miércoles, 8 de mayo de 2019

L. III T. I C. II Instrucción catequística Catequesis Responsables Normas pastorales M.p. Antiquum ministerium y el ministerio laical estable del catequista

L. III
T. I


Capítulo II. De la instrucción[1] catequística[i]


Cánones 773-780

CAPUT II. DE CATECHETICA INSTITUTIONE


Contenido

Capítulo II. De la instrucción catequística
I.    La noción de catequesis
II.   Responsables
III.     Normas pastorales
Escolio
Apéndice: m. p. Antiquum ministerium del 10 de mayo de 2021.

Bibliografía



Texto oficial
Traducción castellana
Can. 773 — Proprium et grave officium pastorum praesertim animarum est catechesim populi christiani curare, ut fidelium fides, per doctrinae institutionem et vitae christianae experientiam, viva fiat explicita atque operosa.
773 Es un deber propio y grave, sobre todo de los pastores de almas, cuidar la catequesis del pueblo cristiano, para que la fe de los fieles, mediante la enseñanza de la doctrina y la práctica de la vida cristiana, se haga viva, explícita y operativa.
Can. 774 — § 1. Sollicitudo catechesis, sub moderamine legitimae ecclesiasticae auctoritatis, ad omnia Ecclesiae membra pro sua cuiusque parte pertinet.
§2. Prae ceteris parentes obligatione tenentur verbo et exemplo filios in fide et vitae christianae praxi efformandi; pari obligatione adstringuntur, qui parentum locum tenent atque patrini.
774 § 1. La solicitud por la catequesis, bajo la dirección de la legítima autoridad eclesiástica, corresponde a todos los miembros de la Iglesia en la medida de cada uno.
 § 2.    Antes que nadie, los padres están obligados a formar a sus hijos en la fe y en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo; y tienen una obligación semejante quienes hacen las veces de padres, y los padrinos.
Can. 775 — § 1. Servatis praescriptis ab Apostolica Sede latis, Episcopi dioecesani est normas de re catechetica edicere itemque prospicere ut apta catechesis instrumenta praesto sint, catechismum etiam parando, si opportunum id videatur, necnon incepta catechetica fovere atque coordinare.
§ 2. Nuevo. Véase más adelante.
§ 3. Apud Episcoporum conferentiam institui potest officium catecheticum, cuius praecipuum munus sit singulis dioecesibus in re catechetica auxilium praebere.
775 § 1.    Observadas las prescripciones de la Sede Apostólica, corresponde al Obispo diocesano dictar normas sobre la catequesis y procurar que se disponga de instrumentos adecuados para la misma, incluso elaborando un catecismo, si parece oportuno; así como fomentar y coordinar las iniciativas catequísticas.
 § 2. 
 § 3.    En el seno de la Conferencia Episcopal puede constituirse un departamento catequético, cuya tarea principal será la de ayudar a cada diócesis en materia de catequesis.
Can. 776 — Parochus, vi sui muneris, catecheticam efformationem adultorum, iuvenum et puerorum curare tenetur, quem in finem sociam sibi operam adhibeat clericorum paroeciae addictorum, sodalium institutorum vitae consecratae necnon societatum vitae apostolicae, habita ratione indolis uniuscuiusque instituti, necnon christifidelium laicorum, praesertim catechistarum; hi omnes, nisi legitime impediti, operam suam libenter praestare ne renuant. Munus parentum, in catechesi familiari, de quo in can. 774, § 2, promoveat et foveat.
776 En virtud de su oficio, el párroco debe cuidar de la formación catequética de los adultos, jóvenes y niños, para lo cual empleará la colaboración de los clérigos adscritos a la parroquia, de los miembros de institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica, teniendo en cuenta la naturaleza de cada instituto, y también de los fieles laicos, sobre todo de los catequistas; todos éstos, si no se encuentran legítimamente impedidos, no rehúsen prestar su ayuda de buen grado. Promueva y fomente el deber de los padres en la catequesis familiar a la que se refiere el  c. 774 § 2.
Can. 777 — Peculiari modo parochus, attentis normis ab Episcopo dioecesano statutis, curet:
1° ut apta catechesis impertiatur pro sacramentorum celebratione;
2° ut pueri, ope catecheticae institutionis per congruum tempus impertitae, rite praeparentur ad primam receptionem sacramentorum paenitentiae et sanctissimae Eucharistiae necnon ad sacramentum confirmationis;
3° ut iidem, prima communione recepta, uberius ac profundius catechetica efformatione excolantur;
4°  ut catechetica institutio iis etiam tradatur, quantum eorum condicio sinat, qui corpore vel mente sint praepediti;
5° ut iuvenum et adultorum fides, variis formis et inceptis, muniatur, illuminetur atque evolvatur.
777 Procure el párroco especialmente, teniendo en cuenta las normas dictadas por el Obispo diocesano:
1 que se imparta una catequesis adecuada para la celebración de los sacramentos;
2 que los niños se preparen bien para recibir por primera vez los sacramentos de la penitencia, de la santísima Eucaristía y de la confirmación, mediante una catequesis impartida durante el tiempo que sea conveniente;
3 que los mismos, después de la primera comunión, sean educados con una formación catequética más amplia y profunda;
4 que, en la medida que lo permita su propia condición, se dé formación catequética también a los disminuidos físicos o psíquicos;
5 que, por diversas formas y actividades, la fe de los jóvenes y de los adultos se fortalezca, ilustre y desarrolle.
Can. 778 — Curent Superiores religiosi et societatum vitae apostolicae ut in suis ecclesiis, scholis aliisve operibus sibi quoquo modo concreditis, catechetica institutio sedulo impertiatur.
778 Cuiden los Superiores religiosos y los de sociedades de vida apostólica que en sus iglesias, escuelas y otras obras que de cualquier modo les hayan sido encomendadas, se imparta diligentemente la formación catequética.
Can. 779 — Institutio catechetica tradatur omnibus adhibitis auxiliis, subsidiis didacticis et communicationis socialis instrumentis, quae efficaciora videantur ut fideles, ratione eorum indoli facultatibus et aetati necnon vitae condicionibus aptata, plenius catholicam doctrinam ediscere eamque aptius in praxim deducere valeant.
779 Se ha de dar la formación catequética empleando todos aquellos medios, material didáctico e instrumentos de comunicación social que sean más eficaces para que los fieles, de manera adaptada a su modo de ser, capacidad, edad y condiciones de vida, puedan aprender la doctrina católica de modo más completo y llevarla mejor a la práctica.
Can. 780 — Curent locorum Ordinarii ut catechistae ad munus suum rite explendum debite praeparentur, ut nempe continua formatio ipsis praebeatur, iidemque Ecclesiae doctrinam apte cognoscant atque normas disciplinis paedagogicis proprias theoretice ac practice addiscant.
780 Cuiden los Ordinarios del lugar de que los catequistas se preparen debidamente para cumplir bien su tarea, es decir, que se les dé una formación permanente, y que ellos mismos conozcan bien la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las normas propias de las disciplinas pedagógicas.




Advertencias previas


NdE

En la memoria litúrgica de Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606), arzobispo que fuera de Lima, el S. P. Francisco aprobó el nuevo Directorio para la Catequesis (DC2020), elaborado después de numerosas consultas y borradores bajo la dirección del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
 
El día 25 de junio de 2020 fue presentado el nuevo texto por parte de S. E. Mons. Salvatore (Rino) Fisichella, presidente del Consejo Pontificio; de S.E. Mons. Octavio Ruiz Arenas, colombiano, secretario del mismo Dicasterio, y de S.E. Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst, delegado para la catequesis de dicho Dicasterio. La información noticiosa de esta conferencia de presentación puede consultarse en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2020/06/25/pontif.html, y de ella tomaremos algunos datos a fin de actualizar la información previa.
 
El CELAM en edición conjunta con la Librería Editrice Vaticana ha publicado la traducción castellana del texto, la cual se puede consultar en: 

Por razones prácticas he colocado en Apéndice el "Índice general" de dicho Directorio.



NdE

El 10 de mayo de 2021, el S. P. Francisco instituyó el ministerio laical estable del Catequista. En Apéndice trascribiremos el texto del m. p. Antiquum ministerium de esa fecha, y el comentario teológico-canonístico que acompañó su promulgación. El "ritual" para la "creación" ("institutio") de los catequistas fue promulgado el 3 de diciembre de 2021. Su referencia se encuentra, igualmente, en el mencionado Apéndice.  

A estos hechos se refirió el S. P. en su encuentro con los participantes en la reunión celebrada por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización para tratar el tema "Catequesis y catequistas para la nueva evangelización", el 17 de septiembre de 2021, cuyo discurso puede leerse en:
https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/september/documents/20210917-nuova-evangelizzazione.html







       I.            La noción de catequesis


El contenido de este capítulo es sustancialmente el mismo que el del CIC17[ii].


C. 773

La normativa actual insiste en las finalidades mediatas e inmediatas de la catequesis, tomando los diversos elementos de los documentos conciliares y posteriores (tanto pontificios como dicasteriales[2]), entre ellos los siguientes:

En CD 14 encontramos:
“Vigilen (los Obispos) atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescentes, jóvenes e incluso a los adultos la instrucción catequética, que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa en los hombres y que se enseñe con el orden debido y método conveniente, no sólo con respecto a la materia que se explica, sino también a la índole, facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la Sagrada Escritura, Tradición, Liturgia, Magisterio y vida de la Iglesia.
Procuren, además, que los catequistas se preparen debidamente para la enseñanza, de suerte que conozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas.
Esfuércense también en restablecer o mejorar la instrucción de los catecúmenos adultos.”
En GE 4, al comienzo del párrafo, se lee:

“En el cumplimiento de la función de educar, la Iglesia se preocupa de todos los medios aptos, sobre todo de los que le son propios, el primero de los cuales es la instrucción catequética, que ilumina y robustece la fe, anima la vida con el espíritu de Cristo, lleva a una consciente y activa participación del misterio litúrgico y alienta a una acción apostólica”.
Los Sínodos de los Obispos (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/08/l.html) sobre la Evangelización y sobre la Catequesis[3] presentaron sus sugerencias a los SS. PP. Pablo VI y Juan Pablo II, respectivamente[4]. Ellos expusieron su pensamiento en relación con la finalidad de la catequesis especialmente en los nn. EN 44 y CT 18-25.

Por su parte, dentro de los Directorios[5] publicados en su momento por la Congregación para el Clero en razón de la misión que se le había confiado, se pueden destacar los siguientes párrafos:

“Respecto a la finalidad de la catequesis, que trata de propiciar la comunión con Jesucristo, es necesaria una presentación más equilibrada de toda la verdad del misterio de Cristo. A veces se insiste sólo en su humanidad, sin hacer explícita referencia a su divinidad; en otras ocasiones, menos frecuentes en nuestro tiempo, se acentúa tan exclusivamente su divinidad que no se pone de relieve la realidad del misterio de la Encarnación del Verbo.(58)” (n. 30d).

“PRIMERA PARTE: LA CATEQUESIS EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA […]
Significado y finalidad de esta parte
35. Esta primera parte trata de definir el carácter propio de la catequesis.
El capítulo primero, de fundamentación teológica, recuerda brevemente el concepto de Revelación expuesto en la Constitución conciliar Dei Verbum. Dicha concepción determina, de manera específica, el modo de concebir el ministerio de la Palabra. Los conceptos de Palabra de Dios, Evangelio, Reino de Dios y Tradición, presentes en esta Constitución dogmática, fundamentan el significado de catequesis. Junto a ellos, el concepto de evangelización es referente obligado para la catequesis. Su dinámica y sus elementos, son expuestos, con una nueva y profunda precisión, en la Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi.
El capítulo segundo sitúa a la catequesis en el marco de la evangelización y la pone en relación con las otras formas del ministerio de la Palabra de Dios. Gracias a esta relación se descubre más fácilmente el carácter propio de la catequesis.
El capítulo tercero analiza más directamente la catequesis en sí misma: su naturaleza eclesial, su finalidad vinculativa de comunión con Jesucristo, sus tareas, y la inspiración catecumenal que la anima.
La concepción que se tenga de la catequesis condiciona profundamente la selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se requiere para la consecución de sus objetivos.
El término « catequesis » ha experimentado una evolución semántica durante los veinte siglos de la historia de la Iglesia. En este Directorio la concepción de catequesis se inspira en los Documentos del Magisterio Pontificio post-conciliar y, sobre todo, en Evangelii Nuntiandi, Catechesi Tradendae y Redemptoris Missio.” (n. 35). 
“66. La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, « sacramento de la fe ». (199) El eslabón que une la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo, elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la acción catequética consiste precisamente en esto: propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe. (200)” (n. 66.a).

“CAPITULO III: NATURALEZA, FINALIDAD Y TAREA DE LA CATEQUESIS
« Que toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre » (Fil 2,11).

77. Clarificado el lugar que ocupa la catequesis dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia, así como sus relaciones con los demás elementos de la evangelización y con otras formas del ministerio de la Palabra, en este capítulo se trata de reflexionar de manera específica sobre: 
– la naturaleza eclesial de la catequesis, es decir, el sujeto agente de la catequesis, la Iglesia animada por el Espíritu;
– la finalidad fundamental que ella busca al catequizar;
– las tareas mediante las cuales procura esta finalidad, y que constituyen sus objetivos más inmediatos;
– la gradualidad interna del proceso catequético y la inspiración catecumenal que lo anima.
De esta manera, en este el último capítulo, se profundiza más en el carácter propio de la catequesis, ya descrito en el capítulo anterior, al analizar las relaciones que establece con las otras acciones eclesiales” (n. 77).


Finalidad de la catequesis: la comunión con Jesucristo

80. « El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo ». (236)

Toda la acción evangelizadora busca favorecer la comunión con Jesucristo. A partir de la conversión « inicial » (237) de una persona al Señor, suscitada por el Espíritu Santo mediante el primer anuncio, la catequesis se propone fundamentar y hacer madurar esta primera adhesión. Se trata, entonces, de ayudar al recién convertido a « conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto: conocer su 'misterio', el Reino de Dios que anuncia, las exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico, los senderos que Él ha trazado a quien quiera seguirle ». (238) El Bautismo, sacramento por el que « nos configuramos con Cristo », (239) sostiene con su gracia este trabajo de la catequesis.
81. La comunión con Jesucristo, por su propia dinámica, impulsa al discípulo a unirse con todo aquello con lo que el propio Jesucristo estaba profundamente unido: con Dios, su Padre, que le había enviado al mundo y con el Espíritu Santo, que le impulsaba a la misión; con la Iglesia, su Cuerpo, por la cual se entregó; con los hombres, sus hermanos, cuya suerte quiso compartir.”

La finalidad de la catequesis se expresa en la profesión de fe en el único Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo
82. La catequesis es esa forma particular del ministerio de la Palabra que hace madurar la conversión inicial hasta hacer de ella una viva, explícita y operativa confesión de fe: « La catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe ». (240)
La profesión de fe, interior al Bautismo, (241) es eminentemente trinitaria. La Iglesia bautiza « en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19), (242) Dios uno y trino, a quien el cristiano confía su vida. La catequesis de iniciación prepara —antes o después de recibir el Bautismo— para esta decisiva entrega. La catequesis permanente ayudará a madurar esa profesión de fe continuamente, a proclamarla en la Eucaristía y a renovar los compromisos que implica. Es importante que la catequesis sepa vincular bien la confesión de fe cristológica, « Jesús es Señor », con la confesión trinitaria, « Creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo », ya que no son más que dos modalidades de expresar la misma fe cristiana. El que, por el primer anuncio se convierte a Jesucristo y le reconoce como Señor, inicia un proceso, ayudado por la catequesis, que desemboca necesariamente en la confesión explícita de la Trinidad.
Con la profesión de fe en el Dios único, el cristiano renuncia a servir a cualquier absoluto humano: poder, placer, raza, antepasado, Estado, dinero..., (243) liberándose de cualquier ídolo que lo esclavice. Es la proclamación de su voluntad de querer servir a Dios y a los hombres sin ataduras. Y al proclamar la fe en la Trinidad, que es comunión de personas, el discípulo de Jesucristo manifiesta al mismo tiempo que el amor a Dios y al prójimo es el principio que informa su ser y su obrar” (n. 82).
“La relación del mensaje cristiano con la experiencia humana no es puramente metodológica, sino que brota de la finalidad misma de la catequesis, que busca la comunión de la persona humana con Jesucristo. Jesús, en su vida terrena, vivió plenamente su humanidad: « trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre ». (401) Pues bien, « todo lo que Cristo vivió, hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros ». (402) La catequesis actúa sobre esta identidad de experiencia humana entre Jesús, Maestro, y el discípulo, y enseña a pensar como El, obrar como El, amar como El. (403) Vivir la comunión con Cristo es hacer la experiencia de la vida nueva de la gracia. (404)” (n. 116c).




Así, pues, el c. resume, precisa y ratifica los fines de la catequesis, y los complementa con la noción del c. 779 en su parte final: “(los fieles) puedan aprender la doctrina católica de modo más completo y llevarla mejor a la práctica”:

·         Finalidad inmediata: que se comprenda la doctrina cristiana; sin embargo, la instrucción no es todo en la catequesis, pues ella debe llevar a la adquisición de la práctica habitual de la vida cristiana. 

Estos dos fines inmediatos conducen al

·         Fin mediato: vivificar la fe en Jesucristo para que sea explícita y operante en la vida.

Posteriormente, el Papa san Juan Pablo II volvió sobre el argumento en su encíclica Fides et ratio[6] (especialmente el n. 99b):

“La labor teológica en la Iglesia está ante todo al servicio del anuncio de la fe y de la catequesis. 117 El anuncio o kerigma llama a la conversión, proponiendo la verdad de Cristo que culmina en su Misterio pascual. En efecto, sólo en Cristo es posible conocer la plenitud de la verdad que nos salva (cf. Hch 4, 12; 1 Tm 2, 4-6).
En este contexto se comprende bien por qué, además de la teología, tiene también un notable interés la referencia a la catequesis, pues conlleva implicaciones filosóficas que deben estudiarse a la luz de la fe. La enseñanza dada en la catequesis tiene un efecto formativo para la persona. La catequesis, que es también comunicación lingüística, debe presentar la doctrina de la Iglesia en su integridad, 118 mostrando su relación con la vida de los creyentes. 119 Se da así una unión especial entre enseñanza y vida, que es imposible alcanzar de otro modo. En efecto, lo que se comunica en la catequesis no es un conjunto de verdades conceptuales, sino el misterio del Dios vivo. 120
La reflexión filosófica puede contribuir mucho a clarificar la relación entre verdad y vida, entre acontecimiento y verdad doctrinal y, sobre todo, la relación entre verdad trascendente y lenguaje humanamente inteligible. 121 La reciprocidad que hay entre las materias teológicas y los objetivos alcanzados por las diferentes corrientes filosóficas puede manifestar, pues, una fecundidad concreta de cara a la comunicación de la fe y de su comprensión más profunda.”

NdE

El S. P. Francisco en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, de 24 de noviembre de 2013 (http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html#La_homil%C3%ADa), quiso tratar de la catequesis en relación con la alegría cristiana que nace del anuncio y de la acogida del kerygma y mediante ella se profundiza (nn. 160-168). Destacamos en particular los nn. 163 a 168 por su referencia explícita a la catequesis. Pero, y es una novedad - a mi juicio -, ya que los procesos catequísticos se extienden a todo lo largo y ancho de la vida del cristiano, en un constante anuncio-acogida del Evangelio que suscita la conversión, en tales procesos se hace necesario un interlocutor-acompañante, quien, sobre todo en ciertos momentos del desarrollo, puede prestar un enorme servicio a quien debe efectuar un discernimiento: de ahí la importancia que tienen, en la cita siguiente, los nn. 169 a 173. Y, como para compendiar nuevamente todo, el Papa igualmente destacó la necesidad de ir a las mismas fuentes inspiradoras y alimentadoras de la vida cristiana: los escritos bíblicos (nn. 174-175):

"IV. Una evangelización para la profundización del kerygma 
160. El envío misionero del Señor incluye el llamado al crecimiento de la fe cuando indica: «enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,20). Así queda claro que el primer anuncio debe provocar también un camino de formación y de maduración. La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. Cada ser humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Ga 2,20).
161. No sería correcto interpretar este llamado al crecimiento exclusiva o prioritariamente como una formación doctrinal. Se trata de «observar» lo que el Señor nos ha indicado, como respuesta a su amor, donde se destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero, el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos: «Éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15,12). Es evidente que cuando los autores del Nuevo Testamento quieren reducir a una última síntesis, a lo más esencial, el mensaje moral cristiano, nos presentan la exigencia ineludible del amor al prójimo: «Quien ama al prójimo ya ha cumplido la ley [...] De modo que amar es cumplir la ley entera» (Rm 13,8.10). Así san Pablo, para quien el precepto del amor no sólo resume la ley sino que constituye su corazón y razón de ser: «Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14). Y presenta a sus comunidades la vida cristiana como un camino de crecimiento en el amor: «Que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos» (1 Ts 3,12). También Santiago exhorta a los cristianos a cumplir «la ley real según la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (2,8), para no fallar en ningún precepto.
162. Por otra parte, este camino de respuesta y de crecimiento está siempre precedido por el don, porque lo antecede aquel otro pedido del Señor: «bautizándolos en el nombre…» (Mt 28,19). La filiación que el Padre regala gratuitamente y la iniciativa del don de su gracia (cf. Ef 2,8-9; 1 Co 4,7) son la condición de posibilidad de esta santificación constante que agrada a Dios y le da gloria. Se trata de dejarse transformar en Cristo por una progresiva vida «según el Espíritu» (Rm 8,5). 
Una catequesis kerygmática y mistagógica 
163. La educación y la catequesis están al servicio de este crecimiento. Ya contamos con varios textos magisteriales y subsidios sobre la catequesis ofrecidos por la Santa Sede y por diversos episcopados. Recuerdo la Exhortación apostólica Catechesi Tradendae(1979), el Directorio general para la catequesis (1997) y otros documentos cuyo contenido actual no es necesario repetir aquí. Quisiera detenerme sólo en algunas consideraciones que me parece conveniente destacar.
164. Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o «kerygma», que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte». Cuando a este primer anuncio se le llama «primero», eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos[126]. Por ello, también «el sacerdote, como la Iglesia, debe crecer en la conciencia de su permanente necesidad de ser evangelizado»[127].
165. No hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más «sólida». Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis. Es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano. La centralidad del kerygma demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena.
166. Otra característica de la catequesis, que se ha desarrollado en las últimas décadas, es la de una iniciación mistagógica[128], que significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana. Muchos manuales y planificaciones todavía no se han dejado interpelar por la necesidad de una renovación mistagógica, que podría tomar formas muy diversas de acuerdo con el discernimiento de cada comunidad educativa. El encuentro catequístico es un anuncio de la Palabra y está centrado en ella, pero siempre necesita una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona en un camino comunitario de escucha y de respuesta.
167. Es bueno que toda catequesis preste una especial atención al «camino de la belleza» (via pulchritudinis)[129]. Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas. En esta línea, todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús. No se trata de fomentar un relativismo estético[130], que pueda oscurecer el lazo inseparable entre verdad, bondad y belleza, sino de recuperar la estima de la belleza para poder llegar al corazón humano y hacer resplandecer en él la verdad y la bondad del Resucitado. Si, como dice san Agustín, nosotros no amamos sino lo que es bello[131], el Hijo hecho hombre, revelación de la infinita belleza, es sumamente amable, y nos atrae hacia sí con lazos de amor. Entonces se vuelve necesario que la formación en la via pulchritudinis esté inserta en la transmisión de la fe. Es deseable que cada Iglesia particular aliente el uso de las artes en su tarea evangelizadora, en continuidad con la riqueza del pasado, pero también en la vastedad de sus múltiples expresiones actuales, en orden a transmitir la fe en un nuevo «lenguaje parabólico»[132]. Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran en diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convencionales de belleza, que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para otros.
168. En lo que se refiere a la propuesta moral de la catequesis, que invita a crecer en fidelidad al estilo de vida del Evangelio, conviene manifestar siempre el bien deseable, la propuesta de vida, de madurez, de realización, de fecundidad, bajo cuya luz puede comprenderse nuestra denuncia de los males que pueden oscurecerla. Más que como expertos en diagnósticos apocalípticos u oscuros jueces que se ufanan en detectar todo peligro o desviación, es bueno que puedan vernos como alegres mensajeros de propuestas superadoras, custodios del bien y la belleza que resplandecen en una vida fiel al Evangelio. 
El acompañamiento personal de los procesos de crecimiento 
169. En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana.
170. Aunque suene obvio, el acompañamiento espiritual debe llevar más y más a Dios, en quien podemos alcanzar la verdadera libertad. Algunos se creen libres cuando caminan al margen de Dios, sin advertir que se quedan existencialmente huérfanos, desamparados, sin un hogar donde retornar siempre. Dejan de ser peregrinos y se convierten en errantes, que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte. El acompañamiento sería contraproducente si se convirtiera en una suerte de terapia que fomente este encierro de las personas en su inmanencia y deje de ser una peregrinación con Cristo hacia el Padre.
171. Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida. Pero siempre con la paciencia de quien sabe aquello que enseñaba santo Tomás de Aquino: que alguien puede tener la gracia y la caridad, pero no ejercitar bien alguna de las virtudes «a causa de algunas inclinaciones contrarias» que persisten[133]. Es decir, la organicidad de las virtudes se da siempre y necesariamente «in habitu», aunque los condicionamientos puedan dificultar las operaciones de esos hábitos virtuosos. De ahí que haga falta «una pedagogía que lleve a las personas, paso a paso, a la plena asimilación del misterio»[134]. Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso dar tiempo, con una inmensa paciencia. Como decía el beato Pedro Fabro: «El tiempo es el mensajero de Dios».
172. El acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede conocer plenamente desde afuera. El Evangelio nos propone corregir y ayudar a crecer a una persona a partir del reconocimiento de la maldad objetiva de sus acciones (cf. Mt 18,15), pero sin emitir juicios sobre su responsabilidad y su culpabilidad (cf. Mt 7,1; Lc6,37). De todos modos, un buen acompañante no consiente los fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a cargar la camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar el Evangelio. La propia experiencia de dejarnos acompañar y curar, capaces de expresar con total sinceridad nuestra vida ante quien nos acompaña, nos enseña a ser pacientes y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las maneras de despertar su confianza, su apertura y su disposición para crecer.
173. El auténtico acompañamiento espiritual siempre se inicia y se lleva adelante en el ámbito del servicio a la misión evangelizadora. La relación de Pablo con Timoteo y Tito es ejemplo de este acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica. Al mismo tiempo que les confía la misión de quedarse en cada ciudad para «terminar de organizarlo todo» (Tt 1,5; cf. 1 Tm 1,3-5), les da criterios para la vida personal y para la acción pastoral. Esto se distingue claramente de todo tipo de acompañamiento intimista, de autorrealización aislada. Los discípulos misioneros acompañan a los discípulos misioneros. 
En torno a la Palabra de Dios 
174. No sólo la homilía debe alimentarse de la Palabra de Dios. Toda la evangelización está fundada sobre ella, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar. Es indispensable que la Palabra de Dios «sea cada vez más el corazón de toda actividad eclesial»[135]. La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. Ya hemos superado aquella vieja contraposición entre Palabra y Sacramento. La Palabra proclamada, viva y eficaz, prepara la recepción del Sacramento, y en el Sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia.
175. El estudio de las Sagradas Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes[136]. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe[137]. La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria.[138] Nosotros no buscamos a tientas ni necesitamos esperar que Dios nos dirija la palabra, porque realmente «Dios ha hablado, ya no es el gran desconocido sino que se ha mostrado»[139]. Acojamos el sublime tesoro de la Palabra revelada."

