miércoles, 8 de mayo de 2024

10 Estado de una cuestión: La compleja aproximación al abuso sexual de menores (8A/17)

 

Estado de una cuestión:

la compleja aproximación al abuso sexual de menores,

a su penalización estatal y a su sanción canónica.

Un acercamiento inicial e integral a este hecho individual y social

 

(8A/17)


Iván F. Mejía Álvarez, i.c.d., th.d.





Contenido
Capítulo V
La sexualidad humana: algunas notas sobre la anatomía, la fisiología, la endocrinología y la patología

IV. La sexualidad humana: descripción breve de la anatomía y de la fisiología de los aparatos reproductores masculino y femenino
A. La descripción anatómica

 

 

Capítulo V

La sexualidad humana: algunas notas sobre la anatomía, la fisiología, la endocrinología y la patología

 

 

 

 

IV.             La sexualidad humana: descripción breve de la anatomía y de la fisiología de los aparatos reproductores masculino y femenino

 

Parangonando el antiguo silogismo de texto podemos afirmar: “Todos los hombres y mujeres son seres sexuados, Sócrates es hombre, luego Sócrates es un ser sexuado”. Pero ¿quién es este “Sócrates”? ¿Cuándo y en dónde nació y se crio? ¿Era mujer, era hombre? ¿De quiénes estuvo y de quiénes no estuvo rodeado? ¿Qué podemos decir de sus padres, abuelos, bisabuelos, de su dote genética, así como de sus costumbres, fracasos y realizaciones? ¿Qué tanto, o qué tan poco, vivió, sobre todo en su infancia, rodeado de un ambiente sereno, de respeto y de cuidado? Etc.



Porque la sexualidad predicada de todos – y que en nuestros tiempos ha sido establecida como uno de los “derechos humanos”: se habla – muy indiscriminadamente – del “derecho a la salud sexual y reproductiva”[120] – nos obliga no sólo a conocerla debidamente – siempre, “con nosotros y sin nosotros”, estas condiciones bio-psico-fisiológicas nos acompañarán y nos determinarán, en lo que les corresponde –, sino también a reconocer que su descubrimiento, su asunción personalísima y especialmente su realización en la perspectiva de un “desarrollo de la personalidad” nos competen extremadamente, pero que dependen enormemente de nuestras experiencias propias, tempranas y no tan tempranas, de la cultura que nos ha rodeado, con sus realidades e ideales honestos y no tanto, de las condiciones materiales y sociales en las que nacimos y crecimos, de la instrucción que pudimos recibir o no, de la educación – entendida como proceso de autoformación – en la que aprendimos o no a interrelacionarnos con el medioambiente natural y social, e incluso, las nociones básicas relacionadas con la higiene de nuestros órganos genitales[121]… A preguntarnos y a examinar estos elementos dedicaremos los siguientes párrafos.



Es imposible en esta sede hacer una completa descripción y análisis de la sexualidad humana en todos sus pormenores médicos, psicológicos, bioquímicos, etc., y, mucho menos, compararla con la de otros mamíferos[122]. Es muy seguro que la recuerden los médicos y demás tenientes de esta información, y, que muchos otros, probablemente, la puedan tener en cuenta en algún momento crítico. Es necesario, en cambio, aportar al menos sus elementos fundamentales y fácticos desde un punto de vista “macro” (amplio) a fin de no caer en meras divagaciones. Para ello emplearemos alguna bibliografía que nos proporcione dichos elementos[123].

 

 


A.  La descripción anatómica

 

Para emprender nuestro camino por los complejos y arduos caminos de nuestra propia sexualidad debemos comenzar destacando la necesidad humana de acudir a la evidencia empírica, sea sensorial, sea experimental, no sólo en el sentido de que, con ella, se confirman hipótesis científicas (observables, públicas, no controvertidas, dirigidas a buscar un consenso), sino de que ella nos va conduciendo a través de procesos racionales, explicativos, probabilísticos y deductivos, que justifican nuestras creencias (“de la quema, el humo”).

 

Dejándonos guiar por la investigadora Elvia Esther Vargas Trujillo y sus compañeras[124] podemos afirmar que,

 

“en la primera fase de la etapa prenatal, todos los embriones son anatómicamente iguales: tienen unas gónadas primitivas con el potencial para convertirse en ovarios o testículos y dos sistemas de conductos a partir de los cuales se desarrollarán los órganos sexuales masculinos (conductos de Wolff) o femeninos (conductos de Müller). La transformación de las gónadas primitivas en testículos (cuando se trata de un embrión genéticamente XY) ocurre entre las semanas 15 y 17 de gestación como resultado de la acción de la porción del gen Y responsable de la determinación sexual. A partir de este momento los testículos recién desarrollados comienzan a secretar testosterona, el andrógeno fetal encargado de promover el desarrollo de los órganos sexuales internos masculinos a partir del sistema de conductos de Wolff. Esta hormona también es responsable del desarrollo de los genitales externos masculinos (sexo genital). Cuando se trata de un embrión con cromosomas XX, las gónadas primitivas se desarrollarán como ovarios. Lo mismo sucede cuando no existen niveles suficientes de testosterona, lo cual significa que, si no existen altos niveles de hormonas masculinas durante el período crítico del desarrollo embrionario, la naturaleza nos ha programado para ser femeninos”.

 

Y prosigue:

 

“En el período prenatal también se forman algunos de los sistemas y estructuras que posibilitan las reacciones sexuales: el sistema glandular, gracias al cual los órganos sexuales alcanzan la madurez en la pubertad; el sistema nervioso y el sistema muscular, que participan en la respuesta sexual; y los centros cerebrales, encargados de enviar, recibir y codificar los mensajes sexuales. Estos sistemas reaccionarán más tarde integrada y coordinadamente frente a los estímulos sexuales. Algunos autores plantean que la diferenciación del sexo es un proceso de siete estadios, cuya secuencia armónica determina la normalidad sexual del individuo.”

