un temor intenso y persistente a ser observado y juzgado por los demás”, el cual puede “llegar a afectar el trabajo, la escuela y otras actividades diarias, e, incluso, puede dificultar hacer nuevos amigos y conservarlos” (Trastorno de ansiedad social: Más allá de la simple timidez).

[170] En los animales, “la OT (oxitocina) al ser liberada desde el NPV ha tenido un rol en diferentes comportamientos sociales como: (a) el reconocimiento social – la OT facilita el reconocimiento de un conespecífico (concepto que se emplea para “nombrar la relación consistente en la pertenencia a una misma especie. Cuando dos o más individuos, poblaciones o taxones pertenecen a la misma especie son conespecíficos”) para el establecimiento de una interacción social ( Bielsky & Young, 2004; Ferguson, Aldag, Insel, & Young, 2001) tanto en humanos como en otros animales-; (b) el emparejamiento – la OT facilita la conformación y mantenimiento de una pareja estable (Young, Gobrogge, Liu, & Wang, 2011; Wang & Aragona, 2004) porque permite mayor confianza y empatía entre las parejas, no solo facilitando la reproducción sino factores que permitan la prolongación de la especie, (Neumann, 2009) como por ejemplo el cuidado parental, la protección contra depredadores y la adaptación a cambios ambientales –; (c) la conducta materna – la OT facilita conductas relacionadas al comportamiento materno (Leng, Meddle, & Douglas, 2008) como por ejemplo la construcción del nido, la lactancia, la limpieza de las crías y la defensa ante un ataque a las crías –; (d) la agresión – frente a este comportamiento los hallazgos no han sido claros –: en los estudios de Neumann (2007); Bosch et al. (2005); Engelmann, Ebner, Landgraf, Holsboer, y Wotjak (1999) y Ferris et al. (1992) se concluyó que la OT facilita el comportamiento agresivo; mientras que Consiglio, Borsoi, Pereira, y Lucion (2005) reportaron que la OT inhibía el comportamiento agresivo. En el estudio reciente de Litvin et al. (2011) donde ratones fueron sometidos a derrota social crónica, se encontraron mayores niveles de ARNm para OTR en estructuras que son inervadas por neuronas oxitocinérgicas. Los resultados contradictorios frente al comportamiento agresivo y la OT de los estudios anteriores, podrían estar relacionado en mayor medida a las respuestas de estrés frente a estresores sociales que a la agresión por sí misma, lo que indica que posiblemente otros factores asociados a la liberación de OT están relacionados con el encuentro agresivo, como por ejemplo la expresión de receptores serotoninérgicos 5-HT1A”. Los investigadores son prudentes al estimar la necesidad de nuevos estudios particulares en la materia, por eso condicionan sus conclusiones en los siguientes aspectos: “(1) el estrés social crónico tiene efectos tanto a nivel comportamental como a nivel neurofisiológico; (2) los animales expuestos a estrés social crónico tienden a tener menor interacción social que los animales que no fueron expuestos a estrés social crónico; (3) los animales expuestos a estrés social crónico expresaron menor cantidad de receptores serotoninérgicos 5-HT1A en el NPV del hipotálamo y (4) los animales con baja interacción social expresaron pocos receptores serotoninérgicos 5-HT1A en el NPV del hipotálamo; sugiriendo así poca liberación de OT” (Florez Acevedo, 2024, págs. 45-46; 47-48). Se ha de recordar que “El síndrome serotoninérgico es una afección potencialmente mortal que se produce por una actividad aumentada del sistema nervioso central que suele estar relacionada con fármacos. Los síntomas pueden incluir cambios en el estado mental, hipertermia e hiperactividad autonómica y neuromuscular.” Cf. (Síndrome de la serotonina, 2024).

[171] “Desde el punto de vista psicológico, la agresividad se considera un componente de la conducta humana encaminado a satisfacer necesidades vitales; está orientada a la conservación del individuo o de la especie, y tendría un fin adaptativo. La violencia carece de este sentido adaptativo y su fin es producir daño (“obtener control y poder”). (…) La agresividad estaría ligada a comportamientos innatos y la violencia respondería más a influencias ambientales y educativas. En la práctica, ambas se encuentran muy ligadas y es difícil hacer esta separación, que es más académica que real, por tratarse de conductas complejas. Se describen dos tipos de agresiones: impulsiva (reactiva, inmediata, «en caliente») y premeditada (planificada, «a sangre fría»). La agresividad y la violencia son causa de numerosas formas de conductas antisociales, que existen desde el principio de la humanidad. Los esfuerzos por conocer las causas de la agresividad-violencia son cada vez mayores. Se sabe que una parte de esas conductas se aprenden en las etapas iniciales de la vida. Su prevención es tarea de todos.” (Rodríguez Molinero, L. - Imaz Roncero, C., 2024).

[172] Sobre los problemas asociados con la alimentación y con la nutrición así se refiere la Mayo Clinic en su publicación médica: “Los trastornos alimentarios son enfermedades graves que afectan tanto la salud física como la mental. Estas afecciones incluyen problemas en la forma de pensar sobre la comida, la alimentación, el peso y la figura, así como en los comportamientos alimentarios. Estos síntomas pueden afectar tu salud, tus emociones y tu capacidad para desenvolverte en ámbitos importantes de la vida.

Si no se tratan de manera eficaz, los trastornos alimentarios pueden convertirse en problemas crónicos y, en algunos casos, pueden causar la muerte. Los trastornos alimentarios más frecuentes son la anorexia, la bulimia y el trastorno alimentario compulsivo. La mayoría de los trastornos alimentarios implica centrarse demasiado en el peso, la forma del cuerpo y la comida. Esto puede derivar en comportamientos alimentarios peligrosos. Estos comportamientos pueden afectar gravemente la capacidad de obtener la nutrición que el cuerpo necesita. Los trastornos alimentarios pueden dañar el corazón, el aparato digestivo, los huesos, los dientes y la boca. Pueden llevar a otras enfermedades. También están relacionados con la depresión, la ansiedad, las autolesiones y los pensamientos y comportamientos suicidas. Con el tratamiento adecuado, puedes volver a tener hábitos alimentarios más saludables y aprender formas más sanas de pensar sobre la comida y el cuerpo. También puedes revertir o reducir los problemas graves causados por el trastorno alimentario. (…)” (Trastornos de la alimentación, 2024)

[173] Aunque ya lo hemos citado, cf. al respecto (Tamayo Gaviria, 2024), el breve apunte sobre el “control de esfínteres” al comienzo de este texto y el comentario que haremos más adelante sobre el “control”, el “dominio de sí”, la “madurez”, y el “empoderamiento”.

De otra parte, así mismo, como hemos tenido ocasión de examinarlo en otro momento en este texto, concordamos con Iván A. Pinedo y Jaime Yáñez, en la precisa lectura que hacen a propósito de las “pasiones” y de su relación con la “razón”, durante la Edad Media. Situación que en ciertos círculos perdura aún hasta el presente al no haberse superado del todo la vieja idea helenista de considerar a las pasiones lejanas, más aún, contradictorias, de la razón, como propias de la “corporalidad”.

El término “emoción” es relativamente reciente, del s. XIX, se les atribuye conjuntamente a Ch. Darwin y a Th. Brown, naturalista el primero, médico el segundo, y a partir de ellos se lo empleó por personajes de diferentes disciplinas. El concepto de “pasión”, por el contrario, provenía de la filosofía griega y fue asumido en particular por el estoicismo, cuyo emparentamiento con círculos cristianos fue frecuente durante la época de los Padres de la Iglesia. Pero, en términos generales, las pasiones eran reprobadas pues demostraban la debilidad humana, conducían a las personas a vivir sólo el momento presente, pasajero, y eran contrarias, entonces, a la virtud y a la reverencia a Dios. La solución se encontraba en lograr el “equilibrio” mediante la “mortificación de los sentidos” y de las “pasiones” (santos Gregorio Nacianceno y Basilio Magno), que el espíritu maligno pone en los hombres para que caigan en excesos, violencias y demás inmoralidades (Tertuliano).

La pasión, en fin, se terminará afirmando hacia el comienzo de la Edad Media, consiste en el pecado: “glotonería, avaricia, pereza, lujuria, envidia, ira y orgullo, todos emociones o poseedores de una cualidad emocional que los identifica. Evidentemente se trata de estados del ánimo o sentimientos turbios que rompen la relación con Dios”.

La medicina de la época no era lejana de esta concepción, pues hasta “Nemesio de Emesa (c. a. 390), influenciado por Galeno, escribió un texto “sobre la naturaleza humana” en el cual consideraba las emociones como un movimiento que se daba en el sistema del humor y el espíritu (pneuma). Según esto, el órgano de la facultad apetitiva era el hígado y el de la facultad espiritual el corazón. Como en otras doctrinas sobre las emociones, Nemesio postulaba que las emociones ocurrían como producto de una representación activa de un objeto evaluado desde un sentimiento de placer o desagrado y que genera un movimiento de los órganos emocionales”.

San Agustín, por su parte, sin entrar en detalles, consideró las pasiones “perturbaciones del alma”, pero aportó elementos muy significativos: “lo más interesante no es saber si existe la ira, sino por qué alguien se enoja; ni por qué está triste, sino de dónde proviene su tristeza; ni si tiene miedo, sino más bien qué es aquello a lo que teme. (…) Ahora bien, Agustín considera que las pasiones nada tienen de reprensible, sino que es propio de la flaqueza e inconstancia de la vida el experimentar afectos y pasiones incluso en medio de los ejercicios virtuosos. (…) Sobre la ira, dice el santo, es el apetito de venganza o movimiento del alma que incita a aplicar el castigo. Por sus características, se torna desordenada y turba la razón, lo que fácilmente conduce al odio. Como otras pasiones es natural y obra del Creador, pero sus excesos deben ser reprimidos por la razón”.

Para santo Tomás de Aquino, el enfoque es distinto: “Para el aquinate, las pasiones son actos del apetito sensitivo comunes al hombre y al animal. Pero estos actos participan de la moralidad en cuanto son regulados por la recta razón, o en diferentes situaciones puede que no sean reprimidos por esta, como sería conveniente. En la visión de santo Tomás, la voluntad puede ejercer un dominio efectivo sobre las pasiones. A diferencia de los animales que ante la actividad concupiscible e irascible reaccionan inmediatamente por ejemplo la huida veloz por el miedo a un depredador, el hombre no necesariamente se mueve automáticamente frente a los impulsos del apetito irascible y concupiscible (obrar por pasión), sino que puede esperar la intervención de la voluntad que, a su vez, está dominada por la parte superior de la razón (juicio racional). La voluntad, por tanto, debe moderar las pasiones sirviéndose de virtudes como la fortaleza y la prudencia, pero también puede aprovechar las emociones para estimular otro tipo de virtudes significativas para el creyente. (…) Para santo Tomás, todas las pasiones son afecciones que involucran a la mente y al cuerpo, lo cual indica cómo las pasiones no solo implican determinados estados mentales o psíquicos, sino también cambios corporales como sudoración, enrojecimiento, aceleración en la respiración, etc. Según el aquinate, las pasiones no son estados previamente elegidos, no son elecciones libres del individuo, sino reacciones automáticas de los apetitos sensitivos frente a lo que es registrado o representado como un bien o un mal”.