De igual manera, la característica evangelizadora de la catequesis, en el particular momento que vive el mundo en el presente, fue puesta de relieve reiteradamente por el S. P. Francisco en el Video-mensaje que envió a los participantes en el Congreso Internacional sobre "El catequista, testigo del misterio", organizado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, el 22 de septiembre de 2018:
"A menudo pienso en el catequista como aquel que se ha puesto al servicio de la Palabra de Dios, que frecuenta esta Palabra diariamente para hacer de ella su alimento y participarla con los demás con eficacia y credibilidad. El catequista sabe que esta Palabra está “viva” (Hb 4:12) porque constituye la regla de la fe de la Iglesia (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Dei Verbum, 21; Lumen Gentium, 15). En consecuencia, el catequista no puede olvidar, especialmente hoy en un contexto de indiferencia religiosa, que su palabra es siempre un primer anuncio. Pensadlo bien: en este mundo, en esta área de tanta indiferencia, vuestra palabra siempre será un primer anuncio, que llega a tocar el corazón y la mente de muchas personas que están a la espera de encontrar a Cristo. Incluso sin saberlo, pero lo están esperando. Y cuando digo el primer anuncio no lo digo solo en el sentido temporal. Por supuesto, esto es importante, pero no siempre es así. ¡El primer anuncio equivale a subrayar que Jesucristo muerto y resucitado por el amor del Padre, da su perdón a todos sin distinción de personas, si tan solo abren sus corazones para dejarse convertir! A menudo no percibimos el poder de la gracia que, a través de nuestras palabras, llega profundamente a nuestros interlocutores y los moldea para que puedan descubrir el amor de Dios. El catequista no es un maestro o un profesor que cree que da una lección. La catequesis no es una lección; la catequesis es la comunicación de una experiencia y el testimonio de una fe que enciende los corazones, porque introduce el deseo de encontrar a Cristo. ¡Este anuncio de varias maneras y con diferentes idiomas es siempre el “primero” que el catequista está llamado a dar!
Por favor, en la comunicación de la fe no caigáis en la tentación de trastocar el orden con el cual la Iglesia desde siempre ha anunciado y presentado el kerigma, y ​​que también se refleja en la misma estructura del Catecismo. Por ejemplo, no se puede anteponer la ley, aunque fuera la moral, al anuncio tangible del amor y de la misericordia de Dios. No podemos olvidar las palabras de Jesús: “No he venido a condenar, sino a perdonar...” (cf. Jn 3,17; 12, 47). De la misma manera, no se puede presumir de imponer una verdad de fe prescindiendo de la llamada a la libertad que esta conlleva. Los que han experimentado el encuentro con el Señor siempre se parecen a la samaritana que desea beber un agua que no se agote, pero al mismo tiempo corre inmediatamente a decir a los vecinos de su aldea que vengan donde está Jesús (cf. 30). Es necesario que el catequista entienda, por lo tanto, el gran desafío al que se enfrenta para educar en la fe, en primer lugar a aquellos que tienen una identidad cristiana débil y, por esta razón, necesitan proximidad, acogida, paciencia, amistad. Sólo así la catequesis se convierte en promoción de la vida cristiana, apoyo en la formación global de creyentes e incentivo para ser discípulos misioneros.
Una catequesis que pretende ser fecunda y en armonía con toda la vida cristiana encuentra su savia en la liturgia y en los sacramentos[...]"
El texto puede leerse en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2018/documents/papa-francesco_20180922_videomessaggio-catechisti.html


Un enfoque, no digamos nuevo pero sí renovado de la catequesis, quiere proporcionar el DC2020 pues, sin desconocer los avances logrados por la catequesis durante la vigencia de los Directorios de 1971 y 1997, se ha de atender a las nuevas situaciones de la Iglesia y del mundo, y a las nuevas sensibilidades y prioridades que operan en la pastoral:
"El proceso de inculturación que caracteriza en particular a la catequesis y que, sobre todo en nuestros días, demanda una atención muy particular, ha requerido la composición de un nuevo Directorio."
 En palabras de S. E. Octavio Ruíz, se trata de una propuesta y orientación
"que respondiera de manera más directa a los desafíos que enfrenta hoy la Iglesia, teniendo en cuenta los grandes cambios culturales que han tenido lugar en los últimos años y también el rico magisterio pontificio de este período."
El Exmo. Rino Fisichella afirmó a este propósito:
" La Iglesia se enfrenta a un gran desafío que se concentra en la nueva cultura con la que se encuentra, la digital. Focalizar la atención en un fenómeno que se impone como global, obliga a quienes tienen la responsabilidad de la formación a no tergiversar. A diferencia del pasado, cuando la cultura se limitaba al contexto geográfico, la cultura digital tiene un valor que se ve afectado por la globalización en curso y determina su desarrollo. Los instrumentos creados en esta década manifiestan una transformación radical de los comportamientos que inciden sobre todo en la formación de la identidad personal y en las relaciones interpersonales. La velocidad con que se modifica el lenguaje, y con él las relaciones conductuales, deja entrever un nuevo modelo de comunicación y de formación que afecta inevitablemente también a la Iglesia en el complejo mundo de la educación. La presencia de las diversas expresiones eclesiales en el vasto mundo de Internet es ciertamente un hecho positivo, pero la cultura digital va mucho más allá. Ella toca de raíz la cuestión antropológica, decisiva en todo contexto formativo, sobre todo en lo referente a la verdad y a la libertad. Plantear esta cuestión, hace necesario verificar la idoneidad de la propuesta formativa independientemente de dónde provenga. En cualquier caso, ella se convierte en una confrontación imprescindible para la Iglesia en virtud de su “competencia” sobre el hombre y su pretensión de verdad.
Quizás, sólo por esta premisa, era necesario un nuevo Directorio para la catequesis. En la era digital, veinte años son comparables, sin exageración, al menos a medio siglo. De aquí se deriva la exigencia de redactar un Directorio que tomase en consideración con gran realismo la novedad que se asoma, con el intento de proponer una lectura que implicara la catequesis. Por este motivo, el Directorio no sólo presenta los problemas inherentes a la cultura digital, sino sugiere también cuáles caminos seguir para que la catequesis se convierta en una propuesta que encuentre al interlocutor en condiciones de comprenderla y de ver su adecuación con el propio mundo.
Existe, sin embargo, una razón más de orden teológico y eclesial que ha llevado a redactar este Directorio. La invitación a vivir cada vez más la dimensión sinodal, no se pueden olvidar los últimos Sínodos que ha vivido la Iglesia. En 2005 la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia; en 2008 la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia; en 2015 la vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo; en 2018 los Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Como se puede observar, hay constantes en todas estas asambleas que tocan de cerca el tema de la evangelización y de la catequesis como puede verificarse en los documentos que les han seguido. Más concretamente, es necesario referirse a dos sucesos que marcan de manera complementaria la historia de este última década en lo que respecta a la catequesis: el Sínodo sobre la Nueva evangelización y la transmisión de la fe en 2012, con la consiguiente Exhortación Apostólica del Papa Francisco Evangelii gaudium, y el vigésimo quinto aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, ambos directamente de la competencia del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
La evangelización ocupa el lugar principal en la vida de la Iglesia y en la enseñanza cotidiana del Papa Francisco. No podría ser de otra manera. La evangelización es la tarea que el Señor resucitado confió a su Iglesia para ser en el mundo de todos los tiempos el fiel anuncio de su Evangelio. Prescindir de este presupuesto equivaldría a convertir a la comunidad cristiana en una de las muchas asociaciones beneméritas, fuerte durante sus dos mil años de historia, pero no la Iglesia de Cristo. La perspectiva del Papa Francisco, entre otras cosas, se sitúa en fuerte continuidad con la enseñanza de san Pablo VI en la Evangelii nuntiandi de 1975. Ambos no hacen más que referirse a la riqueza surgida del Vaticano II que, en lo referente a la catequesis, encontró su punto focal en Catequesis tradendae (1979) de san Juan Pablo II.
La catequesis, por lo tanto, debe estar íntimamente unida a la obra de evangelización y no puede prescindir de ella. Necesita asumir en sí las características mismas de la evangelización, sin caer en la tentación de convertirse en un sustituto o querer imponer a la evangelización sus propias premisas pedagógicas. En esta relación la primacía pertenece a la evangelización, no a la catequesis. Esto nos permite entender por qué a la luz de Evangelii gaudium, este Directorio está calificado para apoyar una “catequesis kerigmática”.
El corazón de la catequesis es el anuncio de la persona de Jesucristo, que va más allá de los límites del espacio y del tiempo para presentarse a cada generación como la novedad que se ofrece para alcanzar el sentido de la vida. En esta perspectiva, se indica una nota fundamental que la catequesis debe hacer suya: la misericordia. El kerygma es anuncio de la misericordia del Padre que sale al encuentro del pecador, no considerado más como un excluido sino como un invitado privilegiado al banquete de la salvación que consiste en el perdón de los pecados. Si se quiere, es en este contexto que la experiencia del catecumenado toma fuerza como experiencia del perdón ofrecido y de la vida nueva de comunión con Dios que se sigue de ahí.
La centralidad del kerygma, sin embargo, debe entenderse en sentido cualitativo no temporal. En efecto, requiere estar presente en todas las fases de la catequesis y de cada catequesis. Es el “primer anuncio” que siempre se hace porque Cristo es el único necesario. La fe no es algo obvio que se recupera en los momentos de necesidad, sino un acto de libertad que compromete toda la vida. El Directorio, pues, hace suya la centralidad del kerygma que se expresa en sentido trinitario como compromiso de toda la Iglesia. La catequesis, como expresa el Directorio, se caracteriza por esta dimensión y por las implicaciones que conlleva en la vida de las personas. Toda la catequesis, en este horizonte, adquiere un valor peculiar que se expresa en la profundización constante del mensaje evangélico. La catequesis, en definitiva, tiene como objetivo conducir al conocimiento del amor cristiano que lleva a quienes lo han acogido a convertirse en discípulos evangelizadores." (Cursivas son mías).

Y en línea con los Sínodos de los Obispos más recientes, así como siguiendo las orientaciones del S. P. Francisco en la exh. ap. Evangelii gaudium, el S. Arzobispo terminó su exposición afirmando:
"Una última dimensión ofrecida por el Directorio se encuentra en ayudar a entrar progresivamente en el misterio de la fe. Esta connotación no puede ser delegada a una sola dimensión de la fe o la catequesis. La teología indaga el misterio revelado con los instrumentos de la razón. La liturgia celebra y evoca el misterio con la vida sacramental. La caridad reconoce el misterio del hermano que extiende la mano. La catequesis, de la misma manera, nos introduce progresivamente a acoger y vivir el misterio globalmente en nuestra existencia diaria. El Directorio hace suya esta visión cuando pide expresar una catequesis que sepa hacerse cargo de mantener unido el misterio aunque lo articule en las diversas fases de expresión. El misterio cuando es captado en su realidad más profunda, requiere silencio. Una verdadera catequesis nunca estará tentada a decir todo sobre el misterio de Dios. Por el contrario, ella deberá introducir el camino de la contemplación del misterio haciendo del silencio su conquista.
Por lo tanto, el Directorio presenta la catequesis kerygmática no como una teoría abstracta, sino más bien como un instrumento con un fuerte valor existencial. Esta catequesis encuentra su punto de apoyo en el encuentro que permite experimentar la presencia de Dios en la vida de cada uno. Un Dios cercano que ama y sigue los acontecimientos de nuestra historia porque la encarnación del Hijo lo compromete directamente. La catequesis debe involucrar a todos, catequista y catequizando, en la experiencia de esta presencia y en el sentirse involucrado en la obra de la misericordia. En resumen, una catequesis de este género permite descubrir que la fe es realmente el encuentro con una persona antes de ser una propuesta moral, y que el cristianismo no es una religión del pasado, sino un acontecimiento del presente. Una experiencia como ésta favorece la comprensión de la libertad personal, porque resulta ser el fruto del descubrimiento de una verdad que hace libre (cf. Jn 8,31).
La catequesis que da la primacía al kerygma es contraria a cualquier imposición, aunque fuese aquella de una evidencia que no permita vías de escape. La elección de fe, de hecho, antes de considerar los contenidos a los cuales adherirse con el propio asentimiento, es un acto de libertad porque se descubre amado. En este contexto, es bueno considerar cuidadosamente lo que el Directorio propone en cuanto a la importancia del acto de fe en su doble articulación (cf. n. 18). Por mucho tiempo la catequesis ha centrado sus esfuerzos en dar a conocer los contenidos de la fe y con qué pedagogía transmitirlos, dejando desgraciadamente de lado el momento más determinante: el acto de elegir la fe y dar el propio asentimiento."




    II.            Responsables



         1.         Los Pastores


C. 773

·         “Oficio propio y grave” de los pastores de almas, procurar la catequesis.
·         “Principalmente”: no exclusivamente de ellos: y lo explica en el c. siguiente. El orden lógico de estos cc. debería ser: todos los cristianos, los padres de familia, los pastores (cf. la nota al final de esta sección).

En el CIC17 se afirmaba que era un deber “gravísimo”, lo cual indica la moderación de la expresión actual.


         2.         Todos los fieles cristianos


C. 774 § 1

El mencionado documento del Sínodo de los Obispos de 1977 titulaba la Tercera Parte diciendo que  “La catequesis es obra de todos en la Iglesia”[7]: de acuerdo con sus propias condiciones, dones y carismas, y a sus circunstancias. Parece que al aludir a los “dones y carismas” quiere decir también capacidades. La idea la recogió CT 16: la preocupación, la solicitud por la catequesis deberían sentirla todos[8]. Es la razón que estableció el c. 759 (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/04/l_23.html).



         3.         Los padres de familia

C. 774 § 2

Sean ellos, por encima de los demás, como quienes están en su lugar, y ante todo, los padrinos de bautismo.

Ha de recordarse que en el c. 226 § 2 del L. II (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/02/l_27.html) se insiste en esta “gravísima obligación y derecho” de los padres de familia de educar a sus hijos cristianamente. La misma idea que encontramos en el c. 1136, al hablar de los efectos del matrimonio (L. IV), en donde se precisa que los padres tienen la obligación, el deber primario, de procurar la educación moral y religiosa de sus hijos según sus capacidades.

Como se dijo, la prescripción ya existía en el CIC17, en el c. 1335*; allí, sin embargo, se añadía que los amos tenían las mismas obligaciones en relación con sus trabajadores – sobre todo los del servicio doméstico –. Esta idea no se conservó en el CIC actual, debido al cambio notable que se ha operado en las condiciones sociales, marco de las relaciones obrero-patronales.

En cuanto a los padrinos es oportuno insistir en que su oficio es supletivo, o, mejor aún, cumulativo con el derecho de los padres, ya que este oficio no les viene a los padrinos por parte de los padres, sino de la comunidad eclesial.

En algunas regiones se suele minimizar el oficio del padrino/madrina de bautismo: de aquí que es un asunto pastoral de importancia educar a la comunidad cristiana sobre el particular, aunque a veces resulte difícil.

Entre las fuentes del c. – recodémoslo – se encuentran principalmente las que se refieren al derecho que tienen los padres de familia frente al Estado: GE 3 cita en nota tres documentos al respecto: a) la (Encíclica "Divini illius Magistri", pág. 59) del Papa Pío XI en donde se afirma este argumento (cf. DS 3690/2207); b) del mismo pontífice, en la (Encíclica "Mit brennender Sorge", pág. 164; 186s), en donde se reitera este principio en momentos nacional e internacionalmente muy difíciles; c) del Papa Pío XII, de entre múltiples ocasiones, su alocución a los Maestros de Italia, del 8 de septiembre de 1946[9].

Precepto éste que los documentos postconciliares instaron:

En primer término, en CT 68, el Papa san Juan Pablo II insistió en la “catequesis familiar”:

“La acción catequética de la familia tiene un carácter peculiar y en cierto sentido insustituible, subrayado con razón por la Iglesia, especialmente por el Concilio Vaticano II[118[10]]. Esta educación en la fe, impartida por los padres —que debe comenzar desde la más tierna edad de los niños[119]— se realiza ya cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a crecer en la fe por medio de su testimonio de vida cristiana, a menudo silencioso, mas perseverante a lo largo de una existencia cotidiana vivida según el Evangelio. Será más señalada cuando, al ritmo de los acontecimientos familiares —tales como la recepción de los sacramentos, la celebración de grandes fiestas litúrgicas, el nacimiento de un hijo o la ocasión de un luto— se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos. Pero es importante ir más allá: los padres cristianos han de esforzarse en seguir y reanudar en el ámbito familiar la formación más metódica recibida en otro tiempo. El hecho de que estas verdades sobre las principales cuestiones de la fe de la vida cristiana sean así transmitidas en un ambiente familiar impregnado de amor y respeto permitirá muchas veces que deje en los niños una huella de manera decisiva y para toda la vida. Los mismos padres aprovechen el esfuerzo que esto les impone, porque en un diálogo catequético de este tipo cada uno recibe y da.
La catequesis familiar precede, pues, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis. Además, en los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la iglesia doméstica[120] es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis. Nunca se esforzarán bastante los padres cristianos por prepararse a este ministerio de catequistas de sus propios hijos y por ejercerlo con celo infatigable. Y es preciso alentar igualmente a las personas o instituciones que, por medio de contactos personales, encuentros o reuniones y toda suerte de medios pedagógicos, ayudan a los padres a cumplir su cometido: el servicio que prestan a la catequesis es inestimable.”

Y luego, el mismo S. P., en la Exhortación apostólica postsinodal FC[11] explicó cómo en la evangelización y en la catequesis los padres desempeñan un “ministerio” propio en la comunidad eclesial:

“52. En la medida en que la familia cristiana acoge el Evangelio y madura en la fe, se hace comunidad evangelizadora. Escuchemos de nuevo a Pablo VI: «La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia. Dentro pues de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido... Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive»[123].
Como ha repetido el Sínodo, recogiendo mi llamada lanzada en Puebla, la futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica[124]. Esta misión apostólica de la familia está enraizada en el Bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios.
La familia cristiana, hoy sobre todo, tiene una especial vocación a ser testigo de la alianza pascual de Cristo, mediante la constante irradiación de la alegría del amor y de la certeza de la esperanza, de la que debe dar razón: «La familia cristiana proclama en voz alta tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada»[125].
La absoluta necesidad de la catequesis familiar surge con singular fuerza en determinadas situaciones, que la Iglesia constata por desgracia en diversos lugares: «En los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis»[126].
53. El ministerio de evangelización de los padres cristianos es original e insustituible y asume las características típicas de la vida familiar, hecha, como debería estar, de amor, sencillez, concreción y testimonio cotidiano[127].
La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores transcendentes, que sirve a los hermanos en la alegría, que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios.
El ministerio de evangelización y catequesis de los padres debe acompañar la vida de los hijos también durante su adolescencia y juventud, cuando ellos, como sucede con frecuencia, contestan o incluso rechazan la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida. Y así como en la Iglesia no se puede separar la obra de evangelización del sufrimiento del apóstol, así también en la familia cristiana los padres deben afrontar con valentía y gran serenidad de espíritu las dificultades que halla a veces en los mismos hijos su ministerio de evangelización.
No hay que olvidar que el servicio llevado a cabo por los cónyuges y padres cristianos en favor del Evangelio es esencialmente un servicio eclesial, es decir, que se realiza en el contexto de la Iglesia entera en cuanto comunidad evangelizada y evangelizadora. En cuanto enraizado y derivado de la única misión de la Iglesia y en cuanto ordenado a la edificación del único Cuerpo de Cristo[128], el ministerio de evangelización y de catequesis de la Iglesia doméstica ha de quedar en íntima comunión y ha de armonizarse responsablemente con los otros servicios de evangelización y de catequesis presentes y operantes en la comunidad eclesial, tanto diocesana como parroquial.”

Nota bene:

En los cc. y documentos no se tiene en cuenta que, bajo el aspecto de la justicia, no se puede exigir a los padres de familia que sean ejemplares catequistas, con el testimonio de la palabra y del ejemplo, cuando apenas tienen un modo humano de vivir, y, en muchos casos, no tienen siquiera el mínimo para llevar una vida decente. Se exige, pues, un fuerte trabajo pastoral para hacer tomar conciencia a los padres, en tales circunstancias, de este deber, e invitarlos a cumplirlo: un deber que, antes que nada, es obligación moral ante Dios que obligación jurídica.

De la misma manera, reitero mi pregunta: ¿quiénes son los responsables de la catequesis? Los cc., como se ve, hablan primero de la responsabilidad de los Pastores (c. 773) y luego de la responsabilidad de todos (c. 774), empezando por los padres. A mi juicio se debería haber invertido el orden. Los "primeros" e "insustituibles" responsables de la catequesis son los padres (como lo asegura el § 2 del c. 774), antes que los Pastores, porque son los primeros educadores y la educación de los hijos tiene que ser educación integral, que comprende también la educación en la fe. Si son hijos de católicos, los padres son los primeros catequistas.


NdE

La Conferencia de Medellín (1968) así escribió: 
"Sin desconocer el carácter insustituible de la familia, como grupo natural[...]": Doc. PROMOCION HUMANA: 1. JUSTICIA:  III. PROYECCIONES DE PASTORAL SOCIAL, n. 8;
""Los esposos cristianos son para sí mismos, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Son para sus hijos los primeros predicadores de la fe y los primeros educadores" [AA 11]": Doc. 3.- FAMILIA Y DEMOGRAFIA: II. PAPEL DE LA FAMILIA LATINOAMERICANA, n. 6.
En: http://www.diocese-braga.pt/catequese/sim/biblioteca/publicacoes_online/91/medellin.pdf).

Aquí hay un problema de orden práctico, porque los padres, por desgracia, en tantísimas ocasiones, no están preparados para ser los primeros catequistas.

Es una llamada al celo de los pastores para que preparen a los padres a este deber. En un segundo momento es responsabilidad de todos los fieles cristianos, todos tienen que colaborar en la catequesis, en la forma en que sea posible para cada persona. (Urrutia SJ, F. J. (1987). Libro III La misión de enseñar de la Iglesia (cc. 747-833). En U. -U. Navarrete, Nuevo Derecho Canónico (págs. 133-168). Caracas: ITER.)






 III.            Normas pastorales



         1.         La actividad del Obispo diocesano


Se trata de “normas pastorales” que señalan las responsabilidades propias de los Pastores de conformidad con las prescripciones emanadas de la Sede Apostólica:


C. 775 § 1

a.       Debe emitir normas

Sobre la catequesis. Ya lo determinaba el c. 1336* del CIC17.

En el Esquema de 1977 se decía que esas normas correspondía hacerlas a la Conferencia de los Obispos, pero en el de 1980 se introdujo el cambio que quedó en el c. vigente: es el Obispo quien tiene este importante trabajo, ya que es el responsable del mismo en su diócesis.

El Directorio General de la Catequesis (1998) por su parte, fue más preciso en su propuesta. Así escribió:

“274. El Proyecto diocesano de catequesis es la oferta catequética global de una Iglesia particular que integra, de manera articulada, coherente y coordinada los diferentes procesos catequéticos ofrecidos por la diócesis a los destinatarios de las diferentes edades de la vida. (221)
En este sentido, toda Iglesia particular, en orden ante todo a la iniciación cristiana, debe ofrecer, al menos, un doble servicio:
a) Un proceso de iniciación cristiana, unitario y coherente, para niños, adolescentes y jóvenes, en íntima conexión con los sacramentos de la iniciación ya recibidos o por recibir y en relación con la pastoral educativa.
b) Un proceso catequesis para adultos, ofrecido a aquellos cristianos que necesiten fundamentar su fe, realizando o completando la iniciación cristiana inaugurada o a inaugurar con el Bautismo.
En no pocas naciones, se presenta hoy la necesidad de un proceso de catequesis para ancianos, ofrecido a aquellos cristianos que, al abrirse a una tercera y definitiva fase de la vida humana, desean, acaso por primera vez, poner sólidos fundamentos a su fe.”

De otra parte, el DC2020 "se dirige en primer lugar a los obispos, primeros catequistas entre el pueblo de Dios, porque son los primeros responsables de la transmisión de la fe" (cf. n. 114).


b.      Debe fijarse en que existan los instrumentos adecuados

Se trata de los instrumentos proporcionados y benéficos para la catequesis. A ello se había referido CT 105; 109-116, pero ello fue complementado y precisado por el (Directorio General para la Catequesis, 1998), cuyos números aquí se citan: son primordialmente los catecismos (n. 131b; 284), entre los que se distingue el texto oficial diocesano de los otros manuales que se derivan del mismo: “textos didácticos, catecismos no oficiales, guías del catequista...” (nn. 132; 283), que desarrollan “las cuestiones más claramente metodológicas” de la catequesis. 

A ellos se deben añadir especialmente los medios de comunicación social (n. 160): “televisión, radio, prensa, discos, grabaciones, vídeos y audios, es decir, toda la gama de los medios audiovisuales”. 
Por último, se han de elaborar otros “instrumentos y materiales” (n. 192), así como destinar para la actividad catequística a los mejor preparados agentes pastorales (n. 234): para todo lo cual se requieren, además de una organización “adecuada y eficaz” (nt. 207; cf. CT 63), “los recursos económicos necesarios” (n. 223).


c.       Si lo cree oportuno, el Obispo diocesano debe preparar un catecismo

Como recién se dijo, a él le corresponde la elaboración del texto oficial diocesano, de acuerdo con CT 63.

En la Plenaria de 1981 se pedía que el texto contara con la “aprobación de la Santa Sede”, a lo cual se respondió que de ninguna manera, por cuanto el Obispo diocesano tiene este deber y este derecho de elaborarlo, que no se le puede quitar.

En esa misma ocasión se sugería que, al menos, la Conferencia de los Obispos hiciera el texto del catecismo, a lo que se respondió que no se les puede imponer esta obligación, ni parece oportuno que se les imponga.

De acuerdo con estos pareceres de la Comisión, no se estima aceptable el comentario de la Universidad de Salamanca sobre el particular.



d.      Debe fomentar y coordinar las iniciativas catequísticas

No todo, al respecto, debe provenir desde la cima de la dirección pastoral; por eso se han de atender – no matar – las iniciativas que, en muchísimos casos, buenas y aún excelentes, en el campo de la catequesis, surgen del seno del pueblo de Dios – sus fuerzas vivas – (n. 2b; 169b; 214; 219b; y la nt. 149).



NdE

En la bibliografía se señalan tres documentos del S. P. san Juan Pablo II en relación con el Catecismo de la Iglesia Católica que, en su momento, había sido ardientemente solicitado por numerosos fieles cristianos, y por parte de Obispos y teólogos en particular, como punto seguro de referencia para la confección de catecismos en las Iglesias particulares e, inclusive, como fuente para la reflexión teológica. Muchas son las citas del Código que se encuentran en dicho Catecismo.

  

         2.         Acción de las Conferencias de los Obispos



Texto del CIC83

M. p. Assegnare alcune competenze (2022)

Traducción no oficial

Can. 775 — § 1. Servatis praescriptis ab Apostolica Sede latis, Episcopi dioecesani est normas de re catechetica edicere itemque prospicere ut apta catechesis instrumenta praesto sint, catechismum etiam parando, si opportunum id videatur, necnon incepta catechetica fovere atque coordinare.

§ 2. Episcoporum conferentiae est, si utile videatur, curare ut catechismi pro suo territorio, praevia Sedis Apostolicae approbatione, edantur.

§ 3. Apud Episcoporum conferentiam institui potest officium catecheticum, cuius praecipuum munus sit singulis dioecesibus in re catechetica auxilium praebere.

 

 

 

 

 

 

 

§ 2. Spetta alla Conferenza Episcopale, se pare utile, curare che vengano pubblicati catechismi per il proprio territorio, previa conferma della Sede Apostolica.

775 § 1.    Observadas las prescripciones de la Sede Apostólica, corresponde al Obispo diocesano dictar normas sobre la catequesis y procurar que se disponga de instrumentos adecuados para la misma, incluso elaborando un catecismo, si parece oportuno; así como fomentar y coordinar las iniciativas catequísticas.

 § 2. Corresponde a la Conferencia Episcopal, si parece útil, cuidar que sean publicados catecismos para su propio territorio, previa la confirmación de la Sede Apostólica.

 § 3.    En el seno de la Conferencia Episcopal puede constituirse un departamento catequético, cuya tarea principal será la de ayudar a cada diócesis en materia de catequesis.





C. 775 § 2

Las Conferencias de Obispos tienen dos papeles en relación con la catequesis (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/11/l_23.html):


a.       Elaborar un catecismo para la nación o para una región, si se considera útil

Aquí existe una diferencia importante respecto del catecismo diocesano. Si el Obispo quiere un catecismo diocesano, no existe oposición alguna; pero si la Conferencia de los Obispos lo quisiera a nivel nacional, requiere la aprobación previa de la Santa Sede para publicarlo.

Se trata de una disposición lógica: en el primer caso, la responsabilidad de la aprobación del catecismo para su diócesis es del Obispo diocesano, ya que él es el pastor y el maestro de su diócesis. En tanto que el catecismo de la Conferencia de los Obispos puede tener influencia no sólo en el país o en la región para el que inicialmente fuera editado, sino más allá de ellos. Así ocurrió con el denominado “Catecismo holandés”, que tuvo mucho influjo y doctrinalmente despertó varios reparos. Además, el catecismo de la Conferencia de los Obispos puede resultar siendo aprobado por una mayoría de ellos, pero los que no votaron a favor del mismo lo rechazarían o, al menos, no lo favorecerían en sus diócesis. Por eso se pide que, en este caso, sea aprobado previamente por la Sede Apostólica.

En este asunto ha existido cierta evolución: cuando se puso en práctica el Directorio Catequístico General se decía que se tuviera un experimento previo antes de aprobar el texto del catecismo y, como se decía en ese momento, antes de “promulgarlo” (nótese bien que un catecismo no se “promulga” propiamente: http://teologocanonista2016.blogspot.com/2016/10/l.html) y de someterlo a la aprobación de la Sede Apostólica.