 

Y explica:

 

“Los cuatro primeros estadios ocurren durante el desarrollo prenatal y comprenden la definición del sexo genético (XX o XY), el sexo gonadal (ovarios o testículos), el sexo genital interno (desarrollo de conductos müllerianos o wolffianos) y el sexo genital externo (clítoris, vagina y labios, o glande, rafe y escroto). El desarrollo de los genitales es el único criterio que se utiliza para asignarle el sexo (sexo de asignación) al ser humano en el momento del nacimiento. Los tres últimos estadios ocurren después del nacimiento, y comprenden el desarrollo hormonal (producción de estrógenos y progestágenos en la mujer y de andrógenos en el hombre), el desarrollo somático (aparición de caracteres sexuales secundarios) y el desarrollo psicosocial (proceso de socialización sexual e identificación sexual).”

 

 



Como se puede observar, mujeres y hombres poseen un desarrollo y una anatomía (morfología) que en muchos puntos es equivalente, si no idéntica. Pero en otros, y en particular en lo que toca a los aparatos reproductores y unitivos, son distintivos y mutuamente complementarios en orden a lograr la procreación honesta y amorosa de la especie humana y la comunión y la promoción interpersonal. De paso se observa también que tanto mujeres como hombres, cada uno en su peculiaridad, poseen una “fecundidad” (“períodos fecundos” y “períodos agenésicos”) ínsita en su organismo dotado con las características propias de su “ciclo” biológico[125]. Veamos más en detalle, igualmente de la mano de los expertos, estos aspectos relacionados con la sexualidad humana[126]:

 

Somera descripción

Aparato reproductor femenino

Aparato reproductor masculino

Somera descripción

“Los ovarios son los órganos productores de los óvulos o células sexuales femeninas y son también glándulas endocrinas productoras de estrógenos y progesterona, las hormonas sexuales femeninas. Tienen consistencia dura y forma de almendra, con un diámetro mayor de unos 3,5 cm y 1,5 cm de espesor. Su superficie es lisa antes de la pubertad, pero, a partir de la maduración de los óvulos y su salida cíclica del ovario (ovulación) va presentando una superficie irregular. En la menopausia, con el cese de las ovulaciones, tiende otra vez a volverse liso. Está situado en la pared lateral de la cavidad pelviana, en la fosa ovárica, formada por el relieve del uréter, por detrás y los vasos iliacos externos, por fuera y por delante, recubiertos por el peritoneo parietal. En el fondo de la fosa, bajo el peritoneo, subyacen los vasos y nervios obturadores. En la mujer nulípara su posición es casi vertical, y en la multípara el eje mayor es más oblicuo hacia abajo y adentro. El ovario está unido a la pared pelviana por el ligamento lumboovárico o ligamento suspensorio del ovario, por el cual pasan los vasos sanguíneos destinados a este órgano. El mesovario es la lámina del peritoneo que lo une, por su borde anterior, al ligamento ancho del útero: un pliegue peritoneal que une el útero con las paredes laterales de la cavidad pelviana. Tanto el ligamento lumboovárico como el mesovario mantienen a ovario en su posición. Otros dos ligamentos, el uteroovárico y el tuboovárico, lo mantienen en proximidad con el útero y la trompa, respectivamente. El primero es una cinta conjuntiva que une el polo inferior del ovario con el útero, insertándose en la unión de éste con la trompa; el segundo (ligamento tuboovárico), une la porción ampollar de la trompa con el polo superior del ovario. El borde anterior del ovario está en contacto con la trompa, que se dobla sobre el ovario, mientras el pabellón tubárico cae por su cara interna.

Dos ovarios

Dos testículos

“Son dos órganos situados en el exterior de la cavidad abdominal, el izquierdo un poco más bajo, debajo del pene y alojados en las bolsas escrotales o escroto. El escroto tiene la función de mantener los testículos a una temperatura ligeramente inferior a la del cuerpo (5ºC por debajo de la temperatura central corporal). En su origen, en la vida embrionaria, los testículos se encuentran en el interior de la cavidad abdominal. Tienen forma ovalada, con un diámetro mayor de unos 4 cm, una anchura de 3 cm y un espesor de 2,5 cm, y cada uno de ellos pesa alrededor de 20 g. La superficie del testículo es lisa y brillante, de color blanco, formada por una cubierta fibrosa denominada albugínea, muy tensa, lo que le confiere una consistencia dura. En su polo superior se aprecia una pequeña formación correspondiente a un resto embrionario denominado “hidátide sésil de Morgagni”. Hemos de recordar que el testículo ha descendido desde el abdomen y, en ese trayecto hacia el exterior, ha arrastrado las diferentes capas de la pared abdominal; por lo tanto, las envolturas testiculares serán equivalentes a las capas musculares y aponeuróticas que constituyen la pared abdominal. Entre ambos testículos, las diferentes capas (excepto la piel) forman un tabique escrotal que llega hasta la raíz del pene. En la piel, entre los dos testículos, hay un rafe o borde escrotal que se continúa hacia el ano para formar el rafe perineal. Desde el testículo hasta la piel queda un resto de gubernáculo embrionario que arrastró el testículo fuera de la cavidad abdominal: es el ligamento escrotal.