Así, pues, se ha de tener en cuenta que “en el mundo contemporáneo las teorías del psicoanálisis y de la etología de Lorenz y Tinbergen, igualmente refieren a unos impulsos que se originan en un cuerpo que sólo obedece a intereses egoístas y reacciona por unas tendencias naturales que vinculan al ser humano con una naturaleza salvaje que solo la razón habrá de domeñar. Obviamente, en estas teorías aparecen las oposiciones y diferencias entre autores sobre si esas emociones o impulsos habrían de entenderse en términos negativos o positivos y sobre cómo se deben clasificar estas expresiones emocionales. Independientemente de los extensos debates que encontramos en estas teorías sobre la naturaleza emocional y sobre el papel de la razón en su control, es claro que estas posturas representan las expresiones más recientes de unas propuestas que se originaron hace muchos siglos”: (Pinedo Cantillo, Iván Alfonso - Yáñez Canal, Jaime).

A manera de ilustración de este punto, en un contexto similar, quiero referir dos casos nacionales entre muchos, lamentables todos, por cierto, en el que adolescentes o jóvenes incurren en conductas intempestivas e incontroladas – “conductas de riesgo”, las denominan los expertos –, pero de consecuencias negativas para las personas y los entornos en las que ocurren. El primero de ellos – aunque, en realidad, vistas las estadísticas, no son adolescentes la mayoría de los que incurren en un comportamiento similar – corresponde a uno que hiere de muerte a su condiscípulo por un motivo que él, en ese momento, estimó desde su perspectiva, tremendamente ofensivo (y lo “sacó de casillas”): que no lo hubieran tenido en cuenta para la elaboración y la presentación de un trabajo académico: véanse las crónicas en (consulta del 13 de marzo de 2024): (Menor de edad asesinó con arma blanca a compañero de colegio por no incluirlo en tarea); (Investigan asesinato de niño que apuñaló a su compañero de colegio porque le 'caía mal'). El segundo caso se refiere a la “sinergia” que se produce – y al avasallador efecto que ello tiene sobre los propios individuos – cuando se opera “en grupo” (o como “banda” o “pandilla”, “barra” u otros sinónimos locales, muchas veces armada), sea porque “se perdió”, sea porque “se ganó”, sea “porque sí” (“se presentó la ocasión”, p. ej.). Véase, v. gr., entre muchísimos casos: (Gamines disfrazados de hinchas de Millonarios 'provocaron' destrozos). Una descripción del fenómeno y un estudio de este han sido efectuados por innumerables profesionales, quienes han señalado, por ejemplo: “La adolescencia es una etapa en la que se producen grandes cambios en el desarrollo emocional, físico, mental y social, los cuales provocan desorientación y ambivalencia en la búsqueda del equilibrio personal y social. En ocasiones, la ayuda de un psicólogo puede facilitar la comprensión y adquisición de dichos cambios”: (Mensalus - Escura, Alejandra - Garibaldi, Mireia, 2024).

[174] (Simon SDB, 1966 1978 ampl. 1981, pág. 37)

[175] Las concepciones acerca de lo que es un “hábito” ciertamente difieren, parcial o totalmente, entre autores y escuelas. P. ej., esto es lo que escriben en su página electrónica miembros de Center Psicología Clínica: “Se define como hábito cualquier conducta o comportamiento que se repite de un modo regular y que no supone un esfuerzo. Todo aquello que comenzamos a realizar, al inicio, nos supone cierto esfuerzo, ya sea mental o físico. Sin embargo, conforme repetimos la conducta, este esfuerzo tiende a rebajarse y solemos realizarla de un modo automático. Los hábitos creados permiten que se libere espacio en el cerebro, lo cual implica que este trabaje de un modo más efectivo. Conforme repetimos una conducta y la convertimos en un hábito, nuestro cerebro aprende a realizarlo de forma automática, y esto permite que no suponga tanto esfuerzo. Por ejemplo, intentemos recordar el momento en el que aprendimos a caminar en bicicleta. Al inicio seguramente nos cayésemos, o nos cansásemos más o tendríamos que estar concentrados en la tarea. Sin embargo, conforme se repite y se aprende lo que hacer, el esfuerzo, tanto físico como mental, disminuye y somos capaces de caminar en bicicleta de un modo automático” (Cómo crear un hábito: claves para formarlo y mantenerlo).

Asunto de primerísimo orden, tanto desde el punto de vista de los individuos como de la sociedad, es el de las “adicciones” (de múltiples cosas). Sumamente importante, aunque difícil, es distinguir entre un “hábito” y una “adicción” o “costumbre adictiva”, sobre todo en la práctica. Como se aprecia, el concepto “hábito” es muy extenso, pues incluye en él todo género de conductas repetidas y, como señalamos, ellas son fruto “de decisiones conscientes e inteligentes”, es decir, nos estamos refiriendo, en principio, a los “buenos hábitos” que facilitan el “buen obrar”. Pero puede ocurrir que no suceda así, es decir, que se abandone el propósito original del hábito, y se convierta él entonces en repeticiones vacías, carentes de contenido y, sobre todo, de sentido humano, en meros formulismos.

Pero puede ocurrir también, y ello ocurre quizás con demasiada frecuencia, en el caso de las “adicciones”, cuando alguno “se habitúa al consumo de productos determinados, en especial de drogas” o “a la práctica de conductas peligrosas” que “afectan su salud” y su “equilibrio psíquico”, a partir de los cuales “ya no puede prescindir o le resulta muy difícil hacerlo” debido a la creación o la instauración en él de “razones (factores) de dependencia fisiológica o psicológica”. Como se puede observar, lo que caracteriza a una “adicción” es la peligrosidad o perjuicio que tiene o puede llegar a tener desde el punto de vista de la salud de las personas. Sumamente importantes en la adquisición de una “adicción” son los “contextos” en los que ella se produjo, es decir, las circunstancias o entornos que la rodearon y la propiciaron o, al menos, la permitieron.

Si bien en algunos “diccionarios” de Psicología no se dedica un espacio propio para tratar sobre la “adicción”, sí se la menciona al escribir sobre algún otro tema, sobre todo el de la “droga”. Otros, en cambio, sí lo hacen, cf. p. ej. (Ander-Egg, 2024); (Consuegra Anaya, 2024). Algunos especialistas acentúan en la adquisición de las “adicciones” la existencia de una cierta predisposición, incluso genética, hacia ella; otros, la tolerancia individual a cada una de esas causas originadoras de la “adicción”, sobre todo cuando se trata de “drogas”. También algunos autores señalan que, por lo general, cuando una persona es verdaderamente “adicta” a una de estas “drogas” ya no podrá volver a un consumo “moderado” de esta, inclusive así haya pasado por un período de sobriedad.

Valga la ocasión para reiterar en este contexto lo que ya hemos señalado sobre la “adicción al sexo”, asunto tratado como una verdadera patología por muchos especialistas en la materia, bajo la denominación de los “comportamientos compulsivos” y, más específicamente, como “trastorno de hipersexualidad”. En el fondo, las personas que lo experimentan sufren mucho: su “profunda concentración en fantasías, impulsos o conductas sexuales” se vuelve incontrolable y afecta también “su salud, su trabajo, las relaciones interpersonales” y otros diversos campos de la vida. Su tratamiento “de control”, señalan estos especialistas, es posible. Cf. (Conducta sexual compulsiva, 2024).

[176] La tradición de Occidente lo denomina “la felicidad, ya sea como sabiduría, tranquilidad o paz espiritual”.

[177] Más que en la tradición del Derecho romano, donde se la encuentra también como “compos animi” y, aún más frecuentemente, como “sui iuris”, la noción de “compos sui” (o “sui compos”) se ha desarrollado en la literatura y, sobre todo, en el Derecho canónico. Así lo encontramos, p. ej.: “Sui compos (occasionally used as compos sui, but sui compos is the original), a Latin legal term describing a person who is deemed legally competent. The opposite is non sui compos. The expression sui compos was used in Roman Law and typically continues to be used in legal systems derived from it (e.g., Canon Law as well as legal systems of many, though not all, European countries). The exact definition of who is sui compos and who is non sui compos depends of the legal system, but usually two factors are involved: To be sui compos one has to be of a certain age, and one has to be sanae mentis, i.e., mentally sane. The age is somewhat arbitrary (in that it is the same for everyone). It is not the same as the age of adulthood but is typically much earlier. For example, according to Canon 97 of Code of Canon Law, before the completion of the age of 7 a minor is called an infant and is deemed non sui compos. Once the minor completes the seventh year, he is presumed to have the use of reason, and, thus, is sui compos”: (Everything2, 2024).

De hecho, en la jurisprudencia rotal se la encuentra asociada, p. ej., con el examen que se ha de hacer de las pruebas en un proceso que versa, precisamente, sobre los ord. 2 y 3 del c. 1095 sobre las incapacidades consensuales del matrimonio (La formación y valoración de la prueba testimonial en el proceso canónico de nulidad matrimonial, pág. 606).

[178] (Simon SDB, 1966 1978 ampl. 1981, pág. 38)

[179] (Francisco) decía: “el camino de formación al presbiterado es también una obra de construcción. No hay que cometer nunca el error de sentir que se ha llegado, de considerarse preparados para los desafíos. La formación sacerdotal es una obra de construcción en la que cada uno de ustedes está llamado a jugarse en la verdad, a dejar que Dios construya su obra a lo largo de los años. Por tanto, no tengan miedo de dejar que el Señor actúe en su vida; como en una obra de construcción, el Espíritu vendrá primero a demoler aquellos aspectos, aquellas convicciones, aquel estilo e incluso aquellas ideas incoherentes sobre la fe y el ministerio que les impiden crecer según el Evangelio; luego, el mismo Espíritu, después de haber limpiado las falsedades interiores, les dará un corazón nuevo, edificará su vida según el estilo de Jesús, hará que se conviertan en nuevas criaturas y discípulos misioneros. Hará madurar su entusiasmo a través de la cruz, como hizo con los Apóstoles. Pero no tengan miedo: ciertamente puede ser un trabajo fatigoso, pero si permanecen dóciles y verdaderos, disponibles a la acción del Espíritu sin ponerse rígidos ni defenderse, descubrirán la ternura del Señor dentro de sus fragilidades y en la pura alegría del servicio. En esta obra de construcción que es su formación, caven hondo, "haciendo la verdad" en ustedes con sinceridad, cultivando la vida interior, meditando la Palabra, profundizando en el estudio de las cuestiones de nuestro tiempo y de las cuestiones teológicas y pastorales. Y permítanme recomendarles una cosa: trabajen la madurez afectiva y humana. ¡Sin ella no se va a ninguna parte!

Por último, la estructura del Seminario en sí es como una gran obra en construcción. Y no me refiero, obviamente, al área de la construcción. En la formación sacerdotal está en marcha un proceso que incluye nuevas preguntas y adquisiciones: los itinerarios formativos están sufriendo muchas transformaciones, a la escucha de los desafíos que le esperan al ministerio sacerdotal y que requieren compromiso, pasión y sana creatividad por parte de todos. Se están experimentando nuevas experiencias pastorales y misioneras, con la intención de favorecer la inserción gradual en la futura vida ministerial; se están previendo interrupciones en el itinerario para favorecer la maduración individual. Es bueno acoger y examinar estas novedades, viviéndolas como oportunidades de gracia y de servicio, captando en ellas la presencia de Dios.”

