Estado de una cuestión:
la compleja aproximación al abuso sexual de menores,
a su penalización estatal y a su sanción canónica.
Un acercamiento inicial e integral a este hecho individual y social
(11A/17)
Viene de https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_24.html
Contenido
Capítulo VI
La sexualidad humana: algunas anotaciones psicológico-psiquiátricas
Capítulo
VI
La
sexualidad humana: algunas anotaciones psicológico-psiquiátricas
Al
llegar a este punto es menester tomar conciencia del hecho consistente en que
el conjunto corporal de órganos, aparatos y sistemas vinculados con la
sexualidad humana en sus aspectos generativos como de comunión interpersonal no
se encuentran desligados de los componentes psíquicos con sus dinámicas
peculiares; más aún, unos y otros se hallan profundamente entreverados en una
condición tal que bien se puede afirmar que es sumamente específica,
precisamente porque se diferencia en numerosos aspectos de lo que ocurre en
otras especies animales, formando una realidad, prácticamente, del todo nueva:
lo psicosomático, la unidad e interacción de “alma (racional, espiritual) y
cuerpo”[155].
Como bien es sabido, existen distintas apreciaciones y mucha historia desde el
punto de vista filosófico acerca de esta realidad cada día más examinada e
interpretada, pero no es este el momento de hacer este recuento.
En
cambio, sí es muy importante enmarcar el problema de los “delitos de abuso
sexual” – no sólo por lo que toca al delincuente sino también a la víctima
– dentro del contexto más amplio que nos
proporciona una especialidad de la Psicología, denominada “Psicología del
desarrollo” o “Psicología evolutiva”[156],
cuyo punto de partida – como todos lo podemos verificar – consiste en la
constatación del hecho de nuestra propia evolución individual, de nuestro
propio perfeccionamiento personal, y quizás también, de la más o menos precisa
diferenciación de las etapas a través de las cuales hemos ido transitando a lo
largo de nuestra existencia, de tal modo que de estadios menos complejos
(cuantitativamente: la célula del zigoto) hemos ido pasando a estadios más
complejos (cualitativamente: el habla, v. gr.) y considerados, probablemente,
“mejores” desde diversos puntos de vista: condiciones, sentires, gestos y
acciones que primaban en los primeros meses y años de nuestra vida van cediendo
el lugar a características y modos de ser nuevos y enormemente flexibles – y así
a todo lo largo de nuestra vida –, gracias a nuestra relación con múltiples
factores que cada vez, en todo momento, se hacen presentes y eficaces en
nosotros por razones de herencia biológica, del ambiente en el que crecemos, de
las normas vigentes, de las expectativas y de las frustraciones colectivas,
etc.
Estos
hechos, que en la práctica son evidentes y observables por nosotros mismos,
cuando llega el momento de su examen metódico, de la búsqueda de sus orígenes y
de la explicación de sus resultados, han dado origen a diversas teorías con sus
correspondientes escuelas[157],
cada una de las cuales quiere fundar sus principios y establecer sus propios
criterios cuando se trata de la sexualidad y de su ejercicio. Sin entrar
tampoco en todos los pormenores inherentes al debate científico, podemos
señalar algunos aspectos más generales, válidos y comunes de este proceso:
Los
estudios en este campo suelen distinguir tres líneas procesuales en el
desarrollo humano, que exploran según la edad de los individuos: la biofísica
(aspectos físicos, motores, sensoriales y contextuales), la cognitiva (aspectos
de pensamiento, intelecto y contextuales asociados con el habla, la escritura,
la lectura, la memoria, etc.) y la socioafectiva (aspectos de experimentación,
expresión y hacimiento de la evolución de las emociones, la relación con los
otros y con el medio ambiente).
De
acuerdo con J. Piaget, hasta hacia los quince años se pueden distinguir en las
personas cuatro estadios caracterizados por actividades muy concretas: el
primero, entre el nacimiento y los dos años, denominado “sensorio motriz
(motor)”; el segundo, entre los dos y los siete años, al que llamó
“preoperacional”; el tercero, entre los siete y los once años, calificado como
de “operaciones concretas”; y, finalmente, entre los once y los quince años, la
etapa de las “operaciones formales”[158].
Pero
las teorías de Freud y Piaget tuvieron una limitación consistente en
“finalizar” el desarrollo humano “cuando los procesos de maduración dejaban de
ocasionar cambios en los individuos”[159].
