martes, 7 de febrero de 2023

El quinto de los requisitos establecidos por el c. 378 del CIC

 


El quinto de los requisitos establecidos por el c. 378 del CIC: 
presentación y comentario de algunos datos estadísticos elaborados a partir de la información publicada en relación con los Arzobispos y Obispos designados o confirmados por el S. P. Francisco
durante el período del 11 de noviembre de 2021 al 31 de diciembre de 2022: 

¿se verifica?
– Muestra –

 

 

Iván F. Mejía Álvarez.

 

 


Viene de http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/10/l_26.html


Contenido

 

Introducción

Anotaciones y límites contextuales y metodológicos

Algunas anotaciones de orden teológico-canónico

1.    Número de Arzobispos y de Obispos confirmados o designados por el S. P. Francisco tanto para la Iglesia Latina como para las Iglesias Orientales

2.    Número de Arzobispos y Obispos según pertenencia al clero diocesano, ritual o de instituto de vida consagrada

3.    Edad de Arzobispos y de Obispos al momento de su designación

4.    Arzobispos y Obispos según País/Jurisdicción para los que fueron designados

5.    Oficio (s) que los candidatos se encontraban (o eventualmente continúan) desempeñando al momento de su nueva designación como Obispos o Arzobispos (especialmente diocesanos)

6.    Estudios previos a la ordenación presbiteral de los futuros candidatos a Arzobispos y Obispos

7.    Estudios no eclesiásticos académicos y profesionales previos llevados a cabo por los futuros candidatos al episcopado

8.    Universidades de las que egresaron los Obispos y Arzobispos

9.    Especializaciones teológicas del ciclo de licenciatura en las que Arzobispos y Obispos obtuvieron título eclesiástico (clasificación y cuantificación)

a.    En Filosofía

b.    En Sagrada Escritura

c.     En Teología

d.    En Derecho canónico

e.     En Teología moral

f.     En Liturgia

g.    En Misiología, Teología pastoral y (Teología de la) Comunicación Social

h.    En Historia de la Iglesia

i.     En Patrística

j.     En Teología espiritual

k.    En Teología bíblica

l.     En Doctrina social de la Iglesia

10.      Especializaciones teológicas del ciclo de Doctorado en las que Arzobispos y Obispos obtuvieron título eclesiástico (clasificación y cuantificación)

a.    Doctorado en Filosofía

b.    Doctorado en Sagrada Escritura

c.     Doctorado en Teología (Dogmática, Fundamental, Sistemática)

d.    Doctorado en Derecho canónico

e.     Doctorado en Teología moral

f.     Doctorado en Liturgia y/o Música sacra

g.    Doctorado en Teología pastoral, Misiología, Catequética, Teología Práctica, Comunicación Social u otro de sus énfasis

h.    Doctorado en Historia de la Iglesia

i.     Doctorado en Patrística

j.     Doctorado en Teología espiritual

k.    Doctorado en Teología bíblica

l.     Doctorado en Doctrina social de la Iglesia

Conclusiones

Bibliografía

 






En esta pintura, atribuida a Juan Correa de Vivar (o Juan de Mascaraque, o de Toledo: c. a. 1510 – 1566), el autor quiso dejar plasmado el suceso de la curación del “paralítico de nacimiento” por parte de los Apóstoles Pedro y Juan, “los que habían acompañado a Jesús”. Se trata de la primera escena de un conjunto de eventos de la mayor trascendencia trinitaria, cristológica y eclesiológica (teológica, jurídica, pastoral e histórica, etc. de la Iglesia naciente) tal como ella es narrada por san Lucas en sus Hechos (3,1-4,37).

Esta descripción de los sucesos relacionados con los comienzos de la realización apostólica de la misión que le fuera confiada por Jesús a la Iglesia, es decir, del primer “anuncio de la Palabra”, nos permite conocer aquello en lo que ha de ser considerado original, propio, esencial, perentorio e insustituible de dicho anuncio, máxima “Verdad de la fe”, la “Buena noticia” para todos – en el pasado, en el presente y en el futuro – , incluidos aquellos que fueron los primeros destinatarios del mismo, esto es, “el pueblo” y los “jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, el Sumo Sacerdote y todos los miembros de las familias de los sumos sacerdotes”: que “nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos, es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y que ha llegado a ser la piedra angular. Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación”: esto es, el anuncio del misterio de la Pascua cristiana y de su efecto saludable.

Pero, simultáneamente, siendo este el mensaje central del relato, y en armónica remisión o conexión con este, la narración enuncia, es decir, lleva involucrados e inseparables, elementos comunes del carácter social y de la experiencia humana, y también y sobre todo, aunque in nuce, otros elementos o rasgos característicos y propios de la identidad de la Iglesia, de su estructura, de su existencia y de su obrar, los cuales tienen que ver con sus premisas, con sus antecedentes y con sus principios y valores, con sus criterios de acción y con su manera de proceder. Ante todo, el texto declara una segunda “verdad de fe”, que estiman objetiva (tradicional e histórica) y propia del ámbito de la doctrina de la Iglesia, pero que los Apóstoles comparten, sin duda y sin reparos, con las autoridades judías como parte de su “credo”, pero que, en virtud de esta, deben ellos optar por emprender un camino diferente: «Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído» (4,19-20). Doctrina de la fe y objeto de la virtud de religión, sin duda, pero cuya implicación de orden antropológico y moral es inmediata, nítida y más amplia, especialmente por la suprema valoración que se les atribuye a la conciencia, a la dignidad y a la libertad de las personas, cuyo reconocimiento jurídico (estatal, canónico y eclesiástico – “de gentes” e “internacional” – pues se trata de los más genuinos “derechos humanos fundamentales”) en justicia se impone, y que en particular se refiere al derecho individual y colectivo a creer en Jesucristo – su gran alegría (cf. c. 748) –, y, correspondientemente, a la libertad y al derecho que poseen los cristianos, la Iglesia, de anunciar la Palabra evangélica a todas las naciones y por todas las edades (cf. c. 747: https://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/04/l.html). (Nótese la inversión del orden de los cc.).

Colección del Museo Nacional del Prado, Madrid, España, en: https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/san-pedro-curando-al-paralitico/353f567c-12f7-430f-a91c-d8ffe28b8d48






 

Introducción


Anotaciones y límites contextuales y metodológicos



I

 


En cada momento de la historia a los cristianos nos corresponde vivir la multiforme “tensión” que se produce entre nuestra inserción en el mundo, nuestra pertenencia a la común humanidad, y nuestra fe vivida en la Iglesia que, animada por el Espíritu, no puede ni quiere perder de vista a su Señor Jesucristo y su misterio pascual, criterio último según el cual él mismo caracterizó a sus fieles seguidores (cf. GS 40-45). Fue Él, en efecto, quien dijo:

“… ellos no son del mundo… no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo… conságralos en la verdad…” (Jn 17,14-19).

“… Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos… a causa de mí: … Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo… Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes…” (Mt 5,11-16).

“El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa” (Mt 13,33).

San Pablo, por su parte, no sólo aprovechó el conocimiento cultural generalizado de su época y su personal experiencia y estudio sino que, cuando ejerció su autoridad apostólica, lo hizo principal y radicalmente interpretando y aplicando esas enseñanzas de Jesús (su “Evangelio”: la palabra, el testimonio de vida y las consecuencias de la obra de su Señor), como lo señalaba y ordenaba en cierta circunstancia a una de sus comunidades:

“¿No saben que «un poco de levadura hace fermentar toda la masa»? Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad. En una carta anterior, les advertí que no se mezclaran con los deshonestos. No quiero decir que se aparten por completo de los deshonestos de este mundo, de los avaros, de los ladrones y de los idólatras: de ser así, tendrían que abandonar este mundo. Lo que quise decirles es que se no mezclen con aquellos que, diciéndose hermanos, son deshonestos, avaros, idólatras, difamadores, bebedores o ladrones: les aconsejo que ni siquiera coman con ellos. No es asunto mío juzgar a los que están fuera de la Iglesia. Ustedes juzguen a los que están dentro; porque a los de afuera los juzga Dios. Expulsen al perverso de en medio de ustedes” (1 Co 5, 6b-13).

Y no hizo menos san Pedro, quien nos dejó consignada una preciosa y perentoria indicación no sólo en orden a promover “líderes” y “liderazgos” sino principalmente en orden a la formación de auténticos ministros, es decir, servidores, clérigos o no, en todos los tiempos:

“Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada: apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño. Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria” (1 Pe 5,1-5).


La pregunta más amplia y contextual que nos ocupará y a la cual trataremos de aportar muy modestamente en su respuesta es la siguiente: ¿Bajo qué criterios e ideales, según qué principios de realidad, de acuerdo con qué normas prácticas, se habrían de elegir (y preparar) hoy los Obispos? La pregunta, que es válida para todos los tiempos, no puede ocultar que ello deberá hacerse teniendo en cuenta, en especial en el momento presente, el seguimiento del Señor en las circunstancias concretas de lugar, tiempo y modo, y, por lo mismo, sin callar la existencia de múltiples conflictos, disputas, aciertos, etc., “internos y externos”, por una parte, pero, de otra, teniendo clara conciencia de que los Obispos, futuros “sumos sacerdotes” en medio de un pueblo también él mismo sacerdotal (cf. 1 Pe 2,9), están llamados, entre otras condiciones, a ser creativos y generosos, y a tomar la iniciativa del servicio (cf. Mt 7,12), de acuerdo con la enseñanza neotestamentaria:

“Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados” (Hb 5,1).

Dicho sea de paso, se ha de recordar, a este propósito que, aunque el texto griego asignó el título de ἀρχιερεὺς al Señor Jesús, él nunca se lo atribuyó (al menos, nada dicen al respecto los textos evangélicos), pero cuyos contenidos figurativos implícitos ciertamente él sí aplicó a Sí mismo[1]

Los traductores de la vulgata – texto canónico según Trento; al parecer en este caso no fue propiamente san Jerónimo su traductor – se negaron, según se dice para evitar equívocos, a traducirlo por “summus sacerdos”: aquella era una típica institución, en su momento, del pueblo de Israel; pero, de otra parte, también formaba parte de la práctica de los romanos (el propio Constantino quiso ser denominado así en algún momento a la usanza de la Roma antiquísima) bajo la denominación de “pontifex (maximus)”: “pontífice (máximo)”. Zanjaron entonces la cuestión empleando el término latino sí, pero con un contenido del todo nuevo, el que explica el texto griego mismo, ya que el pontificado de Jesús no proviene de ningún otro (ni por sangre ni por iniciativa humana) sino que es “denominado pontífice por Dios” “según el orden de Melquisedec” (cf. Gn 14,18ss y Sal 110,4: Hb 5,6.10). Ese contenido nuevo fue, precisamente, el que había querido enunciar y destacar previamente san Pablo, v. gr., al señalar el caso de Adán, "figura del que había de venir" -Rm 5,14-. Siguiéndolo, no dudaron los otros autores neotestamentarios en establecer interpretaciones de personajes del Antiguo Testamento, tipologías y metáforas en las que el "typos" se convierte en "antitypos", y viceversa: en el caso (Hb), Jesús, el Typos, con el sacrificio de sí mismo, es superior a Melquisedec, y el suyo más excelso, válido, único y original sacerdocio - sacerdote, víctima y altar-. Pero también en este caso, las analogías y las similitudes pueden llegar sólo hasta un cierto punto: "Dios mismo así lo denominó". San Pablo, sin embargo, llevó aún más adelante su comparación, al referirla a todos los miembros de la Iglesia, al "Cuerpo de Cristo": cf. Col 2,17. Sin reticencias, pues, podemos emplear la expresión “Sumo Sacerdote”, con toda propiedad, para referirla al Señor, primordial y originariamente, pero también, como "sacerdotes" por extensión, a todos los demás miembros de "su sacerdocio santo", de “su pueblo sacerdotal” o, dicho en palabras de san Pedro: "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz" (1 Pe 2,5.9).

Por cierto, el S. P. Francisco, en su homilía de la misa crismal del 6 de abril de 2023, recordó que es el Espíritu Santo la fuente de la unción sacerdotal, y no sólo de aquella "primera" sino también de "la de Pentecostés", la "segunda", de lo cual extrajo importantes consecuencias prácticas para la vida presbiteral (cf. el texto completo en italiano en: https://www.vatican.va/content/francesco/it/homilies/2023/documents/20230406-omelia-crisma.html; y la presentación noticiosa en castellano en: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-04/papa-misa-crismal-madurez-sacerdotal-pasa-admitir-debilidad.html). 

Y él mismo, con ocasión de su encuentro con los miembros del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en su asamblea plenaria, el 22 de abril de este mismo año (cf. en: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/04/22/0297/00643.html; el texto es mucho más amplio y sugerente e invitamos a leerlo en su totalidad), explicaba por qué la “ministerialidad” en la Iglesia no puede reducirse a los denominados “ministerios instituidos”, ni siquiera a aquellos que están más directamente conectados con los “ministerios ordenados”, sino que, por dos razones primordiales, abarcan un panorama, unas realidades y necesidades, y unas funciones muchísimo más amplias, y, por qué no decirlo, más graves desde diversos puntos de vista (socio-político-económico-culturales en cambios rápidos y profundos), y, precisamente, además, como tareas propias que, hoy en día, deberían ser – ojo avizor de los signos de los tiempos – enérgica y empeñativamente realizadas por las laicas y laicos. Esas dos razones que el S. P. recuerda son, en sus palabras:


“La primera es el Bautismo. En él, efectivamente, tiene su raíz el sacerdocio común de todos los fieles, el cual, a su vez, se expresa en los ministerios. La ministerialidad laical no se fundamenta en el sacramento del Orden, sino en el Bautismo, por el hecho de que todos los bautizados – laicos, célibes, casados, sacerdotes, religiosos – son christifideles, fieles cristianos, creyentes en Cristo, sus discípulos, y, por tanto, llamados a tomar parte en la misión que Él confía a la Iglesia, inclusive mediante la asunción de determinados ministerios.


La segunda razón se encuentra en los dones del Espíritu Santo. La ministerialidad de los fieles, y de los laicos en particular, nace de los carismas que el Espíritu Santo distribuye al interior del Pueblo de Dios para su edificación (Carta apost. M. p. Antiquum ministerium, 2, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/motu_proprio/documents/papa-francesco-motu-proprio-20210510_antiquum-ministerium.html): primero aparece un carisma que es suscitado por el Espíritu; luego la Iglesia reconoce este carisma como un servicio útil para las comunidades; finalmente, en un tercer momento, se introduce y se difunde un ministerio específico.”



El texto original italiano se expresa así:

“La prima è: il Battesimo. In esso infatti ha la sua radice il sacerdozio comune di tutti i fedeli che, a sua volta, si esprime nei ministeri. La ministerialità laicale non si fonda sul sacramento dell’Ordine, ma sul Battesimo, per il fatto che tutti i battezzati – laici, celibi, coniugati, sacerdoti, religiosi – sono christifideles, credenti in Cristo, suoi discepoli, e dunque chiamati a prendere parte alla missione che Egli affida alla Chiesa, anche mediante l’assunzione di determinati ministeri.

La seconda risposta è: i doni dello Spirito Santo. La ministerialità dei fedeli, e dei laici in particolare, nasce dai carismi che lo Spirito Santo distribuisce all’interno del Popolo di Dio per la sua edificazione (cfr ibid.): prima compare un carisma suscitato dallo Spirito; poi la Chiesa riconosce questo carisma come un servizio utile per la comunità; infine, in un terzo momento, si introduce e si diffonde uno specifico ministero.”

Profundiza y actualiza de esta manera el Sucesor de Pedro la enseñanza e invitación que el Concilio Vaticano II hacía a los Obispos (cf. CD 16e; 23,2; 27c: https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19651028_christus-dominus_sp.html) no sólo para que asumieran personalmente un mayor y mejor conocimiento de las realidades y necesidades de sus fieles y del mundo entero, y con ese mejor conocimiento supieran y quisieran aplicarse a su labor pastoral, sino también y muy especialmente para que promovieran cada vez más ampliamente el “apostolado de los laicos” y su conciencia de las “obligaciones” y del “derecho” que ellos tienen en esta materia, no sólo en y desde sus condiciones personales tan diversas, sino a fin de que se decidieran a afrontar con lucidez e intrepidez, individualmente y/o de forma asociada, los mayores y complejos retos que la sociedad contemporánea, como dijimos antes, le está planteando (“evangelización”) a toda la Iglesia.




II



En las cartas pastorales, en especial en 1 Tm 3,1-7 y Tt 1,5-9; 2,1.7-8, el Apóstol Pablo dejó unas normas canónicas – sus “instrucciones” - al describir las cualidades y las condiciones que debían tener – como, en su opinión, poseían realmente Timoteo y Tito – los que fueran escogidos por ellos para acompañarlos y sucederlos en el cuidado pastoral y la presidencia de las comunidades fundadas por él – de entre los que libremente desearan o aceptaran ese oficio que se les iba a confiar –:

“Es muy cierta esta afirmación: «El que aspira a presidir la comunidad, desea ejercer una noble función». Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza. Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad. Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios? Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio. También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio” (1 Tm 3,1-7).

“Te he dejado en Creta, para que terminaras de organizarlo todo y establecieras presbíteros en cada ciudad de acuerdo con mis instrucciones. Todos ellos deben ser irreprochables, no haberse casado sino una sola vez y tener hijos creyentes, a los que no se pueda acusar de mala conducta o rebeldía. Porque el que preside la comunidad, en su calidad de administrador de Dios, tiene que ser irreprochable. No debe ser arrogante, ni colérico, ni bebedor, ni pendenciero, ni ávido de ganancias deshonestas, sino hospitalario, amigo de hacer el bien, moderado, justo, piadoso, dueño de sí. También debe estar firmemente adherido a la enseñanza cierta, la que está conforme a la norma de la fe, para ser capaz de exhortar en la sana doctrina y refutar a los que la contradicen” (Tt 1,5-9).

“En cuanto a ti, debes enseñar todo lo que es conforme a la sana doctrina (…) Exhorta también a los jóvenes a ser moderados en todo, dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta, en lo que se refiere a la pureza de doctrina, a la dignidad, a la enseñanza correcta e inobjetable. De esa manera, el adversario quedará confundido, porque no tendrá nada que reprocharnos” (Tt 2,1.7-8).

Al observar estos textos notamos que, en concepto de san Pablo, uno de los requisitos ineludibles – sobre todo en ese momento crítico de la vida de la Iglesia – era, precisamente, el concerniente con “debes enseñar todo lo que es conforme a la sana doctrina” (Tt 2,1). Este punto, “la enseñanza”, exige unas cualidades particulares de “aptitud” que deben ser constatadas en los candidatos, especialmente al observar la trayectoria de su vida y las propias condiciones "docentes", entre ellas: “humildad”, dotes para la comunicación, empatía, paciencia, creatividad, curiosidad y ética. Por eso, este factor no puede considerarse, en su concepto, ni separable ni separado de todos los demás: de alguna manera, todos los demás tienen que ver con éste, lo obstaculizan o lo posibilitan y facilitan en su ejercicio; y también debería serlo viceversa. Desde el punto de vista del contenido del kerygma, la “sana doctrina” implica de ninguna manera tergiversar el anuncio de Jesucristo y su misterio pascual, o exponer un Evangelio incompleto o “adaptable” a las exigencias del ambiente o de los oyentes, para complacerlos. Pero también el Apóstol añade: “ser capaz de exhortar en la sana doctrina y refutar a los que la contradicen” (Tt 1,9). Dado que el candidato no puede ser una persona “arrogante”, ni “colérica”, sino “dueña de sí”, “moderada” y “justa”, “equilibrada” y “ordenada”, el Apóstol estaba sentando las bases necesarias para el ejercicio del ministerio en el que el “presbítero” (¡y el Obispo!), "indulgente, enemigo de las querellas", no debería ser "pendenciero", y, peor aún, el iniciador o el animador de contiendas en cuestiones doctrinales; pero que sí, por el contrario, debería, eventualmente, ser capaz de afrontar alguna polémica, de hacer apología o asumir la defensa de la “doctrina” cristiana. Por eso, además de una conducta transparente debería poseer conocimiento de la Iglesia y amor y compromiso con ella (cf. Ef 5,23-32), ser sociable, solucionador de conflictos, tener conocimiento y dotes oratorias, capacidad y sentido de las proporciones y de los límites para, eventualmente, consensuar, conciliar y concertar.


El primer milenio cristiano estuvo orientado, sobre todo, a las cuestiones relacionadas con la “sucesión apostólica”. No obstante, no se dejó de lado en ninguno de sus períodos el factor “viri probati”, como los denominó san Clemente[2]. A partir del siglo IV los documentos de la época muestran la preocupación por los “desaciertos” que se habían cometido, en diversos casos, en la elección de Obispos porque los candidatos no llenaban verdaderamente las condiciones para serlo: por entonces la “presentación” de los mismos todavía era bastante “popular”, pues intervenía todo el pueblo cristiano[3] si bien, con el trascurso del tiempo, se la fue restringiendo a los nobles, a los miembros de las curias y a los senadores, y, por último, a una simple aclamación, cuando quedó en manos exclusivamente del clero (por lo general, el propio diocesano)[4]. Además de las condiciones generales que san Pablo había establecido se hacía precisión en que los candidatos no fueran ni herejes ni neófitos, por razón de seguridad en la fe, en que era deseable que hubieran ido pasando por los grados inferiores del clero aunque no fueron pocos los que se escogieron aun siendo laicos[5] y, además, se introdujeron normas específicas para enfrentar los nuevos problemas que habían surgido en la época (simonía, avaricia, ambición, favorecimiento a los familiares), como quedó recogido en las Pandectas[6] y en el Decreto de Graciano[7]. De acuerdo con los Statuta Ecclesiae Antiqua, obra escrita en Francia probablemente entre los años 476-485, se requería que los electores hicieran un examen previo al candidato – inclusive se indicaban las materias de ese examen – con el fin de cerciorarse de que tuviera las condiciones exigidas[8]. El papel de los metropolitanos en esta tarea era destacado.


Durante el período siguiente los gobernantes civiles quisieron ampliar cada vez más sus atribuciones en materia de elección de Obispos con desmedro de la intervención de los metropolitanos. Así sucedió en el reino de los francos: “cum voluntate regis”, llegó a establecer el Concilio de Orleans del año 459, en el c. 10. Por el lado de Carlomagno, por el contrario, se hizo más frecuente la “libre elección” de los Obispos, pero se reservaba al emperador la confirmación de los elegidos (Sínodos de Aquisgrán de 817 y 828). En España, las opiniones y prácticas estuvieron divididas según se tratara de reinos visigodos, sarracenos o cristianos, y algo similar ocurrió en Inglaterra y en Hungría[9]. Todo ello condujo a la “reforma gregoriana” (1075), que prohibió toda intromisión laica[10].


La tradición eclesiástica que se remonta por lo menos al II Concilio de Letrán (1139) estableció que, para que alguno pudiera ser designado Obispo, se requería hacer una consulta y un discernimiento previo a fin de que para ese ministerio “sea elegida una persona honesta e idónea” (“eorum consilio honesta et idónea persona in episcopum eligatur[11]). ¿De qué manera se hacía ese discernimiento? Lo prescribió años después el Concilio Ferrara-Florencia, sesión XII de 1433[12].


Y con el fin de que se precisaran mejor esas condiciones de “idoneidad” el siguiente Concilio, el III de Letrán (1179), estableció en el c. 3 que se debía exigir en general para todos los que habían de ser promovidos “a las sagradas órdenes y a los ministerios eclesiásticos”:

“Cum in sacris ordinibus et ministeriis ecclesiasticis, et aetatis maturitas et morum gravitas et scientia litterarum sit inquirenda (quaerenda), multo fortius haec in episcopo oportet inquirí, qui ad curam positus aliorum, in se ipso debet ostendere qualiter alios in domo Domini oporteat conversari” (“Como en las sagradas órdenes y en los ministerios eclesiásticos se han de buscar madurez de edad y seriedad de modales y conocimiento de las letras, estas cosas se han de buscar con mucha más fuerza en el Obispo, el cual, puesto al cuidado de otros, debe mostrar en sí mismo cómo deben comportarse los demás en la casa del Señor”[13].

Años después, el Concilio de Ferrara-Florencia además de “idóneo” llamó también “pastor digno”, y también “el más útil”[14] a ese candidato, pero, como se ve, recogió la disposición del III de Letrán aduciendo un texto paulino para fundamentar y argumentar su expresión “litterarum scientia praeditum” (Tt 1,7-9).

De la misma forma hizo el concilio de Trento, en la sesión XXIV de 1563[15]. Más aún. Este concilio insistió en la necesidad de que aquellos a quienes (junta o consistorio de cardenales) la Iglesia confía la prestación de su servicio a la Sede Apostólica (única a la que corresponde hacer esta provisión) en cuanto tiene que ver con la elección y propuesta de alguno como pastor en la Iglesia, debían fijarse, entre las demás condiciones, en que el candidato

“… doctrina atque aliis ómnibus qualitatibus praeditos sciant, quae iuxta sacros canones et Tridentinae huius synodi decreta requiruntur”: ("...que sepan - se cercioren- que están dotados de ciencia y de todas las demás cualidades que se exigen según los sagrados cánones y los decretos de este Sínodo de Trento") [16].

Pero, como se puede ver, en la tradición de la Iglesia que hemos revisado, cuando se había tratado de la materia relacionada con la “doctrina” y con la “ciencia” necesarias en los candidatos al episcopado, los Concilios no habían exigido título académico de ninguna clase. ¿Cómo se llegó, entonces, a que el CIC de 1917 tratara de esta específica condición de “idoneidad” para el Episcopado (cf. c. 330* y 331 § 1, 5°*), antecedentes del actual c. 378? El recorrido no es muy directo ni está del todo esclarecido.


Por una parte, los cc. 1377* y 1378* prescribían unas normas generales para regular tanto los grados académicos con efectos canónicos como la "prioridad" que obtenían con ellos quienes se proponían para la colación de un oficio o beneficio eclesiástico. La norma regía “entre iguales”, pero dejaba en últimas “a juicio del Ordinario” dicha colación.


En relación con el primero de estos cc., el precursor en tomar una decisión al respecto, al parecer, fue el Papa Pío IX en su alocución In consistoriali del primero de noviembre de 1850[17], con el fin de reivindicar los derechos de la Sede Apostólica (y en lo correspondiente, de los Obispos) frente a la auto atribución exclusiva por parte del Reino de Cerdeña (y del subalpino Piamonte, la Casa de Saboya) y de su ministerio de educación, de la potestad de conferir todos los títulos académicos en sus territorios. En tal virtud, el c. establecía que, tratándose de “los efectos canónicos en la Iglesia” sólo a la Sede Apostólica, y a quien ella designe, corresponde “conferir grados académicos”. Mantiene esta misma dirección el actual c. 817.


En cuanto al c. 1378* las normas previas eran muy abundantes[18]. No nos detendremos en este c. pues toda la materia fue reorganizada y depurada en los cc. 807 a 821 del CIC83, como se vio en su momento: (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/07/l.html y http://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/07/l_23.html).


Sumamente importante en la regulación “contemporánea” (¡“moderna”!) de las actividades académicas de las instituciones de la Iglesia y del otorgamiento de los grados y títulos correspondientes, fue la const. ap. Deus scientiarum Dominus del S. P. Pío XI (24 de mayo de 1931) con las Ordenaciones expedidas por la Congregación de Seminarios y Universidades para dar cumplimiento al art. 12 de la const.[19].


Finalmente, al tratar de la diócesis, el Concilio Vaticano II en CD 23,3 estableció que

“3) Quo denique aptius salutis ministerium in dioecesi exerceri possit, pro regula habeatur ut unicuique dioecesi clerici, numero et idoneitate saltem sufficientes, praesto sint pro rite pascendo populo Dei”: “Y, por fin, para cumplir mejor con el ministerio de la salvación en la diócesis, téngase por norma que en cada diócesis haya clérigos suficientes en número y preparación (“idoneitate”) para apacentar debidamente el Pueblo de Dios”).