La Congregación para la Doctrina de la Fe[12] (art. IV) establecía que, para que se pudieran editar los textos de catecismo, se necesitaba la aprobación de la Conferencia nacional de los Obispos. Lo mismo se repetía tanto en CT 49 y 50 como en el Esquema de 1977. La misma Congregación reiteró la norma en sus respuestas tanto del 25 de junio de 1980 como en la del 7 de julio de 1983[13].

Como se ve, en el c. 775 § 2 se dispone diversamente, en el entendido de que ella no es una instancia de régimen para la Iglesia nacional.

Sin mengua de la norma según este último criterio, el S. P. Francisco ha juzgado oportuno retirar la necesidad de la "aprobación" de este catecismo nacional por parte de la Sede Apostólica, y ha dejado solamente el requerimiento de una "confirmación" del acto jurídico de la Confrenecia episcopal. Al respecto debe verse la "Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio»  Assegnare alcune competenze (“Asignar algunas competencias”, 11 de febrero de 2022) con la cual son substituidas algunas normas del Código de Derecho Canónico y del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales":

Art. 8. El c. 775 § 2 del CIC sobre la publicación de catecismos para el territorio propio por parte de la Conferencia episcopal sustituye el término aprobación con el término confirmación, quedando formulado así:

§ 2. Corresponde a la Conferencia Episcopal, si parece útil, cuidar que sean publicados catecismos para su propio territorio, previa la confirmación de la Sede Apostólica."




b.      La creación de una oficina catequística

El Papa Pío XI[14], y años más tarde la Congregación del Concilio[15], encareció que, en donde fuera posible, se estableciera una Oficina diocesana dedicada a la labor catequística. Luego el Directorio de 1971 (n. 127) la consideró “necesaria”, e indicó lo mismo en relación con la Oficina “nacional”. Durante el proceso de revisión del CIC, en el Esquema de 1977 se prescribía la diocesana, y en el de 1980 se decía lo que actualmente señala el CIC. En la Plenaria, uno de los Padres pidió que se dijera expresamente que la Oficina nacional tuviera en las Oficinas diocesanas una ayuda, y que se describiera expresamente esa ayuda. La respuesta de la Secretaría fue que era suficiente lo que se dice al final del c. 775 § 3.



El nuevo DC2020 confirmó también esta actividad de las "Conferencias de Obispos con sus respectivas Comisiones para la catequesis, para compartir y elaborar un esperado proyecto nacional que apoye el camino de cada diócesis (cf. n. 413)".


3.      La actividad del párroco


C. 776

En continuidad con la norma del c. 528 § 1 (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/01/l.html) en el c. se establece un principio que bien pudiera denominarse general: el párroco “debe cuidar de la formación catequética de los niños, de los jóvenes, de los adultos” “en virtud de su oficio”. Hubiera podido decirse brevemente: “de todos”, pero el legislador quiso ser enfático y enumerar los sujetos destinatarios de su acción.

El antiguo c. 1332* prescribía que el párroco, en los domingos y demás fiestas de precepto, debía explicar el catecismo a los adultos. Por tanto, el párroco tenía dos obligaciones que cumplir: predicar la homilía, por lo menos en la misa más participada, y explicar el catecismo a los adultos. Esto se podía hacer en las parroquias rurales; pero en la actualidad, debido al cambio extensivo de las circunstancias, se hace difícil su cumplimiento. El c. actual no hace especial mención de esa prescripción, pero, por supuesto, deja la actividad a la iniciativa del párroco y a la promoción de su espíritu misional.

El Concilio, por su parte – como se vio oportunamente –, realizó algunas reflexiones sobre el ministerio presbiteral y orientó la actualización de su disciplina como marco para una renovada actividad catequística. En LG 28 leemos:

“Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo (cf. Jn 10,36), ha hecho partícipes de su consagración y de su misión, por medio de sus Apóstoles, a los sucesores de éstos, es decir, a los Obispos [98], los cuales han encomendado legítimamente el oficio de su ministerio, en distinto grado, a diversos sujetos en la Iglesia. Así, el ministerio eclesiástico, de institución divina, es ejercido en diversos órdenes por aquellos que ya desde antiguo vienen llamándose Obispos, presbíteros y diáconos [99]. Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y dependen de los Obispos en el ejercicio de su potestad, están, sin embargo, unidos con ellos en el honor del sacerdocio[100] y, en virtud del sacramento del orden [101], han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento [102], a imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (cf. Hb 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para predicar el Evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino. Participando, en el grado propio de su ministerio, del oficio del único Mediador, Cristo (cf. 1 Tm 2,5), anuncian a todos la divina palabra. Pero su oficio sagrado lo ejercen, sobre todo, en el culto o asamblea eucarística, donde, obrando en nombre de Cristo [103] y proclamando su misterio, unen las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza y representan y aplican [104] en el sacrificio de la Misa, hasta la venida del Señor (cf. 1 Co 11,26), el único sacrificio del Nuevo Testamento, a saber: el de Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre, una vez por todas, como hostia inmaculada (cf. Hb 9,11-28). Para con los fieles arrepentidos o enfermos desempeñan principalmente el ministerio de la reconciliación y del alivio, y presentan a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fieles (cf. Hb 5,1-13). Ejerciendo, en la medida de su autoridad, el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza [105], reúnen la familia de Dios como una fraternidad, animada con espíritu de unidad [106], y la conducen a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu. En medio de la grey le adoran en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,24). Se afanan, finalmente, en la palabra y en la enseñanza (cf. 1 Tm 5,17), creyendo aquello que leen cuando meditan la ley del Señor, enseñando aquello que creen, imitando lo que enseñan [107].
Los presbíteros, próvidos cooperadores del Orden episcopal [108] y ayuda e instrumento suyo, llamados para servir al Pueblo de Dios, forman, junto con su Obispo, un solo presbiterio [109], dedicado a diversas ocupaciones. En cada una de las congregaciones locales de fieles representan al Obispo, con el que están confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y la ejercen en el diario trabajo. Ellos, bajo la autoridad del Obispo, santifican y rigen la porción de la grey del Señor a ellos encomendada, hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal y prestan eficaz ayuda en la edificación de todo el Cuerpo de Cristo (cf. Ef 4,12), Preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios, procuren cooperar en el trabajo pastoral de toda la diócesis e incluso de toda la Iglesia. Por esta participación en el sacerdocio y en la misión, los presbíteros reconozcan verdaderamente al Obispo como a padre suyo y obedézcanle reverentemente. El Obispo, por su parte, considere a los sacerdotes, sus cooperadores, como hijos y amigos, a la manera en que Cristo a sus discípulos no los llama ya siervos, sino amigos (cf. Jn 15,15). Todos los sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, están, pues, adscritos al Cuerpo episcopal, por razón del orden y del ministerio, y sirven al bien de toda la Iglesia según vocación y gracia de cada cual.
En virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión, todos los presbíteros se unen entre sí en íntima fraternidad, que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la comunión de vida, de trabajo y de caridad.
Respecto de los fieles, a quienes han engendrado espiritualmente por el bautismo y la doctrina (cf. 1 Co 4,15; 1 P 1,23), tengan la solicitud de padres en Cristo. Haciéndose de buena gana modelos de la grey (cf. 1 P 5,3), gobiernen y sirvan a su comunidad local de tal manera, que ésta merezca ser llamada con el nombre que es gala del único y total Pueblo de Dios, es decir, Iglesia de Dios (cf. 1 Co 1,2; 2 Co 1,1 y passim). Acuérdense de que, con su conducta de cada día y con su solicitud, deben mostrar a los fieles e infieles, a los católicos y no católicos, la imagen del verdadero ministerio sacerdotal y pastoral, y de que están obligados a dar a todos el testimonio de verdad y de vida, y de que, como buenos pastores, han de buscar también a aquellos (cf. Lc 15,4- 7) que, bautizados en la Iglesia católica, abandonaron la práctica de los sacramentos o incluso han perdido la fe.
Como el mundo entero cada día tiende más a la unidad civil, económica y social, conviene tanto más que los sacerdotes, uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la guía de los Obispos y del Sumo Pontífice, eviten toda causa de dispersión, para que todo el género humano venga a la unidad de la familia de Dios.”

El Papa san Juan Pablo II, por su parte, en CT 67 escribió sobre la parroquia, como lugar singular y “privilegiado” de la actividad catequística:

“Quiero evocar ahora el marco concreto en que actúan habitualmente todos estos catequistas, volviendo todavía de manera más sintética sobre los «lugares» de la catequesis, algunos de los cuales han sido ya evocados en el capítulo VI: parroquia, familia, escuela y movimiento.
Aunque es verdad que se puede catequizar en todas partes, quiero subrayar —conforme al deseo de muchísimos Obispos— que la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar privilegiado. Ciertamente, en muchos países, la parroquia ha sido como sacudida por el fenómeno de la urbanización. Algunos quizás han aceptado demasiado fácilmente que la parroquia sea considerada como sobrepasada, si no destinada a la desaparición en beneficio de pequeñas comunidades más adaptadas y más eficaces. Quiérase o no, la parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes. El realismo y la cordura piden pues continuar dando a la parroquia, si es necesario, estructuras más adecuadas y sobre todo un nuevo impulso gracias a la integración creciente de miembros cualificados, responsables y generosos. Dicho esto, y teniendo en cuenta la necesaria diversidad de lugares de catequesis, en la misma parroquia, en las familias que acogen a niños o adolescentes, en las capellanías de las escuelas estatales, en las instituciones escolares católicas, en los movimientos de apostolado que conservan unos tiempos catequéticos, en centros abiertos a todos los jóvenes, en fines de semana de formación espiritual, etc., es muy conveniente que todos estos canales catequéticos converjan realmente hacia una misma confesión de fe, hacia una misma pertenencia a la Iglesia, hacia unos compromisos en la sociedad vividos en el mismo espíritu evangélico: «... un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre...»[116]. Por esto, toda parroquia importante y toda agrupación de parroquias numéricamente más reducidas tienen el grave deber de formar responsables totalmente entregados a la animación catequética —sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares—, de prever el equipamiento necesario para una catequesis bajo todos sus aspectos, de multiplicar y adaptar los lugares de catequesis en la medida que sea posible y útil, de velar por la cualidad de la formación religiosa y por la integración de distintos grupos en el cuerpo eclesial.
En una palabra, sin monopolizar y sin uniformar, la parroquia sigue siendo, como he dicho, el lugar privilegiado de la catequesis. Ella debe encontrar su vocación, el ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los bautizados y los confirmados toman conciencia de ser pueblo de Dios. Allí, el pan de la buena doctrina y el pan de la Eucaristía son repartidos en abundancia en el marco de un solo acto de culto[117]; desde allí son enviados cada día a su misión apostólica en todas las obras de la vida del mundo.”

Al párroco, pues, le corresponde una diferenciada y concreta actividad catequística. No es fácil llegar a todos, en sus momentos propios y particulares, en los lugares y tiempos adecuados. Por eso, para cumplir esta misión, debe hacerse ayudar:

  • · Por los clérigos adscritos a la parroquia. El c. 1333* señalaba ello, sin embargo, no sólo de los adscritos, que, por supuesto, tenían mayor obligación por razón de su adscripción, sino también de los clérigos que sólo o simplemente “se encontraran en ella”, y se entendía que entre estos se debían tener en cuenta los seminaristas (los que ya habían recibido la tonsura);
  • · Por los miembros de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica. Se ha destacado este campo de su actividad (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2019/03/l_18.html) a la que el c. 1334* ya llamaba incluso a los “religiosos exentos”, ,, pero a la que CD 35,1° volvió a urgir:
“Los religiosos reverencien siempre con devota delicadeza a los Obispos, como sucesores de los Apóstoles. Además, siempre que sean legítimamente llamados a las obras de apostolado, deben cumplir su encomienda de forma que sean auxiliares dispuestos y subordinados a los Obispos. Más aún, los religiosos deben secundar pronta y fielmente los ruegos y los deseos de los Obispos, para recibir cometidos más amplios en relación al ministerio de la salvación humana, salvo el carácter del Instituto y conforme a las constituciones, que, si es necesario, han de acomodarse a este fin, teniendo en cuanta los principios de este decreto del Concilio.
Sobre todo, atendiendo a las necesidades urgentes de las almas y la escasez del clero diocesano, los Institutos religiosos no dedicados a la mera contemplación pueden ser llamados por el Obispo para que ayuden en los varios ministerios pastorales, teniendo en cuenta, sin embargo, la índole propia de cada Instituto. Para prestar esta ayuda, los superiores han de estar dispuestos, según sus posibilidades, para recibir también el encargo parroquial, incluso temporalmente”;

  • ·         Por los laicos, especialmente por los catequistas. La ayuda de los laicos en la catequesis, que recogía el c. 1333*, ya había sido reclamada por los Papas: san Pío V, el 6 de octubre de 1571, y luego, Benedicto XIV, el 7 de febrero de 1742 habían expresado la importancia de los seglares como auxiliares del párroco, una costumbre que ha calado bien en las comunidades hasta el día de hoy.


A todos ellos les pide, pues, el c. 774 § 1, que se sientan convocados a ayudar en la catequesis, o, como dice el c. 776, no rehúsen participar en esta actividad. Más adelante volveremos sobre este particular.

También al respecto el nuevo DC2020 se refirió, pues

"Los más directamente implicados en el uso del Directorio, sin embargo, siguen siendo los sacerdotes, los diáconos, las personas consagradas, y los millones de catequistas que diariamente ofrecen con gratuidad, fatiga y esperanza su ministerio en las diferentes comunidades. La dedicación con la que trabajan, sobre todo en un momento de transición cultural como éste, es el signo tangible de cómo el encuentro con el Señor puede transformar a un catequista en un genuino evangelizador."



C. 777

Además del principio general ya señalado, este c. determina en particular lo que el párroco debe llevar a cabo en relación con la actividad catequística “siguiendo con atención las normas del Obispo diocesano”. Es un reto al espíritu de iniciativa del párroco:


1°) En relación con la catequesis sacramental: 

Los sacramentos sostienen la vida cristiana. El c. refiere implícitamente a las normas de los cc.

·         840: los efectos de los sacramentos;
·         843 §§ 1- 2: no se les pueden negar a quienes los pidan oportunamente, estén rectamente dispuestos y se encuentren debidamente preparados: cada sacramento tiene sus propias disposiciones en relación con la debida preparación de quienes van a recibirlos;
·         528 § 2: como se dijo, siguiendo a CT 23, el c. especifica esta obligación del párroco en relación con la preparación sacramental:

“La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos y sobre todo en la eucaristía donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres.
En la Iglesia primitiva, catecumenado e iniciación a los sacramentos del bautismo y de la eucaristía, se identificaban. Aunque en este campo haya cambiado la práctica de la Iglesia, en los antiguos países cristianos, el catecumenado jamás ha sido abolido; conoce allí una renovación[54] y se practica abundantemente en las jóvenes Iglesias misioneras. De todos modos, la catequesis está siempre en relación con los sacramentos. Por una parte, una forma eminente de catequesis es la que prepara a los sacramentos, y toda catequesis conduce necesariamente a los sacramentos de la fe. Por otra parte, la práctica auténtica de los sacramentos tiene forzosamente un aspecto catequético. En otras palabras, la vida sacramental se empobrece y se convierte muy pronto en ritualismo vacío, si no se funda en un conocimiento serio del significado de los sacramentos y la catequesis se intelectualiza, si no cobra vida en la práctica sacramental.”

Se debe tener organizada una catequesis que prepare para la celebración de todos los sacramentos, para toda la parroquia, a todos los niveles.

Sobre el DC2020 se señala a este respecto:
"Otra novedad del Directorio es el vínculo entre la evangelización y el catecumenado en sus diversas acepciones (cf. n.62). Es urgente llevar a cabo una “conversión pastoral” para liberar a la catequesis de ciertos lazos que le impiden ser eficaz. El primero se puede identificar con el esquema de la escuela, según el cual la catequesis de la iniciación cristiana se vive sobre el paradigma de la escuela. El catequista sustituye al maestro, el aula de la escuela se sustituye por la del catecismo, el calendario escolar es idéntico al de la catequesis... El segundo es la mentalidad según la cual la catequesis se hace para recibir un sacramento. Es obvio que una vez terminada la Iniciación, se crea un vacío para la catequesis. El tercero es la instrumentalización del sacramento por parte de la pastoral, de modo que los tiempos de la Confirmación se establecen por la estrategia pastoral de no perder el pequeño rebaño de jóvenes que queda en la parroquia y no por el significado que el sacramento posee en sí mismo en la economía de la vida cristiana."
En contraposición con estas percepciones o con estas prácticas, se sugiere por el contrario:
"El Papa Francisco escribió que “Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas. En esta línea, todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús… Entonces se vuelve necesario que la formación en la via pulchritudinis esté inserta en la transmisión de la fe (EG 167). Una nota de particular valor innovador para la catequesis puede expresarse por la vía de la belleza sobre todo para permitir conocer el gran patrimonio de arte, literatura y música que posee cada Iglesia local. En este sentido, es comprensible que el Directorio haya colocado el camino de la belleza como una de las “fuentes” de la catequesis (cf. nn. 106-109)."




2°) La preparación de la primera confesión y de la primera comunión:

La disposición del c. ha de comprenderse en relación con los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo (penitencia), confirmación, comunión.

El c. dispone que esta preparación se efectúe “mediante una catequesis impartida durante el tiempo que sea conveniente”.

En el antiguo c. 1330* se exigía al párroco que en determinadas épocas, todos los años, realizara esta preparación, y se sugería especialmente el tiempo de cuaresma. Hoy, el c. deja al párroco para que determine el tiempo y la ocasión oportuna.

Por determinación del Papa san Pío X[16], la Congregación sobre los Sacramentos en 1910 (DS 3535/2143) reprobó la costumbre que se estaba estableciendo de no admitir a la confesión, o de no absolver a los niños que ya habían llegado a la edad del uso de razón (art. VII). Recordaba también que se trata de introducirlos en el cumplimiento de la obligación anual que la Iglesia prescribe[17] y que la norma se refiere tanto a la comunión como a la confesión; y que la comunión ha de hacerse “al menos” por pascua[18].

Años después, en el Directorio Catequístico General de 1971 la Congregación del Clero estableció que las Conferencias de los Obispos fueran concordes en sus disposiciones con lo que la misma Congregación determinaba en materia de experimentaciones. En efecto, para ese momento, en algunas partes, se estaba permitiendo que los niños no se acercaran al sacramento de la penitencia antes de participar por primera vez en la eucaristía, para lo cual se alegaba que no se debía impresionar mal a los niños con la solemnidad de ese sacramento, así como se argumentaba la dificultad que los niños tendrían para comprender la actitud penitencial que debe tener quien se acerca al mismo sacramento.

Se trataba de argumentos de tipo racional, no teológico, como que los niños, a su edad, son psicológicamente incapaces de cometer pecado mortal: ¿es posible que un acto humano, con lo débil que es la persona humana, pueda decidir de toda la eternidad? Parece inconcebible. Es que el pecado pertenece al misterio de la redención. Si Cristo, Hijo de Dios, dio su vida para redimirnos, el pecado debe ser algo serio. Pero si uno se queda en un nivel racional, no se entiende. Como tampoco se entiende el infierno, aunque santo Tomás de Aquino demostró la existencia eterna del infierno, porque si el pecado tiene una dimensión cuasi-infinita por ser contra Dios infinito, la pena tiene que ser cuasi-infinita, o sea que no tendrá fin nunca, aunque tuvo comienzo. Cuando uno piensa en la bondad de Dios, que condene a sus creaturas para toda la eternidad, no se entiende. Sin embargo, el infierno eterno es dogma de fe. El pecado pertenece a este misterio que no se entiende con la sola razón, y no se puede argüir sólo con pura Psicología. De hecho, los santos comprendían y admitían que los niños pudieran pecar gravemente. San Alfonso María de Ligorio, que no era un teórico de laboratorio sino que tenía mucha experiencia pastoral, admitía el pecado mortal de los niños.

En cuanto a que la confesión traumatiza a los niños, podrá ser, si el confesor es un ogro…[19]

Así, el 24 de mayo de 1973 las Congregaciones para el Clero y para la Disciplina de los Sacramentos emitieron una Declaración[20] mediante la cual prescribían que debían cesar los experimentos que se estaban realizando en diversos lugares en este campo – experimentos que habían sido permitidos a las Conferencias de los Obispos (en diálogo con la Sede Apostólica) por parte del mencionado Directorio –.

Las dos Congregaciones, al responder una consulta el 20 de mayo de 1977[21], estimaron que en aquellos lugares en los que se había establecido la práctica general de posponer la confesión a la primera comunión, no es lícito que se conserve, y que por el contrario, se ha de obrar de modo que se vuelva al espíritu que tenía el Decreto Quam singulari en relación con esta disciplina.




3°) El párroco deberá procurar que, después de la primera comunión, los fieles tengan una catequesis o una formación más abundante y más profunda. A ello aludía el c. 1331*.

El punto pone un problema pastoral muy grande a todos los párrocos, porque, hecha la primera comunión, desaparecen los niños.

Es una razón para que se permita que la edad de la confirmación pueda retrasarse, para ver si vuelven otra vez. Es un problema grave y no sólo para los niños de las periferias de las ciudades, sino también para los intelectuales, para los que van a la universidad. ¿Podría una persona mayor salir por la calle con el traje con el que hizo la primera comunión? Claro está que haría el ridículo, porque como ha crecido tanto, rompería el trajecito de primera comunión. Pero así salen por la calle, religiosamente hablando, personas muy bien formadas en la universidad, porque religiosamente no han seguido la formación; se quedaron con el traje de primera comunión. Tienen una formación adecuada a una mentalidad infantil y esa no resiste todo lo que están estudiando en la universidad. ¿Es de admirar si pierden la fe? Hay que formarlos después[22].


4°) Que la instrucción catequética de las personas en situación de discapacidad física, psíquica o mental sea preocupación muy importante en la actividad del párroco.


Además de CT 41[23], el Directorio General para la Catequesis (1998) describía así este campo de acción pastoral que, por supuesto, ha de ser realmente incluyente, es decir, no causante de mayor marginalización, ni limitante:
“189. Toda comunidad cristiana considera como predilectos del Señor a aquellos que, particularmente entre los más pequeños, sufren alguna deficiencia física o mental u otra forma de privación. Actualmente, a causa de una mayor conciencia social y eclesial, y también debido a los innegables progresos de la pedagogía especial, se ha conseguido que la familia y otros ámbitos educativos puedan ofrecer hoy a estas personas una catequesis apropiada, a la que por otra parte tienen derecho como bautizados, y si no están bautizados, como llamados a la salvación. El amor del Padre hacia sus hijos más débiles y la continua presencia de Jesús con su Espíritu dan fe de que toda persona, por limitada que sea, es capaz de crecer en santidad.
La educación de la fe, que corresponde ante todo a la familia, requiere itinerarios adecuados y personalizados, tiene en cuenta las aportaciones de las ciencias pedagógicas y ha de llevarse a cabo en el contexto de una educación global de la persona. Por otra parte, se debe evitar el riesgo de que esta catequesis tan especializada acabe situándose al margen de la pastoral comunitaria. Para que eso no ocurra, es necesario que la comunidad se interese y se comprometa de modo permanente con esta tarea. Las características peculiares de esta catequesis, exigen de parte de los catequistas una preparación específica, y hacen que su servicio sea aún más meritorio” (n. 189).

El párroco no será capaz, seguramente, de instruirlos por sí mismo, porque no tiene la técnica necesaria para hacerse entender de algunas de las personas que se encuentran en tal condición. Busque, entonces, personas técnicas, quizás a los padres mismos. Por fuerza de las cosas ellos han tenido que desarrollar un sexto sentido para educar a sus hijos. Ellos podrán ser los mejores catequistas de otros niños o de adultos que se encuentran en situaciones similares.

NdE

Invitamos a consultar las directrices que se ofrecen al respecto en el nuevo Directorio para la Catequesis 2020 (nn. 269-272) en la nt final [iii].





5°) Por último, mediante la catequesis, empeño del párroco, se obtendrá que la fe de los jóvenes y de los adultos se fortalezca, se ilustre y se desarrolle. El Concilio así lo quería, como lo manifestó en CD 14.a:

“Vigilen atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescentes, jóvenes e incluso a los adultos la instrucción catequética, que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa en los hombres y que se enseñe con el orden debido y método conveniente, no sólo con respecto a la materia que se explica, sino también a la índole, facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la Sagrada Escritura, Tradición, Liturgia, Magisterio y vida de la Iglesia.”

Luego, en CT 43, el Papa san Juan Pablo II llamó la atención sobre el punto:
“Continuando la serie de destinatarios de la catequesis, no puedo menos de poner de relieve ahora una de las preocupaciones más constantes de los Padres del Sínodo, impuesta con vigor y con urgencia por las experiencias que se están dando en el mundo entero: se trata del problema central de la catequesis de los adultos. Esta es la forma principal de la catequesis porque está dirigida a las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada[90]. La comunidad cristiana no podría hacer una catequesis permanente sin la participación directa y experimentada de los adultos, bien sean ellos destinatarios o promotores de la actividad catequética. El mundo en que los jóvenes están llamados a vivir y dar testimonio de la fe que la catequesis quiere ahondar y afianzar, está gobernado por los adultos: la fe de éstos debería igualmente ser iluminada, estimulada o renovada sin cesar con el fin de penetrar las realidades temporales de las que ellos son responsables. Así pues, para que sea eficaz, la catequesis ha de ser permanente y sería ciertamente vana si se detuviera precisamente en el umbral de la edad madura puesto que, si bien ciertamente de otra forma, se revela no menos necesaria para los adultos.”
Finalmente, el Directorio General para la Catequesis (1998) enfatizó:

“212. El proceso de inculturación realizado por la catequesis está llamado a confrontarse continuamente con múltiples y diferentes situaciones concretas. Entre las más relevantes y frecuentes se pueden señalar: […] Por fin, se deberá tener presente las tendencias culturalmente significativas del propio lugar, representadas por ciertos grupos sociales y profesionales, como los hombres de ciencia y de cultura, el mundo obrero, los jóvenes, los marginados, los extranjeros, los discapacitados...”
Y en otro lugar (n. 227b), afirmó:

“Por ello es preciso que la comunidad cristiana preste una atención especialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la legislación civil no permite o hace difícil una libre educación en la fe.(87) En estos casos, la « iglesia doméstica »(88) es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.”
Como se ve, la responsabilidad del párroco es muy grande en relación con la catequesis, un verdadero desafío a su iniciativa y espíritu pastoral.



4.      La actividad catequística de los religiosos y de los miembros de los Institutos seculares y de las Sociedades de vida apostólica


C. 778

Se trata de la actividad de los religiosos y religiosas y de los miembros de las Sociedades de vida apostólica en sus colegios, iglesias y obras propios, no de la cooperación con el párroco que se señala en el c. 776.

Lo que en el c. 1334* del CIC17 se dejaba a juicio del Ordinario del lugar, ahora el c. lo impone a los Superiores, a fin de que den esa instrucción catequética en las obras, escuelas y templos que son de su propiedad o que les han sido encomendados. Fuera de estos lugares, debería llegarse a acuerdos locales para ver cómo ellos podrían participar en la actividad catequística.

En la Plenaria de la Comisión de Revisión del CIC17 uno de los Padres pidió que en el c. se dijera expresamente que enseñaran con mandato del Obispo. La Secretaría no aceptó la sugerencia ya que en el c. 804 § 1 se dispone que la educación católica que se dé en cualquier escuela debe estar siempre bajo la vigilancia de la autoridad de la Iglesia, y en el § 2 se ordena que los Ordinarios sean solícitos para escoger maestros idóneos para la enseñanza de la religión. Además, se dispone en el c. 805 que el Ordinario del lugar tiene el derecho de nombrar y de aprobar los maestros de religión.



5.      La formación de los catequistas


C. 780

Esta formación es realmente necesaria. No basta cualquier preparación, ni la simple devoción de un fiel, para ser catequista. Este c. es muy importante en la práctica, porque los catequistas requieren una excelente formación doctrinal y simultáneamente pedagógica. Múltiples veces se lo recuerda y los documentos conciliares, así como los pontificios y dicasteriales, lo han urgido:

En el decreto CD 14b encontramos:

“Procuren, además, que los catequistas se preparen debidamente para la enseñanza, de suerte que conozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas.”
En el decreto AG 17b igualmente se lee:

“En nuestros días, el oficio de los catequistas tiene una importancia extraordinaria porque resultan escasos los clérigos para evangelizar tantas multitudes y para ejercer el ministerio pastoral. Su educación, por consiguiente debe efectuarse y acomodarse al progreso cultural de tal forma que puedan desarrollar lo mejor posible su cometido agravado con nuevas y mayores obligaciones, como cooperadores eficaces del orden sacerdotal.
Multiplíquense, pues, las escuelas diocesanas y regionales en que los futuros catequistas estudien la doctrina católica, sobre todo en su aspecto bíblico y litúrgico, y el método catequético, con la práctica pastoral, y se formen en la moral cristiana, procurando practicar sin cesar la piedad y la santidad de vida.”