Reintérpretes de tal teoría fueron D. McCarthy (1906-1974) – el análisis
sociogenético e histórico-cultural permite advertir que las personas
desarrollan funciones a través del medio y son predictivas de lo que ocurrirá
en una etapa posterior si se mantienen las condiciones evolutivas – y L. S.
Vygotsky (1896-1934) – los nuevos conocimientos se insertan en los
conocimientos previos y preparan los siguientes, en una cadena cuya
interrelación va hasta los primeros días de vida; pero el desarrollo no sigue “una
secuencia predeterminada e internamente guiada, sino un curso genéticamente
mediado y dependiente de los procesos de aprendizaje que ocurren en el plan de
interacción educativa y la participación en situaciones culturales y
socialmente organizadas”[160]
–.
Al
final de este breve recuento, quedan planteadas dos cuestiones difíciles de
responder hasta el momento: la primera, en relación con lo que debe
considerarse una “diferencia”, apenas normal entre seres humanos, y un
“déficit” de desarrollo: ¿cuándo termina lo uno y comienza lo otro? ¿Qué
concepto de “déficit” maneja cada una de estas teorías? Las respuestas a estas
preguntas llegan a ser incluso opuestas en las diversas escuelas. La segunda,
sobre la relación existente entre el medio y la herencia en orden al desarrollo
de las personas: ¿la causa total, o al menos principal del desarrollo, se debe
a los componentes genéticos (“código genético” de orden biológico, a la manera
de “competencias” innatas, “mecanismos” y “estructuras” propicias como las del
lenguaje) que señala el momento en la secuencia en el que aparecerán las nuevas
características? El ambiente no ejerce influencia alguna. O, por el contrario,
el desarrollo se debe únicamente al ambiente, por el contacto que el sujeto
establece con ese medio: su familia, el colegio, la cultura, las amistades,
etc. En la actualidad una gran mayoría considera que una condición (interna) y
otra (externa), en su interacción, ejercen su propia influencia y llevan a las
personas al desarrollo de sus habilidades psicológicas (hacen que la potencia
se convierta en acto, mediante el contacto con el medio): el resultado
dependerá en cada caso, no de una única causa sino de las dos, esto es, de la
edad del sujeto y de las múltiples causas que han constituido el contexto evolutivo
en el que ha vivido.[161]
VI.
El desarrollo del “dominio de sí
mismo” como componente fundamental y progresivo de la educación de la
sexualidad humana
Los problemas del “control”, del “dominio de
sí mismo” y del “empoderamiento” como elementos constitutivos progresivos de la
libertad, de la madurez y de la responsabilidad
El “control” es un
concepto que se encuentra en este texto aplicado a diversos temas, relacionados
todos, de alguna manera, con la educación, y está íntimamente ligado con otros
dos: el “dominio de sí mismo” y, más recientemente, con el “empoderamiento”.
Ante todo, el
“control” tiene que ver con asuntos socio-jurídicos tales como la relación que
se establece entre “calidad de vida” (en la cual el ingrediente socio jurídico
es sustantivo) y el “control social de los abusos”; pero también, cuando se
habla de “control social” ejercido por la autoridad política (del gobernante,
p. ej., para la “represión de los delitos, pero también para el cumplimiento
“de las garantías”), o por las organizaciones delincuenciales que la sustituyen
(“control territorial”). También en ese mismo contexto se trata de los llamados
“organismos de control”, como ocurre en Colombia con la Contraloría General de
la República, destinada, precisamente, a realizar el “control fiscal”.
También nos
referimos al “control” al tratar, desde el punto de vista ético, pero también
desde el psicológico, sobre los “hábitos”, y, en estos mismos contextos,
probablemente también se lo asocia con el “dominio de sí mismo”.
Desde el punto de
vista de la psiquiatría se ha tratado sobre el “control” al referirnos a las
adicciones.
Pero, seguramente,
el ámbito más numeroso es el psicosomático, es decir, todas las referencias en
las que se lo menciona en relación con nuestro cuerpo y al cuerpo de los
animales pluricelulares.
Sin entrar en
todos los detalles, en este último aspecto, médico-fisiológico, es importante
recordar que nuestro organismo, y por eso se lo considera tal, consiste en un
“sistema” de “sistemas”, “aparatos” y “órganos” conformados por “células”,
algunas de las cuales se han “especializado” en ser “células nerviosas” mejor
denominadas como “neuronas” (aunque también existen las “gliales”, sin
contactos sinápticos, pero que conforman tejido nervioso, complementando a las
neuronas). A estas les corresponde conducir las señales eléctricas por todo el
cuerpo. El sistema nervioso puede examinarse desde dos perspectivas, la
anatómica y la fisiológica.