 



III



Llegamos así a la norma del c. 378 del CIC que hemos expuesto en el cuerpo del curso (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/10/l_26.html). De acuerdo con él, la explicación de la norma establece en sus dos parágrafos los requisitos exigidos para considerar, en la generalidad de los casos, que una persona pueda ser estimada “candidato idóneo” (¡y "útil" en el orden de la salvación!) para el Episcopado. Decimos en la generalidad de los casos porque, como afirma el § 2 (“Iudicium definitivum de promovendi idoneitate ad Apostolicam Sedem pertinet”), este juicio compete exclusivamente a la Sede Apostólica, que puede hacer excepciones (“dispensas”: http://teologocanonista2016.blogspot.com/2017/07/l_15.html) al cumplimiento o a la existencia de dichos requisitos (por lo general, de ley eclesiástica); y, de hecho, las hace (seguramente tales dispensas se incluyen en la documentación correspondiente, bajo secreto, que no se anuncia).



La presente nota tiene entonces, como objetivo directo, principal e inicial conocer en particular sobre el cumplimiento (o, al menos, de la publicidad que se ha hecho de ello) del quinto, en su orden, de dichos requisitos del c. 378 del CIC, a saber, el relacionado con las exigencias académicas que impone la norma canónica:

§ 1. Ad idoneitatem candidatorum Episcopatus requiritur ut quis sit: (…) 5° laurea doctoris vel saltem licentia in sacra Scriptura, theologia aut iure canonico potitus in instituto studiorum superiorum a Sede Apostolica probato, vel saltem in iisdem disciplinis vere peritus”: “… doctor o licenciado en sagrada Escritura, teología o derecho canónico por instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica o verdaderamente experto en esas disciplinas").

El Código de Cánones de las Iglesias Orientales (CCEO: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/la/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_19901018_codex-can-eccl-orient-1.html), por su parte, señala en el c. 180, numeral 6°, que el candidato deberá ser “doctor, licenciado o al menos experto en una ciencia sagrada”.


Con todo, al haber iniciado esa búsqueda, hemos ido detectando colateralmente otras valiosas informaciones que iremos exponiendo a su debido momento.


De un año a otro y a través del tiempo los datos pueden ser, y de hecho son, muy variables, por supuesto. El período que abarca esta indagación va del 11 de noviembre de 2021 al 31 de diciembre de 2022 (409 días), que equivalen al 8,74% (“muestra”) del Sumo Pontificado del S. P. Francisco hasta ese momento. La elección de las fechas en principio y directamente nada tiene que ver con la designación que el Romano Pontífice hiciera, el 13 de julio de 2022[20], de nuevos miembros del Dicasterio para los Obispos, que, por más de doce años, estuvo a cargo del siempre muy apreciado S. Em. Cardenal Marc Ouelet PSS (hasta el 12 de abril de 2023, según noticia de prensa del 30 de enero[21]). No obstante, puede resultar útil observar las eventuales diferencias que se pudieran presentar al comparar, en diversos casos, el período comprendido entre el 11 de noviembre de 2021 y el 15 de julio de 2022 (244 días: cuando todavía se seguían las metodologías de la “Congregación” para los Obispos) con el período que trascurrió entre el 16 de julio y el 31 de diciembre de 2022 (165 días: es decir, bajo las directrices del nuevo “Dicasterio” para los Obispos).



Metodológicamente debo advertir, dadas las salvedades indicadas, que la información que ahora expondremos (“muestra”) – con respeto hacia las fuentes (noticia de primera mano, real y transparente), hacia sus redactores y hacia los benévolos lectores – se encuentra respaldada debidamente y con el máximo cuidado. La fuente primaria de esta información se halla, por supuesto, en el Boletín diario que publica en italiano la Sala de Prensa de la Santa Sede (https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino.html; se ha de notar que, el Boletín diario en lengua española, por lo que se encuentra en las redes, ha cesado a partir del 29 de octubre de 2021, y sólo se publican en el sitio algunas intervenciones pontificias y otras noticias de particular relieve: https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino.html), complementada en algunas ocasiones con datos provenientes de otros lugares públicos acreditados. No obstante, agradezco cualquier aporte o corrección que se debiera hacer de los datos: más aún, para perfeccionarlos habría que acudir a la información oficial que se suele publicar en los anuarios, a saber, el Anuario Pontificio 2022 y el Anuario Estadístico Eclesial 2020 que, por el momento, no tengo a mi disposición. No podemos dar por completos los datos que en diferentes lugares hemos recabado en relación con los 348 Arzobispos y Obispos cuya destinación fue anunciada mediante el órgano correspondiente de la Santa Sede. Básicamente porque en diversos casos ello nos hubiera exigido ir a Boletines de años anteriores, cuando dichos datos fueron, seguramente, proporcionados, con lo cual se sobrepasaban los límites de nuestra “muestra”. Quizá otra posterior averiguación así lo establezca.


Se ha de observar, igualmente, que, formando parte de la información recaudada, sólo se tendrá en cuenta la designación de los Arzobispos titulares de sedes metropolitanas, no la de quienes fungen como Oficiales de la Santa Sede o como Nuncios en las naciones a donde son enviados, información que, probablemente, se podría publicar en su lugar correspondiente. En algunas muy pocas ocasiones, sin embargo, se notará alguna diferencia entre el número de Obispos y Arzobispos designados (348) y uno mayor (357), que hace alusión a casos especiales, como p. ej., a algunos Obispos que fueron simultáneamente mantenidos como Obispos de otra sede, o bien, a algunos que, siendo Obispos o no, fueron designados en calidad de Administradores apostólicos (u otra figura canónica) de una sede; etc.





 

Algunas anotaciones de orden teológico-canónico

 



IV



El nexo existente entre el “depósito de la fe”, la “sabiduría divina”, la “verdad salvífica” y la “lógica” del Evangelio, entre otras expresiones teológicas y canónicas, hacen evidente la importancia que tiene que, estos connotados emisarios y pregoneros del Evangelio (de la palabra de Dios), estén también debidamente cualificados – y en las circunstancias actuales, que sus estudios estén académicamente avalados – para realizarlos de acuerdo con los criterios mismos evangélicos, según lo que el Espíritu dice a las Iglesias, según lo demandan las necesidades del pueblo de Dios hic et nunc. Ya enseñaba san Agustín en sus homilías:

“Desde que se me impuso sobre mis hombros esta carga, de tanta responsabilidad, me preocupa la cuestión del honor que ella implica. Lo más temible en este cargo es el peligro de complacernos más en su aspecto honorífico que en la utilidad que reporta a vuestra salvación. Mas, si por un lado me aterroriza lo que soy para vosotros, por otro me consuela lo que soy con vosotros. Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros. La condición de obispo connota una obligación, la de cristiano un don; la primera comporta un peligro, la segunda una salvación.

Nuestra actividad de obispo es como un mar agitado y tempestuoso, pero, al recordar de quién es la sangre con que hemos sido redimidos, este pensamiento nos hace entrar en puerto seguro y tranquilo; si el cumplimiento de los deberes propios de nuestro ministerio significa un trabajo y un esfuerzo, el don de ser cristianos, que compartimos con vosotros, representa nuestro descanso. Por lo tanto, si hallo más gusto en el hecho de haber sido comprado con vosotros que en el de haber sido puesto como jefe espiritual para vosotros, entonces seré más plenamente vuestro servidor, tal como manda el Señor, para no ser ingrato al precio que se ha pagado para que pudiera ser siervo como vosotros. Debo amar al Redentor, pues sé que dijo a Pedro: «Pedro, ¿me amas? Pastorea mis ovejas». Y esto por tres veces consecutivas. Se le preguntaba sobre el amor, y se le imponía una labor; porque cuanto mayor es el amor, tanto menor es la labor…” (Sermón 340,1).


Inspirándose en ellas, el S. P. Francisco, a su vez, ha dejado unas excelentes guías al respecto en las homilías que ha predicado en las ordenaciones que él mismo ha presidido[22] invitando a los nuevos Obispos a tener siempre presente que, no por haber sido hechos Obispos – con todo y títulos académicos – olviden que son también “rebaño”:

“No olvides que has sido “sacado del rebaño”, no de una élite que ha estudiado, tiene muchos títulos y le toca ser obispo. No, del rebaño”.




V



De otra parte, llama la atención que en los Hechos de los Apóstoles (empleamos la traducción castellana) se encuentra múltiples veces el verbo “reunir” en su diversa conjugación (participio, muy frecuente, v. gr.). Entre ellas, se observan algunas locuciones que destacan o indican sobre todo (dado el contexto: no existe una única posibilidad o una perfecta distinción entre ellas) una acción y un gesto sobre todo de tipo social, que son muy frecuentes; otras, pocas, expresan una índole oracional, celebrativa e, incluso, litúrgica; pero otras, manifiestan una especie de exigencia jurídica, porque se trata o se efectúa en orden a tomar una decisión que afecta a toda la comunidad. De entre esos textos me permito trascribir y seleccionar aquellas que se refieren específicamente a la comunidad cristiana y/o al grupo de los Apóstoles – si bien se trata, en contraposición dramática, de una realidad, gesto y acción, que ocurre también tanto entre los líderes “del pueblo”, “sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno” (4,5; 22,30), como entre los miembros de algún gremio de orfebres (19,25.32) –:

 

 

Acción y gesto sobre todo de tipo social

Índole oracional, celebrativa e, incluso, litúrgica

Exigencia jurídica

“Los que se habían reunido” (1,6);

“donde había muchos reunidos en oración” (12,12);

“Al llegar, reunieron a la Iglesia” (14,27);

“había reunidas unas ciento veinte personas” (1,15);

“El primer día de la semana, nos reunimos para la fracción del pan” (20,7);

“Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto” (15,6);

“tembló el lugar donde estaban reunidos” (4,31);

 

“bajaron a Antioquía, donde reunieron a la comunidad y entregaron la carta” (15,30);

“Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón” (5,12);

 

 

“Cornelio lo estaba esperando, reunido con sus parientes y amigos íntimos… (Pedro) encontró a muchas personas reunidas” (10,24.27)

 

 

“Pablo, según su costumbre, se reunió con ellos” (17,2);

 

 

“con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él (Pablo) cuanto antes” (17,15);

 

 

“Había lámparas en abundancia en la sala de arriba, donde estábamos reunidos” (20,8);

 

 

“Cuando (Pablo) se reunió con nosotros en Aso, lo recogimos” (20,14);

 

 

“Pablo entró con nosotros en casa de Santiago; se reunieron también todos los presbíteros” (21,18);

 

 

“(En Roma) (Pablo) convocó a los judíos principales y, cuando se reunieron, les dijo…” (28,17).

 

 

 

 Aparte de las locuciones meramente gramaticales o literarias y de transición, las ocasiones sociales no dejaron de llamar la atención de Lucas, quien destacó en ellas el “núcleo conversatorio” o “dialogal” de las “reuniones” en los tres tipos referidos. Uno se reúne, entre otras cosas, pero ineludiblemente, para conversar, para dialogar, para conocerse, incluso cuando se reúne “solo por reunirse”, para encontrarse; pero también – y sobre todo cuando existen posiciones diversas, cuando hay procedencias heterogéneas, ideas o puntos de vista distintos – para compartirlas, para contraponerlas, para limar asperezas, para lograr un clima y, eventualmente, un consenso, para deliberar, discernir, decidir y asumir una toma de posición conjunta. Entonces no se trata sólo de “estar informados” (vía radio, vía “plataformas” o “internet”), sino de obtener (y haber obtenido) una posiblemente completa y veraz información. La Iglesia se constituye y se construye por la Palabra que convoca y mediante el “diálogo” sobre todo cuando en el centro de esa acción de reunirse se realiza la Eucaristía. Entonces se ve en ese conjunto (“comunión, participación”) la acción del Espíritu Santo, como bien destaca Lucas en los textos citados. Criterio clave de discernimiento sinodal.

Diversas asociaciones y movimientos de laicos – aparte de comunidades religiosas, de institutos seculares y de sociedades de vida apostólica – consideran que su “vocación en la Iglesia” consiste, precisamente, en “trabajar por la unidad” (en toda la extensión de la palabra), o bien, que las actividades que realizan deben estar orientadas “a lograr la unidad” pues esa actitud y manera de proceder son coherentes con el “carácter” y la identidad carismática que las distingue[23].

El S. P. Francisco ha profundizado en este factor en su exh. ap. Evangelii Gaudium al momento de considerar cuatro aspectos en relación con la “construcción” de cualquier comunidad (“en bien común y en paz social”), de la eclesial en particular. Al explicar el segundo de ellos, “La unidad prevalece sobre el conflicto”, señaló en efecto:

 

“226. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad.

227. Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. «¡Felices los que trabajan por la paz!» (Mt 5,9).

228. De este modo, se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna.

229. Este criterio evangélico nos recuerda que Cristo ha unificado todo en sí: cielo y tierra, Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación de todo en sí es la paz. Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14). El anuncio evangélico comienza siempre con el saludo de paz, y la paz corona y cohesiona en cada momento las relaciones entre los discípulos. La paz es posible porque el Señor ha vencido al mundo y a su conflictividad permanente «haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Col 1,20). Pero si vamos al fondo de estos textos bíblicos, tenemos que llegar a descubrir que el primer ámbito donde estamos llamados a lograr esta pacificación en las diferencias es la propia interioridad, la propia vida siempre amenazada por la dispersión dialéctica.[183] Con corazones rotos en miles de fragmentos será difícil construir una auténtica paz social.

230. El anuncio de paz no es el de una paz negociada, sino la convicción de que la unidad del Espíritu armoniza todas las diversidades. Supera cualquier conflicto en una nueva y prometedora síntesis. La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una «diversidad reconciliada», como bien enseñaron los Obispos del Congo: «La diversidad de nuestras etnias es una riqueza [...] Sólo con la unidad, con la conversión de los corazones y con la reconciliación podremos hacer avanzar nuestro país»[184][24].

 Las reuniones (cf. cc. 94-95), sin embargo, suelen tener también otro objetivo adicional y expreso: “organizarse” la comunidad y, eventualmente, destinar a alguno o a algunos a una “misión”, para encomendarles una tarea específica o una función interna o externa determinada.

Hay que estar atentos en esos momentos de "reunión" a otra realidad de la vida social que compite abiertamente con nuestra actitud y propuesta. En efecto, en muchos momentos, lugares y ambientes hoy se impulsa – mediante “dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial” – cierta forma de “autonomía” que es más que todo expresión de “auto referencialidad”, con el claro propósito de desarrollarla en las personas. En tales casos se suele motivar e inducir a las personas y grupos a “conceder prioridad a los sentimientos propios, al propio parecer, a la independencia, al orgullo y a la voluntad propia”, eludiendo en toda situación “los golpes de la contradicción”[25].Lo previno el S. P. Francisco en la citada exh. ap. Evangelii Gaudium en los siguientes términos:


“Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad.” (ibíd., n. 8).

 

Y lo explicó así:

 

“Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas… La otra es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador” (ibíd. 94).

“… En otros, la misma mundanidad espiritual se esconde detrás de una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial. También puede traducirse en diversas formas de mostrarse a sí mismo en una densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones. O bien se despliega en un funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la Iglesia como organización” (ibíd. 95).

De acuerdo con el evangelista Lucas, por el contrario, la comunidad (y la comunidad cristiana) no se construye bajo condiciones como aquellas propias de la "mundanidad", y, en particular bajo dos también muy frecuentes en el momento actual: o bien, cuando en la vida ordinaria se siembran divisiones y antagonismos por parte de factores disociadores que buscan proteger y promover intereses no siempre legítimos ni moralmente aceptables, o bien, en los casos en que se ha de tomar una decisión, cuando se hace uso de la fuerza por parte de quien tiene el poder (económico, etc., cf. cc. 124-128; 146-196). Tales “reuniones” terminan “en pura confusión y sin entender la mayoría a qué se habían reunido” (He 19,32).

Según la opinión legionaria antes citada, “organizar significa hacer de muchos uno”. Se aplica esto no sólo al caso de las sucesivas reuniones que se efectúan por diversos motivos. Ello, sin embargo, por sí solo, es decir, automáticamente y como por encanto, no logra el resultado de la “cohesión mutua” y mucho menos cuando se debe contar con la heterogeneidad de los participantes. Se hace necesario implementar (metodológicamente: cf. c. 95: http://teologocanonista2016.blogspot.com/2017/08/l.html) otros ingredientes, y entre ellos la “lealtad”, la “consulta” y la “obediencia pronta y alegre” al superior (como enseñaba san Ignacio de Loyola): sea en el Colegio Episcopal, en la Iglesia particular, en los institutos que existen en ella y en todos los estamentos que conforman sus instituciones, mostrando la riqueza de su unión sinfónica. También esta lealtad, esta cohesión y esta organización son un don del Espíritu, pues “cuanto más se aparte uno de este principio, tanto más se alejará de la vida”. Nuevo criterio de “sinodalidad”,  que el S. P. Francisco refirió a las Universidades y demás Institutos de estudio que dependen la Santa Sede y en número importante tienen domicilio  en Roma, llamándolas lugares eminentes en los que se asume el riesgo de la "sintonía" y la "armonía" (discurso del 25 de febrero de 2023, en: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/02/25/0165/00356.html).

 



VI


Por supuesto, a ninguno se oculta la importancia que esta materia (a saber, la elección y consagración de los Obispos en la Iglesia y la designación de ellos para un oficio particular, juntamente con el discernimiento que esto lleva consigo) tiene para todo el pueblo de Dios, y no sólo para las Iglesias particulares o para los oficios para los cuales son designados los nuevos Obispos y Arzobispos. Hasta el punto de que el S. P. Francisco, además de las averiguaciones ya tradicionales y comprobadas como válidas y acertadas (proceso e itinerario de investigación y examen sobre las condiciones requeridas para considerar a alguno entre los candidatos al Episcopado), ha querido aportarle otros factores nuevos y en el máximo nivel (“Miembros del Dicasterio de los Obispos”, al que hemos aludido[26]), entre los cuales se debe destacar la participación de mujeres pertenecientes o no a institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica (entre las cuales es necesario mencionar, en esta “primera generación de ensayo” – digo yo – a: Raffaella Petrini, F.S.E., Hermana Franciscana de la Eucaristía, Secretaria General de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano; Yvonne Reungoat, F.M.A. Superiora Emérita del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora; y a la Dra. María Lía Zervino, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas), en razón de las aportaciones reales que brindan, sin duda, su “genio” propio, sus propias cualidades, su personal experiencia, su inconfundible y valioso punto de vista.





VII



Una última anotación, que es, más bien, una advertencia sobre el valor de este trabajo. Y ello afecta, ciertamente, la índole misma de la disciplina que ejercitamos. Puede resultar molesto a alguno, quizá, que la índole de este trabajo sea en diversos puntos muy distinta de la académica propia del Derecho canónico. En efecto, he querido involucrar tangencialmente, en ocasiones, expresiones y recuerdos, de naturaleza más testimonial y confidente (frutos de “experiencias”, incluso de posibles o probables “errores cometidos, hipótesis rechazadas, experimentos fallidos, dificultades no superadas; por meteduras de pata risibles, confusiones involuntarias, complejidades experimentales o de campo no tenidas en cuenta”: Cervera) y otros, típicos del orden más subjetivo de la literatura. Sin embargo, aprovechando con frecuencia el recurso a la historia, debo advertir que he procurado mantenerme dentro de los primeros pasos de las que se suelen designar como “ciencias sociales”. En efecto, estas pretenden no desviarse de su objetivo en el estudio mismo de los “hechos”.

Ello nos lleva a considerar que esta investigación quiere ser, más propiamente hablando, un intento de elaboración de un estudio, a partir de las informaciones de prensa, sobre un fenómeno provisorio y particular. Tomando como punto de referencia a B. Lonergan[27] lo llevaremos a cabo desde un doble "nivel" de nuestra conciencia, a saber: como punto de partida, abordaremos una tarea propia del “nivel de conciencia” “empírico”, consistente en la observación (a veces gracias a experimentos, ensayo-error, etc.) y toma de nota de unos hechos - las informaciones de prensa, que son la “materia prima”, el material sustancial e intencional de nuestro trabajo - que luego he transformado en datos (cifras) para analizarlos, hacerlos evidentes, validarlos y cuantificarlos (a la manera de las ciencias experimentales, y a la manera como proceden en algunos casos, y con sus limitaciones propias, las ciencias sociales gracias al “trabajo de campo”); avanzaremos luego hacia una tarea propia del “nivel de conciencia” “intelectual”, en el que se busca encontrar una realidad más profunda en los hechos “brutos”, para comprenderlos, para hallar la relación que pudiera existir entre ellos y formular conceptos, es decir, para encontrar el o los “campos” de su inteligibilidad clasificándolos, de modo que de la información nueva, ahora no sólo cuantitativa sino cualitativa, se pueda interpretar su alcance y su sentido (inclusive avanzando o proponiendo hipótesis). Hasta allí pretendo llegue este trabajo.


¿Dentro de qué ciencia o tipo de ciencia habría, entonces, que ubicar este “intento”? Como se ve, no es el propio de las “ciencias formales” (objetos abstractos: matemáticas, lógica-filosofía y ciencias de computación). Y, dentro de las muchas “ciencias fácticas”, al tratarse del fenómeno provisorio y particular que deseamos observar y verificar – que es propiamente el de la quinta condición que establece el c. 378 del CIC en relación con los Arzobispos y Obispos designados por el S. P. Francisco a partir de la información suministrada por la Sala de Prensa de la Santa Sede en sus Boletines durante el período del 11 de noviembre de 2021 al 31 de diciembre de 2022 – debemos considerar nuestro estudio, propio de una de las “ciencias sociales”, y, más adecuadamente, de alguna de las áreas de la “sociología”, por cuanto se pretende indagar sobre ciertos aspectos de la sociedad y del comportamiento humano (interacciones sociales). (Agradezco la "iniciación" que nos ofreció sobre esta disciplina dentro de los estudios filosóficos de la USB Cali, el R. P. Prada Dietes OP - dudo al escribir esto sobre si fue Fray José María, que luego fue rector de la USTA en Bucaramanga, o fue Fray Pastor, por años maestro de novicios de la Provincia dominicana-). 

Más aún, sin embargo: no se quiere trabajar sobre la sociedad en general, sino específicamente sobre la sociedad eclesial, sobre un hecho-actuación-comportamiento típico de la Iglesia Católica, como es el de la designación de Obispos y Arzobispos por parte del Santo Padre, a tenor del c. citado. Por lo tanto, tampoco podemos decir que sea este un trabajo de sociología “de la religión” sin más (en el sentido de que se buscaría hallar propiamente los horizontes significativos, las convicciones, creencias y expresiones simbólicas de las religiones, entre ellas la cristiana católica, y describir en general y comparar los comportamientos y prácticas que en ellas se encuentran, cf. (Maioli, 2023)), sino, dentro de ese amplio campo, seleccionaremos el característico de quien se dedica a estudiar un preciso ámbito particular de dichos comportamientos y prácticas, es decir, el antes mencionado de la elección y designación de Obispos y Arzobispos. Por ello, debo considerar este trabajo más como un ejercicio de “sociología religiosa” (en el sentido que exponía el recordado profesor R. P. Silvio Herrera Herrera AA[28]), o, aún más apropiadamente, de “sociología pastoral” con sus notas de “anuncio”, “denuncia”, “consuelo”, “proyección”, “planeación”, etc. (en el sentido que presentaba su curso sobre la const. pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno (GS), en especial los nn. 11-45, el muy apreciado profesor P. Hervé Hammel PSS (1932-2007)[29]).



¿Qué nos urge hacerlo? Se trata, sin duda, de querer obrar según la “lógica” evangélica. No nos cabe asumir una cómoda actitud de indiferencia, manteniéndonos ignorantes de los sucesos; ni tampoco de emplear una forma conservadurista que impida el análisis de los fenómenos propios de la Iglesia, considerando que “el pasado siempre fue mejor”; pero tampoco de un simple adaptarse a las cosas, a las circunstancias, conformistas resignados con lo que sucede en el entorno eclesial. No. “Sinodalmente” conscientes, activos y participativos (cf. c. 208; 209 § 1; 212 § 2-3; 218; 223) queremos asumir y compartir con pleno sentido de responsabilidad los esfuerzos orientados a la profundización en este pequeño pero trascendental aspecto de la vida de la Iglesia, mediante la mejor comprensión del fenómeno, aprovechando las ocasiones que proporciona el “ambiente de cambio” y los procesos que se están generando en ella, y, eventualmente, sugiriendo alguna opinión o consideración a la Autoridad suprema de la Iglesia.


Pero este “tipo de ciencia” requiere explicitar alguno de sus “parámetros” intrínsecos, como atestiguan infinidad de cultores de las mismas ciencias, pero también quienes se ocupan de la ética en ellas. Y, entre todos ellos, uno que exige la máxima consideración del propio investigador acerca de sí mismo: la humildad, considerada una “virtud científica”, porque “nos ayuda a entender mejor” (Cervera).



Viniendo a nuestro campo, debo señalar que, más allá de sus escritos y de su vida ejemplar, considero que el Espíritu Santo proporciona en los Santos y Santas una “clave” identitaria y un “sello o marca de origen” a la actividad de la Iglesia, algo original del cristianismo en el conjunto del universo de las religiones y espiritualidades. Y, a través de los siglos, en el núcleo mismo de la Tradición, esa identidad y originalidad se van no sólo confirmando sino cada vez delineando y profundizando mejor con señales inequívocas de la catolicidad, es decir, de su apertura universal, dialogal y misionera. Un rasgo característico de esa identidad viene dado por la humildad, mariana por lo demás.


San Pablo, para citar al Apóstol de los gentiles, al reflexionar sobre lo que había sido su ministerio entre los Corintios les escribía:

“Cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado. Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres” (1 Co 2, 1-5).


E insistió en ello, desarrollando aún más su pensamiento:

"Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia» (cf. Jb 5,13). Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos» (cf. Sal 94,11). Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios" (1 Co 3,18-23).


San Agustín (354-430), Obispo de Hipona y doctor de la Iglesia, de igual manera, afirmaba:

“Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad… ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti”[30].

Y no menos encontramos en santo Tomás de Aquino OP, el doctor angélico, de quien se dice, por boca del que fuera su secretario y amigo, Fray Reginaldo de Piperno OP, que, estando el “maestro regente de teología” en el convento dominico de Nápoles, el 6 de diciembre de 1273, sucedió que

“Celebrando misa en la capilla de san Nicolás, fue conmovido por un maravilloso cambio y después nunca escribió ni dictó nada. Es más, retiró los instrumentos de escribir. Estaba trabajando en la tercera parte de la Suma, el tratado de la penitencia… (Días después) Fray Reginaldo le preguntó porque había dejado de escribir e insistía para que lo continuase haciendo, y que le revelara el motivo de su nuevo y extraño estado en el que se encontraba: «Padre, ¿por qué dejas una obra tan grande que redundaría en alabanza a Dios y sería para luz del mundo?» A lo que respondió el Maestro: «Reginaldo, no puedo». Temiendo fray Reginaldo que el mucho estudio le hubiera debilitado la mente, le insistía siempre para que continuase escribiendo. Después de mucho insistir, santo Tomás le dijo: «Todo lo que he escrito me parece paja respecto de lo que he visto y me ha sido revelado»”.

Así lo refirió del mismo Fray Reginaldo el profesor Bartolomé de Capua, el cual, a su vez, lo había oído de Fray Juan Giudice, confesor y colega de Fray Reginaldo, cuando éste estaba en su lecho de muerte. Y el mismo profesor lo reiteró así bajo la gravedad del juramento cuando fue preguntado durante el proceso de canonización de santo Tomás, iniciado en el mismo Nápoles, y como consta en las actas[31], según ha referido un autor[32].


San Juan de la Cruz, otro doctor de la Iglesia, por su parte, invitaba a “purgar” o “purificar” no sólo los sentidos sino también las facultades anímicas, memoria, inteligencia y voluntad, en el camino hacia la unión plena y amorosa con Dios (“a la perfecta unión de amor con Dios, cual se puede en esta vida”). Escribía a quienes comenzaban ese camino:

“Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu; porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a todos los demás tienen por mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos; porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más hacen, menos se satisfacen. Que tanto es lo de caridad y amor querrían hacer por él, que todo lo que hacen no les parezca nada; y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen; y si advierten, todo es, como digo, creyendo que todos los demás son muy mejores que ellos (…) Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen los que habemos dicho arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben…”[33].