“Las trompas, tubas u oviductos son los conductos que llevan los óvulos desde el ovario hasta el útero. Miden 10 a 12 cm y constan de cuatro porciones: pabellón, ampolla, istmo y porción intramural. La porción intramural está íntimamente relacionada con la pared del útero, en cuya cavidad se abre. Comienza en el orificio uterino de la trompa, atraviesa la pared del útero y se continúa con el istmo. El tramo intramural mide aproximadamente 1 cm. El istmo es la porción tubárica que emerge de la pared uterina, entre dos ligamentos: el ligamento uteroovárico, ya citado, y el ligamento redondo, un refuerzo que une el útero con las regiones inguinal y pubiana. La porción ístmica mide unos 3-4 cm y lleva una dirección horizontal hacia fuera, en busca del polo inferior del ovario. La ampolla o porción ampollar bordea el ovario ascendiendo adosada a su borde anterior. Es más ancha que el istmo y mide unos 5 cm de longitud. En el polo superior del ovario se dobla hacia la cara interna de éste, ensanchándose para formar el pabellón, extremo perforado por el orificio abdominal de la trompa, por donde entra el óvulo expulsado por un folículo ovárico maduro. El borde del pabellón está circundado por unas prolongaciones, las fimbrias o franjas del pabellón, una de las cuales, más larga, se une al ovario. El peritoneo, al cubrir la trompa, forma una parte del ligamento ancho denominada mesosalpinx (de griego salpigx: tubo). El ligamento ancho es un pliegue formado por la lámina peritoneal al caer por detrás y por delante de la trompa, y el mesosalpinx es la aleta superior del ligamento ancho. Entre las dos láminas del mesosalpinx hay un resto atrófico del cuerpo de Wolf embrionario, el órgano de Rosenmuller, un conducto paralelo a la trompa del que parten perpendicularmente otros conductos que se dirigen hacia el ovario. Las trompas están en contacto por arriba, a través del peritoneo, con asas intestinales.

Dos trompas o tubos de Falopio

Las vías espermáticas son: los tubos seminíferos del testículo, los tubos rectos, la red de Haller y los conductos eferentes, el epidídimo, el conducto deferente, las vesículas seminales y los conductos eyaculadores.

“Por su cara posterior, el testículo está en contacto con el epidídimo, una estructura que forma parte de las vías espermáticas y en la que se distinguen tres porciones: cabeza, cuerpo y cola. La cabeza del epidídimo emerge del polo superior del testículo, y el cuerpo y la cola descienden adosados a su cara posterior. El testículo y el epidídimo están envueltos por una serie de capas que constituyen la bolsa escrotal. El epidídimo mide unos 5 – 6 cm.

 

El conducto deferente tiene una consistencia dura y una longitud de unos 40 cm. Entra en la cavidad abdominal con el cordón espermático por el conducto inguinal, pasando por delante de la rama pubiana, junto a la espina del pubis. Dentro de la cavidad abdominal el conducto deferente se separa de los demás componentes del cordón espermático y se dirige hacia atrás por debajo del peritoneo, cruza los vasos iliacos externos por delante y se adosa a la cara lateral de la vejiga. Cruza por encima del uréter y busca la cara posterior de la vejiga, entre ésta y el recto, descendiendo por debajo del uréter hacia la próstata, sobre la cual contacta con la vesícula seminal. En este último trayecto se ensancha formando la ampolla del conducto deferente, y en él se almacenan espermatozoides. El conducto deferente mantiene la morfología epitelial del conducto epididimario, pero su capa muscular es mucho más gruesa y está formada por tres láminas de fibras: una interna (longitudinal) otra media (circular) y una lámina externa donde las fibras musculares vuelven a adoptar una disposición longitudinal. Rodeando a la capa muscular existe una adventicia de tejido conectivo denso. La estructura de la ampolla es la misma que la del resto del conducto deferente.

 

Las vesículas seminales son dos bolsas con función secretora que aportan el líquido seminal en la eyaculación. Contienen también espermatozoides, como el resto de las vías espermáticas. Están situadas entre la vejiga y el recto, por encima de la próstata y por fuera de la ampolla del conducto deferente. Las vesículas seminales se caracterizan por tener una capa muscular más fina y un epitelio sin células ciliadas, pero con abundantes gránulos de secreción, cuyo contenido vierte hacia la luz de la vesícula para formar parte del líquido espermático.

 

El conducto eyaculador es un tubo corto (de 2,5 cm) que atraviesa la próstata. Termina al desembocar en la uretra prostática o tramo de la uretra que atraviesa la próstata.

Los conductos eyaculadores tienen un epitelio cilíndrico simple, son vellosidades ni gránulos de secreción. Su capa muscular es muy fina, entremezclada con el tejido conjuntivo y el propio tejido prostático.

“El útero está situado entre la vejiga y el recto, debajo de las asas intestinales y por encima de la vagina, con la que se continúa caudalmente. Tiene forma de cono, un poco aplanado y con el vértice hacia abajo. Mide unos 7 cm de altura y, en su parte más abultada - por arriba - unos 5 cm de anchura. Hacia la mitad presenta un estrechamiento o istmo uterino que lo divide en dos partes: hacia arriba el cuerpo y hacia abajo el cuello, que presenta una forma más o menos cilíndrica. El cuerpo está inclinado hacia delante y se apoya sobre la cara superior de la vejiga, formando un ángulo con el cuello de unos 120º. Este pliegue conforma la denominada posición de anteflexión. Por otra parte, la disposición del útero en conjunto, en relación con la vagina, forma con ésta un ángulo de casi 90º: posición de anterversión del útero. En todo caso, el útero es un órgano muy móvil y su posición varía según el estado de las vísceras próximas: la vejiga y el recto. El borde superior del útero es el fondo y a ambos lados están los ángulos uterinos, de los que parten las trompas. También en esos ángulos se insertan a cada lado, los ligamentos uteroováricos y redondo. Este último es un medio de unión que fija el útero a las regiones inguinal y pubiana, llegando hasta la piel de la vulva. En el conducto inguinal ocupa el lugar correspondiente al cordón espermático del varón. El cuello uterino está unido a la vagina. Al insertarse en ésta, queda dividido en una porción supravaginal y otra vaginal que se proyecta hacia su interior y recibe el nombre de Hocico de tenca. Esta porción presenta el orificio externo del cuello uterino, pequeño y redondeado en las nulíparas y más irregular en las multíparas. La cavidad del cuerpo del útero es una hendidura transversal de forma triangular, con un vértice en el istmo y otros dos en las salidas de las trompas. El vértice inferior es el orificio cervical interno y se continúa con la cavidad del cuello, que se abre a la vagina a través del orificio cervical externo. El peritoneo recubre el fondo uterino y parte de la pared posterior. Hacia delante llega hasta la zona de contacto con la vejiga, donde se refleja cubriendo su superficie superior, delimitando, entre estos dos órganos, el fondo del saco vesicouterino. Hacia atrás llega hasta la vagina, a la que cubre en parte - unos 2 cm - para, a continuación, ascender cubriendo el recto. Entre estos dos órganos se forma el fondo de saco rectouterino o fondo de saco de Douglas, palpable por tacto rectal y vaginal. A ambos lados del útero, el peritoneo cubre las trompas, el ligamento uteroovárico y el ligamento redondo, cayendo sobre estas estructuras a lo largo de toda su longitud. El pliegue peritoneal resultante es el ligamento ancho que, a cada lado, se extiende desde los bordes laterales del útero hasta la pared lateral pelviana, donde se adhiere con el peritoneo parietal. Por abajo cada ligamento ancho se inserta en el suelo pelviano, y por arriba quedan tres bordes libres que contienen la trompa, el ligamento uteroovárico con el ovario y el ligamento redondo. De cada uno de ellos se extiende hacia abajo una pequeña aleta de ligamento ancho, la aleta superior o mesosalpinx, que corresponde al pliegue determinado por la trompa; la aleta anterior pertenece al ligamento redondo, y la aleta posterior, está formada por el ligamento uteroovárico. En esta última, la parte correspondiente al ovario es el mesovario. Entre las dos hojas del ligamento ancho circulan las arterias y venas uterinas y sus ramas para la trompa (arterias tubáricas). En la parte correspondiente al mesosalpinx está el órgano de Rosenmuller.