En la exhortación apostólica CT 71 el Papa san Juan Pablo II escribió:

“Esta contribución de los seglares, por la cual hemos de estar reconocidos al Señor, constituye al mismo tiempo un reto a nuestra responsabilidad de Pastores. En efecto, esos catequistas seglares deben recibir una formación esmerada para lo que es, si no un ministerio formalmente instituido, si al menos una función de altísimo relieve en la Iglesia. Ahora bien, esa formación nos invita a organizar Centros e Institutos idóneos, sobre los que los Obispos mantendrán una atención constante. Es un campo en el que una colaboración diocesana, interdiocesana e incluso nacional se revela fecunda y fructuosa. Aquí, igualmente, es donde podrá manifestar su mayor eficacia la ayuda material ofrecida por las Iglesias más acomodadas a sus hermanas más pobres. En efecto, ¿es que puede una Iglesia hacer en favor de otra algo mejor que ayudarla a crecer por sí misma como Iglesia?
A todos los que trabajan generosamente al servicio del Evangelio y a quienes he expresado aquí mis vivos alientos, quisiera recordar una consigna muy querida a mi venerado predecesor Pablo VI: «Evangelizadores: nosotros debemos ofrecer... la imagen... de hombres adultos en la fe, capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la evangelización está ciertamente vinculada al testimonio de unidad dado por la Iglesia. He aquí una fuente de responsabilidad, pero también de consuelo»[121].”

El (Directorio General para la Catequesis) en varios lugares mencionó también la importancia que tiene la formación de los laicos y laicas para esta misión. Además de dedicar a ello el “Capitulo II: La formación para el servicio de la catequesis (nn. 233-252)”, a lo largo del documento (cf. nn. 3.a; 11.a; 33; 137; 156c; 158.a; 173; 176c; 271cd; 279bd; 282b) dedicó espacios para examinar el argumento desde otros diversos ángulos. Seleccionamos algunos párrafos ilustrativos:

“213. Las Iglesias particulares tienen una competencia propia en la inculturación, y se refiere a todos los ámbitos de la vida cristiana. La catequesis es un aspecto y sector en esta tarea. Precisamente por la propia naturaleza de la inculturación, que tiene lugar en situaciones concretas y específicas, la « legítima atención a las Iglesias particulares no puede menos de enriquecer a la Iglesia. Es indispensable y urgente ».(42)
A tal fin, de modo oportuno y un poco por todas partes, las distintas Conferencias Episcopales van elaborando Directorios de catequesis (e instrumentos análogos), catecismos, materiales catequéticos, y establecen centros de estudio y escuelas de formación. A la luz de cuanto se expone en el presente Directorio, es preciso hacer una revisión y una puesta al día de estas orientaciones y directrices locales, estimulando la colaboración de los centros de estudio, recogiendo las experiencia de los catequistas y favoreciendo la participación del pueblo de Dios.”

“216. La formación de los catequistas, analizada en el segundo capítulo, es elemento decisivo en la acción catequizadora. Si es importante dotar a la catequesis de buenos instrumentos de trabajo, más importante es aún preparar buenos catequistas.”

“219. d) Para que el ministerio catequético en una Diócesis sea fructífero, necesita contar con otros agentes, no necesariamente catequistas directos, que apoyen y respalden la actividad catequética realizando tareas que son imprescindibles, como: la formación de catequistas, la elaboración de materiales, la reflexión, la organización y planificación. Estos agentes, junto con los catequistas, están al servicio de un único ministerio catequético diocesano, aunque no todos realicen las mismas funciones, ni por el mismo título.”

“225. Más en concreto, destacan como tareas propias del presbítero en la catequesis, y particularmente del párroco, las siguientes:(78) […] fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos”.

“261c. La catequesis es siempre una dimensión fundamental en la formación de todo laico. Por eso, estas asociaciones y movimientos tienen ordinariamente « unos tiempos catequéticos ». (190) La catequesis, en efecto, no es una alternativa a la formación cristiana que en ellos se imparte sino una dimensión esencial de la misma.”

Se entiende, entonces, por qué en el c. 231 § 1 se urge a los laicos a fin de que adquieran una formación doctrinal y pedagógica que los capacite para desempeñarse en este ámbito particular (http://teologocanonista2016.blogspot.com/2018/02/l_27.html).



NdE

El Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización ha querido ofrecer unas ayudas teológico-pastorales a la formación de los catequistas mediante una colección de libros: Un catecismo para nuestro tiempo, El catequista, testigo de la fe, El sacerdote, misionero de la misericordia, Catequesis y personas con discapacidades.  
Mayores informaciones se encuentran en:
 https://www.edizionisanpaolo.it/catalogo/categorie/strumenti-pastorali/scintilla-nova.aspx


NdE

El S. P. Francisco, mediante el m. p. Antiquum ministerium del 10 de mayo de 2011, estableció para la Iglesia universal la existencia del "ministerio del catequista" con condiciones de laicalidad, estabilidad y organicidad tanto jerárquica como en orden a la evangelización para ser ejercido en el ámbito de la Iglesia local. Véase en el Apéndice el texto completo del m. p. No consideró oportuno, por el momento, sin embargo, introducir esta novedad en el CIC (ni el en CICO). 




6.      Medios para la catequesis


C. 779

1.      La catequesis debe darse con todos los medios que, mirados en sí mismos, se consideren más eficaces y aptos, inclusive los de comunicación social.

Por esto es muy importante la erección de institutos dedicados a la formación de los catequistas. El c. 821 llamará nuevamente la atención sobre este punto.

2.      El empleo de estos medios debe hacerse, sin embargo, en la consideración de los destinatarios de la catequesis, es decir, debe ser una utilización “acomodada” a los catequizandos.

Así lo han urgido los documentos que tratan el asunto:

En CD 14.a encontramos esta reflexión para los Obispos:

“Vigilen atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescentes, jóvenes e incluso a los adultos la instrucción catequética, que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa en los hombres y que se enseñe con el orden debido y método conveniente, no sólo con respecto a la materia que se explica, sino también a la índole, facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la Sagrada Escritura, Tradición, Liturgia, Magisterio y vida de la Iglesia.”
También sobre ello insistió la CT 31:

“De ahí esta segunda observación: es posible que en la situación actual de la catequesis, razones de método o de pedagogía aconsejen organizar la comunicación de las riquezas del contenido de la catequesis de un modo más bien que de otro. Por lo demás, la integridad no dispensa del equilibrio ni del carácter orgánico y jerarquizado, gracias a los cuales se dará a las verdades que se enseñan, a las normas que se transmiten y a los caminos de la vida cristiana que se indican, la importancia respectiva que les corresponden. También puede suceder que determinado lenguaje se demuestre preferible para transmitir este contenido a determinada persona o grupo de personas. La elección sería válida en la medida en que no dependa de teorías o prejuicios más o menos subjetivos y marcados por una cierta ideología, sino que esté inspirada por el humilde afán de ajustarse mejor a un contenido que debe permanecer intacto. El método y el lenguaje utilizados deben seguir siendo verdaderamente instrumentos para comunicar la totalidad y no una parte de las «palabras de vida eterna»[80] o del «camino de la vida»[81].”
El c. 821, por su parte, recogió estas recomendaciones[24].



Escolio


Como se ha podido ver, en ninguna parte del capítulo se hace mención de la misión canónica para la catequesis[25], como tampoco de alguna facultad en este sentido. Pero ha de tenerse en cuenta que en la catequesis se ejercita una “función” del “ministerio de la Palabra”.

Durante el proceso de revisión del código canónico, en el Esquema de 1977, al indicar el c. que estamos tratando, se decía: “a ninguno es lícito anunciar la palabra de Dios si no recibe mandato por parte del Superior o por facultad anexa a una función u oficio”.

En el Esquema de 1980 se omitió ese c., y en su lugar se colocó el actual c. 779 como ha sido enunciado.

Con ello, a nuestro parecer, surge una doble dificultad:

En primer término, para la catequesis parece que se requiere misión o facultad, ya que, como dijimos, la catequesis también es parte del ministerium Verbi.

En segundo lugar, se decía que para los padres de familia, ya que dan la vida a sus hijos, no se requiere misión o facultad alguna para ser los primeros catequistas de sus hijos.

Nos parece que esta enseñanza de la catequesis por parte de los padres de familia no es una actividad suya privada, por tanto también requieren esa misión o facultad como la requieren todos los que enseñan en la Iglesia y en nombre de la Iglesia, y para que los padres enseñen en comunión con esta Iglesia.

En su viaje a Honduras, el S. P. san Juan Pablo II, el 8 de marzo de 1983[26] habló de la “misión que se les da a los catequistas” en calidad de “ministerio de cooperación con los Obispos y con el Papa” (n. 1). Se refirió también a una delegación por los Obispos para que actúen no en nombre propio sino de la Iglesia, como cooperadores del Obispo y actúen en lugar de los sacerdotes y de los diáconos, una vez ha sido aceptada la misión (n.3). En tal condición, ellos son “delegados de la Palabra”.

El Papa volvió sobre el mismo tema en CT diciendo que esta función (n. 71) de los padres de familia es una “responsabilidad” (n. 16), un “ministerio” (n. 13; 45c y, sobre todo, 68b).

Para responder a esta necesidad de claridad, y, sobre todo, para reconocerle debidamente su importancia a este ministerio en las comunidades, sean estas parroquiales o locales o en la gran comunidad universal, el S. P. Francisco ha instiuido, como se ha dicho, un nuevo ministerio permanente, el del catequista, dotado no sólo de un rito propio de "creación", sino, en los términos del m. p., dotado de la correspondiente misión y facultad para ejercerlo.  



Apéndice 1


NdE


1°) En mi concepto, para que los hijos - en realidad, considero, para que cualquier persona - lleguen (no sólo a recibir la vida biológica sino a ser "educados" en todas sus dimensiones: bio-fisio-psico-socio-político-culturales) hasta el ámbito de la oración cristiana (invocación personal, comunitaria, litúrgica: típica de la Iglesia doméstica en la Iglesia diocesana y en la Iglesia universal), se requiere previamente la existencia de la fe cristiana en ellos. Pero, para que en ellos se suscite la fe en Dios revelado en Jesucristo, se necesita que los hijos hayan oído hablar de Él. Y, para que puedan oír hablar de Él, es necesario que no sólo implícita sino explícitamente los padres - y la comunidad en la que ellos se insertan - Lo hayan predicado a ellos. Y, como explicaba san Pablo (Rm 10,14-15). para que puedan predicarlo es menester que antes ellos hayan sido "enviados": ¿Por quién? ¿Por qué medio? ¿Cuándo? ¿Dónde? Indudablemente, por la Iglesia (no sólo en los sacramentos de iniciación, sino, particularmente en el sacramento del matrimonio, pero, también, sin duda, por la acción ministerial jerárquica que la congrega con su gobierno), la cual, a su vez, ha sido enviada por iniciativa del Padre, según el mandato del Señor Jesús y actualizada y vivificada con la gracia de Espíritu. Y no por uno solo de estos caminos, excluyendo u oponiendo los otros. ¡Compleja manera de expresarse y de traducirse en este punto el misterio: de la Iglesia, de la gracia! 



2°) Dada la amplitud de experiencias que se había suscitado a raíz del Concilio Vaticano II en materia catequística y la autonomía que se había asumido por parte de Conferencias de Obispos, de Obispos en particular, e, inclusive, de teólogos y pastoralistas dedicados a dicha materia - con muy desiguales resultados - las posibilidades de un caos, sobre todo en materia doctrinal, podía sobrevenir. Entonces, así como ocurrió que el Concilio de Trento en su momento había urgido que se publicara un catecismo, pidiendo también la traducción del mismo (Sesión XXIV, "De Reformatione", c. vii, en: Alberigo, Josephus et alii (Curantibus). (1973). Conciliorum Oecumenicorum Decreta. Bologna: Istituto per le Scienze Religiose di Bologna 764), y así lo acogió el Papa san Pío V, publicando el Catecismo Romano (1566) (https://www.adelantelafe.com/wp-content/uploads/2015/12/CATECISMO-ROMANO-CONCILIO-DE-TRENTO-520p.pdf); y así como un esfuerzo similar había hecho el Papa san Pío X en 1905, quien, con el suyo efectuó un resumen del anterior; muchos Obispos y Episcopados solicitaron al S. P. san Juan Pablo II que actuara, no principalmente para evitar tales dificultades - muy ciertas, por otra parte - sino para que se tuviera un compendio de la doctrina católica, sintético, sí, pero, al mismo tiempo, "sinfónico" y actualizado a los avances que en materia de fe y de moral, y de todas las áreas teológicas y del magisterio, se habían operado a raíz del Concilio Vaticano II. 
Así lo hizo el santo Pontífice, no sin antes advertir que el que estaba promulgando "no está destinado a sustituir los catecismos locales aprobados por las autoridades eclesiásticas, los obispos diocesanos o las Conferencias episcopales, sobre todo si han recibido la aprobación de la Sede Apostólica. Está destinado a favorecer y ayudar la redacción de los nuevos catecismos de cada nación, teniendo en cuenta las diversas situaciones y culturas, pero conservando con esmero la unidad de la fe y la fidelidad a la doctrina católica" (Constitución Apostólica Fidei Depositum para la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, redactado después del Concilio Ecuménico Vaticano II, n. 4d, "Valor doctrinal del texto" (http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_19921011_fidei-depositum.html).
El Catecismo de la Iglesia Católica, después de su aparición el 12 de octubre de 1992, ha recibido algunas reformas, sin embargo, sobre todo por decisiones de los Romanos Pontífices que han ampliado, profundizado e, inclusive, corregido algunas enseñanzas actualizándolas a las exigencias del mundo y de la Iglesia. Véase el texto actualmente vigente (http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html), juntamente con la decisión del mismo S. P. san Juan Pablo II (http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/lettera-apost_sp.html) y con la decisión del S. P. Francisco en relación con él (n. 2267), trasmitida mediante un Rescripto dado al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2 de agosto de 2018) (https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/08/02/cate.html).




Apéndice 2


NdE


De acuerdo con los elementos canónicos indicados, valga la ocasión para insistir con el DC2020 también en algunos elementos que pueden ser pastoralmente sugerentes, y, en primer término, sobre el carácter mistagógico de la catequesis, que caracteriza no tanto la distribución de los contenidos de la misma, cuanto la perspectiva que se quiere aportar y desarrollar en ella:
"El Directorio se articula tocando varios temas que no hacen más que remitir al objetivo de fondo. Una primera dimensión es la mistagogía que se presenta a través de dos elementos complementarios entre sí:
  • ante todo, una renovada valorización de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana; 
  • además, la progresiva maduración del proceso formativo en el que está implicada toda la comunidad.
La mistagogia es un camino privilegiado a seguir, pero no es opcional en el itinerario catequético, permanece como un momento obligatorio porque inserta cada vez más en el misterio que se cree y se celebra. Es la conciencia de la primacía del misterio lo que lleva a la catequesis a no aislar el kerygma de su contexto natural. El anuncio de la fe es siempre anuncio del misterio del amor de Dios que se hace hombre para nuestra salvación. La respuesta no puede ser otra que la acogida del misterio de Cristo en sí mismo para que pueda arrojar luz sobre el misterio de la propia experiencia personal (cf.GS 22)."
Por su parte, S.E. Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst ha sugerido para la reflexión "algunos aspectos que son importantes para trabajar con el nuevo Directorio (DC2020) en estos tiempos":
"1.- El nuevo Directorio está muy atento a los signos de los tiempos y trata de interpretarlos a la luz del Evangelio - como dice la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et spes.
En efecto, estos son los principales desafíos de una cultura digital, el contexto de la transmisión de la fe en la familia en su composición intergeneracional.
Además, el nuevo Directorio presta gran atención a todas las cuestiones relacionadas con la crisis ecológica y, en cuanto a la catequesis, se refiere a la Encíclica Papal Laudato Si´.
En esta consideración de los signos de los tiempos, hay una orientación del Directorio que no asume una posición unilateral e indiferenciada por un lado, sino que ayuda a considerar las oportunidades y los límites de manera apropiada. Esta reflexión crea la motivación para actuar apropiadamente en un campo correspondiente de aprendizaje catequético.
2.- En este contexto, el nuevo Directorio de Catequesis da más valor al contenido de la fe. Basándose en la carta apostólica del Papa Francisco Evangelii gaudium, el kerigma no se entiende, por lo tanto, en el sentido estricto, como una fe encerrada en determinadas frases, sino como un testimonio que crea nuevos testimonios.
3.- Con referencia a la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi del año 1975 e inspirado en gran parte en el documento Evangelii gaudium, el nuevo Directorio subraya la importancia de la catequesis como parte indispensable de un proceso más amplio de evangelización. También en este sentido, el actual Directorio es a la vez continuidad e innovación.
Haciendo hincapié en las responsabilidades específicas de la catequesis - desde el obispo como primer catequista de su diócesis hasta los abuelos - la catequesis no puede ser delegada, sino que es la esencia más íntima de todas las formas y maneras de predicar la fe.
4.- Como el anterior Directorio del año 1997, el presente documento orienta el proceso de cualquier catequesis basada en el catecumenado como camino original de la iniciación cristiana. Especialmente bajo los desafíos actuales de la pastoral misionera, el catecumenado se está convirtiendo en un paradigma en contenido y estructura para enseñar e interiorizar la fe personalmente. Así es como crece la posesión de una identidad cristiana y eclesial.
5.- A partir de la Carta Apostólica Amoris laetitia, el nuevo Directorio promueve también el desarrollo de un catecumenado-matrimonio en este sentido en analogía con el proceso de iniciación, para poner de relieve la fase preparatoria del matrimonio en su significado catequético.
6.- Más que los anteriores directorios de 1971 y 1997, el actual documento subraya una idea central de la Carta Apostólica Evangelii gaudium. En ella el Papa Francisco habla expresamente de la importancia de la via pulchritudinis como punto de partida central de la evangelización en la era postmoderna. Se delinea así el entendimiento de que la belleza no debe ser malinterpretada como esteticismo, sino más bien - siguiendo los pasos del Papa Benedicto XVI - que la verdad es bella y la belleza es verdadera.
7.- La gran expectativa suscitada por el nuevo Directorio para la Catequesis - especialmente en los países anglosajones y en Europa del Sur y del Este, en los Estados Unidos y en América del Norte y del Sur, en África y Asia - muestra que la catequesis necesita el intercambio de Iglesias en el mundo. El gran empeño de muchas Iglesias locales en el desarrollo de sus propios directorios diocesanos para la catequesis adquirirá una nueva inspiración y motivación gracias al nuevo documento."

Índice general del Directorio para la Catequesis (2020)


(Edición castellana del CELAM)

PRESENTACIÓN.............................................................................................................. 1
SIGLAS ........................................................................................................................... 10 INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 12

PRIMERA PARTE........................................................................................................... 19
La Catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia.................................... 19
CAPÍTULO I ................................................................................................................... 20
LA REVELACIÓN Y SU TRANSMISIÓN..................................................................... 20
1. JESUCRISTO, REVELADOR Y REVELACIÓN DEL PADRE ....................... 20
La revelación del plan providente de Dios ................................................ 20
Jesús anuncia el Evangelio de la salvación................................................ 22
2. LA FE EN JESUCRISTO: RESPUESTA A DIOS QUE SE REVELA .......................... 23
3. LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN EN LA FE DE LA IGLESIA................... 25
Revelación y Evangelización........................................................................... 28
El proceso de la evangelización .................................................................... 29
4. LA EVANGELIZACIÓN EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO.................................... 33
Una nueva etapa evangelizadora.................................................................. 33
Evangelización de las culturas e inculturación de la fe.......................... 36
La catequesis al servicio de la nueva evangelización ............................. 39
CAPÍTULO II .................................................................................................................. 43
LA IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS ......................................................................... 43
1. NATURALEZA DE LA CATEQUESIS ............................................................................... 43 Relación íntima entre kerygma y catequesis............................................. 43
El catecumenado, fuente de inspiración para la catequesis ................. 46
2. LA CATEQUESIS EN EL PROCESO DE LA EVANGELIZACIÓN ............................... 51
Primer anuncio y catequesis .......................................................................... 51
Catequesis de iniciación cristiana ................................................................. 52
Catequesis y formación permanente a la vida cristiana ........................ 54
3. FINALIDAD DE LA CATEQUESIS................................................................................... 55
4. TAREAS DE LA CATEQUESIS........................................................................................ 57
Llevar al conocimiento de la fe ..................................................................... 58
Iniciar en la celebración del Misterio........................................................... 58
Formar en la vida en Cristo............................................................................ 59
Enseñar a orar..................................................................................................... 60
Introducir a la vida comunitaria.................................................................... 61
5. FUENTES DE LA CATEQUESIS...................................................................................... 62
La Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y en la sagrada Tradición 62
El Magisterio ....................................................................................................... 64
La liturgia ............................................................................................................. 65
El testimonio de los santos y de los mártires........................................... 67
La teología........................................................................................................... 68
La cultura cristiana ............................................................................................ 68
La belleza ............................................................................................................. 70
CAPÍTULO III ................................................................................................................. 73
EL CATEQUISTA............................................................................................................ 73
1. LA IDENTIDAD Y LA VOCACIÓN DEL CATEQUISTA .................................... 73 
2. EL OBISPO ES EL PRIMER CATEQUISTA ............................................................... 75
3. EL PRESBÍTERO EN LA CATEQUESIS ...................................................................... 77
4. EL DIÁCONO EN LA CATEQUESIS ................................................................... 78
5. LOS CONSAGRADOS AL SERVICIO DE LA CATEQUESIS ................................ 79 
6. LOS LAICOS CATEQUISTAS................................................................................. 80
Los padres: sujetos activos de la catequesis ............................................. 81
El servicio de los abuelos en la transmisión de la fe.............................. 83
La gran contribución de las mujeres en la catequesis............................ 84
CAPÍTULO IV................................................................................................................. 86
LA FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS................................................................. 86
1. NATURALEZA Y FINALIDAD DE LA FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS  86
2. LA COMUNIDAD CRISTIANA, LUGAR PRIVILEGIADO DE LA FORMACIÓN...... 87
3. CRITERIOS PARA LA FORMACIÓN............................................................................... 88
4. LAS DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN....................................................................... 90
Ser y saber ser con: madurez humana, cristiana y conciencia misionera........... 92
Saber: formación bíblico-teológica y conocimiento de la persona y del contexto social .............. 93
Saber hacer: formación pedagógica y metodológica ............................. 96
5. LA FORMACIÓN CATEQUÉTICA DE LOS CANDIDATOS AL ORDEN SAGRADO........ 98
6. CENTROS PARA LA FORMACIÓN ................................................................................ 99
Los centros de formación básica para catequistas.................................. 99
Los centros de especialización para responsables y animadores de la catequesis .. 100
Los centros superiores para expertos en catequética .......................... 100

SEGUNDA PARTE....................................................................................................... 102
El Proceso de la Catequesis .................................................................................... 102
CAPÍTULO V................................................................................................................ 103
LA PEDAGOGÍA DE LA FE ........................................................................................ 103
1. LA PEDAGOGÍA DIVINA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN......................... 103
2. LA PEDAGOGÍA DE LA FE EN LA IGLESIA ................................................................... 106 Criterios para el anuncio del mensaje evangélico ................................. 108
3. LA PEDAGOGÍA DE LA CATEQUESIS.......................................................................... 114
Relación con las ciencias humanas............................................................. 114
CAPÍTULO VI............................................................................................................... 116
EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA ........................................................... 116
1. EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA ................................................. 116 
Nota histórica ................................................................................................... 116
Identidad, propósito y destinatarios del Catecismo ............................. 116
Fuentes y estructura del Catecismo........................................................... 118
Significado teológico-catequético del Catecismo.................................. 119
2. EL COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA ...................... 121
CAPÍTULO VII.............................................................................................................. 122
LA METODOLOGÍA EN LA CATEQUESIS ............................................................... 122
1. LA RELACIÓN CONTENIDO-MÉTODO............................................................... 122
La pluralidad de los métodos ...................................................................... 122
2. LA EXPERIENCIA HUMANA............................................................................... 123
3. LA MEMORIA .......................................................................................................... 125
4. EL LENGUAJE .......................................................................................................... 126
El lenguaje narrativo....................................................................................... 127
El lenguaje del arte ......................................................................................... 128
El lenguaje y los instrumentos digitales ................................................... 130
5. EL GRUPO............................................................................................................... 132
6. EL ESPACIO............................................................................................................. 133
CAPÍTULO VIII............................................................................................................. 136
LA CATEQUESIS EN LA VIDA DE LAS PERSONAS............................................... 136
1. CATEQUESIS Y FAMILIA............................................................................... 136
Ámbitos de la catequesis familiar .............................................................. 137
Indicaciones pastorales .................................................................................. 139
Nuevos escenarios familiares....................................................................... 141
2. CATEQUESIS CON NIÑOS Y JÓVENES ........................................................... 143
3. LA CATEQUESIS EN LA REALIDAD JUVENIL ...................................................... 147 
Catequesis con los preadolescentes........................................................... 148
Catequesis con los adolescentes................................................................. 149
Catequesis con los jóvenes........................................................................... 150
4. CATEQUESIS CON LOS ADULTOS......................................................................... 154
5. CATEQUESIS CON LOS ANCIANOS............................................................................ 160
6. CATEQUESIS CON PERSONAS CON DISCAPACIDAD..................................... 161
7. CATEQUESIS CON LOS MIGRANTES .......................................................................... 163
8. CATEQUESIS CON LOS EMIGRANTES ........................................................................ 166 Asistencia religiosa en los países de emigración................................... 166
Catequesis en los países de origen............................................................ 167
9. CATEQUESIS CON PERSONAS MARGINADAS.................................................... 167 
Catequesis en las cárceles............................................................................. 168

TERCERA PARTE......................................................................................................... 170
La Catequesis en las Iglesias particulares............................................................. 170
CAPÍTULO IX............................................................................................................... 171
LA COMUNIDAD CRISTIANA SUJETO DE LA CATEQUESIS............................... 171
1. LA IGLESIA Y EL MINISTERIO DE LA PALABRA DE DIOS ................................ 171 
2. LAS IGLESIAS ORIENTALES....................................................................................... 174
3. LAS IGLESIAS PARTICULARES.................................................................................... 176
4. LAS PARROQUIAS.................................................................................................... 178
5. LAS ASOCIACIONES, LOS MOVIMIENTOS, LOS GRUPOS DE FIELES .................... 182
6. LA ESCUELA CATÓLICA ............................................................................................ 185
7. LA ENSEÑANZA DE LA RELIGIÓN CATÓLICA EN LA ESCUELA ........................... 187
CAPÍTULO X................................................................................................................ 190
LA CATEQUESIS FRENTE A LOS ESCENARIOS CULTURALES CONTEMPORÁNEOS................................................................................................. 190
1. LA CATEQUESIS EN SITUACIÓN DE PLURALISMO Y COMPLEJIDAD ................... 190
El contexto urbano.......................................................................................... 193
El contexto rural............................................................................................... 195
Las culturas locales tradicionales................................................................ 196
La piedad popular ........................................................................................... 199
2. CATEQUESIS EN CONTEXTO ECUMÉNICO Y DE PLURALISMO RELIGIOSO..... 203
Catequesis en contexto ecuménico............................................................ 203
Catequesis en relación con el hebraísmo................................................. 205
La catequesis en el contexto de las otras religiones ............................ 207
Catequesis en el contexto de los nuevos movimientos religiosos ... 208
3. CATEQUESIS EN CONTEXTOS SOCIO-CULTURALES .................................. 210 
Catequesis y mentalidad científica............................................................. 210
Catequesis y cultura digital .......................................................................... 213
Catequesis y algunas cuestiones de bioética .......................................... 221
Catequesis e integridad de la persona...................................................... 223
Catequesis y compromiso ecológico ......................................................... 224
Catequesis y opción por los pobres........................................................... 226
Catequesis y compromiso social................................................................. 229
Catequesis y ambiente del trabajo............................................................. 230
CAPÍTULO XI............................................................................................................... 232
LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INCULTURACIÓN DE LA FE .................. 232
1. NATURALEZA Y FINALIDAD DE LA INCULTURACIÓN DE LA FE ...................... 232
2. LOS CATECISMOS LOCALES...................................................................................... 235
Indicaciones para obtener la necesaria aprobación de la Sede Apostólica para los catecismos y otros escritos relativos a la instrucción catequética .................................... 238
CAPÍTULO XII.............................................................................................................. 240
LOS ORGANISMOS AL SERVICIO DE LA CATEQUESIS....................................... 240
1. LA SANTA SEDE...................................................................................................... 240
2. LOS SÍNODOS DE LOS OBISPOS Y LOS CONSEJOS DE JERARCAS DE LAS IGLESIAS ORIENTALES.................................................... 241
3. LA CONFERENCIA EPISCOPAL .................................................................................. 241
4. LA DIÓCESIS........................................................................................................... 243
La Oficina diocesana de Catequesis y sus funciones ............................ 243 

CONCLUSIÓN............................................................................................................. 249
ÍNDICE DE DOCUMENTOS ...................................................................................... 251
ÍNDICE TEMÁTICO..................................................................................................... 264
ÍNDICE GENERAL ....................................................................................................... 283




Apéndice 3


Colocamos a continuación el texto de la Carta apostólica y m. p. Antiquum ministerium de S. S. Francisco, del 10 de mayo de 2021, con dos comentarios que se ofrecieron sobre el mismo en el día de su publicación, uno, por parte de S.E. Mons. Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, y otro, por parte de S.E. Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst, delegado para la catequesis del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

 

Carta apostólica en forma de "Motu Proprio" del Sumo Pontífice Francisco Antiquum ministerium con la que se instituye el ministerio de Catequista



Carta Apostólica
en forma de «Motu Proprio»
del Sumo Pontífice
Francisco
Antiquum ministerium
con la que se instituye el
Ministerio de Catequista



1. El ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo. Entre los teólogos es opinión común que los primeros ejemplos se encuentran ya en los escritos del Nuevo Testamento. El servicio de la enseñanza encuentra su primera forma germinal en los “maestros”, a los que el Apóstol hace referencia al escribir a la comunidad de Corinto: «Dios dispuso a cada uno en la Iglesia así: en primer lugar están los apóstoles; en segundo lugar, los profetas, y en tercer lugar, los maestros; enseguida vienen los que tienen el poder de hacer milagros, luego los carismas de curación de enfermedades, de asistencia a los necesitados, de gobierno y de hablar un lenguaje misterioso. ¿Acaso son todos apóstoles?, ¿o todos profetas?, ¿o todos maestros?, ¿o todos pueden hacer milagros?, ¿o tienen todos el carisma de curar enfermedades?, ¿o hablan todos un lenguaje misterioso?, ¿o todos interpretan esos lenguajes? Prefieran los carismas más valiosos. Es más, les quiero mostrar un carisma excepcional» (1 Co 12,28-31).