En la misma tónica, el Concilio Vaticano II, al que citamos tan reiteradamente en nuestros escritos, también enseñó cuánto aprende la Iglesia “del mundo”, “de la evolución histórica del género humano”. Y lo hace así en distintos aspectos relacionados con las “realidades externas” de las que ella depende: antropológicos y epistemológicos unos, misioneros otros, útiles para discernir los “signos de los tiempos” así como para “mejor conocerse a sí misma” y para válidamente “autodiagnosticarse”. Recordemos ese preciso y precioso número:

“Interesa al mundo reconocer a la Iglesia como realidad social y fermento de la historia. De igual manera, la Iglesia reconoce los muchos beneficios que ha recibido de la evolución histórica del género humano.

La experiencia del pasado, el progreso científico, los tesoros escondidos en las diversas culturas, permiten conocer más a fondo la naturaleza humana, abren nuevos caminos para la verdad y aprovechan también a la Iglesia. Esta, desde el comienzo de su historia, aprendió a expresar el mensaje cristiano con los conceptos y en la lengua de cada pueblo y procuró ilustrarlo además con el saber filosófico. Procedió así a fin de adaptar el Evangelio a nivel del saber popular y a las exigencias de los sabios en cuanto era posible. Esta adaptación de la predicación de la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda la evangelización. Porque así en todos los pueblos se hace posible expresar el mensaje cristiano de modo apropiado a cada uno de ellos y al mismo tiempo se fomenta un vivo intercambio entre la Iglesia y las diversas culturas. Para aumentar este trato sobre todo en tiempos como los nuestros, en que las cosas cambian tan rápidamente y tanto varían los modos de pensar, la Iglesia necesita de modo muy peculiar la ayuda de quienes por vivir en el mundo, sean o no sean creyentes, conocen a fondo las diversas instituciones y disciplinas y comprenden con claridad la razón íntima de todas ellas. Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada.

La Iglesia, por disponer de una estructura social visible, señal de su unidad en Cristo, puede enriquecerse, y de hecho se enriquece también, con la evolución de la vida social, no porque le falte en la constitución que Cristo le dio elemento alguno, sino para conocer con mayor profundidad esta misma constitución, para expresarla de forma más perfecta y para adaptarla con mayor acierto a nuestros tiempos. La Iglesia reconoce agradecida que tanto en el conjunto de su comunidad como en cada uno de sus hijos recibe ayuda variada de parte de los hombres de toda clase o condición. Porque todo el que promueve la comunidad humana en el orden de la familia, de la cultura, de la vida económico-social, de la vida política, así nacional como internacional, proporciona no pequeña ayuda, según el plan divino, también a la comunidad eclesial, ya que ésta depende asimismo de las realidades externas. Más aún, la Iglesia confiesa que le han sido de mucho provecho y le pueden ser todavía de provecho la oposición y aun la persecución de sus contrarios” (n. 44).

Mencionemos entre otros muchos, por último, a quien fuera descollante profesor de teología, consultor del Concilio Vaticano II y, posteriormente, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el recordado Papa Benedicto XVI (1927-2022), hasta último momento hombre de oración:

“Queridos hermanos y hermanas: después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor.
Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones.
En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!” (19 de abril de 2005)[34].

En todos ellos encontramos, pues, la invitación a efectuar un sincero esfuerzo de trabajar con humildad, una voz de estímulo y una orientación para también nosotros hacerlo.

No puede soslayarse, sin embargo, dada la materia misma con la que vamos a trabajar, la generalizada propensión a conceder mucha importancia a las cifras como argumento último en numerosas ocasiones, sobre todo cuando está de por medio el llamado “mundo de los negocios”. Valga entonces a este propósito, y para terminar esta ya larga introducción, una acotación sobre su relatividad, aprovechando el siguiente texto del S. P. Francisco que nos previene sobre la absolutización de los datos, así provengan “de buena fuente”:

"Otro espacio de idolatría escondida echa sus raíces allí donde se da la primacía al pragmatismo de los números. Los que tienen este ídolo escondido se reconocen por su amor a las estadísticas, esas que pueden borrar todo rasgo personal en la discusión y dar la preeminencia a las mayorías que, en definitiva, pasan a ser el criterio de discernimiento, y eso está mal. Éste no puede ser el único modo de proceder ni el único criterio en la Iglesia de Cristo. Las personas no se pueden “numerar”, y Dios no da el Espíritu “con medida” (cf. Jn 3,34). En esta fascinación por los números, en realidad, nos buscamos a nosotros mismos y nos complacemos en el control que nos da esta lógica, que no tiene rostros y que no es la del amor, sino que ama los números. Una característica de los grandes santos es que saben retraerse de tal manera que le dejan todo el lugar a Dios. Este retraimiento, este olvido de sí y deseo de ser olvidado por todos los demás, es lo característico del Espíritu, el cual carece de imagen, el Espíritu no tiene imagen propia simplemente porque es todo Amor que hace brillar la imagen del Hijo y en ella la del Padre. El reemplazo de su Persona, que ya de por sí ama “no aparecer”, ―porque carece de imagen― es lo que busca el ídolo de los números, que hace que todo “aparezca” aunque de modo abstracto y contabilizado, sin encarnación. [...] En estos dos últimos espacios de idolatría escondida (pragmatismo de los números y funcionalismo) reemplazamos la esperanza, que es el espacio del encuentro con Dios, por la constatación empírica. Es una actitud de vanagloria por parte del pastor, una actitud que desintegra la unión de su pueblo con Dios y plasma un nuevo ídolo basado en números y planes: el ídolo de «mi poder, nuestro poder» [J. M. Bergoglio: Meditaciones para religiosos, Bilbao, Mensajero, 2014, 145]. Nuestro programa, nuestros números, nuestros planes pastorales. Esconder estos ídolos (con la actitud de Raquel) y no saber desenmascararlos en la propia vida cotidiana, lastima la fidelidad de nuestra alianza sacerdotal y entibia nuestra relación personal con el Señor. A lo mejor alguno podría estar pensando, pero ¿qué es lo que quiere este Obispo que hoy, en lugar de hablarnos de Jesús, nos habla de los ídolos?"[35].


 

 

        1.        Número de Arzobispos y de Obispos confirmados o designados por el S. P. Francisco tanto para la Iglesia Latina como para las Iglesias Orientales

 

Como se ha visto en las notas del curso, existen en la Iglesia universal Obispos y Arzobispos que desempeñan sus oficios (cf. https://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/01/l.html) por designación en propiedad (Obispos diocesanos), es decir, a quienes se asigna el título de una sede territorial erigida y actualmente existente (v. gr. (“Obispo de Palmira”= Dioecesis Palmiranus), o de una jurisdicción personal (p. ej. “Obispo del Ordinariato Militar de Colombia”[36]), o como provisionales, sea como coadjutores (con o sin derecho de sucesión) o como auxiliares; o con títulos solamente honoríficos (de sedes antiguamente existentes).

 

Las estadísticas elaboradas por mí nos informan que durante el ciclo o lapso indicado fueron designados o confirmados (el c. 377 § 1 se refiere a ellos como “confirma a los que han sido legítimamente elegidos”) por el Santo Padre, entre todas las categorías, un total de 348 Obispos y Arzobispos.

 

Así las cosas, tenemos los siguientes datos estadísticos:

 

 

 

Iglesia Latina

 

Arzobispos Metropolitanos

49

Obispos diocesanos y auxiliares

256

Subtotal

305

Ritos de las Iglesias Orientales

Arzobispos Metropolitanos

5

Obispos de Eparquía

8

Otras Dignidades

28

Subtotal

41

Gran total

348

 

 

Las cifras se pueden desagregar aún más. Para la Iglesia Latina tenemos:

 

 

 

Período I (11 nov-15 jul = 244 días)

 

Período II (16 jul-31 dic = 165 días)

 

Total

 

Titulares

Diocesanos

Metropolitanos

Coadjutores

Administradores Apostólicos

Ordinarios Militares

Vicarios Apostólicos

Prelados Apostólicos o Territoriales

Total

Titulares

Diocesanos

Metropolitanos

Coadjutores

Administradores Apostólicos

Ordinarios Militares

Vicarios Apostólicos

Prelados Apostólicos o Territoriales

Total 

Obispos

43

107

 

7

5

2

4

2

 

24

59

 

2

1

 

 

 

 

256

Arzobispos

 

 

32

4

1

1

 

 

 

 

 

8

3

 

 

 

 

 

49

 Total

 

 

 

 

 

 

 

 

208

 

 

 

 

 

 

 

 

97

305

 

No se han incluido en estas cifras dos Abades territoriales y Prefectos apostólicos, pues, aunque tienen jurisdicción geográfica, no son Obispos.


Se ha de recordar, sin embargo, que, cuando se trata de los Obispos y demás jerarquías que pertenecen a las Iglesias Orientales, el proceso para ello es peculiar, pues, de acuerdo con su tradición canónica y su desarrollo, que recoge el CCEO, la iniciativa suele provenir de los respectivos Sínodos y de sus Patriarcas – como, en nuestra muestra se ve p. ej. en la intervención de “S. B. Louis Raphaël Sako, con il consenso del Sinodo dei Vescovi” (esto es, “con el beneplácito del Sínodo de los Obispos”[37]) – o Arzobispos Mayores, quienes, habiendo elaborado una lista de candidatos (o de elegidos), mediante una “carta sinodal” dan a conocer a la Santa Sede a aquellos que estiman adecuados. Recibida esta “carta sinodal”, los Patriarcas y Arzobispos Mayores deben pedir al Santo Padre y “recibir de él la comunión eclesiástica” (cf. c. 156 § 1), y, para el caso de los Eparcas y demás Obispos de Iglesias Orientales, sea en etapa previa o posterior a su elección, “han de recibir el asentimiento” pontificio (cf. cc.181-188).

Obsérvese, sin embargo, que, de acuerdo con la tradición canónica latina, que confirma y actualiza el tradicional respeto de la Santa Sede por las Iglesias de Oriente y sus propias tradiciones canónicas, el Santo Padre en muchos casos no hace una “provisión” mediante designación episcopal (en el período considerado encontramos sólo cuatro de estos casos), pues esta corresponde “sinodalmente” a la Iglesia Patriarcal o sui iuris (Patriarca y/o Sínodo), sino, como dijimos, da su “asentimiento” (bajo el mismo significado de “admitir como cierto o como conveniente algo” -DLE[38]-, en el caso, una elección episcopal; o bajo otros diversos matices: "aprobación", "nombramiento", o ha sido "consultado" o ha sido "informad"o) al elegido por aquella (20 casos de Arzobispos, Eparcas y otros Obispos).

 

De acuerdo con esto, disgreguemos un poco esa información de las Iglesias Orientales:

 

 

Ritos de las Iglesias Orientales

 

1er Período

2do Período

Modalidad

Modalidad

Asentimiento

Aprobación

Nombramiento

Consulta

Infomada

Asentimiento

Aprobación

Nombramiento

Consulta

Informada

Iglesia Patriarcal de Baghdad (Babilonia) de los Caldeos

1

 

 

 

 

 

 

 

 

1

Iglesia Arzobispal Mayor Siro-Malabar

 

 

1

 

 

3

 

2

 

 

Rito bizantino Ruteno

 

1

 

 

 

 

 

 

 

 

Rito bizantino

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Iglesia Arzobispal Mayor Siro Malankar

2

 

1

 

 

 

 

 

 

 

Iglesia Patriarcal de Antioquía de los Sirios

3

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Patriarcado Armeno católico de Cilicia

 

 

1

 

 

1

 

 

 

 

Iglesia Patriarcal de Antioquía de los Greco-Melkitas

1

 

 

 

 

1

 

1

 

 

Patriarcado de Alejandría de los Coptos

 

 

 

 

 

 

 

 

1

1

Patriarcado de Antioquía de los Maronitas

 

 

 

 

 

 

 

1

 

 

Iglesia Greco-Católica de Ucrania

 

 

 

 

 

3

 

1

 

 

Varias Iglesias Sui Juris sin propia jerarquía

 

 

1

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De otra parte, se ha de recordar que, sobre todo en el pasado y, hoy en día, cada vez menos, los Sumos Pontífices – por diversas razones – admitieron que gobiernos de los Estados intervinieran directamente en la elección y nombramiento de los Obispos, sea en lugar de la Santa Sede (“exclusividad”), sea en acuerdo con ella. A manera de ejemplo se pueden señalar los casos del antiguo “privilegio de presentación de Obispos en España” y del “Real Patronato Indiano”, y el caso del “mutuo acuerdo” que la Santa Sede ha convenido recientemente con las Autoridades de la China[39] (cf. c. 377 § 5).

 

Ahora bien, dicho lo anterior, podemos considerar y comparar la proporción entre el número de nominaciones de Obispos y Arzobispos llevadas a cabo en los dos períodos del lapso mencionado.

 

 

 

1er período

2do período

Rito Latino

208

97

Ritos Orientales

12

16

Total

220

113

Promedio por número de días

0,902

0,685

 

 

Según este cuadro, el lapso contemplado en el primer período aparece más prolífico en designaciones (casi uno diario), proporcionalmente, que el segundo.

 

 

 

        2.        Número de Arzobispos y Obispos según pertenencia al clero diocesano, ritual o de instituto de vida consagrada

 

La incardinación, como se vio, es una institución antiquísima (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/03/l_29.html). Para la Iglesia Católica sigue siendo la forma de responder a una situación muy compleja en su tratamiento: la de los denominados “clérigos sueltos”, y se ha acreditado tanto en el rito latino como en los de Oriente, así como en los institutos religiosos y en algunas sociedades de vida apostólica (no se consideran en el caso presente las asociaciones clericales que no incardinan clérigos en ellas y se mantienen diocesanos). Según esto podemos señalar:

 

 

Arzobispos y Obispos según procedencia del clero (incardinación)

 

Clero diocesano o ritual

Clero religioso o de sociedad de vida apostólica

No hay información

Rito Latino

221

66

29

Ritos Orientales

28

3

 

Latinos en Iglesias Orientales

 

1

 

Total

249

70

29

%

71,55

20,11

16,67

 

 

Podemos deducir que, aunque las informaciones proporcionadas no mencionan en ocasiones la procedencia del candidato, si en la nota de prensa no se indican mediante las respectivas siglas la pertenencia de este a una determinada orden o comunidad religiosa, a una sociedad de vida apostólica o a un instituto secular, dicho candidato proviene del clero diocesano o ritual. En el cuadro, por lo tanto, a no ser que se presentara un error, habría que sumar al número de Obispos o Arzobispos del clero diocesano/ritual el de aquellos de quienes no se proporcionó oficialmente esa información.

 

Así las cosas, más de las tres cuartas partes de los Obispos y Arzobispos mundiales designados durante el lapso en cuestión provienen de su incardinación en el clero de las arquidiócesis, de las diócesis, de las Iglesias patriarcales y arzobispales mayores, mientras se puede afirmar que la presencia de clero procedente de Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, aunque menor (como se ve, algo más del 20% del total), ante todo es cualitativamente significativa por cuanto refleja la diversidad de los carismas representados actualmente en el Colegio episcopal:

 

 

Arzobispos y Obispos según procedencia del clero

OFM

Orden de Hermanos Menores

7

CSSp

Congregación del Espíritu Santo

4

OFM Cap

Orden de Hermanos Menores Capuchinos

4

SDB

Sociedad Salesiana de San Juan Bosco

4

SVD

Sociedad del Verbo Divino

4

OMI

Misioneros Oblatos de María Inmaculada

3

CMF

Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Claretianos)

3

OAR

Orden de Agustinos Recoletos

3

CSSR

Congregación del Santísimo Redentor

3

OP

Orden de Predicadores

3

IMC

Instituto de Misioneros de la Consolata

2

MCCJ

Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús

2

CP

Congregación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

2

SJ

Compañía de Jesús (Jesuitas)

1

CJM

Congregación de Jesús y María

1

CICM

Congregación del Corazón Inmaculado de María

1

SCI

Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús

1

OSFS

Oblatos de San Francisco de Sales

1

CS

Congregación de Misioneros de San Carlos (Escalabrinianos)

1

PME

Sociedad de las Misiones Extranjeras

1

SM

Sociedad de María

1

PSS

Compañía de Sacerdotes de San Sulpicio

1

CMM

Congregación de Misioneros de Mariannhill

1

OCD

Orden de Carmelitas Descalzos

1

OSB

Orden de San Benito

1

MSC

Misioneros del Sagrado Corazón

1

OMD

Orden de Clérigos Regulares de la Madre de Dios

1

SAC

Sociedad del Apostolado Católico (Palotinos)

1

OSA

Orden de San Agustín

1

SSP

Sociedad San Pablo

1

MS

Misioneros de Nuestra Señora de La Salette

1

CSC

Congregación de la Santa Cruz

1

OSB Oliv.

Congregación Benedictina Olivetana

1

SFX

Sociedad Misionera de San Francisco Javier (Pilar)

1

 

 

De entre las comunidades religiosas que tienen su origen y continúan actuando en territorios de las Iglesias Orientales dos miembros fueron elegidos Obispos, a saber, uno proveniente de la Orden Basiliana del Santísimo Salvador de los Melquitas (BS) y otro de la Orden de la Imitación de Cristo (OIC), mientras le fue aceptada su renuncia a uno, que había sido miembro de los Carmelitas de María Inmaculada (IMC).

 

Si damos una mirada más en detalle al clero colombiano en el período examinado encontramos:

 

 

Arzobispos y Obispos según procedencia del clero

 - Colombia -

Arqui/Diócesis/ Congregación IVC

Número

Clero diocesano

Sonsón-Rionegro

2

Bogotá

1

La Dorada-Guaduas

1

Medellín

1

Málaga-Soatá

1

Caldas

1

Garagoa

1

Clero de IVC

(Religiosos y SVA)

CJM

1

 

 

 

        3.        Edad de Arzobispos y de Obispos al momento de su designación

 

 

 

Período I

Período II

Promedio de edad

Edad mínima

Edad máxima

Promedio de edad

Edad mínima

Edad máxima

Promedio de los dos períodos

Rito Latino

Obispos

56,28

42,00

71,00

57,02

45,00

72,00

56,65

Arzobispos

61,13

44,00

74,00

60,80

50,00

67,0

60,96

Total

58,7

43,0

72,5

58,91

47,50

69,5

58,8

Ritos Orientales

Arzobispos/Obispos

57,73

40,00

67,00

53,40

40,00

75,0

55,56

Promedios aglomerados

Arzobispos y Obispos

58,2

41,5

69,8

56,16

43,75

72,3

57,2

 

 

A las personas que sobrepasan los 60 años se les suele denominar “personas de la tercera edad” y “adultos mayores”. Si observamos el cuadro anterior y comenzamos por considerar los datos más globales y consolidados, se puede ver que la edad promedio del conjunto de los Arzobispos y Obispos de la Iglesia universal referidos por las informaciones hechas públicas por los Dicasterios para las Iglesias Orientales y para los Obispos se acerca a tal denominación, pues se sitúa en los 57,2 años. La diferencia de edad entre los designados en el primer período (58,2 años) y los del segundo período (56,16), es de dos años, un poco más jóvenes los últimos. La edad mínima de los elegidos, por el contrario, se encuentra en el primer período (41,5 años), mientras que la máxima se halla en el segundo (72,3 años).

 

Más en detalle, cuando se indaga por la edad que tenían los candidatos al ministerio episcopal en la Iglesia Latina al momento de su elección (cf. c. 378 § 1, ord. 3°: mínimo de 35 años) se observa que las edades mínima (primer período) y máxima (segundo período) para ser Obispos diocesanos o auxiliares fueron excepcionales: la mínima, los 42 años, la máxima, los 72 años. En cambio, la edad del promedio de los elegidos se situó en los 56,65 años para ambos períodos. Ello indica que el promedio se situó unos 21 años por encima de la edad mínima canónica, de modo que, si se tiene presente que, por lo general, los Obispos son invitados a presentar su renuncia al Santo Padre a la edad de 75 años (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/10/l_9.html), ellos ejercerán su ministerio episcopal, si no ocurre algo imprevisto, por algo más de 18,35 años en promedio.

 

Ahora, cuando se pregunta por la edad de los candidatos al arzobispado, el promedio de edad se incrementa en unos cuatro años en relación con los elegidos Obispos, es decir, sube a los 60,96 años, mientras que las edades mínima y máxima de los Arzobispos, excepcionales en uno y otro caso (ambos en el primer período), se ubicaron en los 44 y en los 74 años, respectivamente.

 

Al observar los datos de los candidatos de las Iglesias Orientales, el promedio conjunto de Obispos y Arzobispos fue de 55,5 años, algo más de tres años más jóvenes que el promedio conjunto de Obispos y Arzobispos de la Iglesia Latina (58,8 años).

 

Así, pues, volviendo la mirada al conjunto se puede decir que el panorama fue el siguiente: edad mínima de los candidatos a Obispos: 40 años, en una de las Iglesias de Oriente; edad máxima: 75 años, también en una de las Iglesias de Oriente. Se debe indicar, sin embargo, que, se acuerdo con los datos proporcionados para el lapso indicado, los presbíteros elegidos Obispos o creados Arzobispos tenían, al momento de su elección, un promedio de 28,07 años de ordenación presbiteral (tiempo mínimo: 23 años; tiempo máximo: 41 años).

 

 

 

        4.        Arzobispos y Obispos según País/Jurisdicción para los que fueron designados

 

 

La mayor parte de los Arzobispos y de los Obispos que tienen en cuenta los datos que poseemos (95%) casi como regla general fueron nombrados para Iglesias situadas en sus países de nacimiento (312= 89,6%)), lo cual no fue óbice para que algunos de ellos (19= 5,5%), sin embargo, fueran designados para desempeñar su ministerio en otros países en donde está radicada la Iglesia universal.

 

El nombramiento o el asentimiento pontificio de Obispos y Arzobispos durante el período estudiado incluyó diócesis, arquidiócesis, patriarcados y arzobispados mayores ubicados en 73 países (de hecho, son muchos más). La composición de tales designaciones fue la siguiente:

 

 

Nombramiento o asentimiento pontificio de Obispos y Arzobispos por País

(según orden alfabético en italiano)

País

Obispos

Arzobispos

Obispos y Arzobispos de Ritos Orientales

Total

Albania

0

1

0

1

Algeria

0

1

0

1

Argentina

7

0

0

7

Australia

2

0

0

2

Benín

2

0

0

2

Bolivia

4

1

0

5

Bosnia y Herzegovina

0

1

0

1

Brasil

21

2

0

23

Burkina Faso

1

0

0

1

Burundi

0

1

0

1

Camerún

2

0

0

2

Canadá

7

0

2

9

Chile

5

0

0

5

Colombia

7

1

0

8

Corea

2

0

0

2

Costa de Marfil

1

0

0

1

Costa Rica

1

0

0

1

Croacia

1

3

0

4

Cuba

2

0

0

2

Ecuador

6

0

0

6

Egipto

0

0

1

1

Filipinas

1

0

0

1

Francia

12

5

2

19

Gabón

2

0

0

2

Gales

0

1

0

1

Ghana

1

0

0

1

Japón

3

1

0

4

Guatemala

1

0

0

1

Guinea

1

0

0

1

India

2

2

9

13

Indonesia

2

0

0

2

Inglaterra (sin Escocia ni Gales)

2

2

0

4

Iraq

0

0

1

1

Irlanda

2

1

0

3

Israel

2

0

0

2

Italia

24

6

0

30

Kenia

4

1

0

5

Láos

1

0

0

1

Líbano

0

0

3

3

Madagascar

1

0

0

1

México

6

3

0

9

Mozambique

2

0

0

2

Myanmar

2

0

0

2

Nigeria

3

1

0

4

Nueva Zelanda

2

0

0

2

Papúa Nueva Guinea

1

0

0

1

Paraguay

0

1

0

1

Península Arábica

1

0

0

1

Perú

8

0

0

8

Polonia

9

1

0

10

Portugal

2

1

0

3

Puerto Rico

2

0

0

2

República Checa

1

1

0

2

República del Congo

2

0

0

2

República Democrática del Congo

6

0

0

6

Ruanda

1

0

0

1

Samoa Americana

1

0

0

1

Santa Lucia

0

1

0

1

Escocia

0

1

0

1

Serbia

0

1

0

1

Siria

0

0

2

2

Eslovaquia

0

0

1

1

España

14

3

0

17

Sud África

4

0

0

4

Sud Sudan

2

0

1

3

Tanzania

2

0

0

2

Ucrania

1

0

3

4

Uganda

1

0

0

1

Hungría

1

0

0

1

U.S.A.

16

1

2

19

Venezuela

4

1

0

5

Viêt Nam

2

0

0

2

Zambia

1

0

0

1

 

 

Para destacar en la tabla, por su número, los treinta Obispos y Arzobispos designados para Italia y los veintitrés para Brasil, y, por razón de la pertenencia tanto al Rito Latino como a los Ritos Orientales, los casos de Francia y Estados Unidos de América (diecinueve cada uno), India (trece), Canadá (nueve), Ucrania (cuatro) y Sur de Sudán (tres).

 

 

 

        5.        Oficio (s) que los candidatos se encontraban (o eventualmente continúan) desempeñando al momento de su nueva designación como Obispos o Arzobispos (especialmente diocesanos)



 

Oficio (s) que se encontraban desempeñando los candidatos al momento de su designación como Obispos o Arzobispos (especialmente diocesanos)

Obispo o Arzobispo diocesano (transferido) o emérito

80

Obispo/Arzobispo Coadjutor

8

Obispo Auxiliar

55

Obispo de Ordinariato Militar

1

Obispo de otra jurisdicción personal (ritual)

3

Administrador diocesano o apostólico

7

Decano, Vicario foráneo o Arcipreste de zona pastoral

7

Obispo de Curia

1

Vicario General o ProtoSincelo

29

Vicario episcopal territorial

3

Vicario episcopal o Corepíscopo

5

Secretario del Sínodo (de la jurisdicción Oriental)

1

Sincelo

1

 Moderador o gerente de la Curia

2

Canciller

4

Director o miembro del consejo económico diocesano o de la Comisión diocesana para la administración de los bienes

1

Miembro del Consejo Pastoral diocesano

4

Ecónomo o administrador financiero diocesano o de la Conferencia de Obispos

4

Miembro del Consejo presbiteral y/o del Colegio de consultores o del Consejo arzobispal o episcopal diocesano

9

Presidente o miembro del Capítulo catedral o colegial o canónigo

3

Director de la Oficina Jurídica Diocesana

1

Miembro de la junta u oficina de personal clérigo o del Instituto diocesano para el sustento del Clero

2

Vicario episcopal para los asuntos económicos

1

Vicario o Director de la Oficina diocesana para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica

1

Vicario Judicial, Presidente del Tribunal Unificado, o Vicario judicial adjunto

3

Notario eclesiástico

1

Miembro de la Comisión diocesana para la tutela de los menores

3

Vicario o Delegado para el Clero, Director, Responsable o miembro del Consejo diocesano para la Formación permanente del clero

7

Director de la formación diaconal

4

Vicario episcopal, Presidente, Responsable, Director o Coordinador diocesano de (Oficina, Comité, Comisión, Sector o Departamento) Pastoral Profética y/o Litúrgica (general o especializada)

8

Vicario episcopal para la caridad o Responsable diocesano de la Pastoral Social, de un Sector de esta o de Cáritas

4

Rector o Miembro del Equipo de Superiores de Seminario Mayor o de Colegio Eclesiástico Pontificio

22

Director, Consejero espiritual en Seminario

2

Párroco o Moderador parroquial

63

Vicario parroquial, administrador, asistente o colaborador parroquial

10

Animador, Asistente, Director espiritual o Responsable para un movimiento laical o para la formación en un apostolado (diocesano, de Instituto, Fraternidad o Asociación)

4

Director de Instituto, Escuela, Centro Pastoral (Evangelización, Misional, Catequístico, Vocaciones, Educación)

8

Rector universitario, Decano o Presidente de Facultad en Universidad Católica o Eclesiástica o de Instituto Superior

4

Profesor universitario o de Instituto Superior

11

Profesor del Seminario Mayor

5

Profesor de Seminario Menor

1

Director de Editorial o de Medio de Comunicación

4

Director de Obras Misionales Pontificias

5

Director, administrador, asistente pastoral de un puesto de misión

2

Rector de santuario, Delegado pontificio para el mismo, o Capellán (universitario)

8

 Director o administrador de otras obras (fundaciones) diocesanas o de institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica

3

Superior General o Vicario general de su Congregación, Abad ordinario

4

Superior, Ministro o Vicario Provincial o miembro del Consejo provincial de su Congregación

17

ExSuperior mayor de su Congregación, actual Coordinador interprovincial de la misma, Presidente de la Conferencia de Religiosos

4

Superior local de su Congregación

2

Rector o Responsable (o miembro del equipo) para la formación en un Instituto de Vida Consagrada

4

Presidente, Secretario general, Secretario Técnico de una Comisión Episcopal u otro cargo de la Conferencia de Obispos

13

Nuncio apostólico o Encargado de Asuntos en Nunciatura

2

Secretario, Oficial o Consultor de Dicasterio (Congregación), Tribunal, Oficina o Instituto Conexo

7

Misión especial: Comisario pontificio para un Instituto de VC, o Delegado ante un instituto (Comisario) de las Naciones Unidas

2

 

 

Para destacar ante todo, las 55 categorías en las que he agrupado las funciones, oficios y ministerios que estaban desempeñando, en su momento – y que, eventualmente, continuaron efectuando – los Arzobispos y Obispos cuando fueron designados o confirmados por el Santo Padre. Por supuesto, podrían ser – y de hecho son – muchos más. Ello indica la gran multiplicidad de carismas, ministeriales o no, que se dan y florecen en la Iglesia. 