El útero

 

 

 

 

La próstata

“La próstata es una glándula de secreción exocrina que se sitúa debajo de la vejiga, rodeando la uretra y los conductos eyaculadores que desembocan en la uretra. A partir de la pubertad crece hasta el tamaño del adulto, 3 cm de altura, 4 cm de anchura y 2 cm de grosor. Por su forma, tamaño, color y consistencia, es semejante a una castaña. La base se orienta hacia arriba, bajo la vejiga; el vértice hacia abajo, apoyado en el diafragma urogenital (músculo transverso del perineo). Por detrás, está en relación con el recto, lo cual permite su exploración mediante el tacto rectal. Por delante está la sínfisis del pubis, de la que la separa la grasa y las venas prostáticas. La próstata está envuelta en una aponeurosis que engloba también el plexo venoso prostático. Los engrosamientos de esta aponeurosis constituyen los ligamentos que fijan la glándula a las paredes pelvianas. Su estructura consta de glándulas tubuloalveolares que desembocan en la porción de uretra que la atraviesa, donde vierten su secreción. La próstata, como se ha señalado, es una glándula que secreta un líquido blanquecino hacia la uretra, el líquido prostático, que se une a las secreciones de las vías espermáticas y los espermatozoides para constituir el semen. El líquido prostático es alcalino, por lo que neutraliza la acidez de los demás componentes del semen, aumentando la motilidad y fertilidad de los espermatozoides. Durante la eyaculación, la próstata se contrae junto con el conducto deferente y las vesículas seminales, expulsando su contenido a la uretra.

“La vagina es un conducto que se extiende desde el cuello del útero hasta la vulva. Está situada entre la vejiga y el recto, de los que la separan sendos tabiques conjuntivos. Mide de 7 a 10 cm y sus paredes son muy elásticas y plegadas para permitir la salida del feto en el parto. En su extremidad superior forma un fondo de saco alrededor del Hocico de tenca o porción intravaginal del cérvix. El extremo inferior está cerrado en parte por un pliegue mucoso, el himen, que en la mayoría de los casos se rompe tras el primer coito. Los restos desflecados del himen se denominan carúnculas mirtiformes. Por delante está en relación con la cara posterior de la vejiga y la porción terminal de los uréteres y, un poco más abajo, con la uretra. Por detrás se relaciona con el recto. El fondo de saco vaginal está en contacto con el fondo de saco de Douglas.

La vagina

El pene

“El pene es un órgano cilíndrico que pende sobre las bolsas escrotales, por debajo de la sínfisis pubiana. Está unido a la región anterior del perineo. Su tamaño y consistencia varían según se halle en estado de flaccidez o de erección: en estado fláccido mide unos 10 cm y en erección se vuelve rígido y mide unos 15 cm. Está formado por tres elementos que constituyen los órganos eréctiles: dos cuerpos cavernosos y un cuerpo esponjoso. Los cuerpos cavernosos se fijan en las ramas isquiopubianas formando la raíz del pene; en este tramo están recubiertos por el músculo isquiocavernoso. Se unen bajo la sínfisis del pubis, desde donde emergen, y forman la porción dorsal del pene. El cuerpo esponjoso se fija bajo el músculo transverso profundo del perineo en un ensanchamiento denominado bulbo. A partir de este punto recibe la uretra, que recorre toda su extensión hasta el extremo anterior, constituyendo la uretra peneana. El bulbo está recubierto por el músculo bulbocavernoso. El cuerpo esponjoso se dirige hacia delante para unirse, bajo la sínfisis del pubis, con los cuerpos cavernosos, a los que se adosa formando la porción ventral del pene. En su interior está la uretra, que desemboca en la punta del pene. El extremo anterior del cuerpo esponjoso, más dilatado que el resto, se denomina glande y cubre también el extremo de los cuerpos cavernosos. El borde del glande constituye la corona. En su vértice, el glande tiene la abertura hacia el exterior de la uretra; es una hendidura vertical, el meato uretral. El pene está recubierto por varias capas; la más interna es una envoltura fibroelástica, la fascia peneana, que se continúa con la fascia superficial del escroto y perineo. Esta envoltura se une a la sínfisis del pubis por el ligamento suspensorio del pene. El músculo dartos del escroto se continúa también por el pene formando otra de sus envolturas, entremezclándose con el tejido celular. La piel, con un tejido celular muy laxo, está adherido al pene en toda su longitud, excepto en el glande, con el cual sólo se une mediante una línea por su cara inferior denominada frenillo. El resto de la piel del glande está libre, cubriéndolo únicamente en estado de flaccidez. Esta porción de piel es el prepucio, que se retrae descubriendo el glande durante la erección.