El mismo Lucas al comienzo de su Evangelio afirma: «También yo, ilustre Teófilo, investigué todo con cuidado desde sus orígenes y me pareció bien escribirte este relato ordenado, para que conozcas la solidez de las enseñanzas en que fuiste instruido» (1,3-4). El evangelista parece ser muy consciente de que con sus escritos está proporcionando una forma específica de enseñanza que permite dar solidez y fuerza a cuantos ya han recibido el Bautismo. El apóstol Pablo vuelve a tratar el tema cuando recomienda a los Gálatas: «El que recibe instrucción en la Palabra comparta todos los bienes con su catequista» (6,6). El texto, como se constata, añade una peculiaridad fundamental: la comunión de vida como una característica de la fecundidad de la verdadera catequesis recibida.

2. Desde sus orígenes, la comunidad cristiana ha experimentado una amplia forma de ministerialidad que se ha concretado en el servicio de hombres y mujeres que, obedientes a la acción del Espíritu Santo, han dedicado su vida a la edificación de la Iglesia. Los carismas, que el Espíritu nunca ha dejado de infundir en los bautizados, encontraron en algunos momentos una forma visible y tangible de servicio directo a la comunidad cristiana en múltiples expresiones, hasta el punto de ser reconocidos como una diaconía indispensable para la comunidad. El apóstol Pablo se hace intérprete autorizado de esto cuando atestigua: «Existen diversos carismas, pero el Espíritu es el mismo. Existen diversos servicios, pero el Señor es el mismo. Existen diversas funciones, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos. A cada uno, Dios le concede la manifestación del Espíritu en beneficio de todos. A uno, por medio del Espíritu, Dios le concede hablar con sabiduría, y a otro, según el mismo Espíritu, hablar con inteligencia. A uno, Dios le concede, por el mismo Espíritu, la fe, y a otro, por el único Espíritu, el carisma de sanar enfermedades. Y a otros hacer milagros, o la profecía, o el discernimiento de espíritus, o hablar un lenguaje misterioso, o interpretar esos lenguajes. Todo esto lo realiza el mismo y único Espíritu, quien distribuye a cada uno sus dones como él quiere» (1 Co 12,4-11).

Por lo tanto, dentro de la gran tradición carismática del Nuevo Testamento, es posible reconocer la presencia activa de bautizados que ejercieron el ministerio de transmitir de forma más orgánica, permanente y vinculada a las diferentes circunstancias de la vida, la enseñanza de los apóstoles y los evangelistas (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 8). La Iglesia ha querido reconocer este servicio como una expresión concreta del carisma personal que ha favorecido grandemente el ejercicio de su misión evangelizadora. Una mirada a la vida de las primeras comunidades cristianas que se comprometieron en la difusión y el desarrollo del Evangelio, también hoy insta a la Iglesia a comprender cuáles puedan ser las nuevas expresiones con las que continúe siendo fiel a la Palabra del Señor para hacer llegar su Evangelio a toda criatura.

3. Toda la historia de la evangelización de estos dos milenios muestra con gran evidencia lo eficaz que ha sido la misión de los catequistas. Obispos, sacerdotes y diáconos, junto con tantos consagrados, hombres y mujeres, dedicaron su vida a la enseñanza catequética a fin de que la fe fuese un apoyo válido para la existencia personal de cada ser humano. Algunos, además, reunieron en torno a sí a otros hermanos y hermanas que, compartiendo el mismo carisma, constituyeron Órdenes religiosas dedicadas completamente al servicio de la catequesis.

No se puede olvidar a los innumerables laicos y laicas que han participado directamente en la difusión del Evangelio a través de la enseñanza catequística. Hombres y mujeres animados por una gran fe y auténticos testigos de santidad que, en algunos casos, fueron además fundadores de Iglesias y llegaron incluso a dar su vida. También en nuestros días, muchos catequistas capaces y constantes están al frente de comunidades en diversas regiones y desempeñan una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe. La larga lista de beatos, santos y mártires catequistas ha marcado la misión de la Iglesia, que merece ser conocida porque constituye una fuente fecunda no sólo para la catequesis, sino para toda la historia de la espiritualidad cristiana.

4. A partir del Concilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia ha percibido con renovada conciencia la importancia del compromiso del laicado en la obra de la evangelización. Los Padres conciliares subrayaron repetidamente cuán necesaria es la implicación directa de los fieles laicos, según las diversas formas en que puede expresarse su carisma, para la “plantatio Ecclesiae” y el desarrollo de la comunidad cristiana. «Digna de alabanza es también esa legión tan benemérita de la obra de las misiones entre los gentiles, es decir, los catequistas, hombres y mujeres, que llenos de espíritu apostólico, prestan con grandes sacrificios una ayuda singular y enteramente necesaria para la propagación de la fe y de la Iglesia. En nuestros días, el oficio de los Catequistas tiene una importancia extraordinaria porque resultan escasos los clérigos para evangelizar tantas multitudes y para ejercer el ministerio pastoral» (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 17).

Junto a la rica enseñanza conciliar, es necesario referirse al constante interés de los Sumos Pontífices, del Sínodo de los Obispos, de las Conferencias Episcopales y de los distintos Pastores que en el transcurso de estas décadas han impulsado una notable renovación de la catequesis. El Catecismo de la Iglesia Católica, la Exhortación apostólica Catechesi tradendae, el Directorio Catequístico General, el Directorio General para la Catequesis, el reciente Directorio para la Catequesis, así como tantos Catecismos nacionales, regionales y diocesanos, son expresión del valor central de la obra catequística que pone en primer plano la instrucción y la formación permanente de los creyentes.

5. Sin ningún menoscabo a la misión propia del Obispo, que es la de ser el primer catequista en su Diócesis junto al presbiterio, con el que comparte la misma cura pastoral, y a la particular responsabilidad de los padres respecto a la formación cristiana de sus hijos (cf. CIC c. 774 §2; CCEO c. 618), es necesario reconocer la presencia de laicos y laicas que, en virtud del propio bautismo, se sienten llamados a colaborar en el servicio de la catequesis (cf. CIC c. 225; CCEO cc. 401. 406). En nuestros días, esta presencia es aún más urgente debido a la renovada conciencia de la evangelización en el mundo contemporáneo (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 163-168), y a la imposición de una cultura globalizada (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 100. 138), que reclama un auténtico encuentro con las jóvenes generaciones, sin olvidar la exigencia de metodologías e instrumentos creativos que hagan coherente el anuncio del Evangelio con la transformación misionera que la Iglesia ha emprendido. Fidelidad al pasado y responsabilidad por el presente son las condiciones indispensables para que la Iglesia pueda llevar a cabo su misión en el mundo.

Despertar el entusiasmo personal de cada bautizado y reavivar la conciencia de estar llamado a realizar la propia misión en la comunidad, requiere escuchar la voz del Espíritu que nunca deja de estar presente de manera fecunda (cf. CIC c. 774 §1; CCEO c. 617). El Espíritu llama también hoy a hombres y mujeres para que salgan al encuentro de todos los que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana. Es tarea de los Pastores apoyar este itinerario y enriquecer la vida de la comunidad cristiana con el reconocimiento de ministerios laicales capaces de contribuir a la transformación de la sociedad mediante «la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico» (Evangelii gaudium, 102).

6. El apostolado laical posee un valor secular indiscutible, que pide «tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 31). Su vida cotidiana está entrelazada con vínculos y relaciones familiares y sociales que permiten verificar hasta qué punto «están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos» (Lumen gentium, 33). Sin embargo, es bueno recordar que además de este apostolado «los laicos también pueden ser llamados de diversos modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Jerarquía, al igual que aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho por el Señor» (Lumen gentium, 33).

La particular función desempeñada por el Catequista, en todo caso, se especifica dentro de otros servicios presentes en la comunidad cristiana. El Catequista, en efecto, está llamado en primer lugar a manifestar su competencia en el servicio pastoral de la transmisión de la fe, que se desarrolla en sus diversas etapas: desde el primer anuncio que introduce al kerygma, pasando por la enseñanza que hace tomar conciencia de la nueva vida en Cristo y prepara en particular a los sacramentos de la iniciación cristiana, hasta la formación permanente que permite a cada bautizado estar siempre dispuesto a «dar respuesta a todo el que les pida dar razón de su esperanza» (1 P 3,15). El Catequista es al mismo tiempo testigo de la fe, maestro y mistagogo, acompañante y pedagogo que enseña en nombre de la Iglesia. Una identidad que sólo puede desarrollarse con coherencia y responsabilidad mediante la oración, el estudio y la participación directa en la vida de la comunidad (cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Directorio para la Catequesis, 113).

7. Con clarividencia, san Pablo VI promulgó la Carta apostólica Ministeria quaedam con la intención no sólo de adaptar los ministerios de Lector y de Acólito al nuevo momento histórico (cf. Carta ap. Spiritus Domini), sino también para instar a las Conferencias Episcopales a ser promotoras de otros ministerios, incluido el de Catequista: «Además de los ministerios comunes a toda la Iglesia Latina, nada impide que las Conferencias Episcopales pidan a la Sede Apostólica la institución de otros que por razones particulares crean necesarios o muy útiles en la propia región. Entre estos están, por ejemplo, el oficio de Ostiario, de Exorcista y de Catequista». La misma apremiante invitación reapareció en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi cuando, pidiendo saber leer las exigencias actuales de la comunidad cristiana en fiel continuidad con los orígenes, exhortaba a encontrar nuevas formas ministeriales para una pastoral renovada: «Tales ministerios, nuevos en apariencia pero muy vinculados a experiencias vividas por la Iglesia a lo largo de su existencia —por ejemplo, el de catequista […]—, son preciosos para la implantación, la vida y el crecimiento de la Iglesia y para su capacidad de irradiarse en torno a ella y hacia los que están lejos» (San Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 73).

No se puede negar, por tanto, que «ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe» (Evangelii gaudium, 102). De ello se deduce que recibir un ministerio laical como el de Catequista da mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que en todo caso debe llevarse a cabo de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización.

8. Este ministerio posee un fuerte valor vocacional que requiere el debido discernimiento por parte del Obispo y que se evidencia con el Rito de Institución. En efecto, éste es un servicio estable que se presta a la Iglesia local según las necesidades pastorales identificadas por el Ordinario del lugar, pero realizado de manera laical como lo exige la naturaleza misma del ministerio. Es conveniente que al ministerio instituido de Catequista sean llamados hombres y mujeres de profunda fe y madurez humana, que participen activamente en la vida de la comunidad cristiana, que puedan ser acogedores, generosos y vivan en comunión fraterna, que reciban la debida formación bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que hayan adquirido ya una experiencia previa de catequesis (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Christus Dominus, 14; CIC c. 231 §1; CCEO c. 409 §1). Se requiere que sean fieles colaboradores de los sacerdotes y los diáconos, dispuestos a ejercer el ministerio donde sea necesario, y animados por un verdadero entusiasmo apostólico.

En consecuencia, después de haber ponderado cada aspecto, en virtud de la autoridad apostólica

instituyo

el ministerio laical de Catequista

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se encargará en breve de publicar el Rito de Institución del ministerio laical de Catequista.

9. Invito, pues, a las Conferencias Episcopales a hacer efectivo el ministerio de Catequista, estableciendo el necesario itinerario de formación y los criterios normativos para acceder a él, encontrando las formas más coherentes para el servicio que ellos estarán llamados a realizar en conformidad con lo expresado en esta Carta apostólica.

10. Los Sínodos de las Iglesias Orientales o las Asambleas de los Jerarcas podrán acoger lo aquí establecido para sus respectivas Iglesias sui iuris, en base al propio derecho particular.

11. Los Pastores no dejen de hacer propia la exhortación de los Padres conciliares cuando recordaban: «Saben que no han sido instituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia en el mundo, sino que su eminente función consiste en apacentar a los fieles y reconocer sus servicios y carismas de tal suerte que todos, a su modo, cooperen unánimemente en la obra común» (Lumen gentium, 30). Que el discernimiento de los dones que el Espíritu Santo nunca deja de conceder a su Iglesia sea para ellos el apoyo necesario a fin de hacer efectivo el ministerio de Catequista para el crecimiento de la propia comunidad.

Lo establecido con esta Carta apostólica en forma de “Motu Proprio”, ordeno que tenga vigencia de manera firme y estable, no obstante cualquier disposición contraria, aunque sea digna de particular mención, y que sea promulgada mediante su publicación en L’Osservatore Romano, entrando en vigor el mismo día, y sucesivamente se publique en el comentario oficial de las Acta Apostolicae Sedis.

Dado en Roma, junto a San Juan de Letrán, el día 10 de mayo del año 2021, Memoria litúrgica de san Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, noveno de mi pontificado.


FRANCISCO


Publicado el 11.05.2021 en: 



Conferencia de presentación de la carta apostólica en forma de "Motu proprio" del Papa Francisco Antiquum ministerium con la que se instituye el ministerio del catequista, 11.05.2021


Esta mañana, a las 11:30, en directo streaming desde la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la conferencia de presentación de la carta apostólica en forma de "Motu proprio" del Papa Francisco, Antiquum ministerium, que instituye el ministerio del catequista.

Han intervenido S.E. Mons. Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización y S.E. Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst, delegado para la catequesis del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

Publicamos ambas intervenciones:

S.E. Mons. Rino Fisichella

"«El ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo». Con esta sencilla e inmediata consideración, el Papa Francisco instituye para la Iglesia del tercer milenio un nuevo ministerio que, sin embargo, siempre ha acompañado el camino de la evangelización para la Iglesia de todos los tiempos y longitudes, el de Catequista. Tras la publicación del Directorio para la catequesis el pasado 23 de marzo de 2020, un paso más para la renovación de la catequesis y su eficaz labor en la nueva evangelización es el establecimiento de este específico ministerio laical al que están llamados hombres y mujeres presentes en toda la Iglesia que con su dedicación hacen evidente la belleza de la transmisión de la fe.

Es significativo que el Papa Francisco haga público este Motu proprio en la memoria litúrgica de San Juan de Ávila (1499-1569). Este Doctor de la Iglesia fue capaz de ofrecer a los creyentes de su tiempo la belleza de la Palabra de Dios y la enseñanza viva de la Iglesia en un lenguaje no sólo accesible a todos, sino revestido de una intensa espiritualidad. Era un magnifico teólogo, y por ello un gran catequista. Redactó en 1554 el catecismo La Doctrina Cristiana, dividido en cuatro partes, con un lenguaje tan sencillo y accesible para todos que podía ser cantado como una cantilena, y aprendido de memoria como una canción infantil útil para todas las circunstancias de la vida. La elección de esta fecha no es casual, porque compromete a los catequistas a inspirarse en el testimonio de un santo que hizo fecundo su apostolado catequístico a través de la oración, el estudio de la teología y la simple comunicación de la fe.

Es indiscutible que la Carta Apostólica Antiquum ministerium marca una gran novedad con la que se advierte fácilmente cómo el Papa Francisco lleva a cabo un deseo de Pablo VI. En 1975, de hecho, en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, el santo Padre escribió: «Los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus Pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos… Una mirada sobre los orígenes de la Iglesia es muy esclarecedora y aporta el beneficio de una experiencia en materia de ministerios, experiencia tanto más valiosa en cuanto que ha permitido a la Iglesia consolidarse, crecer y extenderse. No obstante, esta atención a las fuentes debe ser completada con otra: la atención a las necesidades actuales de la humanidad y de la Iglesia. Beber en estas fuentes siempre inspiradoras, no sacrificar nada de estos valores y saber adaptarse a las exigencias y a las necesidades actuales, tales son los ejes que permitirán buscar con sabiduría y poner en claro los ministerios que necesita la Iglesia… Tales ministerios, nuevos en apariencia pero muy vinculados a experiencias vividas por la Iglesia a lo largo de su existencia — por ejemplo, el de catequista… —, son preciosos para la implantación, la vida y el crecimiento de la Iglesia y para su capacidad de irradiarse en torno a ella y hacia los que están lejos» (EN 73).

La cita mantiene una fuerte actualidad y permite comprobar directamente el contexto eclesial en el que se inserta este nuevo ministerio, al tiempo que se considera la dinámica con la que se desarrolla. Sólo en la unidad entre una profunda atención a nuestras raíces y una mirada realista al presente es posible comprender la exigencia de la Iglesia para llegar a la institución de un nuevo ministerio eclesial. Tuvieron que pasar casi cincuenta años para que la Iglesia reconociera que el servicio prestado por tantos hombres y mujeres a través de su compromiso con la catequesis constituye verdaderamente un ministerio particular para el crecimiento de la comunidad cristiana.

Instituir un ministerio por parte de la Iglesia equivale a establecer que la persona investida de ese carisma está realizando un auténtico servicio eclesial a la comunidad. El ministerio está fuertemente asociado a las primeras comunidades que, desde el principio de su existencia, experimentaron la presencia de hombres y mujeres dedicados a desempeñar ciertos servicios en particular. Esto era así para el ministerio de los obispos, presbíteros y diáconos, pero también para los que eran reconocidos como evangelistas, profetas y maestros. Se puede decir, por tanto, que la catequesis siempre ha acompañado el compromiso evangelizador de la Iglesia y era aún más necesaria cuando estaba destinada a los que se preparaban para recibir el bautismo, los catecúmenos. Esta actividad era considerada de suma importancia hasta el punto de llevar a la comunidad cristiana a establecer el compartir los bienes y el sustento de los catequistas.

Con la institución del ministerio de Catequista, el Papa Francisco promueve aún más la formación y el compromiso de los laicos. Es una nota que merece ser considerada porque añade una connotación aún más concreta al gran impulso ofrecido por el Concilio Vaticano II, que en las últimas décadas se ha visto muy enriquecido no sólo por un magisterio específico al respecto, sino sobre todo por un compromiso real en la Iglesia y en el mundo. No hay que subestimar la consideración que ofrece el Papa: «El apostolado laical posee un valor secular indiscutible… Su vida cotidiana está entrelazada con vínculos y relaciones familiares y sociales que permiten verificar hasta qué punto “están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos” (LG 33)» (Antiquum ministerium, 6).

La conclusión a la que llega el Papa Francisco es muy clara: «“Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe” (EG 102). De ello se deduce que recibir un ministerio laical como el de Catequista da mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que en todo caso debe llevarse a cabo de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización» (Antiquum ministerium, 7). En esta conclusión se juega gran parte de la novedad que aporta este ministerio: hombres y mujeres son llamados a expresar de la mejor manera posible su vocación bautismal, no como sustitutos de los sacerdotes o de las personas consagradas, sino como auténticos laicos y laicas que, en la particularidad de su ministerio, hacen posible experimentar en toda su extensión la llamada bautismal al testimonio y al servicio eficaz en la comunidad y en el mundo.

No cabe duda de que la institución de este ministerio, junto con el del acolitado y del lectorado, permitirá tener un laicado mejor formado y preparado en la transmisión de la fe. Los catequistas no pueden ser improvisados, porque el compromiso de transmitir la fe, además del conocimiento de sus contenidos, requiere un encuentro personal previo con el Señor. Quien ejerce el ministerio de Catequista sabe que habla en nombre de la Iglesia y transmite la fe de la Iglesia. Esta responsabilidad no se puede delegar, sino que implica a cada uno personalmente. Este servicio, sin embargo, debe vivirse de forma “secular” sin caer en formas de clericalismo que empañen la verdadera identidad del ministerio, que debe expresarse no principalmente en el ámbito litúrgico, sino en el ámbito específico de la transmisión de la fe mediante el anuncio y la enseñanza sistemática.

Es evidente que no todos los que hoy son catequistas podrán acceder al ministerio de Catequista. Este ministerio está reservado a quienes cumplen ciertos requisitos que el Motu proprio enumera. En primer lugar, el de la dimensión vocacional para servir a la Iglesia donde el obispo lo considere más cualificado. El ministerio no se da para la gratificación personal, sino para el servicio que se pretende prestar a la Iglesia local y a servicio de donde el obispo considere necesaria la presencia del catequista. No hay que olvidar que en diversas regiones donde la presencia de sacerdotes es nula o escasa, la figura del catequista es la de aquel que preside la comunidad y la mantiene arraigada en la fe.

Es en este sentido que hay que entender lo que escribe el Papa Francisco: «es un servicio estable que se presta a la Iglesia local según las necesidades pastorales identificadas por el Ordinario del lugar, pero realizado de manera laical como lo exige la naturaleza misma del ministerio» (Antiquum ministerium, 8). Para corresponder plenamente a la vocación, es muy necesaria una formación que presente convenientemente los contenidos fundamentales de la fe. Las diócesis deberán proveer, para que los futuros catequistas tengan una sólida preparación «bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que hayan adquirido ya una experiencia previa de catequesis» (Antiquum ministerium, 8). A este respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser el instrumento más cualificado del que cada catequista será un verdadero experto. Recorrer las cuatro partes en que se divide ayuda a adentrarse progresivamente en la riqueza del misterio profesado, celebrado, vivido y orado. Una dimensión unitaria de los contenidos de la fe que permite verificar de cerca la jerarquía de las verdades en su transmisión y las formas de ejercer el ministerio. Es de esperar, por tanto, que la institución del ministerio conduzca también a la formación de una comunidad de catequistas que crezca con la comunidad cristiana en el servicio a toda la Iglesia local, sin ninguna tentación de ceñirse a los estrechos límites de su propia realidad eclesial, y libre de cualquier forma autorreferencial.

Una vez instituido por el Papa este ministerio laical, corresponde ahora a las Conferencias Episcopales hacer suya esta directriz encontrando las formas más coherentes para llevarlo a cabo. Por tanto, según las propias tradiciones locales, las Conferencias Episcopales deberán determinar los requisitos, como la edad y los estudios necesarios, las condiciones y las modalidades de acceso al ministerio; mientras que a la Congregación para el Culto Divino se le confía la tarea de publicar en breve tiempo el Rito litúrgico para la institución del ministerio por parte del Obispo.

Como puede verse, se trata de una invitación dirigida a las Iglesias locales para que valoren el aporte de tantos hombres y mujeres que pretenden dedicar su vida a la catequesis como forma privilegiada de evangelización. En nombre del Papa, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización prestará toda su ayuda para que el nuevo ministerio se expanda en la Iglesia, y también para encontrar las formas de apoyar la formación de los catequistas. Esperamos que, de este modo, el proceso de la evangelización continúe su fructífero camino de inculturación en las diversas realidades locales, y que los millones de catequistas que diariamente dedican su vida a este antiguo y siempre nuevo ministerio redescubran su vocación para una comprometida renovación del proceso catequístico en beneficio de la Iglesia y de las nuevas generaciones."


S.E. Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst

"El catequista - Una vocación laica para toda la Iglesia

Queridos hermanos y hermanas, el Papa Francisco, con este Motu proprio, se propone fortalecer el perfil catequético en la Iglesia no haciéndolo derivar del ministerio de la jerarquía, sino orientándolo hacia ella. Esto se expresa en su argumentación teológica y en la recién creada institución del ministerio del catequista. En el nuevo Motu proprio se pueden identificar tres aspectos en particular, esbozados en el marco de una vocación autónoma para convertirse en catequista y serlo.

1.- El ministerio del catequista se opone a una clericalización de los laicos y a una laicización del clero

En el nuevo Motu proprio el Papa Francisco se refiere claramente al peligro de que la definición del perfil del ministerio del catequista lleve a una nueva forma de clericalización. En el punto siete de esta carta apostólica habla de la vocación misionera del catequista, que debería llevarse a cabo de tal manera que no cayera en ninguna forma de clericalización. Cuando se quiere aportar una contribución personal a la vida de todos los bautizados, sobre la base de la dignidad del bautismo, donde la persona es comprendida en su totalidad, debe evitarse cualquier tentación en este sentido; por lo tanto, el hecho de que el ministerio se diversifique cada vez más en la catequesis dispensada, favorece la valorización de la dimensión puramente laica del ministro instituido. En este sentido, en un reciente discurso, el Papa Francisco retomaba el concepto expresado por su predecesor, el Papa san Juan Pablo II, sobre la espiritualidad de la comunión, que se caracteriza porque el bautizado aprende a ver lo positivo y toda especificidad en la vida del otro, aceptándola como un enriquecimiento para su propio servicio (cf. NMI, 43). De este modo, es posible defenderse del riesgo de clericalización.

2.- El ministerio del catequista se desarrolla en una espiritualidad comunitaria y en una espiritualidad de la oración.

En su catequesis de la audiencia del miércoles 14 de abril de 2021, el Papa Francisco subrayó recientemente: "Sin la fe, todo se derrumba; y sin la oración, la fe se apaga. Por esto la Iglesia, que es casa y escuela de comunión, es casa y escuela de fe y de oración". Esta conexión conceptual continúa lo ya abordado en el punto anterior y está expresamente subrayada en el nuevo Motu Proprio como elemento del contexto interior de una catequesis auténtica. El catequista responde a su vocación en la Iglesia de manera particular con la proclamación de las enseñanzas del Evangelio; por tanto, presupone la integración del catequista en la comunión de la Iglesia y exige una comunicación constante con Dios y con los fieles.

3.- El ministerio del catequista es un servicio que se adquiere con una formación específica y sólida.

La calidad del ministerio catequético se garantiza solo cuando el catequista está acompañado y cualificado para esta vocación y tarea específica. Es precisamente en este contexto donde la Iglesia tiene la oportunidad de transmitir la especificidad de la vocación y la misión del catequista. En el sexto punto del nuevo Motu proprio, el Papa Francisco subraya que el catequista no debe asumir principalmente tareas litúrgicas o pastorales o responsabilidades de otros ministerios, sino que él mismo es en su testimonio maestro y mistagogo, compañero y pedagogo de su propia vocación y talento, evangélicamente entendido. A lo dicho anteriormente se refiere el cuarto punto del nuevo Motu proprio, con la invitación a utilizar, como herramientas imprescindibles, el Catecismo de la Iglesia Católica, las cartas apostólicas Catechesi tradendae, Evangelii gaudium y el nuevo Directorio para la Catequesis. Los tres puntos anteriores definen los contornos esenciales del servicio del catequista en el sentido del nuevo Motu proprio Antiquum ministerium del Papa Francisco. El hecho de que el Santo Padre destaque este perfil ministerial para toda la Iglesia, refiriéndose al contenido del Motu proprio de 1972 del Papa Pablo VI Ministeria quaedam, sobre los ministerios laicos instituidos, muestra la creciente importancia de un servicio laico y cualificado para la edificación del Cuerpo de Cristo. Gracias por su atención."