Desde el punto de
vista anatómico, se distinguen el sistema nervioso “central” y el “periférico”.
El “central” comprende el encéfalo y la médula espinal. El “periférico”
consiste en los nervios que unen al “central” con el resto del organismo. Este
sistema periférico, a su vez, se subdivide en “sensitivo” o “aferente”, porque
lleva hasta el central la información que recolectan sus sensores o receptores,
mientras que el sistema “motor” o “eferente”, lleva la información de respuesta
sea hasta los órganos “locomotores” que se hallan en el sistema esquelético y
muscular, hábiles para realizar los movimientos motores, sea hasta los órganos
secretores, es decir, hasta las glándulas que segregan sustancias, como ocurre
con las endocrinas.
Desde el punto de
vista fisiológico y funcional se ha dividido el sistema nervioso en “autónomo”
y “somático”. El “autónomo”, llamado también “vegetativo” (por sus raíces
similares a lo que ocurre en los vegetales) realiza funciones automáticas,
involuntarias, que se realizan en tres áreas: el “nervioso entérico” (propio de
la pared del tubo digestivo), el “nervioso simpático” (contrae músculos lisos,
secreta en múltiples glándulas), y el “nervioso parasimpático” (activa músculos
y frecuencia cardíaca, contrae las pupilas, estimula los movimientos
peristálticos, relaja los esfínteres gastrointestinales del cardias y del
píloro, de la uretra y de la vejiga urinaria, y bloquea el ingreso de aire en
los pulmones). El sistema “somático”, por su parte, mediante sus neuronas,
permite la realización de las acciones “voluntarias”.
En el caso del
“control de los esfínteres”[162]–
actividad que un niño suele realizar, de acuerdo con su propio ritmo de
crecimiento, entre los quince meses y los tres, cuatro años – existe un doble
proceso: uno involuntario, realizado por el sistema periférico, que impacta, p.
ej., al esfínter anal en su parte interna (se trata de un músculo liso que es
continuación de la mucosa del recto), que se relaja cuando se ejerce presión en
la pared rectal); y otro, voluntario, que se efectúa desde el sistema somático
por medio de los nervios pudendos que manejan desde su parte externa al músculo
del esfínter anal (músculo estriado, continuación de los músculos elevadores
del ano). Algo similar ocurre con el esfínter uretral en lo que corresponde con
el control muscular del flujo de la orina.
Será determinante
en este proceso que el sistema nervioso haya alcanzado cierto grado de madurez
para que los dos procesos produzcan el resultado esperado. Pero, es muy
posible, que dicha madurez se retrase debido a factores que de alguna manera
afecten al niño, porque causan en él tensiones o ansiedades. Forzar las cosas
(castigos, regaños, humillaciones, gritos, etc.), en este momento, puede ser
contraproducente por esta razón.
Objeto de mucha
discusión, aún hoy en día, se presenta cuando se considera que algo similar
deberá ocurrir en relación con el “control” de las pulsiones (noción dinámica,
también conocidas por algunos como “instintos”, noción más estática), de las
emociones (autocontrol emocional de sentimientos y de comportamientos) y de las
pasiones. En relación con el “control de las pasiones”, “su organización
mecánica y su funcionamiento” bajo la “dirección” o el “gobierno de la razón”,
hay que mencionar entre los precursores, a R. Descartes en especial en la
tercera, quinta y sexta parte
Acerca del control
de las pulsiones valga la pena recordar la teoría del psicoanálisis propuesta
por S. Freud (“la libido”), sobre las “zonas erógenas” (seis fases que
privilegian, según la edad, una de dichas zonas: oral, anal, fálica o uretral,
Edipo/Electra, latencia y genital) a las cuales J. Lacan añadió dos (escópica e
invocante)[164]. Esto desde el punto de
vista “estático”, porque, como se sabe, estas fases se encuentran en dinámicas
o dinamismos que establece un “aparato psíquico” conformado por el id (o
ello), el yo y el superyó (o superego) y su acción al nivel de la conciencia se
establece ante todo en el componente “inconsciente”, más que en el “consciente”
o en el “subconsciente” de cada persona[165].
Como veremos, esta condición problematiza grandemente el tratamiento debido y
personalizado de los “agresores sexuales”.