[180] (Ricœur, 1950, págs. 276-283)

[181] “Quando homo de virtute in vitium transit, fit quasi alius, eo quod quasi in aliam naturam transit”. El texto completo de la cita del doctor angélico se enmarca en el contexto de aquello que puede denominarse como “natural”, esto es, el doble significado que posee el concepto, y en cómo dentro de dicha noción cabe, por lo tanto, lo relacionado con las “pasiones” (concupiscencia, ira…) y con los “hábitos”: “Ad primum ergo dicendum, quod aliquid dicitur naturale dupliciter. Uno modo cuius principium sufficiens habetur ex quo de necessitate illud consequitur, nisi aliquid impediat; sicut terrae est naturale moveri deorsum; et de hoc intelligit philosophus, quod nihil quod est contra naturam, est perpetuum. Alio modo dicitur aliquid alicui naturale, quia habet naturalem inclinationem in illud, quamvis in se non habeat sufficiens illius principium ex quo necessario consequatur; sicut mulieri dicitur naturale concipere filium, quod tamen non potest nisi semine maris suscepto. Id autem quod est contra hoc naturale, nihil prohibet esse perpetuum; sicut quod aliqua mulier perpetuo absque prole remaneret. Hoc autem modo libero arbitrio est naturale tendere in bonum; et contra naturam, peccare. Unde ratio non sequitur. Vel dicendum, quod quamvis menti rationali secundum suam institutionem consideratae peccatum sit contra naturam, tamen secundum quod adhaesit peccato effectum est ei quasi naturale, ut Augustinus dicit in Lib. de perfectione iustitiae. Philosophus dicit tamen, IX Ethicorum, quod quando homo de virtute in vitium transit, fit quasi alius, eo quod quasi in aliam naturam transit”: “A lo primero hay que decir que algo se dice natural doblemente: de un modo, cuando se tiene el principio suficiente del cual eso se sigue por necesidad, a menos que algo lo impida, como es natural para la tierra moverse hacia abajo. Y de esto entiende el Filósofo (Aristóteles, De caelo et mundo, 1. L cap. 4 (BK 269 b 4)) que nada que es contra la naturaleza es perpetuo. De otro modo, se dice que una cosa es natural a otra porque tiene una inclinación natural hacia aquélla, aunque en sí no tenga un principio suficiente del cual eso se siga necesariamente. Como se dice natural a la mujer concebir un hijo, que, con todo, no puede sino tras haber recibido el semen del marido. Pero eso que es contra este tipo de ser natural, nada prohíbe que sea perpetuo, como el que alguna mujer permaneciera de modo perpetuo sin prole. Sin embargo, de este modo es natural al libre albedrío tender hacia el bien, y el pecar es contra naturaleza, por lo que no se sigue la conclusión. O hay que decir que, aunque el pecado sea contra la naturaleza de la mente racional considerada según su institución, con todo, según que ya se adhirió al pecado, este efecto le es como natural, como dice Agustín en el libro Sobre la perfección de la justicia (San Agustín, De perfectione iustitiae, cap. 2 (PL 44,294). También dice el Filósofo en el libro IX de la Ética (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1. IX, a. 4 (BK 1166 a 20)) que cuando el nombre pasa de la virtud al vicio se hace como otro, por el hecho de que pasa como a otra naturaleza. (Tomás de Aquino OP (santo), 2024, pág. q. 24 a. 10 ad 1)”.

[181 bis] Categórica crítica y denuncia, por este motivo, fue hecha por parte de la revista que lleva el nombre de la banda inglesa de rock  The Rolling Stones a una composición colombiana que alcanzó en menos de 24 horas cinco millones de vistas, según cuentan las noticias. Puede verse la nota de prensa: Editor de El Colombiano: " Fuerte crítica de Rolling Stone a la canción ‘+57’: “es una apología a la sexualización de menores”, 9 de noviembre de 2024, consultada en la misma fecha, en: https://www.elcolombiano.com/entretenimiento/57-rolling-stone-critica-la-cancion-por-ser-apologia-a-sexualizacion-menores-NN25826748 

[182] https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-02/papa-francisco-rezo-mariano-angelus-tentaciones-jesus.html

[183] Afirmábamos en la introducción de esta obra que las personas pueden sufrir diversos traumas (físicos o emocionales) durante su vida, y que, particularmente aquellos experimentados durante la adolescencia, podrían tener efectos duraderos.

Podemos afirmar, aún más: en particular aquellos emocionales – verdaderas “heridas” – pueden ocurrir durante la infancia, como fruto o efecto de una “emoción, de una impresión negativa, fuerte y duradera”. Ellos se mantienen en el inconsciente de la persona, y esta, al llegar a la edad adulta, los reflejan en actitudes denominadas por algunos autores como “máscaras”, y describen al menos cinco de ellas.

La “máscara de la retirada” se expresa en el deseo de alejarse de los demás, “porque la persona no se siente digna de amar ni de ser amada”. Tiene su origen en una “herida de rechazo”, cuando los familiares del niño o de la niña, o una figura de autoridad, no lo aceptaron.

La “máscara de la dependencia” hace que una persona, contrariamente a la anterior, se “aferre emocionalmente a cualquiera que le muestre un mínimo de atención”. La “herida del abandono” tiene su origen en la experiencia que, de niños, alguna persona “sintió de falta o de carencia de amor, de compañía y protección, de apoyo o de cuidado”.

Otras personas pueden expresar una “máscara masoquista”, consistente en una “autocensura constante y la anteposición de los deseos de otros sobre los suyos”. Tienen su historia en una “herida de humillación”, provocada por los padres, familiares o cuidadores que se avergonzaban del menor (ante una falta, ante una acción considerada deshonrosa, o por timidez).

La “máscara del controlador” es la manifestación de personas “de carácter fuerte, dominante y posesivo”. Se atribuye a experiencias de la infancia que causaron “heridas de traición”, cuando los padres les “hicieron a sus hijos permanentes promesas que nunca les cumplieron”.

La última máscara tiene su raíz en la herida de “la injusticia”, ocasionada por padres y tutores que eran demasiado sobreprotectores, pero al tiempo muy exigentes: se trata de la “máscara de la rigidez”, que se expresa en actitudes “obsesivas, inflexibles, y les impide pedir ayuda y relajarse” cuando son adultos.

Al presente son todavía hipótesis de trabajo, pero son útiles para la vida ordinaria y también en la presencia de posibles casos de estrés, de disfunciones, de trastornos o de enfermedades mentales. Se recomienda para atender estas situaciones: “conocer y reconocer estas heridas”; “identificar su origen y su efecto inmediato”; “determinar su influencia sobre la vida presente y sus aprendizajes”; y “reinterpretar esas heridas en orden al mejoramiento de la vida”.

Esta nota la he redactado con los conceptos de los psicólogos Emma Rivas Rabert y Roberto Rocha, incluidos en el art. de (Salazar E. , La infancia tiene una inferencia directa en la personalidad de cada individuo, 2024).

Acerca de la variedad de traumatismos que pueden vivir los menores y las consecuencias que tales traumas pueden llegar a tener durante su edad madura, cf. Redacción El País: “¿Cuáles son las siete heridas de la infancia?”, 2 de mayo de 2024, en (consulta del 3 de mayo de 2024):

https://www.elpais.com.co/como-hacer/cuales-son-las-siete-heridas-de-la-infancia-0221.html.

Sobre el aporte que brindan las terapias psicológicas para la superación de situaciones semejantes a las señaladas, cf. Redacción El País: “¿Cómo se reflejan los traumas de la infancia en adultos? Esto dicen los expertos”, 2 de mayo de 2024, en (consulta del 3 de mayo de 2024): https://www.elpais.com.co/como-hacer/como-se-reflejan-los-traumas-de-la-infancia-en-adultos-esto-dicen-los-expertos-0208.html

[184] Para la antropología teológica, en el contexto de la Revelación cristiana, la doctrina relacionada con el “pecado original” es de la máxima importancia, precisamente porque hace referencia a la existencia de la libertad en todos y cada uno de los seres humanos (cf. DS 621) – sin ella, ciertamente no existiría el “pecado original originante” ni el “originado”, ni, mucho menos, los pecados “personales” – y, sin pecado, se vaciaría totalmente de contenido la realidad más fundamental de la economía de la gracia, la salvación (“remisión de los pecados”: cf. DS 1; 3; 4; 12; 13; 14; 14; 16; 17; 19; 21; 22; 23; 26; 27; 28; 29; 30; 36; 41; ) en y por Jesucristo, verdad central y determinante de nuestra fe, como predicaban los Apóstoles (cf. Mt 1,21; He 2,21; 4,12; Rm 10,9-13), y como afirma el Símbolo de la fe desde la más remota antigüedad (cf. DS 50; 51; 62; 63; 64; 72; 76; Nicea 125; Constantinopla 150): “propter nos, homines, et propter nostram salutem”. Todo pecado, en efecto, incluso el original, sólo es perdonado por los méritos y la intercesión de Jesucristo, no gracias a las fuerzas humanas (cf. DS 341; 1514). Y también para eso es y en ello consiste el bautismo (cf. DS 1316; 1514-1515; 1543; 1672).

Ahora bien, son consecuencias de dicho pecado, además de la pérdida de la justicia y de la santidad que llevaba consigo la noble dignidad de ser imágenes y semejanza de Dios (cf. DS 1511-1512; 1521), otras realidades que podemos constatar en nuestra existencia y experiencia: globalmente considerada, nuestra persona íntegra sufrió deterioro (cf. DS 371-372; 385; 1511): nuestra capacidad para conocer a Dios se dificultó (cf. DS 2756; 2853; 3875), la práctica de la ley de Dios se nos hizo más difícil (cf. DS 1521), nuestras fuerzas morales disminuyeron su vigor, y, sin quedar sometidas a la necesidad, sí muchas veces se ven afectadas por la violencia, la coacción, el miedo y la ignorancia (cf. DS 1939; 1941; 1952; 1966-1967; 2003; 2301), pues también nuestra libertad se debilitó (cf. DS 146; 339; 378; 383; 396; 622; 633; 1521), quedando a merced del diablo (cf. DS 1511) y de la concupiscencia, a la cual, sin embargo, la persona puede no consentir (cf. DS 1515). Ello no quiere decir, sin embargo, que cuando nos referimos todas las personas, ellas sólo pueden obrar mal y que todas sus acciones deban ser consideradas, así mismo, malas: por el contrario, todos podemos realizar obras naturalmente buenas y honestas (cf. DS 1557; 1575), inclusive aquellas que tienen que ver con la sexualidad y con el amor, sólo que, en todas es posible que aceptemos, accedamos y colaboremos a la gracia divina (cf. DS 241; 397; “ad quam duo concurrunt: divina gratia principaliter operans, et humana voluntas gratiae cooperans”: (Tomás de Aquino OP (santo), 2024, págs. De verit., q. 24 a. 10 co.)), o, por el contrario, que accedamos a la concupiscencia, y, en consecuencia, al pecado, porque la concupiscencia no puede perjudicar a la persona que no la consiente y, por el contrario, la mantiene a raya (cf. DS 2444-2448; 1515).