 

No debería llamar la atención que, al observar la tabla, el mayor número de Obispos o de Arzobispos designados por el Santo Padre venían desempeñándose como Obispos o Arzobispos de otras sedes (80), seguido de los que venían ejerciendo como Obispos Auxiliares de la misma sede o de otra (55). Entre quienes aún no eran Obispos, se debe mencionar en especial a los que servían como párrocos o como moderadores de parroquias in solidum (63), a los vicarios generales (29) y a los rectores de seminarios mayores (22), entre otras labores diocesanas. Entre el clero de institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica fueron escogidos sobre todo algunos de quienes ejercían el oficio de Superiores provinciales, ministros, vicarios o miembros del consejo provincial de su orden, congregación o sociedad (17). No faltan quienes desempeñaban oficios supra diocesanos, que están representados por los vinculados a las Conferencias episcopales así como por quienes trabajan en la Curia Romana o prestan su colaboración a la Santa Sede (11).

 

Ahora bien, ¿qué tanto pesó, posiblemente, en la elección de estos candidatos, su formación académica? Como veremos más en detalle, las tareas desempeñadas por los presbíteros por lo general no exigen, por sí mismas, mayor adiestramiento que el recibido en los seminarios mayores, noviciados y subsiguientes etapas formativas, enriqueciéndose por las experiencias previas, destrezas, propósitos e inclinaciones personales: pero, como en toda sociedad, la práctica a lo largo de la historia de la Iglesia muestra que, sobre todo para ciertos ministerios, y no lo es menos el episcopal, una formación académica más acuciosa puede contribuir a prestarlos en forma no sólo más eficiente sino cualificadamente mejor desde múltiples puntos de vista subjetivos y objetivos. A manera de ejemplo mencionemos el número nada despreciable de rectores de seminarios, de profesores de estos, de encargados de la formación de religiosos y diáconos permanentes y de la formación permanente del clero, a los que se deben sumar los profesores universitarios, que, al menos desde este punto de vista, garantizan que la educación que se imparte en dichos centros es de excelente calidad: la existencia de AVEPRO nace de esa finalidad[40]: un total de 75 sacerdotes vinculados con este delicado y exigente ministerio bien lo acredita.

 

 

 

        6.        Estudios previos a la ordenación presbiteral de los futuros candidatos a Arzobispos y Obispos

 

El Concilio de Constanza, en su sesión del 22 de febrero de 1418, condenó la siguiente proposición – tomada de la obra Dialogus sive Speculum ecclesiae militantis escrita por Juan Wycliff en 1379[41] – en relación con algunas “creaciones” o innovaciones, al sentir de algunos, perjudiciales, que había introducido la vida universitaria:

 

“Universitates, studia, collegia, graduationes, et magisteria in iisdem sunt vana gentilitate introducta; tantum prosunt Ecclesiae, sicut diabolus” (“Universidades, estudios, colegios así como las graduaciones y las maestrías que hay en ellos, han sido introducidas por vulgar vanidad; solo son útiles para la Iglesia, como el diablo”) (cap. 26).

 

Como decíamos en su momento, más de un siglo después, el Concilio de Trento (cf. http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/03/l.html) estableció en el Decreto “Sobre la reforma (de los clérigos)” (Sesión XXIII desde 1545 a 1563, c. 18), la necesidad de “la permanencia en los seminarios (o colegios de la época)” para quienes un día pudieran ser llamados al orden sacerdotal. Determinó también la manera como dicha obligación había de ser ejecutada[42]. Hasta ese momento, en efecto, no había cesado la costumbre de que los futuros clérigos (no religiosos) se formaran al lado de sacerdotes considerados sobresalientes por su ciencia y, sobre todo, por la santidad de su vida y por el ejercicio denodado de su ministerio. La historia anterior muestra sin embargo que esa preocupación por la formación de los futuros clérigos, explícitamente considerada, provenía ya desde el siglo III.

 

Trento no imponía la necesidad de obtener títulos académicos para acceder a la clericatura; por demás, no en todas partes había universidades de estudios. En cambio quiso asegurar que quienes fueran llamados a la tonsura (“clérigos”) y a las órdenes menores y mayores, en contraprestación por los servicios (oficio) que desempeñarían, tuvieran un futuro sustento digno que fuese obtenido de unas rentas (“congrua”) mínimas que tuvieran su origen en un bien eclesiástico establecido con dicho propósito (sistema del “beneficio eclesiástico). Implícitamente este y otras fuentes servían para sufragar los gastos o inversiones necesarias para su educación. Sin embargo, dichos títulos académicos (“bachiller” o “lector”, “maestría”, “doctorado”) comenzaban a ser exigidos para ciertos oficios vinculados con la clericatura.

 

El componente de estudios – que no es ciertamente el principal de los criterios de selección, pero tampoco el último de ellos – junto con la convivencia de Superiores (o formadores) y de estudiantes son apenas algunos de los factores o “dimensiones” que configuran la vida (“permanencia”) del seminario hoy en día. Siguiendo la norma conciliar (OT 4a) que señala que “Los seminarios mayores son necesarios para la formación sacerdotal”, la regla del CIC83 así lo prescribe:

 

“C. 237 § 1. En cada diócesis, cuando sea posible y conveniente, ha de haber un seminario mayor; en caso contrario, los alumnos a fin de que se preparen para los ministerios sagrados se encomendarán a otro seminario, o se erigirá un seminario interdiocesano.”

 

Y la RFIS de 2016 lo reitera en VI.a.128; VI.d.133; VIII.a.188[43]. Como veremos seguidamente, sin embargo, los Obispos diocesanos y los Superiores de los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, han exceptuado de alguna porción (sobre todo de la denominada “filosófica” por ocupar ésta el meollo intelectual en ese período) de esa formación a algunos candidatos que provenían ya de estudios y profesiones en los que se habían iniciado a la manera universitaria e inclusive en los que habían obtenido los títulos civiles correspondientes.

 

Pero la norma generalmente aceptada y llevada a cabo por el clero diocesano y, por supuesto por el religioso y por el perteneciente a sociedades de vida apostólica, ha sido la de la “permanencia” (según el propio reglamento institucional, cf. c. 243, generalmente en régimen de internado, pero los márgenes suelen ser diversos según las condiciones y/o necesidades diocesanas o del lugar: cf. c. 235) en un seminario mayor (la “permanencia” en un seminario menor es cada día más escasa si no nula) durante, al menos, el segundo y el tercero de los tres ciclos (propedéutico o de iniciación u otra denominación, filosófico y teológico) que ordinariamente la compone o abarca.

 

Si nos atenemos ahora a los datos que nos proporciona la información antes mencionada, podemos establecer una comparación entre el número de Obispos y Arzobispos que fueron ordenados presbíteros sin haber efectuado esa permanencia durante filosofía y/o durante teología en un seminario mayor propiamente tal sino en un convictorio o colegio equivalente, o, aún, por fuera de un seminario, así como el número de quienes no se tiene información alguna acerca de su formación previa sacerdotal:

 

 

No se proporcionó información alguna sobre estudios

46

No se proporcionó información sobre permanencia en seminario

70

 

De acuerdo con los datos, el número de Obispos y Arzobispos que cursaron estudios en seminarios mayores se puede desglosar de la siguiente manera según la Iglesia Latina u Oriental a la que pertenecen:

 

 

Obispos

Arzobispos

Jerarcas Orientales

Total

Filosofía

148

22

16

186

Teología

132

24

15

171

Total

280

46

31

357



También podemos desglosar aún más estos datos sobre la permanencia en un seminario, sea durante los estudios filosóficos, los teológicos o ambos, para mirar el número de quienes pasaron, además, por una universidad estatal, privada o de la Iglesia, y obtuvieron en ella los grados académicos y profesionales correspondientes. Veámoslo:

 

 

Institución educativa

En Seminario diocesano, mayor, regional o del instituto, o colegio o ateneo

Estudios previos o posteriores realizados en Universidad o Instituto de estudios del Estado, privado o de la Iglesia

En Seminario y además en otra universidad o instituto

 

 

 

Filosofía

Teología

Estado

Privado

Iglesia

Grado profesional

Otros estudios (especialización, diplomado, etc.)

Grado profesional

Otros estudios (especialización, diplomado, etc.)

Bachillerato eclesiástico o equivalente profesional

 

Filosofía

Teología

Otros estudios profesionales (Sociología, Psicología, Educación, Música sagrada, etc. .)

Otros estudios (especialización, diplomado, etc.)

186

171

110

3

35

12

61

120

47

11

81

 

 

En cuanto al “pregrado”, observando el cuadro, salta a la vista una importante apuntación: sobre los 348 Obispos y Arzobispos considerados, de 186 Arzobispos y Obispos se informa que cursaron estudios de filosofía en los seminarios, y sólo 171 cursaron estudios de teología en ellos. ¿Qué sucedió con los demás? ¿Acaso se trata de un incumplimiento bastante generalizado de la norma canónica? ¿Se tratará de una “opción preferencial” que, de hecho, han ido haciendo los Obispos diocesanos y de los Superiores de los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica para asegurar un buen componente intelectual de la formación de sus estudiantes?

 

Por supuesto, como dijimos, de varios más, en uno y otro caso, se puede asegurar que, habiendo sido transferidos de otras sedes, también ellos – al menos una proporción importante de ellos – los habían cursado en los seminarios diocesanos o en sus institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica (varios de ellos han acogido para los estudios a seminaristas del clero diocesano, pero también ha sucedido viceversa). Y así puede ocurrir con los demás, cuya justificación no se encuentra expresa en la nota de prensa.  

 

Así también, un factor que debe sumarse también a la estadística anterior consiste en que, en diversos casos, la nota de prensa informa, no que el candidato hubiera estudiado en un seminario, sino que este se identifica, o, al menos, forma parte de (o ha establecido este convenio con) una institución académica dotada de capacidad de otorgar títulos académicos de pregrado universitario o de posgrado, civiles y/o eclesiásticos en filosofía y/o en teología (por lo tanto, no necesariamente emanados de universidades o facultades eclesiásticas ni de universidades o facultades católicas), con lo cual el número de “seminaristas” ("en formación") se acrecienta de manera importante. En efecto, si se observa este factor, encontramos que el bachillerato eclesiástico (o su equivalente civil profesional considerado homologado o equiparado, gracias seguramente, entre otras razones, a los convenios Iglesia-Estado) fue obtenido por los futuros Obispos y Arzobispos en filosofía en 61 casos, mientras que en 120 casos lo fueron en teología. De esta manera, los filósofos ascenderían a 247, mientras que los teólogos subirían a 291.

 

Quedan, sin embargo, algunos remanentes interesantes. Como podremos advertir más en detalle un poco más adelante, un buen número de los Obispos y Arzobispos cursaron previamente estudios profesionales (pregrado y aún posgrado: licentia, master o equivalente, y doctorado) sobre otras áreas del conocimiento y de la actividad humana, que, en su momento, fueron considerados por parte de los Obispos respectivos equivalentes a los estudios filosóficos de los seminarios y otras instituciones de estudios (compensaban de alguna manera la experiencia vivida junto con la edad alcanzada). Algo similar ocurrió seguramente en otros pocos casos cuando se trató de los estudios teológicos, en los que los estudios académicos en “ciencias religiosas” o sus equivalentes, o en estudios “sobre las religiones”, o “para el ministerio”, etc., si acaso no totalmente, sí parcialmente fueron convalidados (por instituciones seminarísticas o universitarias católicas, o por el propio Obispo diocesano) como parte de los estudios teológicos católicos obligatorios. De estos estudios no eclesiásticos (parcial o totalmente equivalentes a filosofía o a teología) encontramos un total de 110 Obispos y Arzobispos que habían obtenido un título académico de ciencias y artes (en todas sus denominaciones y clasificaciones – cf. el documento que, en sus versiones más nuevas prácticamente ha sido aceptado por un gran número de países, y se ha venido trabajando desde 1988[44]) como egresados de instituciones universitarias estatales, y un grupo de 35 lo habían conseguido en instituciones privadas.

 

Junto con el grupo anterior, no podemos soslayar la interesante circunstancia de los Obispos y Arzobispos que con posterioridad a la realización de sus estudios seminarísticos (y a su ordenación presbiteral) efectuaron estudios (profesionales y complementarios) en otras ramas del saber en instituciones educativas superiores pertenecientes a la Iglesia. Entre quienes hicieron este tipo de estudios (en Sociología, Psicología, Educación, Música sagrada, etc.) tenemos un total de 47. A ellos se deben agregar, sin embargo, los 81 Obispos y Arzobispos que habiendo cursado sus estudios seminarísticos reglamentarios informaron además en relación con estudios realizados en instituciones no necesariamente eclesiásticas y sobre otros diversos argumentos.

 

La importancia de estos dos hechos no se oculta por las implicaciones que tienen (y aún puede tener cuantitativa y cualitativamente) en el fortalecimiento y desarrollo de la vida y misión de la Iglesia y de sus instituciones (aprovechar tales talentos en la organización o reorganización de la vida diocesana o religiosa, p. ej.) y en el diálogo y mutuo enriquecimiento con las instituciones del mundo actual (políticas, económicas, culturales, etc., nacionales e internacionales).

 

Sin indicar siempre si algunos estudios fueron efectuados con anterioridad o posterioridad a su ordenación presbiteral, el cuadro muestra un grupo de 26 Obispos y Arzobispos que formalizaron especializaciones, diplomados y otra serie de cursos similares en instituciones públicas o privadas y en instituciones jurídicas pertenecientes a la Iglesia y obtuvieron en ellas acreditaciones o certificaciones de experticia o técnicos con los que se capacitaron mejor para el desarrollo de sus opciones o asignaciones pastorales.

 

En este orden de cosas, dignas son de mencionar, entre las más recientes iniciativas y propuestas pastorales, las especializaciones que ofrecen universidades y centros de estudios de la propia Santa Sede y de los episcopados (en particular del episcopado latinoamericano) en capítulos tales como la dirección de ejercicios espirituales, la teología de la vida consagrada, la pastoral juvenil y la práctica de tribunal eclesiástico sobre causas matrimoniales. 

Del mismo modo, se deben apreciar los diplomados que esas mismas instituciones ofrecen en campos pastorales siempre vitales y urgidos de permanente actualización y pertinencia: en praxis administrativa canónica, ofrecido por el Dicasterio (antigua Congregación) del Clero; en teología dogmática, pastoral y catequesis; así mismo, de manera muy oportuna dada la apremiante necesidad que existe y la exigencia que ellos demandan, aquellos diplomados que tienen en común la “formación para formadores de los sacerdotes y miembros de los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica”, también bajo la denominación de “psicopedagogía en la formación para la vida consagrada” o de “ciencias de la formación para formadores”. 

Por último, son pertinentes también los “cursos” sobre aspectos particulares e ineludibles de la actividad pastoral, tales como los relacionados con la dirección espiritual y con las capellanías hospitalarias.

Otros diplomados son también de utilidad. Entre estos, los futuros candidatos al episcopado habían realizado cursos en materias tales como filosofía contemporánea, humanidades literarias, informática, gestión financiera y administración, pedagogía, y en genio civil y climático.

 


 

 

 

 

        7.        Estudios no eclesiásticos académicos y profesionales previos llevados a cabo por los futuros candidatos al episcopado

 

Una parte significativa de esta pesquisa nos condujo a explorar también en los estudios universitarios profesionales previos efectuados por presbíteros antes de su ordenación presbiteral, pero también, eventualmente, con posterioridad a ella. Los siguientes datos nos indican la importancia que este factor ha tenido en la vocación de los futuros ministros del Evangelio, pero también, globalmente considerado, el valor que ello aporta a la conformación actual del Colegio episcopal:

 

 

Obispos

Arzobispos

Jerarcas Orientales

Total

Grados de estudios civiles

93

12

5

110

 

 

Antes de proseguir, es necesario recordar, por una parte, como se sugirió antes, que, en un pasado no muy lejano, en los seminarios menores preponderantemente (aunque no exclusivamente, ya que, al menos en parte, esas tareas se confiaban, por supuesto, a los párrocos, demás ministros, y, en general a las familias y a todo el pueblo de Dios) se efectuaban actividades conducentes a descubrir o a evaluar o a despertar, en algunos casos, indicios o gérmenes de la vocación sacerdotal y/o religiosa y/o misionera. El Concilio Vaticano II así ordenó su reforma y actualización:


"En los Seminarios Menores, erigidos para cultivar los gérmenes de la vocación, los alumnos se han de preparar por una formación religiosa peculiar, sobre todo por una dirección espiritual conveniente, para seguir a Cristo Redentor con generosidad de alma y pureza de corazón. Su género de vida bajo la dirección paternal de los superiores con la oportuna cooperación de los padres, sea la que conviene a la edad, espíritu y evolución de los adolescentes y conforme en su totalidad a las normas de la sana psicología, sin olvidar la adecuada experiencia segura de las cosas humanas y la relación con la propia familia. Hay que acomodar también al Seminario Menor todo lo que a continuación se establece sobre los Seminarios Mayores, en cuanto convenga a su fin y a su condición. Conviene que los estudios se organicen de modo que puedan continuarlos sin perjuicio en otras partes, si cambian de género de vida. Con atención semejante han de fomentarse los gérmenes de la vocación de los adolescentes y de los jóvenes en los Institutos especiales que, según las condiciones del lugar, sirven también para los fines de los Seminarios Menores, lo mismo que los de aquellos que se educan en otras escuelas y de más centros de educación. Promuévanse cuidadosamente Institutos y otros centros para los que siguen la vocación divina en edad avanzada" (OT 3).

En tal virtud, en diversos lugares se pasó de ordinarios cuatro años a seis de internado (aunque se exploraron también otras alternativas para los primeros años, como seminternados y externados), con todo lo que ello llevaba consigo (establecer laboratorios de física y química, v. gr., elegir docentes para tales asignaturas, adecuar las bibliotecas, etc., implementación y reforma de los dormitorios y áreas de deporte, etc.), conforme a las exigencias de las nuevas condiciones y de modo que, sin perder de vista su objetivo primordial, “preparar por una formación religiosa peculiar para seguir a Cristo Redentor con generosidad de alma y pureza de corazón”, la índole misma del seminario menor no fuera el mínimo óbice para el ingreso en él de quienes, si llegara a ser su caso, y en algún momento desearan “cambiar de género de vida”, no se encontraran, por causa, precisamente, de sus “estudios”, en imposibilidad o en desigualdad frente a otros coetáneos suyos, y “pudieran continuarlos sin perjuicio en otras partes”. Grandes inversiones económicas y administrativas hubo que realizar en su momento para mejorar (y hacer atractivas) las instalaciones de tales seminarios menores a raíz de estas normas conciliares.

En efecto, se trataba de hacer que esta "experiencia" incluyera las actividades y los "estudios" correspondientes a los conocimientos, habilidades, aptitudes, valores, exámenes, etc. que en los países, como es el caso de Colombia[45], actualmente se cultivan y realizan en las escuelas, academias y colegios de la denominada “educación formal” durante el “nivel” de “básica” en el segundo “ciclo”, llamado de “básica secundaria” (cuatro grados) más el “nivel” de “media” (dos grados) y culmina con el título en  "bachillerato clásico" o "normalista superior" (en Colombia, al menos). 

Presuponían estos estudios (como siguen haciéndolo hoy), pues, la terminación suficiente y adecuada del "nivel" de “preescolar” (al menos un año dedicado a proseguir el “desarrollo integral en los aspectos biológico, cognoscitivo, sicomotriz, socio-afectivo y espiritual” de los niños a partir de los tres, cuatro años y, en todo caso, menores de seis años) e, inmediatamente, la prosecución exitosa del “nivel” y primer “ciclo” de “educación básica primaria” (un período de cinco grados “conformado por las áreas fundamentales del conocimiento y de la actividad humana” y destinado a “propiciar una formación general”, a “desarrollar las habilidades comunicativas”, a “ampliar y profundizar en el razonamiento lógico y analítico”, a “propiciar el conocimiento y comprensión de la realidad nacional, a “fomentar el interés y el desarrollo de actitudes hacia la práctica investigativa” y a “propiciar la formación social, ética, moral y demás valores del desarrollo humano” (como señalan los arts. 11; 15; 20 de la Ley general mencionada). Se ha de recordar que una evaluación periódica, completa y detallada de todo el sistema educativo colombiano fue ordenada mediante la Ley 1324 de 2009[46].


Subrayo lo anterior ya que las políticas educativas que se concretan en un momento determinado por parte de los Estados responden a unas prioridades, a unas necesidades, a unas posibilidades (económicas, v. gr.) y a unos valores de diverso tipo – inclusive filosóficos e ideológicos: prejuicios, indiferentismo, agnosticismo, hipercriticismo, duda persistente, anarquismo, etc.  – que están presentes y actuantes en sus gobernantes y en la sociedad en general. Dar prioridad, v. gr., a los estudios humanísticos fue característico de muchas escuelas y colegios colombianos durante buena parte del siglo XX, mientras que el énfasis por las matemáticas se desarrolló a partir de mediados de ese siglo, fue seguido por el énfasis por las ciencias básicas, y, últimamente, por el acento en la apertura a los temas étnico-culturales y a su desarrollo (inclusive deportivos, gastronómicos, etc. de orden especialmente local o regional). Algo similar puede decirse de la complementación de tales estudios con el recurso de los idiomas: de un buen manejo a finales del bachillerato del latín y el griego clásico, del inglés y del francés y con un excelente manejo de la lengua castellana hasta mediados del siglo en mención, algunos comentaristas (¡se ve que se trata no sólo de un fenómeno local!, y que “en todas partes se cuecen habas”, como señala Christophe Clavé[47]), advierten que hoy en día los estudiantes llegan a las universidades no sólo sin el mínimo conocimiento de las raíces de su lengua nativa, de la lengua castellana, sino con un paupérrimo bagaje en su léxico y en el manejo de los modos y tiempos verbales, por no hablar del desconocimiento de su gramática y ortografía, que denotan – no es ciertamente el único factor – sus enormes dificultades para los matices, para la comprensión y análisis de cualquier texto y para la elaboración de textos complejos, necesarios y presupuesto para efectuar estudios universitarios. Y, sin duda, todo ello marca un ámbito o un sustrato en el que deben germinar las vocaciones sacerdotales y religiosas, propiciadas en su desarrollo, o muchas veces, por el contrario, combatidas o sometidas a su desecación (cf. Mt 13,1-23). Se trata, sin duda, de un reto para las instituciones educativas de la Iglesia en general, pero en particular para los seminarios y para los centros de estudio de los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, a los que acuden jóvenes, adolescentes y aún niños (física y/o mentalmente), con sus posibilidades junto con sus limitaciones y carencias, personas que no se pueden nunca desdeñar y, muchísimo menos, descalificar o, a causa de ellas, marginar o excluir.

 

De otra parte, igualmente, se ha de tener en cuenta la enorme dificultad que ha existido para lograr una cierta unidad (y la deseable uniformidad en esta materia por razones del todo prácticas) entre los Estados cuando se trata de los estudios propiamente académicos (universitarios). Ya mencionábamos antes que, a partir de 1988, la UNESCO ha sometido a la complementación y perfeccionamiento, a la decisión e implementación de los Estados, de su Proposed international standard nomenclature for fields of science and technology[48]. Remitimos, como se dijo, al documento quizás más reciente sobre la materia[49]. Ello ha conducido a que en este punto aún hoy no existan las congruencias o convergencias necesarias para homologar títulos universitarios, v. gr., en relación con los contenidos, ni, muchísimo menos, cuando se trata del rótulo de los cursos y de su inserción en el currículo, de su intensidad horaria, de su pedagogía y didáctica, del nombre mismo de las asignaturas, o, en fin, de la designación global así como la denominación del título por los estudios realizados y su reconocimiento y otorgamiento por parte de cada institución.

 

Observemos, según esto y a pesar de ello, el cuadro siguiente, y, junto con la heterogeneidad (casi caótica: “maremágnum”[50]) existente, miremos también las posibilidades que, seguramente, encierra:

 

 

Sistemas educativos eclesiásticos y estatales de algunos países, conferencias episcopales y comunidades religiosas: su denominación, duración, sus grados y su equivalencia aproximada

Colombia

Estados Unidos de América

Francia (European Credit Transfer System)

España

Italia

Santa Sede

País/Regímenes

Estatal (público/privado)

Seminarios

Compañía de Jesús

Años de estudio

4, 5, 7

1

1 a 2

4

2

4

3

2

Grados (o nivel o estado)

Profesional en

Propedéutico

Candidatura

College (B.S. o B. A.

Diploma

Grado

Laurea

Bachiller en filosofía

Años de estudio

1, 2

2

2

1

1

3

Grados (o nivel o estado)

Especialización

Filosofía

Noviciado

Licence

Master di I Livello

Bachiller en teología

Años de estudio

2

1

2

1, 2

2

2

1

2, 3

Grados (o nivel o estado)

Maestría (magíster)

Bachillerato universitario (voluntario)

Juniorado (humanidades)

Master

Master o título

Maestría (magíster)

Laurea Magistrale

Licenciatura (Licenza)

Años de estudio

2 o más

3 a 4

3

3 a 7

1

2

2

2 o más

Grados (o nivel o estado)

Doctorado (o especialización médica)

Teología

Filosofía

Doctor (PhD) (Medical Specialties
Medical Residency)

Diploma de Estado de Doctor

Especialización en ciencias de la salud

Scuola di Specializzazione

Doctorado

Años de estudio

2 a 3

1

2

3

2

3 a 5

2

Grados (o nivel o estado)

Subespecialización médica

Bachillerato universitario (Voluntario)

Magisterio

Advanced Professional Degrees

Doctorado

Doctorado

Master di II Livello

Años de estudio

2 a 3

1

4

1

3

Grados (o nivel o estado)

Diaconado

Teología

Diploma de Estado Doctor en Medicina

Dottorato di Ricerca

Años de estudio

1

2 a 5

Grados (o nivel o estado)

Presbiterado

Estudios especiales

Período

6 meses

Grados (o nivel o estado)

Tercera probación y Votos últimos

Total regular de años

13 a 22

10 a 11

17 a 21

11 a 16

9 a 11

11 a 13

13 a 15

9 a 13

Duración mínima para el máximo grado

13

7

16

11

9

11

13

9

 

 

Notas:

 

En Colombia, p. ej., las universidades y otras instituciones de educación técnica y/o profesional expiden en algunas ocasiones un "Diploma". Esta certificación normalmente no conduce a la obtención de algún título o grado académico, pero, para cursar un diplomado, se suelen exigir en diversos casos estudios completos de bachillerato como para el ingreso a la universidad y para la obtención en ella de un grado universitario.

 

En Colombia, por lo general, las licenciaturas que ofrecen las universidades y capacitan para la docencia en educación básica y media, son de 4 años; los estudios profesionales, salvo medicina, son de 5 años; los estudios de medicina “general”, de 7 años. Para las especializaciones se exige haber cursado, además del título profesional, 1 o 2 años de estudio, no necesariamente en las mismas áreas profesionales, mientras que este requerimiento sí se establece para las especializaciones en las ciencias médicas y odontológicas, que exigen de 2 o 3 años. Las subespecialidades médicas exigen dos años más, por lo menos. De esta manera, el grado en una subespecialidad médica podría llegar a requerir, terminado el bachillerato, entre 9 y 11 años.