El
“empoderamiento”, por su parte, describe hechos que han alcanzado especial
relevancia a partir de las últimas décadas del siglo pasado, sobre todo a
partir de los análisis de antropólogos sociales y de sociólogos, luego de
psicólogos, historiadores y de otras disciplinas. Hijo de nuestro tiempo,
acentúa los aspectos “revolucionarios” (K. Marx[166])
(“dialécticamente contradictorios”: la “tesis, antítesis y síntesis” de Fichte[167],
y del “abstracto, negativo y concreto”,
según Hegel[168]) de la libertad entendida en
sentido ético y político, como hemos descrito en otro lugar[169].
Es decir, no sólo, en sí misma, como ejercicio de la facultad volitiva, como
“libre albedrío”, que decide y elige, y como “acto imperado”, que, ordena la
ejecución externa de lo ordenado internamente, sino como ese “espacio”[170]
necesario y mínimo sin el cual no puede alguien realizarse como persona – campo
para el desarrollo de la conciencia y de la libertad en libertad –, en el cual
da una respuesta “ético-política” a los obstáculos que se le oponen y a las
metas que se le ofrecen. En este sentido hablamos no sólo de “libertad de”
(“coacción” que establecen prejuicios y errores, particularismos,
deformaciones, condiciones “infrahumanas” de vida, normas “burguesas”, etc.)
sino, y especialmente, de “libertad para” (liberación), que no sólo modifica el
ambiente social, cultural y natural sino a sí mismo.
Debemos
hacer en este contexto una importante evocación, porque fue precisamente santo
Tomás de Aquino quien trató de cómo era necesario tener unas condiciones
mínimas de humanidad (concebida hoy en sentido no sólo material sino
“integral”) en el vivir para poder practicar la virtud, o, dicho en otros
términos y como afirmaba Jacques Maritain al referirse a la obra del aquinate:
“Y cuando enseña
que un mínimo de bienestar es necesario para que el hombre acceda a la virtud,
de tal suerte que la cuestión de la moralidad pública es primeramente una
cuestión de trabajo y de pan”[171].
En
efecto, escribía santo Tomás:
“Así como a la
vida, que esperamos sea feliz en el cielo, se dirige el fin de la vida de los
hombres que viven bien aquí, del mismo modo ellos han de estar dirigidos
simultáneamente al bien de la multitud (“bien común”), así como al fin de
cualquier bien particular que el hombre pueda obtener, ya sea riqueza,
ganancia, salud, habilidad o aprendizaje. Si, pues, como se ha dicho, el que
tiene a su cargo el fin último (“bien común”), debe igualmente estar a cargo de
aquellos que, a su vez, tienen a su cargo los medios ordenados al fin, y
dirigirlos con su mandato. De lo dicho se desprende claramente que el rey debe
estar atento con sus decisiones a que aquellos a los que preside tengan el
cuidado de ordenar sus finalidades particulares al fin común, por cuanto él
debe ser súbdito del oficio del sacerdote que le ordena presidir todos los
deberes humanos y ordenarlos bajo el mando de su gobierno. Pero quien tiene la
tarea de realizar algo que está dirigido a otra cosa, como un fin, debe velar
por que su trabajo sea adecuado al fin. (…) Así como un carpintero hace una
espada adecuada para la batalla, así el constructor debe arreglar la casa de
manera que sea apta para habitar. Por lo tanto, dado que el fin de la vida en
la que vivimos bien en la actualidad es la felicidad celestial, corresponde al
deber del rey proveer para la buena vida de la multitud de acuerdo con lo que
conviene al logro de la felicidad celestial, esto es, ordenar aquellas cosas
que conducen a la felicidad celestial, y sus contrarias, según sea posible,
prohibirlas. Pero cuál es el camino hacia la verdadera felicidad y cuáles son
los obstáculos que se oponen a ella, lo sabemos por la ley divina, “cuya
enseñanza pertenece al oficio de los sacerdotes”, según Malaquías (2,7).
(…) Por lo tanto, habiendo sido enseñado por la ley divina, debe concentrarse
en este estudio principal, cómo vive bien la población sometida a él: este
estudio, en efecto, se divide en tres, de modo que, en primer lugar, establezca
una buena vida en la población sometida; segundo, preservar la institución; en
tercer lugar, mejorar lo conservado. Ahora bien, para la buena vida de un
hombre se requieren dos cosas: una principal, que es la actividad según la
virtud (pues es la virtud por la que se vive bien); y otra secundaria y como
instrumental, a saber, la suficiencia de los bienes corporales, cuyo uso es
necesario para el acto de la virtud. Sin embargo, la unidad misma del
hombre es causada por la naturaleza; pero la unidad de la multitud, que se
llama paz, debe ser procurada por la energía del gobernante”[171].