“El conjunto de órganos genitales externos de la mujer se denomina vulva. Está limitada por dos pliegues mucosos o labios mayores, que confluyen por detrás en la comisura posterior y por delante en el monte de Venus, una prominencia de tejido adiposo situada por delante de la sínfisis del pubis. Tanto el monte de Venus como la superficie externa de los labios mayores están cubiertos de vello. Por dentro de los labios mayores hay otros dos pliegues mucosos denominados labios menores o ninfas, que en la parte anterior se unen por delante y por detrás del clítoris, formando respectivamente el capuchón y el frenillo del clítoris. Entre los labios mayores y los menores están los surcos labiales. Los labios menores delimitan el vestíbulo, donde se abren la vagina (introito vaginal), en la parte más posterior, y la uretra (meato uretral), por delante. En el vestíbulo desembocan las glándulas de Bartholin, que se abren en un surco formado entre el himen y la cara interna de los labios menores. Son dos glándulas alargadas, de 1 cm de longitud, situadas a ambos lados de la vagina. Producen un líquido lubricante que desempeña un papel fundamental en el coito. El órgano eréctil de la mujer es el clítoris, formado a partir de dos cuerpos cavernosos. Estos se hallan adosados a las ramas isquiopubianas, cubiertos por los músculos isquiocavernosos y, hacia delante, se unen en la línea media para formar el cuerpo del clítoris, que se dirige hacia abajo y atrás cubierto por la zona de unión de los dos labios menores, el capuchón o prepucio. El extremo del clítoris se denomina glande y, como el pene, está cubierto por una lámina fibrosa (fascia clitorídea) de la cual salen algunas fibras hacia la sínfisis del pubis que constituyen el ligamento suspensorio del clítoris. También están formados por tejido eréctil los bulbos vestibulares, situados a ambos lados de los orificios vaginal y uretral. Se unen por delante del orificio uretral en la comisura intermedia, que establece contacto venoso con el clítoris. Los bulbos vestibulares están cubiertos por los músculos bulbocavernosos.

La vulva

 

 

 

 

Las glándulas de Cowper

Tienen forma redondeada, del tamaño de un guisante. Desembocan en la uretra un poco más abajo, cuando ésta atraviesa el bulbo esponjoso del pene.

“Aunque no es un órgano genital, está en estrecha relación con ellos, ya que desemboca en el vestíbulo vulvar. Es un conducto de unos 3 cm que se extiende desde el cuello de la vejiga hasta la vulva. Desciende por delante de la vagina, paralela a esta, y desemboca en el vestíbulo por delante de ella y por detrás del clítoris. La vagina y la uretra está separadas por un tabique fibroso uretrovaginal.

La uretra femenina

La uretra masculina

La uretra sale de la próstata por su vértice, después de atravesar la glándula en sentido vertical. Desde la vejiga urinaria, la uretra desciende verticalmente, atravesando la próstata desde su base hasta el vértice: es la uretra prostática. En este tramo presenta un relieve en su pared posterior, el veru montanum o cresta uretral, donde desembocan los dos conductos eyaculadores y, entre ellos, el utrículo prostático, que es un pequeño divertículo de aproximadamente 1 cm de longitud. A ambos lados del veru montanum desembocan las glándulas prostáticas; hay unos 20 o 30 orificios correspondientes a estos conductos de desembocadura. La uretra prostática tiene una longitud de unos 3 cm. Por debajo de la próstata, la uretra atraviesa el músculo transverso profundo del perineo (diafragma urogenital), recibiendo el nombre de uretra membranosa. En este tramo está rodeada por las fibras musculares del esfínter estriado (voluntario), y por detrás, entre las fibras musculares del esfínter, las dos glándulas de Cowper o glándulas bulbouretrales, que aportan una secreción mucosa lubricante. Desembocan en la uretra un poco más abajo, cuando ésta atraviesa el bulbo esponjoso del pene. La uretra membranosa mide aproximadamente 1 cm. Por debajo del músculo transverso del perineo, la uretra entra en el bulbo esponjoso; traza una curva hacia delante siguiendo ya todo el trayecto del cuerpo esponjoso hasta el glande, donde se abre al exterior. En este tramo se denomina uretra peneana o uretra esponjosa. Al nivel del bulbo tiene un pequeño ensanchamiento: el fondo de saco bulbar. Bajo la sínfisis del pubis, siguiendo la posición del pene en estado de flaccidez, describe otra curva hacia abajo hasta el orificio de salida: el meato uretral. Inmediatamente antes del meato, en el glande, hay un ensanchamiento, la fosa navicular. En la uretra peneana desembocan pequeñas glándulas mucosas, a lo largo de todo el trayecto: las glándulas de Littré, con acción lubricante. La uretra peneana mide unos 15 cm de longitud; por lo tanto, la longitud total de la uretra es de unos 20 cm. En la uretra prostática las fibras musculares se entremezclan con las de la próstata, y en la uretra membranosa son sustituidas por fibras estriadas del esfínter voluntario. El riego sanguíneo lo recibe a cada nivel de las arterias que riegan los respectivos órganos por donde pasa: arterias vesicales inferiores, hemorroidales inferiores, bulbar y dorsal del pene. Las venas terminan en la vena dorsal profunda del pene o directamente en el plexo periprostático. Los linfáticos de la uretra prostática y membranosa desembocan en los ganglios iliacos internos, y los de la uretra peneana, fundamentalmente en los ganglios inguinales.

Las mamas están situadas en la región anterior del tórax, a ambos lados del esternón hasta la axila y desde la 2ª hasta la 6ª costilla, adosadas al músculo pectoral mayor. Tienen forma hemiesférica, determinada por la propia glándula y la fascia que la rodea, que contienen abundante grasa. En su zona central está el pezón, un saliente cilíndrico de aproximadamente 1 cm de anchura y 1 cm de altura, perforado por 15 o 20 orificios denominados poros galactóforos. El pezón, está rodeado por la areola (o aréola) mamaria, cuya superficie es irregular por las abundantes glándulas sebáceas que contiene. El pezón y la areola tienen una coloración rosada hasta el primer embarazo a partir del cual adquiere un color más oscuro. La glándula mamaria está cubierta por una cápsula conjuntiva que se une a la piel mediante pequeñas láminas, entre las cuales se forman unas fosas adiposas. La zona de la areola carece sin embargo de tejido adiposo. Por la cara posterior existe también una capa de tejido adiposo que separa la glándula de la aponeurosis del músculo pectoral mayor y la fascia superficial del tórax.