 

En los seminarios colombianos se requieren dos años, mínimo, para culminar la filosofía, pero generalmente son tres, y cuatro años para terminar la teología, aunque en algunos seminarios son sólo tres. En las universidades se requieren mínimo tres años para cursar filosofía. Para obtener el bachillerato eclesiástico en derecho canónico se requieren dos años, y uno más para obtener la licenciatura eclesiástica o su equivalente como profesional en el ámbito civil.

 

Los estudios moderados por la Santa Sede son los pertenecientes a las Universidades y Facultades Pontificias. Se otorgan sólo tres grados[51], todos eclesiásticos: bachillerato (baccalaureatus: Baccalaureato denominado también “ciclo propedéutico” para estudiantes de derecho canónico que no poseen formación filosófico-teológica previa, inclusive si poseen título en derecho civil), licenciatura (licentia: Licenza) y doctorado (doctoratus: Dottorato).

 

La Santa Sede, por medio del Dicasterio para la Educación Católica, se encarga de examinar los títulos expedidos por las Universidades y por los Institutos de Estudios Superiores y de establecer las comparaciones y compatibilidades con los que tienen una cualificación canónica, a fin de convalidarlos u homologarlos con esta cuando fuera del caso. La información puede encontrarse en la página electrónica correspondiente[52].

 

Complementemos la información anterior indicando la amplia gama de estudios civiles (o, en algunas ocasiones, ramificaciones o especializaciones de los eclesiásticos) efectuados por los Señores Obispos y Arzobispos, por lo general, con anterioridad a su ingreso a cursar sus estudios de filosofía y teología (o, en algunos pocos casos, con posterioridad a ellos), sea en un seminario o en una facultad civil o eclesiástica. No indicamos el número de los que cursaron en cada categoría (al menos uno), pero sí los hemos clasificado de acuerdo con la tabla anterior y según su denominación en el idioma original:

 

 

 

Estudios universitarios civiles cursados por los Obispos y Arzobispos (Títulos o reconocimientos académicos)

 

 

Grados profesionales, diplomados y especializaciones

Posgrados

 

1

Bachelor of Science

Master in Geologia

80

2

Bachelor of Arts in Development studies and Geography

Master of Science in Physics

81

3

Bachiller en Trabajo Social

82

4

Baccalaureato in Geografia

Master in Economia

83

5

Bachiller en Matemáticas y Gestione Informatica

Master’s degree in Psychology

84

6

Master of Divinity (antes Bachelor of Divinity)

Master en Psicología

85

7

Baccalaureato in Scienze dell’Educazione – Educazione Religiosa

Master in Projects and Organization Manager

86

8

Master of Arts

Magistero in Amministrazione delle scuole

87

9

Master of Arts in Storia

 

10

Master of Arts in scienze religiose

 

11

Licenza in utroque iure

Master in pedagogia sociale

88

12

Licenza in Diritto Civile

 

13

Licenza in Belle Arti

Master en Sociología

89

14

Licenza in Scienze Chimiche

Master’s Degree in Development Studies

90

15

Licenza in Scienze economiche

Master of Social Work

91

16

Licenciado en Filosofia (y Letras)

 

17

Licence en Lettere Classiche

 

18

Licenza in Filosofia e Scienze Religiose

 

19

Licence in Storia del Cristianesimo

 

20

Licenza in Scienze dell’Educazione

 

21

Licenza in Scienze delle Comunicazioni Sociali

Master in Pensiero Giudaico

92

22

Licenza in Scienze dell’Informazione

Maîtrise (master) in Filosofia

93

23

Licenza in Studi arabi e islamistica

Maîtrise ès Arts

94

24

Licenciado en Educación Secundaria con especialidad en Filosofía y Religión

 

25

Licencia en Educación Integral

Licenza in Teologia con specializzazione in Pastorale Giovanile

95

26

Laurea in Acquacultura e Pesca

Master in Teologia

96

27

Licenza in Pedagogia

Master of Sacred Theology

97

28

Licenza in Pedagogia Religiosa

Maestría en Pensamiento Social Cristiano

98

29

Licenza in Pastoral Counseling

 

30

Licenza in Psicologia

Master’s degree in Church Management

99

31

Licenza in Scienze Imprenditoriali

Máster en Discernimiento Vocacional y Acompañamiento Espiritual

100

32

Licenza in Educazione - Pastorale Giovanile e Catechetica

 

33

Licenza in Scienze dell'Educazione, specializzazione in Catechetica e Communicazione

 

34

Licenza in Scienze della Comunicazione

 

35

Laurea in Biologia e Filosofia

 

36

Laurea in Filosofia

 

37

Laurea in Diritto Civile (Laurea in Giurisprudenza)(Abogado)

 

38

Laurea en Gestione finanziaria e amministrazione

 

39

Laurea in Economia e Commercio

 

40

Laurea in Ingegneria

 

41

Laurea in Ingegneria Meccanica

 

42

Laurea in Architettura

 

43

Laurea in Architettura e Ingegneria civile

 

44

Laurea in Elettrotecnica

 

45

Laurea in Medicina

 

46

Laurea in Scienze dell’Informazione

 

47

Laurea in Sociologia

 

48

Cadete de la Fuerza Aérea

Dottorato in Teoria del Campo Elettromagnetico

101

49

Architetto

 

50

Ingeniero Civil

Dottorato in Letteratura

102

51

Economista

Dottorato in Letteratura giudaico-araba

103

52

Chimico

Dottorato in Scienze politiche

104

53

Psicólogo (a)

Doctorado en Sociología

105

54

Sociólogo (a)

Doctorado in Utroque Iure

106

55

Diploma in Genio civile e climatico

Dottorato in Scienze delle Comunicazioni Sociali

107

56

Diploma en Estudios Ecuménicos

Doctorado en Ciencias de la Educación

108

57

Diploma in Sales management, Marketing and Communication

 

 

58

Diploma in informatica

Dottorato in Teologia con specializzazione in Studi Mariani

109

59

Diploma in Gestione delle risorse umane

Doctor of Philosophy in Theology

110

60

Diploma in Pedagogia

Dottorato in Catechetica

111

61

Diploma di Insegnante per la scuola primaria

Dottorato in Diritto Canonico con specializzazione in Giurisprudenza

112

62

Diploma in Pastorale e in Catechesi

 

 

63

Diploma in Scienze Sociali

 

 

64

Diploma in Teologia (Dogmática)

 

 

65

Diploma en Pastoral Juvenil

 

 

66

Diploma in Ministero Presbiterale

 

 

67

Diploma en Scienze della Formazione per Formatori (Diploma per Formatori al Sacerdozio e alla Vita Consacrata)

 

68

Diploma in Prassi Amministrativa Canonica presso il Dicastero per il Clero

 

69

Ingegnere Commerciale

 

70

Especialización (Diploma) en Psicopedagogia

 

71

Especialización (Diploma) en Didattica e Metodologia

 

72

Especialización en Logopedia

 

73

Especialización (Diploma) en Missiologia

 

74

Especialización (Diploma) en Formazione Sacerdotale (Presbiterale)

 

75

Especialización en Formación Sacerdotal en Seminarios Mayores

 

76

Especialización Institute on Matrimonial Tribunal Practice

 

77

Especialización en Comunicación

 

78

Specializzazione in Teologia della Vita Consacrata

 

79

Especialización en Estudios sobre el comportamiento humano

 

 

 

 

        8.        Universidades de las que egresaron los Obispos y Arzobispos

 

A continuación vamos a presentar sin mayor comentario la información publicada en relación con las 86 universidades, facultades y otros institutos de estudios de diversas partes del mundo en los que los Señores Arzobispos y Obispos cursaron sus estudios de posgrado, indicando, cuando se dio a conocer, el número de egresados por cada institución:

 

 

Universidades e institutos de estudios (eclesiásticos o católicos o eventualmente estatales o privados) de los que son egresados

Albert-Ludwigs-Universität – Facultad de Teología – Friburgo

4

Ateneo Pontificio Regina Apostolorum – Roma

1

Catholic University of America a Washington D.C., U.S.A.

6

Catholic University of Eastern Africa, CUEA - Hekima University College - Nairobi, Kenia

1

Centro Bíblico Teológico Pastoral para América Latina y El Caribe -CEBITEPAL-

2

Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa – Pamplona

1

Faculdade Cásper Líbero a São Paulo-SP

1

Faculdade de Direito Canônico São Paulo Apóstolo (antes: Instituto de Derecho Canónico Giuseppe Benito Pegoraro) – San Pablo

1

Facultad de Teología del Norte de España – Burgos

2

Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima

1

Facultad Teológica de Italia Septentrional – Milán-Génova

3

Facultad Teológica de la Emilia-Romaña

1

Facultad Teológica del Triveneto – Padua

1

Facultad Teológica Pugliese (de Apulia)

1

Institut Catholique de Paris

6

Institut Catholique de Toulouse

1

International Marian Research Institute (IMRI), Università di Dayton (Ohio)

1

Istituto di Liturgia Pastorale Santa Giustina di Padova

1

Istituto Patristico Augustinianum a Roma

Klaus-Mörsdorf-Institut für Kanonistik de la Ludwig-Maximilian-Universität en Monaco (Baviera)

1

Loyola University Chicago

2

Missionary Institute – Londres

1

Pázmány Peter Katolikus Egyetan – Budapest

1

Philosophisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen a Francoforte, Germania

1

Pontifical and Royal University Saint Thomas – Manila

1

Pontificia Academia Alfonsiana – Roma

10

Pontificia Academia de Música Sacra – Roma

1

Pontificia Academia de Teología de Cracovia – Cracovia

1

Pontificia Academia Eclesiástica – Roma

3

Pontificia Facultad de Teología N. Señora de la Asunción – San Pablo

1

Pontificia Facoltà Teologica dell’Italia Meridionale a Napoli (Sezione San Tommaso)

1

Pontificia Facolta' Teologica di Sicilia, Palermo

1

Pontificia Facoltà Teologica Teresianum a Roma

1

Pontificia Universidad Antonianum

2

Pontificia Universidad Católica Argentina

1

Pontificia Universidad Católica de Chile – Santiago

1

Pontificia Universidad Católica del Ecuador

1

Pontificia Universidad de la Santa Cruz – Roma

4

Pontificia Università Cattolica di Campinas

1

Pontificia Universidad Gregoriana – Roma

44

Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

2

Pontificia Universidad Lateranense – Roma

8

Pontificia Universidad Salesiana – Roma

11

Pontifícia Universidade Católica de São Paulo - Faculdade de Teologia Nossa Senhora da Assunção

2

Pontificia Università San Tommaso d’Aquino - Angelicum a Roma

6

Pontificia Universidad Urbaniana – Roma

13

Pontificio Instituto Bíblico – Roma-Jerusalén (Franciscano)

12

Pontificio Instituto de Espiritualidad "Teresianum" – Roma (Pontificia Facoltà Teologica)

4

Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia/P. U. Lateranense – Roma

1

Pontificio Instituto de Música Sacra - Roma

1

Pontificio Istituto di Studi Arabi e d’Islamistica di Roma

1

Pontificio Istituto Orientale - Roma

4

Pontificio Instituto San Anselmo – Roma

3

Saint Joseph’s Seminary and College – Dunwoodie

1

Saint Paul University - Ottawa

5

St. Patrick's Seminary & University in Menlo Park (California)

1

Saint Peter’s Pontifical Institute Seminary – Bangalore

1

St. Joseph Pontifical Seminary Mangalapuzha, Aluva (Alwaye), India

1

St. Vincent School of Theology (Adamson University) a Manila, Filippine

1

Studio Teologico San Paolo di Catania

1

Studium Biblicum Franciscanum a Gerusalemme

1

Universidad Adam Mickiewicz – Poznam

1

Universidad Cardenal Stefan Wyszynski – Varsovia

2

Katholieke Universiteit Leuven

2

Universidad Católica de Lovaina (Université Catholique de Louvain)

2

Universidad Católica de África Central – Yaundé

3

Universidad Católica del Congo en Kinshasa

2

Universidad Católica Juan Pablo II – Lublin

2

Universidad Católica Laval de Québec

1

Università di Deusto (Bilbao)

1

Universidad de Navarra

2

Universidad de Pamplona

2

Universidad de Spalato – Facultad de Teología – Spalato

1

Universidad Pontificia de Comillas - Madrid

4

Universidad Pontificia de México

1

Universidad Pontificia de Salamanca

4

Universidad San Dámaso – Madrid

2

Università Niccolò Copernico a Toruń

1

Università Saint-Esprit a Kaslik (Libano)

2

Università Saint-Paul de Ottawa

1

Universität Wien

2

Université Catholique de Lyon

1

Université de Fribourg (Svizzera)

1

University of St. Mary of the Lake a Chicago

1

West African Catholic University – Abidjan

1

Yarra Theological Union – Melbourne

1

 

 

Hemos resaltado en negrita las instituciones “pontificias”, mientras que, en cursiva, hemos colocado las universidades “católicas” y los institutos de estudios. Puede observarse la concentración de instituciones educativas pontificias existentes en Roma, pero, del mismo modo, su presencia en los extremos del mundo, no excluida de ello Latino América.

En relación con el CEBITEPAL debemos recordar que originalmente se lo denominó Instituto Teológico-Pastoral para América Latina y el Caribe -Itepal- (Bogotá). Otorga diplomados y especializaciones. La Licenciatura canónica de la Escuela Teológica del CEBITEPAL se realiza en convenio con una Universidad Pontificia, la cual actúa como aval académico y otorga el grado pontificio. El Doctorado Canónico en Teología de la Escuela Teológica del CEBITEPAL se realiza en convenio con una Universidad Pontificia, la cual actúa como aval académico y otorga el grado pontificio.

 

 

 

        9.        Especializaciones teológicas del ciclo de licenciatura en las que Arzobispos y Obispos obtuvieron título eclesiástico (clasificación y cuantificación)

 

Llegamos así al término de nuestro objetivo abordando los últimos dos indicadores que hemos querido explorar. Comencemos recordando que el juicio sobre la idoneidad (hoy se habla mucho del “perfil”) de los candidatos al Episcopado se reserva, de acuerdo con la norma canónica (cf. el quinto requisito establecido por el c. 378 del CIC y su equivalente en el c. 180 del CCEO), a la Santa Sede. Y que, de acuerdo con la normativa, los candidatos deben ser “verdaderamente peritos” o “expertos” en “Sagrada Escritura, Teología y Derecho canónico”, las tres “ciencias sagradas” básicas. La gama de estudios realizados, en la que ya hemos verificado la presencia de la teología, hacen mínimamente “idóneos” a quienes los han cursado dentro de los seminarios o en otras instituciones que ofrecen estudios con contenidos análogos. La Santa Sede, al pronunciar a los candidatos al Episcopado, les hace ese reconocimiento: “son dignos de fiar” (cf. Mt 25,21.23; 1 Co 4,1-2) desde ese punto de vista.

Pero los cc. desean y exigen aún más: ojalá posean “la laurea del doctor, o, al menos, la licenciatura” en tales ciencias “sagradas”. Tres ciencias diversas con un único origen en la Revelación cristiana, en el Evangelio. Más de dos mil años, si reconocemos sus necesarios antecedentes véterotestamentarios (cf. DV 11; 14-16; 22). Mas…

En efecto. Hemos indicado los propósitos, y las dificultades, de la UNESCO para lograr obtener una visión global e integral y una cierta unidad – si no una única y más técnica catalogación de las áreas y sub áreas de las ciencias, técnicas, artes y saberes existentes y relevantes en el momento actual – en la clasificación universal de los estudios a todo nivel y en todas sus modalidades. Pero, como decimos – y lo decimos con pesar – para nada son incluidos en tales catálogos nuestras tres ciencias sagradas. ¡Quizás por eso mismo! No se les otorga ni el reconocimiento a su antigüedad (mayor que la de muchísimos de esos conocimientos “de última hora”), ni al hecho de que ellas, además de ser ejercicio de la fe lo son igualmente de la razón[53], criterio según el cual – al menos eso significa el término “logía” con el que se identifican y definen esos otros innumerables saberes – se clasifican ellos. ¿Prejuicios? ¿Discriminación? Dejemos el asunto así…

 

En su conformación y desarrollo las “ciencias sagradas” han participado de ese diálogo al que nos referíamos al comienzo de este reporte, experimentando las vicisitudes de todos los tiempos y su inserción en todos los lugares y ambientes de la tierra, de las sociedades y de las culturas, y corriendo los riesgos correspondientes. No podía ser de otra manera para quienes están permanentemente invitados por el Señor a “ir más allá”, a “navegar mar adentro” (Lc 5,4)[54]. Pero es todavía más. Dicho desarrollo y conformación “científica” ha producido un panorama cada día más profundo y extenso en la comprensión de la revelación, de la fe, del Evangelio, del mejor conocimiento de la realidad de la Iglesia. Las especialidades teológicas, cada una buscando establecer sus propios “métodos”, precisar cada vez mejor sus objetos materiales y formales con la ayuda de otras disciplinas, se abren paso en el conjunto del saber humano y quieren ser, cada una a su modo, una mejor “servidora” en la realización del misterio de la Iglesia y de su misión, en la esperanza de la segunda venida del Señor.

Desde el Medioevo (la “Edad Media”, calumniada y temida, por algunos, no sin alguna razón) período que se asigna al nacimiento de las universidades “desde el corazón de la Iglesia”[55], juntamente eclesiásticas y civiles, los Sumos Pontífices no han cesado de urgir el establecimiento, el desarrollo y la consolidación con los más altos índices de calidad, de las universidades católicas y propiamente eclesiásticas en todas sus facultades, institutos y actividades, sobre todo investigativas y docentes, que emprendan por razón de su condición. Es así como, en los últimos tiempos, el S. P. Francisco ha reordenado la materia relacionada con las universidades y facultades eclesiásticas mediante su const. ap. Veritatis gaudium, del 8 de diciembre de 2017[56]. No entramos en los pormenores de los planes de estudio de las facultades eclesiásticas. Invitamos a leer por completo el texto de la const. ap., de la cual presentamos el esquema de sus títulos:

 

·         un Proemio;

·         Primera Parte: Normas comunes

o   Título I Naturaleza y finalidad de las Universidades y Facultades Eclesiásticas

o   Título II La comunidad académica y su gobierno

o   Título III El profesorado

o   Título IV Los alumnos

o   Título V Los oficiales y el personal administrativo y de servicio

o   Título VI El plan de estudios

o   Título VII Los grados académicos y otros títulos

o   Título VIII Cuestiones didácticas

o   Título IX Cuestión económica

o   Título X Planificación y cooperación entre las facultades

·         Segunda Parte: Normas especiales

o   Título I La Facultad de Teología

o   Título II La Facultad de Derecho Canónico

o   Título III La Facultad de Filosofía

o   Título IV Otras facultades

·         Normas finales

Apéndice I Proemio de la constitución apostólica Sapientia christiana (1979)

Apéndice II: Normas aplicativas de la Congregación para la Educación Católica
en orden a la recta ejecución de la constitución apostólica Veritatis gaudium.

·         Primera parte: Normas comunes

o   Título I Naturaleza y finalidad de las universidades y
facultades eclesiásticas

o   Título II La comunidad académica y su gobierno

o   Título III Los profesores

o   Título IV Los alumnos

o   Título V Los oficiales y el personal auxiliar

o   Título VI El plan de estudios

o   Título VII Los grados académicos

o   Título VIII Cuestiones didácticas

o   Título IX Cuestiones económicas

o   Título X Planificación y cooperación entre las facultades

·         Parte segunda: Normas especiales

o   Título I La facultad de teología

o   Título II La facultad de derecho canónico

o   Título III La facultad de filosofía

o   Título IV Otras facultades

 

La investigación bíblica católica, por su parte, remonta sus orígenes al año 1909 cuando san Pío X estableció el primer centro de estudios con dicho objetivo y “según el espíritu de la Iglesia Católica”. Sus grados primero fueron directamente conferidos por la Pontificia Comisión Bíblica[57], establecida por el Papa León XIII ocho años antes[58]. A partir de 1916 el Papa Benedicto XV autorizó que el Pontificio Instituto Bíblico (PIB), como se denominó a dicho centro de estudios, otorgara en nombre de dicha Pontificia Comisión los títulos de licenciatura y de doctorado. Y, el 30 de septiembre de 1928, el Papa Pío XI, mediante el m.p. Quod maxime[59] estableció la independencia académica del PIB. De acuerdo con la ya mencionada const. ap. Veritatis gaudium, sus estatutos y programas de estudio fueron revisados. Los planes de estudio correspondientes a la Sagrada Escritura, digámoslo sintéticamente y como simple ejemplo, actualmente se componen, por lo general, de la siguiente manera:



· Ciclo de licenciatura

    o Sección filológica (griego y hebreo)

    o Sección isagógica (introductoria) e histórico-geográfica

        § Arqueología y geografía

        § Crítica textual

        § Hermenéutica

        § Historia y Antiguo Testamento

        § Historia y Nuevo Testamento

o Sección exegético-teológica y especializada

o Seminarios

· Ciclo para el doctorado: quizás la más importante exigencia consiste en que sólo se admiten estudiantes que hubieran obtenido durante el ciclo de licenciatura una calificación de 9/10. A los estudiantes, en acuerdo con el Moderador de su trabajo investigativo y con el Decano, les corresponde trazar el programa de estudios necesario para efectuar su investigación[60].

Teniendo presente la normativa anterior podemos ahora entonces, de acuerdo siempre con las informaciones de prensa, exponer los datos estadísticos concernientes a los Arzobispos y Obispos designados por el Santo Padre Francisco y poseedores del título de licenciatura eclesiástica:

 

 


a.      En Filosofía

 

Licenciatura eclesiástica en Filosofía

Obispos de la Iglesia Latina

9

Arzobispos de la Iglesia Latina

1

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

2

Total

12

 

 

Distinguimos en relación con la Filosofía su condición de saber autónomo y su posición como “disciplina eclesiástica” (“Facultad eclesiástica”), como la considera la const. ap. Veritatis gaudium (cf. arts. 70 § 2; 81-84). 

 

Su estudio, como se ve, por parte de la Iglesia sigue siendo considerado un instrumento necesario no sólo para proporcionar una “forma” propia a la educación académica de los futuros sacerdotes sino también para mantener vínculos de diálogo con las culturas y las ciencias y para la comprensión de numerosos capítulos de la fe cristiana en medio de la tradición en la que han sido formulados (cf. OT 14-15).

 Las academias que graduaron estudiantes en esta rama con el título de licenciados (master o equivalente, no siempre grado eclesiástico) fueron, entre otras: Facultad de Filosofía de la Universidad de Friburgo (Suiza), Savitribai Phule Pune University (Pune, India), Universidad Católica de Kinshasa (República Democrática del Congo), Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa en Pamplona (España), Pontificia Universidad Gregoriana (Roma), Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino - Angelicum (Roma), Campion Hall de la Universidad de Oxford (Inglaterra), Pontificia Academia Eclesiástica (Roma), Pontificia Universidad Urbaniana (Roma), Marquette University (Milwaukee, Wisconsin, U.S.A.), Universidad Católica de Lovaina

 



b.      En Sagrada Escritura

 

Licenciatura eclesiástica en Sagrada Escritura

Obispos de la Iglesia Latina

13

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

13

 

Justamente, por múltiples razones, se trata de un aspecto no sólo fundamental sino imprescindible en la vida cristiana, para la formación del pueblo de Dios y en la formación de los futuros pastores (cf. OT 16b).

 Sin dudas, el instituto que más concedió este título fue el Pontificio Instituto Bíblico (Roma), sea en unión con la Escuela Bíblica de Jerusalén (OP: Israel), sea en alianza con el Studium Biblicum Franciscanum (Estudio Bíblico Franciscano: OFM: Jerusalén, Isarel), sea en convenio con la Universidad Católica de África Occidental (Abiyán, Costa de Marfil). Pero también lo otorgó la St’ John’s University en unión con la Fordham University (New York). Se debe señalar que las dos instituciones jerosolimitanas pueden otorgar también autónomamente sus propios títulos.

Se ha de recordar que el Studium Biblicum Franciscanum, con su biblioteca y museo, tiene desde 2001 el estatus de Facultad de Ciencias Bíblicas y Arqueología. Véase el discurso del S. P. Francisco a los miembros del Studium, del 15 de enero de 2024, en: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2024/01/15/0041/00086.html  

 



c.       En Teología

 

La ignorancia mantiene a las personas en condición de esclavitud, mientras que la búsqueda de la verdad, una exigencia de nuestra naturaleza humana sobre todo cuando se dedica a escudriñar las cuestiones fundamentales de nuestra existencia, nos pone en el camino de Jesucristo y de su Evangelio. Haciendo uso de esta paráfrasis, dentro de esta área queremos integrar diversos énfasis teológicos que tienen en común la profundización en las raíces y la organicidad estructural de la fe y fundamentar la vivencia de la doctrina de la fe (cf. Rm 6, 17; OT 16c) como ejercicio de la función del teólogo en el seno de la comunidad cristiana[61].

 

 

Licenciatura eclesiástica en Teología (Dogmática, Fundamental, Sacramental, Eclesiología, Mariología, Sistemática)

Obispos de la Iglesia Latina

62

Arzobispos de la Iglesia Latina

12

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

5

Total

79

 

Entre las universidades en cuyas facultades se obtuvieron estos títulos – varias de ellas otorgan, igualmente, títulos en teología moral – encontramos las siguientes: Catholic University of America (Washington, D.C., U.S.A.), Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo de Brisgovia (Freiburg im Breisgau, Alemania), Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, Facultad Teológica de Emilia Romaña (Boloña, Italia), Institut Catholique de Toulouse (Francia), Instituto Catolico de París, Francia, International Marian Research Institute (IMRI) de la Universidad de Dayton (Ohio, U.S.A.), Istituto Regina Apuliae di Molfetta della Facoltà Teologica Pugliese, Missionary Institute de Londres (Inglaterra), afiliado a la Universidad de Lovaina (Bélgica), Philosophisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen (Frankfurt, Alemania), Pontificia Facoltà Teologica dell’Italia Meridionale - Sezione S. Luigi di Napoli (Italia), Pontificia Facultad de Teología Nuestra Señora de la Asunción (Nossa Senhora da Assunção, en São Paulo-SP, Brasil), Pontificia Facultad Teológica di Sicilia (Palermo, Italia), Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago), Pontificia Universidad Católica del Ecuador (Quito), Pontificia Universidad Gregoriana (Roma), Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá), Pontificia Universidad Salesiana (Roma), Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino - Angelicum (Roma), Pontificia Universidad Urbaniana (Roma), Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia (Roma), Seminario Central de Budapest (Hungría), Seminario Mayor Interdiocesano de Marsella (Francia), Seminario San Cirpiano (Saint-Cyprien de Toulouse, Tolosa, Francia), St. Joseph Pontifical Seminary Mangalapuzha (Aluva (Alwaye), India), St. Patrick's Seminary and University (Menlo Park, California, U. S. A.), St. Vincent School of Theology (Adamson University, Manila, Filipinas), Universidad Adam Mickiewicz (Poznań, Polonia), Universidad Católica de África Central (Yaundé, Camerún), Universidad Católica de África Occidental (Abiyán, Costa de Marfil), Universidad Católica de Kinshasa (República Democrática del Congo), Universidad Católica de Lovaina (Katholieke Universiteit Leuven, Bélgica), Universidad Católica Juan Pablo II (Lublín, Polonia), Universidad de Deusto (Bilbao, España), Universidad de Fribourg (Suiza), Universidad de la Santa Cruz (Roma), Universidad de Navarra (España), Universidad Pontificia Comillas (Madrid, España), Universidad Pontificia de Lovaina (Bélgica), Universidad Pontificia de Salamanca (España), Universidad San Dámaso (Madrid, España), Universidad Saint-Esprit a Kaslik (Libano), Université Catholique de Lyon (Francia), University of St. Mary of the Lake (Chicago, U.S.A).

 



 

d.      En Derecho canónico

 

Licenciatura eclesiástica en Derecho canónico

Obispos de la Iglesia Latina

21

Arzobispos de la Iglesia Latina

2

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

6

Total

29

 

Como actividad práctica en la Iglesia, el Derecho canónico remonta sus orígenes hasta el nacimiento mismo de la Iglesia; como disciplina, se atribuía a la Universidad de Bolonia ser el epicentro de su establecimiento y divulgación.