[185] En sentido propio, la infracción de una ley que lleva consigo una pena se distingue en el derecho penal colombiano en dos tipos, ambos regulados, definidos y juzgados de acuerdo con las normas de dicho derecho: primeramente, el “delito” propiamente dicho, consistente en una conducta que lesiona gravemente los intereses sociales expresados por las normas sustantivas del derecho penal; el segundo tipo corresponde a las “contravenciones” (calificadas también como “policivas”) (y en sede del tribunal: “causas contravencionales”), que son también infracción de una ley pero de una entidad considerada menor que la del delito, y llevan consigo, por lo tanto, una penalidad o sanción menor. Así lo determina el artículo 19 del Código Penal: "Los hechos punibles se dividen en delitos y contravenciones." (Ley 599 del 24 de julio de 2000 por la cual se expide el Código Penal). Es así como “la contravención en cuanto hecho punible, se erige, al igual que el delito, como una conducta típica, antijurídica y culpable”. Véase al respecto: (Sentencia C-542/96).

[186] (Bioquímica del amor, págs. 118-119)

[187] La reivindicación de la condición femenina en la vida del hogar, de las comunidades, de las profesiones, del Estado, de la Iglesia, etc. no es asunto meramente coyuntural y epocal, es realmente una exigencia de justicia, y de “justicia divina”, que, sin duda, se había demorado. Y apenas comienza. Desde diversos frentes se está abordando “la cuestión femenina”, no exentos de ello la teología y el derecho canónico. Obras escritas por teólogas, y por teólogos, sobre esta materia, producidas con “insumos” nacionales, proporcionan una visión panorámica de temas, de insatisfacciones y de problemas que se plantean y debaten en la sociedad internacional y en la comunidad eclesial en sus más “altos” niveles de servicio. Dedico, pues, algunos renglones en la bibliografía de este documento para recoger una parte de la producción científica de colegas de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana - no por ello sólo son para teólogos - en las que se exponen argumentos, se plantean nuevas perspectivas, se comunican acciones y actividades en curso, y, especialmente, se expone y analiza la complejidad de la condición y de la situación femenina y de sus tareas, en medio de las crisis del mundo y de la Iglesia, en el momento presente. Los solos títulos de sus obras son ya indicativos de lo que hoy está sucediendo, del porqué de la crisis y de las propuestas de solución hacia el futuro.

[188] Un importante estudio sobre la comunicación, sobre todo en relación con la educación de los niños y de las personas con Síndrome de Down, y, al final, sobre su aplicación a la publicidad, realizó la Dra. Mercè (Martínez Torres, 1997 2012). En relación con la comunicación “interpersonal” “en pequeños grupos” podemos mencionar el estudio de (Roiz Célix, 2024). Sobre la comunicación en la “pareja humana” puede verse el artículo (Comunicación en pareja: cómo hacer de ella el vínculo más duradero).

[189] Y añade: “Si bien los lenguajes del amor son variados y pueden ayudar a construir una relación saludable, la buena comunicación es la base de una relación estable, por lo que hay que darse el tiempo de expresar las emociones antes de que estas se acumulen y culminen en discusiones o problemas continuos.

Según la reconocida abogada de Hollywood, hay que tomar en consideración que las necesidades de las personas enfrentan cambios a lo largo del matrimonio, por lo que hay que estar abierto a dialogarlas, poniendo énfasis en los sentimientos y las soluciones. Recuerde que si su pareja no sabe cómo se siente, es inevitable que lo terminen hartando los hábitos o actitudes que lo están hiriendo, ya que, al final del día el resentimiento se acumula y suele detonar los divorcios” (La razón número 1 por la que la gente se divorcia, según un abogado)

[190] (‘El sabor no sucede en la boca ni en el plato ni en la olla, sino en la mente’), también en: https://www.eltiempo.com/cultura/gastronomia/charles-michel-el-chef-que-se-dedica-a-entender-la-relacion-neurociencia-alimentos-851209#:~:text=Tomada%20de%20%40lalvarado-,'El%20sabor%20no%20sucede%20en%20la%20boca%20ni%20en%20el,gastronom%C3%ADa%20y%20mentor%20en%20alimentaci%C3%B3n.

No podemos omitir tampoco la acción que ejercen los medicamentos y las denominadas “drogas” (pesadas o no) no sólo sobre el cerebro sino sobre los demás órganos de nuestro cuerpo, no exento de ello el ejercicio sexual (con ocasión de este, o como incentivador del mismo). En lo que concierne a estas últimas, se trata de un problema que, sin dejar de ser de índole individual, tiene alcances mundiales y muy complejos, y efectos sumamente negativos, desde hace muchos años, como que se encuentran vinculados con el tráfico ilegal de este tipo de productos. Para la muestra, un botón: “Documentales periodísticos que han hecho trabajos en calles de varias ciudades de los Estados Unidos, muestran como caen los adictos en cualquier parte sin vida por infartos o como quedan reducidos a la mínima expresión de vida en medio de los andenes”: (Cayeron en Maicao, dos mil ampollas de fentanilo, droga que está acabando con los norteamericanos).

[191] Cf. (¿Tiene edad la sexualidad?)

[192] Sobre las “terapias hormonales” puede verse el art. (Terapia hormonal en la menopausia y el riesgo de padecer cáncer).

[193] (American Psychiatric Association (APA), 2024 5a ed. Texto revisado (Arlington, VA, Asociación Americana de Psiquiatría, 2014)). Puede verse en: https://ayuda-psicologica-en-linea.com/psicologia-pdf/dsm-5-pdf/

En la edición anterior, del año 2000, el Manual DSM-IV-TR (una actualización del DSM-IV) clasificó los diferentes trastornos que aparecen en la guía en cinco dimensiones diferentes: Síndromes clínicos, en los que se incluían trastornos de ansiedad o alimentarios; De personalidad y retraso mental, como trastornos de personalidad antisocial o aquellos caracterizados por un deterioro intelectual; Condiciones médicas, por ejemplo, pacientes con VIH / SIDA; Problemas psicosociales y ambientales, en los que se incluían factores como el desempleo o divorcio; Evaluación global del funcionamiento, para poder comprender la interacción de los cuatro ejes anteriores y cómo afectan al paciente.

A partir de esta nueva edición (revisada en 2013) las condiciones clínicas han sido nuevamente ampliadas y catalogadas en las siguientes categorías:

“Trastornos del neurodesarrollo; Espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos; Trastorno bipolar y trastornos relacionados; Trastornos depresivos; Trastornos de ansiedad; Trastorno obsesivo-compulsivo y trastornos relacionados; Trastornos relacionados con traumas y factores de estrés; Trastornos disociativos; Trastornos de síntomas somáticos y trastornos relacionados; Trastornos de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos; Trastornos de la excreción; Trastornos del sueño-vigilia; Disfunciones sexuales; Disforia de género; Trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta; Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos; Trastornos neurocognitivos; Trastornos de la personalidad; Trastornos parafílicos; Otros trastornos mentales; Trastornos motores inducidos por medicamentos y otros efectos adversos de los medicamentos; Otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica.”

Con el apoyo y la dirección de la Organización Mundial de la Salud, el 18 de junio de 2018 se publicó para empleo universal la International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems (abreviado ICD, y traducida al castellano como: Clasificación internacional de enfermedades, 10.ª edición), en la cual se “determina la clasificación y codificación de las enfermedades y una amplia variedad de signos, síntomas, hallazgos anormales, denuncias, circunstancias sociales y causas externas de daños y/o enfermedad”. Puede verse en: (v. 1): https://ais.paho.org/classifications/chapters/pdf/volume1.pdf; (v. 2): https://www.minsa.gob.pe/reunis/data/cie10/volumen2-2018.pdf

[194] Se define como “Una empresa de psicología online innovadora cuyo objetivo es normalizar la búsqueda del propio bienestar psicológico. Queremos ser mucho más que una plataforma de psicología online. Por eso, nos esforzamos cada día en cambiar la forma de ver "eso de ir a terapia”, para acabar con el estigma que rodea a los problemas de salud mental y para contribuir a que acudir a un psicólogo sea visto tan normal como ir a cualquier otro tipo de consulta. (…) Nuestros Valores: Excelencia, Empatía, Calidez, Fiabilidad. Nos llamamos Buencoco porque queremos romper con las falsas creencias y los prejuicios en torno a la idea de ir a terapia (…) También porque nos tomamos muy en serio nuestro trabajo, le damos las vueltas que haga falta a la cabeza (bueno, en nuestro caso al coco) para darte el mejor servicio”: Puede verse en (consulta del 9 de febrero de 2024): https://www.buencoco.es/sobre-nosotros

[195] (Psicología sexual: en qué consiste esta disciplina y qué problemas trata)

[195 bis] El tema de la "culpa" es tradicional en la Iglesia, no así su aceptación igual especialmente por parte psicólogos, como se podrá ver en el texto. El S. P. Francisco en su enc. Dilexit nos ha vuelto a tratar sobre ella en el contexto de la teología espiritual que ha propuesto de nuevo, precisamente refiriéndose al Sagrado Corazón de Jesús. Lo hace en el cap. "IV. Amor que da de beber", en donde escribe:
"La compunción
158. El inevitable deseo de consolar a Cristo, que parte del dolor de contemplar lo que sufrió por nosotros, se alimenta también en el reconocimiento sincero de nuestras esclavitudes, los apegos, las faltas de alegría en la fe, las búsquedas vanas, y, más allá de los pecados concretos, la no correspondencia del corazón a su amor y a su proyecto. Es una experiencia que nos purifica, porque el amor necesita la purificación de las lágrimas que al final nos dejan más sed de Dios y menos obsesión por nosotros mismos.
159. Así vemos que más hondo se vuelve el deseo de consolar al Señor mientras más se profundiza la compunción del corazón creyente, que «no es un sentimiento de culpa que nos tumba por tierra, no es el escrúpulo que paraliza, sino que es un aguijón benéfico que quema por dentro y cura, porque el corazón, cuando ve el propio mal y se reconoce pecador, se abre, acoge la acción del Espíritu Santo, agua viva que lo sacude haciendo correr las lágrimas sobre el rostro. […] No se trata de sentir lástima de uno mismo, como frecuentemente nos vemos tentados a hacer. […] Tener lágrimas de compunción, en cambio, es arrepentirse seriamente de haber entristecido a Dios con el pecado; es reconocer estar siempre en deuda y no ser nunca acreedores […]. Como una gota excava la piedra, así las lágrimas excavan lentamente los corazones endurecidos. Se asiste de esta manera al milagro de la tristeza, de la buena tristeza que lleva a la dulzura. […] La compunción no es el fruto de nuestro trabajo, sino que es una gracia y como tal ha de pedirse en la oración». [Homilía en la Misa Crismal (28 marzo 2024): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (29 marzo 2024), pp. 4-5]. Es «demandar […] dolor con Cristo doloroso, con Cristo quebrantado, quebranto con lágrimas, con pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí». [S. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 203].
160. Por consiguiente, ruego que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo pueblo fiel de Dios, que en su piedad popular intenta consolar a Cristo. E invito a cada uno a preguntarse si no hay más racionalidad, más verdad y más sabiduría en ciertas manifestaciones de ese amor que busca consolar al Señor que en los fríos, distantes, calculados y mínimos actos de amor de los que somos capaces aquellos que pretendemos poseer una fe más reflexiva, cultivada y madura."