Así,
pues, algunos definen el “empoderamiento” como el “proceso por el cual las
personas fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo como
grupo social para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven”[173].
Este artículo que citamos expone el contexto en el que nació y se ha
desarrollado este concepto tan relevante en el momento presente, cuando se
establecen reivindicaciones “individuales y colectivas” debido a
“vulnerabilidades” y “marginaciones” tales como las procedentes de la
pertenencia a un “género” (femenino, inicialmente), a situaciones de
no-desarrollo, de estatus en la escala social, de acceso a los mercados o a las
estructuras políticas, sea cuestionando las estructuras existentes, o no. De ahí
que el concepto sea muy relevante en lo que hace relación con la “liberación
de” y con la “libertad para”, a las que estamos aludiendo.
En
su evolución la persona humana puede y debe “madurar” permanente e
ilimitadamente en lo que corresponde al ejercicio de su libertad y de su
responsabilidad también en cuanto atañe a su dimensión sexual, asumiendo
conscientemente sus propias limitaciones, por una parte, pero también, de otra,
llevando a acto los potenciales y las riquezas que se contienen en ella.
Continúa en https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_79.html
Índice analítico
Bibliografía
https://teologocanonista2016.blogspot.com/2024/05/estado-de-una-cuestion-la-compleja_13.html
Notas de pie de página
[155] “El hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad”, afirmaba el Concilio Vaticano II (GS 3; 14; 29).
[156] Aunque valoro mucho la obra, ya clásica, de (Hurlock, 1953, 1980), así como el trabajo de (Rappoport, 1972, 1996), de entre los numerosos autores que han tratado el tema emplearé muy a gusto en el texto las descripciones de (Pérez Pérez, Neli - Navarro Soria, Ignasi (coord.), 2024, pág. 18ss).
[157] Básicamente, las orientaciones van en dos direcciones: la “empirista”, que comenzó con J. Locke (1632-1704), quien acentuó el papel de la experiencia en orden a alcanzar un conocimiento, de donde provinieron los acentos de psicología cognitiva que se dieron en la educación a mediados del s. XX; y, la segunda, la que acentúa las diferencias que existen entre un niño y un adulto y que conduce a un mejor conocimiento de la naturaleza de los sujetos, de sus intereses y de sus características: esta proviene de J. J. Rousseau (1712-1778). Pero, evidentemente, una y otra línea recibieron un gran impulso a partir de los descubrimientos que, en otro ámbito diferente, realizó Ch. Darwin (1809-1882) en relación con la “biología evolutiva”.
Ya para 1970 las dos líneas por las que había discurrido la Psicología estaban bastante diferenciadas: una, conocida como “mecanicista”, que enfatiza los procesos del aprendizaje (“conductistas” y “teóricos del aprendizaje social”); y otra, la “organísmica” u “organicista”, que, sin negar la importancia de la experiencia, da énfasis a los procesos de desarrollo de carácter universal, transcultural y teleológico.
La línea de psicología conductista se desarrolló siguiendo varias líneas principales: la primera, que considera que el sujeto es un pasivo y mero respondedor de estímulos (J. B. Watson, 1878-1958); una segunda, que destaca la fuerza y el papel de los hábitos (C. L. Hull, 1884-1952); la tercera la aportó B. F. Skinner (1904-1990), quien investigó de qué manera la conducta responde no sólo ni principalmente a procesos ni a necesidades instintivas (como hacían sus predecesores), cuanto a las metas del sujeto, a las consecuencias de un comportamiento, a necesidades tales como la aprobación, el afecto, la diversión, etc., que “determinan” los comportamientos sucesivos; para 1950-1960 se desarrolló una nueva teoría explicativa de la relación “E(stímulo)-R(espuesta)”: R. R. Sears (1908-1989) y A. Bandura (1925-2021) plantearon la “teoría del aprendizaje social”, en la que el aprendizaje se obtiene de la observación de la conducta de los demás y de las consecuencias que ella tiene (“modelos”).