Entre las universidades que otorgaron la licenciatura en Derecho canónico a Obispos y Arzobispos con designación pontificia durante el período enunciado se deben mencionar: el Klaus-Mörsdorf-Institut für Kanonistik del Ludwig-Maximilian-Universität de Mónaco (de Baviera, Alemania), la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma), el Institut Catholique de Paris (Francia), el St. Peter’s Pontifical Institute Seminary en Bangalore (India), el Pontificio Instituto Oriental (Roma), la Pontificia Universidad Lateranense (Roma), la Universidad Católica del Congo en Kinshasa, The Catholic University of America en Washington, D.C., la Saint Paul University di Ottawa (Canadá), el Instituto de Direito Canônico Dr. Giuseppe Benito Pegoraro a São Paulo (Brasil), la Pontificia Università Urbaniana, Roma, la Université Catholique d’Afrique Centrale UCAC, la Pontificia Accademia di Teologia di Cracovia (Polonia), la Pontificia Università Urbaniana (Roma), la Pontifical and Royal University of Santo Tomas di Manila (Filipinas), la Pontificia Accademia Ecclesiastica de Roma, y la Pontificia Università Gregoriana de Roma.

 



e.       En Teología moral

 

Las relaciones entre la fe cristiana y la vida corriente, entre la verdad salvífica y la propia existencia, deben ser investigadas y expuestas a todo el pueblo de Dios, y, en realidad, a todas las mujeres y hombres de todos los tiempos[62], de una forma cada día más justificada y razonable. Ello requiere no sólo justipreciar “la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo” sino reconocer y llevar a cabo “la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad”, como afirmaba el Concilio Vaticano II (cf. OT 16d). A esta tarea se dedican quienes optan por esta área del ejercicio teológico.

 

Entre otros sentimientos, el pánico, el pavor, el miedo, el temor y la culpa así no lleguen a ser extremos e insuperables son considerados desde la antigüedad propios de la condición humana ante un peligro o un mal inminente, o bajo condiciones de violencia, incluso moral (cf. Sal 119,120), o ante la posibilidad o la certeza de haber incurrido en un error o haber pecado. Sus consecuencias suelen ser nefastas para la vida, la conciencia y la libertad de los individuos y de las colectividades. De otra parte, cualquier responsabilidad que se asuma lleva consigo también una cierta dosis de miedo o de temor[63]. En el momento presente, cada día más perceptible y exigente especialmente en relación con la libertad y con los derechos humanos, se hace preciso profundizar cada vez más sobre las repercusiones que tienen tales sentimientos sobre la moralidad de los actos humanos así como sobre la conciencia moral que se tiene de ellos, sea que se los considere desde un punto de vista personal, social o cultural. Ir a sus causas para develarlas y, en lo posible, para eliminarlas o transformarlas, o, eventualmente para aprovecharlas y potenciarlas, debería correr pareja con el diálogo, la confianza recíproca y la investigación – por supuesto en los nuevos contextos y en medio de múltiples heterogeneidades – particular, aunque no exclusivamente, en relación con las libertades de conciencia, religión y culto que tanto tienen que ver con la vivencia de la vocación cristiana. (Cf. también, v. gr., el discurso del S. P. Francisco a los miembros de la Pontificia Academia por (en favor de) la Vida, del 20 de febrero de 2023, en: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/02/20/0147/00318.html).

 

 

Licenciatura eclesiástica en Teología Moral

Obispos de la Iglesia Latina

15

Arzobispos de la Iglesia Latina

7

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

1

Total

23

  

 

No se puede olvidar que las facultades de teología en general suelen ofrecer también la posibilidad de hacer estudios en esta especialidad (también en tiempos recientes denominada por algunos “ética teológica”[64]), así en el título otorgado no se haga expresa mención de ello. Los centros de enseñanza que mencionaron los Señores Obispos y Arzobispos, en los que cursaron esta licenciatura especializada, fueron relativamente pocos: The Catholic University of America en Washington D.C., U.S.A., el Pontificio Istituto Giovanni Paolo II de Roma, la Universidad Pontificia de México, la Pontificia Università Gregoriana de Roma, el Studio Teologico San Paolo di Catania, pero, muy especialmente, la Pontificia Academia Alfonsiana de Roma.

 



f.        En Liturgia

 

Como describen los Hechos de los Apóstoles (2, 42-47; 20,7-12; 27,35, etc.), otro rasgo de la identidad de la Iglesia lo constituyen la oración (y la oración de alabanza en particular), los sacramentos y la celebración eucarística, que se realizan “desde donde sale el sol hasta el ocaso”. Como explicaba el Concilio Vaticano II (constitución SC), la (sagrada) Liturgia se refiere a ellas, en su variedad ritual y simbólica, como la “cumbre y fuente de la vida y de la actividad de la Iglesia” (n. 10). Como disciplina de estudio, sin embargo, sólo vino a crearse un instituto en 1961 por parte de san Juan XXIII, quien lo confió a la Orden Benedictina.

 De otro lado, en 1910 san Pío X había fundado la “Escuela Superior de Música Sacra” con función científica y con la capacidad de otorgar títulos académicos. En 1931 fue denominada por el Papa Pío XI “Pontificio Instituto de Música Sacra”[65]).

 

 

Licenciatura eclesiástica en Liturgia (Teología litúrgica) /Música Sacra

Obispos de la Iglesia Latina

4

Arzobispos de la Iglesia Latina

3

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

7

 

Además del célebre Pontificio Ateneo Sant’Anselmo (Roma), se ofrecen títulos eclesiásticos en Liturgia (algunos con énfasis “pastoral”) en la Pontificia Università della Santa Croce (Roma), en el Mater Dei Institute of Education de la Universidad de Dublin, Irlanda, en el Pontificio Istituto Orientale, en la Pontificia Facoltà Nossa Senhora da Assunção a São Paulo, y en el Istituto di Liturgia Pastorale Santa Giustina di Padova, entre otros, de donde provienen los Arzobispos y Obispos que optaron por esta línea formativa.

 



g.      En Misiología, Teología pastoral y (Teología de la) Comunicación Social

 

Cuando el Señor Jesucristo, en la inauguración de su ministerio, definió la razón de su “venida” entre los hombres, afirmó que había sido la de

 

“evangelizar a los pobres” (Lc 4, 18; cf. Is 61, 1).

 

Y, al momento de su despedida, no otra cosa confió a los Apóstoles:

 

Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo»” (Mt 28,18-20).

 

El alcance de estas expresiones, “evangelizar (a los pobres)” – “id y haced discípulos… bautizadlos y enseñadles”, así lo ha creído la Iglesia desde sus mismos inicios -  abarca cuanto se refiere a la salvación humana. En palabras de san Pablo VI, también esa misma es la razón de ser de la Iglesia (en su existencia, vida y actuación a través de los tiempos), de modo que bien pudo escribir que

“Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa”[66].

 

Pero con tal de que
“la Iglesia (…) se evangelice a través de una conversión y una renovación constante, para evangelizar al mundo de manera creíble” (ibid.., n. 15e).

 

Con el primer anuncio del Evangelio en las tierras americanas, en el África profunda, en el Lejano Oriente y en Oceanía y regiones circunvecinas la Iglesia de Roma consideró la necesidad de atender debidamente a los cristianos de esos territorios y la acción misionera “ad gentes” y de desarrollar en todos ellos una conciencia y una “pasión” misionera[67]. Creó para ello en 1622 (el Papa Gregorio XV) la Sacra Congregatio de Propaganda Fide a la que san Juan Pablo II cambió su denominación por Congregatio pro Gentium Evangelizatione, a fin de evitar, en la teoría como en la práctica, cualquier connotación negativa que pudiera expresar su apelativo. El S. P. Francisco la fusionó recientemente con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, creado pocos años antes por el S. P. Benedicto XVI, en 2010, y la designó Dicasterio para la Evangelización mediante la const. ap. Praedicate Evangelium del 19 de marzo de 2022[68]. Del Dicasterio depende el Pontificio Collegio Urbano de Propaganda Fide fundado en 1627, también conocido como la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma, aunque no sólo ella expide títulos en esta materia (“Misiología”).

 

La atención o “cura pastoralis” de los fieles se ocupa también, y enormemente, de quienes ya recibieron el primer anuncio del Evangelio, mediante el bautismo se incorporaron a Cristo y entraron a formar parte de la comunidad de los fieles (cf. cc. 96 y 204) para ayudarlos crecer en su condición de hijos de Dios. Las necesidades originadas en la persuasión de que para lograr una real inserción (a la manera de la encarnación del Verbo, cf. LG 8; 54; 56;61; 65; 66; y especialmente n. 1) en el mundo de nuestros tiempos han conducido a la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, a considerar de qué modo ella ha de abrir cada día más sus horizontes hasta abrazar a la humanidad entera[69] y a conocer aún más y a comprender todavía mejor a los destinatarios de su misión, mujeres y hombres, con el gran aporte que le ofrecen no sólo las propias culturas locales sino las ciencias “antropológicas” (sociales y humanas: Psicología, Sociología, Derecho, Antropología, etc., y sus sub especializaciones). Por eso, la tarea de “evangelizarse” permanentemente, mediante “una conversión y renovación constante”, se cumple de modo especial a través de la catequesis y de la celebración de los sacramentos, actividades “ad intra” que se han de realizar hacia cada uno con la sensibilidad, la misericordia y el cuidado personal (“cura personalis”) del gran Pastor. No son pocas las facultades que quieren realzar estos aspectos “pastorales” en la formación que imparten, de modo que sus licenciaturas aporten real y eficazmente a una atención de los fieles genuinamente integral, adecuada y pertinente; pero existen también otras dedicadas, precisamente, a investigar en la misma “pastoralidad” y a buscar su aplicación de una manera “transversal” a toda la acción eclesial (“Teología pastoral”). 

La comunicación, de otra parte, es necesaria también en el orden de la fe. Ya san Pablo (cf. Rm 10,14-17) lo señalaba:

 

Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: "¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!" Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: "Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?" La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo.”

 

Con el descubrimiento, y la enorme difusión y penetración, de los modernos “medios de comunicación social”, aplicación técnica de principios científicos, las “noticias, ideas y doctrinas de todo tipo” llegan no sólo “a los individuos sino a las multitudes y a toda la sociedad humana” (IM 1): aparte de los libros, la prensa, la radio, la televisión, la internet y “otros similares”. Más aún, mediante su uso adecuado, ellos contribuyen muy positivamente a que las personas se libren de sus intranquilidades, ansiedades e impaciencias, fortalezcan sus cuerpos, enriquezcan sus mentes y ennoblezcan su espíritu. Inclusive, en el ámbito que propiamente nos ocupa, es innegable el aporte que han dado estos “medios” o “instrumentos” de comunicación para la divulgación de la palabra de Dios, para la transmisión de numerosas celebraciones litúrgicas y de muchas otras actividades de la Iglesia, para las prácticas educativas y, en fin, para servir a la implantación y consolidación del Reinado de Dios.

 

Pero también es innegable que un mal uso de ellos ha perjudicado a esa misma sociedad humana, especialmente cuando la falta de honestidad y de transparencia (de verdad y de integralidad) priman en la información a la que tienen derecho los ciudadanos, cuando el rasero que se emplea para considerar lo artístico y lo bello que por medio de ellos se divulga no tiene en cuenta la dignidad de los destinatarios, especialmente si son jóvenes, adolescentes o niños, y las consecuencias que a mediano y largo plazo derivan de ello, cuando sólo se busca solazarse en la narración, la descripción o la representación (fílmica, teatral, etc.) de los peores y más delincuenciales actos a los que podemos llegar los seres humanos en respuesta a apetencias depravadas (cf. IM 4-7). Más aún, considerado el ámbito global, puede constatarse la existencia actual de todo un “imperio” (organizaciones, grupos, etc.) vinculado a los “medios” que responde sólo a la manipulación de sus propietarios y de sus intereses y/o a las necesidades (financieras, de éxito o de placer) de sus empleados y trabajadores. Todo ello ha hecho necesario no sólo que la Iglesia dedique cada año una “jornada” para reflexionar y actuar en relación con estos fenómenos[70], sino que haya instituido, dada su importancia, un organismo dentro de la Santa Sede dedicado a la comunicación (Dicasterio), a cuyo cargo están las comunicaciones internas y externas y el acontecimiento comunicativo[71], y a que, cada día más, las instituciones académicas dediquen espacios de calidad a su estudio.

Entre los ámbitos particulares de la evangelización y de la comunicación en la Iglesia, desde los más tempranos tiempos, la catequesis ha descollado por la dedicación que le han brindado pastores egregios[72] y por la amplia participación que han tenido en ella los fieles. La catequética, como su disciplina académica, ha desarrollado sus modos de proceder especialmente en los últimos dos siglos. Un factor y otro han contribuido a la existencia de numerosos cursos, especializaciones y estudios universitarios que han prestado y siguen prestando su concurso a la acción de animación y de organización que en este precioso campo de la actividad pastoral ha desempeñado el organismo correspondiente de la Santa Sede[73].


NdE

En relación con el "carácter" (o con la característica, el "timbre") pastoral de toda la teología, el S. P. Francisco se ha expresado de esta manera:
"8. Si tratta del “timbro” pastorale che la teologia nel suo insieme, e non solo in un suo ambito peculiare, deve assumere: senza contrapporre teoria e pratica, la riflessione teologica è sollecitata a svilupparsi con un metodo induttivo, che parta dai diversi contesti e dalle concrete situazioni in cui i popoli sono inseriti, lasciandosi interpellare seriamente dalla realtà, per divenire discernimento dei “segni dei tempi” nell’annuncio dell’evento salvifico del Dio-agape, comunicatosi in Gesù Cristo. Perciò occorre che venga anzitutto privilegiato il sapere del senso comune della gente che è di fatto luogo teologico nel quale abitano tante immagini di Dio, spesso non corrispondenti al volto cristiano di Dio, solo e sempre amore. La teologia si pone al servizio della evangelizzazione della Chiesa e della trasmissione della fede, perché la fede diventi cultura, cioè ethos sapiente del popolo di Dio, proposta di bellezza umana e umanizzante per tutti":

"Se trata de un "timbre" pastoral que la teología en su conjunto, y no sólo en su ámbito peculiar, debe asumir: sin contraponer teoría y práctica, la reflexión teológica está siendo requerida a desarrollarse con un método inductivo, que parta de los diversos contextos y de las situaciones concretas en las que están insertos los pueblos, dejándose interpelar seriamente por las realidades, para llegar a ser discernimiento de los "signos de los tiempos" en el anuncio del acontecimiento salvífico del Dios-ágape, que se ha comunicado en Jesucristo. Por lo cual es necesario que sea privilegiado ante todo el saber del sentido común de la gente que es de hecho lugar teológico en el cual habitan tantas imágenes de Dios, con frecuencia no correspondientes al rostro cristiano de Dios, que es siempre y solamente amor. La teología se pone al servicio de la evangelización de la Iglesia y de la transmisión de la fe, a fin de que la fe llegue a ser cultura, esto es ethos sabio del pueblo de Dios, propuesta de belleza humana y humanizante para todos". 
Francisco: Lettera Apostolica in forma di «motu proprio» Ad Theologiam Promovendam, con la quale vengono approvati (i) Nuovi Statuti della Pontificia Accademia Di Teologia, 1º noviembre de 2023, en:
https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/11/01/0760/01668.html

 

 

Licenciatura en Teología Pastoral, Misiología, Comunicación Social (con algún énfasis: Catequesis)

Obispos de la Iglesia Latina

31

Arzobispos de la Iglesia Latina

5

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

36

 

 Entre las instituciones académicas universitarias que han ofrecido estas líneas investigativas a Arzobispos y a Obispos designados por el S. P. Francisco podemos mencionar: la Pontificia Facoltà Teologica dell’Italia Meridionale - Sezione San Tommaso (Nápoles, Italia), el Istituto Teologico San Tommaso (Messina, Italia), el Pontificio Istituto Scalabriniano di Teologia Pastorale per la Mobilità Umana (Roma), la Pontificia Universidad Salesiana (Roma), la Universität Wien (Austria), el Instituto Superior de Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca (España), la Catholic University of Eastern Africa, CUEA (Nairobi, Kenya), la Università Cattolica Giovanni Paolo II a Lublino (Polonia), la Pontificia Università S. Tommaso d’Aquino – Angelicum (Roma), la St. Paul University di Ottawa (Canadá), la Pontificia Università Urbaniana (Roma), la Pontificia Università della Santa Croce (Roma), la Facoltà Teologica del Triveneto en Padua (Italia), la Pontificia Università Lateranense (Roma), la Facoltà di Nossa Senhora de la Assunçao di São Paolo (Brasile), la Philosophisch-Theologische Hochschule Sankt Augustin (Alemania).

 

(Perdóneseme la falta de modestia en este punto, al evocar y agradecer sus inestimables servicios al querido primo, misionero jesuita y Obispo, Rodrigo Mejía Saldarriaga (1938- ), Vicario Apostólico Emérito de Soddo, Etiopía. Él, después de trabajar por 20 años en la República del Congo, pasó a Kenia por 14 años, y luego por Etiopía durante 12 años. Se le recuerda de modo muy especial como docente de teología del Hekima University College vinculado a la Catholic University of Eastern Africa, CUEA (Nairobi, Kenya)).

 



h.      En Historia de la Iglesia

 

La historia y la literatura han sido objeto de sendos estudios desde la antigüedad. En relación con la primera (y en esto evocamos sus primeras expresiones, los relatos bíblicos “etiológicos”, los “himnos” homéricos y la obra de los cronistas de todos los pueblos), sea que simplemente se acopien y se recuerden los hechos del pasado o se vaya tras los orígenes de las tradiciones, sea que se los analice e interprete con método y orden, sea, en fin, que se pretenda encontrarles un significado, nunca han faltado sus cultores, hasta el punto de constituir una manera propia de proceder prácticamente en todos los campos de la vida en los que se requiere observar los sucesos desde diversos ángulos de vista y, sobre todo, en su desenvolvimiento y en sus contextos. Lo mismo ocurre en relación con la historia de la Iglesia.

 

Lucas, como sabemos, fue el primero en dejarnos consignados en sus Hechos de los Apóstoles no sólo el primer relato sobre la vida y las costumbres de quienes conformaron la primera comunidad cristiana, sino su propia “lectura” de las mismas, en la cual destaca la “presencia dinámica” del Espíritu Santo que anima a la misión - como también había sido característico de su evangelio al referirla a Jesús - y es igualmente “Señor y dador de vida”, en orden a formar a Cristo (filiación divina) en los discípulos. 

Eusebio de Cesarea, por su parte, elaboró su texto Historia universal o Crónica (303) comenzando su narración por Abraham, estableció correlaciones con otros sucesos de la historia mundial conocida, y luego la aumentó y la concluyó con el gobierno de Constantino (325). Pero es especialmente en los diez libros de su Historia eclesiástica (324) en los que ejerció su sentido crítico al recoger y examinar los hechos, y especialmente los documentos que los atestiguan, relacionados con los inicios de la Iglesia, con su conformación (carismática y funcional) y con las persecuciones sufridas por ella, que expone no sin dejar de lado también un propósito apologético.

 

Sea que se trate de la época Antigua de la Iglesia, de la del Medioevo, de la Moderna o de la Contemporánea – conservando una nomenclatura bastante generalizada –, o que, como corresponde, se la “regionalice” (como el caso de la Iglesia en Latinoamérica, en Colombia, etc.), sin duda ella ayuda a formar el criterio de pastores y fieles, por lo cual prestan tan meritorio servicio las instituciones dedicadas a su estudio e investigación y a la formación de especialistas (de los que, lamentablemente, en mi opinión, tanto carecemos entre nosotros, dadas las necesidades de la actividad pastoral…).

 

Coleccionar los objetos considerados valiosos – científico-técnicos, históricos, artísticos, considerados hoy en día bajo la denominación técnica de “bienes culturales” – formó parte de las gestas de conquista que condujeron muchos pueblos en la antigüedad (Babilonia, Egipto, Grecia y Roma) con el fin de ostentar su poderío. Algo semejante sigue ocurriendo hoy, aunque no sólo por parte de potencias y reinos. De otra parte, sin embargo, dichos objetos pueden servir, y sirven de hecho, como instrumentos de socialización cuando se los emplea para fines educativos, de investigación o de sola admiración. Nos referimos primeramente, por supuesto, a los museos, pero también a los archivos y a las bibliotecas – e, incluso a iglesias consideradas patrimonio histórico –, ámbitos que requieren una formación específica. A buena hora, pues, san Juan Pablo II creó en 1988 una “Comisión para la conservación del patrimonio artístico de la Iglesia” en el ámbito de la Congregación del Clero, transformada en “Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia” cinco años después por él mismo. En la const. ap. Praedicate Evangelium del S. P. Francisco[74] estas actividades han sido confiadas a la Sección para la Cultura del Dicasterio para la Cultura y la Educación. Entre las instituciones académicas que contribuyen a la formación de expertos en estos campos se debe mencionar a la Pontificia Universidad Gregoriana que no dudó en ampliar el ámbito de los tradicionales estudios de historia eclesiástica con aquellos más pertinentes a los Bienes Culturales[75], y otorga actualmente dos licenciaturas, una en Historia de la Iglesia, otra en Bienes culturales de la Iglesia.          

 

 

Licenciatura eclesiástica en 

Historia de la Iglesia

Obispos de la Iglesia Latina

5

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

5

 



Los Arzobispos y Obispos que cursaron estudios en esta área teológica lo hicieron, según se informó, entre otros institutos, en: la Facoltà di Teologia dell’Università de Stettino (Italia), Pontificia Università Gregoriana de Roma, Pázmány Péter Katolikus Egyetem en Budapest, Saint Joseph’s Seminary & College en Dunwoodie (Arquidiócesis de Nueva York, U.S.A.).


(En recuerdo de S. E. Héctor Epalza Quintero (1940-2021) PSS, del clero de Cali: historiador de la Iglesia, misionólogo y teólogo espiritual; amigo siempre. Y de los monseñores José Ignacio Perdomo Escobar, Álvaro Fandiño Franky y Julio César Orduz, de la Arquidiócesis de Bogotá).

 



i.        En Patrística

 

De manera similar con lo ocurrido en la Historia de la Iglesia, la literatura cristiana de los primeros siglos ha merecido un estudio profundo por parte de muchos. Algunos han acentuado y expuesto los rasgos propiamente literarios de tales escritos complementándolos con los descubrimientos provenientes de la “arqueología cristiana” y de otras disciplinas, de modo que sus aportes se orientan más a conocer mejor la vida y el pensamiento de los autores de la época, los Padres de la Iglesia (“patrología”); otros, más bien, se han dedicado a hacerles el seguimiento, en los escritos, a las ideas y a las doctrinas teológicas que se estaban “incubando” durante los siete (en Occidente) u ocho (en Oriente) primeros siglos (“patrística”). Con todo, así como sucede con los estudios bíblicos, para muchos importantes profesores también los patrísticos forman parte de sus cursos ordinarios universitarios sobre “historia de la literatura” sin mayor pretensión que la estrictamente intelectual.

Como en las demás áreas, la formación de los futuros sacerdotes debe incluir una específica y suficiente fundamentación en esta materia[76].

 

 

Licenciatura eclesiástica en Ciencias Patrísticas (o en Patrística y Tradiciones de los Padres, o en Patrología)

Obispos de la Iglesia Latina

2

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

2

 

 

Esta licenciatura (en “Ciencias Patrísticas”) la obtuvieron un Obispo y un Arzobispo por parte del Istituto Patristico Augustinianum de Roma.

 



j.        En Teología espiritual

 

Desde los primeros tiempos de la Iglesia se desarrollaron en su seno formas diversas de vivir el Evangelio en la cotidianidad y en la búsqueda de la santidad, que se tradujeron en costumbres comprobadas y aceptadas: algunos acentuaron ciertos aspectos (“unión mística con Dios”, ascesis, etc.), y otros, a su vez, otros aspectos (pobreza, castidad, obediencia, servicio, etc.). Cada uno de los Apóstoles (v. gr. Pablo, Juan, Pedro, etc.), pudiéramos decir – y así quedó consignado en los textos neotestamentarios –, mostró una forma de hacerlo, pero cada uno reclamó para sí la libertad y la genuinidad de su seguimiento del Señor (cf. 1 Co 9,1-5; 15,9.11; 1 Pe 1,1; 3 Jn 9). Con el trascurso del tiempo esa admirable, relativa y admisible heterogeneidad se fue consolidando en personas (p. ej. Pablo, Antonio, Simeón), primero, luego en grupos (Benito, Basilio y Agustín, y sus Reglas), que la transmitieron, dando origen a los “padres del desierto”, a los “cenobitas” y a otras formas de monacato, de vida consagrada, de vida religiosa, etc., y luego, a órdenes, congregaciones, sociedades, etc., laicales o no, hasta nuestros tiempos. Esa diversidad ha sido denominada “los carismas”, que siempre la Iglesia primero conoce, luego reconoce y aprueba finalmente como suscitados por el Espíritu Santo.

 

Momento singular en ese proceso se presentó a raíz de la vocación y de la actividad de tres santos religiosos: los carmelitas Teresa de Ávila y Juan de la Cruz y el jesuita Ignacio de Loyola, quienes destacaron no sólo por sus experiencias en estos terrenos, sino por la introspección y sobre todo por la reflexión y sistematización que comenzaron a hacer a partir de tales experiencias, dando comienzo a una “escuela nueva” en la teología: la teología espiritual, dedicada (metodológicamente) a su delineación, validación y estudio de su propia identidad, y (objetualmente) al mejor conocimiento de los estadios y procesos que conducen a la unión mística, inclusive en sus fenómenos más maravillosos. Hoy en día, junto con la articulación que es deseable entre esta disciplina y los avances continuos de la Antropología Teológica y de la Psicología, se busca cultivar un amplio clima sapiencial propicio para el discernimiento y para la formación integral. Además de la Pontificia Facultad Teológica Teresianum y de la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma, cada una con su propia línea de investigación y docencia y su propio Pontificio Instituto de Espiritualidad, existen en la misma Ciudad y en otras regiones del mundo otras instituciones con finalidades similares.

 

 

Licenciatura en Teología espiritual

Obispos de la Iglesia Latina

15

Arzobispos de la Iglesia Latina

2

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

1

Total

18

 

 

Centros de los que han egresado los Arzobispos y Obispos designados por el S. P. Francisco son: la Pontificia Università Antonianum de Roma, la Facultad e Instituto Teresianum de Roma, la Universidad de Comillas de Madrid, la Pontificia Università Gregoriana, la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), el Institut Catholique de Paris, la Pontificia Università S. Tommaso d’Aquino de Roma, y la Pontificia Università Salesiana de Roma.



 

k.      En Teología bíblica

 

Licenciatura en Teología Bíblica

Obispos de la Iglesia Latina

10

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

3

Total

13

 

A diferencia de los estudios técnicos en Sagrada Escritura, pero empleando sin embargo recursos (métodos y aproximaciones exegéticas) de dichos estudios, esta especialización teológica (nacida por los años 1787) se dedica, como toda teología, a conocer el sentido profundo de los textos bíblicos y a elaborar una visión orgánica, sintética y profunda de la Sagrada Escritura en el “contexto hermenéutico original que es la vida de la Iglesia”, mediante el estudio de temas y de textos bíblicos.

Universidades y Facultades que han otorgado sendos títulos en Teología bíblica a Obispos y Arzobispos designados por el S. P. Francisco durante el período señalado fueron: la Pontificia Università Gregoriana de Roma, la Università Urbaniana de Roma, la Université Catholique d’Afrique Centrale – Institut Catholique (de Yaoundé en Camerún), la Università Cardinal Stefan Wyszyński en Varsovia (Polonia), la Università Cattolica de Lovaina (Bélgica), la Catholic University of America en Washington (U.S.A.), la Università Cattolica dell’Africa dell’Ovest (Ouagadougou, Burkina Faso) en conjunto con el Pontificio Istituto Biblico de Roma, y la Saint paul University (de Ottawa, Ontario, Canadá).