[196] Ya hemos aludido antes a esta situación: cf. supra: “¿Cuáles son las siete heridas de la infancia?”, 2 de mayo de 2024, en (consulta del 3 de mayo de 2024):
https://www.elpais.com.co/como-hacer/cuales-son-las-siete-heridas-de-la-infancia-0221.html; y “¿Cómo se reflejan los traumas de la infancia en adultos? Esto dicen los expertos”, 2 de mayo de 2024, en (consulta del 3 de mayo de 2024): https://www.elpais.com.co/como-hacer/como-se-reflejan-los-traumas-de-la-infancia-en-adultos-esto-dicen-los-expertos-0208.html. Los casos que se pudieran mencionar son, lamentablemente, graves y, sobre todo, numerosos. Para la muestra, un botón: (¡Aberrante! Hombre, de 72 años, abusó sexualmente de su sobrino, de 13).

[197] Puede verse al respecto la crónica de (Sánchez Silva, 2024).

Así mismo, de otra parte, comparto con la profesora María Luisa Rodríguez Peñaranda su “frustración”: “una de las docentes que resultó afectada por los hechos, aseguró al medio citado que resulta frustrante saber que alguno de los alumnos que hacían parte del chat tomaron su clase de feminismo y nuevas masculinidades. Su conclusión fue que, en realidad, muchas veces la educación no es suficiente para desmantelar ese tipo de conductas. «Aceptar eso como profesora fue muy duro»”. Véase la crónica de (Salazar C. , Caso Fedegán: estudiantes de la Universidad Nacional compartían fotos sexuales de sus compañeras, 2024).

[198] En diversos momentos de esta exposición nos referimos al “respeto” (de “respectum”). En mi concepto, no siempre se distinguen adecuadamente tres perspectivas de análisis, una jurídica, otra filosófico-moral y otra teologal, de esta relación, de esta realidad, por lo que, como se dice usualmente, “se confunden manzanas y peras” (“apples and oysters”). Debería existir entre esas perspectivas, sin embargo, y para bien de individuos y sociedades, un diálogo provechoso por parte de quienes cultivan el estudio de las normas legales y las formulan, y quienes estudian las razones, las motivaciones y las finalidades más profundas de las mismas. De faltar esto, s
e puede terminar queriendo reducir el campo ético a aquello que es exigible sólo por derecho, o, viceversa, reduciendo lo jurídico a simples advertencias o sugerencias de tipo moral.
El “respeto” hacia las personas, sean estas naturales o jurídicas, incluidas en estas últimas las “instituciones” estatales y las “organizaciones” (locales, nacionales, internacionales, públicas y privadas) es una exigencia de justicia, y, por lo mismo, base del buen trato. Ello quiere decir que un término como “tolerancia”, tan común hoy en día, equivale justa, aunque mínimamente a ese “respeto que se manifiesta hacia las ideas, creencias y prácticas de los demás cuando son contrarias o diferentes a las propias” e, igualmente, en el campo internacional, al “reconocimiento de inmunidad política para quienes profesan religiones distintas a la admitida oficialmente” (DLE: https://dle.rae.es/tolerancia).
Desde una perspectiva propiamente jurídica ya describía esta condición “básica” de las relaciones sociales justas el Papa san Pablo VI en su discurso a los juristas que tomaron parte en el X Congreso Internacional de Derecho Penal, dedicado precisamente a estudiar la cuestión concerniente al “derecho de las penas”, efectuado en Roma el 4 de octubre de 1969 (AAS 61 (1969) 711-712). En tal ocasión afirmaba el S. P. (traducción mía): “Hay otro punto capital en su trabajo. Es el recuerdo de los sagrados derechos de la persona humana, de los derechos humanos según la expresión consagrada, que garantizáis mediante la protección del orden público. Y aquí vuestra responsabilidad es doble, e igualmente delicada y grave en sus dos componentes: garantizar los derechos de los culpables, así como los de los inocentes. Lo dijimos solemnemente en nuestro mensaje a la Conferencia organizada por las Naciones Unidas en Teherán, con ocasión del 20º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos: «Sería inútil proclamar los derechos si al mismo tiempo no hiciéramos todo lo posible para garantizar el deber de respetarlos, por parte de todos, en todas partes, y para todos» (AAS 55 (1968), p. 285). Y el Concilio Ecuménico, en su Declaración Dignitatis humanae, lo ha señalado sin rodeos: «Con respecto a todos, es necesario actuar justa y humanamente, de acuerdo con las normas jurídicas, de conformidad con el orden moral objetivo, necesario para la salvaguardia efectiva de los derechos de todos los ciudadanos y de su acuerdo pacífico, y con la debida preocupación por la auténtica paz pública que consiste en una vida vivida en común sobre la base de la verdadera justicia así como por el mantenimiento, que es debido, de la moralidad pública»" (n. 7. La cursiva en el texto es mía). Esta triple exigencia marca claramente el alcance, así como los límites, de cualquier legislación penal, en el servicio insustituible del bien común que presta. El delincuente, y mucho más el presunto delincuente, conserva siempre una dignidad y unos derechos que deben ser absolutamente garantizados contra toda arbitrariedad. Además, la sentencia y la pena deben tender también a la reeducación y a la reinserción del culpable en la sociedad, con su plena dignidad como ser humano. Os felicitamos por esforzaros cada vez más en pos de este importante objetivo humano, que bien merece toda vuestra atención” (AAS 61 (1969) 711-712).
Para la vida cristiana, sin embargo, el tema, el valor del “respeto” que representa, no se limita al mínimo que requiere la ley ni a un comportamiento meramente bien educado, es aún mayor, más importante y exigente: la persona individual, cada ser humano, goza de la máxima dignidad y respetabilidad posible que se pueda tributar a alguien, después de Dios. Para un cristiano, cuando establece y continúa una relación más cercana y fraterna con una persona, sobre todo si es familiar o amiga suya, así conceptúe que sus “ideas, creencias y prácticas” son diferentes a las suyas propias y a las que profesa en la comunidad cristiana – católica – como propias de esta, el buen comportamiento mínimo y esperado no es la tolerancia y ese cierto respeto, que se dan por descontado, sino la “benevolencia”, la empatía y la simpatía, la buena voluntad, el afecto e interés sincero hacia él o ella, en una palabra, franco, confiado y eficaz “amor de caridad”, según la enseñanza y el principio paulino: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13,4-7).

[199] Otro punto en el que se manifiestan la diferencia y las tensiones, más en los acentos que en su esencia, pienso yo, entre algunas tendencias o escuelas de la psicología y algunas de la teología moral consiste en el concepto que se tiene y se emplea en la práctica (profesional, pastoral) sobre la “culpa”.

La “culpa” es entendida hoy por diversas escuelas psicológicas (Montejano Martín, 2024) como un “sentimiento” (“culpabilidad”) y como una “emoción”, que lo origina, y con justa razón “nos hace sentirnos mal” cuando creemos (e, incluso, nos imaginamos) haber roto, o, de hecho, rompemos alguna estipulación (por activa o por pasiva, omitiéndolo), norma o significado autoimpuestos o impuestos por la sociedad (¿qué tan razonable es? ¿se emplea como medio de manipulación, y por parte de quién o de qué? ¿qué tanto se relaciona y armoniza con nuestros personales intereses, valores e ideales?), sean esas normas de tipo ético, religioso, existencial, etc. La consecuencia de ello es que se mantienen en nosotros sentimientos de vergüenza, de tristeza, de autocompasión, de remordimientos, que pudieran llegarnos a acompañar toda la vida, o, al menos, por mucho tiempo, afectando nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás… A no ser que consideremos la situación como un punto de partida hacia la superación del problema, a su empleo como “enseñanza” y nuevo avanzar en nuestro proceso de educación: asunción de la situación, pues, y reflexión – quizás acompañada de un (buen) profesional – sobre ella y sobre sus causas reales para extraer de ello un aprendizaje, que nos permita desahogarnos, soltarla, desasirnos de ella y de su peso (“significado negativo de la liberación”).

Teológicamente, los hechos se contemplan en una perspectiva diferente, en la cual las emociones y los sentimientos de “culpa”, aunque no desaparecen ni son desatendidos, no son lo más importante en la existencia humana – colectiva e individual – porque son examinados a otra luz. En los textos bíblicos, sobre los que se soporta la teología y sobre los que profundiza en su sentido de Revelación divina (Vocabulario de Teología Bíblica), aparece en primer término que todo el discurrir humano, toda nuestra existencia, con sus altos y bajos, se encuentra en las amorosas “manos” de Dios, y que, por tanto, cada uno forma parte integral e insustituible de una “historia de salvación”, y en eso consiste sustancialmente su vocación humana, en llevar a cabo su participación histórico-salvífica. Inclusive, los cambios que ocurren en la sociedad – las costumbres, los vestidos (Is 3,16-23), la música (Am 6,5), las relaciones sociales y políticas (1 Sm 8,10-18; Os 13,11) – no se pueden ni deben atribuir (culpabilizándolo) exclusivamente a efectos del pecado. Existe un desarrollo humano auténtico atribuible a las buenas ideas, a la creatividad, al esfuerzo genuino, de las mujeres y de los hombres, pero también, desgraciadamente, injusto e inhumano, por la misma razón, imputable a sus malas decisiones e intenciones.

Es probable, sin embargo, que – dado que, al menos en su apariencia, perecen igualmente el justo y el culpable (cf. Jb 9,22; Ecl 7,15; Sal 49,11) – esta argumentación teológica no invite a reflexionar ni sensibilice al lector. Lo comprendemos.

Ahora bien, las investigaciones bíblicas observan primeramente que en Israel/Iglesia se fue produciendo – condición propia, característica y original, hasta hoy – una paulatina pero creciente y permanente toma de conciencia por parte de la comunidad creyente sobre la existencia humana en general, y sobre la suya en particular como “pueblo escogido”, de modo que fue considerada siempre en sus relaciones con Dios: a partir de Abraham, especialmente de Moisés, y, posteriormente, de los profetas de Yahwéh hasta llegar, máximamente, en Jesucristo al pueblo de la Nueva Alianza. La fe se fue desarrollando y purificando, pero ciertas ideas del pasado remoto no fueron relegadas de inmediato y por completo.

En efecto, muestran las primeras capas literarias (c. a. 1200-1000 a.C. y anteriores) que, compartiendo las cosmogonías y las creencias de los pueblos vecinos, los pueblos semitas sostenían primitivamente que existía una relación directa de causa a efecto entre las “transgresiones” y las “culpas” de los hombres y de las mujeres y sus enfermedades, como la fiebre (cf. Dt 32,24; Hab 3,5), o, así mismo, entre aquellas y la existencia de males sociales o de emergencias de salud e higiene como la peste (cf. Sal 91,6; Hab 3,5). Sólo que, en la perspectiva del pueblo hebreo, prefirieron atribuir la existencia de tales enfermedades a Dios mismo, antes que a un ser poderoso que pudiera ser superior a Él (el diablo, por ejemplo) o a una causa malévola sobre la que Dios no tuviera autoridad. El dualismo (ontológico, no sólo epistemológico ni ético) quedaba, así, suprimido (una verdadera y profunda ruptura).