Véase el texto en: 


Requisitos y exigencias según el m. p.

  • Por parte de las Conferencias Episcopales: 
    • buscar "hacer efectivo el ministerio de Catequista", 
    • "establecer el necesario itinerario de formación y los criterios normativos para acceder a él",
    • "encontrar las formas más coherentes para el servicio que ellos estarán llamados a realizar".
  • Por parte del Obispo diocesano:
    • Identificar las necesidades pastorales presentes en la Iglesia local;
    • Considerar la manera laical como este ministerio se ha de realizar en su diócesis teniendo en consideración la naturaleza misma del ministerio y la identificación de necesidades pastorales de la Iglesia local;
    • Hacer el llamamiento a hombres y mujeres para desempeñar el ministerio de Catequista en su diócesis, que reúnan estas cualidades:
      • "profunda fe,
      • madurez humana,
      • participación activa en la vida de la comunidad cristiana,
      • ser acogedores, 
      • ser generosos
      • vivan en comunión fraterna,
      • reciban la debida formación: 
        • bíblica, 
        • teológica,
        • pastoral y 
        • pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, 
      • y que hayan adquirido ya una experiencia previa de catequesis (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Christus Dominus, 14; CIC c. 231 §1; CCEO c. 409 §1);"
      • sean "fieles colaboradores de los sacerdotes y los diáconos";
      • tengan "disposición para ejercer el ministerio donde sea necesario";
      • estén "animados por un verdadero entusiasmo apostólico".
  • Por parte de los mismos candidatos:
    • "Ser conscientes del propio bautismo"
    • Sentirse "llamados a colaborar en el servicio de la catequesis (cf. CIC c. 225; CCEO cc. 401. 406)".

Ritual para la institución de catequistas


El texto latino del Decreto de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos (3 de diciembre de 2021) con el Ritual  se puede ver en: 
https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/12/13/0845/01772.html




Discursos pontificios sobre la Catequesis


Del S. P. Francisco, el 10 de septiembre de 2022, en el (III) Congreso Internacional de los Catequistas:








Bibliografía


AA. VV. (27 1975). Aggiornamento bibliografico. Seminarium, 223-245.
AA. VV. (5 1968). General Orientations of the International Study Week of Catechetics (Medellín, Colombia, 11-17 August 1968). Teaching All Nations, 512-519.
Aguilera, F. (s.f.). Proggetti e mezzi in ordine al rinnovamento e allo sviluppo della catechesi nell'America Latina. En 2.-2. s. SecondoCongresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 375-382). Roma: Studium.
Alberigo, Josephus et alii (Curantibus). (1973). Conciliorum Oecumenicorum Decreta. Bologna: Istituto per le Scienze Religiose di Bologna.
Aldazábal, J. (16 1976). La homilía re-situada en la celebración litúrgica. Phase, 7-24.
Aldazábal, J. (21 1981). La homilía, educadora de la fe. Phase (Barcelona), 447-459.
Amalorpavadas, D. S. (5 1968). Guidelines for the Production of Catechetical Material. Teaching All Nations (Manila), 466-488.
Amalorpavadas, D. S. (s.f.). Natura e finalità della catechesi nell'azione pastorale della Chiesa. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 90-116). Roma: Studium.
Archambeaud, G. (5 1968). Catechetical Seminar in Bangalore. Renewal in India. Teaching All Nations, 66-73.
Arroyo, A. e. (35 1985). La catequesis de ayer a hoy. Theologica Xaveriana (Bogotá), 357-398.
Assenmacher, G. (132 1984). Die Predigt im neuen Kirchenrecht. Theologische-Praktische Quartalschrift, 152-160.
Audinet, J. (15 1975). La catéchetique: "savoir" ou "savoir-faire"? Seminarium (Roma), 103-118.
Bagot, J. P. (40 1979-IV). Langages religieux et prédication. La Maison-Dieu, 105-123.
Balocca, A. (15 1975). Contenuto e orientamenti metodologici nella catechesi odierna. Seminarium, 79-102.
Balzer, J. (9 1964). The Catechist. AFER (AFRICAN ECCLESIASTICAL REVIEW), 49-57.
Bastide, C. (4 1967). The Catechumenate in the Light of the Vatican II. Teaching All Nations, 213-233.
Benavides, W. e. (35 1985). Ayudas para la familia educadora en la fe. Theologica Xaveriana (Bogotá), 343-356.
Benedicto XV. (15 de junio de 1917). Encíclica "Humani generis Redemptionem". Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 9/I 1917 305-317: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-09-I-1917-ocr.pdf
Benítez Ávalos, F. S. (s.f.). Caratteristiche e possibilità della catechesi nell'America Latina. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 306-317). Roma: Studium.
Beyer, J. (52 1963). De iurisdictione ad verbum Dei praedicandum et ad confessiones audiendas requisita magis extendenda. Periodica, 391-410.
Biffi, I. (57 1970). Riflessioni teologiche sopra l'omelia. Rivista Liturgica (Torino), 538-575.
Blaise, J.-L. (71 1983 ). La prédication des laïcs. Revue de Sciences Religieuses, 128-134.
Bravo, G. (35 1985). Reflexión sobre algunos presupuestos de la catequesis. Theologica Xaveriana (Bogotá), 297-310.
Brenan, M. (51 1938). "The Confraternity of Christian Doctrine". The Irish Ecclesiastical Record (Fifth series), 42-55; 225-238.
Brothers, J. B. (16 1965). Two Views of the Parish. The Furrow (Maynooth), 471-478.
Budurika-X. Seumois, B. (s.f.). Catechesi ed esperienza umana. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 260-275). Roma: Studium.
Bulhmann-G. Delcuve, W. (9 1964). La situation catéchetique actuelle en Afrique. Revue du Clergé Africain (Inkisi), 508-522.
Burnique, G. M. (5 1968). Present Realities in Catechesis as a Basis for Reform in Latin America. Teaching All Nations, 454-461.
Burnique, G. M. (s.f.). Il nostro compito: le esigenze fondamentali dell'azione catechistica. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 129-143). Roma: Studium.
Calle, J. M. (4 1967). The Training of Catechists. Teaching All Nations, 249-257.
Calle, J. M. (s.f.). L'azione catechistica in Asia. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 241-244). Roma: Studium.
Carrozzo, A. M. (43 1984). The Mission To Preach: A Franciscan Perspective. Review for Religious (St Louis, Mo.), 444-453.
Cattaneo, E. (61 1985). Istruzioni di San Carlo per la predicazione. Ambrosius (Milano), 226-232.
Chapuis, J.-M. (71 1983). La practique de la prédication. Revue de Sciences Religieuses, 99-108.
Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española. (19 1983). "Partir el pan de la Palabra". Orientaciones sobre el ministerio de la homilía aprobadas por la Comisión Episcopal de Liturgia. Notitiae, 814-834.
Conferencia Episcopal de Colombia. (1986). Legislación canónica. Normas complementarias para Colombia. Bogotá: Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano – SPEC –.
Congar, Y. (16 1948). Pour une Liturgie et une prédication "réelles". La Maison-Dieu, 75-87.
Congregación para el Clero. (11 de abril de 1971). Directorio Catequístico General. Obtenido de Documentos de la Santa sede: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_cclergy_doc_11041971_dcg_sp.html
Congregación para el Clero. (17 de abril de 1998). Directorio General para la Catequesis. Obtenido de Documentos de la Santa Sede: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_ccatheduc_doc_17041998_directory-for-catechesis_sp.html
Congregación para el Clero y otros Dicasterios. (15 de agosto de 1997). Instructio De quibusdam quaestionibus circa fidelium laicorum cooperationem sacerdotum ministerium spectantem. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 89 1997 852-877: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-89-1997-ocr.pdf; http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_interdic_doc_15081997_sp.html
Congregación para el Culto divino. (10 1974). Directoire pour les messes d'enfants. Notitiae, 5-28.
Congregación para el Culto divino. (142 1973). Carta a la Conferencia Episcopal de Alemania, 20 de noviembre de 1973. Archiv für Katholisches Kirchenrecht (Innsbruck-Mainz), 480.
Congregación para el Culto divino. (6 de abril de 1969). Instrucción general (para el uso) del Misal Romano. Obtenido de Arquidiócesis de México. Vicaría de Pastoral. Estudio litúrgico: http://www.vicariadepastoral.org.mx/liturgica/estudio_liturgico/igmr.pdf
Congregación para el Culto divino. (15 de mayo de 1969). Instructio "Actio pastoralis" De missis pro coetibus particularibus. Obtenido de Documentos de la Santa Sede, AAS 61 1969 806-811: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-61-1969-ocr.pdf
Congregación para el Culto divino. (1 de noviembre de 1973). Directorio sobre las misas con niños. Obtenido de Documentos de la Santa Sede, AAS 66 1974 30-46: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-66-1974-ocr.pdf
Congregación para la Doctrina de la Fe. (19 de marzo de 1975). Decreto "Ecclesiae pastorum" sobre la vigilancia acerca de los libros. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 67 1975: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-67-1975-ocr.pdf
Congregaciones del Clero y de la Disciplina de los Sacramentos. (24 de mayo de 1973). Declaración "Sanctus Pontifex" de praemittendo sacramento Poenitentiae primae puerorum Communioni. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 65 1973 410: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-65-1973-ocr.pdf
Congregaciones para el Clero y para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos. (20 de mayo de 1977). Responsum. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 69 1977 427: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-69-1977-ocr.pdf
Crevecoeur, P. (55 1983). La femme e la Parole de Dieu. Vie Consacrée, 7-19.
Crichton, J. D. (45 1960). Liturgical Preaching. Clergy Review, 725-734.
Daniel, M. Y. (18 1974). Une évolution pastorale après la deuxième guerre mondiale. L'Année Canonique (Paris), 51-65.
De Echeverría, L. (40 1984). Régimen de las ediciones de material catequístico. Respuestas de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Revista Española de Derecho Canónico, 41-62.
De Souza, I. (s.f.). Difficoltà, possibilitâ e necessità della catechesi in Africa. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 215-228). Roma: Studium.
Debarge, L. (29 1972). Le prédicateur et son auditoire. Mélanges de Science Religieuse, 163-184.
Delcuve, G. (4 1967). A few Suggestions for the Renewal in Catechetics After Vatican II . Teaching All Nations, 277-282.
Delooz, P. (21 1966). Catéchèse et sècularization. Un point de vue sociologique. Lumen Vitae (Bruselas), 11-25.
Dillon, J. T. (36 1981). Jésus a-t-il réussi dans sa catéchèse? Lumen Vitae, 205-236.
Doncoeur, P. (16 1948). Qu'est-ce qu'une homélie? Théologie enséignée et théologie préchée. La Maison-Dieu, 34-47.
Dufrasne, D. (55 1972). Le partage de la parole dans les eucharisties de petits groups. Paroisse et Liturgie (Brugge), 212-215.
Durán, J. G. (1984). Monumenta Catechetica Latino-Americana. V. I. Buenos Aires: Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires.
Dutney, A. F. (39 1986). Theology and Function - The Ministry of the Word in the Uniting Church of Australia. Scottish Journal of Theology, 109-119.
Edizioni Dehoniane Bologna. (1986). Enchridion Vaticanum 6. Documenti Ufficiali della Santa Sede 1977-1979. Bologna: EDB.
Erdozain, L. (21 1966). L'évolution de la catéchèse. Lumen Vitae, 575-599.
Esposito, R. F. (7 1975). Un trapasso è in atto nella pastorale catechetica. Seminarium, 179-191.
Estepa Llaurens, J. M. (s.f.). Necessità. difficoltà e possibilità della Catechesi attuale. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 53-89). Roma: Studium.
F.I.C.C. Team - Gouiller, J. L. (28 1986). Family - in - Community Catechesis. African Ecclesiastical Review (AFER), 258-264.
Falsini, R. (1983-3). La celebrazione luogo ermeneutico della Scrittura. Punto di vista de un liturgista. Rivista di Pastorale Liturgica (Brescia), 33-40.
Ficher, B. (16 1965). Biblical Phrase Preaching. The Furrow, 527-536.
Finnegan, G. F. (43 1984). The Priest As Preacher in the Theology of Karl Rahner. Review for Religious, 26-33.
Floristán, C. (53 1965). La homilía. Sal Terrae, 193-206.
Gallerand, M. (55 1972). L'homélie, moyen de cohérence d'une pastorale. Paroisse et Liturgie, 216-222.
Gantoy, R. (55 1972). Intégrer les fonctions de la parole dans la célébration. Paroisse et Liturgie, 195-204.
Genero, G. (1983-3). Programmare e svolgere la liturgia della Parola. Rivista di Pastorale Liturgica, 13-22.
Gerard, J. P. (55 1972). De la préparation de l'homélie et de quelques "instruments" de travail. Paroisse et Liturgie, 223-226.
Ghirlanda, G. (1992). El derecho en la Iglesia misterio de comunión. Madrid: Ediciones Paulinas.
Gianatelli, R. (27 1975). La formazione pratica-pastorale in catechesi. Seminarium, 137-155.
Gianetto, U. (1984-3). La legislazione catechistica nella storia. Dall'antico catecumenato al nuovo Codice. Catechesi (Turín), 25-32.
Giglioni, P. (71 1984). La omelia nella prassi liturgica. Rivista Liturgica, 33-51.
Gil Ruíz, R. (53 1965). Hacia una catequesis apostólica y litúrgica. Sal Terrae, 277-294.
Goretti, S. (27 1975). La catechesi nella vita della Chiesa. Seminarium, 17-35.
Goretti, S. (99 1974). Per un'interpretazione del Direttorio Catechistico Generale. Monitor Ecclesiasticus, 3-17.
Grasso, D. (41 1960). Il Kerigma e la predicazione. Gregorianum, 424-450.
Grasso, D. (42 1961). Evangelizazione, catechesi, omelia. Per una terminologia della predicazione. Gregorianum, 242-267.
Grasso, D. (57 1970). Educazione cristiana per mezzo dell'omelia. Rivista Liturgica, 576-583.
Groppo, G. (s.f.). I criteri del contenuto della Catechesi. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 328-343). Roma: Studium.
Grupo de Comunicación Loyola. (2019). Revista Homilética. Obtenido de https://revistahomiletica.com/
Gullickson, T. (1985). The Diocesan Bishop: Moderator and Sponsor of the Ministry of the Word: A Comparative Study of Tridentine Legislation and the 1983 Code of Canon Law. Rome: The Gregorian University.
Hearne, B. (19 1974). The future of Adult Catechesis. African Ecclesiastical Review, 164-169.
Henderson, J. F. (56 1982). The Minister of Liturgical Preaching. Worship, 214-230.
Heuthrst, G. J. (5 1968). Repport on the Discussion on Bible and Catechesis. Teaching All Nations, 495-502.
Hoffinger, J. (1957 (2nd ed. 1962)). The Art of Teaching Christian Doctrine. Notre Dame (Indiana).
Holmes Torres, J. (35 1985). Educación y catequesis en el Nuevo Reino. Theologica Xaveriana (Bogotá), 399-433.
Hoye, D. (16 1986). A Three-Dimensional Catechesis. Origins, 388-390.
Isabelita, M. (5 1968). The Latin American Research for a Catechesis for Adults and for the Family. Teaching All Nations, 444-450.
Jansen, R. (1937). Canonical Provisions For Catechetical Instruction. Washington D. C.
Juan Pablo II. (16 de octubre de 1979). Exhortación apostólica "Catechesi tradendae". Obtenido de Documentos de la Santa Sede, AAS 71 1979 1277-1340: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_16101979_catechesi-tradendae.html
Juan Pablo II. (22 de noviembre de 1981). "Exhortación apostólica "Familiaris consortio". Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 74 1982 81-191: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_19811122_familiaris-consortio.html
Juan Pablo II. (3 de marzo de 1983). Visita apostólica a Honduras. En San Pedro Sula, discurso a los "doctrineros". Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 75 1983 756-760: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-75-1983-I-ocr.pdf
Juan Pablo II. (11 de octubre de 1992). Constitución Apostólica «Fidei Depositum» para la Publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. En: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/aposcons_sp.html
Juan Pablo II.(7 de diciembre de 1992). Presentación oficial y solemne del Catecismo de la Iglesia Católica. En: http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1992/december/documents/hf_jp-ii_spe_19921207_presentazione-catechismo.html

Juan Pablo II.. (15 de agosto de 1997). Carta Apostólica «Laetamur Magnopere»
por la que se aprueba la Edición Típica Latina del Catecismo de la Iglesia Católica. En: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/lettera-apost_sp.html
Juan Pablo II. (14 de septiembre de 1998). Encíclica "Fides et ratio". Obtenido de Documentos de la Santa Sede: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio.html
Kecker, K. M. (167 1984). Laïenpredigt und ihr Verbot im neuen Codex Iuris Canonici. Theologisches Jahrbuch, 5697-5707.
Krantz, M. E. (s.f.). La formazione delle religiose all'apostolato catechistico. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 284-298). Roma : Studium.
Krug, G. (36 1981). Pastorale et catéchèse pour handicapés mentaux profonds. Lumen Vitae, 290-302.
Kuiters, R. (47 1958). De missione canonica regularium. Periodica, 237-249.
Labelle, J. P. (4 1967). An Appraisal of the Catecheticak Situation in South East Asia. Teaching All Nations, 283-293.
Lanza, S. (1983-3). La celebrazione luogo ermeneutico della Scritura. Punto di vista di un biblista. Rivista di Pastorale Liturgica, 23-32.
Lebeau, P. (36 1981). Un lieu significatif de catéchèse adulte: l'Apostolat de la mer. Lumen Vitae, 429-440.
Legrand, H. M. (29 1984). I laici e la predicazione. Sacra Dottrina, 340-357.
Lentner, L. - Fischer, H. - Burkli, F. - Fischer, G. (1961). Katechetisches Worterbuch. Freiburg: Herder.
Lentner, L. (1955-1959). Katechetik und Religionsunterricht in Oesterreich (2 v.). Innsbruck.
Lewandowski, B. (1975). La catechesi nelle sollecitudini del Magistero della Chiesa. Seminarium, 36-67.
Liégé, P. A. (35 dec 1957). De la Parole à la catéchèse. Lumière et Vie (Lyon), 34-35.
Liégé, P. A. (39 1954). Contenu et pédagogie de la prédication chrétienne. La Maison-Dieu, 23-37.
Llopis, J. (16 1976). Homilía y política. Phase, 60-63.
Lodi, E. (57 1970). Aspetti sociologici dell'omelia. Dottrina, problemi, esperienze. Rivista Liturgica, 584-614.
Loi, V. (57 1970). La predicazione liturgico-didattica in età patristica. Rivista Liturgica, 632-640.
Lourdusamy, D. S. (s.f.). La catechesi in Asia: le necessità e le priorità stabilite dai Vescovi in Asia. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 344-360). Roma: Studium.
Lucker, R. A. (s.f.). La catechesi e i Mezzi di Communicazione sociale. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 276-283). Roma: Studium.
Lutringer, M. (36 1981). La catéchèse spécialisée en France. Lumen Vitae, 277-290.
Luykx, B. (19 1964). Valeur catéchètique de la Liturgie. Revue du Clergé Africain (Inkisi), 564-584.
Maccari, C. (s.f.). Necessità, difficoltà, possibilità e prospettive della catechesi. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 361-370). Roma: Studium.
Maggiolini, S. (1961). La predicazione nella vita della Chiesa. Lineamenti di riflessione pastorale sul problema della proclamazione della parola di Dio. Brescia.
Mandez de Oliveire, R. (1984-3). La catechesi nel nuovo Codice di Diritto Canonico. Catechesi, 33-36.
Mangematin, B. (19 1964). Catéchèse Biblique en Afrique. Revue du Clergé Africain (Inkisi), 547-563.
Mangematin, B. (9 1964). Making an African Catechism. African Ecclesiastical Review, 233-238.
Marsili, S. (53 1966). La parola nel culto. Rivista Liturgica, 149-164.
Marthaler, B. (208 1986). Le synode et le catechisme. Concilium, 111-119.
Martínez, P. (6 1970). A propósito de la homilía dialogada. Pastoral Misionera, 41-69.
Massi, P. (57 1970). Omelia: didascalia, kerygma, catechesi o "actio liturgica"? Rivista Liturgica, 523-537.
Mazzarello, S. (57 1970). Omelia con tema obbligato. Rivista Liturgica, 627-631.
McGrath, M. G. (4 1967 (5 1978)). Catechetics in Latin America after the Council. Teaching All Nations, 174-182 (415-417).
McGurkin, E. A. (5 1968). The Catechist According to the Council. Teaching All Nations, 51-65.
Migne, J.-P. (1865). Sancti Aurelii Agustini Opera omnia. Obtenido de Patrologia Cursus Completus. Series Latina. V. 36: https://books.google.com.co/books?id=52_YAAAAMAAJ&redir_esc=y&hl=es
Miguélez Domínguez, Lorenzo - Alonso Morán, O.P., Sabino - Cabreros de Anta, C.M.F., Marcelino. (1962). Código de Derecho Canónico y Legislación complementaria. Texto latino y versión castellana, con jurisprudencia y comentarios. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Mpunga, W. (16 1971). The Child's preparation for its First Commitment. African Ecclesiastical Review, 139-144.
Murphy, P. L. (42 1965). The homily. ACR, 321-326.
Murphy, P. L. (s.f.). The homily.
Navarrete, U. (1987). Parte III. Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica. En U. -U. Navarrete, Nuevo Derecho Canónico (págs. 97-116). Caracas: ITER.
Negri, G. C. (11 1960). Problemi generali della catechesi. Educare, 217-291.
Ochoa, J. (1980). Leges Ecclesiae post Codicem Iuris Canonici editae. Volumen V. Roma.
Ochoa, J. M. (22 1973). El "Directorium Catechisticum Generale" y la Institución Catequética Diocesana. Lumen (Vitoria), 141-171.
O'Gorman, O. (s.f.). Difficoltà, possibilità e necessità della catechesi nel Sud America. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 229-240). Roma: Studium.
Pablo VI. (30 de noviembre de 1963). M. p. "Pastorale munus", por el que se conceden a los Obispos ciertas facultades y privilegios. Obtenido de Documentos de la Santa Sede: https://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/motu_proprio/documents/hf_p-vi_motu-proprio_19631130_pastorale-munus.html
Pablo VI. (3 de abril de 1969). Constitución apostólica "Missale romanum". Obtenido de Documentos de la Santa Sede, AAS 61 1969 217-226: http://w2.vatican.va/content/paul-vi/la/apost_constitutions/documents/hf_p-vi_apc_19690403_missale-romanum.html
Pablo VI. (8 de diciembre de 1975). Exhortación apostólica "Evangelii nuntiandi". Obtenido de Documentos de la Santa Sede: http://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19751208_evangelii-nuntiandi.html
Pachon Vergara, H. M. (15 de abril de 2021). La formación sacramental de la persona en condición de discapacidad en el Canon 777 § 4. Trabajo de grado. Magíster en Derecho Canónico. Facultad de Derecho Canónico. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá D.C., Cundinamarca, Colombia: Recuperado de: http://hdl.handle.net/10554/55709.
Palazzini, P. (s.f.). L'opera svolta dalla S. C. per il Clero nel campo catechistico. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 147-212). Roma: Studium.
Pallard, P. (85 1986). Prédication des laïcs et pouvoir d'interprétation dans l'Eglise Catholique. Foi et Vie, 143-156.
Pérez López, S. L. (41 1985). La predicación y la enseñanza de la doctrina cristiana en los sínodos de Galicia (ss. XIII-XIV). Revista Española de Derecho Canónico, 125-155.
Piccari, T. M. (16 1948). Le caractère hiérarchique de la prédication. La Maison-Dieu, 67-68.
Pierce, A. (18 1973). Catechetics in Evolution. African Ecclesiastical Review, 134-141.
Pío XI. (29 de junio de 1923). M. p. "Orbem catholicum"sobre la organización de la enseñanza de la doctrina cristiana. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 15 1923 327-329: https://w2.vatican.va/content/pius-xi/la/motu_proprio/documents/hf_p-xi_motu-proprio_19230629_orbem-catholicum.html
Pío XI. (31 de diciembre de 1929). Encíclica "Divini illius Magistri". Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 22 1930 50ss: http://w2.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_31121929_divini-illius-magistri.html
Pío XI. (13 de marzo de 1937). Encíclica "Mit brennender Sorge". Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 29 1937 164ss: http://w2.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_14031937_mit-brennender-sorge.html
Pío XII. (8 de settembre de 1946). Discorso ai partecipanti al Primo Congresso Nazionale Dell'associazione Italiana Dei Maestri Cattolici. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santità Pio XII, VIII, Ottavo anno di Pontificato, 2 marzo 1946 - 1° marzo 1947, pp. 217-220, Tipografia Poliglotta Vaticana: http://w2.vatican.va/content/pius-xii/it/speeches/1946/documents/hf_p-xii_spe_19460908_maestri-cattolici.html
Pontificia Comisión para la interpretacion de los Decretos del Concilio Vaticano II. (11 de enero de 1971). Respuesta del 11 de enero de 1971. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 63 1971 329: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-63-1971-ocr.pdf
Pontificia Commissio Codici Iuris Canonici Recognoscendo. (30 de novembris de 1970). Schema Legis Ecclesiae Fundamentalis. Textus emendarus cum relatione de ipso schemate deque emendationibus receptis. Reservatum. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. Typis Polyglottis Vaticanis - MCMLXXI : http://www.delegumtextibus.va/content/dam/testilegislativi/documenta/cic/schemata-canonumcic/schemaLEFTextusemendatus-1971.pdf
Provost, J. H. (43 1983). First Eucharist and First Penance. Advisory Opinions. The Jurist, 540-543.
Purcell, F. (4 1967). The Problem of Catechetical Textbooks in The Missions. Teaching All Nations, 353-359.
Quintos, L. (5 1968). General Orientation for the Elaboration of Catechetical Materials. Teaching All Nations , 489-494.
Regatillo, E. F. (53 1965). La homilía. Sal Terrae, 109-119.
Ries, J. (1961). Krisis und Erneuerung del Predigt. Studien zur Situation der Verkündigung. Frankfurt am Main.
Riva, S. (27 1975). Il catechista educatore e animatore. L'apporto delle scienze umane. Seminarium, 192-208.
Rodríguez Medina, P. D. (1 1960). Función de la catequesis en la totalidad de la misión de la Iglesia. Sinite, 143-158; 297-324.
S. Congregación de los Sacramentos. (8 de agosto de 1910). Decreto "Quam singulari". Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 2 1919 577-583: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-02-1910-ocr.pdf
S. Congregación de Ritos. (26 de septiembre de 1964). Instrucción (primera) "Inter Oecumenici" del 26 de septiembre de 1964. Obtenido de Documentos para el estudio de la liturgia de la Vicaría de Pastoral de la Arquidiócesis de México: http://www.vicariadepastoral.org.mx/liturgica/estudio_liturgico/inter_oecumenici.pdf
S. Congregación del Concilo. (27 1935). Decreto "Provido sane". Acta Apostolicae Sedis, 145-151. Obtenido de D.
S. Congregatio Consistorialis. (28 de junio de 1917). Normae pro sacra praedicatione. Obtenido de Documentos de la Santa Sede. AAS 9/I 1917 328-334: http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-09-I-1917-ocr.pdf
Sánchez Miranda CMF, C. E. (septiembre de 2017). Las misiones populares del p. Claret en Cataluña entre 1840 y 1850. Un camino de evangelización en tiempos de crisis. Tesis para la obtención del grado de Doctor. Obtenido de Repositorio de la Universidad de Comillas: https://repositorio.comillas.edu/jspui/bitstream/11531/26188/1/TD00322.pdf.
Sarmiento, J. A. (35 1985). Misión educadora y evangelizadora de la Familia. Theologica Xaveriana, 331-341.
Sarpong, P. (4 1967). African Values and Catechetics. Teaching All Nations, 162-173.
Sartore, D. (57 1970). Problemi dell'omelia oggi. Rivista Liturgica, 615-626.
Schauchenessy, J. D. (7 1973). Christian Initiation: Its Meaning in the Church Today. Studia Canonica (Ottawa), 75-92.
Schillebeeckx, E. H. (9 1960). Parole et Sacrement dans l'Eglise. Lumière et Vie (Lyon), 25-45.
Schreibmayr, F. (27 1975). Über die Vorbereitung der künftigen Professoren der Katechetik. Seminarium, 209-222.
Schreibmayr, F. (4 1967). The Kerygma of Evangelization. Teaching All Nations, 340-345.
Schultz, W. (1986). Questioni ecumeniche nel nuovo Codice di Diritto Canonico. En W. -F. Schultz, Vitam impendere vero. Studi in onore di Pio Ciprotti (págs. 171-184). Roma: Pontificia Università Lateranensis.
Schwendenwein, H. (1984). Oekumenische Perspektiven des neuen kirchlichen Gesetzbuches. Oekumenisches Forum, 39-54.
Secretariado Nacional Catequístico (Madrid). (27 1975). La catequesis en el contexto de una teología renovada. Seminarium, 68-78.
Secretariado Nacional Catequístico (Madrid). (27 1975). La formación intelectual del futuro sacerdote-catequista. Seminarium, 119-136.
Seumois, X. (19 1964). Adaptation de la catéchèse moderne à l'Afrique d'aujourd'hui. Revue du Clergé Africain (Inkisi), 532-548.
Shorter, A. (18 1973). The Catechist Research. African Ecclesiastical Review, 195-203.
Shorter, A. (19 1974). Catechists. African Ecclesiastical Review, 169-177.
Siborni, S. (1983-3). Preparare e tenere l'omelia. Rivista di Pastorale Liturgica, 3-12.
Sínodo de los Obispos . (1977). Mensaje "Cum iam ad exitum" del 28 de octubre de 1977. Roma: Typis Polyglottis Vaticanis (EV 6).
Sínodo de los Obispos. (63 1971). Documento "Ultimis temporibus", del 30 de noviembre de 1971. AAS (EV 4,1135-1237), 898-942.
Sommerville, A. (4 1967). Why Catechetical Plays. Teaching All Nations, 87-104.
Sorci, P. (1983-3). Senso teologico e pastorale della liturgia della Parola. Rivista di Pastorale Liturgica, 3-12.
Spoletini, D. S. (11 1974). Catechesis and Mass Media. Historical Evolution of Long-Overdue Rapprochement. Teaching All Nations, 207-223.
Spoletini, D. S. (27 1975). Sussidi e strumenti per l'azione catechistica oggi. Seminarium, 156-178.
Stimpfle, G. (s.f.). L'oggetto della catechesi, le sue fonti e le loro reciproche relazioni. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 117-128). Roma: Studium.
Stoffel, O. (1983). Die Verkündigung in Predigt und Katechese. En J. List, Handbuch des katholischen Kirchenrecht (págs. 553-561). Regensburg.
Stroba, G. (s.f.). Modelli educativi nella catechesi. En 2.-2. s. Secondo Congresso Catechistico Internazionale (Roma, Atti (págs. 255-259). Roma: Studium.
Theis, M. (21 1966). Le principe dialogal au coeur d'une catéchèse des adolescents. Lumen Vitae, 638-658.
Tobin, J. (18 1984). The Diocesan Bishop as Catechist. Studia Canonica, 365-414.
Tubck, A. (55 1972). La fonction de l'homélie dans la liturgie. Paroisse et Liturgie, 205-211.
Uficio Catechistico Nazionale. (1982 ottobre). La formazione dei catechisti nella comunità cristiana. Catechesi, 39-43.
Urdeix, J. (16 1976). A propósito de las homilías dialogadas. Phase, 64-68.
Urrutia SJ, F. J. (1987). Libro III La misión de enseñar de la Iglesia (cc. 747-833). En U. -U. Navarrete, Nuevo Derecho Canónico (págs. 133-168). Caracas: ITER.
Van Caster, M. (16 1961). Initiation, formation et enseignement. La triple tâche de la catéchèse. Lumen Vitae, 631-640.
Van Der Meersch, J. (4 1967). Catechetical Perspective in Africa After Vatican II. Teaching All Nations, 70-86.
Vauthier, E. (93 1983). Transmettre la foi aujourd'hui. Esprit et Vie, 231-240.
Zanetti, E. (62 1986). Nodi e problemi della catechesi oggi. Ambrosius (Milano), 342-348.