 



l.        En Doctrina social de la Iglesia

 

La Iglesia, como se ha podido advertir, nunca ha estado desligada ni ha vivido despreocupada de los problemas concretos que afectan a los ciudadanos cristianos de cada época. Por el contrario, como afirmábamos al citar el antiquísimo Discurso a Diogneto. En ese intercambio (a semejanza del ocurrido en la encarnación del Verbo: "admirabile commercium", como afirma la tradición y ha explicado, en tiempos recientes, el S. P. Benedicto XVI - catequesis del 4 de enero de 2012, en: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20120104.pdf -) con los demás hombres, los cristianos mucho aprovecharon las reglas de la oratoria (latina, griega) y las pesquisas de la filosofía, así como, al llegar a sitios nuevos, el arte de la traducción. Siempre, en todo caso, tratando de conservar el patrimonio evangélico que les ha sido consignado. Así, para comienzos del segundo milenio, sobre las bases que tantos y tantos habían ido edificando en ese diálogo entre la razón y la fe (en el que no quiero dejar de mencionar al apreciado san Alberto por sus contribuciones no sólo a la botánica sino, sobre todo, a la creación del “método científico”), santo Tomás de Aquino pudo construir todo un “sistema orgánico” del dogma cristiano, que, abierto a otras expresiones doctrinales contemporáneas suyas (san Buenaventura, p. ej.), ha ido aportando con enorme utilidad a intervenciones del Magisterio eclesiástico cuando se las ha tenido que ver ante nuevos e inéditos problemas de períodos posteriores, como ocurrió a raíz de la invención de la imprenta o del encuentro del viejo con el nuevo mundo (por cierto: “Colombia” fue designada así en recuerdo y en homenaje a Cristóbal Colón).

 

En este sitz im leben surgieron, precisamente, Copérnico (1473), Galileo (1564), Descartes (1596) y Leibniz (1646), entre otros, quienes comenzaron a llevar al mundo – ya ancho, dilatado y cada día más interconectado – a su “revolución científica”, cuyo eje fundamental está basado en la aplicación del “método científico”, obra rigurosa de la racionalidad. Cada vez se dio mayor importancia a la “experimentación” como complemento de la observación, de la clasificación y de la comparación. Pero el “método” se vio radicalmente enriquecido y potenciado con el desarrollo de las matemáticas y con la asunción creciente de los “modelos matemáticos” “producto puro y sintético de la razón” (“a priori”, “intuición”, “forma”), como explicó Kant (1724). En adelante, así se procederá en todo lo que pudiera ser acreditado como genuino y moderno “conocimiento” (no mera opinión, caracterizada muchas veces por los "sesgos" y los "prejuicios"[76 bis]) “científico”.

En ese período, con el desarrollo de la física, se describieron y formularon las denominadas “leyes” de la “mecánica” (Newton, 1643) que sirvieron de base para dar un nuevo impulso y desarrollo a la ingeniería (civil, militar, hidráulica, mecánica, etc.), y que condujo al descubrimiento de la máquina de vapor (Watt, 1736). El impacto del descubrimiento fue monumental, al dar así comienzo o empuje a los procesos que condujeron a la “revolución industrial” y a la paulatina transición del modo de producción feudal al modo de producción capitalista, con sus (al principio, poco visibles: tala de árboles, v. gr.) no evitadas consecuencias de contaminación ambiental y desarrollo no sostenible (con sus incluidas de polución acústica y visual) que tienen a la humanidad actual y a los gobiernos de todo el mundo, prácticamente, ¡“al borde de un ataque de nervios”, o más!, e imponiéndose enormes esfuerzos para, al menos, desacelerarlas y retardarlas[77].

 

Por entonces también cobraron un nuevo vigor otras disciplinas. Mencionemos algunas de ellas. Primeramente, las relacionadas con la biología (van Leeuwenhoek, 1632; Linneo, 1707; Lamarck, 1744; Treviranus, 1776; Darwin, 1809; Mendel, 1822) y con la anatomía-fisiología (Harvey, 1578; von Haller, 1708; von Helmholt, 1580; Bernard, 1813; von Helmholtz, 1821; Pávlov, 1849).

 

Ya Platón y Aristóteles en Grecia habían hecho de los asuntos políticos objeto de reflexión “por las causas” (“filosofía”, etiología), cosa que ocurrió también en la China y en la India y como sucedió también después con el nacimiento del Islam. Pero fue Maquiavelo (1532) quien dio comienzo a un nuevo auge de la política como disciplina, primero como parte de la filosofía, luego autónomamente. En lo político se integraron en el debate las ideas originadas no sólo en la “Revolución francesa” (1789), en sus protagonistas y en sus sucesivos acontecimientos, sino también en la Independencia de los Estados Unidos (1775) y su Constitución (1787), sucesos que impactaron de modo definitivo a las demás naciones americanas, las cuales dieron comienzo a las gestas relacionadas con su independencia (a partir de 1809), pero que alcanzaron a la misma nación española (1812).

 

El estado de cosas en la época “moderna” fue propicio no sólo para el desarrollo de las ya "tradicionales" ciencias físicas (Einstein, 1879) y biológicas (Watson, 1928, y Crick, 1916), sino también para el nacimiento de otras disciplinas autónomas: la economía política (Smith, 1790; Ricardo, 1772; Marx, 1818), la sociología (Comte, 1798; Durkheim, 1858; el mismo Marx; Weber, 1864), y, tan emparentadas con la medicina, la psiquiatría (Stahl, 1659; Cullen, 1710; Pinel, 1745), el psicoanálisis (Freud, 1856) y la psicología (Wundt, 1832; Brentano, 1838; Külpe, 1862).

Con el paso del tiempo se fue terminando de configurar un nuevo “sistema cultural” (prácticamente global, sobre todo cuando se lo refiere a Occidente), muy sutil en algunas de sus expresiones y de sus consecuencias, pero enormemente desafiante para la fe cristiana. Dos Sumos Pontífices dieron una primera respuesta a esta situación, los Papas Pío IX y León XIII.  

 

El Papa Pío IX (1792-1878; su pontificado: 1846-1878; beato desde el año 2000), ojo avizor, afrontó estos retos con valentía, pero, sobre todo, con mente lúcida e informada, y con fe apasionada e intrépida. Nos pueden ser de utilidad algunos pocos datos biográficos[78]: fue el noveno hijo de la familia del conde Mastai Ferretti. A sus cinco años sufrió un trauma cerebral a raíz de una caída accidental, que le provocaba espasmos epilépticos, de los que se curó, si bien no totalmente, hacia los dieciocho años (de hecho, al parecer, ello fue la causa inmediata de su muerte). Ello no fue óbice, sin embargo, para que realizara estudios clásicos en el colegio de los padres escolapios en Volterra y para que ingresara al Seminario de Roma a cursar teología. Ya ordenado en 1819, formó parte de la primera nunciatura en tierras suramericanas, en Santiago de Chile, entre 1824 y 1825. Trabajó luego en la Secretaría de Estado y dirigió un hospital en Roma. Después fue designado arzobispo de Spoleto a sus 35 años, y luego de Imola. Creado cardenal in pectore por el Papa Gregorio XVI, éste lo hizo público al año siguiente, 1840. Su formación y las tareas que hasta ese momento le habían encomendado le capacitaron suficientemente para que fuera tenido en cuenta al fallecimiento del Papa Gregorio. Y, en efecto, elegido Papa, fueron muchos los complejos acontecimientos y arduos los frentes en los que tuvo que actuar: tanto en lo que se refiere a la situación interna italiana (sobre todo en relación con la abolición y posterior restauración del gueto judío, con el gobierno y la estabilidad de los Estados Pontificios en oposición a los movimientos tendientes a la creación de la “República de Roma” y a la unificación italiana acaudillada por el reino de Piamonte y lograda bajo el gobierno del rey Víctor Manuel II), como en lo que tiene que ver con la restauración de la jerarquía católica y las relaciones diplomáticas con los Países Bajos y con el Reino Unido, que habían optado por establecer monarquías protestantes, y, en lo que toca a la propia Curia Romana, en lo que concierne a la solución de las tensiones entre “moderados” y “liberales”, para lo cual – se dice – debió cambiar su Secretario de Estado en varias ocasiones (en un período de dos años hizo siete nombramientos). Pero, como veremos, sus intervenciones en relación con la teología moral y, especialmente, en relación con el “problema social” (“res socialis”), entre otras igualmente importantes, fueron memorables[79].


Efectivamente, propuso la figura de san Alfonso María de Ligorio (1696-1787), renovador de la teología moral de su tiempo, en momentos en que campeaba el “rigorismo” moral. Este, por una parte, consideraba inútiles, por carentes de valor, las obras buenas realizadas por quienes no habían sido bautizados, pero, de otra parte, contradecía la enseñanza del Concilio de Trento sobre el “dolor de atrición”[80].

 

Durante su pontificado, debe resaltarse otro asunto de la mayor trascendencia. En efecto, en relación con el “problema social” ya para 1830 autores como H. de Saint-Simon (1760-1825) y Robert Owen (1771-1858), entre otros, habían promovido la reacción de los obreros a las injusticias que cometían el “liberalismo” y el “capitalismo” y las habían denunciado. Se habían anticipado así, por 17 años, al famoso “Manifiesto comunista” elaborado por los “socialistas científicos”, K. Marx y F. Engels. La solución más evidente e inmediata a esa situación, proponían aquellos, se encontraba en la práctica de la caridad privada y de las obras de misericordia, considerada la forma “católica” de abordarla, y no en un impensado e impensable “cambio de las estructuras”. Sólo el Obispo de Maguncia, Wilhelm Emmanuel Freiherr von Ketteler (1811-1877), en su obra La cuestión obrera y el cristianismo de 1864, fruto de quince años de estudio y reflexión, entrevió la necesidad de que se cambiara el sistema mismo que se había venido fraguando, y de establecer uno nuevo, opuesto tanto al individualismo liberal como al totalitarismo de Estado. Ese sistema, según él, debía ser de tipo “corporativista” (al estilo de los gremios o corporaciones de la época pre industrial o pre capitalista). Pero, además de la creación de los “círculos de obreros”, su aporte más significativo se dio en relación con el estudio académico del fenómeno, para lo cual señaló la necesidad de saberlo diagnosticar con la ayuda de las ciencias sociales que estaban surgiendo por entonces, aunque, decía, ello no era todavía suficiente para lograr el objetivo final.

 

Al B. Papa Pío IX lo sucedió el Papa León XIII (1810-1903)[81]. De formación ignaciana, sus primeras actividades como Obispo se efectuaron desempeñándose como nuncio en Bélgica durante trece años, de donde regresó para ser Obispo diocesano de Perusa. Participó entonces muy activamente en el concilio provincial de Spoleto, de 1849, a raíz del cual escribió un texto que envió al Papa Pío IX, el cual, por lo que luego se conoció, fue insumo para la confección del Syllabus de 1864 – exposición y condenación de los “errores modernos”. Hecho Papa en 1878, dio gran importancia a los estudios por parte del clero, para lo cual designó (1879) a cuatro cardenales, entre ellos a san John Henry Newman (1801-1890), que se ocuparan de la materia. En ese mismo año dio su primer gran paso, orientador no sólo de su propia actividad sino de la actividad de la Iglesia para todo el siglo XX y, seguramente, para más allá del mismo: estuvo orientado a “recuperar” la doctrina elaborada por santo Tomás de Aquino (“tomismo”) considerada por él instrumento sumamente válido, pertinente y de valor insuperable cuando se trata de discurrir desde la fe cristiana los grandes y graves problemas del momento y plantear soluciones dignas para las personas y adecuadas a la razón. Para el año 1888 publicó la enc. Libertas praestantissimum sobre el sentido no sólo cristiano sino auténticamente humano de la libertad y sobre los errores del momento en relación con ella[82]. Y, siguiendo los pasos de su predecesor y del movimiento que se había expresado precedentemente sobre cuestiones sociales y sobre el “trabajo”, publicó la importante encíclica Rerum novarum en 1891[83]. A partir de ese momento, todos los Sumos Pontífices que le han sucedido se han pronunciado “a tiempo y a destiempo” sobre esta misma materia – las “cuestiones” permanecen y con frecuencia se agravan – al tiempo que han ido afrontando cada vez los problemas nuevos[84].

 

Ruego al benévolo lector que ha tenido la paciencia de seguir este amplio relato – que seguramente podrá controvertir o mejor completar y exponer – considerar su necesidad, o al menos su oportunidad, con vistas al propósito inicialmente indicado. La existencia de un bien elaborado técnicamente, pertinente, organizado y creciente cúmulo de pronunciamientos pontificios en materia social[85] dio origen no sólo a estudios sistemáticos, académicos y divulgativos, llevados a cabo por parte de peritos[86] sino a la fundación de instituciones académicas propiamente tales que lo investigaran, lo profundizaran[87] y lo difundieran.

 

Licenciatura en Doctrina Social de la Iglesia

Obispos de la Iglesia Latina

1

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

1

 

 

Vale la pena dejar constancia del único Obispo que fue designado por el S. P. Francisco durante el período ya indicado y que efectuó sus estudios doctorales en esta área teológica en la universidad y en la facultad recién mencionadas: S.E. Mons. Joseph Bùi Công Trác, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Thành-Phô Hô Chí Minh en Hôchiminh Ville (Viêt Nam)[88].

 



 

      10.     Especializaciones teológicas del ciclo de Doctorado en las que Arzobispos y Obispos obtuvieron título eclesiástico (clasificación y cuantificación)

 

Hacer una comparación entre los datos del numeral anterior y los del presente resulta interesante.

 

 

Estudios de Bachillerato Eclesiástico

Estudios de Licenciatura Eclesiástica

Estudios de Doctorado Eclesiástico

Total

182

219

86

 

 

Como se ve, un buen número de Obispos y de Arzobispos cursaron estudios de bachillerato eclesiástico previos a la licenciatura eclesiástica, y que la diferencia de 37 entre ellos indica que no corresponde a la tendencia mayoritaria el hecho de aquellos que sólo habían cursado sus estudios en un seminario mayor y accedieron directa y válidamente a la licenciatura.

 

Por el contrario, la diferencia en el número de quienes cursaron sólo la licenciatura y de quienes accedieron también al doctorado en alguna de las disciplinas eclesiásticas (2,55 veces más) es también muy diciente, en mi concepto: el Colegio episcopal se enriquece notablemente con la presencia de doctores (recuérdese que se trata de personas que han logrado obtener una formación científica de alta calidad en su campo y su dedicación a la investigación es primordial y prácticamente exclusiva, de modo que sólo consagrarse a aspectos puramente administrativos es cosa realmente excepcional y, en ocasiones, parece incluso contradictorio). Por el contrario, la obtención de la licenciatura proporciona los mínimos académicos exigidos por la norma en comento, y abren mucho el abanico de posibilidades para que, junto con las actividades académicas – la investigación, por supuesto, pero sobre todo la docencia, que, por cierto, se enriquecen de ello notablemente – sea admisible un amplio espacio para actividades administrativas y operativas, estén ellas vinculadas con la academia y con la formación de los futuros sacerdotes y/o de todo el pueblo de Dios, sea que se relacionen con otras actividades del ministerio pastoral en distintos oficios eclesiásticos.  

 

Procedamos entonces a presentar sin mayores comentarios los datos estadísticos correspondientes a esta búsqueda indicando también la universidad que otorgó los títulos congruentes.

 



 

a.      Doctorado en Filosofía

 

Doctorado en Filosofía

Obispos de la Iglesia Latina

5

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

2

Total

7

 

Por parte de: la Pontificia Università Urbaniana de Roma, la Pontificia Università San Tommaso d’Aquino – Angelicum de Roma, la Pontificia Università Gregoriana de Roma, la Pontificia Università Antonianum de Roma, la Universidad de Navarra (España), la Marquette University de Milwaukee (Wisconsin, U.S.A.), y la Université Catholique de Lovaina (Bélgica).

 



b.      Doctorado en Sagrada Escritura

 

Doctorado en Sagrada Escritura

Obispos de la Iglesia Latina

4

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

4

 

Conferido por parte de: el Pontificio Istituto Bíblico de Roma, la Escuela Bíblica de Jerusalén (OP: Israel), el Studium Biblicum Franciscanum (Estudio Bíblico Franciscano: OFM: Jerusalén, Isarel), la Saint Paul University de Ottawa (Canadá), la St’ John’s University en alianza con la Fordham University de New York (U.S.A.).

 



c.       Doctorado en Teología (Dogmática, Fundamental, Sistemática)

 

 

Doctorado en Teología

Obispos de la Iglesia Latina

29

Arzobispos de la Iglesia Latina

7

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

36

 

 

En:

Por parte de:

Roma

Pontificia Università Urbaniana, Pontificia Università San Tommaso d’Aquino – Angelicum, Pontificio Istituto Giovanni Paolo II per le Scienze del Matrimonio e Famiglia, Pontificia Università Gregoriana, Università Pontificia Salesiana

Italia

Facoltà Teologica dell’Italia Centrale, Pontificia Facoltà Teologica dell’Italia Meridionale – Sezione S. Luigi de Nápoles

Estados Unidos de América

International Marian Research Institute (IMRI) de la Università di Dayton (Ohio)

España

Universidad San Dámaso (UESD) de Madrid, Universidad Pontificia de Salamanca

Francia

Institut Catholique de Paris, Institut Catholique de Toulouse

Bélgica

Katholieke Universiteit Leuven (Lovaina)

Alemania

Universität von Freiburg im Breisgau, Universität von Regensburg de Ratisbona

Polonia

Università Cattolica de Lublín, Università Adam Mickiewicz de Poznań

Australia

Yarra Theological Union de Melbourne

 



 

d.      Doctorado en Derecho canónico

 

Doctorado en Derecho canónico

Obispos de la Iglesia Latina

9

Arzobispos de la Iglesia Latina

1

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

3

Total

13

 

Por parte de: la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia), la Pontificia Università Gregoriana de Roma, la Pontificia Università Lateranense de Roma, la Pontificia Università Urbaniana de Roma, la Universidad de Pamplona (España), St. Peter’s Pontifical Institute Seminary a Bangalore (India), el Pontificio Istituto Orientale de Roma, el Institut Catholique de París, y la Catholic University of America de Washington (U.S.A.).

 



e.       Doctorado en Teología moral

 

Doctorado en Teología Moral

Obispos de la Iglesia Latina

5

Arzobispos de la Iglesia Latina

1

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

1

Total

7

 

Por parte de la Pontificia Università Lateranense, de la Accademia Alfonsiana y de la Pontificia Università Gregoriana, todas de Roma.

 



f.        Doctorado en Liturgia y/o Música sacra

 

Doctorado en Liturgia/Música Sacra

Obispos de la Iglesia Latina

0

Arzobispos de la Iglesia Latina

1

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

1

 

Por parte del Pontificio Ateneo Sant’Anselmo de Roma.

 



g.      Doctorado en Teología pastoral, Misiología, Catequética, Teología Práctica, Comunicación Social u otro de sus énfasis

 

Doctorado en Teología Pastoral, Misiología, Catequética, Teología Práctica, o Comunicación Social

Obispos de la Iglesia Latina

6

Arzobispos de la Iglesia Latina

1

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

2

Total

9

 

Por parte de:  la Universität Wien (Austria), la Catholic University of Eastern Africa, CUEA, de Nairobi (Kenia), la Università Pontificia Salesiana de Roma, la Université Laval de Québec (Canadá), la Pontificia Università della Santa Croce de Roma, la Facoltà Teologica del Triveneto de Padua (Italia), la Pontificia Università Gregoriana.

 



h.      Doctorado en Historia de la Iglesia

 

 

Doctorado en Historia de la Iglesia

Obispos de la Iglesia Latina

1

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

1

 

Los estudios de este único doctor trascurrieron en la Facultad de Teología de la Universidad (pública) de Stettino (Polonia).

 



i.        Doctorado en Patrística

 

Doctorado en Patrística y Patrología

Obispos de la Iglesia Latina

1

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

1

 

Los estudios de este único doctor se efectuaron en el Pontificio Instituto Patrístico Augustinianum de Roma.

 



j.        Doctorado en Teología espiritual

 

Doctorado en Teología Espiritual

Obispos de la Iglesia Latina

3

Arzobispos de la Iglesia Latina

1

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

4

 

Llamo la atención sobre este detalle: un título fue otorgado por el Instituto Teológico Pastoral para América Latina y el Caribe (Itepal), actualmente Centro Bíblico Teológico Pastoral para América Latina y El Caribe (CEBITEPAL) en Bogotá (Colombia), que cuenta con el aval de la Universidad Pontificia Bolivariana - UPB – de Medellín (Colombia). Los otros títulos fueron otorgados por parte de: la Facoltà Teologica – Pontificio Istituto di Spiritualità Teresianum de Roma, y la Università Cardinal Stefan Wyszyński de Varsovia (Polonia).

 



k.      Doctorado en Teología bíblica

 

Doctorado en Teología Bíblica

Obispos de la Iglesia Latina

7

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

2

Total

9

 

Por parte de: la Università Niccolò Copernico de Toruń (Polonia), Universidad Pontificia Comillas de Madrid (España), la Albert-Ludwigs-Universität Freiburg (Alemania), el Istituto Biblico de Roma, la Pontificia Università Gregoriana de Roma, la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), la Università San Tommaso d’Aquino de Roma y la Saint Paul University de Ottawa (Ontario, Canadá).

 



l.        Doctorado en Doctrina social de la Iglesia

 

Doctorado en Doctrina Social de la Iglesia

Obispos de la Iglesia Latina

1

Arzobispos de la Iglesia Latina

0

Obispos y Arzobispos de Iglesias Orientales

0

Total

1

 

El título para los estudios de este único doctorado fue otorgado por parte de la Pontificia Università Gregoriana de Roma.

 

 

 

Conclusiones





Como se advirtió al comienzo, hubiera sido deseable, en orden a proporcionar a este documento un mayor pulimiento y completez, haber contado con toda la información posible acerca de los estudios realizados por todos los Señores Arzobispos y Obispos designados o confirmados por el Santo Padre Francisco durante el período antes referido. De los 348 que pudimos conocer (cf. supra, numerales 1 y 2), de cerca del 14,09% (unos 49: 28 Obispos, 10 Arzobispos, 11 Jerarcas de Iglesias Orientales) quedamos sin esa información, que, repetimos, muy seguramente se encuentra en Boletines previos de la Oficina de Prensa pero que, por distintas circunstancias, no hemos podido investigar. No se olvide, sin embargo, que mi compromiso consiste en proporcionar sólo una “muestra” …


Volvamos ahora a nuestro propósito inicial – con el ánimo de que este trabajo pueda prestar algún servicio a quien así lo desee – consistente en profundizar aquel quinto criterio que señala el c. 378 del CIC en relación con la idoneidad de los candidatos al episcopado, es decir, que realmente sean expertos en Sagrada Escritura, en Teología o en Derecho canónico, y que, en lo posible, dicha experticia, sea avalada con un título de doctor, o, al menos de licenciado en dichas disciplinas sagradas por parte de un instituto de estudios superiores “aprobado por la Sede Apostólica”. A la pregunta debemos responder que “sí”, en los términos que hemos advertido a lo largo del texto.


Y debemos agradecer, por supuesto, a quienes han estado durante estos últimos y anteriores años a cargo de este delicadísimo oficio, sea con su trabajo de selección y/o de recolección de la información, sea en las instancias de decisión. Seguramente, con las herramientas (inclusive canónicas) que tenían a su disposición, amén de otros recursos, “adminículos” e iniciativas personales, quisieron siempre acertar, de modo que, al menos yo, puedo reconocer en términos generales, desde el punto de vista que nos ocupa, y en los (relativamente pocos) Obispos y Arzobispos que he conocido, la realización del ideal y de la norma sin subterfugios ni favoritismos. (Otra cosa diferente es que tales designaciones hayan dejado “a todo el mundo” satisfecho, especialmente a raíz de las decisiones que aquellos elegidos posteriormente tomaron, de las actividades que llevaron a cabo o dejaron de realizar, ya como pastores…).


1ª) Como se ha podido observar, salvo algunos poquísimos casos, el Dicasterio correspondiente se ha cuidado de que los posibles candidatos al episcopado no sólo hayan efectuado sus estudios seminarísticos, que son de mínimo seis años y, por lo general, de siete o más, es decir, los estudios que los habilitan para ser presbíteros en la Iglesia. Se considera, pues, que si los egresados de los seminarios o sus equivalentes en los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica cursaron con suficiencia esos estudios y lograron proporcionada “experticia”, no habría razón para dudar de que ellos son en principio “idóneos” también para el episcopado. No habría razón, en consecuencia, para suponer que haya necesidad de una dispensa de esta norma en los casos en que tales estudios no constan. Este factor “pericia” se consolida aún más si se considera que el CIC añade otras cuatro condiciones (cf. p. ej. numeral 3 supra) para que esa “idoneidad” sea más integral y se encuentre mejor delineada en el candidato:

“1° insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata; 2° de buena fama; 3° de al menos treinta y cinco años; 4° ordenado de presbítero desde hace al menos cinco años”.

Es decir, criterios más que suficientes para que, dado el caso de que la “suficiencia” académica hubiera requerido ser adquirida y perfeccionada por un posible candidato, con el transcurso del tiempo y, sobre todo, con su vida y con el ejercicio de su ministerio (cf. numeral 5 supra), la lograra.


Alguno preguntará, sin embargo, en qué casos podría considerarse tal posibilidad. En efecto, por diversas razones, en ciertas regiones o bajo determinadas necesidades – nada raras, por otra parte (cf. numeral 4 supra) –, un Obispo no puede enviar (quizás por años) a estudiar un posgrado (que exige mínimo dos años de dedicación completa) a uno o a varios sacerdotes valiosos y dispuestos, inclusive así la parte económica se consiguiera resolver. Asunto que debería ser debidamente considerado por parte de los consejos diocesanos presbiterales y de pastoral en cada diócesis o jurisdicción eclesiástica pero, de igual modo, por parte de la Conferencia de los Obispos (cf. c. 377 § 2-3).

El asunto nos lleva, también, a enunciar otro importantísimo aspecto de la cuestión: la calidad de la docencia-discencia en los seminarios, de las condiciones “de ingreso” de sus estudiantes, de sus equipos de formadores y docentes en las distintas disciplinas, de sus conceptos pedagógicos, de sus implementaciones didácticas incluidos sus currículos y planes de estudio. Pero ello nos remite a otros lugares del CIC que no son por el momento pertinentes a este trabajo. Sirva, sin embargo la ocasión, para agradecer a quienes “tanto” (¡!) tuvieron que ver…



2ª) Pasemos ahora a los indicadores principales de nuestra encuesta. Las estadísticas nos dan a conocer que fueron otorgados un promedio de 1,97 títulos académicos por cada Obispo, esto es casi el doble de títulos por cada Obispo seleccionado.

Como decíamos antes (cf. numerales 6 y 7 supra), debemos destacar ante todo que de 110 Obispos no menos de 32 hubieran obtenido un título de posgrado en áreas del conocimiento que no suelen ser “comunes” o “normales” entre los clérigos. Es decir, un 31,6% (casi la tercera parte) de esos Señores Arzobispos y Obispos efectuaron tal tipo de estudios, por lo general, con anterioridad a sus estudios seminarísticos y/o académicos eclesiásticos (universitarios), pero nada excepcionalmente con posterioridad a ellos.

Indudablemente, al tratarse de estudios profesionales universitarios en los que se ha obtenido el correspondiente título – así no hayan trascurrido en instituciones católicas ni mucho menos eclesiásticas – tienen un impacto determinante en la formación humana de los candidatos al episcopado y en su decisión vocacional sacerdotal.

Pero puede ocurrir también que tales estudios (parte de su “formación permanente”) fueron efectuados con posterioridad a la ordenación sacerdotal o, inclusive, a la ordenación episcopal, y, entonces se trataría de un enorme esfuerzo realizado por quien, además de los oficios de su cargo, ha querido capacitarse en un área en la que probablemente no tenía la competencia y experiencia deseada pero que consideró fundamental para desempeñar las tareas de su ministerio con mejor conocimiento de causa.

Otro dato singular consiste en que, al menos en 42 de esos casos, los candidatos al episcopado habían cursado más de un estudio (grado y posgrados) en tales disciplinas. Sin duda, una capacitación como esta es sumamente valiosa tanto si se lo mira desde el punto de vista de la composición misma del Colegio episcopal (más de 112 áreas de estudio entre las ciencias básicas y/o aplicadas, sociales, humanas, y con variedad de diplomados, especializaciones, estudios de grado y de postgrado), como si se atiende al fundamental diálogo de la Iglesia con el mundo.