Por eso, a tales males se los considera “azotes de Dios” – con todo, paternales y sanadores – enviados por Él para castigarlos y urgirles, por ese medio, la conversión hacia Él y a sus mandatos. Así ocurrió, por ejemplo, en el caso de Saúl, a quien Dios envió su “mal espíritu” (cf. S Sm 16,14s.23; 18,10; 19,9), y, en los casos del pueblo egipcio, de Jerusalén, o del ejército asirio, Yahwéh les mandó “el ángel exterminador” (cf. Ex 12,23; 2 Sa 24,16; 2 Re 19,35). Había sido para ellos un hecho que este último “mal suceso” había sido la consecuencia de su incredulidad, que, en ese momento, había adoptado otra forma, no menos culpable: pactar con los dioses del país o con las "naciones vecinas”.

Pero, luego, la reflexión los llevó a preguntarse: ¿acaso esto que nos ha sucedido, no le sucede o le puede suceder a los otros pueblos? Veamos los hechos, se responden: “la tierra”, poco produce o deja de producir: ¿no está “maldita” ?; el hombre, ¿por qué no come el pan como fruto espontáneo de la tierra sino “con el sudor de su frente”, “a fuerza de fatigas” (cf. Gn 3,17)? La reflexión sobre el pecado de Adán, como causa de todos los males, propios y extraños, condujo al pueblo y a sus élites teológicas (eloístas, yahvistas, sacerdotales, deuteronomistas) en cierto momento, y con relativa frecuencia, a manifestar una idea “bastante burda, como si toda falta material atribuible a una exigencia divina fuera capaz de irritar a Yahveh. Para restablecer el vínculo con él y recobrar su favor debe la comunidad en primer lugar castigar a los responsables, lo cual puede llegar hasta la pena de muerte (cf. Ex 32,25-28; Nm 25,7ss; Jos 7,24ss), a menos que haya «rescate» del culpable (cf. 1 Sa 14,36- 45). Por lo demás éste mismo puede ofrecerse a los castigos divinos para que sea salva la comunidad (cf. 2 Sa 24, 17)”. Esta concepción perdurará en muchos textos posteriores hasta su reinterpretación en la perspectiva neotestamentaria expresada por san Pablo, a saber: que desde Adán (cf. Rm 5,12-21) todos los hombres, paganos o judíos, son culpables delante de Dios (cf. Rm 1,18-3, 20), todos son culpables delante de él (Rm 3,10-20; cf. 1, 18). (Léon-Dufour, 1965, pág. 599). La culpa – su naturaleza y su importancia – no se comprende en realidad sino teológicamente.

En el contexto veterotestamentario, también el sueño puede ser todavía más que el resultado de una falta; puede significar una disposición interior culpable. Así ocurre con el sueño de Jonás (cf. Jon 1,5), o con el del profeta Elías (cf. 1 Re 19,4-8), relatos en los que se atribuye el “desaliento” a una causa: el pecado. Así también la violencia injusta, ella procede del pecado, así Yahwéh se hubiera servido de ella, ejercida por naciones paganas, para castigar a su pueblo: esas naciones son realmente culpables e inexcusables por haberla llevado a cabo (cf. Is 47,6). Básicamente, la culpabilidad es general, inclusive genérica, pero también en ello se produjo una evolución, porque cada vez se fueron acentuando los caracteres propios de la responsabilidad individual, sin desaparecer, con todo, los de la responsabilidad compartida. “Lejos de atribuirla a algún odio malicioso (la μένις griega) o a un capricho celoso (el dios babilónico Enlil), lo cual sería todavía disculparse con otro, Israel reconoce su falta. De esta manera, el "pecado constituye una especie de alienación: «El impío queda preso en su propia iniquidad y cogido en el lazo de su culpa»” (Pr 5,22; cf. 11,6)”. Si bien es cierto que todo el pueblo es también culpable de sus males y que no merece contemplaciones (cf. Os 4,9; Jr 6,28; Is 9,16), capítulo especial dedican los textos bíblicos en relación con las autoridades políticas y religiosas del pueblo, cuya culpa se expresaba no sólo en el mayor y mejor conocimiento – así debería ser – del “orden de cosas de Yahwéh” – de su ley –, sino en haber ejercido su poder con malicia, esto es, abusando de él “para estrujar a las pobres gentes a las que se niegan a hacer justicia (cf. Is 3,14s; 10,1s; Miq 3,9ss; Sal 58,2s)”. Así, se estimó “gravemente injusto” el hecho de que fuera el rey quien tomara las viñas de sus súbditos, un abuso que había sido predicho por Samuel (cf. 1 Sa 8,14s) y del cual se hace culpable Ajab (cf. 1 Re 21,1-16). Por eso se advierte: “Acuérdense los poderosos de aquel que los «juzgará poderosamente»”, porque “Él es el Señor de todos y quiere que amen la justicia” (cf. Sb 1,1; 6,3-8). Y “los profetas vituperan más violentamente a los sacerdotes y a todos los responsables (cf. Is 3,2; Jr 5,4s) que representan las normas (cf. Os 5,1; Is 10, 1) y las falsean. Contra tal situación se halla la ley desarmada. De esta manera, cuando los que estaban llamados a ser “signos” se pervierten, el único recurso que queda “está en el discernimiento entre dos espíritus, el del mal y el de Dios: es la situación en que se ve enfrentarse un profeta contra otro profeta (cf. Jr 28)”. (Léon-Dufour, 1965, pág. 625).

De otra parte, se ha de recodar que la mejor separación entre “el mundo angélico” y “el mundo diabólico” (con sus “trescientos espíritus del cielo y seiscientos espíritus de la tierra”, unos benévolos y protectores, Lamassu, otros malignos, porque podían perjudicar a los vivos, ocasionándoles enfermedades o llevándolos inclusive a la comisión de crímenes. Para evitarlos había que haciendo las ceremonias típicas de los conjuros, magias, adivinaciones y exorcismos) ocurrió sólo a raíz del cautiverio (no se refiere al de Israel, en el 722 a. C, sino al de Judá del 589 a. C.), cuando la experiencia dolorosa de la deportación y la convivencia entre pueblos politeístas (sus dioses máximos: Marduk y Assur, y, con ellos: Ishtar, Enlil, Ea, Hadad, Shamash, Aya, Nabu; se sucedieron en los imperios acadio-sumerio-asirio- babilónico, cf. (Assyrian Mythology, págs. 719-722); (Myths and legends of Babylonia and Assyria)) puso en juego no sólo la existencia misma del pueblo sino de la fe en Yahwéh. Con todo, algo de esas antiguas ideas sobre la “culpa” se conservaba en tiempos del mismo Jesús: “¿Quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?” (cf. Mt 23,24; Jn 9,39ss), le preguntan.

Otra línea teológica se fue también desarrollando con el paso del tiempo: aquella que se refiere a la relación entre “culpa” y “redención”. Comienza con el gesto de Moisés que ora con profundo “dolor” (cf. Ex 17,11ss; Nm 11,1s) y hasta “ofrece su propia vida” para salvar a “un pueblo culpable” (cf. Ex 32,30-33), pero es proseguida por los otros profetas que, como él, fueron probados por el sufrimiento, como fue el caso de Jeremías (cf. Jr 8,18.21; 11,19; 15,18). Todos ellos, según la lectura tipológica neotestamentaria, habían sido “figuras del siervo de Yahwéh”, en quien el sufrimiento tiene un valor humano-divino, genuino, por tanto, un valor de intercesión y de redención, y así lo leen en las palabras y comportamientos de Jesús, que sabe y francamente se lo dice a sus discípulos, que a Jerusalén va a morir (cf. Lc 13,33), y “llora sobre la ciudad culpable que no ha reconocido el tiempo en que Dios la visitaba” (Lc 19,41; cf. 13,34). “Jesús había anunciado que los constructores habían de desechar la “piedra angular” (cf. Mt 21,42), y que Dios manifiesta su justicia primero para con su Hijo “entregado por nuestras culpas” (cf. Rm 4,25), y la Iglesia naciente lo recuerda con energía (cf. He 4,33; 1 Pe 2,4.7), atribuyendo la repulsa de Israel unas veces a ignorancia (cf. He 3,17; 13,27s), otras a culpabilidad (cf. He 2,23; 3,13; 10,39).

Se ha de notar que, en el entretanto, el concepto “culpa” (“culpable”) ha sido asumido natural, pacíficamente, y se referirá en adelante (en su naturaleza misma) a su contexto eminentemente jurídico, más aún, propiamente judicial, en el que se quiere aclarar la comisión de un delito (una acción consciente, libre y responsable) y declarar al culpable de este, y en los textos se integrará en la relación con Dios, entreverándose así, inescindiblemente, fe y derecho, teología y ley. Así, en el nuevo testamento, en la enseñanza de Jesús, se recalca que la corrección fraterna y la monición o advertencia de la comunidad tienen como objeto hacer que la persona culpable reconozca no sólo las culpas interiormente cometidas por ella sino particularmente aquellas demostradas en los yerros exteriores (cf. Mt 18,15s).

[200] En el campo del Derecho canónico se examina el tema – ligado o no con la “heterosexualidad” representada inclusive en los rituales de fertilidad, en objetos construidos a partir de cierta técnica y en el arte primitivo (considerada no sólo desde el punto de vista “conductual”, presente en todos los mamíferos, de la “atracción sexual o romántica” o “comportamiento sexual” “entre personas de distinto sexo”, sino también como “orientación” e “identidad” de una persona, o, inclusive, como “sentimientos románticos no sexuales”) – desde diversas situaciones y perspectivas según los Libros del Código a los que se hace referencia, porque, p. ej., una es la complejidad que se debe considerar al tratar de las normas generales (Libro I: https://teologocanonista2016.blogspot.com/2017/09/libro-i-Título-vi-de-las-personas.html) o del matrimonio (Libro IV: https://teologocanonista2016.blogspot.com/2020/02/l.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2020/02/l_81.html), otra, cuando se lo estudia dentro del derecho penal (Libro VI: https://teologocanonista2016.blogspot.com/2020/05/el-codigo-de-derecho-canonico-de-la.html), y otra, cuando se lo trata dentro del derecho procesal (Libro VII: https://teologocanonista2016.blogspot.com/2021/02/l.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2021/02/l-vii-p-iii-t-ii-iii-declaracion-de-la.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2021/02/l-vii-s-i-normas-del-cic83-sobre-el.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2021/02/vii-p.html; https://teologocanonista2016.blogspot.com/2021/02/l-vii-p-iv-s-ii-iii-iv-procesos-penales.html).