Las mamas femeninas

Son un órgano ligado a la fisiología femenina, con unas características morfológicas y funcionales propias

Las mamas masculinas (tetillas o senos)

Son un órgano rudimentario en contraste con las femeninas. Su morfología se describe por los órganos que la constituyen: Órganos internos: ganglios linfáticos, y el músculo pared torácica, dos costillas, varios músculos, el tejido graso, dos conductos. Órganos externos:

el pezón, la aréola.

 

Hipófisis (o glándula pituitaria)

“Está ubicada en una depresión del hueso esfenoides llamada “silla turca”, justo debajo del cerebro, en la base del cráneo, desde donde conecta con el hipotálamo a través del tallo hipofisario. Está estrechamente relacionada con el sistema nervioso central a través del hipotálamo estableciendo relaciones anatómicas y funcionales. Pesa aproximadamente 1 gramo y se divide en dos partes: el lóbulo anterior o adenohipófisis y el lóbulo posterior o neurohipófisis. La neurohipófisis está conectada con el hipotálamo por el tallo hipofisario que es en realidad un conjunto de fibras nerviosas.”

 

Nervio pudendo y sistema nervioso parasimpático

“Se encuentra en la región pélvica y que inerva los genitales externos de ambos sexos, así como también los esfínteres de la vejiga urinaria y del músculo esfínter externo del ano. Pasa a través de los músculos coccígeo y piriforme (piramidal), y abandona la pelvis por la parte baja del agujero ciático mayor, cruza la espina del isquion y reingresa a la pelvis a través del agujero ciático menor. Acompaña a los vasos pudendos internos por encima y por delante de la pared lateral de la fosa isquiorectal, siendo contenido en una de las hojas de la fascia del músculo obturador, llamada canal pudendo (canal de Alcock). El nervio pudendo proporciona las ramas que forman los nervios rectales inferiores, y pronto se divide para formar dos ramas terminales: el nervio perineal, y el nervio dorsal del clítoris (en las mujeres) o el nervio dorsal del pene (en los varones).

El nervio pudendo se origina en el plexo sacro, que es una red de nervios constituida por el tronco lumbosacro y las ramas anteriores de los tres primeros nervios sacros. Las fibras del nervio pudendo derivan de las ramas ventrales —anteriores— de los nervios sacros segundo, tercero y cuarto (S2, S3, S4). Por medio de sus fibras, ramos colaterales y terminales, contribuye a la inervación sensitiva (sensación de dolor, reflejos, etc.), motora, vasomotora y propioceptiva de la región glútea, miembro inferior y pelvis, y así forma parte del sistema nervioso parasimpático o autónomo, a cuyo cargo se encuentra el control de la actividad (funciones y actos) involuntaria del organismo, es decir, la que tiene qué ver con los músculos liso, cardíaco y con las glándulas. Los centros nerviosos que dan origen a las fibras preganglionares del parasimpático están localizados tanto en el encéfalo como en el plexo sacro que surge de la médula espinal. Las fibras nerviosas parasimpáticas se ramifican por el territorio de algunos nervios craneales, entre ellos el nervio motor ocular común, nervio facial, nervio vago y nervio glosofaringeo, también en los nervios pélvicos que surgen del plexo sacro. La activación del parasimpático provoca, entre otras acciones, disminución de la frecuencia cardiaca y de la fuerza contráctil del corazón, contracción de la pupila (miosis), estimulación del peristaltismo intestinal, relajación de los esfínteres gastrointestinales,

broncoconstricción, relajación del esfínter uretral y contracción del músculo detrusor de la vejiga urinaria.

 

El tálamo (cerebral)

Contribuye a numerosas funciones encefálicas, constituye una estación intermedia para la información sensitiva procedente de la médula espinal que se dirige a la corteza cerebral, incluyendo el procesamiento de la memoria y de las emociones. También tiene funciones motoras y se conecta con el cerebelo. El tálamo transforma de algún modo la información que lo atraviesa, por eso se considera que es además de una estación de relevo, un centro integrador del sistema nervioso central.

 

Tabla 19 Descripción anatómica de los aparatos reproductores masculino y femenino del cuerpo humano















Notas de pie de página


[120] Los antecedentes deben ser ubicados en dos Conferencias internacionales promovidas por la ONU: la Conferencia Internacional de sobre Población y Desarrollo de 1994, reunida en El Cairo (Egipto) y la Conferencia Internacional de la Mujer, celebrada en Bejing (o Pekín, China) en 1995. El mayor “mérito” de tales reuniones consistió, en la opinión de algunos, en introducir un cambio en la noción misma de “sexualidad”. A partir de entonces se ha ido creando una legislación sobre la sexualidad concretada en “los derechos sexuales” y en “el derecho a la sexualidad” como objetivación de la legislación internacional sobre derechos humanos y en concreto de la protección a la no discriminación por sexo, así como el derecho a la salud que se reconoce en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

En cada uno de estos momentos la Santa Sede ha participado con toda solicitud, así no estuviera de acuerdo con algunos de los planteamientos debatidos y luego convertidos en norma por la mayoría de los países asistentes. En torno a la reunión de El Cairo, pueden verse dos textos: el Discurso del Cardenal Angelo Sodano durante la XVII Congregación General del Sínodo de África, el 21 de abril de 1994, en: (https://www.vatic.va/roman_curia/secretariat_state/documents/rc_seg-st_doc_19940421_sodano-cairo_sp.html), y la Intervención de Mons. Renato Raffaele Martino, Jefe de la Delegación de la Santa Sede, el 7 de septiembre de1994, en: (https://www.vatic.va/roman_curia/secretariat_state/archivio/documents/rc_seg-st_19940907_conferenza-cairo-martino_sp.html). Y sobre las conclusiones de la reunión de Beijing, las Santa Sede expresó su “posición” mediante las Reservas y Declaraciones de Interpretación de la Santa Sede, presentadas en Pekín, el 15 de septiembre de 1995; en: (https://www.vatic.va/roman_curia/secretariat_state/archivio/documents/rc_seg-st_19950915_conferenza-pechino-riserve_sp.html).