Una última observación al respecto: por cada Obispo que hubiera recibido un título en disciplinas no eclesiásticas (en ciencias, técnicas y saberes distintos), casi el triple (2,87 veces) hizo estudios teológicos (grado y posgrado) y menos de uno (0,66 veces) efectuó estudios filosóficos de los mismos niveles. Llamado de atención para no descuidar esta última rama que ha sido también denominada “de la sabiduría cristiana”.



3ª) Observemos ahora una comparación entre el número de quienes optaron por una especialización “eclesiástica”. Siguiendo la const. ap. Veritatis gaudium, se trata básicamente de la Teología, que incluye la Sagrada Escritura, del Derecho canónico y de la Filosofía. 

Con todo, como expresa la misma const. ap., pueden ser creadas “otras facultades” igualmente “eclesiásticas” (dado que, en algunas, su objeto puede estar vinculado con asuntos jurídicos, históricos, letras u otras ramas humanas del saber, o dado que, en otras más, su objeto puede prestar una ayuda a las anteriores disciplinas teológicas o a la evangelización, o bien, como es el caso de los idiomas, la administración, etc., para el mejor desempeño de funciones apostólicas especiales). Eventual, paralela y gradualmente, al interior de un departamento existente en una Universidad o Facultad eclesiástica, junto con la creación de una nueva "área" (y su posterior desarrollo y consolidación como nuevo departamento: a cargo, primero, de uno o dos especialistas, invitados y/o luego estables, después con más, según la necesidad) se podrían establecer y ofrecer una o varias "especializaciones" de acuerdo con las realidades pastorales y sus reclamos (hasta llegar a ser una facultad en los términos de la citada const. ap.). Es posible, entiendo, dentro de la amplitud, pero también de acuerdo con los criterios que marca la const. ap., que una o varias de tales "facultades eclesiásticas" lleguen a ser establecidas al interior de una Universidad Católica, proporcionando a sus estudiantes títulos simultáneamente eclesiásticos y civiles. (En efecto, encontramos: de san Juan Pablo II, la aún vigente const. ap. Ex corde Ecclesiae, que señala al respecto: “II Parte: NORMAS GENERALES. Artículo 1. La naturaleza de estas Normas Generales. (…) § 2. (…) Después de la revisión por parte de la Santa Sede[44], dichos «Ordenamientos» locales o regionales serán válidos para todas las Universidades Católicas e Institutos Católicos de Estudios Superiores de la región, exceptuadas las Universidades y Facultades Eclesiásticas. Estas últimas Instituciones, incluidas las Facultades Eclesiásticas pertenecientes a una Universidad Católica, se rigen por las normas de la Constitución Apostólica Sapientia Christiana[45]”. Derogadas las normas de la const. ap. Sapientia christiana, comenzaron a regir las de la const. ap. Veritatis Gaudium del S. P. Francisco, que, al respecto, se expresa en los siguientes términos: “Primera Parte: NORMAS COMUNES. Título I. Naturaleza y finalidad de las Universidades y Facultades Eclesiásticas: Artículo 2. § 2. Dichas instituciones pueden ser una Universidad o Facultad eclesiástica sui iuris, una Facultad eclesiástica en el seno de una Universidad Católica[71] o también una Facultad eclesiástica en el seno de otra Universidad.”).

Hemos recordado la obligación de que los estudiantes cursen estudios en un seminario, y, por consiguiente, de que efectúen estudios tanto de filosofía como de teología. Al presente, sin embargo, un número considerable de seminarios no otorga (todavía, dadas sus circunstancias particulares) el título académico de “bachiller” en cada una de estas disciplinas, por no estar vinculado a una Universidad o Facultad eclesiástica que lo confiere (como instituto “unido” a una facultad, o aún más, como instituto “afiliado” a la misma, cf. const. ap. Veritatis gaudium, arts. 21 y 63). Para ello, es necesario que, una vez concluidos los estudios seminarísticos, y éstos debidamente certificados, soliciten ingreso a una facultad eclesiástica (como hemos visto antes, cf. numeral 8), que sí lo conceda una vez hayan sido cumplidos los requisitos propios de la institución[89]. Por disposición diocesana, quizás, el Obispo diocesano podría establecerlo, exigirlo y, eventualmente, dispensarlo.


De acuerdo con los datos recogidos, la composición del grupo de Señores Arzobispos y Obispos que, comparativamente hablando, obtuvieron un título de grado en teología, filosofía o en otra disciplina, (consideramos entonces sobre el 93,11% de quienes sí se proporcionó esa información) demuestra la importancia que tiene el área teológica en razón de la preferencia que ellos mismos le dieron al momento de pensar en una formación de posgrado (o de la necesidad de hacerlo, pues como dijimos, es obligación que todos los formandos la hayan adquirido en un seminario o en otra institución):


De un total de 348 Arzobispos y Obispos

Con título de grado

Grado en Filosofía

Grado en Teología

Grado en otra (s) disciplina (s)

38

79

68

10,91%

22,7%

19,54%

Con título de posgrado (Licenciatura eclesiástica)

Licenciatura en Filosofía

Licenciatura en Teología o en una de sus ramas

Licenciatura en Derecho Canónico

7

120

20

2,01%

34,48%

5,74%

Con título (s) de doctorado (eclesiástico)

Doctorado en Filosofía

Doctorado en Teología o en una de sus ramas

Doctorado en Derecho Canónico

3

45

12

0,86%

12,93%

3,45%





Del cuadro se desprende, además, que a un buen grupo de quienes sentían la vocación sacerdotal se les hubieran conmutado (o convalidado) sus estudios y grado en otras disciplinas sobre todo por los estudios de filosofía, aunque, como vimos, excepcionalmente (al tratarse de estudios prácticamente equivalentes) también a buena parte de los estudios teológicos. La norma canónica, entonces, se ha interpretado en un sentido no sólo amplio, sino, a mi juicio, también reconociendo el valor que los estudios no eclesiásticos pero sí universitarios poseen en sí mismos, en relación con el propio candidato (contribución a su madurez humana) pero también en relación con el servicio que puede prestar en la Iglesia particular o en la Iglesia universal (piénsese, v. gr. en el caso de un arquitecto, cuyo servicio puede ser incalculable al formar parte de una comisión diocesana de arte sagrado, de nuevas edificaciones de iglesias, etc.; o en el caso de las disciplinas relacionadas con la informática y con los medios de comunicación social como la Internet).



Sobresale, con todo, reiteramos, la dedicación muy importante a estudios teológicos con preferencia sobre los demás. No obstante llamo la atención sobre la falta de bachilleres en Derecho canónico. Es muy probable – sin duda, porque así lo continúan ofreciendo las Facultades de Derecho canónico – que se considere que la información básica que los candidatos traen sobre esta materia desde sus seminarios y/o facultades ya es suficiente, de una parte, o bien, que dicho bachillerato (“primer ciclo”) lo estén cursando preferentemente o sólo quienes provienen de facultades de Derecho y ya han obtenido un título civil en esta disciplina (cf. const. ap. Veritatis gaudium, art. 78), religiosas y religiosos, laicas y laicos que se dedicarán a esta área canónica de su actividad vocacional o profesional (especialización en derecho matrimonial, maestría civil junto con el título eclesiástico). Otra situación puede provenir de quienes hubieran obtenido un grado in utroque iure.


Algo similar, pero aún más ostensible, ocurre en el caso de las licenciaturas en teología (un total del 34,48% frente al 5,74% en Derecho canónico, y frente al 2% en filosofía) y como en los doctorados en ella (un total del 12,93% frente al 3,45% en Derecho canónico, y frente al 0,86% en filosofía).



4ª) Como se pudo observar – aparte de la Filosofía pero incluyendo el Derecho canónico: también ellas “ciencias sagradas” en “Facultades eclesiásticas” aprobadas por la Sede Apostólica – las 11 categorías en las que he querido agrupar las más de 20 ramas de la Teología presentes en la encuesta – es decir, con títulos otorgados tanto en el grado de licenciatura eclesiástica como en el de doctorado eclesiástico – nos muestran un muy halagüeño panorama del saber teológico actual. Algunas son especializaciones teológicas de larga data, otras más o sumamente nuevas (Teología de la Comunicación, v. gr.), otras, en fin, tratan de replantearse a sí mismas (la dogmática, p. ej.), o de obtener una identidad más nítida y una mejor proyección en el concierto del saber teológico (Teología práctica, p. ej., o "Ecoteologá"). Si bien es cierto que de entre todas las áreas o especializaciones teológicas se sigue destacando, por su mayor número de estudiantes, la “Teología” a secas, es decir, como título genérico o abierto para denominar alguna de sus diversas subespecialidades: Sistemática, Dogmática, Fundamental, Sacramental, Eclesiología o Mariología, en realidad todas ellas, sin duda, buscan ser pertinentes para el servicio del pueblo de Dios en el momento presente y para los desafíos (inherentes a su condición misma de saber “científico”, o desde los cuestionamientos exteriores al mismo) que se les imponen.


Cuando son muchos y cada día más los fieles cristianos – y no sólo ellos – que buscan y consiguen un título académico – ojalá de una universidad o de una institución académica de los máximos pergaminos y prestigio en el contexto de la investigación y de la enseñanza[90] – no podemos perder de vista lo que hemos de indagar (y de desear también) en los candidatos al presbiterado y al episcopado: que todos sus talentos personales, incluidas sus capacidades intelectuales, se desarrollen con la creatividad y con la generosidad de un corazón – de una persona íntegra – que quiere amar totalmente a Jesucristo, y tomar las iniciativas de servirlo a Él y a su reino, en las personas que le serán un día encomendadas.


5ª) Como vimos, mucho más pudiera ampliarse la fundamentación bíblica, teológica y canónica de “la comunión y la participación” – aspectos sustanciales del pueblo de Dios, así como aquellos que las refieren a la naturaleza y función del Colegio de los Obispos, “juntamente con y bajo el ministerio de Pedro” – a partir de los documentos que la hacen explícita y la profundizan. Señalemos que todos ellos no cesan de expresar y de urgir (la responsabilidad en) la creación de un “clima fraterno”, de una “afectiva y efectiva” “sinodalidad” de todo el pueblo de Dios.

A la luz de este criterio particular y en orden a su mejor concreción correspondería evaluar a fondo - desde el ámbito parroquial - cuál es el aporte efectivo que está proporcionando – hic et nunc – la formación “intelectual” y “académica” – en el marco y en la interrelación con los diversos elementos que componen la “formación integral” – que se ofrece a todo el pueblo de Dios en general (: es su “derecho”: cf. c. 213; 217; 223). Esta formación incide, primera y ciertamente, en la maduración humana y cristiana de todos los fieles cristianos (cf. cc. 528 § 1: tarea que se encomienda de modo particular al párroco : http://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/01/l.html; 793; etc.), pero que, de manera más próxima y particular se refiere (se ha de referir) a quienes tendrán a su cargo funciones y ministerios en la Iglesia. 

La “educación integral” (cf. cc. 795s; etc., en: http://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/06/l.html) consiste, en efecto, en un conjunto de procesos personales complejos, necesarios e inciertos (que abarcan inclusive los aspectos formativos relacionados con las virtudes de la templanza y de la castidad, cf. c. 247) en los cuales y a partir de los cuales, desde el propio hogar (cf. c. 1136) y/o en otras circunstancias de la vida, la gracia trinitaria prepara y concede el don de la vocación ministerial y sacerdotal. Ello hace tan importante, delicada y exigente la “pastoral vocacional” entendida ésta en relación con todas las vocaciones particulares y carismáticas en la Iglesia. (Llamo la atención, al tiempo que me alegra destacarlo, sobre el importante número de Obispos y Arzobispos provenientes de instituciones educativas pertenecientes a institutos religiosos y de sociedades de vida apostólica, así como de seminarios menores, que reconocen la ayuda que éstos "ambientes educativos" les han proporcionado para el despertar y la consolidación de su vocación: cf. supra, numerales 6 y 7). 

Ahora bien, cuando esto se aplica al caso de los futuros candidatos a los oficios eclesiásticos, diáconos, presbíteros y Obispos, se debería seguir considerando íntegramente qué más y mejor se pudiera hacer en cuanto a las modalidades educativas que hoy se ofrecen (para cada nivel educativo, por lo tanto también para la denominada "educación continua" o "educación continuada"), con qué calidad y pertinencia están respondiendo hoy a las exigencias y a los aspectos propios, típicos y adecuados de su ministerio y de su misión hoy. Se trata de dar un “salto en la calidad”, como se suele decir, en relación con la potenciación (cuando no creación) de uno o varios espacios de diálogo “inter” y “trans” disciplinarios, en los que pudieran confluir con su experiencia las diversas expresiones religiosas y espirituales, las distintas culturas y las ciencias, asunto que, en mi concepto, puede llegar a ser un ejercicio amplio de “sinodalidad”, al tiempo que contribuye a ella.     




6ª) No podemos terminar sin llamar la atención sobre un hecho que la información expuesta nos revela: los poquísimos candidatos provenientes de ciertas áreas del saber teológico, tan importantes en sí mismas y en consideración de su desarrollo como en orden a la formación adecuada de todos los agentes de pastoral, incluidos los mismos clérigos: sin verdaderos especialistas en cada una de dichas áreas no es raro que, en algún centro de estudios, a un experto en un área se le deban encomendar las funciones de docente de otra, con el perjuicio que se causa a una y a otra, y con las pérdidas que se producen en los propios estudiantes…, así se trate de excelentes profesores dotados de muy buena voluntad. Los Señores Obispos, preocupados por sus seminarios[91], son conscientes de esta necesidad – sin duda primordial y urgente – de “la formación de los formadores” en todas las áreas teológicas, como bien se expone en los nn. 88c y 136e del Directorio para el ministerio pastoral de los obispos “Apostolorum successores".


 7ª) Finalmente, el desarrollo mismo de las ciencias eclesiásticas, como ha ocurrido en todos los demás ámbitos del saber humano, ha conducido no sólo al surgimiento de nuevas disciplinas, sino también, consecuentemente, a la creación de institutos de estudio (academias, universidades, etc.) dedicados a esos campos cada vez más reducidos de las especializaciones y de las sub especializaciones (dígase, a manera de ejemplo, bioquímica, biofísica, microbiología industrial, agrícola y/o veterinaria, cardiología pediátrica, urología pediátrica, ortodoncia, derecho penal, urbanismo, etc.).

 

Como hemos podido observar, dependiendo de la situación concreta y del momento (disponibilidad de maestros, e, inclusive por costos, etc.), algunas instituciones universitarias ya venerables por su recorrido han optado (facultades) por conservarse en sus coordenadas y orientaciones primigenias, abarcando – tratando de abarcar – todos los elementos mínimos, fundamentales y actualizados del conocimiento filosófico, teológico o canónico, p. ej.; otras, por el contrario, y no necesariamente universitarias, queriendo responder de una manera, a su parecer, más adecuada y pertinente a los desarrollos mismos de la disciplina y a las necesidades pastorales del momento, a pesar de las enormes dificultades que una decisión así lleva consigo, han optado por crear nuevos (o reformar antiguos) institutos, especializaciones y diplomados o cursos (como hemos podido ver, aunque, sin duda, no están incluidos todos), en áreas de problemas especialmente críticos y urgentes (v. gr. en cuestiones sobre el matrimonio y la familia, o, ante los inconvenientes que lleva consigo la comisión de delitos contra adultos y menores, entre otros).

 

El criterio de crear y/ o mantener, quizás, pocas de unas y otras instituciones (a ello se refirió el S. P. Francisco en su discurso del 25 de febrero de 2023, citado antes: "sinergia efectiva, estable y orgánica"), estratégicamente ubicadas en los continentes y plenamente interconectadas de modo que se facilite el servicio, complementación  e intercambio de personas y de recursos (ya comenzados, en el espíritu de los cc. 815-821), dedicadas a la investigación y a la docencia en todos los campos que abarcan las disciplinas eclesiásticas, más cercanos pero con los más altos índices de calidad posibles, es regla segura – y eficiente – para estimular a muchos, no sólo a los futuros Obispos y Arzobispos, a proseguir estos estudios “de punta”, en orden a desempeñarse en sus comunidades y en medio de los problemas más arduos y complejos de nuestra sociedad actual. Y, por supuesto, con un modus vivendi digno.

 






Fuentes

 

Obispos

 

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/11/0738/01566.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/13/0745/01578.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/15/0752/01591.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/15/0752/01591.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/15/0752/01591.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/16/0754/01587.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/18/0758/01602.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/19/0761/01608.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/20/0764/01616.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/24/0777/01647.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/27/0791/01668.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/11/30/0799/01710.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/12/03/0813/01728.html

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/12/07/0824/01734.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/12/08/0828/01739.html

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https://www.omiworld.org/es/2021/12/17/nombramiento-de-obispo-coadjutor-de-la-diocesis-de-mariannhill-sudafrica/

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/12/21/0869/01828.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2022/01/25/0056/00110.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2022/01/28/0063/00132.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2022/02/02/0075/01159.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2022/02/11/0103/00202.html

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https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2022/02/11/0103/00202.html

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Arzobispos

 

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Iglesias Orientales: Obispo, Obispo auxiliar, Obispo de Curia, Ordinario, Obispo de Eparquía, Arzobispo Metropolita

 

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Notas de pie de página


[1] Cf. (León-Dufour, pág. 726).

[2] En la 1ª Carta a los Corintios, 44.1-3, en (García y García, 1967, pág. 102)).

[3] (García y García, pág. 208).

[4] Ibid.., 209

[5] Seguimos en esto a García y García: D. 36 c. 2; 48 c. 1; 61 c. 12-13.

[6]  (García y García, pág. 210), cf. nt 15: D. 25 c. 6; 65 c. 5 y 8.

[8] Cf. c. 1; D. 23 c. 2; en García y García, pág. 211.

[9] (García y García, págs. 362-363).

[10] Se conoce el documento central y programático de la reforma emprendida por el Papa Gregorio VII (1075) como “Dictatus Papae” (“Quid valeant Pontifici Romani”, es su íncipit). Un estudio resumido y contextual del documento con traducción al castellano puede verse en: (Gregorio VII, 2023). También puede verse en: (Monumenta Germaniae Historica, pág. 412), citado por (García y García, pág. 364) nt. 8.

[11] C. 28 en: (Conciliorum Oecumenicorum Decreta, pág. 203).

[12] (Conciliorum Oecumenicorum Decreta, pág. 470s).

[13] (Conciliorum Oecumenicorum Decreta, pág. 212).

[14] Cf. (Conciliorum Oecumenicorum Decreta, pág. 470s).

[15] C. 1, “De reformatione”, cf. (Conciliorum Oecumenicorum Decreta, pág. 759).

[16] (Conciliorum Oecumenicorum Decreta, pág. 760).

[17] (Pío IX, 2023, pág. 369)

[18] Según Gasparri : “Conc. Trid.. sess. XXII, de ref., c. 2; sess. XXIV. de ref., c. 12, 16; Gregor. XIV, const. «Onus Apostolicae», 15 maii 1591; S. C. Ep. et Reg. Tranen.. 22 dec. 1592: Bovinen., 9 ian. 1601; S. C. C., Tragurien., 30 apr. 1650; Maioricen., 13 febr. 1672, ad II; S. R. C., Venusina, 7 dec. 1844; Bahien in Brasilia, 23 maii 1846, ad 5; Senen., 30 iun. 1883, ad 7”. En: (Gasparri P. , 2023, pág. 281).

[23] V. gr. “Capitulo 39. Puntos cardinales del apostolado legionario. 30 - Tenemos que Aspirar a Unir” en: (Legio Mariae - Concilium Legionis Mariae - The Legion of Mary, pág. 203s).

[24] Francisco: exh. ap. Evangelii Gaudium, 24 de noviembre de 2013, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html
Si bien esta "idea" podría provenir de la filosofía, y, en particular, de autores como G. W. F. Hegel (en Fenomenología del espíritu) y de J. G. Fichte (cf. "Rezension des Aenesidemus", Allgemeine Literatur-Zeitung, 11–12 de febrero de 1794), su mención, desarrollo y concreción en este contexto, en mi opinión, es del todo novedosa, como puede observarse, y de ningún modo "reducirse" a aquella.

[25] En: “Capitulo 29. Lealtad legionaria”, en: (Manual oficial 1997, pág. 113).

[27] (Método en teología, págs. 22; 33-60).

[29] Cf. una nota sobre él, en: https://www.vosoriginesyourroots.org/t13354-hamel-abbe-herve.

Para información acerca de este enfoque, cf. (Orieta); (Andrés Vela SJ); (Pérez)).

[31] “Proceso de canonización de Nápoles”, en Angelico Ferrua, S. Thomae Aquinatis vitae Fontes Praecipuae, Alba, Edizione domenicane, 1968, pp. 199-373, LXXIX, pp. 318-319.

[32] (Forment Giralt, pág. 211).

[33] En: “Libro primero: Canción primera: Capítulo segundo: De algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del hábito de la soberbia”, nn. 6-7, en:  La noche oscura (San Juan de la Cruz, 2023).

[36] Cf. https://obispadocastrensecolombia.org/; o el Personal Ordinariate of Our Lady of Walsingham, en: https://www.ordinariate.org.uk/)

[41] Ed. A. W. Pollard, London 1886, 53; cf. DS 1179 (pág. 316 y 319))

[42] (Conciliorum Oecumenicorum Decreta, págs. 750-753).

[43] (Congregación para el Clero, 2016)

[45] Cf. Ley General de Educación, Ley 115 de Febrero 8 de 1994, en: https://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-85906_archivo_pdf.pdf

[47] « Baisse du QI, appauvrissement du langage et ruine de la pensée », 17 de noviembre de 2019, en AGERFI.COM: https://www.agefi.com/home/acteurs/detail/edition/online/article/baisse-du-qi-appauvrissement-du-langage-et-ruine-de-la-492129.html; en castellano puede verse en: http://www.cultivosdequilmes.com/2021/01/christophe-clave-decrece-el-coeficiente.html

[51] El S. P. Francisco continuó esta tradición: Constitutio apostolica Veritatis gaudium De universitatibus et facultatibus ecclesiasticis, 18 de diciembre de 2017, Primera parte, art. 46, en: https://www.vatican.va/content/francesco/la/apost_constitutions/documents/papa-francesco_costituzione-ap_20171208_veritatis-gaudium.html

[54] Cf. Francisco: palabras a los jóvenes en la “Bendición a los fieles y saludo del Santo Padre al pueblo colombiano” desde el balcón del palacio cardenalicio (Bogotá), jueves 7 de septiembre de 2017, durante el Viaje apostólico del Papa Francisco a Colombia, 6-11 de septiembre de 2017, en: https://www.youtube.com/watch?v=ofxHwRUDf84; https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2017/september/documents/papa-francesco_20170907_viaggioapostolico-colombia-fedeli.html

[55] Como gustosamente lo recordaba san Juan Pablo II, cf. Ex corde Ecclesiae del 15 de agosto de 1990, en: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_15081990_ex-corde-ecclesiae.html

[56] Cf. o. c. en nt 51.

[57] Según la determinación de la Carta apostólica Scripturae Sanctae del 23 de febrero 1904 del Papa san Pio X (ASS 36 1903-1904 530-532: https://www.vatican.va/archive/ass/documents/ASS-36-1903-4-ocr.pdf)

[58] Carta apostólica Vigilantiae studiique del 30 de octubre de 1902, en ASS 35 1902-1903 234 corregido-238: https://www.vatican.va/archive/ass/documents/ASS-35-1902-3-ocr.pdf

[59] AAS 20 1928 309-315: https://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-20-1928-ocr.pdf


[60] Cf. las normas en: https://www.biblico.it/anno_dott.html

[61] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe: Instrucción Donum Veritatis, 24 de marzo de 1990, en: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19900524_theologian-vocation_sp.html).

[62] Cf. Discurso a Diogneto, en: https://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010522_diogneto_sp.html

[63] Cf. S. P. Francisco, en: Salvo Noé: "El miedo como don" (San Paolo 2022), en: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-01/francisco-libro-noe-salvo-miedo-dialogo-encuentro.html).

[64] Cf. https://www.sanalfonso.edu.co/programas/especializacion-en-etica-teologica/

[65] Cf. https://www.vatican.va/roman_curia/institutions_connected/sacmus/index_sp.htm

[66] San Pablo VI: exh. ap. Evangelii nuntiandi, 8 de diciembre de 1975, n. 14, en: https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19751208_evangelii-nuntiandi.html#_ftnref14

[69] Cf. Concilio Vaticano II: const. “pastoral” sobre la Iglesia en el mundo moderno, GS: https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html

[72] Como san Agustín, que escribió un primer tratado al respecto en el año 399: De catequizandis rudibus.

[76] Cf. Congregación para la Educación Católica: La formación teológica de los futuros sacerdotes, 22 de febrero de 1976, nn. 85-88, en: (Enchiridion Vaticanum. 5. Documenti Ufficiali della Santa Sede (1974-1976), págs. nn. 1860-1863) y en: https://tomasdeaquino.org/la-formacion-teologica-de-los-futuros-sacerdotes/; y la Instr. sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal, del 30 de noviembre de 1989, en: http://www.clerus.org/clerus/dati/2004-06/24-15/tppadre.html).

[76 bis] Sobre el tema aparece publicado en la prensa de estos días (El Tiempo,10 de febrero de 2023), y cae como anillo al dedo, como se dice, el artículo del Profesor Moisés Wasserman: "Sesgos y política"; puede verse en:

https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/sesgos-y-politica-columna-de-moises-wasserman-740784

[77] Cf. ONU: “Documentación de la ONU: Medio ambiente”, en: “Conferencias principales e Informes”, en: https://research.un.org/es/docs/environment/conferences; ONU:

"Estocolmo+50: un planeta sano para la prosperidad de todos —nuestra responsabilidad, nuestra oportunidad", (2 - 3 Junio de 2022) en:

https://www.unep.org/es/events/evento-de-onu-medio-ambiente/estocolmo50#:~:text=Estocolmo%2B50%20es%20una%20reuni%C3%B3n,3%20de%20junio%20de%202022; https://www.stockholm50.global/; consulta del 6 de febrero de 2023.

[78] Puede verse, entre otras: (Aubert, 1974).

[79] Un elenco de sus documentos de mayor relieve puede verse en https://www.vatican.va/content/pius-ix/es.html.

[80] Temor a los castigos divinos: contrición imperfecta, que, cuando excluye la voluntad de pecar, al esperar el perdón de Dios, es también un don de Dios, que dispone al sacramento de la penitencia: cf. DS 1677s, 1678, 1705, 2157, 2314, 2462-2467, 2625 y 2636.

[81] Para una información más amplia sobre él, cf. (Aubert, 1964 1977).

[83] Sus intervenciones doctrinales y las determinaciones canónicas de su pontificado pueden verse en: https://www.vatican.va/content/leo-xiii/es.html

[84] Últimamente aquellos relacionados con el medio ambiente y con el “cuidado de la casa común” – S. P. Francisco: enc. Laudato sí: https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html -; y sobre la “fraternidad y amistad social”: S. P. Francisco: enc. Fratelli tutti: https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html; etc.

[85] Véase un “compendio” del mismo en: (Pontificio Consejo « Justicia y Paz », 2004)

[86] Para mencionar sólo a uno muy representativo: (Bigó SJ., 1967)).

[87] También, sólo para dar un ejemplo: en la Pontificia Universidad Gregoriana, la Facultad de Ciencias sociales, desde 1972, actualmente con sus especialidades en comunicación social, sociología, en liderazgo y gestión, y, particularmente, en Doctrina social de la Iglesia con sus grandes capítulos: economía, estadística, sociología, demografía, ciencias políticas, derecho y antropología: cf. https://www.unigre.it/it/scienze-sociali/la-facolta/.

[89] V. gr. completar el programa de estudios de asignaturas o la intensidad en horas académicas, la elaboración de un “trabajo científico de grado”, etc. Cf., a manera de ejemplo, lo que ocurre en la PUJ: virtual: https://www.javeriana.edu.co/bachillerato-eclesiastico ; o presencial: https://www.javeriana.edu.co/bachillerato-eclesiastico-presencial.

[90] Cf. v. gr. BBC News Mundo: “Cuáles son las mejores universidades del mundo (y cuáles son las 2 únicas de América Latina entre las 100 primeras)”, 10 de junio de 2020, en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52993386

[91] Cf. n. 84 del Directorio para el ministerio pastoral de los obispos “Apostolorum successores” publicado por la Congregación para los Obispos el 22 de febrero de 2004, en: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cbishops/documents/rc_con_cbishops_doc_20040222_apostolorum-successores_sp.html