[201] (Triana Guerrero, Yuly Valentina - Ramos Benito, Geidy Janitza, 2024). Las autoras afirman en la introducción de su trabajo: “En Colombia, la saturación del sistema judicial, las dificultades propias de la evaluación psicológica forense y los actuales protocolos de atención a las víctimas de violencia sexual han evidenciado ser insuficientes para la satisfacción de las victimas entorno a la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación (Gutiérrez de Piñerez, 2017). La entrevista forense es una técnica que ha generado malestar e incomodidad en gran parte de las víctimas de violencia sexual cuando tienen contacto con el sistema judicial. Esto tiene lugar en tanto los relatos del hecho victimizante que dieron lugar a una presunta conducta punible, son experiencias dolorosas que pueden incrementarse mediante un trato inadecuado durante el proceso judicial. Este trato puede evidenciarse en una conducta de poca atención e interés por parte de quién evalúa, reflejando una sensación de malestar emocional por parte del agredido (Tapias, 2019).”

[202] Según la Ley 938 de 2004 se establece: “Artículo 33. El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses pertenece a la Rama Judicial y se encuentra adscrito a la Fiscalía General de la Nación, como establecimiento público del orden nacional, dotado de personería jurídica, patrimonio propio y autonomía administrativa. Artículo 34. El Sistema de Medicina Legal y Ciencias Forenses en todo el territorio nacional, es organizado y controlado por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses” (Ley 938 de 2004 por medio de la cual se establece el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses).

Ante la existencia y la gravedad de los delitos cometidos contra menores, el Congreso estableció en la Ley 2205 de 2022 (Ley 2205 del 10 de mayo de 2022 “Por medio de la cual se modifican los artículos 175 y 201 de la Ley 906 de 2004) la creación de una “unidad de investigación” de esos delitos dentro de la Fiscalía, y recientemente lo ha recordado el Consejo de Estado de la República de Colombia, pues no se ha cumplido ese precepto hasta el momento, cf. (Consejo de Estado a la Fiscalía: debe crear una unidad para los delitos contra la infancia).

[203] Ibid.: “Artículo 36. En desarrollo de su misión, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses tiene las siguientes funciones: (…) 9. Coordinar y adelantar la promoción y ejecución de investigaciones científicas, programas de postgrado, pregrado, educación continuada y eventos educativos en el área de la medicina legal y ciencias forenses. (…) 11. Divulgar los resultados de las investigaciones, avances científicos, desarrollo de las prácticas forenses y demás información del Instituto considerada de interés para la comunidad en general.”

[204] (Forensis 2021. Datos para la Vida. Herramienta para la interpretación, intervención y prevención de lesiones de causa externa en Colombia. V. 23.)

[205] (Guía para la realización de pericias psiquiátricas o psicológicas forenses en adultos víctimas de delitos sexuales (2013)).

[206] (Protocolo. Evaluación básica en Psiquiatría y Psicología Forenses).

[207] (Evaluación psicológica forense en víctimas de violencia sexual, un análisis documental. Anexos. Tabla 3 Sistematizada).

[208] Se indica en qué consiste y cuál es su propósito: “El propósito de la entrevista forense es adquirir la declaración de la víctima de una manera imparcial, teniendo presente el bienestar del menor, permitiendo así que la declaración en cuestión posibilite una adecuada toma de decisiones por parte del sistema de justicia (Ramos, Molina & Pobeda, 2013). Para este propósito, Perea y Arch (2012 citando a Jiménez y Martin, 2006) señalan que la evaluación de la entrevista de forense se encuentra orientada a valorar la credibilidad del testimonio aportado por la víctima mediante diversas técnicas, las cuales deben incorporarse entre sí y relacionarse con la información disponible del caso”, o. c., 40.

[209] “«Las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder» (OMS, 2002, p. 313)”, ibíd.

[210] “La violencia sexual se define como “acciones de naturaleza sexual que se cometen contra una persona sin su consentimiento, que además de comprender una invasión física del cuerpo humano pueden incluir actos que no involucren penetración o incluso contacto físico alguno” (OEA, 2014 p. 6)”, ibíd.

[211] O. c., 41-42.

[212] Las autoras tienen en cuenta un texto producido en España bajo el timbre de la Universidad de Barcelona, cuya validez, entre nosotros es referencial: “Pereda & Arch. (Noemí Pereda Beltrán y Mila Arch Marín). (2012). Exploración psicológica forense del abuso sexual en la infancia: una revisión de procedimientos e instrumentos. Papeles del Psicólogo, vol. 33, núm. Recuperado el 2 de noviembre de 2023 de https://www.redalyc.org/pdf/778/77823404005.pdf

[213] “Cañas et al. (2020). Subcampos de aplicación de la psicología jurídica. (L. O. Jiménez-Ardila, Ed. Bogotá: Editorial Universidad Católica de Colombia.”

[214] “Vargas, E. N & Norza, C. E. (Nancy M. Vargas Espinosa y Ervyn Hermilzon Norza Céspedes). (2019). La evaluación psicológica en los campos de la psicología jurídica en Colombia: psicología forense. Perspect. Psicol. vol.15 no.2 Bogotá July/Dec. 2019. Recuperado el 12 de octubre de 2023 https://doi.org/10.15332/22563067.5403”.

[215] “Pulido, & Blanco. (Magda Zulay Pulido Rojas Karina Stefanny Blanco Rodríguez). (2022). Valoración psicológica a menores de edad en casos de violencia sexual por parte de las instituciones facultadas: una revisión documental del contexto colombiano. Recuperado el 24 de julio de 2023 de https://repository.usta.edu.co/bitstream/handle/11634/43997/2022magdapulido1.pdf?seque

[216] (Evaluación psicológica forense en víctimas de violencia sexual, un análisis documental. Anexos. Tabla 3 Sistematizada, pág. 44)

[217] O. c., 45.

[218] O. c., 57.

[219] Cf. estadísticas de “datos sociales”, más adelante, cap. VII, secc. ‎XVIII. Cf. (Forensis 2021. Datos para la Vida. Herramienta para la interpretación, intervención y prevención de lesiones de causa externa en Colombia. V. 23.)

[220] (Triana Guerrero, Yuly Valentina - Ramos Benito, Geidy Janitza, 2024, pág. 8 y 16)

[221] O. c., 52.

[222] Ibid.

[223] Ibíd.
En el otro extremo, sin embargo, esta recordación, que podría ser tan propicia para la investigación penal, puede llegar a transformarse en un verdadero nuevo “trauma” (o un “subsíndrome”, como lo denominan) originado en el deseo de (querer) olvidar la situación padecida y sus consecuencias, en la medida en que se convierte en una especie de “obsesión” para el infante, como así lo ha afirmado alguno de ellos, inquirido acerca de su situación actual postraumática.

Ciertos expertos afirman que “Confirmar que lo que le pasó estuvo mal y hacer algo, es más útil que intentar evitar el tema para no "herir" al niño o para no "recordarle" lo que pasó. Es importante no actuar como "si nada hubiera ocurrido" porque lo cierto es que el niño no lo "olvidará" ni lo superará con sólo no hablar de ello. Lo que necesita es saber que lo protegerás (…) Además, se sustentan acciones de cuidado en conclusiones que no son reales. Sí es cierto que un niño víctima sufre profundos efectos en su salud mental y física, así como en su desarrollo, provocados por la victimización que sufrió. Pero no es cierto que un niño no pueda recuperarse de eso” (Acciones para evitar la revictimización del niño víctima del delito. Manual para acompañar a niños a través de un proceso judicial , pág. 57; 71; 118).

Con otros acentos y conclusiones, otro grupo (norteamericano) de expertos proporciona una “cartilla” de sugerencias en relación con este tópico, cf. (Child Mind Institute, Inc., 2024). Del mismo modo, no tan optimista, cf. (Evaluación del daño psicológico en las víctimas de delitos violentos, pág. 242).

[224] Ibíd.

[225] Ibíd. Hubiera querido recoger en este momento, en esta nota, las “propuestas” y las “conclusiones” que ofrecieron las autoras del trabajo en mención, pero, además de que se extendería indebidamente este texto, les mermaría a ellas el mérito debido de su investigación y de sus planteamientos hacia futuro. De modo que invito muy gentilmente al lector a acudir directamente al documento, conforme se lo cita en la bibliografía.

[226] Ibid., 48.

[227] Ibíd.

[228] Ibíd.

[229] O. c., 49.

[230] Ibíd.

[231] Ibíd.

[232] O. c., 49-50.

[233] Sobre el tema son muchos y variados los documentos que circulan por las redes sociales. En relación con la situación actual en Colombia, cf. p. ej. (¿Cómo debería ser el tratamiento psicológico para víctimas de abuso sexual en Colombia?).

[234] Algunas personas asumen diversas acciones, en su opinión, como “ofensas” personales, o, más aún, como “ofensas de tipo sexual”. Tal ocurre con la infidelidad de la pareja, sea que, efectivamente esta hubiera ocurrido, o que ella fue, al menos intentada o planeada. La respuesta a estas situaciones – y en Perú como en Colombia, en donde los “celos enfermizos” son cosa de cada día (cf. (Los celos enfermizos generan maltrato de género y son causal de divorcio (Sentencia T-967/14))) – consiste en reaccionar infligiendo a la pareja diversos males, inclusive físicos mutiladores, si no mortales. Puede verse este hecho, como muestra de ello, consulta del 15 de febrero de 2024, en: (Por sospecha de celos: mujer mutiló el pene a su esposo mientras dormía).

[235] La historia de esta práctica hasta nuestros días puede verse en (Fredotovich, 2024). Se deben denunciar, por lo tanto, esas “prácticas sexuales o actos contrarios a la integridad y dignidad de la persona como la mutilación genital de las jóvenes” (Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia, pág. n. 144).

[236] (Castración)

[237] (Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada, aprobada y proclamada en la Resolución 217 A (III) del 10 de diciembre de 1948).

[238] (Vasectomía): “La vasectomía es una opción anticonceptiva segura y eficaz para aquellos hombres que tienen la certeza de que no quieren ser padres en el futuro. La vasectomía es casi 100 por ciento eficaz en la prevención del embarazo. Es una cirugía ambulatoria con bajo riesgo de complicaciones o efectos secundarios. El costo de una vasectomía es mucho menor que el costo de una esterilización femenina (ligadura de trompas) o el costo a largo plazo de los medicamentos anticonceptivos para mujeres.

Hacerte una vasectomía significa que no necesitarás tomar medidas anticonceptivas previas a tener relaciones sexuales, como usar un preservativo. (…) Los efectos secundarios inmediatamente después de la cirugía pueden incluir los siguientes: sangrado o un coágulo sanguíneo (hematoma) dentro del escroto; sangre en el semen; moretones en el escroto; infección en el lugar donde se realizó la cirugía; dolor o molestias leves; hinchazón. Las complicaciones a futuro pueden incluir las siguientes: dolor crónico, que puede producirse en el 1 o 2 por ciento de las personas que se sometieron a la cirugía; acumulación de líquidos en el testículo, que puede provocar un dolor leve, molesto y continuo que empeora con la eyaculación; inflamación provocada por el esperma que se filtra (granuloma); embarazo, en caso de que la vasectomía falle, lo cual es poco frecuente; un quiste anormal (espermatocele) que se forma en el pequeño conducto en espiral ubicado sobre el testículo que recoge y transporta el esperma (epidídimo); un saco lleno de líquido (hidrocele) que rodea al testículo y provoca la inflamación del escroto”.