[121] Siguiendo a (Bonet, Ramón - Garrote, Antonieta, 2024) podemos decir que la “salud humana” –cuya noción más generalizada fue definida en 1948 para contrastarla con la condición de “enfermedad” y continúa hoy siendo hoy objeto de replanteamientos – se definió como “un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades". Sin embargo, esta concepción incluye, como se ve, unas connotaciones y resonancias que mucho tienen que ver con el sentirse bien y con el desenvolverse bien de las personas durante su vida, esto es, con un estado mental y con un comportamiento individual en el que la persona se impone normas, límites o un estilo de vida que le permitan no sólo estar menos mal sino, positivamente, encontrarse bien, libre de presiones, riesgos, miedos y ansiedades.

En este contexto se habla entonces de la “higiene”, en general, y de la “higiene de los genitales”, en especial. ¿Por qué nos debe importar tratar sobre este asunto?

No se trata solamente de una cuestión derivada del mejor conocimiento que se ha ido adquiriendo de nuestro cuerpo, de su funcionamiento y de sus patologías, gracias a la investigación proveniente de las ciencias médicas y biológicas, conocimiento que debe ponerse a disposición del mayor número de personas, como asunto que les incumbe íntimamente. Sino también porque las relaciones sociales, los encuentros de toda índole y momento, y la interacción y el intercambio entre las personas se han incrementado exponencialmente, inclusive los de naturaleza erótica y sexual – con las posibilidades que entrañan de contagios pandémicos –: ya, prácticamente, no se puede hablar de que estas relaciones son exclusivamente propias del ámbito más privado – espacio íntimo – de las personas, porque es hoy en día tal la interacción que existe entre este y el ámbito externo que los límites de uno y otro se diluyen, no existen límites – o son ampliamente móviles y relativos – a la exposición pública de tales situaciones, y la actividad de los paparazzi, en relación no sólo con personas “célebres” o “personas de alto perfil”, es protegida aun legalmente como parte de los “derechos humanos de libertad de expresión” y “de prensa”. El impacto de situaciones similares a estas sobre la “salud mental” de los involucrados – todas las partes, en realidad – no está cuantificado ni suficientemente considerado y valorado, sobre todo si se lo examina, por ejemplo, a la luz del impacto que adquieren si, como suele ser hoy práctica común, se hace mediante el uso de los modernos medios de comunicación social (“videos porno”, “pornografía en internet”). El computador, la televisión, los sistemas digitales de video, incorporados hoy a los teléfonos (1854. 1871. 1876), han tenido un rápido desarrollo – gracias no sólo a la aceptación de los consumidores sino a los intereses y a las ganancias no sólo económicas que se obtienen – que han llegado hoy hasta el denominado “móvil” o “celular” (1909. 1968. 1971. 1992. 1994. 1995. 1996. 1999), cuya incidencia es tal que se habla hasta de un 67% de la población mundial que hoy en día lo utiliza.

Mención hay que hacer también de los constantes progresos que llevan a cabo las industrias relacionadas con el “cuidado” o el “culto del cuerpo” (vinculado o no con el deporte, la educación física, la proliferación de gimnasios bajo o sin supervisión médica, etc.) y la “estética corporal” (mejorar la apariencia física), ya hoy no solamente “femenina”, y realizada no siempre bajo supervisión dermatológica. Todo esto sin abundar en lo que concierne a nuestras relaciones con la naturaleza o medioambiente.

Bajo tales influjos, el conocimiento del cuerpo ha llevado consigo también a la adopción de medidas dedicadas a la protección de la salud a través de la toma de precauciones o de previsiones y provisiones que “prevengan” (“medidas preventivas”) contraer infecciones bacteriológicas o virales. Las “rutinas higiénicas” o los “hábitos higiénicos” tienen que ver, pues, con los órganos relacionados con tres funciones corporales primordiales: reproducción, síntesis de hormonas sexuales y micción (como expeler la orina proveniente de la vejiga urinaria); esto, por una parte. De otra, no se puede prescindir del hecho de que las personas viven en medio de su cultura y de su sociedad, las cuales les “imponen” ciertos convencionalismos en esta materia, y, por ende, condicionan también las medidas relacionadas con la higiene. Una educación en este campo se hace, pues, imperiosa, sobre todo cuando subsisten ciertas ideas y prácticas “tabú” al respecto, cuando son muchísimos y muchísimas las que todavía hoy están excluidos de los sistemas educativos, cuando se mantienen muchos temores, pudores insuficientemente o mal formados, o vergüenzas infundadas. Más aún, no existen siempre (en muchas partes) profesionales (bien formados en este punto), incluido el personal de farmacia, a los que las personas puedan acudir con cierta facilidad y seguridad.

Para la tradición cristiana el pudor no es simplemente un instinto o un sentimiento, sino también un importante valor. Se ejercita en el mundo de los negocios, p. ej., pero especialmente en materia sexual (“castidad”), en cuyo caso se relaciona con otros sentimientos-valores tales como la modestia o el recato, la vergüenza, la honestidad, la transparencia y el amor. Por ello es posible, y, dentro del cuadro de valores cristianos, necesario, que todos “se formen” en este valor, en sus razones y motivaciones, así cada cual deba llevarlo a la práctica según su propia condición o estado de vida: soltero, religioso, casado, célibe, etc. Volveremos sobre este punto más adelante, al tratar sobre los “delitos en materia sexual” y en particular sobre “la Sagrada Escritura y los comienzos de la tradición eclesiástica”.