Se adscriben a la segunda línea, en cambio, S. Freud (1856-1939) – la “estructura psíquica” consciente e inconsciente; los “conflictos sexuales”; la “sexualidad infantil” – y J. Piaget (1896-1980) – con sus “funciones y estructuras”; el “equilibrio” entre biología y ambiente; la construcción del conocimiento; los “principios” de adaptación y de organización”; pero, principalmente, las “etapas” del desarrollo –.
[158] (Psicología del desarrollo humano: del nacimiento a la vejez, pág. 22)
[159] Ibíd., 25.
[160] Ibíd., 26.
[161] Ibíd., 33.
[162] Cf. nt. 2.
[163] Cf. (Descartes, 2024); (El control racional de las pasiones en Descartes: La ambivalencia de la compasión).
[164] Cf. (El Seminario de Jacques Lacan, Libro (Seminario) XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis)
[165] Cf. (Tres ensayos para una teoría sexual [Freud, S., 1905].); (Teoría de la Personalidad de Freud: consciente, inconsciente, Yo, Superyó y Ello)
[166] Cf. (La Revolución en Karl Marx, págs. 24-25). En su
[167] En: "Rezension des Aenesidemus", Allgemeine Literatur-Zeitung, 11–12 de febrero de 1794 (Recensión del ‘Enesidemo’): cf. (Fichte: de la consciencia al absoluto).
[168] “Se puede utilizar la siguiente formulación para, una vez más, resumir brevemente la idea principal de Hegel: las contradicciones tienen una doble función: su función negativa es destruir las implicaciones ontológicas y representacionales de la metafísica tradicional aniquilando sus objetos. Su función positiva consiste en ser un instrumento necesario para revelar la verdadera naturaleza de los objetos enfatizando su esencia no-representacional”: (La contradicción en Hegel).
[169] Cf. (Algunos elementos introductorios a la Teología Moral. Apuntes de clase , págs. 104-105); (Moral, pág. 101s).
[170] Cf. (Mejía Álvarez, 1998 2004).
[171] El texto se encuentra citado en (Aproximación a la noción de 'Bien Común' en Tomás de Aquino, pág. 71).
[172] “Sicut autem ad vitam, quam in caelo speramus beatam, ordinatur sicut ad finem vita qua hic homines bene vivunt; ita ad bonum multitudinis ordinantur sicut ad finem quaecumque particularia bona per hominem procurantur, sive divitiae, sive lucra, sive sanitas, sive facundia vel eruditio. Si igitur, ut dictum est, qui de ultimo fine curam habet praeesse debet his qui curam habent de ordinatis ad finem et eos dirigere suo imperio, manifestum ex dictis fit quod rex, sicut dominio et regimini quod administratur per sacerdotis officium subdi debet, ita praeesse debet omnibus humanis officiis et ea imperio sui regiminis ordinare. Cuicumque autem incumbit aliquid perficere quod ordinatur in aliud sicut in finem, hoc debet attendere ut suum opus sit congruum fini. (…) Sicut faber sic facit gladium ut pugnae conveniat, et aedificator sic debet domum disponere ut ad habitandum sit apta. Quia igitur vitae, qua in praesenti bene vivimus, finis est beatitudo caelestis, ad regis officium pertinet ea ratione vitam multitudinis bonam procurare secundum quod congruit ad caelestem beatitudinem consequendam, ut scilicet ea praecipiat quae ad caelestem beatitudinem ducunt, et eorum contraria, secundum quod fuerit possibile, interdicat. Quae autem sit ad veram beatitudinem via, et quae sint impedimenta eius, ex lege divina cognoscitur, cuius doctrina pertinet ad sacerdotum officium, secundum illud Mal.: labia sacerdotis custodient scientiam, et legem requirent de ore eius. Per legem igitur divinam edoctus, ad hoc praecipuum studium debet intendere, qualiter multitudo sibi subdita bene vivat: quod quidem studium in tria dividitur, ut primo quidem in subiecta multitudine bonam vitam instituat; secundo, ut institutam conservet; tertio, ut conservatam ad meliora promoveat. Ad bonam autem unius hominis vitam duo requiruntur: unum principale, quod est operatio secundum virtutem (virtus enim est qua bene vivitur); aliud vero secundarium et quasi instrumentale, scilicet corporalium bonorum sufficientia, quorum usus est necessarius ad actum virtutis. Ipsa tamen hominis unitas per naturam causatur; multitudinis autem unitas, quae pax dicitur, per regentis industriam est procuranda” (Tomás de Aquino (santo), 2024). La cursiva en el texto es mía.
[173] (Empoderamiento).
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