Notas de pie de página


[1] En la edición por internet se lee: “Capítulo II. De la formación catequética”. 
El DLE de la Real Academia Española define así, en lo que es pertinente para este punto, “instruir/instrucción”: “1. tr. Enseñar, doctrinar. 2. tr. Comunicar sistemáticamente ideas, conocimientos o doctrinas. 3. tr. Dar a conocer a alguien el estado de algo, informarle de ello, o comunicarle avisos o reglas de conducta. U. t. c. prnl. […]” (https://dle.rae.es/?id=Lo2KGeF).
Por su parte, el DLE define así “formar/formarse/formación”: “1. tr. Dar forma a algo. […] 5. tr. Preparar intelectual, moral o profesionalmente a una persona o a un grupo de personas. […]” (https://dle.rae.es/?id=IFIVvz0)
[2] Se hace referencia a los siguientes “DOCUMENTOS DE LA IGLESIA:
AA: Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam Actuositatem(18 noviembre 1965)
AG: Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia Ad Gentes (7 Diciembre 1965)
CA: Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus Annus (1 Mayo 1991): AAS 83 (1991), pp. 793-867
CD: Conc. Ecum. Vat II, Decreto sobre el oficio pastoral de los Obispos en la Iglesia Christus Dominus (28 octubre 1965)
CCL: Corpus Christianorum, Series Latina (Turnholti 1953 ss.)
CEC: Catecismo de la Iglesia Católica (11 octubre 1992)
CIC: Codex Iuris Canonici (25 enero 1983)
ChL: Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles Laici (30 diciembre 1988): AAS 81 (1989), pp. 393-521
COINCAT: Consejo Internacional Para la Catequesis, Orientación La Catequesis de adultos en la comunidad cristiana, Libreria Editrice Vaticana 1990
CSEL: Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum (Wn 1866 ss.)
CT: Juan Pablo II, Exhortación apostólica Catechesi Tradendae (16 octubre 1979): AAS 71 (1979), pp. 1277-1340
DCG: (1971) Sagrada Congregación para el Clero, Directorium Catechisticum Generale Ad normam decreti (11 abril 1971): AAS 64 (1972), pp. 97-176
DH: Conc. Ecum. Vat. II, Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis Humanae (7 diciembre 1965)
DM: Juan Pablo II, Carta encíclica Dives in Misericordia (30 noviembre 1980): AAS 72 (1980), pp. 1177-1232
DV: Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática sobre la divina revelación Dei Verbum (18 noviembre 1965)
DS: H. Denzinger – A. Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum Definitionum et Declarationum de Rebus Fidei et Morum, Edición XXXV enmendada, Roma 1973
EA: Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Africa (14 setiembre 1995): AAS 88 (1996), pp. 5-82
EN: Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (8 diciembre 1975): AAS 58 (1976), pp. 5-76
EV: Juan Pablo II, Carta encíclica Evangelium Vitae (25 marzo 1995): AAS 87 (1995), pp. 401-522
FC: Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Familiaris Consortio (22 noviembre 1981): AAS 73 (1981), pp. 81-191
FD: Juan Pablo II, Constitución Apostólica Fidei Depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), pp. 113-118
GCM: Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Guía para los catequistas. Documento de orientación vocacional, de la formación y de la promoción del catequista en tierras de misión que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (3 diciembre 1993), Ciudad del Vaticano 1993
GE: Conc. Ecum. Vat. II, Declaración cobre la educación Gravissimum Educationis (28 octubre 1965)
GS: Conc. Ecum. Vat. II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes (7 diciembre 1965)
LC: Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción Libertatis Conscientia (22 marzo 1986): AAS 79 (1987), pp. 554-599
LE: Juan Pablo II, Carta encíclica Laborem Exercens (14 setiembre 1981); AAS 73 (1981), pp. 577-647
LG: Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium (21 noviembre 1964)
MM: Juan XXIII, Carta encíclica Mater et Magistra (15 mayo 1961): AAS 53 (1961), pp. 401-464
MPD: Sínodo de los obispos, Mensaje al Pueblo de Dios Cum iam ad exitum sobre la catequesis en nuestro tiempo (28 octubre 1977), Typis Polyglottis Vaticanis 1977
NA: Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre la relación de la Iglesia con las Religiones no cristianas Nostra Aetate (28 octubre 1965)
PB: Juan Pablo II, Constitución apostólica Pastor Bonus (28 junio 1988): AAS 80 (1988), pp. 841-930
PG: Patrologiae Cursus completus, Series Graeca, ed. Jacques – P. Migne, Parisiis 1857 ss.
PL: Patrologiae Cursus completus, Series Latina, ed. Jacques – P. Migne, Parisiis 1844ss.
PO: Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y la vida sacerdotal Presbyterorum Ordinis (7 diciembre 1965)
PP: Pablo VI, Carta encíclica Populorum Progressio (26 marzo 1967): AAS 59 (1967), pp. 257-299
RH: Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptor Hominis (4 marzo 1979): AAS 71 (1979), pp. 257-324
RICA: Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, ed. Italiana del Ordo Initiationis Christianae Adultorum, Editio Typica, Typis Polyglottis Vaticanis 1972
RM: Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris Missio (7 diciembre 1990): AAS 83 (1991), pp. 249-340
SC: Conc. Ecum. Vat. II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (4 diciembre 1963)
SINODO 1985: Sínodo de los obispos (asamblea extraordinaria del 1985), Relación final Ecclesia sub verbo Dei mysteria Christi celebrans pro salute mundi (7 diciembre 1985), Ciudad del Vaticano, 1985
SCh: Sources Chrétiennes, Collection, Paris 1946ss.
SRS: Juan Pablo II, Carta encíclica Sollicitudo Rei Socialis (30 diciembre 1987): AAS 80 (1988), pp. 513-586
TMA: Juan pablo II, Exhortación apostólica Tertio Millennio Adveniente (10 noviembre 1994): AAS 87 (1995), pp. 5-41
UR: Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis Redintegratio (21 noviembre 1964)
UUS: Juan Pablo II, Carta encíclica Ut Unum Sint (25 mayo 1995): AAS 87 (1995), pp. 921-982
VS: Juan Pablo II, Carta encíclica Veritatis Splendor (6 agosto 1993): AAS 85 (1993), pp. 1133-1228”.
[3] Lastimosamente – por los aportes en relación con el tema que ofreció y por la institución misma que lo produjo –, el mensaje final del Sínodo sobre la catequesis que se ha de entregar principalmente a los niños y a los jóvenes, Cum iam ad exitum, del 28 de octubre de 1977, no fue muy divulgado, salvo por la edición que hizo del mismo la Tipografía Políglota Vaticana. Puede conocerse su traducción italiana en (Enchridion Vaticanum 6. Documenti Ufficiali della Santa Sede 1977-1979, 1986, págs. 294-321) nn. 375-414.
[4] (Pablo VI, 1975) n. 44; (Juan Pablo II, 1979, pág. 1292) nn. 18-25.
[5] El 25 de junio de 2020 se efectuó la presentación del nuevo Directorio para la Catequesis, elaborado esta vez, por primera vez, por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Mientras tenemos la oportunidad de consultarlo, indicamos la referencia a dicha presentación: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2020/06/25/pontif.html
Anteriormente se habían producido dos por parte de la Congregación del Clero, a una de cuyas secciones se le había confiado el ministerio de la catequesis en la Iglesia universal: el Directorio Catequístico General del 14 de abril de 1971, en AAS 64 1972 97-127 (Congregación para el Clero, 1971) nn. 21-30: el documento, como tal fue derogado en virtud del c. 6 del CIC, pero conserva cierta utilidad por tratarse del antecedente del documento siguiente: Directorio General para la Catequesis del 15 de agosto de 1997 (Congregación para el Clero, 1998), en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_ccatheduc_doc_17041998_directory-for-catechesis_sp.html
[6] (Juan Pablo II, 1998)
[7] (Sínodo de los Obispos , 1977, págs. 312-313) nn. 401-414. Los criterios que allí se exponen tienen qué ver con la “corresponsabilidad” de todos en la Iglesia en la labor catequística (n. 12); “el lugar natural de la catequesis es la comunidad cristiana” (n. 13); “el Obispo, en su Iglesia local, tenga la principal responsabilidad en la catequesis” (n. 14); “la catequesis en la sociedad pluralista” de hoy (n. 15); “la catequesis ante las actuales tendencias materialistas” (n. 16); “dimensión misionera de la catequesis” (n. 17).
[8] “Tercera lección: la catequesis ha sido siempre, y seguirá siendo, una obra de la que la Iglesia entera debe sentirse y querer ser responsable. Pero sus miembros tienen responsabilidades diferentes, derivadas de la misión de cada uno. Los Pastores, precisamente en virtud de su oficio, tienen, a distintos niveles, la más alta responsabilidad en la promoción, orientación y coordinación de la catequesis. El Papa, por su parte, tiene una profunda conciencia de la responsabilidad primaria que le compete en este campo: encuentra en él motivos de preocupación pastoral, pero sobre todo de alegría y de esperanza. Los sacerdotes, religiosos y religiosas tienen ahí un campo privilegiado para su apostolado. A otro nivel, los padres de familia tienen una responsabilidad singular. Los maestros, los diversos ministros de la Iglesia, los catequistas y, por otra parte, los responsables de los medios de comunicación social, todos ellos tienen, en grado diverso, responsabilidades muy precisas en esta formación de la conciencia del creyente, formación importante para la vida de la Iglesia, y que repercute en la vida de la sociedad misma. Uno de los mejores frutos de la Asamblea general del Sínodo dedicado por entero a la catequesis sería despertar, en toda la Iglesia y en cada uno de sus sectores, una conciencia viva y operante de esta responsabilidad diferenciada pero común.”
[9] (Pío XII, 1946, pág. 218).
[10] “Desde la alta edad media, los Concilios provinciales insistían sobre la responsabilidad de los padres en materia de educación de la fe: cf. VI Concilio de Arlés (a. 813), can. 19; Concilio de Maguncia (a. 813), cann. 45-47; VI Concilio de París (a. 829), libro I, cap. 7: Mansi, Sacrorum Conciliorum nova et amplissima collectio, XIV, 62, 74, 542. Entre los documentos más recientes del Magisterio, conviene citar la Enc. Divini illius Magistri de Pío XI, 31 diciembre 1929: AAS 22 (1930), pp. 49-86; muchos discursos y mensajes de Pío XII; y sobre todo los textos del Concilio Vaticano II: Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, nn. 11, 35:AAS57 (1965), pp. 15, 40, Decr. sobre el apostolado de los seglares Apostolicam Actuositatem, nn. 11, 30: AAS 58 (1966), pp. 847-860, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, n. 52: AAS 58 (1966), p. 1073; y especialmente la Decl. sobre la educación cristiana de la juventud Gravissimum Educationis, n. 3: AAS 58 (1966), p. 731.”
[11] (Juan Pablo II, 1981)
[12] (Decreto "Ecclesiae pastorum" sobre la vigilancia acerca de los libros, 1975, pág. 283)
[13] AAS 76 1984 47-48.
Más en detalle podemos señalar: En el Equema de 1977 se decía “votis cum Sede Apostolica communicatis”. Mucho se discutía en el Grupo y el parecer de los consultores se inclinaba por la no aprobación de la Santa Sede, aunque había algunas discrepancias: algunos se inclinaban por la no aprobación de todos los catecismos y daban como razón la confianza que se debe tener en las Conferencias de los Obispos. Otros pocos, por el contrario, querían que todos los catecismos fueran aprobados por la Sede Apostólica.
En el Decreto Ecclesiae pastorum se lee que los textos de catecismos necesitan la aprobación tanto de los Ordinarios del lugar como de las Conferencias de Obispos, pero nada decía sobre la aprobación de la Sede Apostólica. Y en la CT así como en el Directorio por entonces vigente se recuerdan las disposiciones vigentes en cuanto a que la Santa Sede debía aprobar los textos de catecismo nacionales y regionales.
A la Comisión para la Interpretación de los Documentos del Concilio se le consultó si a pesar de lo dicho en el Decreto mencionado aún se necesitaba la aprobación por la Santa Sede de los textos de catecismo nacionales y regionales. Como la Comisión no tenía nada qué decidir o interpretar, respondió la Congregación para la Doctrina de la Fe en el sentido de que los textos nacionales y regionales requieren aprobación de la Sede Apostólica.
Para 1983 se hicieron nuevas consultas sobre el particular a la misma Congregación: una por parte de la Congregación para el Clero y otra por parte de la Conferencia de los Obispos de Francia. Aunque se hicieron en julio, las respuestas se publicaron en octubre. Se dieron en el sentido de que a pesar de lo indicado en el Decreto Ecclesiae pastores los textos de catecismo nacionales y regionales necesitan la aprobación de la Santa Sede, y que no es lícito difundir catecismos nacionales ad experimentum a pesar de lo que indicaba el Directorio, se añadió que podrían hacerse “experimentos particulares” sin explicar la expresión, probablemente en el sentido de que eran aceptables ensayos de índole didáctico-pedagógica, ya que sobre la doctrina no es posible hacerlos.
[14] (M. p. "Orbem catholicum"sobre la organización de la enseñanza de la doctrina cristiana, 1923, pág. 327)
[15] (Decreto "Provido sane", 27 1935) en III,1.
[16] (Decreto "Quam singulari", 1910, pág. 583).
[17] “Omnia sua solus peccata confiteatur fideliter, saltem « semel in anno proprio sacerdoti, et iniunctam sibi poenitentiam « studeat pro viribus adimplere, suscipiens reverenter ad minus in « Pascha Eucharistiae sacramentum, nisi forte de consilio proprii sacer- « dotis ob aliquam rationabilem causam ad tempus ab eius perceptione « duxerit abstinendum » [...] ”: tomado del Concilio Lateranense IV (1215), Constitución 21: (Alberigo, Josephus et alii (Curantibus), 1973, pág. 245) en (Decreto "Quam singulari", pág. 578).
[18] “Igitur vi aliati et adhuc vigentis decreti Lateranensis, Christi fideles, ubi primum ad annos discretionis pervenerint, obligatione tenentur accedendi, saltem semel in anno, ad Poenitentiae et Eucharistiae sacramenta”: (Decreto "Quam singulari", pág. 578).
[19] (Urrutia SJ, 1987, págs. 147-149)
[20] (Congregaciones del Clero y de la Disciplina de los Sacramentos, 1973)
[21] “Utrum liceat post Declarationem diei 24 Maii 1973 adhuc anteponere, per modum regulae generalis, primam Communionem receptioni sacramenti Paenitentiae illis in paroeciis ubi his ultimis annis haec praxis viguerit : Sacrae Congregationes pro Sacramentis et Cultu Divino atque pro Clericis, approbante Summo Pontifice, responderunt : negative et ad mentem ipsius declarationis. Mens autem Declarationis est ut elapso anno ab ipsius promulgatione omnia desinant experimenta recipiendi primam s. Communionem absque praevia receptione sacramenti Paenitentiae, ut ad spiritum decreti « Quam singulari » disciplina Ecclesiae restituatur”: (Congregaciones para el Clero y para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos, 1977)
[22] (Urrutia SJ, 1987) ibid.
[23] “Se trata ante todo de los niños y de los jóvenes física o mentalmente en situación de discapacidad. Estos tienen derecho a conocer como los demás coetáneos el «misterio de la fe». Al ser mayores las dificultades que encuentran, son más meritorios los esfuerzos de ellos y de sus educadores. Es motivo de alegría comprobar que organizaciones católicas especialmente consagradas a los jóvenes minusválidos tuvieron a bien aportar al Sínodo su experiencia en la materia, y sacaron del Sínodo el deseo renovado de afrontar mejor este importante problema. Merecen ser vivamente alentadas en esta tarea.”
[24] En CT, en varios lugares, se trata de la elección de los medios más eficaces para la catequesis teniendo en consideración sus destinatarios. Pueden verse los nn. 58.a; 67b; 71; 73.
En el Directorio publicado por la (Congregación para el Clero, 1998) se insiste en este aspecto en los nn. 8h; 33.a; 140; 157c; 252; 258; 272d; 288.a y en la nota 141.
[25] El Papa san Juan Pablo II señaló al respecto: “En efecto, esos catequistas seglares deben recibir una formación esmerada para lo que es, si no un ministerio formalmente instituido, si al menos una función de altísimo relieve en la Iglesia” (CT 71.a).
[26] El texto original dice “ad Christianae doctrinae institutores” (Visita apostólica a Honduras. En San Pedro Sula, discurso a los "doctrineros", 1983): (empleo el término, muy digno, usado durante muchos siglos en América).


Notas finales



[i] Puede consultarse también a este propósito:  Ghirlanda, G. (1992). El derecho en la Iglesia misterio de comunión. Madrid: Ediciones Paulinas 493-498.

NdE. Transcribo a continuación las notas del Curso de la Congregación para el Clero (1986-1988) sobre Praxis administrativa canónica (Mons. Berliocchi) en relación con la Catequesis, en su momento Segundo Oficio que se había atribuido a dicha Congregación.

          I.            Naturaleza y necesidad de la organización catequética en el momento presente
Se pretende ofrecer criterios en orden a una programación.

          1.          ¿Qué es la organización catequística?
Se trata de introducir o “importar” la catequesis en un territorio, en sus estructuras, en sus situaciones particulares, junto con una programación y planificación (en sentido propio: en “la realidad económico-política” de la misma, como se solía decir en sentido propio bajo el gobierno de la URSS) correspondiente.
La organización de la catequesis depende del concepto de catequesis que se maneje.

¿Cuál es la naturaleza de la catequesis?
Se trata de la actuación práctica de la misión que la Iglesia cumple a partir del mandado del Señor Jesucristo (Mc 16,15; Mt 28,19-20; Lc 24,47; Jn 20,29-31): es simultáneamente anuncio e instrucción. Los primeros en hacerlo fueron los Apóstoles (cf. EN y CT). Hoy lo continúa haciendo el Santo Padre en sus “catequesis de los miércoles”.
Se trata del kerygma anunciado y explicado: Jesús mismo, su persona, su mensaje, no una mera ideología. Existe una recíproca relación entre evangelización y catequesis.

¿Su razón de ser?
La palabra de Dios, su anuncio y su explicación en orden a que se produzca la fe en las personas.

¿Sus constitutivos?
Elementos tanto naturales como sobrenaturales:
·         Naturales: contexto histórico, comunicación y transmisión; su técnica; proceder; didáctica; dinamismo
·         Sobrenaturales: revelación, eucaristía
La organización catequística dependerá, entonces, de los elementos que definan la catequesis.

          2.          Características de la organización catequística
Básicamente son tres: sistemática, global, continuativa.
Se trata de una organización sui generis por cuanto en ella se conjugan la palabra de Dios, que mueve y anima en el interior de la persona, y los dinamismos humanos, como la cultura.
El éxito de la actividad catequística no depende de la organización o plataforma humana, principalmente, sino de un elemento que es propio de la catequesis, es decir, de la gracia de Dios que se sirve de las estructuras humanas. Es lo que enseña el Salmo 127 § 1-2:

“Si el Señor no edifica la casa,
en vano trabajan los albañiles;
si el Señor no custodia la ciudad
en vano vigila el centinela.
Es inútil que ustedes madruguen;
es inútil que velen hasta muy tarde
y se desvivan por ganar el pan:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!”

Es la lógica del Verbo encarnado. Las cualidades personales, el desarrollo de las mismas, mucho ayudan al catequista: pero es Dios quien se sirve de ellas, así como de las propias limitaciones personales, para diseminar su palabra y hacerla fructificar. En la catequesis no se trata de un puro naturalismo, sino de acudir a la intensa oración si se quiere llegar a ser un verdadero catequista, ¡que crea lo que dice!

          3.          La necesidad de la organización catequística
Proviene del hecho de la revelación y de la encarnación del Verbo de Dios: pro ómnibus.
La Iglesia – sacramento del Verbo encarnado – debe ir a todos: por encargo y por la autoridad de su Fundador, debe explicarles el kerygma. “Como Iglesia” debe hacerlo, es decir, en conjunto: a todos, sí, pero según la estructura jerárquica y de comunión que la caracteriza. La Iglesia no es un pueblo de Dios anárquico. En él, Cristo es la Cabeza invisible; el Papa, su cabeza visible.
El c. 774 del CIC señala que se ha de llevar a cabo “bajo la guía de la autoridad eclesiástica”: acción correspondiente, tareas específicas, según la condición de cada uno en el pueblo de Dios. Corresponde un papel y una tarea propia a cada uno: sea padre de familia, catequista, laico, etc.
El c. 775 pide que se cree una organización “adecuada”: con su alma, como se ha dicho. La organización se sirve de todos los elementos que la naturaleza humana pone a disposición de la misma. Hoy en día, ¡ello es más necesario!
La vida asociada no se concibe sin organización: a) con unos objetivos a alcanzar; b) con unos medios adecuados para lograrlos. A semejanza de las organizaciones civiles nacionales e internacionales.
¡No es superfluo recordarlo o tener que demostrarlo! Mientras menos organizada, más sufre la catequesis. Han de recordarse los episodios de la historia. Ya el Concilio de Trento ordenó la publicación de un catecismo.

          4.          Criterios para organizar la catequesis
Se trata de presentar algunas orientaciones y principios que ayuden en los ámbitos nacional y diocesano. Se verán tres orientaciones o pilares de la organización catequística:

 1°) Inserción en la vida pastoral de la Iglesia
Mantenerse en una visión “pastoral de conjunto”. Se ha de considerar un plan orgánico que abrace toda la vida de la Iglesia: que tenga en cuenta la situación religiosa general y particular: la vida pastoral en todos sus elementos: en lo sacramental (litúrgico-eucarístico); en lo social-caritativo; en lo cultural, etc.
Como se anotó antes, con un plan cuyas características sean: sistemático, global y continuativo.

2°) Un binario (o como las paralelas del ferrocarril):
La sana actividad catequística se funda sobre estos dos ejes: la palabra de Dios y la tradición viva de la Iglesia, a las que sirve el Magisterio (del Papa, de los Concilios, de los Obispos).
Profundizar, entonces, en el patrimonio de la Iglesia: en la historia de la catequesis; en las adquisiciones que realizan los estudiosos mediante sus investigaciones, un campo de actividad sumamente importante hoy en día.

3°) El Proyecto

En un contexto local que nos hace planteamientos desde sus situaciones religiosas, políticas, culturales y sociales, tratar de acercar los elementos que constituyen el “binario”: el binario se contextualiza, al tiempo que el binario influye sobre el contexto.
Se trata de un asunto delicado, dados los momentos “difíciles” que se pueden originar. Pero no tener miedo a los eventuales errores.
Se ha de considerar que cada lugar tiene sus propias situaciones que contextualizan. Es necesario lograr la “impostación práctica” adecuada para la transmisión, en unas condiciones como las actuales con multiplicidad de culturas y naciones – de diócesis –, se debe hacer la práctica de las “variaciones”, lograr la “entonación justa”, típica de la diversidad en la unidad, expresando en cada una el sensus Ecclesiae.
El catequista aportará sus peculiaridades propias. El párroco proporcionará el punto de referencia, porque conoce el espacio vital en el que se mueve.



II.       Organismos catequísticos de la Santa Sede y la cooperación internacional
 
          5.          Las estructuras nacionales de la catequesis

La catequesis se organiza en diferentes niveles. En el nivel nacional, se trata, igualmente, de la proyección de los binarios señalados sobre las situaciones políticas, económicas, sociales y culturales de cada nación. Un aporte significativo se presta en este sentido de proyección desde el Directorio catequístico general. (Nota: se distinguen “catequística/o” y “catequética/o”: el primero, se refiere a la actividad; el segundo término, a la ciencia que la estudia).
Dentro de este nivel nacional se encuentran las estructuras nacionales, regiones eclesiásticas y diócesis. Dos bases o columnas son fundamentales a este nivel: a) la Comisión episcopal para la Catequesis, en el ámbito de la Conferencia episcopal; y b) la Oficina catequística nacional (u otro nombre que la caracterice), de acuerdo con la norma del c. 775 § 3: ésta “puede ser instituida”, señala el §. Su función: ayudar a las diócesis. Es el organismo ejecutivo de la Conferencia episcopal.
La Oficina nacional publica, en el ámbito nacional, los Catecismos, los Planes pastorales de Catequesis, celebra congresos y reuniones nacionales con y para los diversos agentes de la catequesis, comenzando por los propios catequistas; coordina las oficinas regionales, si las hay, y las diocesanas, a cuya cabeza se encuentran los directores regionales y/o diocesanos, convocando a estos últimos en el Consejo Nacional de Catequesis, en donde son escuchados y con ellos se establecen los mecanismos de coordinación; contribuye en la resolución de los problemas inherentes a la enseñanza de la religión tanto en los colegios católicos como en las escuelas públicas.