La educación del pudor en el ámbito de la sexualidad debería llevar también a “adquirir una sana relación con el cuerpo humano, con su desnudez” (la propia y la de los otros y otras), comenzando por una información adecuada y suficiente para cada edad sobre los órganos genitales y cuanto tiene que ver con la reproducción y con la unión esponsal así como por la propia higiene, orientada no a despertar un comportamiento sexual prematuro y sin límites, a interpretar (distinguir) los gestos amicales de aquellos indebidamente maliciosos, a respetar, y, eventualmente, a denunciar las insinuaciones o solicitaciones de carácter delictivo, y, por último, a su debido tiempo, a prepararse para asumir las consecuencias y responsabilidades que lleva consigo el ejercicio de la genitalidad (y sus abusos). Como se ve, todo esto tiene que ver con la “madurez afectiva”, es decir, consiste en uno de sus elementos integrales.

Descendiendo ahora a los particulares, se ha de tener en cuenta que la piel de los genitales posee mucha más inervación e irrigación que otras partes del cuerpo, y es, por ello, mucho más sensible, más permeable y reactiva a los factores irritantes. Pero, por eso mismo, reacciona a estos más rápidamente y acepta medidas correctoras adecuadas con mayor facilidad.

En el caso de las mujeres, p. ej., se ha de tener en cuenta el período de su menstruación, cuando los fluidos pueden contaminarse con facilidad, por lo cual se recomienda el empleo de compresas o tampones higiénicos que deben ser cambiados con frecuencia. No se recomiendan las duchas vaginales, pero sí el aseo de la vulva, especialmente si existe pérdida involuntaria de orina.

Para el caso de los varones, los incircuncisos secretan en el área del glande y al interior del prepucio un líquido, el esmegma (blanquecino, denso, formado principalmente por células muertas de la piel), que se acumula. Esta secreción protege y lubrica el espacio en que se encuentra, pero, debido al olor característico que adquiere, y a las irritaciones que puede llegar a originar, se hace muy necesario un aseo no brusco y sí minucioso y periódico.

Por supuesto, tanto el varón como la mujer, con ocasión de la realización del acto conyugal y como un gesto muy indicado de respeto por la pareja, deberían adoptar medidas de higiene íntima que los sintonicen en esta cultura, pero, sobre todo, prevengan en ambos “la transmisión recíproca de patologías infecciosas”.

Estas, sin embargo, no provienen exclusivamente de la situación mencionada porque se pueden originar también del empleo de ropas muy ajustadas y no siempre fabricadas con tejidos naturales que favorecen la transpiración, o, inclusive, a causa de la fricción de las pieles, que puede producir traumas de tipo mecánico.

Decíamos antes que es necesario obtener el mejor conocimiento posible acerca de la conformación, descripción (externa y estructura interna) y funcionamiento - inclusive en sus posibilidades, en sus límites y, aún, en sus patologías - de nuestra corporalidad, por lo cual el recurso a las ciencias biológicas y más específicamente médicas se hace imprescindible. Ese conocimiento, que debería comenzar ya en la escuela primaria y, de acuerdo con los padres, teniendo en cuenta la edad, el sexo y la índole de los infantes, aún antes, en el parvulario, debería proseguirse y perfeccionarse a lo largo de toda la vida, pero debería ser adquirido, de modo muy particular, por cuantos tienen que ver con oficios y servicios públicos tales como la educación y el ministerio diaconal, hasta llegar a convertirse, eventualmente, en uno de los deberes propios de tales ministerios, y, por lo mismo, en una de sus exigencias canónicas. Dicho conocimiento habría de llevar consigo una oportuna y suficiente "capacitación específica" en "primeros auxilios". Sin pretender usurpar las competencias y el oficio de las personas designadas para ello, la utilidad de esa capacitación es indudable, y no sólo para la persona misma que puede hacer y seguramente hará uso de tal conocimiento, cuanto para el ejercicio efectivamente capacitado de su propio servicio profesional. En efecto. Para citar sólo un ejemplo - de esos tristes, que duelen el alma - informa la prensa de "una niña que murió tras atragantarse con una semilla de fruta". Aparte de que probablemente no se tomaron las suficientes medidas de precaución y de advertencia por parte de las personas responsables al servir a niños sin experiencia previa la fruta del mamoncillo y de estarles supervisando específicamente su ingesta, llama la atención la reacción tardía y vitalmente ineficaz al evento por parte de quienes los rodeaban. Pero, como se ve, podrían ser muchas las ocasiones en las que un conocimiento de ese tipo sería sumamente conveniente y oportuno. Sobre la noticia: Sandra Segovia: "Niña murió tras atragantarse con una semilla de fruta en un colegio de Bogotá, ¿cómo hacer la Maniobra de Heimlich?", El Colombiano, 19 de junio de 2024, en: https://www.elcolombiano.com/colombia/nina-morir-colegio-bogota-semilla-fruta-como-hacer-maniobra-heimlich-MO24808613

[122] Específicamente, y no sin pesar dada su importancia, no nos referiremos a la “estructura interna” de cada uno de los órganos.

En relación con la “reproducción” comparada entre humanos y otros animales, existe amplia literatura. V. gr. (Marcó Bach, Francisco Javier - Tarasco Michel, Martha, 23/2 2012).

[123] (Anatomía humana. V. III Corazón, vasos, sistema nervioso periférico, vísceras). (Fisiología dinámica )

[124] Seguimos en este punto a (Vargas Trujillo, E(lvia). (Esther) - Posada, S(andra). - del Rio, A(na). M(aría)., 1999 5a ed., págs. 15-17)

[125] Prefiero emplear las expresiones de la (Carta enc. Humanae vitae, 25 de julio de 1968, pág. nn. 3b; 12; ), tan nobles y humanas, cuando se refiere a este tema.

[126] (Tema 46. Anatomía y fisiología del aparato reproductor masculino y femenino); (Anatomía humana. V. III Corazón, vasos, sistema nervioso periférico, vísceras); (Fisiología dinámica ).

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