[239] (CIE-10-ES Diagnósticos 2018)

[240] (Masas escrotales)

[241] (Ooforectomía (extirpación quirúrgica de los ovarios)). Algunos proponen y disponen hacerla “preventivamente”: “Puede hacerse para (tratar): absceso de las trompas o los ovarios: una bolsa llena de pus que involucra a una trompa de Falopio y un ovario; cáncer de ovario; endometriosis; tumores o quistes ováricos no cancerosos (benignos); reducir el riesgo del cáncer de ovario o el cáncer mamario en aquellas personas con mayor riesgo; torsión ovárica: el retorcimiento de un ovario. (…) Consecuencias: si no has pasado por la menopausia, experimentarás la menopausia si se te extirpan ambos ovarios. esto priva al cuerpo de las hormonas, como el estrógeno y la progesterona, que se producen en los ovarios, lo que genera complicaciones como las siguientes: signos y síntomas de la menopausia, como sofocos y sequedad vaginal; depresión o ansiedad; enfermedad cardíaca; problemas de memoria; disminución del deseo sexual; osteoporosis. Someterse a una ooforectomía a una edad más temprana, como antes de los 45, puede aumentar los riesgos relacionados con la menopausia temprana.”

[242] (Sexual behavior of castrated sex offenders).

[243] (Anti-Androgen Therapy and Surgical Castration). El texto ha sido revisado posteriormente y confrontado por diversas investigaciones. El tema, como se expandió por muchos estados en los Estados Unidos, llegó a las cortes. Puede verse, p. ej.: (Kyle, 2024).

[244] (“Chemical castration”). Véase también el art. de (Meyer III, W. J. - Cole, C. M. , 2024).

[245] Atracción erótica o sexual que una persona adulta tiene hacia niños”, según el DLE (https://dle.rae.es/pedofilia).

[246] “Inclinación erótica hacia los niños. Abuso sexual cometido con niños”, de acuerdo con el DLE (https://dle.rae.es/pederastia).

[247] En el conjunto de los “delitos de abuso sexual (de menores)” se incluyen los tipos delictivos mencionados junto con el “estupro” y el “abuso sexual agravado”. En lo que se refiere al Derecho canónico se afirma: “Delito contra el sexto mandamiento del decálogo cometido por un clérigo con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad. CIC, c. 1395 § 2. Es uno de los graviora delicta reservados a la Santa Sede por el motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela, de 30-IV-2001”: consulta del 14 de febrero de 2024, en: https://dpej.rae.es/lema/abuso-sexual-de-menores

[248] (Agresores sexuales, pág. 10)

[249] (Treatment outcome with sex offenders)

[250] O. c., (“Chemical castration”) y (Agresores sexuales)

[250 bis] El Gobierno Nacional ha creado un sitio electrónico denominado "Función Pública" en el cual se han colocado el texto constitucional y, artículo por artículo, las normas que hacen referencia al mismo, tanto por haber sido objeto de tratamiento por parte del Órgano Legislativo, como de la jurisprudencia de la Corte Constitucional por medio de sus diversos tipos de sentencias. No aparecen todas, especialmente las más recientes, pero es útil. En relación con el art. 11 encontramos: 
A las anteriores se deben agregar la 
Hay que tener en cuenta, además, que Colombia es signataria de "tratados internacionales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos que prohíben expresamente la pena de muerte y exigen que cualquier condena de privación de libertad tenga fines de rehabilitación", como destaca el periodista Juan Esteban Martínez.

La situación a la que aludimos en el texto, si bien no es la única y como todas las demás de su género sí muy grave e indignante, ocurrió, tristemente, en el corregimiento de Villa Gorgona, municipio de Candelaria, Valle del Cauca. El mencionado periodista hizo la crónica tanto del hecho como de los desarrollos posteriores al mismo en su artículo "¿Pena de muerte o cadena perpetua? Macabro crimen de Sofía Delgado reabre debate" para TeleAntioquia Noticias. Texto del 18 de octubre de 2024, consulta del 22 de octubre de 2024, en: https://www.teleantioquia.co/noticias/sofia-delgado-pena-de-muerte-o-cadena-perpetua/#:~:text=En%20cuanto%20a%20la%20cadena,asesinos%20de%20ni%C3%B1os%20en%20Colombia.

[250 ter] La pena de "castración química" ha sido establecida en los Estados Unidos de América por las legislaturas de tres Estados: Florida, Texas y California. La de "castración quirúrgica", más severa que la anterior, sólo en el Estado de Luisiana, al menos por ahora, a partir del 1º de agosto de 2024. Se trata de penas adicionales a la de encarcelamiento y, en el caso de Luisiana, será llevada a cabo a la semana de la terminación del mismo. Con ellas se pretende castigar a hombres o mujeres culpables de delitos sexuales contra menores de edad - menores de 13 años -. Se las considera acciones orientadas a "hacer algo por esos niños". Véase el art. de Sandra Segovia Marín: "Castración quirúrgica: un método utilizado para los culpables de delitos sexuales con menores de edad", El Colombiano, 18 de octubre de 2024, consulta del 22 de octubre de 2024, en: https://www.elcolombiano.com/internacional/castracion-quirurgica-ley-aprobada-luisiana-ee-uu-culpables-delitos-sexuales-menores-edad-PF25648465.

[251] Llamo la atención sobre un anuncio (¿o un pronóstico?) de investigaciones en curso, en particular en el ámbito de las Neurociencias, en este caso, de la Neurobiología. De acuerdo con el investigador español Rafel Yuste, especializado en circuitos neuronales, fundado en el hecho de que “la conexión del cerebro con la red y las máquinas va a llevar a un futuro en el cual los seres humanos nos podremos aumentar nuestras capacidades mentales y cognitivas”, asegura que se irá caminando en la próxima centuria hacia una sociedad “sin lacras sociales” tales como “la violencia y la agresión física”. Puede verse el resumen de su reportaje en (Redacción - Cadena Ser, 2024).

[252] (El ofensor sexual y su abordaje psicológico forense en Costa Rica). El autor, además de ser abogado y docente universitario, tiene maestría en Psicología Forense, especialización en Ciencias Penales y doctorado en Derecho Penal y Criminología. Ha sido juez Superior y juez de Juicio en Costa Rica.

[253] (Burgos M., 1 2009, pág. 262).

[254] Ibíd.

[255] O. c., 263. Para el caso colombiano esto se confirma, pues “la mayor parte de este tipo de delitos ocurrió en la casa de la víctima, y gran parte de las agresiones sexuales se dio por oportunidad y no por premeditación. Con relación al agresor sexual se determinó que, en un porcentaje alto, el victimario es un familiar, seguidamente se estableció que el agresor sexual es una persona conocida, como amigos, vecinos, entre otros. (…) Gran parte de los delitos cometidos corresponden a actos sexuales, donde no se emplearon armas o amenazas, el victimario se aprovechó de la vulnerabilidad de la víctima. Desde la óptica del territorio – la investigación se aplicó al estudio de hechos sucedidos en la Provincia de Vélez, Santander – se observa que los casos de violencia sexual tienen mayor relación con los contextos rurales…” (Análisis del Alto Índice de la Ocurrencia de los Delitos Sexuales en la Provincia de Vélez-Santander 2012-2022).

[256] Ibíd., 264.

[257] Ibíd.

[258] DLE, https://dle.rae.es/mito

[259] O. c. 264.

[260] Ibíd. Considera luego el autor tres situaciones más: la del rapto, la de la corrupción típica y la del proxenetismo, en las que no me detengo por razones de brevedad.

[261] Ibíd.

[262] (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. DSM-5). El texto del DSM-IV, tan útil en su momento, a pesar de las limitaciones forenses que se le imputaban, traía una distribución en cuatro secciones cuyo esquema era el siguiente: A) Disfunciones sexuales; B) Parafilias; C) Trastornos de la identidad sexual; D) Trastorno sexual no especificado.

[263] En algunas ocasiones a estas personas, cuando ya han sido catalogados popularmente como “sujeto que no tiene valores de convivencia en sociedad y no respeta leyes, reglas ni normas”, se las denomina “desadaptadas”.

[264] (Burgos M., 1 2009, págs. 273-274)

[265] O. c., 279.
El punto todavía exige que se lo investigue y profundice más, sobre todo desde una perspectiva de “salud” en relación con las “penas”, cuyos vacíos, en Colombia como en el resto del mundo, son ostensibles. A esto aluden con frecuencia, aunque con temas todavía generales, no tanto de periodismo investigativo y divulgativo, los medios de comunicación. Véase, v. gr., (Así funciona la mente de un abusador de menores: cómo se construye el perfil psicológico de este tipo de criminales).


[266] En la (Ley 115 del 8 de febrero de 1994 por la cual se expide la Ley General de Educación) se establece: “Capítulo 5 Educación para la rehabilitación social. Artículo 68. Objeto y ámbito de la educación para la rehabilitación social. La educación para la rehabilitación social comprende los programas educativos que se ofrecen a personas y grupos cuyo comportamiento individual y social exige procesos educativos integrales que le permitan su reincorporación a la sociedad. Artículo 69. Procesos pedagógicos. La educación para la rehabilitación social es parte integrante del servicio educativo; comprende la educación formal, no formal e informal y requiere métodos didácticos, contenidos y procesos pedagógicos acordes con la situación de los educandos. Parágrafo. En el caso de los establecimientos carcelarios del país se debe tener en cuenta para los planes y programas educativos, las políticas y orientaciones técnico-pedagógicas y administrativas del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, INPEC. Artículo 70. Apoyo a la capacitación de docentes. En cumplimiento de lo establecido en los artículos 13 y 68 de la Constitución Política, es deber del Estado apoyar y fomentar las instituciones, programas y experiencias dirigidos a formar docentes capacitados e idóneos para orientar la educación para la rehabilitación social, y así garantizar la calidad del servicio para las personas que por sus condiciones las necesiten. Artículo 71. Fomento de la educación para la rehabilitación social. Los Gobiernos Nacional y de las entidades territoriales fomentarán la educación para la rehabilitación y reinserción de personas y de grupos sociales con carencias y necesidades de formación. Lo harán con recursos de sus respectivos presupuestos, directamente y a través de contratos con entidades privadas sin ánimo de lucro y de reconocida idoneidad.”

[267] (Ley 65 de 1993 por la cual se expide el Código Penitenciario y Carcelario).

[268] (Ley 1098 del 8 de noviembre de 2006 por la cual se expide el Código de la Infancia y la Adolescencia).

[269] En cada Conferencia Episcopal existe una oficina para atender estos aspectos tan propios y peculiares (https://www.cec.org.co/tags/pastoral-penitenciaria), pero también el CELAM tiene una “capacitación” específica que ofrece a los agentes pastorales. Puede verse la información respectiva en: https://adn.celam.org/diplomatura-en-pastoral-carcelaria-para-acompanar-para-estar-para-no-juzgar-siempre-con-corazon-de-madre/

[270] (Carta enc. 'Evangelium vitae' sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, pág. n. 27c).

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