          6.          La organización en diferentes Países

Algunos elementos son particulares de ciertos países, otros son generales a varios o a muchos de ellos, como se ha dicho, dependiendo de las circunstancias propias.
En Austria, p. ej., la enseñanza religiosa se da en la escuela, allí es el lugar de la catequesis, y la escuela está abierta a la enseñanza religiosa. En el ámbito nacional, la enseñanza es obligatoria, con dos horas de clase semanales. Los jóvenes de 14 años en adelante, y sus padres, pueden pedir la exoneración de asistencia a las clases en los primeros diez días de cada año lectivo. En las escuelas profesionales la clase es opcional. Los libros de texto son parcialmente sufragados en su impresión por el Estado. Se exige, por parte de éste, la profesionalidad del maestro y su aprobación por el Obispo. Existen cuatro facultades de teología en las Universidades del Estado, seis escuelas superiores católicas y cuatro institutos de enseñanza religiosa. Se hacen nuevos esfuerzos en la búsqueda de unir saber y vida, cultura y fe, sobre todo a nivel diocesano y parroquial. A los jóvenes que no pertenecen a los grupos juveniles se les alcanza mediante actividades especializadas para alejados, enfermos, drogadictos, etc.
En Francia, la catequesis se hace en las parroquias, por sus antecedentes históricos que llevaron consigo la separación de la Iglesia y el Estado. Todas las puertas se cerraron, menos en la Alsacia-Lorena. La competencia con la enseñanza de la escuela católica es enorme. Entre los 12 y 14 años de edad los jóvenes reciben un fuerte influjo para que realicen un curso de tres años al que llaman Catequesis Solemne. Es una catequesis menos sistemático-didáctica, y más sacramental-parroquial. Se está efectuando una renovación más orientada hacia la infancia, personas entre los 7 y los 14 años. En 1978 publicó el catecismo Grande Mystère de la Foi, y en 1979 el Texte de Refèrence, destinado a los operadores de la catequesis, y permitía amplia libertad a los Obispos. En 1980 se publicó Pierre vivant, modificado en ediciones sucesivas, ofreciendo ayudas pedagógicas tanto para el catequista, como para los padres y como para los niños.
En los Estados Unidos de América se centra la catequesis principalmente en las parroquias y de manera particular en los adultos, a quienes se insiste en los ritos de iniciación cristiana y en los elementos propios de la vida cristiana.
En Italia ocurre algo similar a los Estados Unidos, en donde se piensa en alcanzar a los adultos, porque ellos influyen sobre los jóvenes y los niños: los adultos favorecen la fe en los jóvenes. A partir de 1970 se trabajó ampliamente en la catequesis de los niños; a partir de 1982, en la catequesis de los adultos. La situación es muy variada. Se efectuó un influjo capilar a raíz de una Circular de la S. Congregación del Concilio en 1922, difundida en 1935 a todo el mundo, solicitando la creación de las Oficinas catequísticas diocesanas. La catequesis no se efectúa solo en las parroquias sino en las escuelas, y por muchos años se siguió el Catecismo de san Pío X, sobre todo en el campo, por su facilidad en las definiciones y en la memorización. Este hecho reclama que, sin duda, se debe tratar de entender, y de ayudarles (mediante adecuadas explicaciones) a los estudiantes a hacerlo; pero, también, que en ellos quede una especie de “sustrato doctrinal” que ha de memorizarse, con fórmulas sencillas, ayudada la memoria por imágenes, mímicas, etc. A partir de 1947 se crearon los “centros de formación catequística” organizados por la Acción Católica (ha de destacarse que en los tiempos anteriores al Concilio Vaticano II desarrolló una actividad que fue determinante en la evolución de la Iglesia en Italia. Entre el 24 y el 26 de junio de 1947 se celebró un Encuentro Catequístico por recomendación de la S. Congregación del Concilio en el que participaron todos los Oficios u Oficinas de catequesis de las diócesis de Italia; fruto de ello fueron las siguientes conclusiones: el Oficio catequístico diocesano, su creación, organización, actividades, miembro; el Sodalicio de la Doctrina Cristiana, sus estatutos diocesanos; las escuelas catequísticas parroquiales y sus actividades; la enseñanza religiosa en las escuelas elementares del Estado; la enseñanza religiosa en las escuelas medias y superiores del Estado; el catecismo a los adultos). En 1961 se creó el Centro Catequístico Nacional, y desde 1952 se publicó la Revista del Catechismo. Hoy existen editoriales dedicadas a las publicaciones religiosas, entre las cuales se mencionan la Dehoniana y las de Paulinas y Paulinos.
En Canadá existen diez provincias bilingües, con organizaciones diversas: las provincias francófonas privilegian la enseñanza en la escuela; en las provincias anglófonas, la enseñanza en las parroquias.
En América Latina son 22 conferencias episcopales que se organizan con una institución de cooperación internacional, el CELAM. Se han celebrado cinco Asambleas generales de los episcopados (Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida), cuyos documentos conclusivos han sido fundamentales para el desarrollo de la catequesis en el Continente.
Pero no en todos los países existen organizaciones regionales de la catequesis, ya que no en todas las conferencias episcopales existen regiones. El caso ejemplar de esta realidad lo presenta la Conferencia Episcopal de Italia, en la que existen, a su vez, Conferencias episcopales regionales, con organismos similares a los de la Conferencia nacional. En cada una de ellas existe una Oficina de Catequesis cuya estructura puede ser similar a la sugerida nacional, pero que permite que los recursos, a veces escasos, sean mejor aprovechados. De estas organizaciones y oficinas regionales de catequesis nada se dice en los documentos oficiales.

          7.          La organización diocesana de la catequesis

En el Decreto conciliar CD 11 se define la Iglesia particular con dos verbos: “inest et operatur” la Iglesia universal. Como se ha dicho, en relación con la catequesis estos dos verbos poseen su importancia, porque urgen que la catequesis se ubique, por medio de la Oficina de catequesis diocesana, en la pastoral de conjunto de la diócesis. Ella es el órgano del Obispo para que la catequesis que se haga en la diócesis cumpla el objetivo que ella tiene en el ámbito universal de la Iglesia. Fue ordenada por el Provida sane del 12 de enero de 1935. Y su existencia, y el papel que ella debe desempeñar, fueron recogidos en los cc. 775 §§ 1 y 3 y 780 del CIC. Al párroco, de otra parte, se le encomienda la catequesis en forma específica en el c. 776. A esta Oficina se le confían tareas de secretaría y su dirección se confía a una Comisión diocesana de Catequesis, llamada, por otra parte, a desarrollar lo correspondiente (Plan diocesano de Catequesis) en el Plan diocesano de Pastoral.



III.     Instituciones catequísticas internacionales, nacionales y diocesanas
 
          8.          En el ámbito de la Santa Sede

Sus organismos, específico y general, son el resultado de conjugar elementos o estructuras dirigidos a soportar y a desarrollar la catequesis.
El primero de ellos es la Congregación para el Clero, Segundo Oficio. (Nota: A partir de la Carta Apostólica en forma de "Motu Proprio" Fides per doctrinam del S. P. Benedicto XVI - https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/motu_proprio/documents/hf_ben-xvi_motu-proprio_20130116_fides-per-doctrinam.html - se modificó la Constitución apostólica Pastor bonus y se traspasó la competencia sobre la catequesis de la Congregación para el clero al Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización (16 de enero de 2013) [Francés, Italiano, Latín].)
La historia de la Congregación llega hasta el 2 de agosto de 1564, cuando, por un decreto del Concilio de Trento, se estableció con el nombre de Congregación del Concilio, nombre que se mantuvo por muchos años. El Papa Pío XI, en 1923, instituyó en ella la Oficina para la Catequesis con el fin de “impulsar en toda la Iglesia la actividad catequística”. El Papa san Pablo VI, con la Constitución apostólica Regimini Ecclesiae Universae del 15 de agosto de 1968, amplió su campo de acción apostólica de modo que mediante ella se “promovieran otras actividades apostólicas”, entre las cuales, las principales del ministerio sacerdotal en relación con la palabra de Dios.
Dentro de la Congregación, el Oficio Segundo se estructura de la siguiente manera:

·         Un jefe del Oficio
·         Oficiales: estos hacen el trabajo por competencias territoriales: siguen las actividades de cada conferencia episcopal de un área lingüística determinada
·         Ayudantes de estudio

El trabajo se desarrolla en equipo: una reunión general semanal para tratar los problemas corrientes, y, si es del caso, separar y preparar los asuntos que requieren ser sometidos al estudio y decisión de los superiores.
De cada reunión se saca una hoja de los temas tratados (resumen ejecutivo).
De muchos asuntos se reciben estudios por parte de especialistas, o se les confían.
Los días viernes se efectúa el “Congreso” en el que intervienen el Cardenal Prefecto, el Secretario de la Congregación y el Jefe del Oficio. Existe, sin embargo, un “congresito” para los asuntos preparatorios, los días martes.
Dentro de las actividades principales del Oficio se encuentran las relacionadas con los catecismos nacionales y los directorios catequísticos nacionales, que se han de revisar de acuerdo con la norma del c. 827: para ser publicados requieren la aprobación del Ordinario del lugar; pero, de acuerdo con el c. 775 § 2, las conferencias episcopales cuando publican un catecismo para todo su territorio, éste debe ser aprobado por la Santa Sede. (Nota: A partir de la "“Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio» del Sumo Pontífice Francisco Assegnare alcune competenze (“Asignar algunas competencias” del 11 de febrero de 2022) con la cual son substituidas algunas normas del Código de Derecho Canónico y del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales" se requiere sólo una "confirmación": "Art. 8. El c. 775 § 2 del CIC sobre la publicación de catecismos para el territorio propio por parte de la Conferencia episcopal sustituye el término aprobación con el término confirmación".
En estas revisiones compete al Oficio Segundo cuidar que éstos últimos, de las conferencias episcopales, se mantengan la ortodoxia y la integridad de la fe.
·         Una vez llega el texto enviado por la conferencia, se confía a uno de los oficiales hacer el estudio correspondiente. El mismo, en la sesión correspondiente, hará la debida “presentación” (en hojas amarillas, las propias del Segundo Oficio; las del Primer Oficio, correspondiente a los asuntos del Clero, son rojas; y las relacionadas con los bienes eclesiásticos, del Tercer Oficio, son grises) a la que se denomina “positio”, por cuanto debe presentar sus sugerencias y recomendaciones. Se entrega el texto al Jefe del Oficio.
·         Este, después de su examen, puede decidir:
o    O bien, entregar el texto a algunos consultores (de un elenco) que son ayudantes;
o    O lo entrega a otros expertos (de la Iglesia universal).
·         Lo remite después a la Congregación para la Doctrina de la Fe (por si hubiere herejía o ausencias notables): se llama a los autores para que mejoren su forma o manera de expresarse; muchos de ellos así lo hacen.
·         Pasa finalmente al Congreso, en el que se decide si se debe aprobar, corregir o reprobar el texto enviado por la conferencia.

          9.          El Consejo Internacional para la Catequesis

El COINCAT es un organismo auxiliar que nació en Roma en 1971 a raíz de la publicación del Directorio Catequístico General. En él toman parte miembros procedentes de todo el mundo, que proporcionan información de primera mano sobre el desarrollo de la catequesis en sus países.
A partir de 1973 el Papa san Pablo VI lo empezó a considerar como un órgano de consulta al servicio de la Santa Sede y de la Congregación del Clero. Su composición fue ampliada de modo que participaran expertos de todo el mundo. Sus estatutos han sido renovados en varias ocasiones. En el nivel ejecutivo está formado por treinta miembros elegidos por seis años, renovables; cuenta con su presidente, el mismo Prefecto de la Congregación, un vice-presidente, el Secretario de la Congregación, un secretario general y un secretario técnico. Mantiene correspondencia con sus interlocutores sobre los asuntos que les interesan y requieren alguna respuesta. Efectúa reuniones parciales y plenarias (éstas cada 2 años, en otoño). Y recibe como argumento de sus congresos las sugerencias, opiniones, etc., que se le remiten.

        10.        Otras ayudas que se ofrecen al Santo Padre como participación en su ministerio catequístico

·         Propaganda Fide, o Congregación para la Evangelización de los Pueblos: su oficio catequístico y los cursos de catequesis en territorios de misión. Sedes en Grottaferrata y en la Pontificia Universidad Urbaniana.
·         Congregación para la Doctrina de la Fe: cuando el asunto tenga que ver con la doctrina de la Iglesia.
·         Congregación para las Iglesias Orientales: para los territorios de su jurisdicción.
·         Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos: para el tratamiento de los asuntos vinculados con uno y otros.
Existen otras instituciones reconocidas por la Santa Sede, a las que se les da el título de “Pontificias”. Dependen de la Santa Sede, pero no son organismos propios de la misma, por ejemplo para desarrollar objetivos relacionados con la catequesis. Son muy variados y su misma denominación lo es también: desde “centros” hasta “institutos”, inclusive diocesanos. Sobresalen entre estos, dos obras de los Padres Salesianos: su Universidad y una Escuela de Catequesis, el Instituto de Catequética.
Otros organismos de cooperación internacional en catequesis que pueden ser mencionados son:
·         para la animación, el Centro Catequístico Salesiano en Turín (Italia);
·         El CELAM: desde 1955 labora por iniciativa y apoyo de los Papas Pío XII y san Pablo VI; mantiene contactos con 500 centros e instituciones del mundo; expresa la colegialidad entre las conferencias episcopales: estudian problemas comunes, coordinan actividades, promueven iniciativas.
·         Las Conferencias Episcopales de América Central y Panamá.
·         El Consejo de Conferencias Episcopales de Europa
·         La Comisión Episcopal de la Comunidad Europea, con el Nuncio correspondiente
·         El Equipo Europeo de Catequesis
·         Las Conferencias Episcopales de Asia
·         Las Conferencias Episcopales de África
·         Las Conferencias Episcopales de Oceanía
En Italia han tenido gran desarrollo en sus diversos niveles, suscitando gran interés. Se efectúan reuniones bienales y se elaboran planes de catequesis para cuatro años, contribuyendo en la organización de la catequesis por medio de directores y departamentos de catequesis.



IV.     Actividad catequística diocesana

Se sugiere leer en el Dizionario di Catechetica la sección de L. Guillelmuni: “Prospettive della Catechesi” con abundante bibliografía, en el artículo correspondiente al “Ufficio diocesano della catechesi” (1986).
Antecedentes de la catequesis diocesana, como se ha anotado, se encuentran especialmente en CT 63 y en el CIC, sobre el Obispo y la catequesis. Pero también a ello se refirieron las notas anteriores acerca de la pastoral catequística diocesana, a su estructura y a su desarrollo mediante la oficina diocesana correspondiente.

1°) El Obispo diocesano y la catequesis:
·         CD 14 destaca su papel en la vigilancia de la enseñanza catequística a niños, jóvenes y adultos, de modo que en ellos:
o    Se reavive la fe y se motive a su práctica y vivencia,
o    La materia y el método sean adaptados a sus fuentes
o    Se prepare a los catequísticas no sólo en cuanto a la doctrina sino al método a emplear
o    La creación de un Instituto para el Catecumenado
·         CT 63: deber del Obispo en la catequesis: él, primer responsable de la misma en su diócesis; las circunstancias actuales; carácter prioritario; la colaboración competente y de confianza; la organización adecuada y eficaz: el resto será más fácil.
·         Cc. 775 § 1 y 773: El Obispo diocesano debe dar normas en relación con la materia, medios, instrumentos, preparación, instituciones y oficina, de modo que sea una catequesis del pueblo.

2°) La Pastoral catequística diocesana: el Obispo tiene en cuanto a ello: a) el deber profético de escuchar la palabra de Dios, dejándose convertir por ella, por lo que él es; b) debe promover la corresponsabilidad bautismal frente a la catequesis: el deber-derecho profético; c) estimular a las instituciones (familia, parroquia, escuela, movimientos, jóvenes, etc.) a fin de evitar desequilibrios en la entrega de la fe: armonía de las actividades catequísticas; d) promover la inculturación: mayor y mejor conocimiento científico de la realidad socio-cultural e incluso socio-estadística; delinear el proyecto catequístico, con sus líneas de fondo, para una actividad conjunta (sínodo diocesano, estudio del contexto, preparación de las líneas de la catequesis) para los diversos ambientes (escuela, parroquia, etc.).

3°) Las estructuras de la Iglesia diocesana (pueden tener diversos nombres): la coordinación de la catequesis por la Oficina diocesana, y su conexión con los otros organismos: consejo presbiteral, consejo pastoral, seminario, etc., y con otras instituciones/actividades: teológicas, pastorales, catequísticas, medios de comunicación social, deportivas, vocacionales, socio-caritativas, etc. 

        11.        Historia, límites, desafíos, balance y prospectiva de la Oficina
Muchos de los lectores serán futuros llamados a dirigir la actividad catequística diocesana. Entre los documentos de la Congregación para el Clero se les sugiere la lectura de:

a)       La Circular del 12 de diciembre de 1929 (Protocolo 6477/29 de la Congregación del Concilio), que si bien fue para Italia, sirvió algunos años después – 1935 en la Parte III, 1 de la Provido sane – para todas las diócesis del mundo: 4 artículos para confeccionar los estatutos, con anexos (¿qué es?; ¿quiénes?; campo de actividad; Catequesis parroquial y Confraternidad de la Doctrina Cristiana). No es suficiente la enseñanza convencional en la escuela elemental: se requiere un conocimiento más preciso y adecuado de la fe, cuya competencia corresponde principalmente al párroco.
b)       Decreto Provido sane del 12 de enero de 1935: nacimiento de la Oficina Diocesana de Catequesis: necesidad de una buena formación de los catequistas mediante la colaboración de expertos en catequesis.
c)       Directorio Catequístico General (n. 126): centros permanentes de formación catequística: es tarea de todo el pueblo cristiano; ninguna diócesis puede no tener la Oficina de catequesis.
d)       CIC en los cc. 756; 761; 773; 780: la necesidad de la proclamación de la palabra de Dios, según las circunstancias propias de cada nación y de cada diócesis.
e)       Directorio General para la Catequesis, del 15 de agosto de 1997 (en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_ccatheduc_doc_17041998_directory-for-catechesis_sp.html)

Funciones o actividades principales:

De acuerdo con la Circular referente al Congreso del 24 al 26 de junio de 1946:
          1.          Elabora subsidios, materiales, adecuados para la catequesis, en diálogo con otras comisiones diocesanas, incluso la invención de eslóganes y las campañas anuales, en un itinerario pastoral unitario;
          2.          Profundiza anualmente un tema con expertos (teólogos, de ciencias humanas) y con sectores pastorales (migrantes, jóvenes, MCS…);
          3.          Experimenta en movimientos y en parroquias: interroga, compara, aplica, etc., propuestas para adoptar, revisiones. Relación con las diócesis vecinas, intercambios;
          4.          Estadísticas: problemas en la evangelización: de preadolescentes, trabajadores, etc., ofrecen provocación a otros organismos y original elección pastoral;
          5.          Escuela teológica y cursos de actualización de catequesis (parroquial, profesores) e incluso en los Seminarios: cursos de catequética como ciencia de la educación religiosa;
          6.          Animadores de catequesis: para la falta de clero y según los ambientes culturales: diaconado permanente, religiosos, laicos, del todo dedicados, en equipo, adaptación a las necesidades de hoy: actuar con corresponsabilidad. No sólo catequistas, sino animadores de la catequesis;
          7.          Cursos para animadores culturales: especializados en las corrientes de pensamiento: confrontar adecuadamente (cf. CT 52-53). Peligro de ideologizar el mensaje, pero también la necesidad de encarnarlo en la cultura;
          8.          Subsidios: a toda la comunidad diocesana: experimentar, valorar: la liturgia, camino de fe: para ayudar a los catequistas. Encuentros regionales (escasez, urgencias…): estrategias comunes.
          9.          Cualificación de catequistas para personas con diversidad funcional o con discapacidad: indicaciones pastorales adecuadas para los sacramentos, la inteligencia de la fe… Colaboración con la pastoral social y con Cáritas.
        10.        Los MCS: colaboración con las emisoras, directa o indirectamente.

Los límites:

Es muy activo y fecundo el trabajo de las Comisiones diocesanas de catequesis, por sus numerosas iniciativas (cursos permanentes de actualización, etc.)
·         CT 15: cada diócesis debería emplear sus mejores recursos en la catequesis. Hay diócesis pequeñas y pobres, que no pueden tener un grupo estable y de tiempo completo; otros problemas son burocráticos (por relaciones con el Estado);
·         Freno por falta de proyección: mucha proyección de movimientos, falta de organización, renovación en la curia, falta de coordinación pastoral o de coordinación con la región eclesiástica o con los organismos nacionales: aislamiento;
·         Ineficacia: poca importancia a la verificación o evaluación;
·         Acción que no contrarresta la situación ambiental: de carácter educativo, cultural, antropológico, de los MCS, mentalidad eficientista-pragmática, y otros problemas de hoy.

Retos:

·         ¿Cómo evangelizar la paz, la ecología, la enfermedad, el voluntariado…?
·         Niños, jóvenes, refugiados, enfermos mentales, etc.: un itinerario de la fe para ellos; la indiferencia religiosa. Valoración de los tiempos de vacaciones, fines de semana, lugares turísticos y santuarios;
·         La imagen: televisión, lenguaje, ritual litúrgico, el compúter y su influjo; presencia en la vida actual;
·         Sectas religiosas: documentos de la Santa Sede y ecumenismo (cf. “Culture mediate” en Catechèse 108 1988).

Sugerencias:

·         Sensibilizar a los Obispos y a sus Vicarios: a veces con muchos problemas; y a los sacerdotes: la necesidad objetiva de la Oficina catequística y su potencial; investigación histórica de la Oficina en la diócesis y publicarla; muestras de catecismos y de actividades catequísticas; exposición de material catequístico; curso anual, bienal o trienal de formación de responsables.
·         No sustituye otros oficios: ni subvalorarlos, ni sobrevalorarlos.
·         La catequesis es “lugar privilegiado de escucha”: recibir-dar: la verdad en la caridad.
·         Sensibilizar: ninguno puede quedar lejos de su influjo.
·         Órgano de comunión diocesano: la palabra de Dios y su vinculación con la evangelización, la catequesis, la liturgia, la caridad.
·         Maduración de la conciencia eclesial de todos los componentes.
·         La complejidad: necesidades actuales en relación con la misión y la caridad.
·         Sólida formación en lo didáctico, pedagógico y espiritual: relación con Jesucristo, una experiencia específica.

[ii] “CAPUT I. De catechetica institutione.
Can. 1329*. Proprium ac gravissimum officium pastorum praesertim animarum, est catecheticam populi christiani institutionem curare.
Can. 1330*. Debet parochus: 1° Statis temporibus, continenti per plures dies institutione, pueros ad sacramenta poenitentiae et confirmationis rite suscipienda singulis annis praeparare; 2° Peculiari omnino studio, praesertim, si nihil obsit, Quadragesimae tempore, pueros sic instituere ut sancte Sancta primum de altari libent.
Can. 1331*. Praeter puerorum institutionem de qua in can. 1330, parochus non omittat pueros, qui primam communionem recenter receperint, uberius ac perfectius catechismo excolere.
Can. 1332*. Diebus dominicis aliisque festis de praecepto, ea hora quae suo iudicio magis apta sit ad populi frequentiam, debet insuper parochus catechismum fidelibus adultis, sermone ad eorum captum accommodato, explicare.
Can. 1333*. §1. Parochus in religiosa puerorum institutione potest, imo, si legitime sit impeditus, debet operam adhibere clericorum, in paroeciae territorio degentium, aut etiam, si necesse sit, piorum laicorum, potissimum illorum qui in pium sodalitium doctrinae christianae aliudve simile in paroecia erectum adscripti sint. §2. Presbyteri aliique clerici, nullo legitimo impedimento detenti, proprio parocho in hoc sanctissimo opere adiutores sunto, etiam sub poenis ab Ordinario infligendis.
Can. 1334*. Si, Ordinarii loci iudicio, religiosorum auxilium ad catecheticam populi institutionem sit necessarium, Superiores religiosi, etiam exempti, ab eodem Ordinario requisiti, tenentur per se vel per suos subditos religiosos, sine tamen regularis disciplinae detrimento, illam populo tradere, praesertim in propriis ecclesiis.
Can. 1335*. Non solum parentes aliique qui parentum locum tenent, sed heri quoque ac patrini obligatione adstringuntur curandi ut omnes sibi subiecti vel commendati catechetica institutione erudiantur.
Can. 1336*. Ordinarii loci est omnia in sua dioecesi edicere quae ad populum in christiana doctrina instituendum spectent; et etiam religiosi exempti, quoties non exemptos docent, eadem servare tenentur.”

[iii] Como lo hemos advertido al incicio de este capítulo del Curso,  en el nuevo Directorio para la Catequesis (DC2020)  se señala lo siguiente en relación con la ejecución de esta norma del c. 777:
"6. CATEQUESIS CON PERSONAS CON DISCAPACIDAD
269. La preocupación de la Iglesia por las personas con discapacidad brota de la acción de Dios. Siguiendo el principio de la encarnación del Hijo de Dios, presente en toda acción humana, la Iglesia reconoce en estas personas un llamado a la fe y a una vida útil y significativa. El hecho de la discapacidad tiene importancia para la evangelización y la formación cristianas. Las comunidades están llamadas no sólo a cuidar de los más frágiles, sino a reconocer la presencia de Jesús que se manifiesta en ellas de una manera especial. Esto «requiere una doble atención: la conciencia de la educación en
la fe de la persona con discapacidad, incluso muy grave; y la voluntad de considerarla como sujeto activo en la comunidad en la que vive»[32]. A nivel cultural, lamentablemente, existe una concepción generalizada de la vida, a menudo narcisista y utilitaria, que no ve en las personas con discapacidad las muchas riquezas humanas y espirituales, olvidando que la vulnerabilidad pertenece a la esencia del ser humano y no nos impide ser felices y realizarnos a nosotros mismos[33]. 
270. Las personas con discapacidad son una oportunidad de crecimiento para la comunidad eclesial, que con su presencia se ve invitada a superar los prejuicios culturales. De hecho, la discapacidad, puede ser incómoda ya que pone de relieve la dificultad para aceptar la diversidad; también puede despertar miedo, sobre todo si es de carácter permanente, porque hace referencia a la situación radical de fragilidad de cada persona inclinada al sufrimiento y a la muerte. Precisamente porque son testigos de estas verdades esenciales de la vida humana, las personas con discapacidad han de ser acogidas como un gran don. La comunidad, enriquecida con su presencia, se hace más consciente del misterio salvífico de la cruz de Cristo y, viviendo las relaciones recíprocas de acogida y solidaridad, se convierte en generadora de una vida buena e interpelación para el mundo. Por lo tanto, la catequesis ayudará a los bautizados a leer el misterio del dolor humano a la luz de la muerte y resurrección de Cristo. 
271. Es tarea de las Iglesias locales abrirse a la acogida y presencia cotidiana de las personas con discapacidad dentro de los caminos de la catequesis, trabajando por una cultura de inclusión contra la lógica del descarte. Las personas con discapacidad intelectual viven la relación con Dios en la inmediatez de su intuición y es necesario y digno acompañarlas en la vida de fe. Esto requiere que los catequistas busquen nuevos canales de comunicación y formas más adecuadas para facilitar el encuentro con Jesús. Así pues, serán útiles las dinámicas y lenguajes vivenciales, involucrando los cinco sentidos y los caminos narrativos capaces de implicar a todos los sujetos de una manera personal y significativa. Para este servicio es bueno que algunos catequistas reciban formación apropiada. Los catequistas también están cerca de las familias de las personas con discapacidad, acompañándolas y promoviendo su plena inclusión en la comunidad. La apertura a la vida de estas familias es un testimonio que merece gran respeto y admiración[34]. 
272. Las personas con discapacidad están llamadas a la plenitud de la vida sacramental, incluso en presencia de trastornos graves. Los sacramentos son dones de Dios, y la liturgia, incluso antes de que se entienda racionalmente, pide ser vivida: por lo tanto, nadie puede negar los sacramentos a las personas con discapacidades. La comunidad que sabe descubrir la belleza y la alegría de la fe, de la cual son capaces estos hermanos, se enriquece con ellos. Es importante pues tener en cuenta en esta pastoral la celebración dominical con las personas discapacitadas[35]. Esas personas pueden comprender la alta dimensión de la fe que incluye la vida sacramental, la oración y la proclamación de la Palabra. De hecho, no sólo son receptores de catequesis, sino protagonistas de la evangelización. Es deseable que las personas con discapacidad puedan ser ellas mismas catequistas y, con su testimonio, transmitir la fe con mayor eficacia."

Notas:
[32] FRANCISCO, Discurso a los participantes en el Congreso con personas discapacitadas (junio 11 del 2016). 
[33] Cf. FRANCISCO, Discurso a los participantes en el Congreso «Catequesis y personas con discapacidad» (octubre 21 de 2017).
[34] Cf. AL (exh ap. Amoris laetitia del Papa Francisco) 47. 
[35] Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica Sacramentum caritatis (febrero 22 de 2007), 58

No hay comentarios:

Publicar un comentario